Partida Rol por web

Lyra y Raivaros se encontraron enun punto al pie de la torre donde ya habían coincidido al ir y venir de sus entrenamientos un par de veces. Por esa razón habían llegado a la conclusión que debía de ser el puento de entrada a la zona de habitaciones, pero no eran más que conjeturas. Con un rápido gesto se saludaron y siguieron a sus quehaceres, como solía pasar, pero para su sorpresa ambos se pusieron en dirección hacia el ala inquisitorial del edificio.

Las ropas de ambos habían cambiado. La deslumbrante túnica roja carmesí de Riavaros que tan perjudicada había acabado con los entrenamientos había sido sustituída por unas prendas rojas mate vulgares y una capa del mismo color. Así mismo, en lugar del raído uniforme militar Lyra llevaba unas vestimetas similares pero de color pardo que le recordaban al desierto donde había crecido. Ambos iban armados y parecían doloridos. También parecían tener prisa.

Durante su camino se cruzaron con muchos más adeptos que de costumbre. Todos iban corriendo, y muchos de ellos llevaban armas a la vista. Algo olía a chamusquina, y no eran los circuitos de Raivaros esta vez. Algo gordo se tenía que estar cociendo en el planeta para movilizar a tantos agentes.

Cuando llegaron a su destino se sorprendieron de haber sido llamados los dos a la vez. Ambos estaban ante la puerta de Lord Barbosa, donde un mes antes habían accedido a unirse a la Inquisición. Ahora la puerta se volvía a abrir ante ellos pero, ¿para qué? La sala no estaba vacía. Además de Barbosa, que portaba una inmensa armadura de combate, había otras dos personas: un chico con un aspecto súmamente extraño (pelo rojo y amarillo, piel teñida de azul y prendas harapientas) que parecía sacado del peor suburbio de la ciudad y una mujer rubia de complexión fuerte que vestía como ellos dos, pero con un color azul-grisáceo. Ambos iban armados y se giraron en cuanto oyeron que las puertas se abrían.

 Con un gesto, su Señor les indicó que entraran.

Todo había sido de lo más raro. Aquel hombre entrando como Pedro por su casa en la habitación de la chica, aquel intercambio de palabras entre los dos hombres donde e informaba de que el "enemigo interior" estaba en el edificio y ahora aquel extraño hombre con el pelo de dos colores y que le aseguraba de que la estaba esperando.

La chica lo miró con intriga, aunque desde aquella distancia no lo veía muy bien.

Habrá que avanzar...

Kate entró en la sala y avanzó despacio pero con seguridad. ¿Qué era lo que estaba pasando? ¿Acaso aquel hombre era su superior?

- ¿Podría saber a qué viene tanta prisa y urgencia?

-¡Mor...! ¿!¿!¿!¿MORGUL?!?!?!

El chico salió corriendo en dirección a su salvador, hacia el hobre del que pensaba que estaría muerto. Hasta el hombre cuya arma había desfigurado a un engendro del caos, y cuyo valor, destreza, arrojo, fe y... en fín su presencia inspiradora había hecho que el joven no perdiera su voluntad de sobrevivir. Fue él quien le enseñó que aunque en apariencia fuera diferente, sólo era apariencia, en su corazón tenían los mismos sentimientos y el Emperador le había hecho así por algo. En su interior dormía un poder que muy pocos son capaces de comprender y menos incluso dominar.

Hacia poco que había pasado las pruevas de validación y habían sido mucho más duras de lo que esperaba. Tan solo estaba feliz por haber terminado y por ser un psíquico válido para el Emperador. La afilada daga descansaba en su cinturón, dispuesta a no ser usado nunca pues supondria que los demonios estarían consiguiendo entrar en la mente de Thadius y eso no podía permitirlo.

Pero ahora no tenía que pensar en eso. Su mentor estaba allí, delante, resucitado de pronto y tendría que fundirse con él en un abrazo. Su corazón se lo pedía. Su mente quería, y la memoria de su madre lo exigía.

-¿Donde...? ¿Como...? ¿Qué paso...? ¿Qué fue aquello..? ¿Donde has estado..? Emperador misericordioso... tengo tantas preguntas...

