Partida Rol por web

El viento comenzó a sacudir mi sombrero que a punto estuve de perder. -¡Volvamos dentro!- dije alzando la voz por encima del sonido del tren -Me he cruzado con dos mujeres al llegar. Creo que saben algo pues las he visto bajar de aquí.- Le digo aún en voz alta aunque apenas me escucho. Vuelvo la vista y entorno los ojos. Me agacho para pegar el centro de gravedad de mi cuerpo a la parte de arriba del vagón y sigo caminando.

Era un buen momento para acabar con uno de los posibles enemigos y conseguir una llave, justo cuando me dio la espalda para bajar al compartimento superior del vagón, utilicé mi cable estrangulador y mi fuerza para acabar con su vida sin que nadie se diera cuenta, no habría encontrado un lugar mejor para acabar con un posible objetivo.

Edward: Le haces un gesto a tu compañero de compartimento, confiado, te giras para regresar al vagón. El tren acelera cada vez más y cuesta avanzar. Casi has llegado al borde pero, en el momento en que te agachas para bajar, un borrón cruza tu campo de visión de arriba abajo y algo se aferra a tu cuello. Escuchas un mecanismo que recoge el cable. No te da tiempo a reaccionar y la presión impide que lleves aire a tus pulmones.

Solomon: La maniobra es impecable, perfecta. La velocidad del tren ha impedido que el confiado mecánico escuche tus pasos. El cable abraza su cuello con mortal insistencia. Él se zarandea, incrédulo y temeroso del nefasto final.

Elionor se alzó ligeramente sobre las puntas de sus pies al abrir la puerta del compartimento y lanzó sus mirada al fondo del mismo como si buscara algo. Un ligero movimiento de su cuello, casi imprescriptible reveló que detrás de sus gafas oscuras, sus pupilas corrían de un lado a otro con la misma prisa y necesidad de encontrar algo que todavía no tenía muy claro qué era.

Hizo una mueca decepcionada y solo después atendió al señor Cavallini.

— Se le olvidó mencionar que me hacía su niñera, señor Cavallini —se encogió de hombros—. Había quedado con el señor McNail —alzó un poco la voz para que llegara su explicación a las señoritas —pero puesto que no está puedo ayudarle a buscarla.

-Eh...ghsñ- El filamento me aprisionó el cuerpo y supe que me encontraba en una situación muy comprometida. Sabía que debía desconfiar de Solomon, más aún después de haberlo encontrado allí -¿Por qué le di la espalda?- 

Quise zafarme, escaparme, pero no encontré los medios. Mis pies dejaron de tocar el suelo. Fue entonces cuando recurrí a lo único a lo que podía: -Mi hoja oculta- activé el mecanismo y el cuchillo salió de mi muñeca intentando buscar las partes blandas de mi enemigo.

La hoja oculta de Scardford emergío de su escondite en la muñeca derecha con un brillo letal. Echó el brazo hacia atrás pero Sólomon se apartó lo justo para no ser herido en el abdomen. En un intento desesperado, el mecánico alzó el brazo a fin de ensartar las manos del pelirrojo que, seguramente, aferrarían y tirarían del cable. El sonido metálico que recibió en respuesta demostró que se valía de algún tipo de artefacto para efectuar la presión.

Scardford no tenía nada que hacer...

...en poco tiempo, todo se volvió oscuridad.

El cuerpo de Edward perdió fuerza. El hombre estaba inconsciente. Tiraste de él hasta el hueco que usaste para cubrirte del tirón de la aceleración (que ya comenzaba a ser peligroso) y meditaste la situación.

Al registrar los bolsillos encuentras algunas herramientas sueltas, algo de calderilla, el billete, una baraja de cartas con manchas de aceite y pelusilla. El artefacto que tiene en la mano con un cuchillo retráctil tiene un mecanismo de seguridad (que puedes desarmar con las herramientas, curiosamente son las justas que se necesitan para desmontarlo y volverlo a montar).

Justo como había planeado logre dejar fuera de juego a Edwards, mi artilugio había hecho su trabajo...eso si con algo de resistencia por su parte. Una vez que comprobé sus pertenencias y no encontrar la llave deseada opté por lanzarlo fuera del tren, esconder su cuerpo quizás me delataría en un futuro.

Volví a entrar en compartimento superior, quedarse en esa zona no era adecuado, e incorporarme a mi vagón, siempre y cuando no escuchará ruidos justo debajo de mi posición.

En el fondo tenía razón, pero era la forma lo que me molestaba de sobremanera. Aquella actitud de miss Strom de creerse por encima del bien y del mal. Por supuesto, no dije nada. Miss Sindy estaba sola en un tren con un asesino suelto. ¡Mierda! ¡Mierda! Prácticamente no dejé a la dama terminar su frase que ya me había escurrido por su lado para, acto seguido, salir corriendo, atravesando los vagones del tren como si hubiese perdido la cordura, hacia el de primera clase. "Por favor, que siga sentada en su vagón, mirando por la ventana, despreocupada", era el pensamiento que cruzaba mi mente. 

El señor Cavallino quedó sumido en sus pensamientos tras las palabras de Elianor. Así mismo, el señor von Reiter permaneció en el mismo mutismo que su amigo y compañero de camarote. Una camaradería molesta que no mermó la vitalidad de Strauss. La mujer, elegante y decidida, continuó su camino.

Las mujeres sonrieron a los hombres por cortesía y continuaron hasta el compartimento del fondo. Tanto la señorita de la máscara como la que ostentaba aires de profesora se metieron en el último compartimento.

