Partida Rol por web

Eric no lo pensó un instante, saltando sobre el agresor que no dejaba de desangrarse con rapidez para descargar su puño contra él. Era impensable que Strauss continuara sonriendo, incluso cuando el fuerte puño del periodista le partió un diente y cayó pesadamente de espaldas. Estaba aturdido, por la pérdida de sangre y el golpe recibido, pero de todos modos intentó un golpe con su arma, atacando las piernas de alguno de sus contrincantes. Lanzó el golpe a lo loco, siendo esquivado por pura casualidad por Korper y descargándose a unos centímetros más debajo de la rodilla de Tucker. El golpe dolió terriblemente, la sangre pronto empapó sus calcetines y sus tenis, pero aun podía caminar si tenía algo de cuidado. Korper terminó de caer sobre el enloquecido padre de familia, terminando de descargar un golpe en su rostro. Luego otro. Y otro. Hasta que se aseguró que estuviera inconsciente.

Desde el interior de la oficina que Strauss había intentando destruir, comenzaron a oírse ruidos de muebles siendo apartados a gran velocidad. Al parecer si había alguien encerrado ahí dentro y por la voz que vino a continuación, era Luana Riquelme, la compañera de Eric.

-Tengan cuidado. La niña…- tirar el archivero había sido fácil, pero apartarlo se estaba tornando una verdadera pesadilla para ella. Y lo peor es que la lucha no terminó para los tres compañeros.

salvaje se tratara. Miró a su padre caído con verdadero terror, llenándosele de lágrimas los ojos y haciendo pucheros con los labios. De no ser por el cuchillo en su mano, la sangre en su vestido y rostro por el golpe de Swellson, pensarían que la niña estaba por hacer un berrinche al ver a su padre en ese estado. Pero en vez de eso, volvió a avanzar hacia el capataz, lanzando tajos con su afilada arma, deformándose su rostro en una mueca de locura total.

-¡Lastimaron a papa!- gritaba una y otra vez, con las lágrimas rodando por su mejillas. Al parecer la locura no eliminaba ciertos apegos, sintiendo verdadero amor por su progenitor… Aunque si tenían en cuenta lo que dijo Strauss, su madre no gozaba de ese mismo amor.

Pero una vez más, los golpes eran fácilmente esquivados por el capataz, más grande y rápido que una simple cría. De todos modos, no atacó, sabiendo que si la entretenía lo suficiente lograría que los demás le echaran el guante y evitar alguna otra muerte. A pesar de todo lo vivido, no tenía intenciones de matarla, sino dejarla fuera de combate.

La joven movía sus piernas de adelante para atrás, como lo haría una niña, oyendo todo lo que decían con atención, evitando mirar a la cara a casi todos.

-Yo escribí esa nota- miró a Batterman con curiosidad, como si algo en su rostro fuera sumamente interesante-. Creí que usted sabría sobre lo que estaba pasando…

Se encogió de hombros, apenada por no haber sido lo suficientemente clara o no haber hecho todo lo posible. La verdad que viendo su forma de actuar, parecía más una niña que hubiera soltado a un perro atado, por querer verle correr libremente, su accionar venia de la mano de su inocencia. ¿En verdad había sido criada así? Resultaba aberrante y practico en partes iguales.

-No entiende señor Batterman- se produjo un corto duelo de mirada entre ambos alcaldes, casi tratando de dominar al otro con la intensidad de sus convicciones-. Si quiere que esto termine, debe dejar a Adam en su sitio, donde será torturado hasta sucumbir al poder del corruptor. No hay otra forma

Su voz se quebró al final, como si toda su fuerza se hubiera disipado al tener que decir en voz alta lo que debían hacer. Se sirvió un trago, justo cuando la voz de Eric volvió a sonar en toda la habitación. Segundos después, la voz e Lara, en un estado bastante inquietante, hablando con alguien. Rot una vez más pareció querer hacer algo, salir de ese lugar a como dé lugar. ¿Quizás sentía algo por la doctora? ¿Estaba preocupado por ella?

