Partida Rol por web

Roi, al ver cómo las cosas se torcían aún más, no pudo por menos que desenvainar definitivamente su espada, pues no cabían titubeos ni vacilaciones, y atacar a quienes más cerca estaban. 

-¡Cobardes traidores filhos da puta! -bramó el portugués, repartiendo mandobles y patadas a los encapuchados que lo atacaron a la orden del jefecillo descubierto por Joan.

Los días de descanso en el castillo de Guadalest no habían hecho mella en el esfuerzo físico de Roi, pues había entrenado cada día, cosa que tenía por costumbre ya arraigada. 

Ahora era el momento de demostrarlo.

Para Ramón lo más sorprendente fue ver como Joan, en un ataque de total irreflexión decidía desmontar en medio de un grupo de armados desconocidos. Que fuera reconocido por sus subditos o que los bandidos, por llamarlos de alguna manera se arrojaran sobre él, no fue ninguna sorpresa.

Ramón se volvió hacia el encapuchado que tenía más cerca y apretó la palanca de la ballesta, que, con un chasquido, soltó un virote capaz de atravesar de lado a lado a un hombre acorazado, cuanto más a uno cubierto de tela. Sin esperar a ver el resultado se dispuso a empuñar hacha y escudo y defender su vida, la del conde y la de su hermano Manrique.

— Cago en mi estampa —masculló Breixo, llevando su mano a su hacha, empuñándola con cierto atropello pero el necesario cuidado para ni cortarse ni amputarse dedo alguno. Tenía que haber oído a la desconfianza en vez de a la una vez más inútil prudencia cuando fueron rodeados por esos bastardos encapuchados. Acto seguido, descabalgó y se abalanzó sobre los que acosaban a Joan. Si querían sangre, la tendrían, y si los diablos lo querían, sería la de esos desgraciados la derramada. 

PNJOTIZADO.

Por supuesto, non podía quedame quieto, por lo que tuve que desenfundar mi pequeña espada y defendeme lo preciso, según aquella imprevista situación.

Cuatro encapuchados se encararon a vosotros, el resto estaba apresando* a don Joan, aún a sabiendas de quien era. Los que se os acercaron con no pocas hostiles intenciones no se lanzaron sino garrote en mano y con mucha fiereza...

Iniciativas:

Breixo: 30
Enemigo 3: 27
Enemigo 4: 24
Roi: 23
Padre Ramón: 22
Rodrigo: 22
Enemigo 2: 19
Enemigo 1: 18

Una vez que tenemos las iniciativas (que he ordenado) hay que declarar acciones (estamos aún en la fase 1 del combate). Para ello se declaran 2 acciones de combate o 1 extendida. Las acciones que tenéis disponibles se resumen en "Acciones de Movimiento", "Acciones de Ataque", "Acciones de Defensa" y "Otras". Las tenéis todas en la escena de reglamento (en la "Guía básica de Reglas").

Por supuesto, el órden de declaración es ascendente, es decir, comienzan a declarar los que menos iniciativa tenga (los de abajo). No obstante, luego comenzará a actuar (cuando lleguemos a la fase 2 del combate). Asi el que tenga la iniciativa mas alta sabrá lo que van a realizar los que hayan tenido menos iniciativa (y podrán adelantarse o sorprender a sus oponentes).

Como estáis montados en caballos podéis luchar sobre éste o bien bajarse. Si bajáis gastáis una acción, y os queda otra para actuar. Los que no hayáis desenvainado la espada habréis de gastar otra acción (coger o cambiar de arma implica gastar una acción).

Ahora bien, os doy unas pequeñas puntualizaciones dadas vuestra situación, con respecto a vuestra posterior tirada:

*Cuando se lucha sobre un caballo, nuestro porcentaje en atacar o defender nunca podrá ser superior al porcentaje que poseemos en Cabalgar. Por ejemplo, si luchamos montados con una espada y tenemos en Espadas un 80% y en Cabalgar un 50%, todas las tiradas de ataque y defensa con la espada se realizarán como si nuestro porcentaje fuera sólo del 50%
*Al luchar sobre el caballo se gana un +25 por luchar contra alguien a pié.
*Por nocturnidad os resto un 25
*Los que lucháis con arcos o ballestas, tendréis un bonus por cercanía. ¿porqué y cuanto? ---> Las armas proyectiles tienen una columna llamada "Alcance" (mirar tabla de armas). Salen tres números. Esos números indican las distancias cortas, medias y largas (en varas) a las que puede ser disparada el arma o el proyectil que utilice dicha arma. Si la distancia es menor al primer nº, tienes un bonus de +20% en la tirada de ataque. Si se encuentra entre el primer y segundo nº, no hay modificadores, y si se encuentra entre el 2º y el 3er nº hay malus de -20%. Va en función de las distancias. Ahora mismo tu tendrías el bonus, claramente.

