Partida Rol por web

El corruaje corre raudo en dirección de los muelles deque ese encuentran en el estremo este de la ciudad. Por su lado, Allan se ve preocupado y no comparte en nada tu sieg confianza en Pendragon. Entonces, por su mirada te das cuenta de que una idea se ha generado en su mente y cuando habla ya sabes de que se trata:

- ¿Tú y ese sujeto?... bueno, tu sabes... ¡No es que tenga derecho a preguntarte ni tu estás obligada a contestar!... pero ¿Ustedes tienen... algo?.

Era casi divertido, pero por más que lo intentaba, Allan no podía ocultar sus celos.

La pregunta de Allan me dejó un poco sorprendida, pues quedaba claro que se estaba muriendo de los celos y eso que no tenía por qué morirse de ellos, pues ni el uno era nada mío ni el otro y creía que eso había quedado claro, pero...

No respondí con ninguna palabra simplemente le miré e hice un gesto de que no me tenía que haber preguntado aquello, pues si la respuesta hubiera sido afirmativa le hubiera podido hacer daño y luego simplemente negué con la cabeza, pues aunque Pendragon, con toda la ayuda que me había prestado se había convertido en alguien importante para mí, había dejado claro que quería que me mantuviera alejada de él al menos en lo que pudiera generar alguna clase de sentimiento.

De todas formas, tampoco me iba a negar a mí misma que en alguna ocasión me habían dado ganas de besarle, así como en otras ganas de darle más de un bofetón.

Llegan a los muelles que dan justo al estuario del Támesis y ahí paran. Bajan y no ves ningún barco como para que Jack escape, pero de seguro que si estaban ahí la vía de escape es por mar.

Por lo visto, habían dejado muy atrás a los agentes de la policia, por lo que tendrían un tiempo para la despedida. Dándose cuenta de esto, Allan, no sin cierta molestia, sice que te dejará a solas con Jack para que puedan hablar. Cuando Allan se ha alejado un poco, Jack te dice algo divertido:

- Me parece que no le soy muy agradable al señor Quatermain.

Me quedé un poco observando el paisaje, sin tener nada claro cómo iba a salir de allí Jack, pero como seguro que ya lo tenía todo más que planeado no pregunté absolutamente nada, casi seguro haría algo suicida que me pondría de mal humor sólo por hacer, como había sucedido en muchas otras ocasiones.

Miré a Allan cuando nos dijo que nos dejaría solos y a mí también se me escapó una sonrisa cuando ya no me veía la cara pues me hacía gracia que se pusiera tan celoso, pero era algo que tendría que llevar como quisiera, siempre y cuando no le diera por volver a tomar nada que pudiera dejarlo en coma.

- No se preocupe por eso Jack. - Dije manteniendo de nuevo los modales como la señorita inglesa que volvía a ser. - Le está muy agradecido pero me temo que está celoso porque he depositado una confianza en usted que él no tiene y piensa... dejémoslo en cosas que no han sucedido.

Con aquello lo decía todo y a la vez me ahorraba dar detalles.

- Ya le he recordado que lo que hubo entre nosotros terminó hace mucho tiempo, supongo que tendrá que acostumbrarse de nuevo, cosa que no creo que le cueste, pues ahora que se le ve como a un chico rico volverá locas a todas las jovencitas inglesas.

Eché un vistazo hacia detrás como queriendo ver si ya nos daban alcance.

- Ya sé que le he agradecido muchísimas veces el haberme ayudado, pero creo que no está de más que lo haga una vez más, porque supongo que esto es una despedida ¿ verdad? - Me daba mucha pena que así fuera, pero...

Jack mira a Quatermain y luego te dice:

- No le culpo por estar celoso. Aunque nos dejen de querer eso no impide que el amor que sentimos haga que se nos revuelva el estomago cuando vemos al ser amado con otra persona... ¡Vaya que si sé acerca de eso!.

Bueno, era raro, pero ese hombre había sido la parte más dañada en uno de los triángulos amorosos mas famosos de la historia, así que hablaba con toda propiedad. No obstante, a él le interesaban otras cosas en ese momento:

- Antes de irme quiero entregarle esto.

De su chaqueta saca un documento doblado y te lo entrega. Antes que lo leas, te dice:

- Son las escrituras de mi casa en Londres. Le pedí al señor Cratchit que los pusiera a nombre de su hijo y con clausula de que solo usted puede ser albacea de este patrimonio. Así evito que su simpático ex marido usufructue de lo que una vez fue mío.