Pero, antes de poder hacer nada, alguien más entró en escena, soltando una risita seca e irónica, Legrand llegó desde la puerta principal, caminando con un escueto vestido rosa, grueso y pasado de moda, siempre con esa sonrisa brillante en sus labios.

-Qué interesante reunión- dijo con una sonrisa, la cual murió en cuanto miró a Rachell, esta se abrazó las piernas y miró hacia otro lado-. Agradezco la invitación Andrew. Mi hombre está ahora mismo intentando ayudar- se sentó en un lugar libre, cruzándose educadamente de piernas y mirando a todos con superioridad-. ¿Y bien? ¿Les has contado todo? ¿Ya saben que por esta niña estúpida todos estamos condenados?- otra vez esa mirada cargada de odio sobre la joven, para luego soltar un “tsk” y mirar al Sheriff y al Alcalde, volviendo a sonreír-. Se lo dije en su momento Batterman, mientras estábamos en la plaza, este pueblo necesita una mente privilegiada y mano dura. Tenía mis esperanzas en usted… Ahora debemos apresurar todo- sus ojos fríos fueron hacia Félix-. Incluso su amigo, Doorgod, comenzará a entender que hay que hacer sacrificios. Estaba dispuesto a dispararme… pero le di un incentivo mayor.

Sonrió con malicia, siempre pareciendo ir por delante de todos, pero detrás de esa seguridad y capas de pintura, no era más que una anciana con demasiado poder. Y tenía miedo. Se podía casi olfatear. Ella tenia miedo de todo lo que estaba pasando. Una persona con miedo, era incluso mas peligrosa.

La situación no podía ser más tensa, con esa niña colgada del borde de la ventana, asomada con esa sonrisa y el rostro pálido de la muerte observándoles. Incluso las embarazadas habían dado un alto a su dolor y sufrimientos, quedando impactadas por lo que estaban viendo. La vida y la muerte parecían haberse reunido en esa casa, confundiendo los conceptos que pudieran tener sobre estas dos grandes fuerzas.

-Eve…- la voz débil de Ellie se concentró en su amiga, tenía los ojos vidriosos y las lágrimas parecían impedirle poder verle-. Saca a Ellen… siento que me está cortando por dentro… algo no está nada bien…

A pesar del terror que sentía, prefería que intentaran hacer algo por su amiga, más que por ella misma o el hijo no nato. Quizás si todos ayudaban, podrían sacar a las embarazadas en brazos. Ronan parecía ser capaz de llevar a una sin problemas, aunque eso de andar corriendo y esquivando niño diabólicos seria toda una proeza.

-Gracias… por estar siempre a mi lado- le sonrió, con esa dulzura tan propia de ella, haciendo todo mucho más difícil para cualquiera.

-Lo he visto- dijo la niña desde donde estaba, mirando a Lara con una enorme sonrisa, intensa y desagradable-. Lo que se apareció en mi ventana la otra noche- Lara recordaba vagamente la historia de la niña, aunque lo había atribuido a alguna pesadilla o a su portentosa imaginación-. Muchos ojos… siempre mirándome… Ahora les ven a todos jiji.

Parecía estar divirtiéndose muchísimo con todo eso, así que, con gran esfuerzo dado su tamaño y limitaciones, ingresó en la casa por la ventana rota. Algunos vidrios hicieron cortes en su estómago y brazo, pero eso no pareció importarle mucho. Ahora se notaba que, en su cuello, había unas violáceas marcas, pero era difícil corroborarlo cuando uno estaba más concentrado mirando el agujero en su cabeza y el cuchillo en sus manos.

-Papá decidió apuñalar a mamá… y luego mamá se levantó y decidió apretar lentamente mi cuello- se puso sus manos en el cuello, haciendo ruidos de ahorcamiento-. Jaja no podía respirar- miró a las embarazadas, a sus estómagos, moviendo su cuchillo distraídamente, como si estuviera imaginándose a sí misma cortando a través de la piel, para luego arrancar aquello que se agitaba dentro de las mujeres-. ¿Puede curarme? Quiero una paleta también… ¡y otro dibujo!