Dicho lo cual, como véis, empieza a declarar el enemigo 1 y luego el enemigo 2.

Enemigo 1: ataca a Ramón con garrote (sobre caballo) y esquiva (cualquier primer ataque que le venga).
Enemigo 2: ataca a Roi con garrote (sobre caballo) y hace Parada con arma al primero que le ataque.
Rodrigo (LO PNJOTIZO): Hace una Carga (acción extendida) contra Enemigo 3.

Nota (esquivas y paradas pueden declararse para evitar un golpe. Si nadie te ataca en un turno, se pierde dicha acción, sin consecuencia).

Declara El padre Ramón 2 acciones. Recordad: Mirad la escena de Reglamento, en "Guía básica de Reglas" para ver qué 2 acciones simples (o 1 extendida) podéis hacer.

He encontrado un microhueco entre la ardua búsqueda de vivienda digna y os posteo esto.

Las acciones de Ramón serán: disparar ballesta sobre su potencial atacante y desenvainar escudo y hacha (si sólo puede desenvainar una cosa, que sea el hacha.

Las tiradas, llegado el momento, creo que incluso ya estarían hechas (ver el posts más arriba), de hecho, hasta diría que le acierto al paisano del garrote más cercano y que el daño será suficiente para dejarlo en el sitio.

Roi se cubre con su escudo ante posibles golpes de sus atacantes, y con su espada desenvainada reparte mandobles lo más certeros posibles para resultar letales, o al menos dejar heridos a tales viles malvados.

Viendo cómo asaltan a Joan, lucha con todas sus fuerzas para liberarse del ataque de tales bellacos.

— ¡Veamos cuál es el color de vuestra sangre, siniestros hideputas!

El pardo aulló como lo haría un poseído e hizo girar su hacha por encima de su cabeza, mientras veía cómo los encapuchados se cernían sobre ellos. Breixo dejó caer el filo de su arma sobre el cuerpo que más se le aproximara.

Turno 1:

Breixo, ni harto ni perezoso, comenzó la encarnizada lucha mientras que Joan de Gaudalest era brutalmente oprimido. El pardo encaramó su hacha por encima de su cabeza y lo envió directamente contra el brazo derecho del primero que se le acercó (Enemigo 3), destrozándole los tendones y haciéndo que se retorciera de dolor en el suelo. Entonces Enemigo 4 se lanzó contra Rodrigo, pero nada pudo hacer por alcanzarle, debido a su pésimo intento de azotarle con el garrote.

Acto seguido, Roi se protege con el escudo todo lo que puede, sin evitar dedicarle un mandoblazo a otro de ellos (Enemigo 4) en la cabeza..., la cual comenzó a sangrar, y seguramente le quedara una terrible cicatriz. El padre Ramón no hizo sino afinar la puntería, y fuera su pericia o la ayuda de Dios, que el virote viajó directo al corazón, haciéndo caer al suelo al encapuchado. Acto seguido, Rodrigo le dió otro mandoblazo al mismo que Breixo le cortó con el hacha, abriéndole el otro brazo. Entonces éste se tambaleó, se le nubló la vista, y murió desangrado al instante... Por su parte el Enemigo 1 no logró acertar al Padre Ramón.

¡Quietos! -dijo el asaltante que había quedado descubierto por el propio Joan-. Entonces, antes de seguir dando espadazos, observásteis que aquel hombre que se jactaba de haber capturado al conde de Guadalest (pues éste era levantado por sus secuaces), y le ordenaba a la turba formada por sus hombres que conservaran la vida a vuestro amigo. Ésto habían tomado al de Guadalest, y tenía las manos a la espalda, sujetado por varios de esos hombres. Imposible despojarse de ellos. Veíais su rostro y estaba lleno de sangre, fruto de su nariz ahogada en el líquido y otras heridas y cortes. Otro de ellos le tiraba del pelo para atrás, para que le viérais bien. Un tercero le ponía una cuchillo en su cuello, a modo de amenaza. Joan estaba completamente a la merced de los que le retenían...

