Partida Rol por web

El recorrido por la ciudad demostró que había sido muchas cosas, lugar de tránsito de extranjeros, sobre todo, dada la cantidad de tabernas, antigua fortaleza fronteriza, dada la sobriedad y solidez de los edificios en el centro y junto a las murallas, lugar, en fin, de buena y mala suerte, merced a las casas grandes y de elaborada arquitectura mezcladas en barrios distintos con una proporción de lugares abandonados, miserables. 

La calle venía transitada por tipos de distinta ralea, pero todos se apartaban ante la guardia de tipos crudos, serios, muy profesionales, que escoltaban a los cuatro individuos. La posada de el ganso de otoño era la única que se encontraba en el centro. Siempre estaba llena, pero ante el brillo del dinero, el posadero desalojó a unos huéspedes menos ilustres, bajo promesa de devolver su importe íntegro y asegurarles una posada de parecida dignidad, que él mismo pagaría. Aceptó, risueño, a los dos imperiales y al estaliano, compuso cierta mueca ante Janosz, que éste aprovechó para encogerse de hombros y decir unas palabras:

-Señoes, despidome de vusoltres esta noche. Cosas tengo -guiñó a Marco un ojo-, que con muy gusto me pongo. Como a la mañana, un pelo antes, les busco a tós, y les llevo a un sitio.

Se fue, sin más, con un par de reverencias de agradecimiento. Alrededor, el revuelo del salón comenzó a calmarse. Había gente de todo tipo, como en la ciudad, pero ese "todo tipo" incluía un mínimo de clase social, una especie de excelencia de requisito para poder entrar allí. Incluso los más discretos tenían dinero suficiente para comprar el respeto de su trato. Eso sí, al ver que algunos de ellos habían sido desposeídos sin más de su habitación, una parte del salón mantuvo en todo momento un aire circunspecto, casi ofendido, y miradas de soslayo antes de recuperar lo que estuvieran haciendo (beber algo ligero, comer platos de carne, con buena guarnición).

Subieron a la habitación, o habitaciones, porque había una para cada uno de ellos. Los escoltas se marcharon, sin más, y quedaron ellos en un lugar de estilo antiguo, cama sólida, cojines mullidos, excelentes muebles y hasta un espejo* de metal tan bruñido que cabía ver el color del pelo de uno.

El cubo de los orines, por otra parte, estaba limpio e incluso levemente perfumado. Cada habitación tenía una ventana por la que se podía ver la ciudad extenderse hacia una estepa que no parecía demasiado hospitalaria.

Esto si que es un sitio digno . 

Fueron las unicas palabras que dijo cuando entró en la habitación antes de adecentarse en la cama a dormir lo que le faltaba de sueño . 

Al fin un lugar adecuado para lograr reposar no solo el cuerpo sino tambien la mente, permtiendonos abandonarnos a un merecido descanso, al menos en mi caso dada la fatigosa marcha desde Altdorf.

- Bien podría conformarme con vivir en un lugar así. - Comentó el estaliano con una clara mueca de satisfacción en su rostro. En aquel lugar podría descansar de forma adecuada, lo necesitaba, no era de los que les agradaba dormir al raso con aquel frío infernal. Además a la mañana siguiente, tenía que hacer ejercicio.

Preparó y engrasó sus armas para que estuvieran listas y dispuestas para el combate y luego se echó a descansar.

La mañana llegó pronto. Cada uno se levantó a una hora similar y bajaron todos, en su momento, para encontrarse con un Janosz animado, casi rejuvenecido, libre de la carga encogedora que había supuesto la presencia del voivoda.

El desayuno fue servido diligentemente, con las consiguientes miradas de extrañeza de otros presentes. Era inusualmente rico, pero no pesado. Consistía, en principio y siempre que nadie pusiera pegas, en una tortilla sobre pan recién hecho, un vaso de vino, no una cuartilla, no, un vaso lleno y botella en medio, miel en tarro, queso, moras y frambuesas frescas.

Sentados todos en la misma mesa, Janosz conversó animadamente sobre el día en la ciudad. Estaba amaneciendo lentamente, como correspondía a estos lugares del norte del Imperio, pero el día prometía tiempo templado y sin lluvias. Había salido incluso el sol, que iluminaba el exterior como una señal. Había bastante movimiento en las calles. Había visto carros llevando pesadas cargas, con comerciantes de aspecto curioso. Él diría que alguno parecía practicante de magia, por el atuendo y la expresión aburrida al contemplar lo convencional. Le llamó igualmente la atención ver que había bastante presencia de guardia en la ciudad, y sin embargo, la ciudad no le parecía peligrosa en sí. No como otras, al menos, a esas horas de la mañana. Había también bastantes carteles pegados, pero como él no sabía leer, poco tenía que decir a eso.