La niña miraba a Lara como si fuera la heroína, esa persona que iba a cuidarle y darle todo lo que necesitara… de no ser por lo creepy que parecía, hasta luciría adorable. Desde el exterior, aparte del escándalo que hacían los niños, se oyó el claxon de un auto, primero a lo lejos, luego más cercano. ¿La ayuda estaba viniendo?

Dejé escapar un grito de dolor al sentir el golpe del hacha en la rodilla. Por suerte, Korper estaba encargándose en esos instantes de Donald Strauss, que había dejado de ser un problema por el momento. En ese instante, veo aparecer a Luana, que salía del interior de la oficina que Strauss había estado atacando.

Pero la hija de Donald seguía siendo un problema. Estaba enloquecida y no dejaba de atacar a Swellson con el cuchillo. Éramos cuatro contra una y ella sólo era una niña, por lo que no podía hacernos mucho daño. ¿O sí?

-¡El cuchillo, Luana! ¡Quítale el cuchillo! -le grité a mi compañera, mientras yo también hacía lo propio por alcanzar a la pequeña.

Cojeando de una pierna, me aproximo hacia la pequeña para intentar arrebatarle el cuchillo de entre las manos. Solo era una niña. Si conseguíamos desarmarla, tal vez no pudiera hacernos mucho daño.

Todo aquello estaba desquiciandola y matandola por dentro. Sentía que perdía el control debido al miedo que crecía ante todo lo que estaba escuchando. ¿Qué sentía que la cortaba por dentro? Pero no podia enfrentarse a todos. Sharon se le aproximaba y aunque su carita decia una cosa... no no no.

- ¡¡Sacarlas a las dos por detrás!! - Gritó a los dos hombres con un enfado y una histeria que nunca habían visto en la doctora. Buscó la mirada de Evelyn suplicando su ayuda para sacarlas de allí. No pensaba dejar a ninguna atrás. Eran cuatro personas sanas. Podrían hacerlo.

Aún así, cuando cogió el walkie con ambas manos, lo hizo con los dedos engarfiados y los nudillos blancos del esfuerzo de sujetarlo con tanta intensidad  mientras se lo llevaba a la boca. Sus pasos seguían reculando sin perder de vista a la pequeña muerta, guiándola en otra dirección diferente a donde estuieran llevando a las dos preñadas. Y justo antes de apretar el botón para abrir la comunicación lo escuchó. Un claxon. Alguien venía!!

Bajó el walki despacio - Claro que te curaré cielo. Como esta mañana. Todo se va a arreglar -  Esperó que se acercara un poco más y fue entonces cuando hizo un movimiento rápido, esperaba que inesperado, e intentó quitarle el cuchillo a la niña. Después de todo era eso. Una niña.

Ronan, ¡ayúdanos! – Se alegró haberse llevado aquél hombre tan grande para poder ayudarlas ya que tenía claro que solas no podían hacerlo. Intentó ayudar a ambas mujeres embarazadas, sobre todo animar con susurros a su gran amiga Ellie para que no abandonara las ganas de luchar y se fueran con ellas, incluso procurando que Ronan la llevara en brazos.- ¡Karl! – Mientras tanto ella se enganchaba al brazo de la otra embarazada, mirando de vez en cuando a Lara y rezando mentalmente a que no le pasara nada.

 La llegada de Martha provocó una mueca de disgusto por parte del alcalde; como si aquella persona no fuese una de sus amados habitantes. Es que todas las revelaciones que se habían dado demostraban un lado más siniestro de aquella mujer, y Batterman no quería tener nada que ver con las prácticas llevadas a cabo a las espaldas de Sonnenlitch. Él no quería ser esa clase de político.