Ahora es cuando os pido DE NUEVO -recalcó- que bajéis a los caballos -dijo el susodicho-. No quisiera hacerle un daño irreparable. Además, no somos nosotros los enemigos. Deponend las armas en el suelo, et venid con nos. Os explicaremos toda este encuentro. Negáos, y el conde morirá. No hay más que decir...

Aquel tipo estaba hablando muy en serio, o al menos eso parecía, sin duda.

Roi mira a los asaltantes con rabia contenida. El haber hecho mella en el asaltante colmó su ánimo, y podía haber seguido luchando fieramente, pero la amenaza era seria ahora. 

-¡Filhos da puta traidores! -masculla entre dientes, y baja su espada. Espera la reacción de sus compañeros, pero ante todo hay que salvar la vida de Joan. No hay mucho más que puedan hacer, más que plegarse a sus condiciones. Ya podrían vengarse más adelante. 

POST-EDITADO (recomendación del Director)

El padre Ramón vió con pesar como el joven conde se encontraba retenido por una multitud de asaltantes. No habían sacado un cuchillo para rebanarle el gañote, pero no era de esperar mucho que lo hicieran si se negaban a hacer lo que se les demandaba. Visto que no tenían más alternativa el caballero y viendo que el asaltante que tenía a los pies del caballo había detenido sus envites, con un hacha en la mano y la otra al cinto, cogió su escudo con el emblema de la orden y procedió a desmontar. Le hubiera gustado recargar la ballesta pero sus asaltantes "se lo tomarían a mal" y "se jugaban la vida de su amigo". Ergo dejó la ballesta colgando de la silla y sin tensar. A buen seguro que a pesar del caos del combate todos aquellos encapuchados habían podido ver el peligro que arrojaba la ballesta.

Un muerto es una buena forma de agradecer la "hospitalidad" a tan amables "anfitriones". No tenía mucho sentido proseguir la matanza. La suerte, esa aliada de dioses viejos y antiguos y también de demonios, es una furcia traicionera y si ahora habían conseguido derribar a un enemigo, quién podía asegurarles que el próximo en ver su sangre derramada sería el propio Breixo o cualquiera de sus compañeros. Bajó el hacha, pero no dejó de empuñarla. A saber qué les reservaban los bastardos estos, si serían sólo explicaciones o les llevarían a una trampa de las que no se escapa entero.

Rodrigo, con la impetuosidad propia de la juventud habíase lanzado en la lucha de los enemigos. No pensaba parar hasta haber caido muerto o haber acabado con todos ellos, que el mismísimo Dios les juzgase a sus puertas. Pero entonces algo frenó en seco al jóven santiaguista. Su Señor y amigo había sido apresado y un solo movimiento podría implicar su muerte.

Refrenó al jamelgo y este relinchó molesto por la brusquedad del movimiento. Bajó el arma. Pese a ser un hombre de acción y no muy sutil con las palabras, reconoció que en aquel momento la espada no era la mejor opción.

Buscó con la mirada los ojos del Conde por sí estaba en disposición de dar alguna orden.

Bien, bien... -dijo el tipo que parecía ser el jefe-, parece que apreciáis la vida de aquí, el señor conde... No hay, en realidad, razón para las hostilidades a los que cuyos oídos les permitan escuchar lo que tenemos que decirvos... -el tipo empezó a entonar una explicación, mientras sus secuaces seguían apretando el cuchillo contra la garganta de Joan, por si se le ocurría hacer algún movimiento en falso-. Ese pueblo que hay delante, a pocas varas -se refería a la de las pequeñas lucecillas, el de más adelante-, es llamado Algaida de Mandrás... Hubo un tiempo, no ha mucho, en que se sucedieron muertes y desapariciones vinculadas con el demonio y sus malas criaturas... -hizo una pequeña pausa-. Aún se teme que se sigan sucediendo, y ahí es donde vosotros, señores, entráis en la escena: id y averiguad cuanto podáis sobre el asunto. Lo de las criaturas del Demonio -el hombre hablab a la ligera sobre aquestos tenebrosos asuntos- es sólo un rumor, mas uno teme que sean algún vecino quien se escude en tan tremendas habladurías para perpetrar muerte y desaparición. Preguntad, sonsacad et actuad según os haga falta, sin carencia alguna si es necesaria. Quiero respuestas...

¡No les hagáis caso! -logró gritar Joan-, acabad con la vida de este malnaci... ¡¡augggh!! -el opresor que tenía tras de sí le pinchaba cada vez más, haciéndole gritar y quejarse-.