Partida Rol por web

La Maldición del Portador

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20/11/2017, 10:40
Alai

Primero, lo que ya puse (que se irá modificando):

Algunos lo llamáis Sham’anam, el Dragón del Pesar, y aunque es un título que le describe bastante fielmente, el motivo por el que lo hacéis es erróneo. Sham’anam no significa, como muchos creéis, “dragón que porta el pesar”, sino que su traducción más acertada sería “aquel que porta el pesar del dragón”, aunque, como pasa siempre con la Antigua Lengua, muchos matices se pierden al traducirla. Y os preguntareis qué importancia tiene el nombre o su traducción… la respuesta es simple, aquel al que llamáis Sham’anam empezó siendo un no más que simple hombre. Y en realidad sigue siendo un hombre… aunque no diría yo que simple. Pero centrémonos en su historia.

Como he dicho, él no era más que un simple hombre, ciudadano del Gran Imperio de Ailon cuando su esplendor y poderío estaban en su punto álgido… aunque también sus políticas y pensamientos más discriminatorias con quienes no pertenecían a él. Y habiendo nacido en una tierra que apenas hacia dos o tres generaciones que formaba el imperio, el hombre a quien conocéis como Sham’anam no era sino un mero ciudadano de segunda, con escasas oportunidades de poder prosperar en un imperio donde se daba gran importancia al pasado familiar de cada uno. A pesar de ello, tal vez hubiese podido vivir en paz junto a los suyos, pues su vida, aunque dura, le daba las oportunidades necesarias para vivir de manera sencilla, pero por desgracia, esa opción le fue vedada de forma prematura, pues las tierras en las que vivía fueron afectadas por una corta pero intensa plaga, y aunque su aldea se encontraba algo alejada del punto donde se originó, eso no impidió que la enfermedad llegase hasta ella, y como muchas otras familias, la suya se vio afectada. Cuando la plaga fue vencida, casi la mitad de los habitantes de la aldea habían muerto, y aunque él sobrevivió, el resto de su familia no lo logró. Huérfano y con apenas once años de edad, sus oportunidades de sobrevivir si se quedaba eran escasas por no decir nulas, así que hizo lo único que podía.

En un imperio con políticas tan militaristas, la necesidad de su inmenso ejército contar con nuevas incorporaciones era una constante realidad, por lo que reclutadores recorrían constantemente pueblos y aldeas en busca de nuevos reclutas, en especial aquellas pobres o que habían sufrido alguna tragedia, puesto que servir en el ejército era una de las pocas formas que la gente de aquellas zonas tenia de prosperar en el imperio ya que tras licenciarse, se les otorgaba el estatus de ciudadano de pleno derecho… si sobrevivían, claro. El niño de quien hablamos, no fue el único de la aldea que se marchó con el reclutador cuando este pasó por la aldea. Poco se puede decir de esta época de su vida, pues fue como la de cualquier otra persona que se encontrase en una situación similar. Sin ninguna opción más que el ejército, se entregó por completo al entrenamiento al que fue sometido, aprendiendo todo lo que le enseñaban. Dominó, entre otras armas, el uso de la espada larga, el hacha y la lanza, con, y sin escudo, todo ello tanto luchando en solitario como en formación. Aprendió el uso y funcionamiento de las diversas formaciones que utilizaba el imperio, así como conceptos básicos de sus tácticas militares… un entrenamiento extenso y extensivo, es cierto, pero el poderío militar del imperio no se fundamentaba únicamente en el gran número de soldados que poseía, sino también en su elevada calidad. Y cuando con 17 años finalizó su entrenamiento, fue destinado a una de las muchas legiones que componían el ejército.

Su estancia en el ejército apenas tiene nada que destacar, pues se conformó básicamente de maniobras y algunas pocas escaramuzas… hasta que las primeras consecuencias de lo que más tarde se conocería como el Error de Lamat. Lamat era uno de los consejeros militares del emperador, y quien propuso la incorporación del reino de Rah al imperio mediante una campaña militar, pues a pesar de carecer realmente de valor, lo consideraba como una buena forma de mantener en forma a las tropas, ya que hacía años desde la última campaña… y además, consideraba que la negativa de dicho reino a reconocer la autoridad del imperio sobre ellos, era un insulto y poco menos que una herejía. Las tropas marcharon, las llegaron a la isla y procedieron a conquistarla. Los informes que tenemos de aquella época dicen que a pesar de que progresaba más lentamente de lo esperado a causa del terreno y la ferocidad de los habitantes del reino, la campaña marchaba sin mayores problemas… hasta que un día, los informes dejaron de llegar, sin que nadie supiese por qué. Pasaron dos meses antes de que volviesen a tener noticias, y estas llegaron en forma de la flota que había llevado a las legiones a la isla, que volvía a las costas del imperio, aunque con una pequeña diferencia que no conocerían hasta que tomaron tierra. Las legiones volvían a casa, pero lo hacían en forma de un ejército de no muertos que rápidamente atacó al pequeño contingente que los esperaba para reclamar explicaciones por su silencio, acabando con ellos con facilidad y rapidez, casi la misma que les costó incorporarlos a sus filas. Cuando la noticia llegó a la cúpula del ejército, fue contundente, pero no descuidada. Reunieron gran pare de sus ejércitos en una zona segura, colocando el resto en la retaguardia para enviarlos según fuese necesario, abandonando de momento las tierras a las que el ejército de cadáveres había llegado. La idea era atraerlos hasta donde los magos y sacerdotes pudiesen destruirlos, evitando que volviesen a alzarse y que incorporasen los cuerpos de los soldados que derrotasen en la batalla a sus filas, acabando con la amenaza de la manera más rápida posible. Y plan simple, pero no por ello menos eficaz. No funcionó.

No sabemos si los magos y sacerdotes sobreestimaron sus capacidades o si el número de no muertos era demasiado elevado como para poder contenerlos mientras hacían su parte, aunque lo dudamos… lo más seguro es que, o bien alguna fuerza en el ejército no muerto contrarrestase los esfuerzos de los magos y sacerdotes del imperio, o bien los propios no muertos eran inmunes a los poderes de estos. Sea como fuese,  lo importante es que fracasaron, el ejército del imperio se vio diezmado y obligado a retroceder mientras luchaban por sus vidas, y lograron escapar solo gracias al apoyo de los ejércitos de reserva que se habían mantenido en la retaguardia, con la mayoría de sus unidades formadas por soldados jóvenes e inexpertos… es en una de estas donde nuestro hombre servía. Tras la derrota y subsiguiente retirada, la lucha del ejército se centró en retrasar lo más posible las hordas de no muertos mientras los dirigentes del imperio intentaban encontrar una forma de acabar con ellos, o al menos, aliados que les ayudasen a luchar… ambas cosas, sin mucho éxito, por cierto. Y mientras esto sucedía, nuestro hombre había sido puesto al mando de una de las pequeñas unidades de las que ahora se componía el ejército, unidades de no más de 20 lanzas que eran las que, evitando en lo posible la lucha, se encargaban de retrasar al enemigo. Esta situación se prolongó durante dos años, tiempo en el que, como tantos otros, a quien ahora muchos maldecís, luchó, sangró y huyó incontables veces, sin lograr más que victorias pasajeras que no eran tales. La horda avanzaba y prácticamente había alcanzado la capital del imperio.

Fue en este tiempo, en una de estas batallas, cuando quien sería conocido como Sham’anam, perseguido por un contingente de la horda demasiado grande como para ser combatido por su unidad, se vio obligado a retirarse a unas antiguas ruinas, intentando usarlas en su beneficio para, al menos, lograr que el mayor número de ellos escapasen con vida… aunque sabía que eso era poco probable. Por suerte o por desgracia, nunca supo si lo hubiese podido lograr, pues cuando los no muertos les alcanzaron y comenzaron a luchar en las ruinas, un temblor las sacudió, derribando varias columnas y edificios, así como también abriendo el suelo a sus pies. Cuando volvió a abrir los ojos, se encontraba en una gran sala, vacía a excepción de una inmensa estatua de un dragón en su centro, estatua que parecía emitir una mortecina luz grisácea, algo que tal vez le hubiese intrigado en otro momento, pero no ahora. Al fin y al cabo, no era el único en la sala, aunque si el único vivo, pues más de dos docenas de no muertos habían caído con él. Sin escapatoria posible, se resignó a morir luchando, y aunque logró derribar a varios fue obligado a retroceder hasta que su espalda topó con la estatua. Iba a morir, lo sabía, pues incluso los que había derribado, no tardarían en alzarse. En ese momento, noto un templo a su espalda, aunque su mente lo achacó al precario estado en el que se encontraba, una sombra que pareció cubrir toda la sala y algo que se abalanzó sobre él… al final, se le había acabado la suerte.

