Partida Rol por web

Rodrigo, Luis y Elena se meten en el combate, mientras Cristina está acurrucada en un rincón rezando.

Es cierto que no ha sido la mejor de vuestras hazañas bélicas, pero al menos estais aliviando la presión al caballero, o eso os parece...

Los muertos parece que tampoco son muy hábiles...

Elena por un momento ve peligrar su integridad física. Cuando el muerto intenta desgarrarla, ella consigue apartarse por los pelos, quedando las sucias manos de éste, a dos centímetros de su cara.

Dios mío... ¿Qué estoy haciendo? Yo no soy un héroe... Se dice la mujer, un escalofrío recorre su espalda al imaginarse alcanzada por esas uñas. Pero sabe que tiene que acabar con él... Levanta nuevamente el cuchillo y se lo clava con todas sus fuerzas. Un grito desgarrador sale por sus labios al sentir como la punta del cuchillo entra en las carnes de lo que anteriormente fue un hombre... Ahhhhhh!!!

Rodrigo se toma medio segundo para observar al caballero y ve que un zombi le puede pillar desprevenido. Armado de una valentía infundada por la situación de riesgo se abalanza sobre el muerto viviente con la espada por delante.

El zombi no parece muy hábil y recibe varias heridas de la espada de Rodrigo, pero... tampoco parece que le duela...

El combate prosigue.

El caballero está controlando su situación. En breve, si todo sigue igual, podrá dar cuenta final de sus enemigos y podrá dedicarse a ayudaros.

Mientras, Elena ataca con cuidado siendo consciente que sabe defenderse, pero no es una guerrera. Cuando una zarpa le pasa muy cerca de su bello rostro, es más consciente que nunca de esto. Pero es gracias a esta consciencia que consigue cortar el frágil cuello de la aberración con la que lucha, y esta que cae inerte al suelo.

Rodrigo, haciendo gala de su oficio, invierte un poco de tiempo para valorar a su adversario, buscando un punto dónde poder sacar tajada. Después de evitar una acción más bien torpe, vió el momento de hacer su oferta: una muerte definitiva de regalo. El golpe en la columna resquebrajó todo el cuerpo, que cayó hecho trizas.

Luís se quedó mirando horrorizado a su objetivo mientras este le atacaba. Por suerte para él, el no-muerto era lento y torpe...

Cristina sigue rezando en el rincón, esperando a que Diós reciba su mensaje de socorro.

Una explosión de adrenalina recorre el cuerpo de Elena. Es la primera vez que la mujer mata a alguien, aunque a eso quizás no se le pueda llamar matar, ya que muertos estan...

Al apartar el cuchillo del cuerpo de la criatura, y ver como ésta cae al suelo, Elena siente un escalofrío recorrer su espalda. Por un momento se queda sin reaccionar, mirando la mano que empuña el cuchillo. La sangre pegajosa cubre sus dedos. La mujer no puede evitar que le recuerde a la misma sensación del esperma cuando se le corrían encima... Dios, estoy enferma...

Intentando quitarse todo obsceno pensamiento de la cabeza, se lanza contra otra de esas criaturas, clavando nuevamemnte el cuchillo....

Después de conseguir dar muerte al zombi de una manera relativamente fácil, Rodrigo se vino arriba. Y se abalanzó sobre el siguiente zombi. Mas se confió y no consiguió herir a su adversario.

Piensa, Rodrigo, piensa. Dijo para sus adentros una vez que vio que su fugaz maniobra no había dado resultado.

Esta vez, los ojos avezados a especular de Rodrigo le juegan una mala pasada y no acierta de dar en el blanco, por suerte, parece ser que las sucias garras su enemigo tampoco son muy hábiles.

Elena por su parte, se busca a otro no-muerto. Toda ayuda al caballero le será poca. Y siendo experta en buscar puntos sensibles, consigue de nuevo rebanar el pescuezo de su adversario, dejando que caiga inerte al suelo, de donde no debería haber salido.

