Partida Rol por web

Había visto muchas cosas en la vida, y más allá de ella, sobre todo estos últimos meses, pero nada como ver a un conocido y estimado hombre atravesado por una jabalina. Con todo el disimulo que pude aparté la vista del cadáver, fingiendo querer centrarme en otros detalles de la habitación, al no poder soportar aquella visión, al menos tan a botepronto. Algo en mí había esperado verle tumbado en la cama, muerto, sí, pero sin sangre, sin heridas, sin ningún tipo de deformación física.

Algo en mí lo sabía, sabía que iba a morir, pero no así... No así.*

No podía evitar tener en el rostro cierto gesto de "yo tenía razón, yo le advertí", a pesar de que era mentira. Nunca hablamos de ningún peligro, y mucho menos mortal. Le aconsejé, le dije muchas cosas, pero nunca le advertí de nada más allá de que se cuidara de malas compañias que sólo buscaban fama y dinero. Ese fue mi caso, curiosamente, hasta conocerle y saber que era un buen hombre y no merecía que nadie le timara, por eso también le advertí sobre los falsos adivinos y visionadores del futuro que sólo querrían un buen fajo de billetes a cambio de mentiras.

Algunos merecen ser engañados. La mayoría. Otros no. Addison no.

Podría decir que tras un par de reuniones, yo consideraba nuestra relación de amistad, y no de interés.

Comencé mi investigación acercándome a la estatua del indio, y observándolo con atención, en parte para identificar la tribu a la que representa y en parte para tener una escusa para no estar mirando el objeto sobre el que hice mis primeras preguntas.

- Señores, señorita, ¿sabrían decirme si les dice algo la jabalina?

No logras obtener información de la lanza desde un punto de vista antropológico, pero rápidamente te das cuenta que algo no encaja en esa figura del nativo. Observas los detalles con atención, pero ello no hace sino confirmar tus sospechas: el indio se asemeja a un "jefe Howdee" a juzgar por sus ropajes y ornamentos, pero con numerosos errores y falta de rigor. Se parece más a una imagen cliché y estereotipada que a una representación fidedigna.
 

Lo único que puedo ofrecerle a primera vista, señorita Krilov, es que quien sea que la manejase tenía una destreza espectacular, ya que atravesó el corazón con una precisión de cirujano, amén de una fuerza considerable para, además de empalar a este pobre cordero de Dios, atravesar la columna hasta salir por el otro lado.

La hermana dirige sus pasos hacia el escritorio a medida que habla. Si alguien más quiere investigar el cuerpo o la posición de la jabalina con respecto a la habitación, le invito a que lo haga. Hasta que sea descolgado, no podremos estudiar ni la jabalina ni el cadáver.

Flora hojea los documentos sobre el escritorio, tratando de no desordenar nada y buscando alguna entrada reciente o algún documento recientemente firmado, en una pausa, levanta la vista hacia el señor Lannings. ¿Quién más tiene acceso a esta habitación? No parece haber mucho desorden que indique una pelea o una entrada forzada.

Entro en el despacho del Sr. Bright, siguiendo la estela de la Hermana Flora y de la propia Irina. Ambas parecen muy afectadas al ver el cadáver y más concretamente, el modo en que está dispuesto. Me llevo la mano a la boca y a la nariz, tapándolas, sorprendido por el escenario tan dantesco del crimen.

-Desde luego, el asesino tiene un gran sentido del dramatismo...- digo por lo bajo. Recuperado del golpe (aunque uno nunca se acostumbra al olor de la muerte ni a su visión cargada de violencia), me saco la mano de delante de la cara y me concentro en hacer mi supuesto trabajo: buscar algo que no hayan visto previamente los policías. Pero antes, saludo a las autoridades presentes. Es bueno congraciarse con ellos si tenemos que colaborar.

-Detective Kroeger, un placer conocerle y poder colaborar con Usted y su departamento. ¿Le parecería bien si le pregunto que han encontrado hasta ahora? -dejo ir una de mis sonrisas encantadoras -No pretendemos pisarles los pies ni nada parecido... sólo ayudar a la familia y darles la paz mental y emocional que todos quieren lo antes posible- señalo, en modo apaciguador. Si hay algo que revienta a los pies planos son los intrusitas, pero como los Bright son gente importante, van a tener que tragar cono nosotros sí o sí, así que mejor llevarse bien con ellos. Eso y saber qué han hecho y averiguado ellos para saber dónde retomarlo, antes de pisarles las puntas de los pies con nuestras investigaciones.

