Partida Rol por web

—Shhh, shhh, tranquilo Darío, estás bien, ya ha pasado.

Mientras los demás se dedican a registrar y seguir con la exploración, consoló al hombre, acariciándole la cabeza con pena. Estaba claro que al pícaro le estaba afectando todo aquello, y la maldición causada por el div no ayudaba para nada. Además, parecía que todas las criaturas que les salían al paso aquellos días, tenían una malsana fijación por él.

—Venga, te curaré. —Sacó la varita y, una vez más, la activó para que la magia rielara y sanara las heridas. Tras dos toques, los cortes y arañazos desaparecieron como si nunca hubieras existido—. Listo. Mucho mejor, ¿verdad?

Tras arreglar aquello, se acercó al botín que habían encontrado, con pergaminos e incluso una varita. Le brillaron los ojos nada más ver aquello.

—¿Puedo? —preguntó; al ver que nadie se lo negaba, se puso a mirar que tenía entre las manos, y a guardarse en la bandolera aquellos útiles para ella. También cogió la nueva varita y sonrió. ¡Si!—. Darío, acércate.

Eso hizo el especialista, y en cuanto lo tuvo a mano...

—¿Cómo te sientes? —preguntó tras sanar también el daño a su mente. Alegrándose que estaba bien, también hizo lo mismo con Nefertari, hasta que volvió a estar tan radiante como siempre.

Mientras las curaciones —físicas, mentales e incluso del alma— tienen lugar, Yash y Saethe se pegan a la puerta cerrada de esa habitación. Tras poner la oreja y no escuchar nada ninguno, revisan en busca de trampas, sin encontrar tampoco. De lo que si se dan cuenta, cuando intentan abrirla ligeramente para echar un vistazo, es de que, aunque el pomo gira, está atascada. Parece que si quieren ir por allí van a tener que dar un rodeo, en busca de otro camino, o tirarla abajo mediante la fuerza bruta.

Empujó la puerta varias veces sintiendo una rabia creciendo dentro suyo al dar con aquella barrera. No le gustaba encontrar este tipo de impedimentos pero optó por serenarse como le enseñaron en el templo. Le vinieron los recuerdos del tiempo pasado aprendiendo de manos de los clérigos de Sarenrae y con las emociones ahora bajo control se giró para volver a la sala central.

- Voy a las puertas dobles.

Antes de abrirlas tomaría las precauciones de siempre, fijándose en todos los detalles que pudieran descubrirle elementos ocultos.

Saethe se encogió de hombros al dar con la puerta atascada y siguió a Yash a través de las puertas dobles. Cuando lo alcanzó hizo lo mismo que el tiefling.

---Vaya, menudo incordio- digo mientras veo el intento fallido de la puerta- la otra llevaba a una serie de salas así que podemos ir por allí aunque primero estaria bien ver todas las opciones...- comento en voz alta como si tal cosa, total, mis compañeros estaban ya en ello, así que solo tenia que esperar...

Ratash ya se había encargado antes de entreabrir las puertas dobles y echar un ojo dentro —como os dijo, iban a dar a un corto pasillo con varias salas que desembocaba en una pequeña bañera excavada en el suelo, y con otro pasillo que, por posición, bien podría dar a parar a otra sala más abajo, puede que la que Saethe descubrió desde la entrada—, así que no encontráis trampas ni tampoco está cerrada. Podéis ir por ahí o volver al principio e ir por el pasillo que dejásteis.

Ya más recuperado de su tontuna y ñoñería, Darío se puso en su posición habitual detras de yash.

Al ver el pasillo asintió y señaló a la puerta que debería dar a la habitación que vio saethe.

Aunque ella no viera nada, podríamos entrar por las dos entradas a la vez para asegurarnos de que no haya emboscada alguna. Así si hubiera algún atacante, lo flanquearianos - susurró el muchacho por si había oídos indiscretos en las cercanías

-Vamos para adentro -les dijo la arquera al semiinfernal. Yo iré por el otro lado -dijo, alejándose.

