Partida Rol por web

Yurev bajó la cabeza y sonrió.

-Anil... Claro. Anil está vivo, y Anahi también, ¿no? -le resultaba difícil siquiera pronunciar esos nombres. Había pasado demasiad tiempo desde la noche de las llamas, desde que todos desaparecieron. Estaban todos muertos y hacía siglos que ni siquiera pensaba en ellos-. Eres viejo y te escondes en una cueva, no sabes nada... He llegado a ti por casualidad e intentas manipularme y retenerme para tus propios fines con nombres que sacas de mi cabeza -le espetó con desprecio-. Me largo de aquí...

-¿Das la espalda a la oferta de tu anfitrión, abusando así de mi hospitalidad? Oh, Yurev, tu mera existencia ya me ha costado bastante. Por tu culpa perdí a Lumitsa, mi preciado tesoro -dijo el Tzmisce con una voz que sonaba a cada sílaba más gutural-. Tiempo es ya de saldar viejas cuentas.

A la espalda de Yurev, un monstruo de tres metros surgió de su camuflaje entre la pared carne. Su rostro era una masa informe de dientes y sus enormes puño estaban coronados por unas afiladas formaciones óseas.

Yurev emprendió la carrera en dirección al lugar por el que había entrado. Era rápido y en poco tiempo recorrió mucho trecho. Se volvió atrás para mirar si aquella cosa le estaba siguiendo y fue entonces cuando chocó con la trampa que se desplegó en su camino. Una membrana de piel viscosa, similar a la que había visto cubrir el pozo se sol le dejó atrapado.

-Cogedlo, mis pequeños -se escuchó.

Desde unos nichos en el techo, tres niños, uno de los cuales era el que Yurev ya había visto, bajaban gruñendo hacia él.

Yurev forcejeó vanamente en la membrana que le atrapaba y, alerta, lanzó su mirada hacia las criaturas que ya corrían hacia él. Su situación no podía ser más difícil.

-Si estás dispuesto a herirme, Blasku, entonces has de estar dispuesto a enfrentar mi magia -dijo Yurev concentrándose en la oscuridad más absoluta hacerla real-. Robadle sus ojos, espíritus -dijo en la lengua de los roma.

El ravnos intentó aprovechar la distracción para intentar en aquella ocasión liberarse de su presa.

Los monstruosos niños comenzaron a chillar en la oscuridad mágica y se dispersaron asustados, dando tiempo a Yurev para forcejaear contra la trampa.

-Maldito embaucador -se escuchó rugir a Blasku.

Yurev soltó uno de sus brazos. Al fondo del tunel un pesado caminar se acercaba a su dirección.

El Ravnos se desembarazó de la macabra trampa, arrancando la piel de las parede del tune. El camino hacía la salida parecía despejado.

-¿Crees que puede ser una casualidad que despertaras aquí, tan cerca de mi refugio? Él ha preparado todo esto. Primero me quitó a Lumitsa... y ahora... Pero no me limitaré a ser un títere de vuestros ilusorios juegos, sucio rom. Acabaré contigo -escuchó Yurev rugir al Tzmisce.

-¡Eres un bastardo mentiroso! -rugió Yurev corriendo hacia la salida-. ¡Y lo primero que haga cuando salga será buscar uno de esos anarquistas para decirle dónde estás! 

Ya buscaría él por su cuenta qué habría de verdad en lo que decía el monstruo. Pero si había algo de cierto, era un camino que decidiría o no si recorrer, solo.

Yurev corrió, pero a su espalda, el rugir y el furioso galopar de la bestia en la que Blasku se había convertido estaba ya muy cerca. El tiempo que tardó el Ravnos en librarse de la trampa había terminado con su ventaja. Se volvió y advirtió como el Tzmisce estiraba su mano engarrada para coger su pierna.

El audaz Ravnos evitó con facilidad que Blaku alcanzara su pierna. Saltó hacia atrás, apoyando los pies en la pared e impulsándose logró encaramarse a la boca del túnel por la que había descendido. Tan sólo le restaba ya trepar por él y estaría fuera.