En un aparte, se dirige al estaliano y, sin poder evitar una sonrisa cómplice, le resume:

-He hecho saber al tipo, con métodos de viejo granuja, que una señora a la que él ronda lo está esperando en un callejón que no presenta sospechas. Es un lugar muy discreto, perfecto para algo rápido. Estará en cosa así de cuatro dedos de sol, y tardaríamos un dedo en llegar desde aquí.

Marco bajó a alimentarse como sus compañeros. La sonrisa se veía amplia, más que de costumbre. Se le notaba feliz, podía ser por el buen trato recibido, por el confortable lugar en el que se encontraba después de tanto tiempo o quizás por algo diferente, la posibilidad de hacer algo de ejercicio le estimulaba. Fuera cual fuera el caso, el estaliano comió con bueno humor, no se privó de ningún plato, ni del vino aunque tampoco se excedió. Era consciente de que necesitaba estar bien alimentado, pero no de forma excesiva.

Tras terminar de comer y charlar de trivialidades el duelista habló a sus compañeros. - Tengo un asunto que resolver, si queréis ver algo interesante y un bonito espectáculo, podéis acompañarme. -

Pasó su mano por encima del hombro del hombrecillo que les había servido de guía y dijo. - Bien, pero no soy un vulgar matarife sacacuartos, que apuñala a un fulano en una esquina cualquiera. Será un duelo limpio y espero que ese desgraciado porte las armas convenientes para defenderse. -

Tras eso y cuando parecía que iba a marcharse dijo - Hazte con una botella del vino este que tienen por aquí, me gusta celebrar mis victorias con algo de vino. -

Sin duda habñia sido la mejor noche que había pasado en semanas, y desde luego el desayuno era digno de alabanza, pero eso no quitaba que el pensamiento funesto de lo que teníamos encima me hiciera mantenerme serio; pese a todo, alcé los ojos cuando el tal Janosz apareció dándonos las nuevas sobre la ciudad provocando el alzamiento de una de mis cejas

¿Y tu papel en esto exactamente es...?- dije preguntando sin intención de ser descortés pero sonando casi desagradable dado la sequedad y el tono seco con el que lo pregunté

Tras el desayuno Marco tenía trabajo que atender y parecía más que dispuesto, con lo que asentí a su propuesta reafirmando mi intención de acompañarlo, tal y como indiqué la noche anterior... veríamos si no teníamos que lamentar una pronta baja en el grupo con aquel asunto...

-Ná, señó, ni un solo papel tengo en esto. De guía he servío y aquí me quedo cuando ustedes se vayan. No pensaba quedarme mucho aquí. Malos recuerdos y asuntos propios, pero esta mañana me ha dao fuerza el aire. Sí, un tiempito me quedaré.

Tras la explicación, Janosz habló con el tabernero. Atento a lo que le interesaba de la conversación de anoche con el voivoda, le resultó fácil hacerse con una botella de buen tinto bajo pago de la casa. Salieron luego de la posada y siguieron un camino ancho al principio, que luego se bifurcó una y otra vez hasta quedar, casi sin darse uno cuenta, en medio de un entramado de callejuelas y accesos en penumbra, frescos aún por no tocar la luz de la mañana, escondidos entre edificios retorcidos, mezcla de calidades y épocas, lugar en mitad de ninguna parte, sin duda, dentro de la ciudad.

Janosz se movió con cautela. Su corpulento cuerpo, acostumbrado a subterfugio, era insospechadamente silencioso cuando quería, de manera que se escurría y buscaba con presteza la sombra más adecuada. Desde una esquina, se asomó y llamó la atención de Marco.

-Bueno, al otro lao está el tipo. ¡Qué paleto! Se lo ha creío tó. Ahí ya no digo yo ná, cosa de aceros vuestros y lo que hagáis. Él viene solo, pero remozao de hierros, como buen hombre de muros. Mirad, si no me creeis.

Tras una más que apacible noche el amanecer llegaba , y con el los aires de ansia de venganza del estaliano ; para el gusto de Hans era una acción mas pura en el momento y en la batalla que batirse dentro de los muros de su anfitrión , pero poco iba a discutir ya que era asunto de honor . Si se hubiera sentido más ofendido sin duda le habría rebanado el pescuezo en cuanto hubieran abierto las puestas pero demasiados años entre campesinos y el tener que estar en forma para la misión había hecho que para él no pasara de las puyas que le lanzó cuando los tuvieron que escoltar .

Tomaos el tiempo que os haga falta Marco , yo me encargaré de que todo esté preparado para partir . 

Le comentó con calma ya descansado y con animos más elevados que como estaba durante el viaje . Nunca le habían visto tan tranquilo antes ya que por primera vez tales comodidades le habían dado tranquilidad física y espiritual en mucho tiempo . 