Auren, contenta por ser de utilidad, ignoró los comentarios de sus nuevos compañeros, dedicándoles una sonrisa casi se podía decir que ingenua. - El amor no tiene fronteras, ni género, se puede querer de muchas formas, ¿verdad? Pero lo principal, es el respeto. - dijo de forma enigmática guiñándole el ojo a Ratash. 

Dispuesta a seguir adelante, y más ahora que sus compañeros se habían recuperado del todo, se mantuvo como hasta ahora, a la expectativa y vigilante. 

- Eh...¿alguien podría recordarme porqué estamos aquí? ¿Qué buscamos exactamente? ¿Tesoros en general o algo en concreto? Con todo éste follón y las heridas, me he perdido un poco. - dijo con un mohín casi infantil. 

Pudo ver el nuevo pasillo con varias puertas, el tiefling no tenía especial preferencia por el camino a seguir con tal de explorar lo máximo posible.

- Estamos revisando todo el templo y por lo que acabamos de leer aquí podría estar el Ojo del Erudito que busca la mano quemada, el otro grupo que parece llevarnos la delantera. Esos han debido de seguir por otro camino.

Le comentó a modo de resumen, las pruebas a las que se enfrentaban no eran fáciles pero Yash esperaba que ahora dieran con algunos tesoros más. Los sarenritas le habían preparado bien para controlar su violencia mas la codicia... lo cierto era que tenían que vivir de algo y mejorar su equipo de batalla.

Saethe se alej, de vuelta a la entrada y luego a la siguiente sala, dispuesta a seguir aquél plan que, si salía bien, ahorraría tiempo y sorpresas. Si sale mal, es probable que la arquera regrese corriendo o, directamente, no lo haga. En cualquier caso, la confianza era una necesidad, así que os quedáis a la espera.

A pesar de que sabes que la luz te puede delatar fácilmente, mantienes un paso lento y te mueves como un fantasma, evitando que el ruido ponga sobre aviso a posibles enemigos. Ir por tu cuenta a una sala inexplorada que solo has visto desde lejos es peligroso, pero confías en tus posibilidades de salir de la situación si esta se pone tensa.

Una serie de cubículos rodean un espacio central abierto, cada uno separado del área común por una cortina que cuelga de una barra sobre la puerta. Dentro de cada pequeño privado hay una cama y una taquilla, polvorientos pero en buen estado. La ropa de cama, en cambio, se ha podrido y ahora sirve de nido a ratones e insectos. No sabes que contienen las taquillas, tendrías que abrirlas por tu cuenta y riesgo.

En medio del espacio central hay otro cubículo, también con una cortina, aunque está echada y oculta el interior. Un mal olor parece provenir de ahí, aunque no hay indicios de amenaza.

Además de por el que has venido, otro pasillo parece ir a dar a la misma sala en la que tus compañeros esperan para entrar cuando vean que te acercas.

No pude evitar levantar la ceja ante el comentario de Auren y luego suelto una carcajada.

---¡Me gusta! Veo que alguien empieza a apreciar mi ingenio- digo mientras me rio y comienzo a "arreglarme" el pelo, cosa dificil porque este se movia con vida propia- Veo que todavia tengo posibilidade, al menos estos tienen mejor humor que nuestro anterior grupo...

Yash, que sigue observando desde la puerta, no tarda en discernir el característico brillo de la luz de Saethe por el otro pasillo, así que abre la puerta y entra en la nueva habitación, a tiempo para hacerlo a la vez que su compañera. Los demás vais tras él sin perder más tiempo.

Un corto pasillo conecta una piscina poco profunda y vacía al oeste con dos cubículos al este. Dentro de cada pequeño privado hay una cama y una taquilla, polvorientos pero en buen estado. La ropa de cama, en cambio, se ha podrido y ahora sirve de nido a ratones e insectos. Saethe se da cuenta de que los dormitorios son similares a los de la habitación anterior, pero un poco más grandes, por lo que debían de pertenecer a alguien más arriba en el escalafón de la iglesia.