Tiempo después, despertó, aunque no pensaba que volvería a hacerlo, y no muertos que le habían rodeado se encontraban esparcidos por el suelo de la sala, y no parecía que fuesen a volver a alzarse… aunque ignoraba como lo sabía, así como tampoco como había logrado sobrevivir. Solo sabía que se encontraba ileso, que la estatua que había tenido a su espalda se había convertido en polvo y que de alguna forma llevaba un extraño brazalete en su brazo derecho que parecía arderle. En otro momento su mente se había llenado de preguntas, pero en ese momento, su prioridad era salir de allí y encontrar a sus hombres. Puede que la suerte no se le hubiese acabado aun, pero mejor no tentar a la Dama Fortuna. Tuvo que recorrer diversos túneles durante lo que le parecieron varias horas antes de dar con uno que le permitiese subir a la superficie y salir de allí, y cuando lo logró, ya era de noche y no había rastro ni de sus hombres ni de los no muertos que los habían atacado. Encontrándose solo y sin recursos tras las líneas enemigas, hizo lo único que podía, poner rumbo a la capital, donde el ejército del imperio, o al menos, lo que quedaba de él, debía estar reagrupándose. Tal vez sus hombres estarían allí. Tal vez los hechiceros del imperio habrían encontrado al fin una solución. Era una esperanza remota, pero poco más podría hacer… al menos allí habría una posibilidad de sobrevivir. Llegar hasta las líneas del frente le llevó casi una semana, durante la cual, casi sin comida ni bebida, pasó gran parte del tiempo escondiéndose para evitar cualquier combate con los no muertos con los que se topaba.

Despertó en una improvisada enfermería, rodeado de multitud de soldados que se recuperaban de sus heridas. Al parecer, no se había encontrado ninguna solución, por lo que antes de retirarse, el ejército tendría que detener a los no muertos el tiempo suficiente como para evacuar la capital, razón por la que las tropas se estaban reuniendo. Habiendo sufrido tan solo una ligera desnutrición, fue rápidamente dado de alta y asignado a un batallón, pues al parecer, sus hombres no habían regresado. Tres días después, el ejército enemigo llegó. La batalla se prolongó día y noche, y nuevamente otro día, con el ejército imperial resistiendo todo lo posible y mientras que los no muertos llegaban sin cesar en ingente número. Y como muchos otros, el protagonista de esta historia luchaba sin descanso durante horas, relevado junto a su pelotón ocasionalmente por otros pelotones para permitir  que descansasen y pudiesen seguir luchando… aunque a medida que los hombres caían, estos relevos eran cada vez eran menos escasos. Y durante una de estas batallas, fue derribado, vio como la hoja de un enemigo caía sobre él y supo que esta vez moriría. Pero no lo hizo, la hoja enemiga se quebró al impactar contra una armadura que sin saber cómo, ahora llevaba puesta. Sin tiempo a pensar en cómo o porqué, descargó un golpe contra el no muerto, golpe que lo destrozó por completo. Se levantó sintiéndose más fuerte y poderoso que nunca, y se lanzó contra la horda. Con cada golpe que daba, un no muerto caía y extrañamente, no volvía a levantarse, mientras que los ataques de estos que lograban alcanzarle no le afectaban en absoluto. Su impulso abrió brecha en las filas enemigas, y viendo la oportunidad, las tropas a su alrededor aprovecharon al ventaja. Por desgracia, y a pesar de que a cada momento que pasaba seguía aumentando su poder, las hordas enemigas parecían no acabar nunca.

Llegó un punto en el que su poder sobrepasó por mucho el de un simple hombre. El impacto de cada golpe derribaba a más de cien enemigos, pero siempre había más que ocupaban su lugar. En enemigo lanzó contra él bestias no muertas, engendros producto de la mezcla de animales y hombres, monstruos que habían tenido la mala suerte de toparse con la horda y que se habían incorporado a ella tras su muerte se lanzaron hacia él, a lo que respondió con rayos de energía que surgían de su espalda, enfrentándose a poderosas bestias como estirges, arpías, wyverns e incluso algún dragón. No pensaba en la razón de sus capacidades, tan solo en la lucha que le permitía utilizar el poder que sentía en su interior, el cual que crecía a pasos agigantados. Los soldados que en un principio le habían seguido, habían desaparecido hacía tiempo, bien muertos u obligados a huir al ser superados por los seres que la horda mandaba para enfrentarse a la amenaza que suponía ese hombre que casi había dejado de serlo, o bien victimas del inconsciente poder que liberaba aquel a quien habían seguido. Pero él no se percataba de ello, luchaba sin saber si llevaba haciéndolo varios días o tan solo unos minutos, liberando cada vez más poder… hasta que en un momento dado, lo liberó todo. Lo que pasó después, nunca lo supo a ciencia cierta, aunque no era difícil de imaginar.

Despertó rodeado de cuerpos que se extendían hasta donde alcanzaba la vista, la inmensa mayoría pertenecientes a la horda de no muertos, ninguno de los cuales mostraba signos de poder alzarse nuevamente… por desgracia, y conforme se acercaba a la capital, el número de cuerpos del ejército imperial aumentaba, muchos de ellos víctimas de la horda a juzgar por su posición, pero cada vez más, cuerpos de soldados que habían caído lejos del frente. Ni un alma parecía haber sobrevivido, a lo que pasó, y al acercarse, vio como la propia capital se encontraba en ruinas, con daños que difícilmente un ejército hubiese podido causar y con el hedor de la muerte emanando de sus calles. Con cada paso que daba, veía más y más muerte, familias de civiles que no habían logrado escapar, sequitos de nobles a quienes la desgracia había alcanzado antes de poder huir e incluso al mismísimo emperador, muerto junto al resto de la familia imperial y los caballeros que la protegían como cualquier otra persona… y sabía que la culpa de todo era suya. Tuvo que avanzar varias leguas hasta encontrar algún superviviente, pero cuando lo hizo, no tuvo el valor de ir con ellos. No podía arriesgarse a ir sin saber lo que había pasado. ¿Qué le había sucedido en aquellas ruinas? ¿Qué era aquel brazalete que llevaba desde entonces? ¿Cómo podía evitar volver a perder el control como sabía que lo había perdido en la batalla? ¿Cómo controlarlo para evitar causar algún mal?

Durante más de una década, vago por las desoladas tierras que habían formado el imperio por el que un vez luchó, evitando a las pocas personas que con el tiempo se atrevieron a ingresar en ellas, forajidos y refugiados la mayoría. Volvió a las ruinas investigándolas a fondo en busca de respuestas, buscando ruinas similares cuando aprendió todo lo que podía de estas. Entrenó día y noche en controlar aquel poder, primero en solitario, luego enfrentándose a monstruos o bestias salvajes que habían prosperado tras la desaparición de la gente, siempre lejos de cualquiera a quien pudiese dañar. Logró dominar las capacidades que la armadura le proporcionaba, así como el impulso de liberar cada vez más poder al usarlas. Y no fue hasta que no lo logró que no planteo abandonar aquel lugar y viajar a tierras habitadas, aunque era algo que llevaba tiempo deseando hacer. En parte, porque a pesar de lo que había aprendido, muchas preguntas permanecían sin respuesta, así que si quería hallarlas, tendría que buscar en otro lugar, pero también porque ningún hombre puede permanecer durante años en soledad y no añorar la compañía de sus semejantes.

Así que partió, dejando atrás aquella tierra desolada incluso tras el paso de toda una década, dejando enterrado en ella su pasado, su nombre y todo lo que había sido. Tomó el papel de un aventurero errante, un mercenario que viajaba por el mundo buscando aventuras. Tomó el nombre de Alai, un nombre común entre mercenarios, pues significa guerrero en la antigua lengua, pue al fin y al cabo, sea porque huyen de su origen o porque quieran labrarse un nuevo nombre, no son pocos los guerreros que ocultan su pasado. Empezó viajando casi siempre en solitario, evitando usar la armadura cuando no era necesario o cuando había gente cerca, pero usándola sin dudar para acabar con monstruos o bandas de bandidos que amenazasen a gente inocente, luchando solo para no arriesgar las vidas de otros aunque eso significase ponerse él mismo en peligro… al fin y al cabo, debía pagar por el pecado que había cometido al acabar con la gente del imperio, pues aunque ello hubiese sido mientras detenía la horda de no muertos, eso no borraba el daño ni hacía menor su pecado.

 

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20/11/2017, 10:41
Alai

De normal Alai viaja como aventurero/mercenario, aunque suele rehuir la compañía de otras personas, no porque no la deseé, sino porque no quiere ponerlas en peligro… aunque si encontrase a alguien lo suficientemente poderoso como para no morir si pierde el control, no lo alejaría, sino más bien lo contrario. Aunque claro, duda que llegue a encontrar a alguien así.

