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La montaña prohibida

La montaña prohibida

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29/04/2024, 23:34
Kami Rita

Las balas no parecían hacerle nada a la criatura y el machete menos aún, pero pese a ello, insistí hasta la extenuación. La vida o la muerte. En la caverna retumbó el disparo de Ramón y los gritos de Lucía pidiendo ayuda. El demonio parecía agonizar, aunque era sumamente peligroso aún. Tras unos instantes que parecieron horas, de repente, la bestia desapareció entre un humo negruzco, insano. Miré a los lados, pero era verdad, ya no estaba. La voz de Evgeny lo gritaba a los cuatro vientos, o mejor dicho, a las cuatro paredes. Un canto alegre empezó a crecer en intensidad y un agujero en la pared apareció, dejando ver más allá la luz del sol. Las almas parecían contentas y aullaban de alegría.

Con los heridos a cuestas, todos salimos corriendo del interior de la montaña al exterior, cerrándose la abertura tras nuestro paso. Ninguna radio ni teléfono funcionaba, así que tocaba descender rápidamente por la urgencia de los heridos. Al cabo de unas penosas horas, deberíamos de haber llegado al campo base, pero allí no había nada, cosa extraña. Después de un largo descanso, decidimos descender más aún e ir en busca de la población sherpa más próxima. Tras cuatro días, en los cuáles la desesperanza hizo acto de presencia, por fin vimos a alguien. Una figura solitaria a lo lejos. Nos acercamos velozmente y vimos que era Gubta, pero bastante envejecido. La realidad era dura y parecía que habíamos estado diez años en esa montaña, cuando en realidad habían pasado unos pocos días. ¿Qué habría sido de mi familia? ¿De mi mujer y mis hijos? Unas lágrimas cayeron por mi quemada mejilla, pensando en todo lo sucedido y en lo que vendría después. La tensión acumulada salió de mi interior y me derrumbé en la nieve sollozando. Estábamos vivos, pero... ¿a qué precio?

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30/04/2024, 16:49
Lucía Sampedro

La alegría de encontrarse con Gubta finalmente, fue superada por el impacto de la noticia que les dio. Lucía se levantó las gafas, el tenue bronceado alrededor de sus ojos contrastaba con la piel algo quemada del resto de su cara, y observó con detenimiento al sherpa. Vale, se le veía más envejecido, pero quizá había perdido algo la cabeza después de lo sucedido con Sandra. Diez años, sí, claro, diez años y medio.

-Venga, qué dices. Tan solo han sido cinco días. -la doctora abrazó al sherpa, contenta de verle – Mira, hemos podido rescatar a Beth. Al resto…no, no pudo ser -añadió, con cierto aire entristecido.

Aunque no por eso tenía sus dudas e inquietudes ante la insistencia del sherpa. Si habían enfrentado a una mujer araña de las leyendas, quien sabe…. Recordó el episodio del helicóptero, pero al menos en ese momento, por la radio se comunicaban con el piloto. Pero, y la base, ¿cómo se esfumó en pocos días? Pensó que confundieron el camino de regreso, sin duda era eso. Un estremecimiento recorrió su cuerpo, algo más delgado en estos días de poco dormir, poco comer y mucho estrés. Eso sí, se sentía satisfecha, lograron salvar a Beth y a Sandra.

¿Y la terrorífica criatura de las cuevas? ¿Qué era? ¿Sobrevivió? ¿Aguardaría, aletargada en los dominios de su caverna a nuevas víctimas? La cabeza de Lucía era un caos en este sentido. Se apoyaba en su Fe, desde luego, pero ninguno de ellos sería ya el mismo en el futuro. La traumática experiencia los dejaría tocados de por vida. Con todo, fueron testigos de hechos asombrosos que difícilmente podrían explicar y menos confiar en que los creyesen. ¿Acaso debían inventarse una historia, mentir? Lo habían hablado durante el regreso, y no, ella no mentiría. Nunca.

Kami, de pronto, no soportó la noticia y cayó de rodillas, desesperado, su rostro lívido por la angustia. Lucía se acercó a él, puso una mano en su hombro.

-Vamos, ¿no ves que tu compatriota está un poco ido? Voy a examinarle. Ponte en pie, no pasa nada.

Sonreía.

Sin embargo, en su pecho, una rosa de ansiedad crecía y arañaba con sus afiladas espinas.

