Partida Rol por web

La medianoche de Buenos Aires

Contexto, textos y avances generales (solo lectura)

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23/12/2020, 03:57
Director

Prólogo

-Señor, tenemos el informe que pidió. -El retorcido Nosferatu no miraba al otro, al "señor", pero sabía que éste lo observaba con reprobación.

-Tardó más de la cuenta ese informe. -La voz de Mendoza resonó por toda la estación abandonada del subte donde los dos se habían encontrado. Las ratas chillaron en los recovecos donde sólo ellas y las sombras habitaban.

-Sí... es que... bueno...

-Ya, ya, dámelo. -El Primogénito Nosferatu leyó con atención los papeles impresos que el otro le había dado. Leyó rápido, pero no perdió detalle. Y pronto tuvo una respuesta que dar: -No es concluyente. Ese Críptico es bueno, pero necesito algo más. ¿No se puede conseguir información de calidad en este tiempo maldito?

El neonato salió pronto de la estación, dirigiéndose a un nuevo intento de cumplir el encargo de su jefe. Se dirigió a su oficina, una antigua sala de máquinas del subte, convertida ahora en archivo y sala de computadoras, y se conectó. Envió algunos mensajes, y cuando hubo terminado, se dedicó a curiosear en la red, buscando novedades que pudiera servir para algo. No se esperaba dar con un rumor, que había visto al pasar días atrás, pero que ahora se robustecía, que afirmaba que la Príncipe de Buenos Aires había sido vista en Europa, ya varias veces en diferentes ciudades. El Primogénito debía ya estar enterado... pero él le informaría, de todos modos.

* * *

Cuando el último auto salió del patio de la casa de Lucio Scarpa, el Brujah se sentó en su sillón y encendió su habano. No podía fumarlo, no del modo habitual, pero le agradaba el suave pero presente terror del fósforo y la brasa, tenerlo en la mano, olerlo. Había una magia en el tabaco cubano que nada más lograba darle esa paz.

Esa noche, había diversos incidentes en los barrios de clase trabajadora de la capital argentina. El Primogénito Brujah tenía que sostener muy bien esas situaciones, si alguna se salía de su justa medida, causaría problemas a todo nivel. Había muchos de su Clan involucrados, y los líderes de partidos políticos y organizaciones sociales con los que él tenía contacto, eran los dedos de su mano.

Pero ahora, su mente fue a otra parte. Recordó, no sabía bien por qué, aquel suceso hacía ya algunas décadas, que lo llevó a su puesto como Primogénito. Recordó la indeleble figura de la bruja española que lo había puesto en una posición tan deplorable. Recordó su sonrisa irónica... pero también la mirada de Alexandria y sus actos. De alguna manera, de alguna sutil manera, esas dos mujeres lo habían hecho jugar su juego de poder. ¿Cuál era la posición en la que quedaba ahora, que la Príncipe había desaparecido? ¿Cuántos realmente sospechaban de él sin decirlo?

Vio en su mente la cara de la bruja y apretó los dientes, y el cenicero voló hacia la pared, atravesándola y pulverizándose a la vez. Su sangre hervía, pero enseguida se calmó. Tenía que trazar sus planes para las siguientes noches antes de que las cosas se salieran de su curso. 

* * *

Dignidad se había quedado sola. Por primera vez en mucho tiempo, no había en su loft ningún "chiquillo", pues estaban todos en la galería donde se había montado su exhibición. Y así, sola, escuchó el silencio por primera vez en mucho tiempo.

Y en el silencio, escuchó cosas que nunca escuchaba. Cosas que hablaban en un lenguaje olvidado por humanos y también por cainitas, cosas que se metían por los oídos de todos e iban pasando de unos a otros, como si fuera la ciudad misma la que hablaba consigo misma, un monólogo de muchas voces que tejían una trama misteriosa y arcana.

Pero Dignidad no comprendía, ni quería comprender. Tomó unos pinceles, fue a una pared, y garabateó alguna cosa que le venía a la mente.

Cuando terminó, lo miró, y se puso aún más pálida de lo que creía posible. Enseguida, buscó un balde de pintura y lo arrojó encima, tapando lo que había pintado primero.

Salió a la noche necesitando sangre, y con lágrimas rojas en los ojos.

Notas de juego

Buenas! Hoy es el día anunciado para el inicio, pero mañana estaré comenzando las escenas con cada uno de los que ya están con la ficha armada y todo definido. Como están cada uno por su lado, iremos avanzando así, individualmente, hasta la instancia de reunión que ya llegará. 

Aquí les dejo un breve texto a modo de prólogo y contexto. Iré sumando acá cosas de este estilo, textos que deben ser leídos por todos porque van haciendo avanzar algunos aspectos de la historia. La idea no es que respondan esto, sí que lo lean, aunque a veces es solamente para tirar un poco de acción y pistas un poco metagamer pero que le dan picante a la historia.

Quienes todavía no tienen definido el tema ficha, historia, trasfondo, etc, les pido que me escriban en los próximos días para evaluar si quieren participar o no. Sé que son días complicados, pero para que esto salga lindo, la idea es que todas las partes pongamos energía. Si no pueden hacerla ya pero podrían sumarse más adelante, me lo dicen y vemos qué onda si podemos acomodar las cosas. Si no van a poder estar, me avisan y sin rencores salen de la partida y seguimos amigos.

Saludos!

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12/01/2021, 18:29
Director

La biblioteca de Kamfomt no le envidiaba nada a ninguna otra en Sudamérica. Algunos volúmenes databan de tan antiguo que el Tremere los guardaba en recintos aislados con humedad controlada. La gente (sí, mortales también) acudía allí a buscar conocimiento; más de un candidato a chiquillo había sido "pescado" en sus búsquedas arcanas.

El gran escritorio que ocupaba buena parte del despacho de Kamfomt estaba plagado de libros abiertos, pergaminos antiguos y objetos extraños. Un plano de Buenos Aires ocupaba una de las paredes, y había lugares indicados con chinches de colores, sitios de importancia clasificados por él. 

Pero Kamfomt estaba ahora en el jardín. Miraba el cielo despejado y sus estrellas. Si fuera posible para un ser de su naturaleza padecer melancolía, se hubiera dicho que así se sentía su corazón. Su frío y muerto corazón.

La secretaria de la biblioteca, Srta. Gómez, carraspeó, pero el "director" no se inmutó. Ella entonces se puso cerca de él, para que él la viera. Kamfomt la observó con una mirada que a ella le heló la sangre.

-Señor... hay una señora al teléfono que insiste en hablar con usted. Dice que la conoce, es una tal Sra. Papadopoulos.

