Partida Rol por web

La Mascara del Ladrón

Libro 1: Prologo

Cargando editor
10/12/2015, 15:39
Narrador

Jassut, no había para mi “mujer” más importante en la vida, amaba esa aldea, amaba a sus gentes, mis hermanos. Amaba a nuestro líder que como un padre extendía sus brazos para protegernos a todos. Sufro al pensar que sus hijos destruimos lo que Nkosi creó…

***

3 Meses antes

La noche a orillas del Imoeth era tranquila. Sus aguas, oscurecidas por la ausencia de luna, seguían su curso plácidamente sin perturbar el sueño de los habitantes de la aldea.

La noche también era silenciosa. El viento estaba calmo y no hacia demasiado frío, como le correspondía a una noche de verano. Esto y el calor que habían retenido los ladrillos de adobe durante todo el día hacia que fuera agradable estar en el interior. Facilitando asi el sueño de muchos.

Era tarde y todo estaba en calma, pero solo en apariencia. Las cosas no habían estado bien últimamente en Jassut: Hacia solo un mes que Nkosi había muerto por el veneno de un ciempiés gigante del desierto, una cría. Ziya como si de un rey se tratara, se había autonombrado líder de la banda, sin que nadie se lo impidiera tampoco. Y si por esto no fuera suficiente trágico, el chico había dejado de lado su comportamiento temperamental para dar paso a uno más huraño, apartándose incluso de su propia hermana, juntándose únicamente con un pequeño grupito de entre los solteros a los cuales, por cierto, les había concedido los pocos trabajos que habían salido ese mes. Algo que no hacía más que alimentar la tensión de la aldea. 

Cargando editor
10/12/2015, 17:11
Narrador

La aldea estaba en silencio, la gente dormía y hacia mucho rato que la últimamente poco frecuentada taberna había cerrado dejando a los tres únicos focos de ruido, en la calle.

Hacía rato que habían dejado de chistar entre ellos y habían llegado a la conclusión de que iban a ser incapaces de no molestar el sueño de sus vecinos, así que se habían dirigido al pequeño muro exterior, cerca de las casas de los solteros, con el fin de seguir su fiesta.

Pero ¿Quiénes eran? La ardiente y hermosa Gëhhênna, la mujer que había consagrado su vida a los placeres e incapaz de abandonar una jarra sin ver su fondo. La dulce e igualmente hermosa Sajára, que si bien no era una gran bebedora, siempre disfrutaba de las fiestas con los borrachos. Y por último, pero no menos importante Njal, al que consideraremos afortunado por la compañía en la que estaba, otro incapaz de perderse una buena fiesta.

Algo corto las risas. La primera en notarlo fue “Ojeras” más por no estar perjudicada por el alcohol que por otra cosa. Había movimiento en la aldea. Tras ella se unieron “Sangre y Lagartija” que algo más lentos por la embriaguez, vieron directamente las llamas devorar con velocidad la casa de las solteras. 

Cargando editor
10/12/2015, 17:13
Narrador

El último mes había sido literalmente un asco para “Hierbas”, le habían dejado sin trabajar y  dado mucho tiempo para pensar, ya ni los chicos de Ziya le pedían sus hierbas especiales. Se habían limitado a hacerle el vacío como a  todos los demás. Por si eso no fuera poco, la última semana había dormido muy mal por las noches. Día tras día y sin excepción había tenido la misma pesadilla:

Estaba tumbada en la cama y el techo de la casa de las solteras estaba en llamas. Escuchaba el crujir de una de las vigas sobre ella a punto de ceder y para intentar salvarse siempre giraba a la izquierda, siempre sin excepción. Moría abrasada antes de poder ser rescatada. Después despertaba. Cada noche, con cada repetición del sueño intentaba tomar otra decisión, girar a la derecha, pero era un sueño y no tenía el control del mismo.

Aquella noche era muy distinta, para empezar por que no despertó después de morir, si no que la despertó el calor que sentía y nuevamente, como si su sueño se hubiera hecho real allí estaba. El techo en llamas y ella sudando en su cama.

¿Era un sueño? Puede, pero no, no lo parecía. Era demasiado real y parecía tener control pleno sobre sus actos. Sin embargo parecía un calco de lo que había soñado, cada sensación, cada onda que las llamas hacían al devorar rápidamente la paja del techo. Pero tenía el control de sus actos.

La viga crujió, parecía que iba a desplomarse parte del techo. Elain tenía que tomar una rápida decisión, o morir aplastada.

Cargando editor
10/12/2015, 17:16
Narrador

La situación no era buena. Nkosi había muerto hacia un mes y la aldea aún estaba, en su mayoría, de luto. Nadie lo vivía tan de cerca como Killian, porque si bien él era uno de los “hermanos” de la banda, era el yerno del difunto.

En una situación normal Nuala se habría repuesto con cierta facilidad, era una mujer fuerte y luchadora y sabía que la vida era difícil en el desierto. Pero su padre no era un hombre excesivamente mayor y no había podido luchar por su vida. Un segundo estaba acostándose en su cama y al siguiente había muerto. De manera rápida, sí, pero extremadamente dolorosa y horrible. Por si fuera poco Ziya había dado la espalda también a su familia, tal vez por el dolor y solo Tau se había comportado como el buen hermano, como siempre, sin siquiera serlo.

