Partida Rol por web

Después de ver llegar a Moxie al final de la pendiente al sur, no puedes evitar pensar que hay más de lo que parece, pero eres incapaz de figurarte qué pueda ser.

Después de ver llegar a Moxie al final de la pendiente al sur, no puedes evitar pensar que hay más de lo que parece, pero eres incapaz de figurarte qué pueda ser.

Algo sobre ese final tan súbito no paraba de enviar una sensación de incomodidad por la columna de Lynx, como si se le escapase algo pero no era capaz de saber lo que, talvez era el lugar en si, -¿Lo notas?, hay algo que no me acaba de encajar-, sus palabras son para Valentina, después de todo hace no mucho ella noto algo que se escapaba a Lynx pero quien sabe a lo mejor esto era algo más élfico, humano o cualquier cosa del mundo de la personas.

Valentina negó con la cabeza pues no encontraba nada fuera de lugar.

Examinando con algo más de atención, Lynx se percata de que el calzado de Moxie deja huellas en la tierra, denotando que el suelo allí es extraordinariamente húmedo, casi mojado y, por tanto, también manipulable. 

Se disponía a subir la cuesta cuando la gnoma propuso su plan. Movía la boca de forma extraña, parecía un ratón. Desde que saliera de Montañas Nebulosas no se había bañado y empezaba a apestar. Tenía ganas de terminar con aquello y darse un buen baño relajante. No tenía sentido perder el tiempo discutiendo así que aceptó. Además, los gnomos vivían en madrigueras, tal vez tuviera buen sentido de la orientación bajo tierra. Para estar más cómodo se quitó la armadura, arrastrando con ella el resto de prendas y dejando al descubierto una abultada panza moldeada tras años de esfuerzo y dedicación¹. Ataviado con su bonito abrigo de lana sujetó la cuerda con firmeza mientras Moxie se deslizaba. A los enanos les gustaba trabajar en equipo. Solían hacerlo por parejas: mientras uno golpeaba el yunque con el martillo el otro vigilaba atento a socorrer al probable dedo machacado. 

-¡Pesas demasiado! - mintió - ¿Tenías que llevarte también los lingotes de oro? No te los vamos a quitar, so desconfiá. AAAahhhgg, ayudadme... ¡ayudadme! No puedo más... ¡Voy a soltar!.... hahaha era broma, era broma. Ten cuidado ahí abajo pequeña.

La cuerda perdió tensión lo que indicaba que había llegado abajo. Tocaba esperar y Lynx aprovechó para hablarles sobre las extrañas criaturas que habitaban las profundidades de la tierra. Al enano no le gustaban las historias de miedo pero se obligó a escuchar. Quizá conocer detalles de aquellos seres les diera algún tipo de ventaja en combate.

-Esos Drow que mencionas... ¿son parientes vuestros, verdad? - preguntó a Lynx y Elaxidor - De pequeño me contaron historias sobre ellos, pero no las recuerdo muy bien. Siempre pensé que los elfos habitaban en bosques. ¿Qué llevaría a un elfo a pasarse al lado oscuro y habitar bajo tierra?

El enano notó de nuevo la tensión en la cuerda. La agarró fuerte y ayudó en la subida tirando.

- Veo que vienes cargada de tesoros... Si me hubieras hecho caso habría subido la cuesta y ahora estaría bajando cargado con tantos tesoros que no tendrías que trabajar nunca más. - El enano, satisfecho con su victoria, se cruzó de brazos sonriendo. Notó el suave tacto de la lana entre sus dedos. Y también notó algo más en su interior, como un pálpito... Alzó un dedo pidiendo silencio. Estaba pensando.

Es fácil explicar los procesos de pensamiento del enano. Su conducta se rige por las necesidades básicas como comer, beber, dormir, respirar... Pero en ocasiones sus dos neuronas, por azares del destino, se enlazan entre sí produciendo una chispa eléctrica que activa regiones de su cerebro en desuso.

- Lana sube, lana baja... ¡y la ladrona no trabaja!

