Partida Rol por web

Galahad sonrió ante las palabras de Thalgrog quedándose hablando con el naugrim, mientras este vaciaba la cerveza.

Se la bebió en pocos minutos- estaba sediento el enano pensó el paladín.

¿Nos vamos?- dijo en voz alta para ser escuchados por todos.

Miró a Brendan, estaba mirando por la ventana con aire meláncolico, gracias por todo, que Torm os proteja.- le dijo y con una leve inclinación de cabeza, inició el camino hacia la puerta.

No por ser malhumorado iba a ser maleducado; el tabernero devolvió el agradecimiento a Galahad e igualmente inclinó la cabeza ante él y el resto de sus invitados. Al otro lado, el borracho comenzaba a despertar de su estupor y preguntarse qué había sido de su oro, pero antes de que pudiera hallar respuesta Moxie ya estaba fuera, preparada para esconderse tras sus amigos. No tardaron mucho en encontrarse todos al otro lado de la puerta; una vez reunidos, reanudaron su paso por los pedregosos caminos de Montes Lejanos.

En todo el pueblo tan solo había un lugar que parecía luchar contra el desánimo: la Forja de Tithus. Un pequeño humillo escalaba su chimenea como impulsado por los golpes del martillo que, con rítmica percusión, retumbaban en el interior. No entraba ni un solo cliente, pero ello no había impedido que su dueño abandonara su pasión y su trabajo...

Tithus, el herrero, llegó desde tierras nórdicas hasta Montes Lejanos por sí mismo, hacía tan solo un mes y unos pocos días. No tenía predecesor y fue el primero de muchos aspirantes ilusos tras el descubrimiento del carbón. De un edificio abandonado y ruinoso hizo un negocio ejemplar y, ahora, sus sueños se esfumaban ante él como polvo que lleva el viento.

— ¡Al cuerno! — Su voz rasga desprecio hacia sí misma. — ¿Quién me mandaba a mí viajar al sur? ¿Dónde estaba la adivina que me previniera de semejante locura? — Su mazo da caprichosas vueltas en el aire, al borde de salir volando en cualquier momento. Acallando sus quejas, vuelve al trabajo. Seguramente por aburrimiento, el hombretón gordo y musculado martillea un portentoso escudo en forma de disco. Cuando el variado grupo llega a su local, su expresión cambia radicalmente.

— ¡Oh! — La visita le coge totalmente por sorpresa. — ¡Clientes! ¿Sois clientes, verdad? ¡Tenéis pinta de serlo! — Afirma, queriendo él mismo asegurarse, mientras ojea con detenimiento cada uno de los diferentes rostros que han llegado a verle como si fueran espejismos. Simultáneamente, su mentalidad de mercader piensa qué podría ofrecerles, consciente de que esta puede ser una oportunidad única en mucho tiempo.

— ¡Enano! ¿Qué haces paseándote por ahí sin un escudo? ¡Echa un vistazo a esta maravilla! — Algo cojo, se levanta de su taburete y muestra con orgullo su mejor creación. — ¿Qué te parece? ¡Creo que es tu talla! ¡Te lo regalo por 300 monedas! — En realidad, aunque Thalgrog puede usarlo sin problemas, por el tamaño le es más conveniente a Zancada... Pero la desesperación por vender es palpable.

Mientras cruza los dedos y espera que el guerrero acepte su oferta, se lanza con curiosidad a por Lynx. — Oye... ¿Tú eres una semielfa, verdad? — Pregunta con un rastro de fascinación. — Si me permites un humilde comentario... ¡Con esas flechitas no atravesarías ni media naranja podrida! ¡Así no haces honor a ninguno de tus dos linajes! — Exclama y señala un fajo que cuelga de un estante, contenedor de una docena de flechas puntiagudas con púas afiladas.

La munición tiene un aspecto temible y el herrero espera que la guardabosques acepte sin pensárselo. — ¡No se hable más, son tuyas! — Inteligente, luego añade... — ¡Por 180 monedas! ¡Es un regalo! ¡Un regalo! — Repite con entusiasmo mientras rebusca entre todos sus artilugios, estudiando qué más pueda proponer a los demás.

Lynx tenía una mirada un poco divertida ante el intento de vender el escudo a Thalgrog pero esta pronto se convertiría en un ceño cuando el herrero mencionó sus linajes, cuando acabó de hablar tomó su turno, -Creo que el hecho de que sea una vagabunda ya le falta el respeto a uno de mis linajes pero bueno, sobre las flechas, la verdad es que solo tengo 110 monedas, así que si se puede dime precio por flecha y vemos, además las flechas normales tampoco están tan mal-.