Asentí cuando me dijo aquello de los celos, pues lo que más se conocía de la historia del rey Arturo, al menos, de lo que yo había recordado siempre, era que su mejor amigo, Lancelot, se lió con su reina, Ginebra, pero claro, para mí hasta que caí en la cuenta de quien podía ser Jack, siempre había sido parte de una leyenda.

No creí que fuera correcto meterme en su vida privada pasada, así que lo dejé estar pues no teníamos tiempo para aquella clase de charlas.

Al darme aquellos papeles fruncí el ceño con uno de esos gestos de extrañeza y cuando me dijo lo que era no me lo podía creer.

- De verdad, no deja de sorprenderme Pendragon. No tiene que hacer todo esto por mi familia, ya ha hecho demasiado... a fin de cuentas, aunque quisiera no podría pagárselo.

No es que fuera tan pobre como una rata, pero tampoco tenía para ir comprándome casas todos los días.

Me hacía sentir un poco incómoda recibir aquello.

Era demasiado en verdad lo que ese sujeto estaba haciendo por ti, pero el, conaire informal, te dice:

- No soy tan bueno ni filántropo, Mina. la verdad es que saber que esa casa pueda pasar a manos de la corona inglesa me revuelve el estómago. Incluso es posible que se la den a ese cerdo de Bond... ¡No! No tengo familia y se que usted y su pequeño haran buen uso de ella.

Pero luego él se pone más serio, se acerca a ti, toma tu mano y te mira intensamente. Entonces te dice:

- Mina, es posible que esta sea la última vez que nos reunamos y quiero decirle que es una mujer admirable. A veces pienso que si yo pudiera... - como siempre se contiene antes de mostrar sus sentimientos y cambia de tema - Usted y yo pronto estaremos en bandos opuesto; yo volveré a ser enemigo de Inglaterra y usted trabaja para la inteligencia, así que tendrá que perseguirme. No intente retirarse de este trabajo por que ellos no la dejarán; serán capaces de quitarle a su hijo para obligarla.

Fuera por lo que fuera, ya me había ayudado muchísimo y para mí, tener aquella casa ahora seguía ayudándome, pues así tendría alguna posibilidad más de volver a parecer una familia con mi retoño.

No dije absolutamente nada, pero cuando me cogió la mano y dijo aquello bajé la vista, para no decir absolutamente nada al respecto de lo que él no quería hablar y negué con la cabeza.

- Sí, yo quería retirarme de esta vida de una vez por todas, pero supongo que tiene razón y por el bien de Quincy tendré que seguir con todo esto... Espero que no tenga razón y no tenga que cazarlo señor Pendragon. Esa idea no se me presenta demasiado agradable.

Solté su mano pero volví a mirarlo con una sonrisa.

- Estaré eternamente agradecida por todo lo que ha hecho por mí.

Jack entiende el silencio que hay entre ustedes dos. Hay cosas que no son necesarias decirlas o simplemente no nos atrevemos a hacerlo.

Juesto en ese momento, como para romper el momento, ves emerger una imagen que no te es ajena, pero no por ello menos sorprendente. Com un enorme monstruo marino asoma su impronta similar a un calamar en eterno abrazo con una ballena la nave de Nemo, el Nautilus. No habías visto al capitán Nemo desde la disolución de la liga en la cual participaste junto a Quatermain, y a pesar de todo, lo recordabas como un hombre honorable.

Parado sobre la salida de la escotilla de cubierta, el terror de Inglaterra, aquel príncipe de la India que se transformó en pirata, te mira con su mirada de aguila y te saluda con el gesto de la mano. Por su lado, Jack te sonríe y si9mplemente dice:

- Los anarquistas debemos ayudarnos entre nosotros.

Entonces Jack, que de seguro después de tantos siglos odiaba yener que siempre dejar gente atrás, da un salto a un pequeño bote que se encuentra atracado en uno de los muelles. Entonces, antes de soltar la amarra, te dice:

- Solo me quedan dos cosas que decirle. La primera es que debe darle una oportunidad al señor Quatermain; se ve que la quiere mucho y creame que en verdad es muy triste quedarse solo.

Casi se me escapó la sonrisa al ver aquel submarino salir de las profundidades del agua, pues ya lo había visto tiempo atrás, en otra de aquellas aventuras que siempre me impedían llevar la vida normal que tanto ansiaba y que sabía de sobra que jamás tendría y eso, que en esta última aventura ya había quedado más claro que nunca que era lo más inútil del mundo. 

- No necesito esa clase de consejos Jack, soy una mujer que tiene debilidad por equivocarse en ese aspecto, así que va a tener que excusarme si no le hago caso...

Yo ya había llevado una relación con Allan y no había funcionado y no iba a volver a repetir por mucho más joven que estuviera ahora.