Tal vez fuera por el amor a su familia, o tal vez por el dolor de haber perdido al hombre que lo acogió en tal peculiar aldea, pero la situación atormentaba el sueño de Killian con pesadillas crueles. La última semana el hombre había soñado que la aldea era atacada por un enemigo desconocido. Ante la casa de las solteras, encontrándose esta en llamas, Tau tomaba la decisión más acertada, mandar a todos aquellos que no pudieran pelar a las cuevas, como dictaba el plan de emergencia para esos casos. Solo que en el sueño algo salía mal. Por alguna razón el enemigo conocía sus planes de contingencia y a pesar de que la banda retomaba la ciudad, cuando llegaban a las cuevas a por sus familias, estaban muertos o desaparecidos. En la cueva encontraban a Nuala en el suelo, cubierta de su propia sangre, sin vida, y los hijos de Killian desaparecidos.

Esa noche no fue distinta y la pesadilla volvió a por “Bibliotecario”, pero en el momento en el que Tau tomaba la decisión, Killian despertó de su sueño alarmado por el ruido de una pelea proveniente de la habitación de sus hijos. 

Cargando editor
10/12/2015, 17:20
Narrador

Esa noche no tenía nada especial para Nathan. Estaba despierto, sí, pero nada atormentaba sus sueños, simplemente para él era el mejor momento del día. Solitario silencioso y con toda la aldea durmiendo.

Se había sentado en la cúspide de una duna, a una buena distancia de la aldea pero siempre a rango visual, era fácil perderse en el desierto en una noche sin luna con las luces del lugar apagadas. Miraba el rio, desde su perspectiva parecía que el cauce fuera de brea, moviéndose lentamente y con un color oscuro por la falta de reflejo.

¿Qué pasaba por su mente? ¿Pensaba en esos sueños que últimamente no habían aparecido, dejándole descansar? ¿Sufría, en silencio, la muerte de Nkosi, como el resto de la aldea? ¿Se lamentaba, sin compartirlo, del comportamiento que últimamente había tenido Ziya? ¿O simplemente no pensaba en nada? Nadie podía saber lo que pasaba por la mente de ese chico.

“Chss” “Chss” “Chss” “Chss”

Los chistidos reclamaron su atención y las pocas palabras que escucho le dejaron saber quiénes eran los escandalosos que intentaban ser discretos. “Sangre, Ojeras y Lagartija” Tres juerguistas que intentaban continuar la fiesta a las afueras de la aldea, a buena distancia de Nathan, pero no la suficiente para que este no los escuchara cuando gritaban. El joven suspiro paciente y volvió a lo suyo pero pasaron pocos segundos antes  de que algo reclamara de nuevo su atención, esta vez un silencio repentino proveniente de los tres juerguistas y segundos después llamas, voraces y altas que por la posición venían de la casa de las solteras. 

Cargando editor
10/12/2015, 18:43
Killian

Killian siempre había sido un hombre sensible. Admiraba la belleza de los paisajes, la sencillez de la rutina, las sonrisas de los niños y la sutileza en las miradas de Nuala. Se encontraba en ocasiones llorando, sin saber por qué. Quizá era alegría, Killian estaba lleno de amor. 

Pero las lágrimas que derramaba cada noche desde hacía un tiempo eran diferentes. No eran dulces, eran amargas y le quemaban las mejillas. Se despertaba entre sudores, buscaba con ansia la mano de Nuala, y lloraba hasta quedarse dormido. Killian sentía miedo, y no se acostumbraba a aquella situación. En Jassut se movía durante el día como un muerto en vida. Ojeroso, cansado... Parecía una sombra de lo que antaño fue. 

En cierto modo se odiaba a sí mismo, por ser tan débil cuando debería ser fuerte por los suyos.

Aquella noche despertó de pronto, también empapado de sudor. Pero no despertó por sus propios fantasmas, unos ruidos se oían en la habitación de sus hijos. 

- ¡Los niños! - murmuró entre sorprendido y apesadumbrado. Todavía sentía la ansiedad que le provocaba aquella cruel pesadilla.

Killian tuvo miedo. Después de aquellos terribles sueños se esperaba lo peor. Se levantó aprisa, sin siquiera cubrir su torso desnudo y bañado en sudor. Tomó su viejo y maltrecho estoque y corrió hacia donde dormían Khalid y Lapis.

Si algo les pasase...

Cargando editor
12/12/2015, 05:59
Njal Vånirson

Njal necesitaba todo aquello más que nunca. Hacía ya un tiempo que estaba en Jassut, pero aunque conocía el idioma cuando se unió a la Aldea, su conocimiento era más bien académico que práctico, y le había costado bastante habituarse al ritmo, la entonación y las múltiples sutilezas del lenguaje antes de poder comunicarse apropiadamente. Y después de eso había tenido que hacer amigos con los que salir. Obviamente no necesitaba a nadie para disfrutar de unas copas, sin embargo una juerga requería compañía de buenos amigos. A ese tiempo había que sumarle los meses pasados en el mar hasta llegar a Estigia… ¿Tanto hacía de su última borrachera? Gëhhênna y Sajára eran las perfectas candidatas para volver a las andadas, y tenía suerte de haber conseguido juntarse con ellas aquella noche. No hubiera sido lo mismo sin ellas.