De normal llevaría una armadura ligera (no tiene que ver con la armadura con poderes), más que nada para tener algo de protección en escaramuzas en las que no es necesario el poder de la armadura. Su arma sería una lanza, aunque contaría también con una espada corta para espacios reducidos.

En cuanto al estilo de lucha, prefiere evitar los golpes (ya sea apartándose o desviándolos), a bloquearlos, lo cual requiere movilidad (razón por la que la armadura que lleva es ligera, le da algo de protección pero no limita sus movimientos), atacando con ataques rápidos y precisos, más que potentes. De ser posible, prefiere herir y dejar fuera de combate antes que matar.

 

Sin la armadura

En esta situación, lo único que permanece de la armadura es un brazalete

A pesar de que por su pasado se podría pensar que Alai hubiese querido librarse de él (y por tanto de la armadura y del riesgo de volver a causar la misma destrucción que ya provocó), esto no es tan sencillo, pues aunque se puede quitar el brazalete sin mayor dificultad, poco después empieza a tener el impulso de volver a tenerlo, impulso que crece hasta que le obliga a recuperarlo. En este estado podría sentir la presencia del brazalete, aunque solo en términos de lejos o cerca. Por otra parte, al estar ligado a él, el brazalete (y por tanto la armadura) no podría ser usado por nadie más (a no ser que le maten, claro)

Había pensado que, aunque en este estado el brazalete está “dormido”, podría proporcionarle algunas capacidades leves, como una leve resistencia a venenos, magia o temperaturas extremas, fuerza y resistencia algo superiores a lo normal… cosas de ese estilo, que cuadren con la naturaleza de un dragón (origen de sus poderes), pero a un nivel muy básico que no lo calificaría ni mucho menos de inhumano, pero lo pondrían un poco por encima de lo normal.

 

Con la armadura

Al “despertar”, este se trasforma y materializa sobre mí la armadura (proceso que no es instantáneo, tardaría algo de tiempo)

Había pensado en que la armadura potenciase mis capacidades físicas y mi habilidad para luchar, así como regeneración, resistencias e inmunidades y algún que otro poder como vuelo, capacidades sensitivas (sentir el calor como las serpientes, lagartos y dragones), etc.

Para luchar, había pensado que la armadura también me diese armas (o que manipulase las que llevo). En concreto había pensado en variar entre varios tipos dependiendo de la situación, cada una con habilidades distintas y tal vez, ajustando mis capacidades en función del arma que lleve

Lanza: Arma por defecto, útil para grupos de enemigos, con ataques de amplio rango y veloces, aunque no sería tan poderosa como las otras. Había pensado en que podría cambiar su longitud, extendiéndose y acortándose con rapidez, útil para atacar a media distancia, por sorpresa o impactar a múltiples enemigos

Espada y Escudo: Para enemigos peligrosos y espacios pequeños, útil sobre todo en el 1vs1, la espada me permite hacer una cantidad de daño aceptable y el escudo me da mayor defensa, siendo el “modo” más equilibrado. El escudo podría ser capaz de reflejar cierto tipo de ataques, había pensado en ataques mágicos,  y la espada de desbaratar protecciones mágicas

Hacha a 2 manos: Para enemigos fuertes, resistentes y lentos, sacrificando velocidad a cambio de fuerza y poder (la idea es usarlo contra enemigos con los que no necesite tanta agilidad para esquivar sus ataques), así como también podría usarlo contra el terreno. En cuanto a la habilidad, había pensado en que los daños que provocase fuesen especialmente graves, o difíciles de curar/reparar o algo por el estilo

Arco: Usado tan solo cuando el enemigo está a gran distancia, útil para acabar con enemigos que huyen o atacarles antes de que me alcancen, dado que está pensada para usarse cuando no hay enemigos cerca, disminuiría mi protección a cambio de poder disparar a grandes distancias. En cuanto a habilidad, sería la de disparar, bien un “rayo” de energía concentrado a un único enemigo, o bien numerosos disparos simultáneos a múltiples enemigos, y tal vez, a más tiempo apuntando/cargando (hasta un límite), más poderoso el disparo/mayor número de disparos

He pensado que para dar más sentido a las armas con respecto a la naturaleza de la armadura, cada una podría estar basada en la naturaleza de un tipo de dragón, o más bien un tipo de aliento de dragón. Lanza, fuego; Espada y escudo, hielo; Hacha, acido; Arco, rayo. Por ejemplo, aunque la verdad es que esta parte aún tengo que pensarla más.

 

Perdiendo el control

Había pensado que tal vez, a pesar de que Alai ha aprendido a controlar la armadura, lo único que ha logrado es dominar la necesidad de usar cada vez más poder hasta que llega un punto en el que ya no puede dominarlo y el poder lo domina a él. Pero… ¿y si es él mismo el que se ve obligado a llegar a ese punto?

La idea es que en casos en los que use mucho poder de la armadura (ya sea porque se ve obligado a utilizar mucho poder de golpe, o porque está mucho tiempo usando la armadura), podría llegar a un punto en el que le cueste controlar dicho poder, con la posibilidad de que no pueda lograrlo (que sería lo que le pasó cuando destruyo el ejército no muerto, lo que quedaba del imperio y todo lo que pilló a su paso). En este caso, dejaría de ser Alai (por un tiempo), y se volvería un dragón de cuerpo y mente. Es decir, literalmente se transformaría en un dragón, concretamente en un dragón ancestral (es decir, no en uno normalito, sino en uno de los más poderosos) que atacaría a todo lo que hubiese alrededor (aunque dado que no es tonto, primero se centraría en los que le estén atacando… enemigos básicamente) hasta que se desvanezca y Alai torne a ser él mismo (encontrándose exhausto y sin recordar lo que hizo como dragón… aunque claro, seguramente le baste con mirar alrededor)

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20/11/2017, 10:41
Alai

La mañana era tranquila, en contraste con el frenesí de la noche anterior. El sol se había alzado hace rato y las nubes evitaban que deslumbrase en exceso a quienes se encontraban ya despiertos. Despiertos como quien se encontraba en aquella llanura, solo en aquel lugar, sin nadie que le acompañase.

Se encontraba sentado en una roca, un hombre, un joven de aspecto cansado, con una mirada cansada. Cansado física, mental y anímicamente. Cansado tras una noche sin descanso. Cansado por la escena que se extendía a su alrededor, escena a la que él mismo había dado forma, escena que tantas veces había visto y estaba cansado ya de ver. Cansado por su viaje, su soledad casi constante, no deseada más si autoimpuesta, cansado de portar la carga que llevaba y que no había buscado. Con un suspiro, el joven recordó lo ocurrido la noche anterior.

Un grupo de hombres caminaba por la llanura, guerreros armados, desgastadas armaduras. Soldados, que cansados de luchar en alguna estúpida guerra para morir por los caprichos de algún señor, desertaban del ejército. Desertores, que tras una vida de continuas batallas, no conciban otra forma de vivir que no fuese luchando. Desgraciados que pensaban que era más fácil ganarse la vida asaltando aldeas y caminos que poniéndola en riesgo al enfrentarse a otros soldados. Rufianes que saqueaban y mataban sin pensar en las consecuencias. Ser cazados, no encontrar cobijo ni paz, con la constante amenaza de prisión o la horca siempre a sus espaldas. Consecuencias que en esta ocasión se manifestaban en forma de un simple hombre. Un solitario hombre, de joven rostro y cansada mirada con quien se cruzaron en su camino a saquear una aldea. Un mero aperitivo antes de llegar al plato grande. No pasó mucho antes de que gran parte de ellos hubiese deseado la prisión o la horca antes que encontrarse con aquel hombre… y los que no lo pensaban, estaban muertos.

 

Viajaba en solitario, como casi siempre, evitando a la gente para no ponerla en peligro… pero a la vez manteniéndome cerca para ayudar cuanto pudiese. Una fina línea, un quebradizo camino junto a un precipicio, desde donde se extendía un abismo de muerte y destrucción… aunque no la mía, pues eso sería sencillo. Hasta el momento había evitado la caída, pero el peligro de caer siempre estaba ahí. Lo ocurrido hacía más de una década lo demostraba, así como las consecuencias de tal caída. Y por ello, viajaba solo, sin más compañía que mis pensamientos.