No pregunté por lo que sería aquella segunda cosa que querría decir, pues sabía que lo diría quisiera o no escucharle, así que me quedé esperando.

Pendragon se ríe ante tu respuesta y simplemente niega con la cabeza como dándote a entender que eras una terca. Luego saca algo del interior de su chaqueta que no sabes muy bien que es. Por la forma puede tratarse de una cigarrera, pero no estarías segura.

Entonces, Jack te dice:

- Lo segundo que quiero que sepa es que no soy tan buena persona, de hecho siempre he sido un mal perdedor y me encantan las salidas dramáticas, así que les dejaré a los ingleses algo para que me recuerden.

Entonces apreta un botón en esa caja que lleva en la mano y al rato se escucha una enorme explosión al otro lado de la ciudad, que por la dirección parece ser cerca del palacio del parlamento.

- Adios, Mina. Siempre la recordaré.

Muy a mi pesar, ya sabía que no se iría con las manos vacías, pues aunque no lo hubiera dicho, casi podía jurar que era de esos hombres a los que les gustaba tener la última palabra y en este caso, aquella era su forma de tenerla, por lo que simplemente negué con la cabeza y sonreí por aquel gesto.

- Adiós Jack. Que tenga mucha suerte!

Por unos instantes mi mirada se posó en aquel enorme animal de metal perteneciente al capitán Nemo y tras dejar escapar un suspiro, me di la vuelta y me puse a caminar hacia tierra firme de nuevo, pues no tardarían en llegar aquellos que nos seguían.

No ves como Jack se sube al Nautilus y como el submarino se hunde nuevamente para emprender la fuga. Solo ves la cara de preocupación de Allan, quien te espera sin entender qué ocurre y por qué se sintió una explosión tan fuerte.

Pero antes de que pudieran cruzar palabra alguna, llega un grupo de carruajes del que se bajan muchas personas, algunos uniformados de Scotland Yard, otros de civil, pero los más importantes son Campion Bond y el jefe de la inteligencia británica, y tu superior al que conoces como M, Microft Holmes, el hermano del famoso detective.

Antes que el desagradable Bond abra la boca, Holmes se acerca a ti y te pregunta:

- ¿Se encuentra bien, Miss Murray? ¿Ese hombre le hizo daño?.

El tono de Holmes suena a verdadero interés.

La verdad es que mi cara ya era de por sí triste en aquellos momentos, así que no necesitaba hacer ni teatro, pues estaba claro que no era uno de mis mejores momentos.

- Estoy bien. - Respondí con uno de esos tonos de voz de quien está bastante triste, quizás preocupada... una mezcla de todo. - No nos ha hecho daño porque ha podido escaparse... - Tenía que decir algo así como que lo hubiera hecho de no ser así o no quedaría nada bien la escenita montada antes.

Lo que sí que hice fue sacar mi pañuelo y pensando en todas las despedidas, conseguí que las lágrimas escaparan por mi rostro. La mujer que no soltaba lágrimas de cocodrilo nunca era porque no quería.

- Yo no sabía nada de... - Seguro que a Bond le estaba dando una úlcera de estómago en aquel momento, pero si él podía ser un idiota integral siempre, yo también podía parecer una mujer frágil cuando me daba la gana.

Bond mira a Mina con cara de no creer nada, pero su jefe simplemente te toma del brazo y trata de consolarte como un buen caballero inglés. Por su lado, Allan trata de mantener un perfil bajo, aunque no puede evitar recibir preguntas por parte de Bond acerca de su identidad. Ante la sorpresa de todos el dice:

- Soy Allan Quatermain... Jr. Vine a África para la condición de mi padre, pero le encontré muerto. Fue entonces cuando me vi inmiscuido con ese sujeto Pendragon pues le estaba pediendo una explicación acerca de la muerte de mi padre.

Era una mentira aún más descarada que la tuya, pero antes de que pudieran corrovorar su historia el podría falsificar una partida de nacimiento e incluso comprar una tumba vacía para su presunto padre.

No obstante, también llegaban noticias de la explosión. Por lo visto lo que Jack había volado era el Big Ben, lo cual también daño parte de la Casa del Parlamento. En verdad estaba empecinado en ser recordado por los ingleses.

Em ese momento, Mycroft Holmes te pide que lo acompañes, que hay dos personas que quieren verte. Al ver quienes son te sorprende ver un rostro familiar. Uno de ellos es el doctor Abraham Van Helsing, el hombre que te salvó la primera vez de las garras de Drácula, y el otro no lo conoces, pero te llama la atención su rostro anguloso y la mirada analítica.

