Partida Rol por web

-¿Habéis dicho que sois Hakan den Svarta? -preguntó la mujer con afilada intención-. ¿El mercenario? Se os hacía desaparecido.

-En ocasiones descubro que tengo gran facilidad para perderme, mi señora. Tanta como para volver a encontrarme, con el tiempo suficiente. Ignoraba que mi reputación me precediera incluso en estas tierras.

Lo ignoraba tanto como le preocupaba. Diablos, ¿qué fechorías había obrado el hideputa cuya piel vestía? No obstante, su perenne sonrisa de suficiencia a duras penas dejaba traslucir otra cosa que no fuera la altivez propia de un ser tan despreciable.

-¿Y venís aquí por vuestra relaciones con un Vástago de esta Corte? -le inquirió con ojos severos-. ¿Para asesinarlo por encargo como habéis hecho en el pasado?

-Oh. De modo que sois el presunto asesino de Thomas Daister. Ahora entiendo tu enfado Elizabeth -dijo con una irónica sonrisa.

Hakan estalló por fin en una carcajada. A Francesco le pareció apropiado, digno de él. Aunque estaba muy lejos de estar pasando un buen rato.

-No vengo a causar problemas, si es lo que queréis saber, señora. Siento el mayor de los respetos por el Príncipe Mithras y su corte. No soy un hombre de grandes palabras, pero ya que me acusáis con tanta claridad os diré que no debéis temer a este presunto asesino.

Presunto. Thomas Camden había sido claro en su postura. ¿Estaría relacionado con el encargo de matar a Thomas Daister? Por el momento, Francesco podía inferir que Elizabeth había sido aliada de su viejo amigo, mientras que el senescal no parecía tan molesto por su desaparición.

Comenzaba a ver, con cierto asco, los hilos de la política londinense.  

-Presunto o no, lo cierto es que vuestra fama nos deja intranquilos -recalcó el Senescal-. Tenéis permiso para morar en Londres pero sólo durante cinco noches, tiempo durante el cual ambos seréis especialmente vigilados. Podréis Cazar sólo en los muelles, y las dos avenidas principales del centro que discurren paralelas al río y nunca podréis beber de un miembro del Clero o la Nobleza. Podéis marcharos.

Asintió con la cabeza y, tras mirar a los ojos a ambos cortesanos, Hakan se retiró seguido de Astrid. No dijo gran cosa mientras ponía rumbo de vuelta a los muelles. Su ceño fruncido era era fiel reflejo de su estado de ánimo. En verdad Thomas parecía muerto para todo el mundo, pero Francesco sabía que tal cosa no podía ser posible. No con él. Era lo bastante buen mentiroso como para engañar a tantísima gente. 

-Así que nuestra reputación nos precede -dijo, de improviso-. Sin duda saber eso te agradará. 

Continuó caminando, aunque ahora junto a la gauta, a quien cogió del brazo con brusquedad. Siseó, entre dientes, a sabiendas de que podían estar siendo vigilados tal y como había advertido Camden. 

-¡Pardiez, Astrid! ¡Hasta aquí llegan las habladurías de tus fechorías y las del hombre que soy ahora! ¿Acaso hay una tierra que no hayáis regado con sangre en vuestro frenesí, maldito súcubo?

La gauta sonrió ante el comentario.

-Somos Vampiros. Derramar sangre es lo que hacemos. Todas estas leyes y cortesías... Sólo protegen a los que no son lo suficientemente fuertes.

Los dos Vástagos deambularon por la incipiente urbe de Londres, paseando entre desconocidos como lobos entre ovejas. Entonces una mujer vestida de negro, flanquead por un hombre alto e hirsuto caminaron de frente hacia ellos.