Mientras avanzaban por las calles hacia el muro exterior, Njal empezó a recordar las circunstancias de su última borrachera, pero enseguida apartó aquellos pensamientos, y los sustituyó por una sonrisa. Estaba embriagado y era feliz. Avanzaba por las calles junto a las dos bellas damas que le acompañaban, conversando de sus cosas y sus tonterías, quizá en un tono de voz más elevado del prudente, mientras sujetaba un pichel de una sustancia alcohólica cuyo nombre era incapaz de pronunciar, y que había amaestrado al tabernero para que le entregara cada vez que le pedía “una de aquello”, a la vez que bailaba, siguiendo el ritmo de su propio tararear, imitando alguna de las melodías que habían escuchado aquella noche. Bueno, quizá bailar era un término poco adecuado para aquel bamboleo… Pero lo cierto es que su incerteza al caminar era provocada más por su intención de bailar mientras andaba que por la embriaguez… Aunque los porcentajes de la mezcla eran desconocidos.

De esta guisa, inquieto y risueño, estuvo conversando con sus amigas, explicando y escuchando chistes malos e historias rocambolescas, pichel en mano, paso de baile pronto a la llamada, cuando se dio de espaldas con alguien que pasaba corriendo tras ellos, forzándole a derramar parte del precioso líquido que contenía su jarro.

- ¡Uhøflig dum! – exclamó en arkés al que se había topado con  él, claramente insultándole, pero con una sonrisa en la boca. El otro se giró solo una décima de segundo, lo justo para reconocer a quien le había hablado, ignorarle, y seguir corriendo. Njal frunció el ceño un segundo e insistió, en voz lo bastante baja para que solo sus amigas le oyeran – Uhøflig…

Solo entonces percibió el brillo anaranjado en la dirección en la que el tipo corría… El olor característico. Los ruidos de fondo. Había un incendio. No sabía qué podía hacer, si es que podía hacer algo. Se giró a sus compañeras y vio que también se habían dado cuenta.

- Lort – exclamó, de nuevo en su idioma norteño - Vamos.

Dijo, simplemente echando a correr en la dirección, tras dejar el pichel en el suelo junto al muro. ¿Estaba ebrio? Ya no parecía notarlo.

Cargando editor
12/12/2015, 17:35
Nathan

Un día más... un día como cualquier otro. Un día en el que no hay encargos en Jassut, un día aburrido de cojones. Nathan siempre era uno de los primeros en levantarse y el último en acostarse... dormía lo justo y necesario. Aunque aquella gente fuera ya como su familia, seguía sin estar cómodo en los barracones durmiendo con gente, así que intentaba pasar en ellos el menor tiempo posible. En caso de necesitarlo, siempre podía echarse una cabezadita en cualquier rama alta que tuviera un poco de sombra.

Aquel día había sido más monótono y aburrido a lo que estaba acostumbrado, nada interesante que ver, nada importante que hacer. Si la cosa seguía con aquel ritmo tan bajo, quizá podría plantearse emigrar... nada era igual desde la muerte de Nkosi.

- Otra vez esos niñatos de juerga... ¿no tienen nada mejor que hacer? .- Pensó el chico para sí justo antes de que las llamas se elevaran.

Se levantó súbitamente de su posición actual y miró hacia donde se había provocado el incendio

- Pero qué coj...- Intentó articular antes de comenzar a correr hacia donde se encontraban sus compañeros con la mayor rapidez que le era posible. Corrió como si no hubiera un mañana, habría echado los pulmones por la boca si no hubiera estado entrenado para aquello. Estaba preocupado, realmente preocupado, quizá no por sus compañeros, sino más bien por el poblado.

 

Cargando editor
13/12/2015, 17:41
Sajára

Aquella mañana Sajára se despertó más tarde de lo normal. Le había costado un poco acostumbrarse al nuevo mundo al que ahora trataba como su hogar. Y todos los cambios sucedidos en el último mes no ayudaban a su humor. Se sentía de nuevo como en un barco que vira sin rumbo y por eso, había pasado gran parte de la noche anterior observando a la ciudad dormir bajo la luz de la luna.

El día se le antojó aburrido y sabía que seguramente acabaría un poco más frustrada que el día anterior, si no conseguía terminar de montar los nuevos contenedores para el nuevo artefacto, que ya rondaba en su cabeza sin cesar. Tenían que ser perfectos, pero el ínfimo tamaño en el que los había diseñado, no ayudaba en nada a su montaje.
Estaba claro que Sajára necesitaba despejarse, y algo de lo que no carecía en Jassut eran buenos amigos con los que pegarse una buena juerga. Unas cuantas risas, algún brebaje menos que más en su caso. Pero sobre todo, buena compañía.