-Además estas flechas las voy a utilizar en el intento de solucionar los problemas de la mina, cuantas más me pueda permitir mejor-, dice mientras pone una cara extraña, la verdad es que siempre se pone nerviosa cuando trata de negociar un precio, lo cual tiene sentido casi nunca le salía bien.

Comprendió la frustración de Tithus. Los maestros herreros de las Montañas Nebulosas padecían idéntica situación debido a la escasez de carbón.

Examinó con ojo crítico el escudo que le ofrecía. Era una pieza de innegable calidad en la que se notaba la mimosa dedicación del herrero. Su tamaño reducido era compensado por unos hermosos grabados que decoraban su superficie.

-¡Un escudo magnífico! Que bien vale esas 300 monedas- aseguró el enano- Pero no llevo tantas encima. Le propongo un trato: fabrique un escudo de mayor tamaño para mí y al término de mi viaje, si tengo las monedas necesarias, se lo compraré con gusto. Se lo juro por mi honor de enano. Tengo intención de averiguar qué está ocurriendo en la mina y, con ayuda de mis compañeros, buscar una solución. Si nos pudiera dar algo de información le estaría eternamente agradecido. De momento me conformo con que afile mi hacha- le entregó el arma- ¡Bien afilada! Que pueda afeitarme con ella hahaha.

Zancada entró en la herrería escuchando el sonido del yunque y del martillo allí dentro vio al herrero que no había perdido su afán de trabajo. Como si fuera un entendido en el asunto entró con sus manitas hacia atrás como si fuera un erudito examinando todo el mobiliario. Después escuchó lo que les ofrecía al grupo, sus ojos parecieron abrirse de una forma desmesurada ante el precio de aquellos objetos. Zancada vio que el tamaño del escudo había sido diseñado para él. Así que sabiendo que no podía convencer al herrero debido a su impedimento para ser comprendido. Tomo veinte monedas de su bolsa de dinero quedando las restantes en el saquito lo cerró lo movió para que escuchara que había un montón de monedas en el y se las ofreció al herrero señalando el escudo. Puso cara de niño bueno, de persona amigable, de bonachón que no parte ni la pana para ver si convencía al herrero de aquello.

— No cabe duda de que esos locos están dispuestos a descender a la mina ¿Por qué otro motivo habrían llegado hasta aquí si no? — Pensó el herrero para sus adentros. — Aún así... debo aprovechar esta ocasión. Muchos más son los aventureros que marchan que los que llegan... ¿Cuándo llegará a mi puerta otro grupo dispuesto a tal insensatez? — Decidía, mientras escuchaba con paciencia los intentos de regateo.

[~ Respondiendo a Lynx]

Tithus no cree las palabras de Lynx. Aquello de que la exótica semielfa era también una vagabunda le suena a cuento de remotas tierras orientales. — Bueno, si no hubiera más remedio que dividir el carcaj, el precio por cada unidad será de 15 monedas. — Asiente, manteniendo firme su precio.

[~ Respondiendo a Thalgrog]

— ¡Buen intento, enano! ¡Ja, ja, ja! ¡Eso en el caso de que, al volver, todavía conserves tu cabeza sobre los hombros! ¡Ja, ja, ja! — Ríe escondiendo una preocupante verdad detrás de la broma. — En cuanto a esa hacha, estoy de acuerdo en que necesita cuidados urgentes. Pero tenemos un problema... — Rascaba brevemente su pronunciada barbilla y explicaba. — Mi suministro de piedras de afilar es nulo... Sabía que esto ocurriría y le encargué, con previo pago, unas cuantas al bueno de Rander. Él dirige el emporio situado en el centro de la aldea...

...O dirigía. — El tono de su voz cambia abruptamente. — Justo ayer el tipejo echó el cierre y se marchó, sin avisar ni decir a dónde. A todos los que aquí trabajamos honestamente nos debe algo por lo que, si volvemos a verle, creo que solo será en nuestros sueños. — No hay rencor en sus palabras, luego concluye. — Este es un pueblo honrado, y yo no quiero líos... Pero esas piedras de afilar me pertenecen por derecho. Si de algún modo las consigues, tu hacha podrá cortar tus barbas y las de tus enemigos con la precisión de un cirujano. — Prometía con ojos fijos y serios.

[~ Respondiendo a Zancada]

El proceder de Zancada le pareció de lo más entrañable y gracioso. Ciertamente, el escudo encajaba de maravilla con su estatura de halfling. Por un instante tuvo el arrebato de bajar el precio y, también, de diseñar otro parecido para su compañero enano. Se lamentaba, pero no podía hacerlo. Solo él conocía el tiempo, sudor y esfuerzo que le había costado confeccionar sus obras. Odiaba la idea pero, igual que Rander, quizás el también tendría que marchar de allí, forzado por las circunstancias. Iba a necesitar todo el oro que pudiera conseguir y, por el momento, no estaba dispuesto a ninguna rebaja.