-¿Hakan? -dijo ella-. Soy Sonja Keller, del Clan Tremere. Deberíamos hablar. Tenemos amigos comunes

A veces odiaba a Astrid, pero eso también formaba una parte fundamental en la relación entre ambos. Demasiado distintos como para permanecer juntos durante mucho tiempo. Ya iba a responderle cuando sufrió la interrupción de, nada menos, una Tremere. Tremere. La sola mención del clan removió las entrañas de Francesco, quien sin embargo debía ser plenamente consciente de su posición actual. Hakan den Svarta tenía amigos en común con los Tremere. ¡Santo Dios! Aquel Gangrel podría haber sido perfectamente uno de los seres más despreciables que jamás había conocido.

Hakan, así pues, sonrió como acostumbraba. No era una sonrisa agradable de ver. Era una sonrisa peligrosa.

-Sonja Keller, del Clan Tremere. No quisiera parecer desconfiado pero... -se acercó hasta ella lo bastante como para que sus palabras, dichas en un susurro amenazante, fueran perfectamente audibles-. No soy famoso por mis amistades. Mi reputación me precede, incluso tan lejos de mi tierra. Tendrás que ser más específica si quieres que hablemos, princesa. 

-Vos habéis trabajado para mis superiores con anterioridad -le susurró con firmeza-. Tengo información sobre alguno de vuestro últimos encargos y he de saber si habéis venido a esta ciudad por casualidad o para terminar el trabajo...

Francesco contuvo el impulso de rascarse la mejilla. Sabía que un vampiro inhumano no haría ese tipo de gestos. En su lugar, mantuvo la mirada fija sobre la vampiresa que tenía frente a sí.

-¿Desde cuándo los Tremere creen en la casualidad? Siempre termino lo que comienzo, Sonja. Por eso es que mi nombre es conocido en los círculos de aquellos que traman, manipulan e intrigan... Porque, al final se necesita gente que ejecute  -sonrió de nuevo, si acaso había borrado su sonrisa en algún momento-. Necesitaré referencias. ¿Hay algo que tus amos consideren que deba saber?

Lo primero que necesitaba saber era si le habían contratado para acometer un robo, un asesinato o qué cosa... Sospechaba que se trataba, en efecto, de un asesinato. Tal parecía ser la clase de tarea favorita del mercenario vikingo. Y, vive Dios, Francesco sólo había comenzado a descubrir lo bien que se le daba...

-Hablemos en mayor intimidad -dijo señalando una posada cercana.

Los cuatro entraron y se sentaron en una mesa apartada del bullicio.

-Se trata de otra del grupo de Thomas Daister... Rosalía Caeiro. Tenemos una... forma de conocer su paradero y sabemos que está viajando hacia aquí, hacia Londres en este preciso instante. 

Esta vez no le hizo falta fingir la sonrisa. Fue sincera. El plan estaba funcionando. Tal y como alguien, probablemente Thomas, había planeado. Estaban engañando al enemigo invisible, los Tremere, malditos Usurpadores bastardos. Hakan profirió una corta carcajada y golpeó la mesa con la palma de la mano abierta. 

-¡Qué decía yo! Unos maquinan, otros ejecutan. Quién hubiera dicho que Hakan el Negro diría palabras tan sabias y acertadas.  

Rosalía se dirigía directamente hacia Londres. ¡Dios santo! ¿Qué iba a decirle? Por el momento debía centrarse. El plan estaba funcionando, pero él estaba convencido de que tenía un trabajo que hacer. E iba a hacerlo. 

-Tendréis que mejorar vuestra oferta, Brujos -se inclinó sobre la mesa-. Ya he derramado buena cantidad de sangre por vosotros. Mis manos están sucias y las vuestras limpias, que es por lo que pagáis. Pero esta vez las cosas van a ser distintas. Quiero saber por qué tanto interés en esa cuadrilla en particular. Tanto empeño por eliminar a un grupo así no es habitual en mis trabajos. Habéis conseguido... ¿Cómo diría? Despertar mi curiosidad. 

La Tremere agudizó los ojos de manera felina mientras Astrid y el otro Vástago se limitaban a observar.