- Sra. Legrand... debería haber sabido que usted estaba detrás de algo desde el principio. Pero ahora es más que evidente que tiene al pueblo en sus manos. O por lo menos, a un grupo de dementes asesinos y torturadores, que no pueden buscar soluciones más complejas que violentar los derechos de un pobre hombre como Adam. Deberían sentirse avergonzados todos los que participan de esto. Hay que buscar una forma de solucionar esto, ¡sin muertes, por el amor de Dios!

El golpe de Eric fue fácilmente esquivado por la niña quien, demostrando gran madures, le sacó la lengua de forma burlona. Lanzó una risita, moviendo su cuchillo de un lado a otro, notando por primera vez que eran dos contra uno. Korper continuaba conteniendo a Strauss, quien había caído inconsciente. Contra todo pronóstico, el medico se arrancó un pedazo de tela y taponó la herida frenéticamente. ¿Se había dado cuenta de lo que hizo o simplemente quería dejarlo fuera de combate para salvarle y evitarle ese martirio de esa muerte en vida? Quizás aún no estaba tan loco como aparentaba, sino que estaba operando fría y lógicamente, no queriendo que ese loco se levantara como un ser imparable.

Luana terminó de salir de donde estaba encerrada, saltando por encima de unos papeles y corriendo todo lo rápido que podía hacia donde estaba Eric. Tenía el rostro desencajado, el miedo paralizaba su rostro en una mueca muda, haciéndola incapaz de pronunciar palabras. Su mano apuntaba hacia el periodista, casi parecía que quería alcanzarle cuanto antes, tocarle de alguna manera… Entonces Eric se dio cuenta que no le estaba viendo a él, sino a algo detrás suyo.

-La niña- alcanzó a oír que ella decía, justo antes de notar un movimiento a sus espaldas. Sintió lo mismo que siente una presa justo antes de saberse rondada por un depredador, justo antes del zarpazo final. Se giró intentando darle velocidad a ese movimiento, pero todo se había ralentizado de forma exasperante. Solo alcanzo a ver el cuchillo, una joven con el rostro ensangrentado e inexpresivo… el final.

Entonces alcanzó a ver el cabello de Luana tapándole toda la visión, mientras el olor a sangre se opacaba en su perfume. Oyó como algo se desgarraba, como cuando rajas una tela con tus manos y ella se doblaba un poco. Se dejó caer de espaldas, apoyándose en Eric. Su estómago estaba abierto de fea manera, ahí donde el cuchillo de esa niña había penetrado.

-Eric… yo…- pudo decir, con una sonrisa carmesí en los labios, antes de cerrar sus ojos… Exhaló un último suspiro, dejándose caer totalmente sobre el cuerpo de su compañero y amigo. Al menos sus ultimos pensamientos fueron felices, salvando la vida de alquien querido.

-¡Mierda Eric!- gruñó Swellson intentando apartar el cuchillo de la hija de Susan, apenas pudiendo ver como Luana era alcanzada por esa otra loca. Por suerte la niña parecía tener problemas también para darle la estocada final. Eso se estaba alargando mucho, sobre todo ahora que había otra enemiga y Korper intentaba salvar a otro sujeto-. ¡Vamos al hospital!

La otra niña, esa que salió de la nada y acababa de clavar un enorme cuchillo en Lara, estaba relativamente cerca de la puerta, pero podrían pasarla de lado, incluso empujarla. Solo debían hacerlo ya, antes que se posicionara. A diferencia de la hija de Strauss, esta joven parecía estar muerta. Muerta y revivida. No podrían noquearla o lastimarla realmente.

Sharon sonrió cuando Lara se acercaba, mirando expectante como la doctora acortaba la distancia entre ambas. Ya Lara podía olerla… era algo que había olido muchas veces, en cadáveres que estaban mucho tiempo al aire libre. Era imposible que ya estuviera pudriéndose, pero al igual que con Harold, la lógica había huido por la ventana hace mucho tiempo. Ahora, a poco menos de metro y medio, logró percibir que las marcas en el cuello de la niña efectivamente correspondían a la que tendría alguien que fue ahorcado con violencia. Incluso los ojos de Sharon estaban inyectados de sangre y se notaba las marcas de las uñitas en el cuello, ahí donde intentó desesperadamente quitarse a su propia madre de encima. ¿Cuál habría sido su último pensamiento? ¿Quedaba algo de esa niña ahí? Quizás si o quizás no, no podía saberlo y solo quería arrebatarle el cuchillo y escapar de ahí.