En uno de los cajones del escritorio descubres un libro de tapas de cuero verde y cerrado con una fina cuerda, que le da varias vueltas. Al desenredar, ves un libro de cuentas junto con algunos últimos recibos de ingresos bancarios de fondos de inversión. Esto no es extraño, puesto que ya sabéis que Addison Bright era rico, pero al parecer yuvo la suerte de que la Gran Depresión que azotó Estados Unidos no hizo estragos en él y vivía felizmente rico.

Además, diversos recortes de prensa y anotaciones en el margen de los mismos demuestran que adoptó una postura anti intervencionista, reconociendo el movimiento Nazi de Alemania como una amenaza para la paz mundial.

El resto de documentos no parecen tener mayor relevancia.

- El Sr. Han, el criado, tiene acceso a toda la vivienda, pero no se le vio aparecer en las horas próximas al suceso por parte de los vecinos. - Responde el Sr. Jennings a la pregunta de Flora Godden.

Mientras, el arqueólogo se acerca al detective de homicidios Kroeger y le estrecha la mano. Kroeger es un tipo sorprendentemente elegante para el tipo de profesión que tiene. Delgado, acicalado y con una manicura impecable, parece no sentirse incómodo entre los asuntos de los ricos, como si sucede con los tres agentes, que se encuentran intimidados por la posición de la víctima.

- Es un placer, Señor Currie. No se preocupe, no hay resentimiento. Si cazan al culpable, yo me llevo el mérito. Si fracasan, ustedes se llevan las culpas. - Kroeger muestra su blanca sonrisa, adoptando un tono cínico e irónico, aunque ciertamente accesible. - Es broma, amigo. La verdad es que tengo muchos otros asuntos a los que podré dedicar más tiempo. Ya sabe, víctimas pobre a las que nadie hace caso.

Kroeger suelta entonces la mano de Leroy Currie y se saca un pitillo de la gabardina, mientras continúa.

- No se amilane. La familia Bright es poderosa, pero no encubren ninguna complicidad, simplemente protegen su reputación, pero sé que algo huele a chamusquina es esta muerte.

Me acerco al cadáver. Nunca es agradable, pero peor aún si es conocido. Los recuerdos se agolpan en mi mente mientras descarto analíticamente lo obvio y me centro en los detalles pequeños. Alguna cosa que delate la presencia de algo inusual. 

Confío en las dotes investigadoras de mis amigos, tantas veces probadas, y sé que ellos hallarán en la estancia aquello que pueda sernos de utilidad. Yo me preocupo por el cadáver del infortunado.

Me acerco sin temor, ya hace mucho que me acostumbré a tales espectáculos, por desgracia. 

Observando el cuerpo con tu ojo clínico, precisas que Bright fue atravesado por el corazón. Debe haber muerto instantáneamente. Te es complicado dilucidar más allá con el cadáver colgado de la columna y prefueres detener tu análisis ahí.

Me temo que poco va a poder hacer con el cuerpo ahí clavado, profesor. Creo que va siendo hora de que los agentes nos ayuden a colocarlo en un sitio un poco más accesible.

Flora deposita los papeles de nuevo en el escritorio y se dirige al señor Jennings. ¿Dónde podemos encontrar al señor Han? Que no le hayan visto no significa que no estuviese aquí o que no supiese si alguien iba a venir. De hecho, es notablemente sospechoso que el criado casualmente no se encontrase aquí, ¿no creen? La hermana Flora se aleja del escritorio y comprueba si en el mueble bar hay más de un vaso usado, lo cual podría indicar la presencia de alguien conocido.

Flora pasea por la habitación observando determinados elementos al azar, por pura curiosidad artística: el globo terráqueo, la alfombra persa, el papel de las paredes y la estatua del indio. Al final de su recorrido se coloca junto a Irina. El señor Bright tenía buen gusto en general, aunque demasiado recargado y poco coherente para mi gusto. Demasiados elementos de entornos muy distintos.