Sajára no era una gran aficionada a beber, pero el olor y las mejillas sonrojadas de los embriagados siempre le traían buenos recuerdos. Y esa noche se le antojaba perfecta para olvidarse de los problemas con un buen par de amigos.  
Qué fácil es reír entre danzas descoordinadas y cantos disonantes“, se dijo para sí misma mientras compartía historias y gorgoritos con Njal y Gëhhêna.

Ya en los muros exteriores el sonido y el olor del fuego cortaron de forma rotunda la diversión. Parecía que el poco alcohol que había ingerido esa noche había desaparecido de forma instantánea de su cuerpo. Espero un par de segundos a que sus compañeros se dieran cuenta de lo sucedido, tratando de cavilar que podía haber pasado. Sajára echó a correr junto a Njal al verlo encaminado hacía el fuego. No iba a dejarlos solos.  

Cargando editor
14/12/2015, 20:44
Nuala

Nuala siempre había sido una mujer fuerte y capaz, y habría sido una buena mimbro de la banda de no haber encontrado el amor. Precisamente por eso algunos ancianos decían que seguía el camino de Mada, al tratarse de una mujer independiente que no servía a su marido, sino que lo acompañaba por los caminos de Jihamath, pues solo el amor por sus hijos superaba al amor por su esposo. Pero la Nuala que Kilian pudo ver al entrar en el cuarto de sus hijos distaba mucho de una mujer de recio carácter.

En el suelo se veía a uno de los jóvenes de la aldea, Habul, de veinte años. Sus ropas eran similares a las que usaba la banda para sus trabajos, pero en vez del blanco característico con palestina roja, era del color de la arena del desierto nocturno, con palestina gris. Uno de los métodos para identificarse entre miembros. Estaba muerto y a juzgar por la cantidad de sangre que había en el suelo la herida que tenía en el cuello se trataba de una certera puñalada en la carótida.

Los niños estaban bien, la pequeña lloraba asustada por lo que acababa de ver, abrazada a su hermano. El por el contrario parecía mantenerse sereno, solo sus ojos mostraban miedo. Un miedo que no se permitió el lujo de dejar salir, crecido por la necesidad de proteger a su hermana menor. Y de pie estaba Nuala, cubierta de sangre y con uno de los cuchillos que usaba para cocinar en la mano. Tenía la mirada perdía, vacía y no era de extrañar pues como bien sabia Kilian nunca había quitado una vida, hasta esa noche.

Al ver a su marido reacciono por fin y los ojos de la chica se humedecieron. Dejo caer el cuchillo y  dio un paso hacia sus hijos, paso que se convirtió en tres hacia atrás cuando al extender la mano vio la sangre que la cubría. Paro de apartarse cuando su espalda toco la pared.

- Es uno de los amigos de mi hermano… - Dijo, con voz temblorosa. – Los Kalih me avisaron. Me dieron una visión… un sueño. Ese chico iba a hacer daño a mi familia mientras dormíamos. Me levante y espere en silencio en el cuarto. – Trago saliva con dificultad. – Al cabo de poco rato lo vi entrar con su sable en la mano. Tienes que creerme esposo mío, los Kalih me hablaron en sueños.

Estaba asustada, al borde de la pérdida del control. Se veía que se esforzaba por mantener la calma, por sus hijos, por su marido, pero estaba realmente aterrada. Por otro lado a pesar de lo horrible del momento era digna de admirar pues incluso embarazada había conseguido rendir cuenta de un chico entrenado para el combate.

- ¡Fuego!

Se escuchó una voz que bien podría venir de la otra punta de la aldea. No parecía haber momento para el descanso. Poco después gritos y sonidos de combate. Sin duda algo estaba pasando.

- ¡Nos atacan!

Esa voz de alarma sonaba más próxima. Por la ventana del cuarto se coló una intensidad de luz poco esperable a esas horas de la noche. Desde ella se podía ver como la casa de las solteras estaba en llamas.

Cargando editor
15/12/2015, 10:02
Gëhhênna

Ya oscurecía en Jassut. Los colores ocres y anaranjados del atardecer se apagaron, dando lugar a una dulce noche estrellada. Y qué mejor noche para Gëhhênna, después de haberse recorrido kilómetros y kilómetros del desierto estigiano para cerrar acuerdos y algún que otro trapicheo más, despojarse de sus pertrechos y dirigirse encantada a tomarse un descanso. Allí la esperaban sus amigos, en una taberna apartada.

Njal y Sajára ya estaban allí. Gëhhênna saludó rápida, y lo siguiente fue gritar al tabernero "¡Lo de siempre!". Entre risas y enfrascada en el olor de la cebada se dijo para sí misma: "Un día es un día". 

El tiempo corrió raudo en el estado en el que estaban. El tabernero los a echó con la última cerveza puesta sobre la mesa. Así salieron los amigos del cuchitril al que llamaban taberna: algunos bailando (a lo que Gëhhênna tradujo como traspiés), cantando y tambaleándose. Poco pasó, cuando el primer vecino salió por la ventana y les dio improperios por el ruido a altas horas de la noche. Decidieron ir a los muros exteriores donde seguir con la fiesta.