De un manotazo intentó tirar el arma a un lado, confiando en su velocidad y fuerza, ante una niña pequeña… Pero Sharon parecía estar esperando eso, pues movió la mano hacia abajo justo a tiempo.

-¡Tu no me quieres!- dijo apretando los dientes. Con un grito infantil, de pura rabieta propia de un niño, avanzó agitando su cuchillo cortando el aire. Uno de esos golpes dio de lleno en el brazo de Lara, lacerándolo. El corte no habia sido limpio, sino que fue durante un giro de muñeca, provocando algo parecido a un ciculo, como si fuera un remedo de flor. Curiosamente Lara le habia dibujado una flor en su momento a la niña... La herida ardía como si estuviera le hubieran quemado con un hierro al rojo vivo, pero poco podía hacer de momento teniendo a esa loca intentando darle otra vez-. ¡NO ME QUIERES, NO ME QUIERES! ¡NADIE ME QUIEREEEEEE!

Karl guardó su arma a toda velocidad, ignorando a la niña muerta o a todo lo demás. Solo acudió hacia donde estaba su esposa, levantándola con todo el amor y suavidad que pudo, deteniéndose cuando esta soltó un grito de dolor. Incluso parecía que a él mismo le dolía aquello, pero no se detuvo la levantó sin mucho esfuerzo, preparándose para esa demencial fuga. Ronan también reaccionó, ayudando a levantar a Ellen. Si para Karl fue sencillo levantar a la menuda muchacha, para el hombretón fue un juego de niños. Solo que su rostro no estaba tan seguro como el del policía, sin poder apartar la vista alternativamente de la niña muerta y el estómago rugiente de la embarazada.

Elizabeth se colocó como escudo entre las embarazadas y la niña, con el cuerpo tembloroso a causa de la tensión. No había pronunciado palabra en bastante rato, algo raro en ella. Solo hizo falta que los muertos revivieran para callar a la siempre risueña locutora. Le dedicó una mirada  Eve, temiendo perderla de vista en algún momento.

Por suerte Lara puede correr, nadie está herido y los hombres parecen poder cargar con las embarazadas sin muchos problemas. La puerta de atrás esta ahí, cerrada con pestillo, pero es cuestión de quitarlo y podrán salir. Lo que encontrarían en el exterior podía ser peor que aquello, aunque pocas elecciones tenían. Eran varios adultos huyendo de una niña, pero esa niña estaba muerta y ellos tenían a dos personas en grave estado.

A través de la ventanas vieron las luces de un coche dando directamente sobre la casa, unos segundos después, una puerta cerrarse y las luces titilaron cuando alguien se interpuso en medio. Era imposible ver quien era, podría ser la tan esperada ayuda o algún otro loco que quería unirse a la fiesta.

Porque ese era el mayor problema: ¿Cómo distinguir unos de otros? Incluso los que estaban en esa casa podrían estar sucumbiendo a la locura sin saberlo. Uno de los niños, alertado por las luces, corrió contento hacia el sujeto, con un hierro afilado como arma a modo de lanza.

-¡Soy el caballero errante!- gritó antes de ser arrojado violentamente hacia atrás cuando el desconocido de disparó a quemarropa. Luego se acercó y descargó un par de disparos más, sin inmutarse siquiera. El chico gritaba, pero no eran gritos de dolor sino insultos muy poco propios para alguien de su edad.