Tras unos largos instantes uno de los soldados carraspeó y Morgul se separó de Thadius con lágrimas en el ojo sano.

-Solo se que el Emperador nos salvó. A los dos. -Contestó el sacerdote.- Y que ahora debemos devolverle el favor. Vamos, ven antes de que nuestros escoltas se impacienten.

Morgul comenzó a andar hacia el exterior del hangar a la par de Thadius, seguido muy de cerca por los soldados de la Guardia. Mientras caminaban, el viejo dirijía fugaces miradas al mutante mientras explicaba su nueva situación.

-Cuando desperté me dijeron que había estado cerca de una semana entre la vida y la muerte. Que solo podía ser obra del Emperador que volviera a la vida tras estas heridas. Pero hubo algo más que la voluntad divina en nuestra salvación. Había un hombre, ¿lo recuerdas? Vestía una armadura negra y plateada, e iba acompañado por mercenarios de la más baja clase. Él se las apañó para traernos aquí, pero no me preguntes cómo. Hay cosas que no quiero saber.

-Después de eso, el hombre vino a verme y me contó cosas. Me dió órdenes. Él te quiere a tí, por alguna razón que no llego a comprender Thadius. Pero sabe que nunca has pisado fuera de la anve en la que naciste, y que este mundo sería un enemigo terrible para tí. Mi misión es ayudarte en lo que pueda, hijo. Y este es mi primer consejo. -Morgul le dió unas gafas de cristales oscuros al chico. Con ellas veía peor, ya que eran viejas y estaban rayadas, pero de todas formas se las puso.- Nunca dejes que sepan quien éres. Mucha gente te mataría solo por tu... aspecto.

Salieron del edificio y subieron a un vehículo que pareció súmamente extraño al psíquico. Parecía una especie de cabina sostenida por cuatro cilindros de goma.

-Esto se llama "jeep". Será mejor que te vayas familiarizando con tu nuevo mundo, hijo. Ahora vivirás aquí. Sube detrás, nos llevará a ver a tu salvador.

Después del jeep subieron a una nave de dimensiones ridículas que los llevó volando fuera de la ciudad. Thadius no podía dejar de mirar por la ventana, asombrado por lo que veían sus ojos. Bajo sus pies havía una basta ciudad habitada por miles de millones de personas que tadaron horas en recorrer, y luego cruzaron un inmenso desierto que aprecía no tener fin. Luego llegaron a otra ciudad, aún más grande que la primera, y cuyos edificios eran verdaderas obras de arte. Entre todos ellos se alzaban silenciosas tres torres blancas, sin ninguna decoración, que llenaron de paz el espíritu del psíquico.

En esas torres aterrizó la nave y Morgul bajó a tierra con Thadius.

-Esto es el Triconte, tu nuevo hogar. Este lugar es temido por todos, ya que es la base principal de la Inquisición en todo el sistema. Y la Inquisición es.... Bueno, digamos que cumple la voluntad del Emperador.

La nave que les había traído despegó y se fué sin ellós, dejándolos solos en la plataforma de desembarco. Morgul ni se giró para mirar cómo despegaba, sólamente entró y guió a Thadius por un laberinto de pasillos, escaleras y ascensores complétamente blancos. A los cinco minutos el joven era incapaz de recordar por dónde había venido o si ya había estado allí.

Morgul le enseñó lo que sería su habitación, junto a la del sacerdote. Comieron frugalmente y se asearon un poco antes de bajar. Luego volvieron a subir. Quienquiera que contruyó el edificio debía de ser un mago, pues era imposible que semejante estructura interna respetase el espacio euclídeo. Una mente lógica era incapaz de orientarse en semejante lugar.

Finalmente llegaron antes unas inmensas puertas de acero forjado y varias capas de profundidad. Lentamente se abrieron, haciendo un ruido casi mágico cada vez que los engranajes internos se movían para levantar la siguiente hoja. Ante Thadius se abrió una habitación como nunca antes había visto.