-Tome nota de su número...-empezó a decir Kamfomt, pero la otra le interrumpió.

-Dice que está en una cabina telefónica...

El Tremere entró y tomó el teléfono.

-¿Sí? ¿La conozco?

A medida que la Sra. Papadopoulos hablaba, la serena expresión de Kamfomt se fue transformando; en ese tránsito, la Srta. Gómez se retiró, pues no deseaba estar allí cuando su jefe expusiera su enojo. Porque Kamfomt estaba tremendamente enojado.

* * *

En un oscuro callejón, Dignidad observó el graffiti blanco y amarillo que coronaba una pila de destrozos dejados por pandilleros, tal vez muchas noches atrás. Tenía la forma de una cruz, pero una cruz cuyo extremo inferior tenía punta, y el superior, pomo. "Una espada", habría pensado cualquiera. La primogénita Malkavian tocó el graffiti y sus ojos se cerraron durante un instante. Frunció el seño, pero enseguida sonrió.

* * *

-No te diré nada, Lucio -la voz de Zulema de Roble era como siempre, gélida, aunque cordial. -Esperarás como todos hasta la reunión. ¿Ya preparaste a tu puppet? Será interesante escucharlo hablar y descubrir tus palabras en su discurso.

El Primogénito Brujah cortó el teléfono con cierta intensidad; las patas de la mesita se quebraron y todo cayó al piso. Se puso de pie y salió al patio. Cualquiera observándolo habría dicho que tomó una respiración profunda, y regresó al interior de la casa; fue esa vez en busca de su celular y prosiguió con sus pesquisas.

- Tiradas (1)

Notas de juego

Sigo poniendo acá algunos breves textos que muestran cosas de la historia pero que, naturalmente, ninguno de ustedes ha visto.

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19/01/2021, 03:13
Director

-Buscar y encontrar, buscar y encontrar... no puede estar muy lejos... seguro anda por acá...

Nikon recorría las calles del barrio, buscando en cada rincón a la Primogénita de su Clan. Ya alguna vez había estado sacando fotos para ella (en realidad, para el manager de ella), y también ayudándole en alguna misión...

-No la vamos a encontrar así, tenemos que ver más... -La otra voz, la más oscura, resonó en su interior, pero Nikon la escuchaba como si fuera la de otra persona, alguien situado justo detrás de él.

-Bueno, sí, ya vamos por tu parte -susurró. -¿Por qué siempre tengo que hacer una pausa en lo mío para que vos hagas lo tuyo?

Pero Canon no respondió con palabras, sino con acciones. Mientras Nikon se quedaba simplemente observando, Canon se sentó en un banco que había en esa callecita, sacó su laptop y puso la tarjeta de memoria de la cámara de Nikon; bajó las fotos que había tomado en las últimas dos horas, y les aplicó unos filtros...

-¡Ves! Eso lo dejamos pasar... ¡sos corto! -le espetó a su alter-ego.

Nikon miró la imagen que el otro le indicaba: en la original, no se veía nada, pero en la foto editada, entre dos árboles había una mancha en movimiento que tenía la estatura, color de pelo y vestimenta adecuada: era Dignidad.

Con rapidez, guardaron todo y corrieron hacia el lugar indicado.

* * *

Mary Popper había estado rastreando cosas que no sabía ya por qué rastreaba. Hay una regla que es básica: observa todo lo que puedas, siempre, no importa por qué o para qué, eventualmente se revelará. Eso pensó cuando escuchó la comunicación entre dos hombres que, evidentemente, tenían nombres en código: Toro y Águila.

-...hay que tomar al Toro por las astas, amigo mío.

-¿Que me querés tomar por dónde? Eso me suena un poco impío, amiga Águila.

-Jajaja basta de bromas, lo importante es que esté todo dispuesto, cada vez falta menos y con el dato que nos pasó León, esta vez no se van a salvar.

-Pero ¿qué opinará Ángel?

-Está desaparecida... hace semanas que no se contacta. No sé qué habrá pasado pero me voy a encargar, esa es mi tarea. La tuya es armar el bardo, y que salga todo bien. ¿Tenés los códigos de acceso?

-Claro, no hace falta que lo digas, no soy un novato...

-Toro, Toro, vos siempre vas a ser un novato para mí.

-Basta, tengo trabajo, vos fijate si Ángel...

-Sí, no hace falta que me digas lo que tengo que hacer.

Pero Mary tenía trabajo pendiente, por lo que puso a trabajar en eso a sus programas de rastreo y sus motores de búsqueda en la red. Tardaría algunas horas en volver a ocuparse y sacar algunas conclusiones.

* * *

-Señor... -el neonato buscaba a Mendoza y no lo veía. No había pasado tanto desde que lo viera allí mismo, pero evidentemente el Primogénito ya se había retirado.

El neonato iba de regreso a su oficina cuando algo se movió en las sombras. No llegó a ver qué era, pero lo golpeó y cayó de cara al suelo, inconsciente.

Cuando recuperó el conocimiento, nada había cambiado, excepto que no tenía las llaves de su oficina. Corrió hacia ahí, encontró la puerta abierta y registró el lugar, pero no encontró ningún faltante. ¿Qué había...? Y entonces se dio cuenta: su pendrive no estaba conectado al puerto USB habitual. Alguien lo había desconectado y había... Tomó el teléfono y mandó un mensaje a Críptico. "Necesito un chequeo de mi computadora, creo que me entraron físicamente por USB". La respuesta fue "Explorando, amigo, te aviso".

El neonato salió de caza, necesitaba sentir alguna satisfacción en esa noche amarga que no terminaba más... 

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21/01/2021, 03:47
Director

Fabio había enviado el mensaje y dejó el teléfono a un lado mientras miraba la cámara. La mujer que su misterioso contacto le había mandado vigilar estaba simplemente mirando el agua de una fuente, aunque los graffitis de la zona destacaban. ¿Qué era esa cruz que, en su sección superior, tenía una especie de empuñadura, como si fuera una espada...? Fabio indagó pero no pudo asegurarse de nada. 

Pero su indagación no pasó inadvertida par otros, que sí entendían el simbolismo y tuvieron que tomar decisiones apresuradas, pues aquella mujer estaba metiendo sus narices allí...

* * *

Nikon se acercó a la mujer solitaria que estaba sentada en el borde de la fuente.

-Perdón... es... es usted Digni...

-Shhh-la interrumpió ella. -Vos... vení, sos de los nuestros, ¿verdad?, seguro estás acá por algo... acercate.