Parecía que le papel del simplón de Janosz era pura y llanamente el de guía que acababa allí su camino. Asentí, agradecido por la explicación, antes de levantarme tras Marco. Parecía que estaba más que dispuesto a zanjar el asunto pendiente pese a mis mudas esperanzas de que se lo hubiera replanteado durante la noche; sin duda el estaliano era tipo testarudo

Avancé callejeando junto a la pareja, notando sorprendido como Janosz era realmente hábil en desplazarse en total silencio, hecho que intenté emular cuando nos aproximamos a la zona para no delatar mi presencia sin lograr ocultar mis llamativas vestimentas a la sombra de los edificios

Torcí el gesto por mi torpeza intento un último recurso para evitar ser detectado por el oponente de Marco

El estaliano caminaba de forma exultante, quizás demasiado, no medía ni iba con cuidado en sus pasos. Para él un duelo era un acontecimiento, un acto que debía ser celebrado y alabado pues dos hombres se disponían a resolver un asunto de honor mediante el acero que todo lo iguala. Eso era algo rutinario para él en Estalia, pero ya no estaba en su hogar natal, se encontraba en un sitio muy distinto y que nada tenía que ver con lo que él estaba acostumbrado. Pese al tiempo que llevaba viajando con Hans aún le quedaban ciertos modales que pulir. Quizás pagara eso demasiado caro.

Se alegró de que el mago decidiera acompañarle y por eso no se detuvo pese a la ausencia de Hans. Erguido, recto y orgulloso - Bueno, cuanto más hierro más ruido hará al caer. - Fue lo que dijo el duelista ante las palabras de Janosh. Acto seguido se dispuso a mirar a la zona en la que presuntamente estaba su enemigo. tal y como Janosh había indicado.

La taberna y la calle parecían lugares apacibles a disposición de Hans. Por primera vez en bastante tiempo, tenía la sensación de que podía permitirse descansar sin sentirse culpable por ello. Por un lado, el tabernero lo observaba de vez en cuando con extraordinaria solicitud, mientras que los caballeros o quienes iban ocupando las mesas para pedir su desayuno, cuchicheaban entre sí, algunos, y enviaban miradas de soslayo, no muy amables, pero tampoco marcadamente hostiles.

El poco cuidado de sus acompañantes sorprendió a Janosz, que se pegó a una pared y los miró con gesto contrariado. Marco había hecho algún ruido al esquivar un charco y August no lo había hecho mejor, pero la iniciativa del brujo surtió efecto. Para Janosz, que no prestaba verdadera atención más que a la reacción de la "presa", el casual ladrido de unos perros salvó la situación. Marco, sin embargo, fue consciente del movimiento ágil de dedos y las palabras susurradas de August un poco antes de los ladridos, por lo que sacó sus propias conclusiones.

August vio que, de forma algo imprudente, dadas las circunstancias, Marco se asomaba por la esquina para mirar.

Allí estaba el tipo, escamado, con la oreja puesta en un sonido que no esperaba. De repente, el ladrido de los perros pareció poner las cosas en su sitio, y el guardia se relajó. Siguió a lo suyo, esperando. Desde luego, estaba armado y preparado para oponer debida resistencia en un duelo, si hacía falta. La callejuela tenía la iluminación precisa y la soledad apropiada.

Marco, por último, percibió en el hombre un leve gesto de impaciencia que se reflejaba tanto en el caer de los párpados, como en el ángulo que producía su bigote con respecto a la cara. Tenía todo el aspecto de estar reconsiderando su lugar allí, sin duda, avivado por el susto reciente de los perros.

El estaliano no dudó, se dispuso presto como de costumbre a encarar aquella situación cruzó al otro lado del callejón para enfrentar cara a cara al hombre al que había estado persiguiendo desde que le intentara humillar en la entrada de la ciudad. - Sujetapuertas, vos y yo tenemos asuntos que resolver. Asuntos de honor y honra, la cuál únicamente se lava acero mediante. - Al decir aquello palmeó sus armas indicándole al tipo a lo que venía, por si sus palabras no habían sido lo suficientemente claras.

- Tú y yo, aquí y ahora, frente a frente. Vas a tener la suerte de recibir una clase de verdadera destreza estaliana . - Tras pronunciar aquellas palabras levantó dos dedos y le indicó que fuera hacia él, mientras se preparaba para el combate.

El acercamiento habia sido mas ruidoso que un grifo en celo pero, por fortuna, habia logrado salvar la situacion con algo de astucia y magia... solo faltaba ver como se desarrollaba el combate, que si bien por las palabras de Marco parecia claro el desenlace,el aspecto que Janosz dio del oponente dejaba el asunto en el aire.
Por el momento me mantendria oculto, al margen, aprovechando para observar cuando cruzaran aceros y asi evitar ser una presencia tan notoria, aprovechando los lugares en sombra para tal efecto