Partida Rol por web

Después de esos iniciales momentos de miedo y desconcierto entre los invitados, comencé a escuchar lo inevitable. Las acusaciones empezaban a flotar entre el tensionado aire de la habitación, y nombres como el del Barón Von Hutten y Lord Alexei Raimius se volvían los primeros en ganarse la desconfianza por su aparente indiferencia hacia la peste. Imaginé las consecuencias que esto podría acarrear al corto plazo.

-Temo que debo sumar mi protesta a la del Gran Duque Doger, caballeros –dije entrometiéndome en la conversación-. Además todo radica en su propio beneficio: una actitud silenciosa, casi misteriosa, sólo culminará en agigantar las sospechas sobre ustedes. Aclaren las dudas ahora para despejar futuros problemas.

Alessandro estaba desconcertado con los últimos acontecimientos que habían tenido lugar en apenas un par de horas. 

—Está claro que algo huele a podrido en esta supuesta fortaleza. Espero que todo sea fruto de a paranoia y tan solo nos estemos dejando llevar por la extraña naturaleza de la enfermedad. Es evidente que el príncipe no nos encerraría a todos consigo solo para vernos caer enfermos, ¿no? ¡Sería absurdo!

- Pero si la muerte está entre nosotros, ¿qué sentido tiene encerrarnos junto con ella aquí?

Le comento a Alessandro, con voz tímida por la pequeña acusación al Príncipe.

-Yo entiendo que de alguna manera, mientras no sepamos quien es quien en este baile de enfermedades, todos y ninguno somos sospechosos, por eso la razon de continuar todos juntos. Lo que debemos hacer es buscar a los infectados y sacarlos de nuestro lado antes de que nos terminen por contagiar. Por lo que... Creo que es justo colaborar. -Intentaba responder a Petro.

-Y dicho esto, me suena extraño que haya infectados solo entre los hombres y no entre las mujeres. Eso quiere decir entonces, que la teoria de quien estuvo cerca de quien, ¿No sirve de nada?

-ip, bueno, este, esto está, estan, estaba, este, esta muy mucho muy dificil...- dijo agarrandose a un guardia real para no caerse del mareo, entre dos o tres lo llevaron hasta un sillon para que reposara...-Grrrr...- se escucharon algunos ronquidos...

Reulen hace un gesto a un chico del servicio.

El brebaje que os di antes. Traedlo.
Está en cocina. A estas alturas ya debería haber sido catado y lo necesitamos aquí.

El sirviente tarda un rato en el que Reulen golpea con un pie el suelo repetidas veces en gesto de impaciencia.

Cuando al fin llega el producto, Reulen se aproxima al Marqués Casati.

Mi señor Marqués. Me pareció entender que requeríais de nuevo el brebaje. Es vuestro, y aquí lo tenéis de vuelta.

Ya  evidentemente consternado y desconfiado por los terribles sucesos pretéritos, Alessandro observa cómo Reulen le entrega al Marqués una especie de frasco.

—Perdonen la indiscreción, pero dadas las circunstancias creo que es bastante normal mi curiosidad, ¿qué contiene ese frasquito exactamente?

Parecía que Viatore se aferraba todavía a las más básicas normas de protocolo, como si temiese que, de perderlas, se rompiese la delgada linea que los separaba de los animales. Encerrados, con la muerte acechando en cada esquina… casi era lo apropiado.

Reulen enseguida hace traer el brebaje y me lo ofrece, a lo que respondo con una cortés reverencia.

Gracias.

Observo el frasco, lo abro y lo huelo, inhalando con fuerza y llenando mis pulmones. Asiento, satisfecho, mientras vuelvo a acercárselo al ayudante del cámara.

La preparación es excelente. Es el Cid quien requiere el brebaje. Aquí debería haber al menos para cuatro dosis bien dosificadas... y no parece tan dañado.

Mis ojos evalúan al que está roncando, o finge estar roncando, tampoco es que me importe en exceso. Son entonces las palabras del portador del señor Viattore las que me captan y mis ojos van hacia él, guardando un momento para evaluarle. Pero qué diablos, no había llegado hasta aquí desafiando a la muerte para ser un tipo comedido.

Son unas sales con efecto depurador para venenos y borracheras. No es algo muy útil en esta situación, la verdad, sin embargo puede hacer maravillas en el Cid. Quizá tras la borrachera pueda decir algo... inteligente y coherente. ¿No les parece?

Me fijo entonces en la conversación entre el Gran Duque y el señor Lombardi y me permito hacer una intervención corta, una sencilla pregunta, más curiosa que acusadora.

Colaborar es vital. Acerca de la infección de varones... es significativo, sí. ¿Acaso calláis algo?