Luis, en su quietud se lo pone fácil a los muertos vivientes, pero está claro que a ellos también les debe poner nerviosos esa calma que demuestra...

Finalmente, el caballero ha conseguido librarse de sus perseguidores, ha bloqueado la puerta y ha dado sentencia definitiva al resto de los muertos.

Los campesinos han empezado a reforzar la puerta con lo primero que han encontrado: mesas, bancos y tamburetes.

Una paz intranquila parece que ha vuelto a la posada.

Una vez terminado el combate, con la adrenalina aún corriendo por su venas, Rodrigo da buena cuenta de la situación

Acabamos de luchar contra unos muertos vivientes... Parecía debilitado, se sentó en el primer taburete que encontró. Su rostro se había vuelto ligéramente pálido, estaba claro que el miedo que no le había invadido antes empezaba ahora a hacer efecto.

¿De donde han salido estas... demoníacas criaturas? - preguntó para sí, con un hilo de voz, mientras observaba la desencajada mueca que presentaba uno de los muertos vivientes rematados.

Gracias a Dios consiguen atrancar la puerta. Elena se queda parada, mirando con ojos desencajados al último ser al que ha dado muerte. Ahora que ya no se ve en grave peligro, la adrenalina abandona su cuerpo siendo sustituida por un temblor incontrolable. La mujer, sin soltar el cuchillo, se acerca a una de las mesas y cogiendo la primera jarra de cerveza que ve medio llena, se la lleva a la boca dándole un buen trago. Deja con un golpe sordo la jarra en la mesa y se limpia con el dorso de su mano libre los restos de bebida que han quedado en los bordes de sus labios.

La luz poco a poco se va haciendo en su mente. Mira a su alrededor, el horror todavía se ve dibujado en sus ojos, pero una sonrisa aparece en sus labios... Lo que acaba de ver, podría volver loco a cualquiera y ella no puede evitar echarse a reir... Al principio empieza como una risa nerviosa, que se le va escapando entre los dientes. Hasta que finalmente, sin poderse controlar, esa risa se convierte en una carcajada que ante esa situación, pondría los pelos de punta a cualquiera.

Consciente de las miradas de los aldeanos, Elena intenta controlarse. Pero ante la visión de los demás, asustados, y mirando con ojos desorbitados, le cuesta un tremendo esfuerzo detener su risa descontrolada... Perdon... Ohh... Jajajajajaja..... Lo siento.... Pero.... Jajajaja... Es que yo... Jajajjajaa...... Dios.... 

Finalmente, tras varios intentos consigue controlarla, y con el rostro ruborizado mira al caballero que todavía no se ha presentado...

El Caballero mira a Elena desde dentro de su yelmo.

Con su espada ensangrentada y sucia por el combate recién finalizado, da la impresión de estar furioso.

Todo el mundo mira en un silencio profundo a Elena y al Caballero alternativamente, temiendo otra muerte.

Pero el Caballero envaina la espada, se alza la visera y sonríe a la mujer.

Tranquila señorita, relajese. He visto muchos guerreros más avezados al combate que usted tener ataques de humores histéricos...

Por cierto, han luchado muy bien -dice mientras mira desaprobadoramente a los campesinos-. Y ahora, si me permiten, quisiera una buena jarra de vino caliente y que alguien me explicara qué está pasando aquí...

Mientras el caballero se empieza a sacar los guantes y el yelmo y a tomar asiento, los campesinos empiezan a cntarle todos a la vez lo ocurrido, creando una algarabía donde no se entiende nada.

El posadero se va corriendo a la cocina y al cabo de un momento, los sollozos paran y poco después el posadero sale con una jarra humeante en las manos...

La mujer y la niña salen medio escondidas para ver al caballero.