-Te presento a Lord Barbosa, nuestro salvador. Es un Lord Inquisidor, así que modera tu lengua en su presencia. Si me necesitas, estaré en mi habitación.

La puerta se deslizó hacia abajo para dejar a la vista una inmensa sala que contrastaba de forma increíble con el resto del edificio. El suelo era de mármol negro con vetas blancas y en el centro, a modo de foso, el suelo era de roca verde brillante y daba la impresión de ser un líquido por la forma en que la luz se reflejaba en el techo. El techo, a su vez, estaba decorado con pinturas del mapa galáctico del sistema, en el cual se podía apreciar con sumo detalle hasta la situación de las flotas gracias a un complicado sistema de mecanismos oculto en el piso superior que mantenía actualizada la posición de las órbitas y de los planetas con suma precisión. De las paredes no se puede saber nada, pues está ocultas tras enormes estanterías llenas de libros antiguos que llegan hasta el techo, e incluso parte de estas están ocultas tras pilas de manuscritos apilados en las esquinas de la habitación.

La luz entra en la habitación por un gran balcón abierto que hay al fondo de esta, justo tras un inmenso escritorio donde diversos objetos se apilan unos sobro otros o están desparramados sobre el suelo: pergaminos, botellas, armas, comida, ropa y objetos de alta tecnología. Tras la mesa, sentado en una inmensa silla de metal con diversas extremidades robóticas, se encuentra un hombre.

-Al fín volvemos a vernos, Thadius. Ya sabes quién soy, y a partir de ahora me llamarás Señor.

Barbosa se levantó y se acercó al balcón al tiempo que le indicaba al joven que pasara. Las puertas se cerraron nada más cruzar este el umbral y la habitación quedó sellada.

-No tenemos mucho tiempo, así que para no desperdiciarlo no te contaré por qué estás aquí hasta que lleguen los demás. Pero primero dime una cosa: ¿Tienes alguna pregunta?

La decoración de la sala contrastaba de forma increíble con el resto del edificio. El suelo era de mármol negro con vetas blancas y en el centro, a modo de foso, el suelo era de roca verde brillante y daba la impresión de ser un líquido por la forma en que la luz se reflejaba en el techo. El techo, a su vez, estaba decorado con pinturas del mapa galáctico del sistema, en el cual se podía apreciar con sumo detalle hasta la situación de las flotas gracias a un complicado sistema de mecanismos oculto en el piso superior que mantenía actualizada la posición de las órbitas y de los planetas con suma precisión. De las paredes no se puede saber nada, pues está ocultas tras enormes estanterías llenas de libros antiguos que llegan hasta el techo, e incluso parte de estas están ocultas tras pilas de manuscritos apilados en las esquinas de la habitación.

La luz entra en la habitación por un gran balcón abierto que hay al fondo de esta, justo tras un inmenso escritorio donde diversos objetos se apilan unos sobro otros o están desparramados sobre el suelo: pergaminos, botellas, armas, comida, ropa y objetos de alta tecnología.

Raivaros entra ignorando a los dos humanos... al fin y al cabo son seres inferiores de cuerpos frágiles y defectuosos, realizó una reverencia ante Barbosa y esperó a que este le dijese algo para hablar...

Acababa de entrar un extraño más; sin embargo, éste no era humano... Kate lo observó detenidamente mientras se acercaba al desconocido y le hacía una reverencia.

Después la chica, aún extrañada por toda aquella situación, miró al otro humano. Cuando sus miradas se encontraron, la chica tan solo le saludó con un movimiento ligero de cabeza pero con el rostro tan serio como acostumbraba.

¿Qué estará pasando?

¿Pregunta? ¿Qué si tengo alguna pregunta? Si tuviera que decir la verdad tengo muchas preguntas. ¿Como llegó hasta allí la noche de nuestra caída? ¿Como nos salvó la vida? ¿Como fue capaz de detener a aquel extraño ser que nuestras armas no eran capaces de dañar y que el pobre sargento Wolfe dio su vida para retrasarlo? ¿Por qué en ese momento, por qué no llegaron antes? ¿Qué ha sido de la nave? ¿Por qué fui sacado a la fuerza? ¿Por qué, o cómo, el Emperador os guió hasta mi? ¿?