Con un silbido corto e intenso, Lawrence Ballentine capta la atención de sus tres oficiales, a los que habla:

- Ya han oído a la enfermera, descuelguen el cuerpo con cuidado y sin contaminar ninguna prueba. - Mientras los oficiales se dedican a seguir las instrucciones de su superior, Lawrence Ballentine se gira hacia Flora Godden. - No tenemos ni la más remota idea de dónde encontrar al Sr. Han. No contesta al teléfono ni parece estar en las habitaciones de servicio. Su búsqueda sigue en marcha y si lo localizamos, se lo haremos saber.

Flora aprovecha para dar una vuelta de reconocimiento por el estudio y centrar su atención en las piezas de arte del difunto, mientras detrás, procuran dejar con cuidado el cuerpo de Addison Bright en el suelo, y la lanza que lo atraviesa al lado.

Desde el punto de vista artístico, algunas de las piezas que decoran la estancia no tienen desperdicio. El globo terráqueo es una delicada pieza en madera de eucalipto, y seguramente de diseño italiano. En su interior se encuentra un minibar con algunas botellas de diversos licores. Te fijas, por cierto, que no ves ningún vaso usado en la habitación. La alfombra es de una manufactura exquisita, y muy probablemente sea ciertamente persa. La calidad de sus materiales la hacen especialmente mullida. El papel de las paredes no atrae demasiado tu atención. Es un simple papel de decoración con unas cenefas estándares de las que habitualmente se ven en las casas de gente con cierto nivel económico. La estatua del indio no posee ningún valor artístico. Está hecha de plomo, y la posición adoptada es un tanto extraña. Ambas manos están a la altura de las caderas, como sujetando un peso invisible.

Aún intentando no participar demasiado en la conversación sobre "mover" el cuerpo de Addison, sigo observando el indio, con más interés del que realmente me suscita.

- Me escama que esta figura tenga tanta falta de rigor. Creo que podría haber conseguido algo mejor... Casi parece una baratija.

Ese hecho y el compartirlo con mis compañeros hace que quiera comprobar más cosas sobre la figura, así que intento moverla para comprobar su peso y si es maciza o está hueca.

Escucho con suma educación y en silencio las respuestas que nos dan tanto el Sr. Jennings como el detective Kroeger.

-Por supuesto Detective- respondo, acompañándolo de una sonrisa encantadora, continuando la "broma". Como no iba a colaborar si se iba a beneficiar de las ganancias de la fama mientras nosotros corríamos todos los riesgos, si los había, claro. El escenario no tiene mucho que ver con los anteriores que habíamos vivido, aquí ¿cuál era el máximo peligro, que nos cortáramos con un abrecartas?

-¿Qué le dice su instinto, Detective?- le pregunto, mientras de reojo, veo como Irina está obsesionada con una estatua barata (y probablemente falsificada) de arte indígena americano. Cuando descuelgan el cadáver y Flora intercambia comentarios petulantes sobre medicina forense, aprovecho para deambular y cotillear por mi cuenta, iniciando un barrido visual por la colección de objetos antiguos del Sr. Bright, por si faltaba algo de su catálogo de antigüedades.

La estatua es claramente de plomo, por lo que es muy pesada teniendo en cuenta que es de tmaño natural. Sin embargo, no te es complicado hacer que bascule un poco a un lado y otro, y responde a varios toques de tus nudillos como lo haría una estatua hueca. Por lo demás, te es imposible moverla un solo centímetro o levantarla lo más mínimo por ti misma.

La verdad, es un estudio tan recargado como el del Sr. Addison Bright es difícil saber por dónde empezar, así que caminas con paso lento alrededor del lugar mientras el resto se ocupa del cuerpo. Los objetos que adornan el habitáculo son de lo más variados, pero no ofrecen a primera vista ninguna pista sobre la que trabajar, es más, es habitual entre la gente de la posición que el difunto tenía explotar su faceta coleccionista de esta manera. Mientras meditas cómo encajar las piezas que van apareciendo, pisas algo extraño. Miras al suelo y ves que estás caminando sobre la preciosa alfombra persa, pero algo sólido y móvil se hace notar bajo ella. Como un rayo, se agachas y la apartas de una esquina y descubres un objeto aplanado y rectangular bajo la misma, de unos diez por doce centímetros y medio. Está en el borde de la misma, justo en el lugar por el que se entra a la habitación. Parece un dispositivo similar a un pedal. Un cable conecta dicho dispositivo con la estatua que la Srta. Krilov está examinando.