El neonato se acercó y miró a la Primogénita de su Clan a los ojos. Ella estaba bien, lo bien que un Malkavian podía estar, vamos. Pero no estaba herida ni nada. Pero ella lo hizo mirar la fuente, y dentro de la fuente había algo...

-¿Son monedas? -preguntó él.

Ella estiró la mano, la metió en la fuente y sacó algo. Lo miró y se lo mostró. 

-Ducados venecianos. Alguien pretende tomarme el pelo, nene -le dijo al fotógrafo.

-.No... no deberíamos estar acá, signorina -dijo alguien desde el mismo cuerpo de Nikon, pero no era él; sus ojos eran oscuros y perturbados. Ella lo miró fijamente.

-No hagas eso, pero gracias por la advertencia. ¿Adónde vamos, entonces? -La antigua lo observó con mirada curiosa, y se incorporaron ambos, y se alejaron de la fuente, pero los dos supieron (y muchos supieron) que se avecinaba una poderosa tormenta que nada tenía de meteorológico.

 

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25/01/2021, 18:43
Director

Ella no entendía lo que estaba pasando. Se sentía mareada, caminaba con dificultad, y se detenía a vomitar cada pocos metros. Sentía que iba a salirse su estómago si seguía así. Daba profundas inspiraciones pero eso no la ayudaba a aquietarse. Llevó instintivamente la mano al cuello, a buscar su tesoro, pero no lo encontró.

A sus espaldas, escuchó alguien correr hacia ella; volteó y vio a aquel hombre... ¿de dónde lo conocía? Tenía el torso desnudo, pero apenas se daba cuenta, pues estaba tatuado con intrincados tribales y guardas extrañas; el alborotado cabello gris claro que tenía por los hombros se mecía con cada paso.

Algo en su interior gritó, mezcla de rabia y pasión. Recordó algo, y llevó su mano a su entrepierna, y de sus ojos cayeron lágrimas... pero eran rojas.

-¡Espera! -gritaba el hombre, y ella se detuvo, pero no para esperarlo.

Empezó a avanzar hacia él; los dientes apretados y ojos inyectados en sangre. Había un sabor en su boca que tenía tantos matices... "delicia", le decía ese sabor, pero también "venganza"; "obediencia", aunque lo más fuerte de todo era "hambre". Corría hacia él, y alguien atento habría dicho que él sonreía, no con júbilo, pero sí con triunfo. Corría, y aunque él no se dio cuenta, los músculos de ella se hicieron fuertes, su piel cobró gran resistencia y sus colmillos crecieron...

Cuando chocaron el uno contra el otro, él la abrazó, pero ella lo estrujó a él con fuerza; él disfrutaba esa sensación, pero ella disfrutaría solamente cuando sintiera el crac de sus huesos. No sabía lo que hacía, no. Pero llevó su boca al cuello de él, y los colmillos penetraron en la piel y en la carne del hombre, que gimió gozando aquella sensación, dolorosa y placentera a la vez. Ella sorbió: ¿estaba bebiendo su sangre? La mente de la mujer no estaba allí, no del todo, aunque desde lejos observaba, como entre una neblina, y se persignaba.

Fue rápido. Cuando ella sintió el crac, ya había dejado seco al hombre, y el crac que comenzó en sus huesos se extendió a sus músculos, a su piel... ella lo dejó caer, y lo que cayó fue una caricatura de un hombre, la piel reseca, un mero envoltorio que, enseguida, se degradó hasta ser casi polvo. De entre las ropas de él, ella extrajo algo: una cruz de oro en una cadena de oro. Sintió tanto ardor en su mano como en su corazón, y su mente pudo alcanzarla. Se miró, vio lo que había hecho, y sintió la más inmensa de las culpas, aún sin entender plenamente. Se llevó entonces la cruz al pecho, y gritó de dolor: la cruz quedó marcada allí cuando ella la soltó y cayó de rodillas.

Pero no dejó la cruz. No: era su aliada. Era su amuleto. Y ese dolor le recordaría su fe.

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03/02/2021, 03:43
Director

Canon llegó a la pocilga que Nikon podía pagar con su "trabajo" de fotógrafo freelance y los pocos pesos que le dejaron los imbéciles de sus viejos, se descalzó, abrió la heladera, recordó la maldita maldición y se echó en el sillón; abrió la laptop y se puso a trabajar.

-Un buen día te voy a gestionar tanta plata que me vas a comprar la puta Kirlian, ya vas a ver...

El Malkavian operó con sus programas de edición sobre distintas fotos. Algunas, eran para su blog "Misteriosa Buenos Aires", donde posteaba historias de fantasmas, mitos urbanos y dejaba deslizar, encubriéndolos como lo que no eran, relatos de vampiros. Otras, eran trabajos independientes para clientes raros, que gustaban de lo macabro. Pero una en particular, le interesaba en particular.

-Mirá... le subo esto y... ¡ves! Yo sabía, vos me decías que no... tenés que hacerme caso más seguido.

Nikon estaba en silencio; Canon no gustaba de que él hablase en voz alta cuando era "su turno".

Tras hacer todos los envíos pertinentes, y guardándose su carta de triunfo para la noche siguiente -la entregaría en persona y lograría acercarse al lugar que le correspondía-, Canon pasó el resto de la noche masturbándose con porno bizarro.

* * *

Críptico estaba, como siempre, zambullido en la red. Tras un encuentro con Mary Popper (y mensajes entregados), se dedicó a investigar algo que había visto de ella y que ella no había visto que él había visto.

-Quiénes son estos cuatro... Toro, Águila, Ángel, León...

Tras un rato [Tirada: 4 éxitos], dio con una pista firme. Una cámara de seguridad mostraba... no podía ser. Una violación descarada de la Mascarada... pero no, estaba fuera de los límites de Buenos Aires, era en Avellaneda, cerca, pero un potencial problema. Una mujer recién abrazada, una diablerie a la vista de una cámara de seguridad... Críptico encapsuló la grabación para hacerla inaccesible al resto de los mortales, y se puso en contacto con sus superiores.

-Master, tengo una violación a la Mascarada, pero es en Avellaneda... no es técnicamente asunto nuestro, pero conviene que usted lo sepa, y ¿debería reportarlo? ¿O nos puede servir?

Tras leer la respuesta, Críptico reparó en algo. ¿Cómo fue que había llegado a eso, buscando acerca de los cuatro nombres raros? Ah, sí: Ángel. Esa mujer era Ángel. Pero ¿cómo lo sabía? Rastreó sus bases de datos, detectó que ya la había visto una vez, hacía tiempo. Se arrancó el visor de RV y lo arrojó al piso con frenesí... ya parecía un Brujah. Pero, justamente, la pasión Brujah lo había salvado entonces. Esa mujer era la causante de tantos males, de la tortura que había sufrido y de la deuda que por mucho tiempo tendría con Salas.