En otro orden de cosas: ¿Qué era todo eso? ¿Por qué estaba allí? ¿Qué es lo que querian de él? ¿Quienes eran los demás que entraban en la habitación? 

Thadius estaba asustado. Pero el miedo que su cuerpo experimentaba era muy distinto al que sentía mientras estaba en la nave. Ahora se sentía desconcertado, sin ninguna idea de dónde estaba o de lo que debía hacer. Cuando te dedicas a sobrevivir no hay muchas preguntas posibles, y las acciones han de ser rápidas y casi sin premeditación, el miedo que sientes es muy distinto, miedo a no llegar a un lugar seguro, miedo de ser descubierto, miedo de quedarte solo en la oscuridad...

Aquí es muy distinto. Realmente el lugar parece seguro, y Thadius estaría dispuesto a apostar a que detrás de la puerta inmensa que acababa de cerrarse no había una legión de demonios tratando de matarle. Sobre todo porque se habrían perdido al llegar. Pero frente a este hombre, que sinceramente le parecía menos humano que él mismo, no sabía que decir. El miedo surgía por la inseguridad, por estar en un mundo totalmente ajeno al suyo. Desconocimiento sería una buena palabra. Además, nuevos invitados iban entrando y tampoco se mostraban muy participativos. Al parecer ese hombre tenía un montón de poder... mucho más que Morgul al que él consideraba casi un dios.

El chico de las gafas oscuras tiritó un poco mientras miraba al inquisidor. Tragó saliba y sus ropajes, una túnica oscura provista de capucha, de la cual colgaban varios cinturones en los que estaban varios objetos útiles, entre los cuales destacaba con con un brillo especial una daga súmamente afilada. Miró hacia atrás, luego hacia Barbosa de nuevo. La verdad es que no sabía qué decir... La situación era extraña y de las muchas preguntas que acudían a su mente, solo una se atrevió a salir:

-Se... Se... Señor. ¿Por qué a mi? ¿Por qué nos salvó la vida?

El Lord Inquisidor asintió, complacido por la respuesta del chico.

-Necesitaba saber qué había pasado en esa nave, y el Emperador me guió hasta tí. De ahora en adelante eso es todo cuanto importa: ni tu condición, ni tu estado, ni tu aspecto, ni tu pasado. Siempre que quieras preguntarte por qué, recuerda que el Emperador te eligió.

Barbosa caminó por la sala y se acercó al balcón.

-Debido a la urgencia de tu autorización no pude hablar contigo antes. Sin embargo, el Padre Morgul me contó todo acerca de tí. Eres justo lo que necesito: naciste en una nave incomunicada, y nadie sabe de tu existencia. Eres un fantasma, sin datos, inrastreable. Creyente deboto.

Con un gesto señaló encima de la mesa, a un pequeño trozo de metal.

-Y desde ahora mi siervo. Un agente de la Inquisición. Esa placa es tuya, no dejes que las dudas ni la herejía la manchen jamás.

-No soy el mayor fan de los mutantes, así que no hagas que me arrepienta de mi decisión de dejar a uno unirse a mis filas. ¿Alguna pregunta más?

-No se preocupe mi señor. No tendrá mancha ninguna mi corazón, y odio demasiado a las abominaciones del caos después de pasar toda mi vida luchando por sobrevivir como para vender mi alma a esos... a ese... destino.

No, tiene usted toda mi antención, y no la va a perder mientras continúe con vida. Usted me sacó de allí, y al igual que al padre Morgul, os debo la vida.

Thadius hizo una reverencia, a Barbosa, no sabía si tenía que hacerlo, o si era protocolario pero le salió del corazón. Cuando alzó de nuevo su cabeza, habló con voz grave:

-Por el Emperador que haré lo que sea para honrar vuestro nombre.

Las puertas de metal comenzaron a abrirse mientras Barbosa seguía hablando.

-Entonces me servirás a mí y sólamente a mí.