Elena, por un breve instante teme por su vida... Acaba de dar valientemente, o según como se mire estúpidamente, muerte a dos seres levantados más allá de su muerte. Pero la tensión creada en el ambiente tras su ataque histérico, y el silencio que se genera, le causa mas terror a la joven que los acontecimientos que acaban de ocurrir. El caballero se queda mirándola, y Elena traga saliva, esta vez ningún ataque de risa se adueña de sus sentidos.

En lo que a la mujer le parece una eternidad, el caballero se alza la visera y entonces una sonrisa ilumina su rostro. Una sonrisa que ilumina al igual que los rayos del sol empiezan a calentar los días de verano. Todos los temores y miedos se borran de la faz de Elena, y responde con otra sonrisa en su hermoso rostro.

Decidme caballero, ¿cual es vuestro nombre? Pregunta acercándose a la mesa donde el hombre se ha sentado, y sin esperar ningún tipo de invitación, con el descaro del que tantos años ha mostrado ante los hombres, se sienta en la silla mas cercana. Sus ojos se clavan en los del caballero. Con sincera simpatía habla Elena. Ya pasaron los años en los que intentara seducir a un hombre como el que tenía delante, pero esos años no han pasado en balde, y sin proponérselo, ni ser consciente, la mujer le mira con esos ojos seductores, que a tantos hombres ha hecho perder la cabeza.

El Caballero mira a Elena con una sonrisa, ignorando a los campesinos.

Cuando habla, los campesinos cierran la boca rápidamente y con temor.

Que mirada más dulce, señorita. Es agradable saber que aún hay mujeres que sonríen a los caballeros.

Da un sorbo a la jarra de vino.

Mi nombre no es demasiado importante. No tengo ni títulos ni posesiones más allá de mi honor y mis armas, las que he ganado con sangre derramada en oriente, lejos de aquí y de mi casa.

Pero hablemos de cosas más importantes, por ahora... ¿qué ha pasado aquí, señorita? Lo poco que sabía de estas tierras es que no estaban demasiado bien cuidadas, pero no imaginaba que estuvieran infestadas de una plaga de muertos vivientes...

Suerte que vi las luces de esta posada o hubiera acabado mis días a manos de esas aberraciones. Que final tan triste hubiera sido para un caballero que ha luchado en nombre de Diós contra los infieles, ¿verdad?

Y con una sonora carcajada y un trago largo de la jarra humeante, acalla a los campesinos, que estaban esperando un silencio para volver a hablar, todos a la vez.

Perdona que me entrometa pero, caballero, ¿sabe de donde vienen esas criaturas? no quisiera tener mas problemas a lo largo de la noche.-digo mirando al caballero con seriedad.

Elena se sonroja ante el halago del caballero, como si de una doncella se tratase, baja tímidamente la mirada, para volverla a subir y prenderla en los ojos del hombre. Luis interrumpe, preguntando por lo ocurrido. Si lo supiera no estaría preguntando... Piensa algo molesta, sin ni siquiera mirar a su compañero. La joven retoma la conversación.

Somos nosotros los que tenemos suerte de que os encontraseis por aquí, no quiero ni pensar qué hubiese ocurrido sin vuestra presencia. Elena sonríe agradecida al caballero que tan celosamente guarda su nombre. La mujer no puede apartar la mirada de tan bravo hombre.

Sinceramente, no sabemos qué está ocurriendo. Nosotros acabamos de llegar a estas tierras, y nos detuvimos aquí para pasar la noche. Pero... Los lugareños sí parecen saber algo. Desde que entramos aquí han mostrado una actitud bastante distante, parecían asustados de algo... Ummhh... No se. Es la primera vez que veo algo así. Termina diciendo Elena con un escalofrío que recorre su espalda.

Rodrigo estaba sentado a unas mesas de distancia de Elena y su bienaparecido caballero. No participó en la conversación, mas se dedicó a escuchar con atención. Poco a poco iba calmándose y recuperando la sangre en sus venas, aunque posiblemente esa conversación no fuera la mejor ayuda para superar la desesperante situación que acababa de vivir.