La puerta del fondo, la que une el vagón de tercera clase con el destinado al equipaje, allí llegó la señorita Elianor. No le pasó desapercibida la cadena cercenada que oscilaba por el vaivén del tren.

Las mujeres sonrieron a los hombres por cortesía y continuaron hasta el compartimento del fondo. Tanto la señorita de la máscara como la que ostentaba aires de profesora se metieron en el último compartimento.

La puerta del fondo, la que une el vagón de tercera clase con el destinado al equipaje, allí llegó la señorita Elianor, a la que no le pasó desapercibida la cadena cercenada que oscilaba por el vaivén del tren.

El cuerpo de Edward se precipitó estrellándose con todo lo que encontraba. Girando y moviéndose como si fuera un muñeco de trapo.

Otro miembro de alguna sociedad secreta rival había sido erradicado. Regresaste al interior y, a través de la trampilla pudiste ver que Gora seguía inmerso en la reparación del sabotaje mientras un par de Zimmerman se afanaban en envolver el cuerpo en unas improvisadas mortajas y se encontraban acuclillados dándote la espalda. Sabes que si eres lo suficientemente sigiloso, podrías salir sin ser visto pues los tres están ensimismados trabajando.

Me sorprende bastante encontrar a la señorita Strom aquí pues, si bien se ve que es una persona muy lanzada, también parece que cumple bastante con las reglas de la etiqueta; y ésta indicaba que debían quedarse juntas en el compartimento, al menos por su propia seguridad.

Este hecho disminuye notablemente la satisfacción que me proporciona encontrarme de nuevo con la señorita Armstrong, a la que apenas puedo dedicar una media reverencia y una sonrisa cortés antes de volverme hacia Cavallini para mirarle con aire preocupado.

Me aparto y espero hasta que las damas avanzan hacia el fondo, momento en el cual les digo con voz firme:
- ¡Tengan mucho cuidado; no sabemos lo que está pasando! Y si ven a miss Sindy, llévenla de vuelta a nuestro vagón.

Acto seguido, agarro a Cavallini del brazo y le arrastro hacia el vagón de primera clase, pues me da miedo que algo malo haya podido ocurrir en nuestra ausencia.

No tardáis en llegar a vuestro vagón, sin contratiempos y sin altercados.

Baje de aquel lugar con bastante cuidado, pues el gorila y dos Zimmerman estaban en el vagón liados con lo acontecido en él.

Al abrir la puerta con cuidado, me tope con la señorita Strom. Cerré la puerta tras de mi no creo que ella quisiera ver lo ocurrido.

Será mejor que no entre ahí, han matado a una mujer y para colmo han saboteado el sistema de frenado, o algo así. 

Elionor abrió los ojos asombrada al ver al señor McNail y como si sus pupilas no tuviesen suficiente espacio, se llevó una mano a las gafas para apartarlas colocándolas encima de su cabeza como diadema. 

Era más que evidente que la pelirroja se esforzaba por casar en su cabeza todo lo que había visto, oído y creía saber que sucedía, y con un par de arrugas en su nariz la mujer miró curiosa al relojero, primero a los ojos y luego bajó sin disimulo a sus manos ande de volver a subir para para interrogar con sus pupilas en las de él -¿Cómo? -preguntó primero- ¿quién? - añadió tras una pequeña pausa sin precisar si le interesaba más la vida de aquella mujer o si el trabajo de su compañero estaba en entredicho.

Aprovechando la intimidad de aquel vagón de equipaje, la mujer decidió empezar el juego, y para ello necesitaba que sus manos se acercaran a McNail casi como si la idea de morir hubiese sido propia de él; así pues cubriendo una de sus manos con la otra fingió tapar un ligero temblor de ansiedad y terror. 

Elionor abrió los ojos asombrada al ver al señor McNail y como si sus pupilas no tuviesen suficiente espacio, se llevó una mano a las gafas para apartarlas colocándolas encima de su cabeza como diadema. 

Era más que evidente que la pelirroja se esforzaba por casar en su cabeza todo lo que había visto, oído y creía saber que sucedía, y con un par de arrugas en su nariz la mujer miró curiosa al relojero, primero a los ojos y luego bajó sin disimulo a sus manos ande de volver a subir para para interrogar con sus pupilas en las de él -¿Cómo? -preguntó primero- ¿quién? - añadió tras una pequeña pausa.

Y con aquella pregunta, la mujer cubrió una de sus manos con la otra para esconder un ligero temblor de ansiedad y terror olvidando que sus ojos también quedaban a la vista.

Intente no mostrarme excesivamente preocupado, tenía que parecer que no había que preocuparse por lo que estaba sucediendo. Será mejor que se lo cuente en otro lugar donde estemos más seguros, la invité a salir del vagón, en el vagón comedor estaremos mejor y le contaré todo lo que sé. 

Note que estaba nerviosa, por lo que no quise apremiarla con ningún tipo de contacto. 

-...ni un pelo.- Le dije al otro sin inmutarme y encañonandolo con el rifle. Aún no he puesto la mirilla pero a esa distancia carece de sentido. Soy consciente de que la potencia atravesará el cuerpo del señor Schöringer e incluso puede que la bala llegue al compartimento contiguo hiriendo a alguien en este ángulo. Un daño colateral -¿Para quién trabajas?¿Sabes quienes son tus compañeros? Dime sus palabras claves y la tuya ¡Ahora!- Le increpo mientras mi mente piensa en cómo salir de allí justo después de que el estruendo del disparo alerte a todos en aquel vagón (y puede que en todo el tren).