Hacía apenas dos días que había pasado el último pueblo de la zona, aunque como siempre lo había evitado dando un rodeo, y desde entonces, no me había cruzado con nadie… hasta que me los encontré. Un grupo de soldados, desertores a juzgar por su aspecto, que ahora se dedicaban al bandidaje a juzgar por sus palabras. Tal vez en el bosque podría haberlos evitado con facilidad, pero en la llanura no había donde esconderse... con un suspiro, esperé a que me alcanzasen, confiando en que se conformarían con robarme lo poco que tenía antes de seguir. No quería provocarlos, era lo mejor… para ellos, al menos. Por desgracia, fueron ellos quienes acabaron provocándome, aunque no de forma intencionada. Simplemente, les escuché jactarse de sus planes de asaltar el pueblo que había pasado, de hacerse con sus escasas posesiones y  con sus mujeres. Simplemente tuvieron mala suerte.

La noche había estado llena viva, la luz del fuego de las antorchas caídas, la sensación de armas entrechocando, los gritos de batalla primero, de agonía y terror después, el sabor de la sangre y tras este el hedor de la muerte, que acabó por adueñarse de la noche y disipar la vida de la llanura. Ahora, solo quedaban con vida los cuervos que se alimentaban de los cuerpos, y yo, cubierto de la sangre de los bandidos, de nuevo rodeado de muerte. El pueblo nunca sabría lo cerca que había estado de ser asaltado, así como tampoco sabría quien les había salvado… y por descontado jamás sabría lo cerca que había estado de desaparecer a causa de algo peor que simples bandidos si tan solo la situación hubiese alcanzado cierto punto. Pero no lo hizo, así que continuaron con sus vidas, sin saber lo cerca que había estado. No valía la pena pensar más en ello, así que me levanté y me dispuse a seguir mi camino.

Cogí varias de las pertenencias de los hombres que había matado, provisiones, utensilios, algunas monedas… solo lo necesario, no tenía sentido coger más de lo que necesitaba, y al fin y al cabo, a ellos ya no les hería falta. Una vez acabé, me puse en marcha. Sabía que debía haber un lugar donde limpiarme en el camino que seguía, y como no tenía intención de permanecer cubierto de sangre más de lo necesario, me apresuré a llegar. Y tras eso, mi destino. Un templo en ruinas o algo similar que podía estar relacionado con lo que buscaba. Que podía darme respuestas sobre lo que llevaba, lo que había llegado a mí por caprichos del destino. ¿Maldición? ¿Bendición? No lo sabía, aunque a mi entender era un poco de ambas. Lo que sí que tenía claro es que era una carga, una que no había pedido, una que no deseaba seguir llevando.

Tal vez esta vez encontrase respuestas o tal vez más preguntas… aunque lo más probable era que, como las otras veces, no encontrase nada. A pesar de ello, debía ir y averiguarlo por mi mismo.

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20/11/2017, 10:42
Alai

Los grabados que había en aquella gran bóveda absorbieron por completo toda mi atención, y aunque al principio apenas si habría podido interpretar algo de todo el conjunto a causa de su  estado, dañado por el paso del tiempo, poco a poco, empecé, casi sin darme cuenta, a ver más allá de las meras representaciones que allí había. Cada vez mi atención se centraba más en los grabados, dejando de lado todo lo demás.

Empecé a intuir cuales eran las partes que faltaban, a rellenar en mi mente los huecos entre las escenas, y aunque no sabía cómo podía hacer tal cosa, tampoco pensaba en ello, simplemente lo hacía. Poco a poco, mi mente se fue sumergiendo más y más en aquellos grabados, completándolos por completo, realzando sus desgastadas formas, apreciando los colores de sus descoloridas pinturas… era casi como si lo estuviese vendo en el momento de su creación, o puede que incluso como lo veía aquel que lo diseñó, pues en ocasiones casi era capaz de captar como las figuras se movían por el rabillo del ojo. Casi. Hasta que mi mente se sumergió por completo en el mural, como si mi alma hubiese dejado atrás mi cuerpo para introducirse en la historia allí grabada. Y entonces lo vi todo, y lo entendí… al menos, en ese momento.

Lo que había allí grabado no era una historia, era La Historia. Historia de Creación y Destrucción, de Vida y de Muerte, de Poder y Vacío, de Cargas y Liberación. Historia del Mundo y los Dragones. El nacimiento del mundo, un mundo creado por seres de inconmensurable poder, algunos los llamarían dioses, otros demonios, aunque poco les importaban a ellos dichos calificativos… simplemente eran. Crearon el mundo, tal vez por capricho, puede que por necesidad, o posiblemente por algo que escape a la comprensión de cualquier mortal, pero lo importante es que lo hicieron. Un mundo joven, lleno de energía, lleno de poder que poblaron de todo tipo de seres, animales, bestias, hombres… un sinfín de criaturas que se extendieron por el mundo, luchando, cooperando, muriendo, viviendo. Se lucharon guerras, se firmaron tratados, reinos e imperios se alzaron y cayeron, extendieron sus territorios, los perdieron o fueron fragmentados, en ocasiones instigados por los dioses, la mayoría, por su propia voluntad o estupidez… pero ajeno a todo ello había algo más. Dragones.

No las criaturas que actualmente conocemos como dragones, no, sino seres que iban mucho más allá. Representaciones vivas del poder del propio mundo, energía que había tomado forma y conciencia, seres de gran inteligencia, pero con un incontenible impulso de liberar su poder, un poder capaz de provocar desastres que acababan con todo aquello que encontrasen en su camino, una indiscriminada destrucción que no diferenciaba entre criaturas individuales y enormes imperios… fuese lo que fuese que topasen, a su paso, nada quedaba, y aunque eran conscientes de que si continuaban así acabarían por erradicarlo todo, eran incapaces de contenerse por sí mismos durante mucho tiempo. Hasta que los dioses intervinieron.

Desgarraron sus espíritus, cortaron sus almas y destrozaron su cuerpo hasta extraerles casi todo aquel poder, y lo que quedó tras eso, fueron los actuales dragones, poderosos, sin duda, pero con solo una mera fracción del poder y apenas vestigios del ansia  de liberarlo que habían tenido los Dragones Ancestrales, de los cuales solo quedaban los nuevos dragones… y el Poder. El Poder extraído de ellos por los dioses, un poder que no podían destruir sin dañar el mundo que habían creado, pues era parte de él, ni tampoco devolvérselo, pues tarde o temprano, volvería a tomar nueva forma. Por ello, dado que ninguna de esas opciones era viable, solo quedaba una posible solución: sellarlo.

El Poder extraído de cada Dragón Ancestral fue confinado en forma de gema y sellado por  los dioses, cada uno de los cuales lo hizo en un punto distinto. En el interior de volcanes inextinguibles, sumergidas en profundas simas oceánicas, en lo alto de gigantescas montañas, enterradas en lo profundo de la tierra, todas fueron selladas… aunque no todas lo permanecieron. Pasaron siglos, milenios e incluso más, y algunas fueron encontradas, extraídas como simples gemas, con la diferencia de que parte de su voluntad permanecía en ellas. Una voluntad dormida, aletargada, incapaz de afectar de forma consciente a quienes se encontraban a su alrededor, enviando simples sueños a sus mentes, inspirándoles adoración en base a las imágenes y escenas que a ellos enviaba, como si se tratase de la mente de un dios dormido, influenciaban a quienes se les acercaban sin tan siquiera ser conscientes de ellos. A su alrededor se construían religiones y se alzaban templos, aunque con el tiempo siempre volvían a caer en el olvido, y permanecían allí, durmiendo, esperando que alguien las volviese a encontrar. Alguien cuya presencia las pudiese despertar, alguien con quien pudiesen formar un vínculo, alguien a través de quien volver a liberar el Poder. Pero eso nunca había pasado… ¿o sí?

 

No sabía cuánto tiempo había permanecido allí, en trance, mientras mi mente asimilaba toda la información que había en el mural, toda ella y mucho más como si algo en mi interior la conociese y hubiese usado el mural como punto de partida para mostrármelo. Algo en mi interior que parecía crecer, una fuerza, una voluntad hecha poder, un poder hecho voluntad, una voz que me susurraba en mi mente palabras que no llegaba a entender, pero que al mismo tiempo era capaz de comprender. Algo que acechaba en mi interior, aguardando el momento de liberarse. Algo con lo que me encontraba en perfecta sintonía en ese momento… momento en el cual otra voz llegó a mí a la vez que alguien o algo se pegaba a mí, con firmeza y suavidad, con ardiente frialdad. Y su contacto rompió el trance. Y con el trance, algo más se rompió en mí… o tal vez fui yo mismo el que me rompí en mil pedazos, dejando el camino libre para la liberación de ese algo.

Estallé. O mí alrededor estalló. O lo hice estallar. Porque quería. De manera inconsciente. Porque allí me sentía encerrado. Porque llevaba una eternidad encerrado. Porque ansiaba liberarme. Liberar lo que portaba en mi interior. Liberar algo más antiguo que yo. Me alcé. Apoyé mis manos, mis garras en las rocas, las ruinas del lugar donde me encontraba. Libre. Al fin. Pero por poco tiempo. Lo sabía, lo sentía. No me importaba. Libre.