Acababa de inventar un refrán por sí mismo, sin la ayuda de garbanzos. Un refrán que con el paso de los años y la transmisión de boca en boca acabaría perdiendo todo su sentido, quedando en un simple acertijo.

La cara de desagrado de Moxie era más que evidente ante la sinvergonzonería del enano, quien sin pudor alguno empezaba a quitarse todas sus prendas de ropa hasta mostrar su barriga. La pequeña sacó la lengua haciendo el gesto de vomitar, pero estaba tan cansada y sudada que ni siquiera hizo un comentario al respecto. Tan solo enrolló su cuerpo con la cuerda y se dispuso a bajar escuchando al enano de fondo...

Siguió bajando con cuidado de donde apoyaba aunque gracias a sus compañeros no le costó demasiado hacerlo, hasta que al llegar abajo vio como lo que parecía ser otro derrumbe había tapado el camino. La mina parecía estar en peor estado del que pensaba, ¿cuánto tiempo hacía que había sido abandonada?

—¡Aquí no hay nada que hacer, ha habido un desprendimiento! —dijo desde abajo en voz alta, que por la forma de la mina no tardó en desplazar el sonido hasta los compañeros —¡Ya podéis subirme!

De nuevo se dejó arrastrar por ellos, confiando un poco en que no fueran a soltarla, hasta que al llegar arriba se desató la cuerda y empezó a hacerla de nuevo una bola para guardársela en el interior de la mochila. Podría ser útil más adelante.

—No tengo ganas ni... de contestarte... —respondió la gnoma falta de aliento, notando como su rostro estaba empapado ya en sudor y el pelo se le pegaba. 

Aunque fuera una ladrona no le gustaba estar sucia ni oler mal. ¡Ella era la reina de los ladrones! Así que debía tener un buen aspecto... en cambio ahora se sentía asfixiada y al mirar aquella enorme cuesta que ascendía tan empinada no pudo evitar soltar un suspiro haciendo que sus labios vibraran haciendo una pedorreta.

—¿No quieres ser mi montura, Thalgror? Me subo a tus hombros y me llevas, si tan trabajador eres... —dijo mirándole y sacándole la lengua.

Aquel dardo envenenado fue directo al corazón. Los enanos podían presumir de ser la raza más trabajadora del mundo. ¡Y no iba a permitir que aquella deslenguada gnoma lo pusiera en duda! Cogió la armadura, le sacudió la roña (¡Si, la roña! Porque todos iban de roña hasta las orejas) y se la puso. Y entonces se agachó.

- Sube. ¡Y como se te ocurra agarrarme de las orejas te enteras!

Valentina no parecía notar nada fuera de lugar, pero Lynx estaba segura de que algo simplemente estaba fuera de lo esperado.

-Engaño, miedo, promesas de poder y prosperidad son parte de los motivos del nacimiento de los Drow-, respondió al enano mientras buscaba el motivo de aquel persistente sentimiento y después de un rato explorando los alrededores con la mirada lo vio, donde Moxie pisaba dejaba huellas, suelo húmedo o mojado y por tanto moldeable.

-Yo creo que Valentina seria una mejor montura, una silenciosa y letal, pero bueno eso lo podemos discutir en otro momento-, luego señalo hacia donde se habían quedado las huellas de Moxie, -El suelo está húmedo, debería ser fácil manipular el terreno o excavar y bueno la humedad tendrá algún motivo-, no sabía cómo de bueno seria ponerse a jugar con la tierra teniendo en cuenta que la mina parecía tener bastante facilidad a la hora de venirse abajo.

Moxie y Thalgrog se enzarzan en una peculiar discusión que termina con todo el peso de la gnoma sobre los hombros del enano, alcanzando entre los dos el tamaño de un humano menudo. Haciendo muestra de una fuerza portentosa, el guerrero no tiene dificultad alguna en transportar a la ladrona de lado a lado - inadvertido, claro está, de los jocosos comentarios de sus compañeros que, sin faltar a la verdad, le achacaban cierta similitud con un borrico o jumento, todos ellos animales muy nobles y estimados.

