Partida Rol por web

Volvéis a las inmediaciones de la masión del Sr. Bright, ahora esperanzados de que la nueva información sea capaz de dar nuevos frutos. Por suerte, la mansión se encuentra en una zona menos frecuentada de lo habitual en la Quinta Avenida ya que no está en una zona céntrica del largo boulevard, además del incipiente ocaso que tiñe de colores cálidos el cielo y anuncia en todas direcciones que el día termina y es hora de recogerse en casa. La mansión cuenta con una zona verde en los laterales que rodea la vivienda hasta una zona trasera amplia. Hay contruido, además, una curiosa estructura. Un garaje para carruajes en uno de esos laterales, aunque juraríais que por las marcas dejadas en la hierba, suelen aparcar en otro punto del terreno, al aire libre. Incluso la entrada del garaje ha sido obstaculizada con algunos abetos. Cuando os acercáis a la gran vivienda, observáis al Sr. Han salir de la vivienda y dirigirse hacia la puerta de dicho garaje con el rostro serio, sin atisbo de la sempiterna sonrisa que os regalaba en vuestra anterior visita.

- Parece que aún no nos ha visto.  Ese garaje no tiene nada de funcional y está dispuesto para esconder algo. La verdad es que no tenemos ninguna excusa para asaltarle aquí y ahora aparte de que nos haya mentido, por lo que creo que lo más sensato es limitarse a esperar y observar.

La hermana Flora estaba casi temblando. La frialdad con la que el asiático les había encarado y mentido le ponía los pelos de punta. Ella se consideraba una busna conocedora de los corazones de las personas, pero su instinto le había fallado la primera vez. Aunque recuerda también que su primer impulso fue comprobar la ventana por si el Sr. Han podía saltar por ella y huir. En su mano izquierda toma el rosario y entonca mentalmente una plegaria para mantener su espíritu alerta.

La entrevista con la periodista no había ido mal, a mi entender. Y aún hay algo que rascar dentro de mi cabeza: encontrar su guarida. El escondite secreto de Bright donde seguro que está la máscara maldita de la condenación eterna. Me mata la curiosidad. Iba a preguntárselo a la mujer, pero sabiendo que Han está metido hasta las cejas en el ajo, bueno, ¿por qué no preguntarle a él y ya?

La Hermana Flora señala hacia el garaje. Hago una mueca con la boca y afirmo con la cabeza, en silencio. Eso sería una buena guarida para sus “cosas” de Vigilante, totalmente de acuerdo. Y dado que en su despacho no encontramos ni rastro de ello, está claro que están en otro sitio. El garaje. Trato de esconderme, pero realmente no es mi especialidad. Además, ¿porque demonios tenemos que ocultarnos como delincuentes? Si el criado lo sabía, es tontería negarlo. Aunque claro, está el tema de la traición… A pesar de que es una acusación fruto de la paranoia, bueno, encaja con la escena del crimen. Un trabajo desde dentro. Y ¿qué hay más adentro que un criado personalísimo?

-Su guarida. Seguro que ahí dentro está la máscara. No lo neguéis. Estáis tan intrigados como yo por ese “artefacto”. Y más tras haber visto todo lo que hemos visto ya en los últimos tiempos.

- A mí me parece demasiado obvio, no sé. Pero sea lo que sea, sí, quiero saber qué hay ahí, y por qué Han nos mintió.

Miro a mi alrededor pensando en algo que pudiera encontrar o llevar encima para intentar camuflarme, pero parece que nada me sirve. ¿Cómo íbamos a poder acercarnos entonces?

- Leroy tiene razón. Esperar aquí sin ideas no sirve de nada. Aprovechemos que no nos espera y preparaos para lo que pueda pasar.

Flora se arma de valor y aprieta los dientes, comenzando a cubrir rápidamente la distancia hasta el garaje y mirando hacia atrás, instando a sus compañeros a que la sigan.