-Y en verdad aumentaríamos la oferta si no fuera porque ahora sabemos que habéis fallado en un encargo anterior... pues Rosalía Caeiro no viaja hacia aquí sola. El propio Thomas Daister, a quien vos jurasteis haber dado muerte hace más de un Siglo viaja con ella hacia esta villa...

Lo sabía. Eso confirmaba más de sus sospechas, pero le colocaba en una difícil situación. Si Hakan había asegurado que Daister había muerto, tenía que ser porque Hakan estaba convencido de tal cosa. La inquietud dio alas a su interpretación, y no tenía que fingir furia en su mirada ni en sus actos ante un Tremere. El simple hecho de estar hablando tranquilamente con una de ellos le suponía ya tal repugnancia que su ira, que siempre había sido explosiva, se dejó traslucir.

Se puso en pie tirando la silla al suelo, con la mirada relampagueante. Su semblante era la viva expresión del más puro enfado. Golpeó la mesa con ambas manos y sus uñas se clavaron sobre la madera, de suerte que debido a su increíble fuerza llegaron incluso a astillar la madera.

-¡No se te ocurra insultarme, Bruja! ¡Te atreves a cuestionar mi reputación, a poner en duda mis triunfos! -se inclinó sobre la Tremere hasta que su nariz casi todo la de ella. Está en el credo de cualquier vikingo, adore a los dioses o no, alardear sobre sus hazañas. Su voz se tornó en un siseo peligroso-. Yo mismo me encargué del maldito embaucador y su sangre manchó mis garras. Lo dije, y lo mantengo. ¡Soy Hakan el Negro, estúpida! ¡Mis cantares aún sirven para provocar pesadillas a los hombres más fieros de mi tierra! ¡Soy el que alfombra la noche con los cadáveres de amigos y enemigos! ¡Soy la Muerte que Acecha! ¡Soy los Ojos de la Bestia! Insúltame de nuevo y me importará una mierda quién seas, te lo advierto... Así que antes de volver a hablar revisa tus fuentes o tus brujerías.

Sus ojos se tornaron rojos durante un instante mientras mostraba los dientes, como un lobo. La amenaza quedaba más que clara. Incluso se había atribuido apodos, a la manera vikinga, y se empezaba a dejar llevar por el supuesto ultraje. Dios... Se sentía tan cómodo bajo ese semblante que casi le asustaba...

El otro Vástago se puso en pie a la vez que Hakan y descorrió la capa para asir el puño de la espada. Al dejar salir un poco la hoja de la vaina un mortecino brillo verde refulgió sobre el acero.

-Tranquilo, Hert -lo calmó ella tocando su brazo con la mano-. No digo que mintieras. Pero es un hecho que Thomas Daister está vivo, o al menos eso asegura la propia Rosalía... Él es quien te ha dejado por mentiroso.

Su mirada relampagueó de la mujer a su guardaespaldas y a la espada que portaba. Conocía los métodos Tremere lo bastante como para suponer que aquella arma sería para su piel tan letal como el fuego. Si no peor. Pero no por ello iba a dejarse amilanar. ¡Era Hakan el Negro!

-Sí, Hert, tranquilo -espetó, esbozando su ya característica sonrisa-. No quieres saber lo que te haría con esa espada tuya...

Arrastró la mirada sobre el hombre hasta el último momento, y entonces se relajó poco a poco y tomó asiento de nuevo.

-Que lo asegure esa zorra castellana no significa nada. Pero en algo tienes razón: al parecer mis pleitos son con ellos, no con vosotros. Llegaré hasta el fondo de esta cuestión... Más pronto que tarde, al parecer. Ahora hablemos. ¿Vas a responder a mis anteriores preguntas? Oh, y ya puestos, ¿vas a decirme dónde llegará mi presa?

-Llegarán al puerto dentro de dos noches. Te será fácil dar con ellos. Matad al sajón si en verdad está vivo, pero a ella traedla con vida.