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30/04/2024, 17:30
Ramón Fernández

Al final lo habían logrado, la criatura había sido abatida, su cuerpo había desaparecido y los demonios trasparentes liberados les prepararon una salida del interior de la montaña. Y todos ellos habían logrado salir con vida. Hasta miro con buenos ojos al ruso, mucho mejor tipo de lo que había esperado, gracias al cual se había podido salvar Sandra. Pero no todo eran buenas nuevas, cuando pasaron por donde debería estar el campamento base y no había ni rastro del mismo, algo en su interior se encendió, una alarma silenciosa de que algo no iba nada bien. 

Pensó en lo que les había pasado con el helicóptero, en como aun estando en el mismo lugar ni se veían ni se escuchaban. Allí había algo más, como un cambio de dimensión, más no quiso perderse en esas divagaciones, y ayudo al resto hasta bajar por completo de la montaña, trabajo ya de por si complicado, mucho más con dos heridas. Aunque Beth, parecía encontrarse mejor de lo que podían esperar.

Y entonces, cuando ya iba a comenzar a preocuparse por los víveres, entonces ocurrió el mazazo. Un Gubta muy envejecido, aclaro cosas como que no hubiese ni rastro del campamento base, habían pasado 10 años. Toda una vida, en la que sus hijos habrían crecido sin padre, o con un padrastro, en los que su mujer se habría quedado sola. Aquello fue demasiado para Ramón, tuvo que sentarse un rato para tratar de digerirlo. Habían vencido al monstruo, pero habían pasado diez años en aquella montaña, su vida se había esfumado. No sabía que hacer, como se presentaba en casa, o como llamaba para decir que estaba vivo. Como contasen lo que les había ocurrido acabarían en un psiquiátrico, y aunque no lo contasen, era muy fácil que se encontrasen en serios apuros. ¿Cómo habían pasado 10 años en la montaña? ¿Cómo era posible que su aspecto fuera el de hacía 10 años? Había muchas preguntas que no iban a poder contestar, pero lo peor era la familia perdida, convertida en seres extraños. Aquello era terrible, Ramón era fuerte y seguro que se reponía, pero iba a necesitar tiempo para hacerlo. 

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30/04/2024, 22:45
_Narrador_

Habían salvado la vida pero habían perdido parte de la vida de sus seres queridos. Muchas cosas habrían cambiado, tal vez alguna abuela o padre se habría ido, tal vez algún hijo había hecho la primera comunión, tal vez alguna pareja había rehecho su vida. Al menos Sandra les ayudó dentro de lo posible con las cosas más prosaicas, como arreglar el papeleo para que los declararan de nuevo legalmente vivos. Tuvieron que responder algunas preguntas, pero los abogados de BristowTrek se encargaron de todo para que no acabaran en una institución psiquiátrica. El pago fue completado y cada uno hizo camino con su millón de dólares debajo del brazo.

Evgeny se despidió de ellos calurosamente. Fuera de la montaña parecía ser un tipo bastante afable, y no dudó en contarles que con su dinero iba a traerse de rusa a su esposa y a su hija. Había pensado en instalarse en Argentina, lejos de Rusia, pero con montañas que valían la pena escalar. Un nuevo comienzo, lejos de la violencia de las fuerzas espaciales rusas, un nuevo comienzo con las personas que querían.

Sandra finalmente no denunció a Gubta. Habían pasado 10 años, y sabiendo lo que sabía, incluso llegó a aprobar la acción del viejo sherpa. Había estado a punto de perder la vida, el alma, y la vida de todos los que la habían acompañado, y aunque no la habían perdido, si que habían perdido una parte de las vidas de sus seres queridos. Eso no se pagaba con dinero, y Sandra no lo pretendió. Les ofreció trabajo con ella siempre que quisieran y les prometió que la ruta a la montaña prohibida se mantendría cerrada.

Mientras, en una montaña lejana, la nieve de su interior se había derretido. El yorogumo había desaparecido, o eso era lo que había pretendido hacer crecer a los bárbaros que lo habían atacado. Había perdido miles de almas atrapadas con el paso de los siglos, pero no había perdido su vida. El maldito demonio de las nieves se había colado en la mujer, y él la había atacado, haciendo que la energía del demonio emponzoñara su sangre. Si no hubiera sido por eso, las rudimentarias armas de los hombres no la habrían dañado. Tenía que dormir, dormiría durante 1000 años para recuperarse de sus heridas, y entonces volvería a empezar.

Siempre habrían presas a la que acechar, aunque tuviera que bajar a la aldea de los hombres. Tendría paciencia, un sueño de mil años no era nada para una criatura que había vivido desde que el hombre pintaba bisontes en las cavernas. Volvería. Solo le atormentaba una cosa, para cuando volviera, seguramente los hombres que habían entrado en su caverna ya estarían muertos.

 - FIN -