Las callejuelas cuasi sombrías de Jassut fueron testigos de como tres individuos las atravesaban. Ya no había luces de vela en ningún ventanuco. No corría ni brisa, pero el frío de la noche se hacía notar. En un atisbo de admirar el cielo mortecino, a Gëhhênna  le vino un recuerdo amargo para el momento. "¿Dónde te has metido Sarigh? Te hecho de menos.". Poco le duró la melancolía a Gëhhênna. Njarl y Sajára tiraron de ella y la sacaron en volandas de su sueño febril.

- !!!Cómo os quiero chicos!!! - balbuceó Gëhhênna. Acto seguido los abrazó y besó.- Os... aseguro. Yo... no estoy borracha.- Repuntó entre dientes, negando con la cabeza y malogrando soltar de su garganta esas palabras.

Los chicos se rieron y siguieron su camino. Durante el recorrido alguien choca con Njal. Gëhhênna no recordó lo que le dijo éste al chaval, seguro que algún insulto, pero le ignoró por completo y siguió su camino corriendo. Los amigos se miraron estupefactos, se encogieron de hombros y se pusieron en camino.

Ya en la parte exterior y después de unos bailes dedicados para sus amigos, Gëhhênna ve como sus miradas ya no se dirigen a ella. Observó como sus amigos señalaban. A lo lejos se discernía un humo negro, tan denso, que tapaba las estrellas fulgurantes. "Allá vamos" dijo ensimismada viendo a Njal correr. Dibujó una sonrisa y echó a correr ella también.

Cargando editor
15/12/2015, 12:55
Killian

La escena que se encontró Killian fue abrumadora. Su primera reacción fue dejar caer el arma que portaba y acercarse a Nuala. Le aterró la posibilidad de que se encontrase herida, pero la sangre parecía provenir del joven muerto. Killian estrechó a su mujer entre sus brazos con delicadeza, temiendo romperla en pedazos si hacía demasiada fuerza. 

- No pasa nada mi amor - murmuró "Bibliotecario", tratando de tranquilizarla - Los niños y tú estáis bien, eso es lo que importa. 

Mientras decía aquellas palabras de consuelo, algo bullía en el interior de Killian. Estaba desconcertado, aterrado y enfadado al mismo tiempo. Agradeció que Khalid se mostrase valiente frente a su hermana. Él, sudado y lloroso, debía de aparentar más debilidad que nunca. 

Y Habul... casi tenía su misma edad. Era un hermano de la banda, amigo de Ziya. Killian recordaba su rostro, su voz, sus manías... Aquello no estaba bien, no tenía sentido. 

De pronto y sin descanso se oyeron gritos desde el exterior. Algo parecía estar sucediendo en Jassut, y todo en lo que podía pensar Killian era el terrible sueño que le había asaltado todas las noches. 

La primera reacción del Bibliotecario fue tomar su arma del suelo.

- Nuala, coge a los niños y... y escondeos.

No quería separarse de su familia, pero si había enemigos en el pueblo él no podría defender a Nuala y a los niños en una situación de combate. Tampoco podía esconderse con ellos y esperar. Si el pueblo de Jassut necesitaba su ayuda Killian debía brindársela. Pero las cuevas tampoco eran una opción. No, debían quedarse allí por el momento.

Se precipitó hacia su cuarto, donde se puso como pudo su camisola de cuero. Se colgó una daga del cinto y tomó su fiel rodela, llena de cortes acumulados a lo largo del tiempo. Seguramente no presentaba un aspecto imponente, pero Killian estaba dispuesto a luchar. 

Salió de su casa apresuradamente, pero no estaba seguro de estar listo para lo que fuera que se fuese a encontrar.  

Cargando editor
15/12/2015, 19:00
Elain
Sólo para el director

Elain se había acostado después de un día largo y aburrido, igual que le había ocurrido durante el último mes. Por la mañana, se había levantado muy temprano a causa de la recurrente pesadilla; se había aseado y desayunado antes de que saliese el sol. Mientras rompía el alba, dio un paseo por la orilla del río con su arco y sus flechas como única compañía.

Las cosas habían cambiado mucho desde la muerte de Nkosi y Elain se sentía algo incómoda con la nueva situación. Había aceptado a Ziya como nuevo líder, pero no entendía su cambio de actitud. Ahora pasaba la mayor parte de los días en Jassut, sola, y tenía mucho tiempo para pensar; recordaba su vida en Alberia, a sus padres… Por suerte, de vez en cuando, pasaba largos ratos con Atzin y charlaban, pero, aquella mañana, su amigo no estaba en la aldea. Elain empezaba a estar muy intrigada por sus sueños y le hubiera gustado comentarlo con él, ya que aún no se lo había contado con detalle; le había dicho que tenía uan pesadilla recurrente, pero no en qué consistía exactamente.

Se sentó sobre una pequeña roca y observó cómo amenecía la gente de Jassut. Observar la relajaba y consiguió apartar de sus pensamientos su preocupación. Hombres, mujeres y niños se ponían en marcha y comenzaban sus tareas diarias.