Llega la hora de la verdad y la empinada cuesta se alza frente al grupo, más imponente cuanto más próxima. Mientras llegan a su lado Elaxidor, Galahad y Zancada, Moxie se plantea si es una buena idea permanecer sobre los hombros de Thalgrog. La ladrona examina los alrededores buscando un nuevo saliente en el que repetir el anterior truco de la cuerda, pero no hay ninguno suficientemente pronunciado como para ofrecer el soporte necesario. Cuando imagina al enano intentando cargarla en condiciones tales, siente su seguridad peligrar.

Llegados a este punto, se hace forzoso que al menos uno de ellos consiga llegar hasta arriba. El diestro aventurero que logre esta hazaña puede ser el que, desde el otro lado de la pendiente, arroje una cuerda y la sujete para ayudar a sus amigos... - ¿Pero quién de ellos podía conseguirlo? - Se preguntan, analizando la total ausencia de bordes a los que agarrarse y el precario equilibrio que insinúa la renegada rampa.

[Lynx: detectar puertas secretas automático - Éxito.]

Un pensamiento inquieto insiste en reclamar la atención de Lynx, que no puede dejar de observar la gruta cerrada al sur. Primero contempla la abrupta obstrucción, luego las huellas de la ladrona... - Algo no encaja. - Se repite, una y otra vez. Finalmente, la semielfa desciende por sus propios medios y, de cerca y por pura corazonada, detecta algo que llama la atención de sus prodigiosos sentidos élficos.

A nivel del suelo, entre varias rocas sospechosamente quebradas, hay una pila de tierra humedecida y removida. Partiendo estas rocas con facilidad, se evidencia que la tierra resultante no es más que una encubierta. Apartando este barro preparado y pegajoso queda al descubierto un pozo oculto, con una caída de varios metros de altura y conectado a un túnel de suficiente espacio para ser transitado por humanos o, en su caso, por semielfos.

El camino por el estrecho túnel es penoso y angosto. A pesar del deseo de volver atrás, Lynx avanza y acaba dando con una corta escalada en vertical, la cual concluye en una diminuta gruta. Aquí respirar es terriblemente difícil y potencia la sensación de espacio reducido. En el centro se halla una arqueta de madera con cerradura de plata y, más allá de este interesante contenedor, no hay otra cosa que el anhelo de abandonar el pozo y regresar con sus amigos.

Respondiendo a su compañero Enano:

Querido amigo, para que te hagas una idea, para nosotros un Drow es como para vosotros aquellos a los que llamáis Duergar. De ellos también he oído hablar y hiela la sangre… Las profundidades no albergan nada bueno.

Quizás cuando salgamos de ésta mina podamos hablar más a fondo de este tema, ahora debemos estar pendientes de nuestra compañera, no vayamos a perderla.

El enano cogió a la gnoma por las axilas y con cuidado la dejó en el suelo.

- Si hay que descalabrarse que sea yo. Tengo la cabeza más dura. De pequeño escalé montañas, ésto va a ser forjar y cantar.

Inició el ascenso y se perdió en la oscuridad.

La cuesta era empinada. Terriblemente empinada. El enano jadeaba y llegó un momento en que tuvo que dejarse caer y subir a gatas. Se agarraba a cualquier saliente, hincaba los dedos mientras escuchaba sus tripas rugir por el hambre. Pero no iba a detenerse, ¡tenía una misión que cumplir! Subía y subía y pudo ver el final de la cuesta. Faltaban dos metros... ¡Ya casi estaba! Sus tripas se quejaron insistentes.

- ¡¿Queréis callaros ya?! ¡Me estáis poniendo nervioso! - y rugieron más fuerte - Está bien. Pero sólo una manzana, quiero guardar la línea.

Se sentó y rebuscó en su bolso. Sacó el mantel de picnic y con cuidado lo extendió bien, tirando de las puntas. No le gustaba que quedaran arrugas. Sacó una manzana y la puso sobre el mantel. ¡Y su navaja multiusos! Compuesta por cuchillo, tenedor y cucharilla para postres. Sonrió, se merecía aquel pequeño almuerzo. Fue a coger la manzana y ¡había desaparecido! 