 

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Fuego. Viento. Una tormenta. Absoluta libertad. Completa destrucción. Imágenes inconexas, fragmentos de sueños sin sentido llenaron mi mente al despertar. A lo lejos veía las montañas donde el templo se encontraba. Cuantos días habían pasado. No lo sabía. Que había sucedido. Lo desconocía. En el templo había averiguado algo, lo sentía. Algo relacionado con el origen, un mural, figuras, dragones, poder… las imágenes se escurrían de mi mente, el significado se disolvía como el humo. Sabía que algo había pasado. Debía averiguar el que. Y además estaba aquello. Aquello que no estaba relacionado con lo otro… o tal vez sí. Una voz, sin palabras, sin rostro, solo el sonido de una voz, que había quedado grabado en mi mente.

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20/11/2017, 10:42
Alai

Y ahora las ideas

Compañero: Semnielfo/a que sobrevivió a uno de los ataques de lo que quiera que posee al pj. Sus padres la encerraron en el sotano, la casa se derrumbó y quedó enterrada durante varios dias antes de salir gracias a que "alguien" pasaba por allí y la pudo rescatar, dejandola más tarde en un orfanato (o similar) en la primera ciudad a la que llegaron. Dispuesto/a a encontrar a lo que sea que mató a sus padres, ha dedicado su vida a entrenarse para cazar y acabar con monstruos. Tras años tras la pista de rumores y desastres, dio con mi pj, y tras un tiempo, averiguó que él "era el culpable". También, tras varios intentos de acabar con él, e ir viendo que había cosas que no cuadraban, mi pj le diría lo que sabe de lo que le pasa, razón por la que ahora viajan juntos. Odia a mi pj y quiere matarle, pero es consciente de que no es posible y que para lograrlo primero tienen que averiguar que es lo que le posee y acabar con la maldición/lo que sea. Por otra parte, tb se compadece de mi pj pq sabe que en el fondo lo sucedido no es culpa suya, pero que a pesar de ello tiene que soportar las consecuencias y vivir con ello

Por que semielfo/a? Básicamente pq me gusta la opcón de que se haya tenido que pasar muchos años trar la pista del pj, pero que siga siendo "joven", pero para el papel, elfos y enanos no me convencian

Habilidades: Se ha especializado en dar caza a monstruos (lo que en teoría mató a sus padres), por lo que sería distro acechando, siguiendo rastros, con el sigilo y demás aparte del aspecto de combate, que sería al menos, decente

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20/11/2017, 11:02
Director

Me gusta la idea. Sobrevivir en un pais arrasado, solo y a corta edad puede endurecer a cualquiera.

En cuanto a chico o chica, mmm... Casi prefiero que sean la parejita, aunque con el tiempo pueda dar lugar a situaciones incómodas, también son salsilla para la partida.

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20/11/2017, 11:04
Alai

Me parece bien...

Por otro lado, quien crees tu que podría haber estado andando por una zona recién arrasada y salvado a una niña enterrada bajo una casa?

Evidentemente, ninguno sería consciente de eso
 

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20/11/2017, 11:07
Director

Probablemente el propio Portador. La niña quedó en el sótano bodega, por lo que pudo comer y beber durante dias hasta que el Portador escuchó llantos en medio del mortal silencio. Era demasiado pequeña como para recordarle bien para cuando se reencontraron, pero el protador, por la historia que le cuenta, sabe que es la misma niña.

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20/11/2017, 11:16
Alai

Exactamente... y cierto lo del portador, si no lo sabe, al menos tiene serias sospechas

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21/11/2017, 09:47
Astrid

Le acabas de salvar el ojo a Astrid, que lo sepas.

 

Astrid fue recogida a muy corta edad, (Unos cinco años humanos) por el Portador, después de que la capital resultara arrasada y enviada a un orfanato donde según cuenta no era bien tratada por algunos de los funcionarios, que la veían como 'la única especialita' en un orfanato lleno de humanos. Tenía un nombre élfico, pero allí le dieron uno humano, y ya no recuerda su nombre original

A la edad de 18 años, unos 14 o 15 años humanos, se escapó del orfanato, habiendo robado algún dinero, para nunca volver. Estuvo malviviendo haciendo trabajos pesados o humillantes y haciéndose fuerte (Aunque nunca lo ha reconocido y no es sensato tocarle el tema, es probable que en alguna ocasión le haya tocado vender su cuerpo para subsistir) hasta que logró hacerse porteadora de un grupo de cazadores de monstruos que se iba a adentrar en un bosque que ella medio conocía por haber estado haciendo precisamente de porteadora para cazadores 'normales'

Tras aquél trabajo, se comenzó a interesar por aquella vida. Durante un tiempo fue guía por aquél bosque, y terminó formando parte de una de las bandas, quienes le enseñaron lo que ahora sabe.

Es triste ver que una joven tan bella es tan amargada y agria de carácter. Es muy difícil ver sonreír a Astrid, quien solo encuentra algo de paz (Que no felicidad) en entornos naturales, y es de ira rápida y espíritu solitario. Desde que se cree capacitada, se ha dedicado a buscar información sobre la Bestia que destruyó la Capital, habiendo llegado al lado del Portador, tras descubrir que fue un antiguo oficial de aquella época.

El Portador la reconoció cuando le explicó la historia, pero ella no le reconoció a él, y nada mejor se le ocurrió que decir a la joven que juntos buscarían respuestas mientras viajaban de un lugar a otro.

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22/11/2017, 01:30
Alai

Historia Astrid opción 2

Astrid, aunque no se llamaba así en esa época, era una niña normal, una semielfa que vivía en una casa a las afueras de un pequeño pueblo junto a su padres, antiguos aventureros que tras conocerse, se enamoraron y decidieron retirarse, comprando aquella casa con los ahorros de una vida llena de aventuras y peligros… claro que eso era algo que ella desconocía. Su vida había seguido un rumbo completamente normal de no haber sido por ese incidentePersonas comunes y corrientes, deseando una vida tranquila y lejos de los reclutamientos forzosos del Imperio

Tendría 4 o 5 años cuando despertó en plena noche entre los gritos de sus padres. Apenas recuerda nada de esa noche, tan solo oscuridad y miedo, no solo por lo que sucedía, sino por algo más que no podía explicar, sólo sabía que algo en esa noche, algo que ni tan siquiera llegó a ver, la aterrorizó por completo. Recuerda que sus padres la sacaron de la cama, llevándola al sótano y encerrándola en él, sin hacer caso a sus gritos, dejándola sola en la oscuridad para ir a enfrentarse a lo que fuese que había fuera. Recuerda los gritos, los suyos propios y los de sus padres, el ruido de algo rompiéndose, algo enorme… y luego el silencio. No sabe cuánto tiempo pasó en aquella oscuridad, cuanto hasta que se atrevió a intentar salir, cuanto desde que descubrió que estaba encerrada. ¿Días? ¿Semanas? Lo cierto es que a ella la parecieron años hasta que, un día, escuchó ruidos fuera y tras un rato, alguien abrió la puerta retiró los cascotes, liberándola de su propio sótano. Era un hombre, aunque tras tanto tiempo en la oscuridad, y con la luz a la espalda de este, lo cierto es que apenas pudo distinguir su silueta. La mezcla de alivio por haber sido encontrada y miedo por ser un extraño el que lo hizo fueron demasiado para su joven mente. Lo siguiente que recuerda es despertar en un orfanato a varios kilómetros de su casa, donde su salvador, un humano de aspecto cansado y no más de 30 años por lo que le dijeron, la había dejado. No dijo su nombre ni su origen ni el motivo del viaje que le había llevado a encontrarla, y se marchó una vez el orfanato se hizo cargo de ella.

Su vida en el orfanato no fue difícil, primero porque ser la única no humana entre niños humanos nunca era fácil, y los niños, a pesar de la creencia común, pueden ser bastante crueles con quienes son distintos, pero es que además de eso, a causa del shock sufrido, estuvo casi dos años sin decir palabra alguna establecer lazos con nadie, lo que desde luego no ayudaba a su integración. Tenía unos 6 o 7 años cuando volvió a empezar a hablar, motivada por una conversación casual entre dos cuidadores, una en la que hablaba como un monstruo había atacado un pequeño pueblo cercano. Aunque evidentemente dicho ataque no tenía nada que ver con el que había acabado con sus padres (y que después supo había arrasado varios pueblos), la similitud en su mente la hizo reaccionar. Recordó que lo que quiera que hubiese acabado con la vida de sus padres, debía seguir por allí fuera, y en su todavía infantil mente se formaron dos propósitos que la guiarían el resto de su vida: dar caza a lo que mató a sus padres e impedir que otros acabaran como ella.