* * *

En algún lugar de Europa, la mujer griega cortó el teléfono. Ya había hablado con Kamfomt, había sembrado su semilla, y ahora era tiempo de seguir moviéndose. El hombre que la esperaba fuera del locutorio open 24hs apagó un cigarrillo que no había fumado realmente, pero que le ayudaba a aparentar ser uno más por allí.

-Si ya terminaste, tenemos que reunirnos con los demás -dijo él, simple y directo. Su gabardina y su sombrero lo hacían parecer recién salido de un film noir

-Sí, vamos ya.

Subieron al coche que estaba estacionado a media cuadra, y partieron. Tras un corto trayecto, salían de la ciudad; se detuvieron en una estación de servicio. En el interior, la mesera no podía escuchar lo que hablaban los dos sentados a la mesa, quienes los vieron entrar en ese momento.

Ya los cuatro reunidos, parecían los reyes y las reinas de un tablero de ajedrez: la mujer griega, morocha y bella, junto al hombre que la acompañaba antes, ahora el sombrero sobre la mesa, de un cabello tan rubio como el oro; al otro lado de la mesa, otra mujer, de cabellos castaños claros y piel absolutamente blanca, junto a un hombre de cabellos negros y piel oscura.

-En el momento en que el brujo pise el palito -dijo la griega-, se va a desatar una batalla campal. ¿Cómo vas con lo tuyo? -se dirigía a la otra mujer.

-Todo bajo control. Ya solo quedan dos, seguramente el regalito les cause gracia a los brutos y a los feos. -La mirada de la mujer castaña, aunque poseía ojos muy claros, poseía una profundidad abismal.

-Lo que no entiendo -dijo el hombre rubio- fue tu juego de las monedas... convinimos no ponernos en evidencia, y si "De" las ve, seguramente sabrá...

-Despreocupate, mi rey, sé lo que hago desde mucho antes de que vos fueras pensado por tus mortales progenitores.

El hombre que se mantenía en silencio miró a la mujer de ojos claros con un gesto que nadie allí supo si era de reproche o de simpatía. Entonces dijo:

-Tenemos un plan. No podemos dejar ninguna pieza suelta. Lo que a mí me preocupa -todos lo miraron entonces- es que el Arzobispo decida que "ahora sí quiere intervenir". Eso sería un problema.

-También me ocupo de eso, mi emperador -replicó la mujer de ojos claros-, recordá que además de veneciana, soy magister: la Espada de Caín y yo coqueteamos desde casi antes de la muerte del viejo.

Durante un rato más, los cuatro conversaron sobre temas que solo ellos podían comprender. No fue difícil hacer que la mesera, única empleada nocturna del lugar, olvidase su presencia allí.

- Tiradas (1)
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10/02/2021, 23:20
Director

Las cámaras no mienten. Ni siquiera con los Nosferatu, ni con los que se ocultan, si con los que aparentan ser lo que no son. Las cámaras no mienten, y ella lo sabía por experiencia propia. Su puesto mortal se había vuelto un trabajo interesante tras el Abrazo, y llevaba tiempo sacándole provecho.

Pasó un pañuelo descartable por sus ojos y su frente, y mecánicamente, sin mirar la sangre en el blanco papel, lo arrojó al cesto medio lleno, que al final de cada noche debía vaciar. Si había algo que odiaba de la no-vida, era ese constante goteo... ¿no habrían inventado los Tzimisce algo para evitarlo? La mujer se repetía dos o tres veces por semana que no, que ya lo había intentado todo, cuando era joven. Ni los Demonios con sus artes de la carne, ni los Encantadores con su magia, nadie podía evitar que sangrara.

Estigma. Así la habían llamado cuando, tras levantarse sintiendo el furor de la vitae en su cuerpo y masacrar enemigos sin mediar razón, los mandamases de aquello la unieron con otros supervivientes en una manada. Sus compañeros no sobrevivieron ni una década, hubo algunos recambios pero, al final, ella anda sola: así es útil a la causa, y tiene la libertad de hacer su gracia en lugar de andar pateando culos.

Las cámaras no mienten, y allí estaba, ese Pervertido que varias veces había visto jugando con la comida, siendo ahora comida de una muchacha... revisó un poco antes: claro, era una de sus víctimas, pero parece que se entusiasmó con ella y la Abrazó. ¡Merecido! No violás a una mujer y después la encadenás a tu patética existencia...

Momento, ¿dónde está el video? Estas porquerías digitales tienen problemas siempre, tanto mejor eran los circuitos cerrados grabados en cinta magnética de su época... ¿Dónde está? Fue y vino varias veces pero tenía un bache, los archivos de las dos cámaras que habían registrado el hecho simplemente no estaban.

Su mente se disparó como un rayo, ¿quién podía estar detrás de esto? Pensó inmediatamente en los Nosferatu, son los únicos que saben de estas cosas... ella no recordaba ningún otro experto en informática que pudiera hackear el sistema de vigilancia con tanta rapidez. ¿Alguno del Sabbat? No podía ser, ¿cuál? El único que frecuentaba esas cosas, hasta donde sabía, era Chatarra, pero no era ni tan bueno ni tan rápido. No: esto parecía algo de Críptico. ¿A quién pensaría venderle esto? ¿Quién se podría beneficiar con algo así? No tenía demasiado sentido pero... su mente siguió avanzando, más rápida que ella misma. ¿Quién podía ser la mujer? Alguien abrió la puerta de golpe y escuchó la radio portátil de uno que caminaba en el pasillo, era un aviso de los evangelistas de Lanús Oeste. Su mente voló...

Tecleó en su celular.

Ey, Críptico, fijate dónde metés tus narices. Tengo copia -mintió-, ¿a quién no se la tengo que mostrar? Y ¿qué me vas a contar para que no lo muestre?

Con una mezcla de alerta, satisfacción por su velocidad y expectativa, volvió a secarse los ojos y la frente.

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15/02/2021, 23:31
Director

El trono de piedra cubierto de pieles de leones apenas soportaba el excesivo peso de la obesa mujer sentada allí. Los rasgos, sin embargo, eran bellos, quizá del norte de África o de Medio Oriente, con unos ojos de un marrón casi verde, delineados en negro. El cabello era claramente una peluca, color rojo sangre, lacio y largo hasta los hombros. En el cuello, un collar que más bien parecía una gargantilla le ceñía las carnes. La ropa holgada estaba adornada con hipopótamos y cocodrilos.