- ¡¿Tenías que robarla también?! ¡Sólo tenías que pedirlo y te hubiera dado un poco!

Se levantó y, enfadado, bajó la cuesta. ¡Se iba a enterar la gnoma!​​​​

Mientras los otros discutían sobre cómo y quién subiría Lynx descendía para una última inspección más cercana y esperando conseguir resolver esa corazonada que no se le iba de ninguna forma, -Quédate con el resto-, le dijo a Valentina.

Al final encuentra un pozo oculto, por como se miraba podría pasar por el túnel y sin dudarlo demasiado se adentro en él. Aunque angosto y un poco difícil de moverse por él siguió hacia adelante, tampoco es que fuese fácil dar la vuelta, con el tiempo llegaría a una gruta, -Uff-, no era agradable respirar y el espacio era tan reducido que le creaba un sentimiento de malestar constante. Cogió la arqueta y sin pararse a revisar demasiado o tratar de abrirla tomó el camino de vuelta, el aire de este nivel realmente se sentía bien en comparación con el de la gruta.

Si antes debía estar sucia al salir de ese túnel estaba llena de barro y polvo por prácticamente todo su ser, aunque no era tan extraño acabar así teniendo en cuenta la vida que llevaba, a veces deseaba que su padre aún pudiese regañarla por ensuciarse tanto o su madre, después de todo una prostituta sucia no vende tan bien, aunque estos pensamiento fueron interrumpidos por el espectáculo del enano, -No entiendo-, la forma de ser del enano podía resultar caótica y confusa, -pero os traigo una cosa-, y cogiéndola con las dos manos les mostró la arqueta de madera.

Dado que el Enano no pudo llegar al final, lo intentó Elaxidor, tenía buena destreza y al menos lo podia intentar.

Empezó a tirar de si mismo hacia arriba intentando escalar pero al primer saliente que se agarró resultó ser una piedra medio suelta que cedió a la mas mínima.El aterrizaje que hizo le dolió mas en el alma que en el culo y las costillas.

Por un momento le vinieron a la cabeza sus pertenencias: Mis pergaminos!!! pero palpandose por todaqs partes se dió cuenta de que todo estaba en su lugar

Una amplia y juguetona sonrisa se dibujó en los labios de la pequeña ladrona cuando el enano accedió a su petición. ¡Ni en sus mejores sueños lo habría imaginado! Así que en cuanto este dijo que sí Moxie ya estaba lista para subirse a su grupa y cabalgarlo como a uno de esos corceles enanos. Sin tener un lugar en el que agarrarse para mantener el equilibrio alargó sus brazos y se hizo con las barbas del enano como riendas para dirigirlo. ¡Ahora ya si que estaba dispuesta a subir aquella cuesta! O al menos eso pensaba... pues cuando el enano comenzó a andar y a tambalearse...

—¡Vamos, pero sube la cuesta! —regaló tirando de sus barbas—¡P-para, para! ¡Qué me vas a matar! —acabó chillando con su voz aguda al notar como estaba a punto de caerse. 

Finalmente el enano la puso de nuevo en el suelo y se alegró de volver a pisar tierra firme, soltando un largo suspiro. Tras eso se quedó callada observando a la elfa, intercalando su mirada viendo al torpe enano intentando coronar la cima. En otra ocasión se habría reído al ver el espectáculo, pero ahora estaba tan cansada para hacerlo que simplemente se dejó caer, sentada con las piernas abiertas mientras regresaba la elfa.

—¿Encontras... —empezó a preguntar al verla, pero cuando sacó la arqueta se quedó callada, mirándola con ojos golosos. 

Se acercó a ella reptando y relamiéndose los dedos al ver aquella cerradura tan llamativa. ¡Eso era plata! Lo supo en cuanto lo vio... si así era la cerradura nada malo podría haber dentro. Así que se dispuso a sacar sus herramientas cuando escuchó la voz del enano recriminándola por algo que ni siquiera había hecho.