Me encojo de hombros. Yo iba a hacer lo mismo, si no sirves para esconderte (y yo no soy de esos), ¿para qué molestarse en ello? Con un par de zancadas, me sitúo a la altura de la monja y sonriendo abiertamente me dirijo hacia el mayordomo. Siempre, no sé, podemos “sugerirle” un vuelo sin motor desde el tejado de la casa de su antiguo jefe, a lo Hermanos Wright, si no responde correctamente a nuestras futuras preguntas.

-Siempre he preferido los “asaltos” frontales.

Aprovecháis que el Sr. Han os ve desde su posición para abandonar vuestro lugar y caminar hacia él.

- Eh... Señor... Currie. Señorita... Godden. Qué sorpresa más agradable. - El Sr. Han se aleja unos pasos de la puerta que pretendía cruzar. - Iba... a preparar algo de té. ¿Les apetece?

El rostro de Han ofrece su ya habitual sonrisa, como si fuese una máscara veneciana inerte que cuando se apaga la luz, sigue sonriendo en soledad a la oscuridad.

- Corte el rollo, señor Han. Nos ha mentido. Usted sabía que el señor Bright tenía un alter ego y que sus interacciones peligrosas no se limitaban a acudir a conferencias o a apoyar económicamente causas polémicas. Me halaga que recuerde nuestros nombres y que quiera invitarnos a una infusión, pero creo que estamos bastante alejados de la cocina, ¿no le parece?

La hermana recorre la habitación con la mirada con las cejas arqueadas, dando validez a sus palabras y evidenciando lo ridículo de la propuesta del señor Han.

- ¿Qué está pasando aquí? ¿Qué es este lugar? Sepa que no nos iremos de aquí sin respuestas. El momento de la visita cordial ya lo ha agotado usted.

Por primera vez desde que lo conocéis, el Sr. Han borra la sonrisa del rostro y dedica una mirada de un par de segundos a la Hermana Flora Godden. De repente, saca una pistola de su abrigo y le apunta con el cañón.

- Tengo que reconocer que tiene razón, hermana. El tiempo de cordialidad... - Dice, haciendo una pausa dramática. - Ha terminado.

-Entonces, ¿va a contarnos por fin la verdad? Ya le dijimos que estábamos intentando averiguar cosas importantes, y que confiábamos en usted para ayudarnos. Díganos ahora lo que sabe, ya que no lo hizo antes. 

La cordialidad se tornó ahora distante y fría, no era tiempo de antar con paños calientes. Esperábamos saber la verdad de lo ocurrido, y este señor tenía la clave, o al menos algo importante que nos ocultó en un principio.

Yo ardía en deseos de saberlo.

- ¡Silencio! - Corta, tajante, el Sr. Han ejerciendo un papel que no casa en absoluto con él. - Colóquense ahí.

Con la punta del arma, el asiático señala la entrada del garage, que permanece cerrada con un viejo cerrojo. Haciendo caso omiso del mismo, Han quita una tablilla de madera en un lado y revela un dial numérico, como los de las cajas fuertes. Cuando comienza a girar el dial con la mano que no sujeta el arma, suena un sonido similar al de un temporizador mientras él sigue introduciendo números.

Tus conocimientos de Arquitectura te revelan el sonido de poleas moverse al otro lado, como un sistema de ascensores en funcionamiento.

-Vaya, por fin se ha quitado la máscara de criado ingenuo- digo en tono cínico mientras alzo las manos en son de paz. Avanzo a un paso calmado y despacio hacia el señor Han.

-Creo que no pretende ayudarnos, más bien lo contrario. Dígame, Han ¿se cansó de estar bajo las órdenes del caprichoso señor Bright, de ver a diario su tren de vida de lujos y excesos que nunca iba a tener? ¿Fue por eso, ya sabe, que le mató usando uno de sus estúpidos juguetitos? - trato de distraerle con provocaciones. Hay que quitarle el arma antes de que trate de encerrarnos en ese garaje donde podría eliminarnos con suma facilidad y anonimato.