El hombre de pie frente a ella contrastaba fuertemente. Su cabello era también rojizo, pero en su caso, era natural: así había nacido, crecido, muerto y alcanzado una existencia eterna, tantos siglos atrás. Vestía práctico, pero la campera de cuero sintético negro y llena de tachas, los puntiagudos anillos plateados y el cuchillo envainado en el cinturón lo hacían destacar. Su rostro era duro. Muy duro.

Un sirviente se acercó a la mujer sin mirarla, con un cáliz lleno de vitae; ella mojó sus dedos y se los chupó, con un gesto que habría resultado seductor para alguien definitivamente perturbado.

-Lo que quiero es que te sumes al club. Juntos, podemos tomar esta ciudad. ¿Seguís contento con dejarte pisotear por estos imbéciles Lasombra y sus amiguitos deformados? -La voz de la mujer tenía un acento exótico.

-No voy a tirar por la borda lo que construí en los últimos siglos, Cobra. ¿Qué gano yo? Ya es un riesgo estar acá con vos y no cortarte la garganta...

-Aunque tengas esas garras fuertes, amigo, no llegarías a mi garganta -se tocó el cuello-, siglos construyendo este cuerpo, ¿pensás que es por un gusto estético?

La Setita y el Gangrel se miraban desafiantes; ella, seductora, él, hosco.

-Un hombre como vos -rompió el silencio ella- debería sentarse en un trono como éste. Puedo mandar a hacer uno, más a tu estilo... incluso puedo deshacerme de estas pieles, si te ofenden.

-¿Fueron cazados con armas de fuego? -preguntó Franco.

-No. Fueron cazados por mí -respondió la Cobra.

-Entonces no me ofende. Tengo que meditarlo.

-Un animal que medita... ¡no te lo creo! Las serpientes no meditamos, ¿los lobos lo hacen?

-No todos los Gangrel...

-Ya sé, ya sé. Tuvimos esta misma conversación en Alejandría hace... ¿mil años?

-Mil años... -el anciano Gangrel no aparentaba más de 40, pero su gesto fue de profundo cansancio. -Mil años, Cobra, y todavía estamos acá.

-Y el camino nos encuentra nuevamente. Parece armado, ¿no?

-Armado por los Viejos... -el tono de él era sarcástico.

-¡Claro que sí! Pero imaginate... uno por uno, como hicieron los Lasombra... -él escupió al suelo y ella prosiguió-, los Tzimisce, los Giovanni... uno por uno, y solo quedaremos nosotros. Hoy, Rosario. Mañana...

-Mañana nuestros Sires.

-¡El mío ya no es problema, y el tuyo tampoco, amigo mío! ¿Todavía hay dudas?

La conversación entre Franco y la Cobra prosiguió un rato más. Al final, se despidieron sin un acuerdo formal, pero con la esperanza de un reencuentro, algunas noches después. 

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16/02/2021, 03:25
Director

-Más... necesito más... -chillaba el pobre infeliz en la mesa de operaciones. Las hábiles manos desnudas que tenían su carne abierta como un pollo a medio rellenar se deslizaban con suavidad y maestría, uniendo nervios nuevos a los antiguos y haciendo espacio para lo nuevo. -¡Más!

Cuando terminó, el paciente no necesitó tiempo para recuperarse. Saltó de la mesa al espejo que había allí en la habitación, que debía haber estado roto para hacerle justicia al Clan de quien contemplaba ahora su reflejo allí, con sus... ¿cuántos ojos? Había pedido más, y el Tzimisce le había concedido su pedido porque estaba aprendiendo de ello, y porque tenía una lealtad por el Malkavian que solo la Vaulderie podía proporcionar en un tipo como él, tan independiente.

-Ahora veo, ahora veo... -El rostro ensangrentado tenía seis ojos, dos en los ahora ahuecados pómulos, dos en la posición normal, uno en el centro de la frente y el último un poco más arriba. -Veo que te estás luciendo cada vez más, amigo...

Desde los propios ojos del Tzimisce, que siempre contemplaban el mundo, aquello era un triunfo. Tomó algunas notas en su bitácora y la guardó antes de proponer al otro un brindis. Un par de jovencitas estaban inconscientes, encadenadas en un rincón del lugar. Cada uno se acercó a una y bebió hasta saciarse.

El pobre Malkavian se había vuelto adicto a las intervenciones de Afanasiy. Era el mejor usuario de Vicisitud de la región, y uno muy creativo. El Malkavian quería ver más, ¿por qué no cumplirle el deseo? No en vano Rompecabezas era miembro de su manada, y no en vano era el más brillante dementor que había trabajado con él. De alguna manera, sentía que el Chiflado era un poco como él, solo que encaraba la situación desde otro ángulo.

Afuera, los otros montaban guardia. Sumaban seis, dos eran ghouls, uno tenía dos caras (una en la nuca) y cuatro brazos, mientras que el otro simplemente era muy pero muy fuerte. Los cuatro Cainitas eran de lo más diversos. Uno, un hombre fornido y armado con dos revólveres, se divertía disparándole entre las piernas a un hombre amordazado y atado en una silla; los disparos siempre pasaban cerca de los genitales del hombre, que chillaba de susto cada vez. Otro, de aspecto retorcido hasta lo imposible (¿era hombre o mujer?), revisaba los cajones, abriendo cerraduras cuando ameritaba, miraba legajos y documentos, y guardaba en su mochila lo que consideraba que podía ser útil. La tercera de seguro que era una mujer, alta, de buen busto, delgada pero fibrosa, con la piel del color del bronce, turbante y una espada curva que afilaba, haciendo caso omiso a los otros. Cerraba el grupo un jovencito de aspecto nerd pero con la blanca camisa manchada de sangre; a sus pies, un hombre y una mujer yacían muertos y secos.

Afanasiy y Rompecabezas salieron al encuentro de los demás. Para el Tzimisce, volver a tener una manada era exótico: se consideraba un tipo muy independiente, y su Senda así lo requería. Pero el Malkavian lo había convencido de experimentar con él, y no estaba bien negarse a eso.

-Vamos, ya hicimos lo que vinimos a hacer. -Aunque formalmente era Rompecabezas el Ductus, todos hacían lo que Afanasiy mandaba, pues era el Arzobispo. -Tiago, ¿cómo se portaron en nuestra ausencia?

El jovencito nerd caminaba junto al Demonio sin labios ni párpados como quien camina junto a un amigo de toda la vida.