La mañana fue avanzando lentamente y Elain decidió ir a su estudio, a la pequeña casa donde preparaba sus ungüentos. Últimamente tenía poco trabajo y, para bien o para mal, los hombres de Ziya ya no le pedían sus preparados especiales. De todas formas, no todo era perder el tiempo, porque así podía experimentar y ver qué mezclas eran más efectivas para curar cada tipo de herida o enfermedad. Desde la muerte de Nkosi se había obsesionado con buscar un remedio lo más eficaz posible para el veneno del ciempiés gigante del desierto.

Comió allí mismo las sobras del desayuno, que todavía llevaba con ella. Otra consecuencia de los malos sueños, junto con el dormir mal y poco, era que había perdido casi por completo el apetito; pero se obligaba a comer, porque debía tratar de mantener las fuerzas.

La tarde pasó casi como la mañana y, antes de que anocheciese, volvió al río. Le gustaba ver la puesta de sol desde allí. Salvo ese momento de paz y serenidad, el resto del día había sido aburrido, ya que tampoco había conseguido avanzar nada en sus experimentos.

Cenó frugalmente y se retiró a su habitación, deseando poder dormir, pero sabiendo que, más tarde o más temprano, la pesadilla iba a volver a ella.

Pero ahí estaba, y esta vez no era un sueño. El calor era real. El fuego era real. Y la viga estaba a punto de desplomarse.

Por suerte, tenía el control. Si todo estaba sucediendo como en sus sueños, no podía girar a la izquierda. Pero ¿y si se equivocaba y moría abrasada? No tenía tiempo para pensar y actuó por instinto. Dio una voltereta y acabó a la cabeza de su cama, recogiendo su arco y sus flechas en el giro, pues siempre los tenía a mano.

La viga cayó a escasos centímetros de ella y pudo notar con más fuerza el calor, pero se había salvado. Corrió afuera para ver si alguna mujer necesitaba ayuda y para evaluar la situación.

Cargando editor
16/12/2015, 17:28
Narrador

Con ágil gracia Elain tomo una de las opciones que no se habían visto reflejadas en su sueño y sorprendentemente le salió bien. El pilar callo a la cama, destrozándola y dejando caer también escombros en el lado izquierdo y quedando el derecho despejado, tal como en el sueño.

En su nueva postura tenia visión de toda la habitación común de las solteras. Sajára no estaba, ni Gëhhênna. Ilia Había tenido un trágico final. Su cuerpo sin vida estaba bajo los escombros, rodeado de llamas. Al parecer no había tenido oportunidad ni de despertarse. Por otro lado Saka, una niña huérfana de doce años y Layla, una esclava liberada de dieciocho años,  que había sido acogida y trabajaba en el campo, habían tenido mejor suerte. Se levantaron de un salto, la pequeña corrió a la puerta y la mayor a ayudar a Elain.

- Vamos Elain. – grito Layla para sobreponer su voz al ruido de las llamas. – Tenemos que salir de aquí.

La temperatura del lugar crecía rápidamente. Las paredes de adobe que tanto protegían del calor y el frío estaban haciendo el efecto de un horno de barro y las tres chicas de su interior se cocerían en su propio jugo si no salían rápido. Pero la joven Saka no podía abrir la puerta, ni si quiera con la ayuda de las demás chicas esta cedió. Estaba atrancada por el otro lado dejando claro que aquello no había sido un accidente. No había escapatoria, ni los pequeños ventanucos eran lo suficientemente grandes para que cupiera la más pequeña.

- ¡Socorro! – grito la más pequeña.
- ¡Estamos aquí! – Agrego la mayor. 

Cargando editor
16/12/2015, 18:08
Narrador

Los primeros en llegar fueron los tres juerguistas ya que estaban cerca: Njal, Gëhhênna y Sajára. Segundos después desde el exterior de la aldea llego Nathan. Todos a tiempo de ver como gracias a la tradicional y poco práctica construcción estigiana el fuego pasaba de un tejado a otro.

- ¡Fuego!

Se escuchó una voz que bien podría venir de la otra punta de la aldea. Tas lo cual y desde un punto más cercano se escuchó otro grito junto a sonido de peleas.

- ¡Nos atacan!

Kilian salió de su casa con su familia detrás. La puerta de su hogar daba a la misma calle donde estaban las dos casas en llamas así que involuntariamente se había unido al resto de sus compañeros. Por otro lado Nuala tenía la orden de esconderse con sus hijos, pero en las pequeñas casuchas de la aldea no había mucho sitio y mucho menos cuando el fuego se extendía como la pólvora.

La hija pequeña del matrimonio lloraba sin despegarse de su hermano mayor el cual se esforzaba por mantener la serenidad por el bien de su hermana, a pesar de ser un crio de tan solo ocho años. Nuala estaba cubierta de abundante sangre pero a vista rápida no era suya, pues no estaba herida. Por su pate Killian estaba armado. La voz de alarma le había dado tiempo a prepararse antes de salir, a diferencia del resto de los presentes.  

- ¿Qué está ocurriendo? – Dijo visiblemente nerviosa Nuala, la esposa de Killian.