Adoptó como propio el nombre que le habían puesto en el orfanato al no conseguir uno de ella habérsele permitido usar el propio al ser un nombre élfico, pues al fin y al cabo, hacía ya mucho que no era aquella niña y se obsesionó con lo único que podía ayudarla a alcanzar sus objetivos: ser fuerte. Empezó a trabajar en todo aquello que podía y con apenas 15 años escapó del orfanato para unirse a una caravana, pensando que sería la mejor forma de aprender lo que necesitaba. Por desgracia, el mundo suele ser más duro de lo que una niña o adolescente piensa, y aquello acabó con ella en una ciudad extraña donde no conocía a nadie, sin apenas medios para subsistir y ninguna forma de regresar. Malvivió durante años, haciendo todo tipo de trabajos por pesados, desagradables o humillantes que fuesen, y posiblemente también necesitó robar o incluso vender su cuerpo en más de una ocasión, aunque eso es algo que nadie se ha atrevido a sugerir, al menos donde pueda escucharla. Aquella época indudablemente la fortaleció, pero también la endureció en extremo, y si había quedado algo de la niña que perdió su hogar cuando llegó a aquella ciudad, cuando con unos 20 18 años la abandonó, desde luego ya no quedaba nada.

Con 20 18 años, un golpe de suerte le permitió salir de las calles y al mismo tiempo volver a enfocarse en su objetivo: fue contratada, por una mísera cantidad, eso sí, como porteadora de un grupo de cazadores, donde su facilidad para aprender y su disposición a trabajar sin quejarse, consiguieron que aquel fuese tan solo el primero de sus contratos. Viajó con diversos grupos de cazadores, primero como porteadora, luego ayudante y finalmente como miembro de expediciones, pasó a unirse a cazadores de monstruos y en menos de 5 años se convirtió en una de las mejores de la zona. Siendo ya autosuficiente y habiendo aprendido todo lo que podía allí, empezó a viajar a tierras remotas, a buscar mejores cazadores para aprender de ellos… pero sobre todo, empezó a buscar el rastro de lo que había truncado su vida, buscando historias y escuchando rumores hasta que dio con el único que tenía sentido: La Maldición de Andor, una calamidad errante que atacaba sin previo aviso ni motivo aparente para volver a desaparecer con la misma rapidez con la que había aparecido.

El Gran Reino de Andor, otrora una de las grandes potencias militares de la que ahora tan solo quedaban ruinas y tierras desoladas. Aunque nadie sabía el motivo exacto de la destrucción del reino, , las historias contaban que, en sus ansias expansionistas, los ejércitos de Andor habían despertado algún tipo de ser/poder/maldición que había acabado por completo con el reino en escasos días, matando a su gente,  destruyendo sus pueblos y ciudades, desolando la tierra sobre la que se asentaban. Por desgracia, y aunque hacía más de casi medio siglo de aquello, desde entonces, estallidos de destrucción similares se habían ido sucediendo, al principio solo dentro de las fronteras del antiguo reino y de manera bastante continua (motivo por el cual mucha gente consideraba aquella tierra como maldita y aunque en los últimos años los países vecinos habían empezado a anexionarse las zonas cercanas a sus fronteras, la mayoría seguía siendo una tierra sin ley, guarida de gran cantidad de monstruos y refugio para desterrados, proscritos y criminales de todo tipo), y con los años, espaciándose en el tiempo y alejándose de dicha tierra. El último, en una zona no demasiado habitada, con tan solo unos pocos pueblos en ella, y de eso hacía unos 20 años… la destrucción de su hogar.

5 años estuvo vagando detrás de pistas vagas, de rumores oídos en posadas, de historias contadas junto al fuego, de cuentos de viejas y en definitiva, de cualquier brizna de información que pudiese ayudarla. Por desgracia, nadie había visto lo que quiera que fuese aquella calamidad y vivido para contarlo… aunque en más de una ocasión, la gente había visto un hombre salir de zonas devastadas poco después de que ocurriese. En otras ocasiones, se hablaba de un vagabundo, de un extranjero que llegaba a la zona antes de que nada sucediese. Y en el resto, nadie había visto a nadie ni antes ni después, aunque aquello bien podía no significar nada al parecer a menudo las tierras arrasadas por la Bestia habían sido objetivo de ataques de monstruos. ¿Un avatar de un dios de los monstruos, quizá? Casi todo eran especulaciones. ¿Era aquel hombre un heraldo de la Maldición? ¿O le seguía el rastro como ella intentaba hacer? Fuese como fuese, debía encontrar a aquel hombre, si es que realmente existía… y lo hizo, aunque si fue por casualidad, o a causa del destino, nadie lo sabe.

El encuentro fue fortuito y en un principio, ninguno sabía quién era el otro. Era una fría noche de invierno, una en la que una potente tormenta obligó a Astrid a buscar refugio en una pequeña cueva… la cual, como no tardó en descubrir, no estaba vacía. En ella se encontraba un humano de expresión casi salvaje al verla, aunque no debía tener más de 35 años, a juzgar por su aspecto, puede que menos. Aunque obligados a permanecer juntos, lo cierto era que ninguno de los dos parecía fiarse del otro, ni tampoco tenían necesidad de hablar para llenar el silencio, así que permanecieron cada uno en su parte de la cueva y sin perder de vista al otro. Sin embargo, la llegada del día no vino acompañada de una mejora de las condiciones, sino que la tormenta incluso empeoró, por lo que Astrid decidió aprovechar para preguntar sobre si aquel hombre había oído algo de la Maldición o algo que se le pareciese. Aquello pareció captar la atención del hombre, aunque aparte del interés, Astrid también creyó ver un atisbo de miedo que desapareció rápidamente. Según le dijo, no había visto nada similar nunca, pues él se encontraba buscando un antiguo templo abandonado que se suponía había en aquella zona, pero que hacía unas semanas un buhonero le había hablado de algo similar ocurrido en un lejano país del este. La tormenta tardó todo el día en arreciar, tiempo en el cual el hombre aprovechó para preguntar por el motivo de la búsqueda de Astrid… y de nuevo, al contestar, esta pareció ver en el rostro del hombre un atisbo de algo que esta vez no era miedo, sino culpa, pero que de nuevo, apenas duró un instante.

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24/11/2017, 13:45
Alai

Sham’anam, Perseguidor a la Oscuridad. Tar’aiel, el Cazador Inmortal. Thua’thim el Errante Eterno. Shao’don, el Fantasma de Andor. Personajes recurrentes en cuentos de niños e historias junto al fuego, personajes que aparecen brevemente y de los que apenas se sabe nada. Pocos saben en realidad que esos nombres son reales… y que todos se refieren al mismo hombre. Un hombre al que también se le ha dado otro nombre, aunque la gente crea que es el nombre de un monstruo, los efectos de alguna magia oscura, un castigo divino incluso… La Maldición de Andor. Y sin embargo, todo se refiere a quien una vez no fue más que simple hombre, y que en realidad sigue siéndolo, un hombre al menos… aunque para nada simple.

Él era un hombre normal, un ciudadano del Gran Imperio de Andor cuando su esplendor y poderío estaban en su punto álgido… aunque también sus políticas y pensamientos más discriminatorias con quienes no pertenecían a él. Y habiendo nacido en una tierra que apenas hacia dos o tres generaciones que formaba el imperio, aquel hombre a quien no era sino un mero ciudadano de segunda, con escasas oportunidades de poder prosperar en un imperio donde se daba gran importancia al pasado familiar de cada uno. A pesar de ello, tal vez hubiese podido vivir en paz junto a los suyos, pues su vida, aunque dura, le daba las oportunidades necesarias para vivir de manera sencilla, pero por desgracia, esa opción le fue vedada de forma prematura, pues las tierras en las que vivía fueron afectadas por una corta pero intensa plaga, y aunque su aldea se encontraba algo alejada del punto donde se originó, eso no impidió que la enfermedad llegase hasta ella, y como muchas otras familias, la suya se vio afectada. Cuando la plaga fue vencida, casi la mitad de los habitantes de la aldea habían muerto, y aunque él sobrevivió, el resto de su familia no lo logró. Huérfano y con apenas once años de edad, sus oportunidades de sobrevivir si se quedaba eran escasas por no decir nulas, así que hizo lo único que podía.