-Los del centro de salud, mal. El Bruto tuvo que asustar a uno para que aprendiera, no creo que recuerde mucho de todo lo que pasó por el... ¿cómo se dice? -preguntó esto mirando a Rompecabezas, pero el Malkavian no lo escuchó. -¿Shock? Sí, eso. Y Bitácora hace lo de siempre. -Miró de reojo a la mujer con la espada antes de agregar: -La que no se integra es la Negra. Bah, más bien hace lo que hace, tiene la espada afilada, ¿qué más podía hacer, jugar con la gente que quedaba viva? Yo me entretuve con dos, los demás se habían muerto o habían logrado escapar.

-Bien. Voy a solicitar tus servicios, Tiago. Necesito que hagas algo por mí. Nunca me meto en estas cosas, pero algo me... preocupa. Necesito que vayas al Centro.

Todos se detuvieron al unísono, excepto Rompecabezas, que siguió caminando. Todos miraron al Arzobispo, más con curiosidad que cuestionándolo, aunque había sido el mismo Afanasiy el que había concertado la tregua con la Camarilla.

-Nadie lo conoce, y no se le nota. Quiero información de primera mano. Ya no se puede confiar totalmente en la Paloma ni en lo que diga Estigma, y mucho menos en los que están dentro. En cuanto a los demás, quiero que estén alertas y apostados en lugar apropiado. Si algo amenaza a Tiago, todos saltan por él, ¿comprendido?

Tiago era el niño mimado del grupo. Todos asintieron.

-Yo tengo otros asuntos que resolver. -El Tzimisce hizo un silbido y los cascos de un caballo sonaron cada vez más cerca; no era, por supuesto, un simple caballo, sino que tenía seis patas y las crines de color rojo sangre. Montó y se alejó; los demás encontraron pocas cuadras después un colectivo que hacía una parada, se deshicieron del chofer y de los tres únicos pasajeros, y emprendieron el camino hacia la frontera.

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23/02/2021, 03:09
Director

La silla de alto respaldo y mullido asiento daba cobijo a Zulema de Roble, acaudalada empresaria de los medios de comunicación, quien llevaba un headset y hablaba con alguien telefónicamente.

-Angélica, no y nuevamente no. -La voz de la madura mujer era cortante, pero no carecía de una cierta cuota de calidez. -No puedo... no, si ya sé que Austria se retiró a... sí, ya sé que lo sabés vos y tantos más. Pero... -la voz del otro lado era melodiosa, grave y tan firme como la de la Primogénita Ventrue. -¡Basta! ¡No puedo respaldar a tu hombre! ¡Hay otra persona! -Hubo un silencio durante unos cuantos segundos, y Zulema volvió a hablar: -Lo siento, lo siento, pero... todavía hay una chance. Nada quita que ustedes propongan a alguien. Luego, si la cosa funciona, nosotros decidiremos... sí, ya sé que la meritocracia es una fábula... -Zulema le hablaba como si le hablara a una niña pequeña, y eso enfurecía a la Brujah que "mantenía todo en orden" en Uruguay. -Como sea, ¡como sea! -enfatizó-, vos mandalo, y que se arregle como pueda. No entiendo cómo llegamos a esto, pero dos Ventrue en la misma mesa de elecciones va a ser... interesante de ver.

Cuando la llamada terminó, Zulema miró el ventanal del primer piso de su casa, que estaba orientado al río. Unas pocas nubes hacían de puente entre el agua y el cielo lleno de estrellas, que ella podía ver mucho mejor que el resto del personal que habitaba en su casa, pero aún así, quedaban parcialmente cegadas por la contaminación lumínica de la ciudad. La mujer tomó su vaso de whisky, sorbió un trago, lo saboreó y lo devolvió al vaso. Entonces tocó el intercomunicador de la mesa y habló:

-Ludovico, comunicame con Delfino.

* * *

Cuando colgó el teléfono, Angélica García tenía ganas de golpear algo. Pero no lo hizo. A los gritos, llamó a sus colaboradores, que aguardaban en la sala de al lado. La casa donde habitaba no era un lujo, una simple casita colonial, refaccionada varias veces a lo largo del último siglo, pero que mantenía su estructura y su encanto. Salió entonces al patio y se encontró con los que había convocado.

-Vayan a ver a Félix y le dicen que venga, tengo que hablar con él. Hoy o mañana, no más allá de eso.

El hombre mulato y la mujer blanca asintieron y se retiraron. Ahora sí, ya sola en la casa, Angélica tomó una maceta de terracota y la arrojó al suelo con fuerza, haciéndola pedazos y esparciendo la tierra que contenía y los pedazos de la planta que vivía allí.

Pero no había sido solamente un acto de fiereza. De entre los restos, la Brujah extrajo una llave de bronce. Cruzó el patio y entró por la puerta más alejada; el pasillo la condujo a una puerta cerrada que abrió con aquella llave. Las telas de araña se deshicieron al perder cercanía sus puntos de apoyo. La Líder de Montevideo entró en la habitación absolutamente oscura que contenía los tesoros de algunos viajes y recuerdos de otros tiempos. En la pared más alejada, una mesa con un colchón encima hacía de improvisada cama para un hombre negro que parecía estar muerto o profundamente dormido.

Angélica abrió un cajón y extrajo unas velas, las encendió con un fósforo y las pegó a un mueble lateral donde iluminaron tenuemente un sable del Siglo XIX y un viejo tintero. Observó al hombre en la mesa. Le acarició el rostro con suavidad y susurró unas palabras más para sí misma que para nadie más.

-Promesa...

 

 

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24/02/2021, 23:38
Director

Cuando Gustavo salió con rumbo a la fiesta en las calles, grabó un mensaje indescifrable para nadie excepto para quien lo recibiría.

"Parece que andan husmeando en casa. Es uno de los tuyos, ponele. El Gris está en zona."

El protocolo era siempre el mismo. Esperaba que fuera recibido, escuchado, y luego lo borraba. La persona que lo recibía llevaba en su agenda el sobrenombre de Gallega.

Completado el protocolo, subió a su moto, una humilde motito de repartidor de pizza, y emprendió el corto camino hacia la improvisada fiesta en las calles.

* * *

9 de Julio esquina Independencia era una fiesta verdadera, y para nada improvisada. En distintos ricones de un mar de gente que llegaba al millar, había una inmensidad de humanos, unos cuantos ghouls, Vástagos de la Camarilla, infiltrados del Sabbat y quién sabe qué cosas más. Quizá lo más destacable a simple vista era el (esto sí) improvisado escenario en el que una banda de trash metal hacía más ruido que música. Pero los parlantes por doquier hacían que los oídos de todos estuvieran saturados de una mezcolanza de diversísimos estilos musicales: los esperables rock, punk, metal, pero también reggeaton y hasta algo parecido a la música disco.