- ¡Socorro! – Se escuchó un golpe en la puerta de la casa de las solteras. La voz era de la pequeña Saka, una huérfana de doce años.

- ¡Estamos aquí! – Esa segunda voz era de Layla, una esclava que la banda libero, de dieciocho años. Una trabajadora de la tierra.

- ¡Tenemos que ayudarlas! – Agrego Nuala.

Todo había ocurrido tan rápido que nadie se había percatado de que una viga atrancaba la puerta de salida de la casa de las solteras. La mujer de Killian, hija de Nkosi y hermana de Ziya y Tau, saco fuerzas para superar la consternación de los eventos ocurridos y a pesar de su avanzado embarazo corrió inmediatamente a la puerta moviendo la viga con la ayuda de alguno de los presentes.

Todas las supervivientes pudieron salir junto con un desagradable olor a carne quemada. Por la ausencia de gritos en el interior alguien no lo había conseguido. La joven Saka se abrazó inmediatamente a Nuala como si de su madre se tratara y Layla se apartó cuanto pudo de la casa, tosiendo por el humo y sin haber recuperado la palabra. La tercera y última superviviente era Elain, la “hierbas” 

Cargando editor
18/12/2015, 18:25
Sajára

- Menuda forma de terminar la fiesta. - Dijo Sajára al llegar a la casa y ver de cerca las llamas.
 

Mientras intentaba descifrar que podía estar pasando, el fuego se hizo presa de su mente. Allí, frente a la casa, se quedó paralizada durante un segundo. Sintió un escalofrío recorriendo su espalda mientras una tormenta de recuerdos se desataba en su cabeza. “Otra vez no”,  se dijo para sí misma mientras buscaba con su mano izquierda la cicatriz de su cara. Sin notar más que el relieve de la piel, un suspiro salió de su boca dándole un poco más de tranquilidad.

“Otra familia más al traste”, pensó mientras permanecía inmóvil. 

Por fin, un grito de “Fuego”, la saco de su estupefacción. Tenía que hacer algo para ayudar. Acto seguido, un grito más informaba de que todo era parte de un ataque. Aún no sabía muy bien de quien, pero no podía correr ningún riesgo. Sajára cogió el pañuelo que llevaba colgado de su cinturón, se lo anudó alrededor de la cara como había hecho mil veces antes, tapando sus facciones y dejando visibles solo sus expresivos ojos.

Al oír los gritos provenientes de la casa Sajára miró a Njal y Gëhhênna y les dijo:

- Hay que sacarlos de ahí.

Con ayuda de Nuala y los demás, consiguieron mover la viga que bloqueaba la puerta y ponerlas a salvo.

Su cara oculta por el pañuelo se llenó de alegría al verlas que estaban bien. Pero el fuego se extendía rápido y por lo visto, alguien había provocado todo esto. Aún no quería pensar en quien. Lo más importante era evitar que la aldea se consumiera pasto del fuego. Mientras echaba arena sobre las llamas, buscaba con la mirada recipientes con los que cargar agua desde el río. Había que darse prisa, o el fuego se extendería rápidamente. 

Cargando editor
19/12/2015, 02:26
Nathan

Al llegar a aquel lugar... justo lo que se temía. Un incendio se estaba apoderando de la ciudad, un incendio que al parecer no había sido accidental. Llamas, gritos de socorro, sonido de combate, gente moviéndose de un lado para otro... aquel no era lugar para Nathan, quería ayudar, pero no de esa forma. Se quedó para ver que algunos de sus compañeros ayudaban en el rescate, y demasiada gente en el mismo lugar no serviría de nada, solo molestaría. Decidió pasar a la acción.

No es que él fuera una persona violenta, pero quizá sería de más ayuda en el lugar donde se producía el combate. Corrió como si le fuera la vida en ello... y probablemente más de una vida dependiera de que llegara a tiempo. Quizá no fuera útil los primeros momentos del combate, pero todo el mundo en el poblado sabía, que cuando la adrenalina se apoderaba del joven, difícilmente podrían pararle.

 

Cargando editor
19/12/2015, 21:41
Killian

Killian mostraba un aspecto terrible. Con su cota de cuero mal puesta, el sudor corriendo por su rostro y unas marcadas ojeras. Lo único que lo dignificaba en ese momento era su mirada. Había miedo en sus ojos, pero también una increíble determinación. 

Siguiendo los pasos de su esposa ayudó a levantar la viga que bloqueaba la entrada a la casa de las solteras. Bibliotecario se sintió aliviado cuando vio salir a las muchachas, pero no paraba de vigilar con gesto nervioso a sus hijos. Ellos eran demasiado jóvenes para verse inmersos en aquello. 

Vio como Sajára trataba de apagar el fuego, y como Nathan iba corriendo buscando el combate. No podía seguir dudando, él también pertenecía a Jassut. En una situación como esa tuvo que tomar una decisión. Su familia era más grande que Nuala y los niños. 

Miró a su esposa con una mezcla de culpa y decisión.

- No os escondáis en las cuevas - le susurró. Y se unió a la batalla, siguiendo los pasos de Nathan.

Cargando editor
21/12/2015, 13:34
Njal Vånirson

La casa de las solteras estaba en llamas.