Un banco de madera está atornillado al suelo en una pequeña alcoba al otro lado de la piscina, que en realidad es una bañera, con dos cadáveres en el fondo, en un intento por mantenerlos fuera de la vista. Uno es un montón de huesos desnudos y destrozados junto a los restos de una cimitarra rota; el otro es otro zombie prácticamente intacto.

Un conjunto de puertas de piedra marcadas con jeroglíficos se encuentra al norte.

Saethe, viendo que, en principio, parece que todo está despejado, se acerca a la puerta de la que sale aquel hedor tan horrible. Por un lado quería registrar las "taquillas" pero por otro sabía que debían investigar también aquella peste. Podían ser tranquilamente más muertos vivientes o algo así.

La monje esperó a que los demás acudieran para respaldarla si había combate.

-Me temo que habría que abrir aquí.

Una serie de cubículos rodean un espacio central abierto, cada uno separado del área común por una cortina que cuelga de una barra sobre la puerta. Dentro de cada pequeño privado hay una cama y una taquilla, polvorientos pero en buen estado. La ropa de cama, en cambio, se ha podrido y ahora sirve de nido a ratones e insectos. 

En medio del espacio central hay otro cubículo, también con una cortina, aunque está echada y oculta el interior. Un mal olor, a descomposición, parece provenir de ahí, aunque no hay indicios de amenaza.

Nefertari había estado esperando en todo momento. No había hablado mucho, únicamente para agradecer a Auren su curación y, después, recordar a la clérigo que estaban allí en calidad de exploradores y caza-tesoros, pero que parecía que allí se escondía algo más valioso de lo habitual: Yash pensaba que se trataba de un artefacto llamado el Ojo del Erudito, pero ella no estaba tan segura de que eso no fuera simplemente como se llamaba el lugar; no en vano, a Nethys le llamaban el "Ojo que todo lo veía", así que no era de extrañar que variantes de ese título dieran nombre a sus templos. Fuera como fuera, allí había algo y querían recuperarlo, por delante de la Mano Quemada.

Cuando abrieron finalmente la puerta, entró con el resto, uniéndose otra vez a Saethe. La arquera decía haber encontrado algo más atrás, un pequeño cubículo que olía a descomposición, y les animó a acompañarla, por si había pelea.

—Esperad —pidió a sus compañeros.

La paladina, que dese dónde estaba veía bien, se mantuvo atrás y prefirió usar sus poderes para detectar el mal en aquellas habitaciones, no fuera a haber alguna sorpresa desagradable. Se concentró y recorrió todo cuanto era capaz de observar, hasta que finalmente el brillo de sus ojos se apagó.

—No parece que haya ningún mal por aquí. Y ahí tampoco —dijo señalando el cuartucho al que se dirigían.

Aún así, mantuvo la cimitarra desenvainada; las criaturas intrínsecamente viles no eran las únicas amenazas.

Habían encontrado varios lugares de interés. La sala cerrada seguía cerrada y ahora Yash empezaba a pensar que era por donde había pasado la mano quemada. Solo que ellos no podían salir sin que les escucharan así que no tenían porqué ir corriendo. El oráculo prefirió concentrarse en la piscina, en los dos cuerpos que habían bajo el agua, en busca de auras mágicas gracias al uso de una de sus oraciones. Apuntaba con la palma abierta hacia abajo a la vez que musitaba lo que hacía pensar que estaba realizando magia.

Darío entro detras de Yash pero al ver las camas y las taquillas se dirigió a ellas con el brillo en los ojos de un niño pequeño. Examinó con cuidado las habitaciones y las taquillas en busca de trampas o más sorpresas desagradables como papeles asesinos o cajones rompemuñecas.

Al oír la sugerencia de saethe se negó en rotundo.

No. Ahí huele muy mal. Es como cuando dejas la comida al sol y la rebozas en la caca de algún coyote.