En un imperio con políticas tan militaristas, la necesidad de su inmenso ejército de contar con nuevas incorporaciones era una constante realidad, por lo que reclutadores recorrían constantemente pueblos y aldeas en busca de nuevos reclutas, en especial aquellas pobres o que habían sufrido alguna tragedia, puesto que servir en el ejército era una de las pocas formas que la gente de aquellas zonas tenia de prosperar en el imperio ya que tras licenciarse, se les otorgaba el estatus de ciudadano de pleno derecho… si sobrevivían, claro. El niño de quien hablamos, no fue el único de la aldea que se marchó con el reclutador cuando este pasó por la aldea. Poco se puede decir de esta época de su vida, pues fue como la de cualquier otra persona que se encontrase en una situación similar. Sin ninguna opción más que el ejército, se entregó por completo al entrenamiento al que fue sometido, aprendiendo todo lo que le enseñaban. Dominó, como era común en el ejercito andoriano, el uso de la espada bastarda, con y sin escudo, ´por supuesto sin descuidar por ello su entrenamiento con otras armas, todo ello tanto luchando en solitario como en formación. Aprendió el uso y funcionamiento de las diversas formaciones que utilizaba el imperio, así como conceptos básicos de sus tácticas militares… un entrenamiento extenso y extensivo, es cierto, pero el poderío militar del imperio no se fundamentaba únicamente en el gran número de soldados que poseía, sino también en su elevada calidad. Y cuando con 17 años finalizó su entrenamiento, fue destinado a una de las muchas legiones que componían el ejército.

Su estancia en el ejército apenas tiene nada que destacar, pues se conformó básicamente de maniobras y algunas pocas escaramuzas… hasta que las primeras consecuencias de lo que más tarde se conocería como el Error de Lamat… al menos durante el tiempo en el que aún había alguien con vida que lo recordaba. Lamat era uno de los consejeros militares del emperador, y quien propuso la incorporación del reino de Rah al imperio mediante una campaña militar, pues a pesar de carecer realmente de valor, lo consideraba como una buena forma de mantener en forma a las tropas, ya que hacía años desde la última campaña… y además, consideraba que la negativa de dicho reino a reconocer la autoridad del imperio sobre ellos, era un insulto y poco menos que una herejía. Las tropas marcharon, las llegaron a la isla y procedieron a conquistarla. Los escasos informes que aún quedan de aquella época dicen que a pesar de que progresaba más lentamente de lo esperado a causa del terreno y la ferocidad de los habitantes del reino, la campaña marchaba sin mayores problemas… hasta que un día, los informes dejaron de llegar, sin que nadie supiese por qué. Pasaron dos meses antes de que volviesen a tener noticias, y estas llegaron en forma de la flota que había llevado a las legiones a la isla, que volvía a las costas del imperio, aunque con una pequeña diferencia que no conocerían hasta que tomaron tierra. Las legiones volvían a casa, pero lo hacían en forma de un ejército de no muertos que rápidamente atacó al pequeño contingente que los esperaba para reclamar explicaciones por su silencio, acabando con ellos con facilidad y rapidez, casi la misma que les costó incorporarlos a sus filas. Cuando la noticia llegó a la cúpula del ejército, fue contundente, pero no descuidada. Reunieron gran pare de sus ejércitos en una zona segura, colocando el resto en la retaguardia para enviarlos según fuese necesario, abandonando de momento las tierras a las que el ejército de cadáveres había llegado. La idea era atraerlos hasta donde los magos y sacerdotes pudiesen destruirlos, evitando que volviesen a alzarse y que incorporasen los cuerpos de los soldados que derrotasen en la batalla a sus filas, acabando con la amenaza de la manera más rápida posible. Y plan simple, pero no por ello menos eficaz. No funcionó.

No sabemos si los magos y sacerdotes sobreestimaron sus capacidades o si el número de no muertos era demasiado elevado como para poder contenerlos mientras hacían su parte, aunque lo dudamos… lo más seguro es que, o bien alguna fuerza en el ejército no muerto contrarrestase los esfuerzos de los magos y sacerdotes del imperio, o bien los propios no muertos eran inmunes a los poderes de estos. Sea como fuese, lo importante es que fracasaron, el ejército del imperio se vio diezmado y obligado a retroceder mientras luchaban por sus vidas, y lograron escapar solo gracias al apoyo de los ejércitos de reserva que se habían mantenido en la retaguardia, con la mayoría de sus unidades formadas por soldados jóvenes e inexpertos… es en una de estas donde el  hombre del que trata esta historia servía. Tras la derrota y subsiguiente retirada, la lucha del ejército se centró en retrasar lo más posible las hordas de no muertos mientras los dirigentes del imperio intentaban encontrar una forma de acabar con ellos, o al menos, aliados que les ayudasen a luchar… pero cada nuevo intento de acabar con losno muertos fracasaba al igual que los anteriores, mientras que, a causa de la política militar que Andor había llevado durante años, los reinos y paises vecinos rehusaron ayudar al Imperio, considerando que pese a todo, vencería, pero que lo haría a un gran coste, lo que les permitiría tomar ventaja de su maltrecho estado y anexionarse sus tierras. Andor estaba solo... a pesar de lo cual, los soldados del Imperio seguían luchando, y nuestro hombre en concreto había sido puesto al mando de una de las pequeñas unidades de las que ahora se componía el ejército, unidades de no más de 20 lanzas que eran las que, evitando en lo posible la lucha, se encargaban de retrasar al enemigo. Esta situación se prolongó durante dos años, tiempo en el que, como tantos otros, aquel hombre, luchó, sangró y huyó incontables veces, sin lograr más que victorias pasajeras que no eran tales, y eso en el mejor de los casos. La horda avanzaba imparable y prácticamente había alcanzado la capital del imperio.

A causa de la política militar anterior, los vecinos rehusaron ayudar al imperio de Andor, considerando que pese a todo, vencería maltrecho y podrían repartirse más tarde los restos del imperio, Andor estaba solo.

Fue en este tiempo, en una de estas batallas, cuando el hombre que más tarde recibiría todos esos nombres, perseguido por un contingente de la horda demasiado grande como para ser combatido por su unidad, se vio obligado a retirarse a unas antiguas ruinas, intentando usarlas en su beneficio para, al menos, lograr que el mayor número de ellos escapasen con vida… aunque sabía que eso era poco probable. Por suerte o por desgracia, nunca supo si lo hubiese podido lograr, pues cuando los no muertos les alcanzaron y comenzaron a luchar en las ruinas, un temblor las sacudió, derribando varias columnas y edificios, así como también abriendo el suelo a sus pies. Cuando volvió a abrir los ojos, se encontraba en una gran sala, vacía a excepción de unn enorme monolito grabado de un neggro absoluno que parecía emitir una mortecina luz grisácea, algo que tal vez le hubiese intrigado en otro momento, pero no ahora. Al fin y al cabo, no era el único en la sala, aunque si el único vivo, pues más de dos docenas de no muertos habían caído con él. Sin escapatoria posible, se resignó a morir luchando, y aunque logró derribar a varios fue obligado a retroceder hasta que su espalda topó con la estatua. Iba a morir, lo sabía, pues incluso los que había derribado, no tardarían en alzarse. En ese momento, noto un temblor a su espalda, aunque su mente lo achacó al precario estado en el que se encontraba… hasta que una sombra que pareció cubrir toda la sala se abalanzó sobre él y los no muertos… al final, se le había acabado la suerte.

Tiempo después, despertó, aunque no pensaba que volvería a hacerlo, y no muertos que le habían rodeado se encontraban esparcidos por el suelo de la sala, y no parecía que fuesen a volver a alzarse… aunque ignoraba como lo sabía, así como tampoco como había logrado sobrevivir. Solo sabía que se encontraba ileso, que la estatua que había tenido a su espalda se había convertido en polvo y que de alguna forma llevaba un extraño brazalete en su brazo derecho que parecía arderle. En otro momento su mente se había llenado de preguntas, pero en ese momento, su prioridad era salir de allí y encontrar a sus hombres. Puede que la suerte no se le hubiese acabado aun, pero mejor no tentar a la Dama Fortuna. Tuvo que recorrer diversos túneles durante lo que le parecieron varias horas antes de dar con uno que le permitiese subir a la superficie y salir de allí, y cuando lo logró, ya era de noche y no había rastro ni de sus hombres ni de los no muertos que los habían atacado. Encontrándose solo y sin recursos tras las líneas enemigas, hizo lo único que podía, poner rumbo a la capital, donde el ejército del imperio, o al menos, lo que quedaba de él, debía estar reagrupándose. Tal vez sus hombres estarían allí. Tal vez los hechiceros del imperio habrían encontrado al fin una solución. Era una esperanza remota, pero poco más podría hacer… al menos allí habría una posibilidad de sobrevivir. Llegar hasta las líneas del frente le llevó casi una semana, durante la cual, casi sin comida ni bebida, pasó gran parte del tiempo escondiéndose para evitar cualquier combate con los no muertos con los que se topaba.