Zancada vio que el hombre se negó rotundamente, viendo la situación hubiera sido un buen negocio viendo el panorama y que los campesinos de la aldea no tenían ni una moneda. Pero vio que el hombre se aferraba a venderlo por un precio que para él sería justo pero para los aventureros era inaccesible. Cuando se iba a guardar su bolsa tuvo una idea... tomó de su bolsa cinco monedas más quedando en la bolsa 45 monedas de oro, y se las ofreció a Lynx señalando las flechas y la bolsa, al menos tendría para tres flechas imparables.

La pequeña gnoma se encontraba en mitad del grupo, con la cabeza baja sin hacer mucho a lo que estaba ocurriendo a su alrededor mientras sus labios se movían levemente una y otra vez. Tenía entre sus dedos el recién adquirido monedero y sus dedos estaban contando una por una las piezas que tan fácilmente le había sido conseguir, ¡demasiado fácil incluso! Engañar a ese pobre borracho ni siquiera había supuesto un reto para ella.

Pero entonces cuando escuchó al herrero hablar de aquellas piedras... alzó la mirada y se fijó en él con su único ojo bueno, empezando a morderse el labio mientras su mente ya empezaba a planear algún "maligno" mal. Así que cuando este hubo acabado, dio un paso al frente, colándose entre sus compañeros con facilidad para quedar delante en el grupo. Se quitó la capucha mostrando su pelo rubio, con trenzas que eran adornadas por tuercas como acostumbraba a hacer desde niña, y sacó pecho ante el desconocido.

— ¡Yo soy lo que estabas buscando, maese herrero! Si ese hombre del que habláis se ha marcado dejando aquí sus suministros, nosotros daremos con ellos y se los devolveremos a sus legítimos dueños. ¡Eso es lo justo! ¿No? — empezó a decir, aunque la justicia hacía mucho que no le importaba demasiado — Aún que... también es justo que recibamos un pago por nuestros servicios. ¿Qué le parece si le traemos sus piedras de afilar a cambio de las flechas para la vagabunda y afilarle el hacha a mi compañero enano?

Y ya lo demás que encontrásemos pues... igual podría encontrarle otra salida, pero eso él no tenía por qué saberlo.

Galahad entró junto a sus compañeros en la herrería y miró la mercancía en silencio, se notaba que el herrero tenia devoción por su trabajo ya que habían realmente armas de muy buena factura.

El paladín estuvo tentado de pedir el precio de alguna espada pero se mantuvo en silencio escuchando a Lynx, Moxie y Thalgrog.

Cuando el herrero estaba hablando con el naugrim, Galahad se acercó a Lynx y le murmuró al oído.

Te dejo 50 monedas de oro para las flechas, las necesitaremos en la mina. Espero que les des buen uso. De nada me servirá el oro en la bolsa allá dónde vamos.- dijo dándole 50 monedas.

[~ Respondiendo a Moxie]

Las palabras de la gnoma dibujan una luenga sonrisa en los gruesos labios del herrero. — ¡Me gusta tu forma de pensar, pequeña! Solo cuídate de no ser vista... ¿Quieres? — Trataba de decir con delicadeza. — La gente por aquí está muy tensa... Podrían no entender tus buenas intenciones... 

De nuevo escuchaba decir que la semielfa era una vagabunda; Tithus no podía concebir como un ser de sangre privilegiada había sido condenado a una suerte tan nefasta. Agitaba tales pensamientos de su cabeza y extendía su manaza abierta hacia Moxie, simbolizando cerrar el acuerdo. — Tu trato me parece justo. ¡Sea como dices!

[~ Respondiendo a Galahad]

Por segunda vez, Tithus observó que el grupo transfería apurado el dinero de unas manos a otras. Aunque disfrutaba escuchando el tintineo de las monedas que en algún momento acabarían en sus manos, se convenció de que aquellos aventureros no eran los típicos ricos mata-dragones sobre los que había leído. Quizás estaban más necesitados que él mismo y, aún así, estaban dispuesto a arriesgar sus vidas en la mina de carbón. 

— Veo que sabes apreciar una buena hoja. — Comenta a Galahad. — Toma. Esto es de mis días como aventurero. A mí ya no me sirve de nada, pero puede que a alguien de tu banda sí... — Le susurra mientras pasa con disimulo una mochila a sus manos. En su interior hay un casco magullado, unos guantes en digna condición y un broquel bastante oxidado, pero servible.  — Tienes aspecto de líder. Confío en que sabrás darlo a quien más lo necesite.