Desde lo más al sur de la fiesta, Tiago caminaba con lentitud en medio de la multitud. Iba con su lata de cerveza en la mano, y con la otra en el bolsillo, donde sujetaba con firmeza el puñal que más de una vez le había salvado la vida hasta que la vida se convirtió en no-vida. Iba lento porque iba atento, observando los rostros desconocidos en busca de rostros conocidos. Antes, estaba acostumbrado a andar solo. Ahora, extrañaba a sus compañeros de manada.

Dos cuadras más al norte, en el portal de un edificio de oficinas, un hombre besaba el cuello de una mujer que gemía de places. Besaba, a la manera de los Vástagos, pero nadie los veía.

En el extremo norte de la fiesta que se extendía por casi medio kilómetro, un Brujah de traje observaba con filosófica atención, a un lado de la avenida más ancha del mundo, mientras al otro lado, otro Brujah de cuero y tachas se embriagaba de pasión "jugando" a luchar con cadenas con fieros mortales de aspecto skinhead.

En un balcón de oficina, la Paloma conversaba con sus aladas amigas. Su cara de pájaro era más inquietante que horrible, pero no había ninguna belleza allí, ni siquiera para los parámetros de las aves. La Nosferatu se enteraba de cosas y enviaba mensajes, nadie en su Clan sabía tanto de las alturas como ella, o al menos ella así lo creía. En aquel evento, debía tener miles de ojos para enterarse de todo. Y los tenía, volando y arrullando sentadas en los cables y faroles.

Los patrulleros estaban a distancia, sabían que no debían meterse en aquello. Habían tramitado el permiso para cortar la calle por las vías correctas, aunque más de un avispado reflexionaba que no debía ser posible cortar semejante avenida, con el tránsito que había allí, incluso de noche.

Pero a la fiesta habían acudido muchos invitados no deseados. Pronto sabrían de aquello los que podían hacer algo para evitar desastres mayores.

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31/03/2021, 04:03
Director

Las palomas volaron y volaron, cada una hacia su destino. Era difícil seguirlas, todas ellas tan iguales. Tan animales. Tan ghouls.

Una de las palomas (¿era una de esas, o una cualquiera?) llegó hasta el balcón de un edificio en Liniers, donde un hombre la recibió en su mano, la llevó a una amplia jaula, y escuchó su ulular.

-Ya veo... ya veo... bien. Informaré, pequeña -le contestó, tocando apenas su cabeza a modo de caricia y ofreciéndote un minúsculo trozo de hígado crudo que el ave engulló enseguida.

El hombre fue hasta un cajó y extrajo un teléfono celular bastante antiguo, no un smartphone, y marcó un número que leía de un trozo de papel adherido a su heladera con un imán con forma de cangrejo que rezaba "Recuerdo de San Clemente". El teléfono hizo la llamada, y aunque alguien atendió, nadie habló. El hombre entonces dijo:

-Parece que tenemos uno para trabajar al Arzo. Vamos a necesitar refuerzos para que todo salga prolijo. La dirección es... -y mencionó una esquina en el centro de Buenos Aires adonde debían mandar los susodichos refuerzos. Enseguida cortó.

Lejos de allí, otra paloma, tal vez una de las que partieron juntas de un sitio muy cercano al mencionado por teléfono por el hombre de Liniers, llegó a un galpón donde el Arzobispo Afanasiy jugueteaba con "muestras" humanas aún sollozantes dispuestas en sendas camillas. Los ojos eternamente abiertos del Tzimisce observaron los del ave, y el sonido que la emplumada emitió fue comprensible para el inmortal. Si pudiéramos entender esos sonidos, habríamos sabido que el mensaje iba "el jovencito ha sido visto en la fiesta, ¿debo protegerlo?".

El Arzobispo del Sabbat en el Conurbano Bonaerense acarició el plumaje del ave y la tomó con delicadeza en una de sus manos; con la otra, esgrimiendo una uña a modo de cuchilla, rasuró las plumas de un pequeño sector del cuerpo del ave y, ahora con otra uña más puntiaguda, escribió un sencillo "sí". Luego, la arrojó y el ave levantó vuelo nuevamente.

Una tercera paloma arribó a un hueco en la alcantarilla que daba al túnel del subterráneo porteño. Ya abajo, voló hasta una amplia cámara en donde un corpulento y horrible hombre de pie observaba un cajón cerrado con clavos en el que podía entrar perfectamente un cuerpo humano: semejaba más bien una caja de envíos por correo, pero bien podía haber sido un improvisado ataúd. La paloma se posó en la caja, y ululó para el hombre, que dejó el martillo a un costado, sobre el suelo, y frunció el seño.

-Vuelve con tu jefa -dijo Mendoza, en sonidos que el ave podía comprender-, y dile que me informe todo lo que ocurra.

Las dos aves que tenían respuestas que transportar pronto estarían de nuevo con la Nosferatu que las había hecho ser lo que eran, ghouls al servicio de la red de información de su Clan... y de otros beneficiarios que pagaban el precio que debían pagar.

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05/05/2021, 04:03
Director

Él coleccionaba de esos especímenes raros, que no se ven todos los días (o, debería decir, todas las noches). Le gustaban los chupasangres, pero a veces conseguía otras cosas. Él se nutría de su sangre, porque era antiguo... ¡vaya que lo era!, y no podía ya beber de cualquier mortal para obtener sustento.

Su lugar favorito era aquella sala, en la que estaban encadenados y estacados, inertes, sostenidos por pequeñas dosis de sangre que los mantenían del lado de la existencia. Porque lo que moraba del lado de la inexistencia se alimentaba de maneras distintas.

Así era que él, asistido por seres que no eran distintos que él, salvo por lo jóvenes, lograba sostener su carne muerta.

Los sirvientes también estaban encadenados. Habían sido esclavos en vida, eran de piel negra y no merecían otra cosa: habían sido buenos esclavos, y se habían ganado la vida eterna. Una vida en la noche, lejos del sol, y de la luna, y de las estrellas, lejos del mar y de la gente. Él les traía alimento, y ellos lo ayudaban a él a estar en paz, cuando dormía durante años, cuando necesitaba protección y estaba vulnerable. Aunque, digamos lo cierto: él nunca estaba vulnerable.

Él y su progenie agregaban especímenes y los sostenían.

Estaba la mujer, joven, reciente, aún su cuerpo estaba caliente. El perro español no había podido mantener a sus lacayos atentos, no lo suficiente. Su sangre era dolorosa, aún sabía a fe, pero a él le extasiaba.