Despertó en una improvisada enfermería, rodeado de multitud de soldados que se recuperaban de sus heridas. Al parecer, no se había encontrado ninguna solución, por lo que antes de retirarse, el ejército tendría que detener a los no muertos el tiempo suficiente como para evacuar la capital, razón por la que las tropas se estaban reuniendo. Habiendo sufrido tan solo una ligera desnutrición, fue rápidamente dado de alta y asignado a un batallón, pues al parecer, sus hombres no habían regresado. Tres días después, el ejército enemigo llegó. La batalla se prolongó día y noche, y nuevamente otro día, con el ejército imperial resistiendo todo lo posible y mientras que los no muertos llegaban sin cesar en ingente número. Y como muchos otros, el protagonista de esta historia luchaba sin descanso durante horas, relevado junto a su pelotón ocasionalmente por otros pelotones para permitir  que descansasen y pudiesen seguir luchando… aunque a medida que los hombres caían, estos relevos eran cada vez eran menos escasos. Y durante una de estas batallas, fue derribado, vio como la hoja de un enemigo caía sobre él y supo que esta vez moriría. Pero no lo hizo, pues la hoja enemiga se quebró al impactar contra una armadura que sin saber cómo, ahora llevaba puesta. Sin tiempo a pensar en cómo o porqué, descargó un golpe contra el no muerto, golpe que lo destrozó por completo. Se levantó sintiéndose más fuerte y poderoso que nunca, y se lanzó contra la horda. Con cada golpe que daba, un no muerto caía y extrañamente, no volvía a levantarse, mientras que los ataques de estos que lograban alcanzarle no le afectaban en absoluto. Su impulso abrió brecha en las filas enemigas, y viendo la oportunidad, las tropas a su alrededor aprovecharon al ventaja. Por desgracia, y a pesar de que a cada momento que pasaba seguía aumentando su poder, las hordas enemigas parecían no acabar nunca.

Llegó un punto en el que su poder sobrepasó por mucho el de un simple hombre. El impacto de cada golpe derribaba ya no a uno, sino a decenas de enemigos, pero siempre había más que ocupaban su lugar. En enemigo lanzó contra él bestias no muertas, engendros producto de la mezcla de animales y hombres, monstruos que habían tenido la mala suerte de toparse con la horda y que se habían incorporado a ella tras su muerte se lanzaron hacia él, a lo que respondió con rayos de energía que surgían de su espalda, enfrentándose a poderosas bestias como estirges, arpías, wyverns e incluso algún dragón. No pensaba en la razón de sus capacidades, tan solo en la lucha que le permitía utilizar el poder que sentía en su interior, el cual que crecía a pasos agigantados. Los soldados que en un principio le habían seguido, habían desaparecido hacía tiempo, bien muertos u obligados a huir al ser superados por los seres que la horda mandaba para enfrentarse a la amenaza que suponía ese hombre que casi había dejado de serlo, o bien victimas del inconsciente poder que liberaba aquel a quien habían seguido. Pero él no se percataba de ello, luchaba sin saber si llevaba haciéndolo varios días o tan solo unos minutos, liberando cada vez más poder… hasta que en un momento dado, lo liberó todo. Lo que pasó después, nunca lo supo a ciencia cierta, aunque no era difícil de imaginar.

Despertó rodeado de cuerpos que se extendían hasta donde alcanzaba la vista, la inmensa mayoría pertenecientes a la horda de no muertos, ninguno de los cuales mostraba signos de poder alzarse nuevamente… por desgracia, y conforme se acercaba a la capital, el número de cuerpos del ejército imperial aumentaba, muchos de ellos víctimas de la horda a juzgar por su posición, pero cada vez más, cuerpos de soldados que habían caído lejos del frente. Ni un alma parecía haber sobrevivido, a lo que pasó, y al acercarse, vio como la propia capital se encontraba en ruinas, con daños que difícilmente un ejército hubiese podido causar y con el hedor de la muerte emanando de sus calles. Con cada paso que daba, veía más y más muerte, familias de civiles que no habían logrado escapar, sequitos de nobles a quienes la desgracia había alcanzado antes de poder huir e incluso al mismísimo emperador, muerto junto al resto de la familia imperial y los caballeros que la protegían como cualquier otra persona… y de algún modo sabía que la culpa de todo aquello era suya. Tuvo que avanzar varias leguas hasta encontrar algún superviviente, pero cuando lo hizo, no tuvo el valor de ir con ellos. No podía arriesgarse a ir sin saber lo que había pasado. ¿Qué le había sucedido en aquellas ruinas? ¿Qué era aquel brazalete que llevaba desde entonces? ¿Cómo podía evitar volver a perder el control como sabía que lo había perdido en la batalla? ¿Cómo controlarlo para evitar causar algún mal?

Durante más de una década, vagó por las desoladas tierras que habían formado el imperio por el que un vez luchó, evitando a las pocas personas que con el tiempo se atrevieron a ingresar en ellas, forajidos y refugiados la mayoría. Volvió a las ruinas investigándolas a fondo en busca de respuestas, buscando ruinas similares cuando aprendió todo lo que podía de estas. Entrenó día y noche en controlar aquel poder, primero en solitario, luego enfrentándose a monstruos o bestias salvajes que habían prosperado tras la desaparición de la gente, siempre lejos de cualquiera a quien pudiese dañar. Logró empezar dominar las capacidades que el brazalete le proporcionaba, así como el impulso de liberar cada vez más poder al usarlas. Y no fue hasta que no lo logró que no planteo abandonar aquel lugar y viajar a tierras habitadas, aunque era algo que llevaba tiempo deseando hacer. En parte, porque a pesar de lo que había aprendido, muchas preguntas permanecían sin respuesta, así que si quería hallarlas, tendría que buscar en otro lugar, pero también porque ningún hombre puede que pueda ser considerado como tal puede provocar tal destrucción y no querer hacer lo posible por enmendarse.

Así que partió, dejando atrás aquella tierra desolada incluso tras el paso de toda una década, dejando enterrado en ella su pasado, su nombre y todo lo que había sido. Tomó el papel de un aventurero errante, de un cazador solitario, de un buscador de ruinas, de un mercenario sin rumbo. Tomó el nombre de Alai, un nombre común entre mercenarios, pues significa guerrero en la antigua lengua, puesto que al fin y al cabo, sea porque huyen de su origen o porque quieran labrarse un nuevo nombre, no son pocos los guerreros que ocultan su pasado. Viajó siempre en solitario, evitando usar el brazalete que tras tanto tiempo se había fundido a su ser y ahora parecía un tatuaje hecho sobre escarcificaciones que incluso crecían con el tiempo cuando no era estrictamente necesario o cuando había gente cerca, buscando viejos templos que pudiesen ayudarle a librarse de su maldición, acabando en su camino con cualquier monstruo, banda de bandidos o cualquier otro peligro que pudiese amenazar a gente inocente, luchando solo para no arriesgar las vidas de otros aunque eso significase ponerse él mismo en peligro… al fin y al cabo, debía pagar por el pecado que había cometido al acabar con la gente del imperio, pues aunque ello hubiese sido mientras detenía la horda de no muertos, eso no borraba el daño ni hacía menor su pecado.

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29/11/2017, 19:40
Alai

Para que no digas que ignoro B3...

Aviso, he empezado hoy a currar, y aunque el horario no es malo, posiblemente se resienta un poco el ritmo (o no, que bastante desastroso es ya), así que por si acaso aviso

XDDDD

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24/02/2018, 00:30
Alai

AVISO:

Mañana me voy a Zaragoza a jugar un partido y volveré el domingo al mediodía... y seguramente, lo siguiente que haga tras comer sea dormir xD Así que hasta el lunes no podré postear, por si acaso

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29/04/2018, 00:50
Alai

Aviso:

Este jueves me iré y estaré fuera todo el finde hasta el domingo noche, por lo que no podré postear esos dias... y espero haber posteado antes xD

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08/05/2018, 17:38
Alai

Bueno, ya he vuelto, y lo cierto es que a causa de lo sucedido este finde (estaba fuera con mi equipo en un sector para clasificarnos para el siguiente sector de la fase de ascenso), he de decir que, de nuevo, este finde volveré a ausentarme hasta el lunes-martes siguiente (ganamos los 3 partidos, así que nos clasificamos, deseadnos suerte)

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21/05/2018, 13:43
Director

Up!

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22/06/2018, 10:53
Director

En B2 y B3 jugamos solos y son posts mas cortos, sin megamapas triples ni cuadruples, así que en principio para ellas si que puedo ir tirando, si tienes tiempo. :P

(Que tengo mono de posteo XD)

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29/06/2018, 18:55
Alai

Yo tb, pero ultimamente estoy que no paro... en fin, mini post