Me sentí más o menos tranquila cuando vi que aquel hombre creía mis excusas, viendo que no resultaba tan difícil engañar a un hombre siendo una " dama inglesa " aunque seguramente fuera porque no me conocía lo suficiente. Por la cara que estaba poniendo Bond, no se había tragado nada, pero mientras lo hiciera el otro...

Como Allan salió del paso fue bastante bueno, porque cuando le había escuchado decir su nombre casi me da un vuelco el estómago, pero sabía que era lo suficientemente inteligente como para pensar algo para salir del paso como había hecho yo.

- Este Pendragon... - Pensé al enterarme de lo que había volado por los aires, aunque nunca había sido demasiado patriótica después de todo lo visto.

No pude evitar sentir un escalofrío cuando vi allí al hombre que me había sacado de las garras de Drácula, porque recordé todas y cada una de las cosas que habían sucedido y en ese momento pensé en que seguramente le estuvieran siguiendo por el mundo o algo así y querrían saber si se había pasado a saludarme. 

También pensé en Quincy, pero no quise imaginar nada porque eso sería agónico en aquel momento.

- Buenas tardes caballeros...! - Dije con todos mis buenos modales incluso al desconocido que allí había.

Ante tu presencia, el primero en reaccionar es Van Helsing, quien sale a tu encuentro y toma tu mano, besándola. Luego te dice:

- Me alegra tanto verla después de tanto tiempo, Mina. No había tenido noticias de usted desde su lamentable separación. Luego me dijeron que estaba trabajando para la inteligencia británica ¡Cuál fue mi sorpresa!.

Van Helsing era Holandés, por lo que no tenía esa propención británica a no mensionar las cosas molestas, como tu separación. No obstante, no era mal intencionado.

- También debo informarle que he puesto a buen recaudo al monstruo con el que se encontró en su visita a París. Se encuentra encerrado en una boveda y será estudiado para conocer más acerca de su condición.

Van Helsing te hablaba de Drácula, quien seguramente seguía con una estaca en medio del techo.

Sonreí simplemente cuando dijo aquello de la mi separación pues aunque no era un plato de gusto que te lo recordaran, tampoco le iba a llamar la atención por sus palabras..  Sí, lo mejor era ser cortés sobretodo, después de haber recibido su ayuda anteriormente.

- Para mí también es un placer volver a verle Van Helsing. - Respondí de forma cortés pues era eso precisamente lo que se esperaba de mí en aquella situación.

A lo de Drácula asentí, pues no quería ni acordarme de él, aunque sabía que lo que iba a intentar hacer era demasiado peligroso.

- Espero que tenga muy presente lo peligroso que puede llegar a ser incluso en el estado que debe encontrarse. En menos de dos minutos podría organizar una masacre sin límites... - No quería saber ni donde estaba simplemente advertirles, aunque no creía que al hombre con el que hablaba le hiciera falta que se lo recordaran demasiado.

Pero el más intrigante era el otro tipo al cual no conocias, pues parecía mirarte con un aire inquisidor en todo momento. No obstante, para terminar con la incognita ese mismo sujeto e presenta:

- Permita presentarme, señorita Murray. Mi nombre es Sherlock Holmes.

¡Vaya! Sabías que el hermano de M era el famoso detective de Baker Street, pero habías escuchado que había muerto hace algunos años en un extraño incidente en la cascada de Reichenbach. Por lo visto la noticia de su muerte era algo exagerada.

- Es un placer conocer a la mujer que venció al doctor Moriarty y a defendido a Inglaterra de tantas distintas maneras.

Mi cara mostró una de esas fingidas alegrías al conocer a aquel hombre, quien quizás miraba como estudiando a la gente, pero luego me di cuenta de que algo así solía hacer yo a menudo con quien no conocía y no tenía los modales de presentarse.

- Es un placer conocerle, sobretodo, con los rumores que corren por Londres a cerca de su suerte. - Dije queriéndole decir que ya había escuchado hablar de él y aunque yo creía que nunca me enteraba de las cosas a su debido tiempo, pues siempre me parecía andar con retardo respecto al mundo, incluso algunos de los rumores terminaban llegando a mis oídos.

- Ya sabe cómo funciona esto. De lo que haya escuchado a cerca de mí créase la cuarta parte y aún así seguro que hay cosas que no estarán en lo cierto o se habrán exagerado seguramente para mal por la gente es demasiado envidiosa en esta ciudad. - Estaba bromeando con el típico humor que caracterizaba en mi país.

- ¿ Puedo ayudarles con algo en concreto? Es que acabo de volver y tengo un hijo al que me gustaría ver cuanto antes...