Cuando terminaron de abrirse, una mujer de complexión fuerte y atlética vestida con ropas azules grisáceas que contrastaban fuertenemnte con su pelo anaranjado.

La chica lo miró con intriga, aunque desde aquella distancia no lo veía muy bien.

Habrá que avanzar...

Kate entró en la sala y avanzó despacio pero con seguridad. ¿Qué era lo que estaba pasando? ¿Acaso aquel hombre era su superior?

- ¿Podría saber a qué viene tanta prisa y urgencia?

La prepotencia con la que hablaba la mujer hizo enojar cláramente al Lord Inquisidor, y esto hizo a su vez que el extraño de piel azul se girara para verla y retrocediera un paso prudencial de la línea imaginaria que unía a ambos.

-¿Y puede saberse quién te has creído que eres para interrumpirme y hablar sin que yo te haya preguntado? ¿O no os enseñan disciplina en el Arbitres, cadete?

Kate no comprendió cómo la situación había dado un giro tan inesperado. Creía haber hablado con educación, sin embargo, aquel hombre se lo tomó como una ofensa.

Aún así, prefirió no protestar. Si estaba allí era como arbitradora y técnicamente, aquel tipo debía de ser su superior. Se aclaró la garganta, bajó la cabeza en señal de disculpa y respondió de la forma más educada que pudo:

- Siento si ha sonado grosero, señor. Le aseguro que no era mi intención.

Decidió no decir nada más y esperar a que él le preguntara o simplemente se dirigiese hacia ella.

El hombretón hizo un gesto de desdén con la mano y se giró de nuevo hacia la ventana.

-Es igual. No disponemos de tiempo para perder. -Lanzó unamirada a Kate por encima de su hombro.- Ni de hombres prescindibles.

-Thadius, esta es Kate. Es una arbitradora recién salida de la academia, aún con sus principios claros. Pedí que se uniera a nosotros para que te guiara y te enseñara cómo comportarte para no levantar sospechas, pero veo que al final va a ser al revés.

-Señorita, este hombre es Thadius, psíquico a mi servicio, y desde ahora tu compañero. Y yo soy Barbosa, uno de los Lord Inquisidores que protegens este sistema. Trátame con el debido respeto cuando te dirijas a mí, ¿entendido?

Thadius tragó saliva. La verdad es que no quería granjearse el odio del lord inquisidor, siendo él el que le había sacado de aquel aparato infernal, y siendo claramente superior a él. Barbosa le necesitaba y no iba a decepcionarle. 

La entrada de aquella chica causó un poco de nerviosismo en el psíquico, quien bajó sus gafas oscuras y trató de ocultar su cara azul a la mujer. Le habían dicho que no era bueno que fuera visto así, por lo que aunque solo eran 3 personas empezó a adquirir esos métodos. Quizá la mujer no se hubiera dado cuenta aún...

Lyra se sorprendió ante la repentina actividadde los agentes de la Inquisición con los que toparon, lo cual la de dejó pensativa. Sin embargo un deje de hastío se dejaba reflejar en su rostro

-Recibir instrucciones, formalidades... ¡¿Cuándo empezaremos lo realmente bueno?

Atravesó la puerta con paso decidido y tras echar un fugaz vistazo a la sala su rostro cambió, ahora revelaba curiosidad, pues su mirada se había detenido en el hombre de piel azul

-Interesante

Aún mirando hacia el suelo, Kate escuchó con atención y cuando Barbosa le presentó a Thadius, no pudo evitar echar una mirada hacia él aunque no pudo fijarse muy bien, ya que el psíquico se ocultaba tras unas oscuras gafas.

Ante la última pregunta del Lord Inquisidor, la chica volvió a inclinarse hacia abajo, haciendo una pequeña reverencia y contestó con voz segura:

- Sí, señor. Entendido.

No tendía a ponerse nerviosa, pero el mal comienzo que creía haber tenido con Barbosa la inquietaba. ¿Le pregunto sobre la misión o mejor espero a que él hable?

Decidió no arriesgarse y esperó, tal y como le habían enseñado, a que su superior le dijese que habían terminado de hablar.