Estaba el hombre extraño, importante en su ciudad pero aquí solo una bolsa de sangre. La flamenca lo había descuidado (¿o había sido su creador?), y ahora estaba allí, a su merced; no era tan fácil mantenerlo alimentado, pero sabían algunos trucos.

Y estaba el farsante, sangre negra disfrazada de oro, pero a él no lo engañaba: había bebido muchas veces en el Mediterráneo y reconocía el sabor de la sal y la oscuridad cuando lo paladeaba.

¿Sumaría al otro jovencito, el juguete del Monstruo? Quizá. Dependía de cómo terminara la noche. Mientras tanto, bebió un poco de cada uno, y bebió también de sus ayudantes, y los vio con mejores ojos, pero sabía medir su amabilidad. Pronto se retiró de allí, para dar paso al final de la noche.

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09/05/2021, 13:51
Director

El pequeño barco tenía un número atroz de remeros, y todos ellos luchaban contra la fuerza del Egeo como otros tantos lo habían hecho en tiempos pretéritos. La mercancía que llevaban debía alcanzar el puerto de destino antes del amanecer, o el capitán y propietario de la embarcación perdería su negocio.
Pero la tormenta no era de este mundo, y pronto el capitán descifró la dura verdad: algo lo estaba conduciendo hacia un lugar distinto del que su ruta indicaba, un islote rocoso com una bahía en calma en la que, pronto, hallaron refugio. Sólo él descendió en un bote, mientras los demás reponían fuerzas.
La noche allí lucía diferente que en el mar. Allí se veían las estrellas. El capitán se quitó las ropas empapadas y caminó desnudo por la arena en dirección a una pequeña construcción de mármol, en ruinas y cubierta de hiedra, que adivinó helenística, pero hubiera podido ser anterior.
La mujer que lo recibió no estaba sorprendida por su llegada.
-Viajero, has acudido a mi llamado.
-Ha sido imperioso, eso o la muerte en altamar.
-No -replicó ella-, la muerte no te habría llegado ahora, puesto que te ha llegado hace tiempo ya.
Se miraron con recelo. Los cabellos negros de ella, enredados como gruesos dedos que caían hasta su cintura, le daban un aspecto de gorgona; enmarcaban una piel bronceada por el sol, curtida por el viento y la sal, con ojos color noche. Su corazón latía intensamente. Él en cambio, tenía el corazón muerto hacía ya tiempo.
-Te he llamado para que me hagas como tú. He esperado aquí pacientemente a mi señor, pero no ha acudido. Tú eres su descendiente.
-No sé qué dices, mujer. Hablas tonterías.
Ella sonrió, y para mostrarle que sabía bien de lo que hablaba, hizo un pequeño esfuerzo de voluntad y brotaron de entre sus rastas otras, no de cabello, sino hechas de oscuridad, las cuales se extendieron y movieron, coronándola.
-Sí sabes. Algo sabes. Sabes que la oscuridad nos abraza, a ti, a mí, a mi señor. Sabes que tu sangre puede darme lo que necesito. -Señaló a un lado, y el capitán vio botellas de cristal negro estrelladas en el suelo de mármol blanco. -Ya no me queda nada de lo que él me ha dejado, y pronto moriré. No puedo darme ese permiso, debo estar aquí cuando él venga por mí. Conviérteme, y te daré lo más preciado que poseo.
El hombre se acercó más, vio las gotas de sangre oscura cayendo de la botella que, era evidente, ella había estrellado apenas unos minutos antes de su llegada; la sangre se volvía polvo cuando abandonaba el peculiar recipiente.
-Soy testigo de tu arte, mujer. Es evidente que sabes de lo que hablas. Yo nunca he... nunca he hecho esto antes. Me enorgullece decirlo, pues mi linaje ha sido así siempre: solo los merecedores reciben el regalo de las sombras.
-Te he demostrado que ese regalo vive en mí tanto como en ti. Es otro regalo el que te pido, el de la inmortalidad. Ese no me ha sido concedido, y lo necesito.
El hombre estaba a un paso de la mujer. Aunque su corazón no latía desde hacía tiempo, no pasó desapercibida la ominosa belleza de aquella extraña dama. Extendió su mano para acariciarla, tocó su rostro y su pecho, la despojó de su túnica, e hizo lo necesario para que su cuerpo fuera capaz de penetrar en el cuerpo de ella. Mientras sentía el calor de su interior, clavó sus colmillos en su cuello y bebió su sangre. Supo al instante que no había vuelta atrás: bebió hasta vaciarla, y cortándose su propio cuello, le dio de beber.
La mujer se alzó apenas unos minutos después, habiendo vomitado los restos mortales que la ataban a su antigua existencia, y descubrió al capitán observando el mar.
-Has cumplido... pronto seré como tú, como él, y podré esperarlo hasta que vuelva a mí. Has cumplido, y cumpliré yo también. Te daré lo más preciado que poseo.
La mujer extrajo de entre la hiedra una botella pequeña, similar a las otras, de cristal negro. Ni siquiera la luz de las estrellas le sacaba algún resplandor.
-Bebe esto.
No había nada en la mente del hombre que pudiera resistirse a aquello. Destapó la botella y bebió todo su contenido. Le sabía a sangre, a sal y a metal, a humo y a humedad, a rancio y a eterno.
-Era la última dosis que tenía. La última parte de su sangre, que ahora mora en ti. La magia la ha sostenido impecable desde que nos vimos por última vez. Ahora es tuya, y con ella, es tuyo el mar, que jamás podrás dejar, es tuya la oscuridad, que encontrará en ti siempre un aliado, y es tuya la verdad.
-¿Cuál verdad? -preguntó el hombre, pues había entendido todo lo demás.
-La verdad. Toda la verdad -respondió la recién Abrazada mujer.
El flamante Sire permaneció en silencio. De alguna manera, supo que ella había sido llamada por muchos nombres. La Gorgona, amante del Dios del Mar, madre de sombras y magia. La ninfa Calypso, y también la bruja Cirse. La diosa Hécate, dueña de infames poderes. Supo también que había sido amante y ghoul de su señor, y que éste la había dejado esperándolo, pero que no había retornado. Y supo que, ahora, podría esperarlo por toda la eternidad.

El barco llegó a puerto antes del amanecer, y el capitán concretó su negocio. Nunca pudo pasar más de una noche alejado del mar. Supo por un confidente que sus ojos eran ahora completamente negros, sin el castaño iris ni el blanco alrededor, solo negro, todo negro. Y jamás nadie pudo volver a mentir sin que él supiera la verdad que mora detrás. Pues eso es la oscuridad que ellos esgrimen, la verdad detrás del mundo de mentiras que todos llaman realidad.