-¡Oh cierre la boca!- la anciana alzó la voz mirando a Batterman con sumo enfado, como si este no fuera más que un niño. Viendo  la diferencia de edad, hasta podría colar-. ¿¡Me juzgas a mí!? –apretó los labios con rabia, pero relajó el gesto adquiriendo una expresión altanera-. Deberías tener cuidado con lo que dices, porque tu querida madre estaba metida en esto. Hacia mi trabajo antes de… Enfermar- incluso se podía llegar a pensar que estaba dolida por la enfermedad mental que sufría Grethel Batterman, aunque en esa mujer nadie estaba seguro de si sentía algo en verdad-. Nadie tiene opción. Entiéndanlo de una vez. No es un dilema moral. Es pura supervivencia- dijo casi escupiendo las palabras como si le quemaran-. Y tu Rot, estás haciendo esto por un coño cálido. ¡Agh…! y pensar que tenía esperanzas en que fueras un digno sucesor- se levantó, visiblemente molesta-. Al final ninguno tiene las bolas para hacer lo necesario.

La normalmente discreta Martha parecía desatada, verdaderamente enojada, insultando como nunca antes se le había visto hacer. Era más bien de puyas sutiles y clavar dagas sin que te dieras cuenta, dejando que el veneno penetre la mente mucho después de que se haya ido. Ahora no tenía nada de sutilezas.

Ver a Luana siendo asesinada por aquella niña endemoniada fue impactante. Mi compañera, mi amiga... ella se había sacrificado por mí, para darme una oportunidad de sobrevivir. Ya nunca más teorizaríamos juntos sobre las corruptelas del alcalde, ni sobre lo siniestra que era Legrand, ni nos sentaríamos a tomar café o prepararíamos juntos reportajes haciendo fotografías para el ayuntamiento.

-No, Swellsson... No podemos irnos al hospital... -farfullé, sabiendo que cada decisión que tomáramos podía ser fatal.

Donald Strauss se debatía entre la vida y la muerte, y su hija Susan, aunque enloquecida, seguía viva. Si nos íbamos de allí, solo lograríamos que se hicieran daño o, peor aún, que se lo hicieran a otras personas. Para colmo, Korper seguía junto a Strauss, por lo que no nos podíamos ir sin él.

-Swellson, encárgate de la hija de Strauss. Si la noqueas, échala a una celda -le indiqué al hombre, sabiendo que era la mejor oportunidad para acabar con un problema. Me agaché para recoger el hacha que había tenido hasta entonces Donald Strauss y la agarré para utilizarla contra la niña resucitada-. ¡Korper, tú también! ¡Contra la niña Strauss los dos! ¡Yo me ocupo de esta puta zombie!

Armado con el hacha, me lancé a atacar a la criatura que me había arrebatado a mi amiga. Puede que fuera una resucitada y que nada pudiera hacerle daño, pero no podría lograr mucho si estaba mutilada.

Una enorme presión comenzó a instalarse en su pecho. Era un dolor tan intenso y desgarrador el que trepaba por la garganta que permitia ignorar el ardor de la herida de su brazo. No podia evitar pensar en su hijo, en aquella niña que sufría y que había sido condenada a aquello por su propia madre. SU PROPIA MADRE.

- No digas eso - Un sollozo roto brotó de sus labios  mientras reculaba cogiendo uno de los cojines por el camino para poder poner algo entre medias de aquel filo y ella.  - Si te quiero... pero ese cuchillo....¿tu mamá te dejaba jugar con cosas que cortan? ¿A que no? Si lo sueltas... te vienes conmigo. Y me ayudas a sacar los bebés en el hospital ¿quieres? - su voz era pura desesperación pero también sincera, en parte. Si dejaba de ser una amenaza se la llevaría con ellos

- Pero tienes que soltar el cuchillo porque me has hecho daño. Yo solo queria evitar que tú te hicieras daño con él - las lágrimas resbalaban por las mejillas de Lara - Por favor Sharon...los bebés nos necesitan para poder nacer... -

Se oyeron varios disparos fuera, pero no desvió la mirada de la niña en ningún momento