Elaxidor estuvo mirando con atención los escudos y los demás artículos que tenia el herrero en su fragua.

Dirigiéndose a él en un tono amable pero firme : Veo que sois un gran artesano, vuestro trabajo habla por si solo… tengo ésta daga a la que le tengo un cariño especial, me ha acompañado desde que me la dio mi padre; nunca dejaría que la tocara alguien que no supiera lo que hace, me gustaría que la afilarais también cuando hayamos conseguido esas piedras.

Ah y querría pediros un pequeño favor, me seria de mucha ayuda si me pudierais indicar si en esta zona hay alguien que prepare pociones y pergaminos ya que para adentrarnos en esa mina creo que nos van a hacer mucha falta.

Lynx pensaba en cuántas flechas debería comprar, después de todo quería comprar otras cosas y tampoco le apetece gastarse todo su dinero en flechas, pero al notar como Zancada le tendía su dinero y sus gestos abandonó esos pensamientos, -¿Estás seguro?, quiero decir las flechas serán útiles pero también puedo tirar con las de este tipo-, dice señalando las flechas del carcaj, -simplemente quería unas pocas más, además siempre tengo dos bonitas ...-. En ese momento se callo cuando Galahad vino para ofrecerle 50 monedas, ella se giró hacia él, mientras la conversación de Moxie continuaba, -Sabes, es extraño, en todos los grupos en los que me vi la necesidad de formar parte para una misión nunca se me ofreció ayuda para equiparme y bueno, realmente no me quejo, no es como si fuéramos amigos-, después de esto se forma una pequeña sonrisa en su cara -Pero no me quejare, es… agradable, supongo-.

Estaba a punto de coger el dinero cuando escucho las palabras del herrero, retirando posteriormente su mano, comienza a decir, -Bueno, si nos puede salir “gratis” mejor para todos, ¿verdad?-, cambia su mirada de Galahad y Zancada.

Moxie estrechaba la enorme mano del herrero, ¡mucho más grande que la suya desde luego! Mientras escuchaba la conversación de sus compañeros. Todos parecían querer algo del herrero para ellos, todos menos la gran ladrona Moxie. Para que luego la llamaran egoísta. Aunque bueno... quizá la diferencia es que ella no pensaba como los demás. No estaba en sus planes gastar ni una sola moneda de las que llevaba consigo, si no más bien todo lo contrario, engordar su saca hasta que fuera una molestia llevarla encima de todo el peso que tendría.

Se retira entonces de la primera fila y vuelve a meterse dentro del grupo, camuflándose entre ellos, para entonces alzar la vista hacia la elfa.

—¿Gratis? Nada en esta vida es gratis, querida, o no en estas tierras al menos... —respondió volviendo a taparse la cabeza con la capucha de tela algo raída —. Será mejor ir cuanto antes al emporio, estoy segura de que no somos los únicos interesados en... recuperar... la mercancía.

Y dicho eso se vuelve a colar con facilidad entre sus compañeros, solo que esta vez en vez de para ir al frente lo hace para dirigirse a la salida de la herrería.

[~ Respondiendo a Elaxidor]

Tratando de disimular su cojeo, Tithus se acerca para ver mejor la daga. — Es una buena pieza, no hay duda. Tanto puede servirte como arma arrojadiza como para defenderte mano a mano. Será un honor mejorarla... — Busca ahora un modo sutil de expresarse. — Cuando consigas las piedras que me deben.

Después responde a la pregunta del elfo. — Nadie en este pueblo ha tenido tiempo ni interés para estudiar alquimia, mucho menos magia... Pero tengo constancia de un mercader ambulante que estuvo aquí no hace mucho y que dominaba tales ciencias. — Se esfuerza por hacer memoria. — Él trató con Rander y nadie más. Si consigues colarte en su local... — Baja la voz. — Seguro que encuentras algo de tu interés...

Dirigiéndose al herrero con agradecimiento: Muchas gracias maese, ( había advertido el pragmatismo; o mas bien desconfianza, que tenia el herrero por todo aquello que no tuviera delante de sus ojos, pero no era algo que le enfadara, siempre intentaba mantener la cortesía que en ocasiones era mas bien solemnidad ) pondremos todos nuestros esfuerzos en encontrar a Rander y espero que podamos beneficiarnos todos.

Vio que Moxie se dirigía a la puerta y siguió sus pasos.

-¿Qué le pasó en la pierna?- preguntó al herrero. ¿Una herida de su época como aventurero?