-Disculpe, buen hombre –dije acercándome al Marqués Casati- ¿Cree que sea sensato darle ese bebedizo desconocido al Cid Ruy Díaz? En nuestra situación actual no sabemos si esta terrible epidemia es intencionada o un muy desafortunado accidente. Por lo que tampoco sabemos los medios por los que se propaga…

Me detuve en seco. Luego mi mirada se posó en la nada, donde reflexioné unos breves segundos.

-Ah, debe saber perdonarme, Marqués –dije con una expresión avergonzada-. Es la paranoia y el miedo que empiezan a propagarse en mi anciana cabeza.

La intervención de Lord Cavendish hace que le mire y ladee un poco mi rostro, con cierta curiosidad.

Confío en el servicio, el olor es el que debería y también la densidad y la textura -comienzo a explicar-. Yo mismo he usado las sales con las que se ha preparado el bebedizo en otros momentos.

Miro entonces hacia el Cid, pero sigo hablando con el Lord.

¿Acaso preferís probar usted mismo el brebaje? ¿O consideráis que es mejor mantener a un posible aliado en esas condiciones de embriaguez?

Pregunto, con curiosidad.

El miedo es racional. Pero no hacer nada no lo és. Esto es lo que puedo hacer ahora mismo.

Alessandro asintió ante la explicación del Marqués Casati.

—Eso sería bastante provechoso. En esta situación es vital que todos mantengamos la cabeza despejada y signore Cid no debería ser tan flemático.

- Todo estaba realmente tenso, yo no podía hacer nada además de escuchar lo que todos decían, como discutían, se acusaban los unos a los otros, con ganas de intentar de calmar las cosas pero sin saber como lograrlo, cualquiera aquí podría terminar muerto, no se lo tomarían con calma y esperarían la muerte sin hacer ni decir nada, era un completo caos, así que yo solo me limitaba a observar, sin moverme de donde estaba, aun confundido de como era que había logrado evadir a la muerte.

-Con triste sinceridad, me permito decirle qué ya no sé qué es lo mejor para nosotros –respondí al Marqués con un tono que dejaba entender la ironía de la situación que planteaba-. Tal vez la condición del Cid, nublándole los sentidos, sea una bendición para él en este momento tan desalentador.

Miré donde el Cid se hallaba echado y en un lamentable estado.

-Mas tiene usted razón, Marqués. No debemos abandonar a un posible aliado; en especial cuando podría tener respuestas a muchas de las preguntas que ahora nos saturan.

- El pobre señor Reulen infectado, esto está siendo más grave de lo que parecía, que un mismo miembro del palacio haya sido infectado... - Tras una pausa con la mirada perdida - Solo espero que el doctor pueda investigar algo y volver con algunas respuestas.

Todo pasaba tan rapido y estaba cada vez mas perdido en el tiempo que transcurria sin cesar. Los hechos se sucedian de manera vertiginosa y enbolvente llevandolos a todos de aqui para alla sin saber muy bien que hacer o como actuar. Con pocas o nulas teorias formuladas o unas cuantas acusaciones sin fundamento. Pasaban de sala en sala hasta que llegaran a una conclusion de lo que estaba sucediendo con mas claridad para poder intentar hacer algo al respecto...

Toscán continuaba bebiendo en silencio...

—No queda mucho para la siguiente campanada, me temo. ¿Quién será el siguiente? ¿Acaso no es demencial esperar así a un verdugo invisible? Hasta ahora todos han vuelto, pero no podemos relajarnos todavía. Solo un insensato se quedaría quieto ante situación semejante —dijo Alessandro, pensando en voz alta mientras se paseaba cerca del escenario donde el grupo de música de cámara había estado tocando horas atrás —. El silencio es ahora la melodía que precede al tañido inexorable.

-Estoy de acuerdo. Si no empezamos a poner las cosas sobre la mesa, seremos pasto de la enfermedad, si vamos a seguir adelante e intentar salir de aquí tal y como llegamos, debemos poner en orden lo que cada uno sabe y empezar desde allí. -Dijo aquello, pero realmente el Gran Duque no tenia nada. -Supongo que podríamos tirar de aquellos que el doctore acuso y quienes le atacaron por acusar a esas dos personas. Es un comienzo y por algo debemos empezar.

- Si empezamos a arrojar gente casi al azar, solo lograremos que más inocentes terminen enfermando y muriendo, si vamos a enviar a alguien, como poco deberíamos tener buenos argumentos para sospechar de dicha persona. - Digo con rostro algo preocupado y pensativo, esto se esta saliendo del control de cualquiera, el pánico no deja pensar a las personas con claridad.