Njal corrió hasta una corta distancia del incendiado edificio, sin llegar a frenar, dejando simplemente que su carrera se convirtiera en un trote de unos pocos pasos, debido a la inercia que llevaba. Estaba lo bastante cerca como para sentir la molestia del fuego frente a él, sin llegar a correr peligro. Se quedó anonadado. Quizá era el licor enturbiándole la mente, quizá simplemente no tenía la suficiente sangre fría como para responder coherentemente a una crisis. El caso es que se quedó allí quieto, mirando las llamas, mientras el resto de la gente se movía frenéticamente de un lado a otro, buscando formas de ayudar.

Alguien pasó por delante de Njal, lo bastante cerca como para sacarle de su ensimismamiento, momentáneamente. Entonces vio a Nuala, embarazada como estaba, cargar contra una viga, apartándola de enfrente de una puerta. Algo hizo tic en su cabeza, y salió en su ayuda, empujando el trozo de madera encendido. No sabía por qué lo hacían, aún estaba algo espeso, pero no podía dejar que ella hiciera aquel trabajo sola.

Cuando lo lograron, otras chicas salieron de dentro del edificio, tosiendo, con los ojos llorosos por el humo. Njal seguía en shock, así que su mirada volvió a perderse en las llamas.

El veloz se fue, igual que el bibliotecario… Dejando allí el fuego y más importante aún, a su embarazada esposa. Njal seguía allí en pie, estupefacto, preguntándose porqué se iban, cuando notó que le dolían las palmas de las manos. Tenía algunos rasguños y la piel rosada, de haber estado tan cerca del fuego. Nada grave. Pero eso acabo de apartar las nieblas de su mente.

Ojeras andaba buscando algo con lo que traer agua, y Njal pensó en unirse a ella, pero antes de eso echó un ojo a las chicas que habían salido del edificio en llamas, y a la propia Nuala, que estaba cubierta de sangre. Quería diagnosticar la gravedad de las heridas de las chicas, si es que las tenían, averiguar si podía dejar los primeros auxilios para cuando el fuego estuviera apagado.

Cargando editor
22/12/2015, 14:45
Elain

No podía ser, se había salvado de morir aplastada y abrasada por la viga, pero su vida todavía corría peligro. Y no sólo la suya, también la de dos de sus compañeras, Saka, de doce años, y Layla, de dieciocho; una tercera, Ilia, no había tenido tanta suerte y yacía muerta entre las llamas. No vio a nadie más en la habitación.

La más pequeña intentaba abrir la puerta de la casa, pero le resultaba imposible. Layla y Elain corrieron a echarle una mano, pero parecía estar atrancada de algún modo. Hierbas evaluó la situación, buscando otras posibilidades para salir de aquel infierno.

El calor y el humo comenzaban a ser insoportables. Las ventanas, demasiado pequeñas, no eran una solución. Luchar contra el fuego tampoco era una opción, ya que en el interior de la casa no tenían nada con qué hacerlo.

- ¿Qué podemos hacer? – preguntó Saka con lágrimas en los ojos y tosiendo a causa del humo.

- Acabaremos como la pobre Ilia… – se lamentaba Layla.

- Shhhh – contestó Elain – Tranquilas, oigo ruidos. Parece que están intentando abrir la puerta desde fuera.

Las dos chicas se alegraron de oír eso. Aún así, Elain no estaba segura de que, fuera lo que fuera lo que estuvieran haciendo, consiguiesen abrir la puerta ni si, de conseguirlo, lo harían antes de que el fuego las alcanzase, de que el humo las asfixiase o de que el calor acabase por asarlas vivas.

Cogió una sábana de una de las camas que todavía no se había visto afectada por el fuego y la partió en tres trozos. Le dio uno a cada chica y se quedó con el tercero.

- Ponéoslo sobre la nariz y la boca. – les dijo. No funcionaría mucho tiempo, pero podía retrasar la asfixia.

También les aconsejó que se acercasen al ventanuco más cercano a la entrada para tratar de respirar algo de aire puro, aunque, dada la magnitud del incendio, no sería mucho.

Por suerte, la puerta no tardó en abrirse.

Saka y Layla corrieron fuera de la casa. Mientras Hierbas salía, pudo ver, entre el humo y las lágrimas que éste le había provocado, que Nuala, a pesar de su estado, Killian, Sajára, Njal y algunos más habían movido una viga que bloqueaba desde fuera la puerta.

- Esto no ha sido un accidente… – pensó Elain.

Todavía aturdida y sin poder parar de toser para recuperar el aliento, vio como el bibliotecario desparecía corriendo entre las casas, no sabía a dónde. Ojeras trataba de apagar el fuego, evitando así que se propagase. Saka estaba en brazos de Nuala y Layla se había alejado lo suficiente como para estar a salvo. Ambas parecían estar todo lo bien que se podía esperar.

Ante ese panorama, tocaba pasar a la acción. Si aquello había sido un ataque, ella no estaba en esos momentos en condiciones de luchar, pero podía ayudar en las tareas de extinción; así que se dispuso a buscar alguna manera de traer agua.