Molesta le miró y frunció el ceño, apretando los labios mientras veía como este se precipitaba por la cuesta que tanto le había costado subir.

—¡Yo no os he robado nada, este oro es mío! —contestó sin saber siquiera a qué se refería, pero por si acaso.

Y con desprecio escupió a un lado.

—¿Me permite, señorita? —preguntó cambiando la voz, con un tono delicado mientras señalaba la cerradura—. Esta vez no dejaremos que el tonto enano la estropee con sus tontos dientes.

-Claro, toma-, acto seguido puso la áqueta en sus manos, -Pero recuerda yo lo he encontrado, parte de lo que hay dentro en principio es mío-, si no le fuese útil o si resultase mejor para otro de sus compañeros seguramente se lo daría pero no pasaba nada por dejar claro que no lo regalaría porque si.

Zancada se guardó su maza y escudo y siguió al culo del enano viendo como este después de un buen intento se va para abajo. Para sorpresa del enano Zancada se puso a trepar por aquella subida con verdadera agilidad, y se había cambiado hasta ponerse al lado de Thalgrog. Así que cuando este bajo... ya no estaba Zancada detrás mientras que el enano iba bajando pudo ver al hafling subiendo con verdadera pericia hasta posicionarse en la cúspide, y una vez allí otear alrededor para ver que no estuviera en peligro con maza y escudo en mano. Y tras cerciorarse que estaba todo tranquilo sacar de su mochila una cuerda y lanzárselas a sus compañeros.

Lynx alcanza a sus compañeros, esperando la mejor oportunidad para mostrarles su descubrimiento, pero los encuentra afanados en su duro enfrentamiento con la rampa: si no les fallan las fuerzas entonces caen por un descuidado resbalón y, cuando no esto, un mal movimiento les hace chocar contra el techo, precipitándose de vuelta al punto de partida... - ¡Aquello no era un dragón rojo, pero sin duda era un digno adversario!

Mientras el enano recupera fuerzas con su jugosa manzana y el elfo se asegura de conservar todos sus valiosos pergaminos, la gnoma concede su plena atención a la arqueta de la semielfa... - En sus días difíciles, Moxie había visto muchas cerraduras parecidas y esto la agradó, tanto por la familiaridad que le inspiraba como por el material de la misma. - Así pues, adivina que su interior contendrá algo interesante y que, si la guardabosques le brinda la oportunidad, podrá desbloquearla al primer intento.

La respuesta es afirmativa y nuestra hábil ladrona pasa a la acción, tan rápida que ni los ojos élficos pueden seguir su velocidad: tres o cuatro giros de muñeca, aplicar un poco de fuerza en este punto y en el otro, una ligera torsión y un satisfactorio sonido... - ¡Click! - ¡Como por arte de magia, está abierta! La fascinante demostración merece aplauso y reverencia, pero ahora lo primordial es ver su contenido:

Bajo los ojos expectantes de todos, la arqueta revela dos preciosos anillos reposando sobre un fondo violeta y acolchado. Aunque simples en aspecto, su color plateado brilla y reluce en la oscuridad, además de irradiar corrientes mágicas. No cabe duda de que estas sortijas han sido imbuidas con poderes místicos, de segura utilidad para sus portadores. Qué magia albergan y cómo llegaron a una localización tan remota sigue siendo un misterio.

Es en medio de esta abstracción cuando algunas voces se preguntan... - ¿Dónde estaba Zancada? - Ha desaparecido de nuevo y ya todos temen lo peor: lo imaginan perdido por algún oscuro rincón de la mina, extraviado y confuso, vagando por sus inhóspitos túneles, abnegado en la triste soledad... - Nada era más lejano a la realidad. - Una cuerda les llega desde lo alto y comprenden que no hay de qué preocuparse: el raudo y veloz halfling ha vuelto a adelantarse una vez más y en esta triunfal ocasión les espera al otro lado, justo sobre la cima de la rampa.