Partida Rol por web

Las explicaciones de Han os parecen ciertas, al menos en gran parte. Atisbáis algo extraño, como que no ha contado toda la verdad, pero lo que ha contado sí os resulta coherente.

-La madre que lo par… -reniego por lo bajo cuando veo que se intenta escapar. Nos había dejado tan patidifusos con su confesión, sacada con “alicates”, que no nos da tiempo de reaccionar para bloquearle su huida.

-¡¡Hermana, dispare por lo que más quiera!!- le grito a nuestra monjita particular- Que se lo ha ganado, el muy gañán.

Vaya vaya.... -pensé-. Así que nuestro amigo sabe más de lo que fingía decir... ¡Menos mal que mis compañeros supieron apretarle en las teclas justas!

Pero el muy tramposo acciona el ascensor antes de poder impedírselo. Saco mi pequeña pistola, que siempre me acompaña, y entre el tumulto intento apuntar a algún lugar no vital, porque estaba claro que quizás tuviese más cosas que decirnos.

Disparo, con la clara intención de no matarle, pero el destino quizás no sea benevolente.

El disparo del profesor llega tarde y tan sólo deja un humeante agujero en la puerta del ascensor.

- ¡Profesor, por Dios!

Exclamé ante el disparo. Por un lado, me sorprendió el sonido y por otro, que fueran realmente capaces de dispararle. El mayordomo no me parecía merecedor de aquello.

Acto seguido, corrí hacia el ascensor para comprobar que no nos había dejado encerrados allí abajo, y que nosotros también podríamos volver a subir.

El disparo de la Srta. Godden llega unas décimas de segundo más tarde que el del Prof. Brush, pero con la misma suerte. Un nuevo boquete humeante. Irina Krilov se abalanza sobre el ascensor y pulsa repetidamente el botón de llamada, a la que la cabina acude despacio mientras, probablemente, Han huya a toda velocidad ya en la superficie.

-¡Maldito mono amarillo!- reniego por lo bajo, enfadado por la huida tan veloz del criado.

-Eso sí sabe hacerlo, el condenado, ¡correr como una rata cobarde!- sigo renegando, ya que no puedo hacer nada más. El maldito ascensor tardaba una eternidad en bajar y para cuando estuviéramos en la superficie, Han ya habría puesto pies en polvorosa y no habría ni rastro de él.

-Pues parece que al final sí vamos a ir al museo a por el tal Homans.