Partida Rol por web

Ya de pie, Prentis se dirigió al mercenario, visiblemente enojado por su repentina insubordinación.

-¡¡¡¿Qué haces, insensato?!!! He dicho que no es asunto nuestro. No se te ocurra entrometerte o te aseguro que no solo te quedarás sin cobrar, sino que pondremos precio a tu cabeza.

Por alguna extraña razón el mercarder y por ende el que parecía ser su guardaespaldas no tenía intención  de meterse en la pelea, no tenía tiempo de averiguar que motivos le llevaban a tal decisión, tal vez esperar a que estubiese mas cansado o pensar que es una vendetta que no va con él, en cualquier caso el combate se había convertido en un uno contra uno a pesar de que no pensaba cometer el error de despistarse.

El murmullo del rubio debía ser magia sin duda, tal era su obsesión que pretendía terminar lo que tenía entre manos a cualquier coste, la piedra y la daga tenían que ser parte importante de lo que estaba haciendo, la daga era casi decorativa, no servía para el combate y la piedra magia o algún tipo de canalizador "porque no atenderías mas en las clases de combatir magos" me reproche mentalmente dije que no intentaras nada raro lanzando mi escudo contra el al parecer único oponente, con suerte la piedra desaparecía de sus manos y seguramente la daga también

Distraído por el avance del guardaespaldas con la cimitarra durante unos segundos, no se percata de la embestida del caballero con su escudo, que golpea en sus manos haciendo que el cuchillo salga despedido hacia el suelo de tablas de la cabaña.

Con una mirada furibunda y totalmente fuera de sí, alza la mano contraída como una garra y empieza a recitar la letanía en una voz algo más elevada y apresurada, mientras la piel de la misma se ve rodeada por una inquietante luz negra.

Aquel siervo del diablo no iba a cejar en su empeño ¿hasta tal punto llega la ceguera de los seguidores del mal? en un alarde de caballerosidad y recordando a mi maestro incluso al mas vil de los seres se le debe conceder la oportunidad de un juicio, aquel mago tendría la oportunidad de elegir entre vivir para enfrentarse a la justicia o morir  por sus fechorías, dirigí mi espada a su yugular con firmeza, sin armas poco podía hacer ese diablo para evitarlo te lo diré una última vez una palabra mas que no entienda y acabaré con tú vida

Ante la advertencia de su patrón y el desarrollo de este confuso encuentro, baja su cimitarra a la altura de la cintura (pero sin perder atención al entorno en caso de que deba defenderse) y apunta con la palma de la mano hacia el mago rojo en señal de haber comprendido el mensaje.

-Bien, ahora vámonos. No pintamos nada aquí.

Dicho esto, Prentis se dirije hacia la salida dispuesto a alejarse de la zona de la contienda. 

Haciendo caso omiso, quizá por la locura que parece estar poseyéndole, clava la mirada a través de las rendijas del yelmo de Tristan, y levanta la mano en dirección del pecho del guerrero. La extraña negrura que la cubría se extiende hacia el cuerpo de su oponente, como sanguijuelas sedientas de sangre buscando la energía vital.

Aquel siervo de los diablos aprovecho mi buena fe para lanzarme algún tipo de sortilegio mi pecho se lleno de dolor al sentir una bruma negra alcanzándolo me había sorprendido pero no mas que algunas jugarretas y trucos sucios de mi época de pillo, sin pensármelo un momento deslizo firmemente la espada sobre el cuello del individuo

El filo acerado de la espada pasa limpiamente por la garganta del conjurador, al parecer sin haberlo tocado prácticamente, pero pronto se empieza a dibujar una línea por ahí donde ha pasado, y una sangre negra y espesa mana bruscamente a cada uno de los boqueos que intenta realizar Throeld para poder, infructuosamente, respirar.

El líquido carmesí no tarda en salpicar su ropa, y en sus tentativas de taponar la herida, se lleva las manos al cuello, pero sin soltar la facetada joya origen de esta situación. La gema también queda cubierta por un goterón de sangre, y al entrar ésta en contacto con su superficie, comienza a emitir una especie de siseo mientras hilos de niebla espesa caen como hielo seco hacia el suelo de la cabaña.

Echando borbotones, la gema se sublima de una forma muy violenta, cubriendo toda la sala con la espesa niebla que va dificultando incluso que podáis ver a vuestros compañeros más cercanos.

Incluso Prentis, que ya había abierto la puerta, puede observar que en el exterior la bruma también parece haber invadido de una manera forzada el exterior y alrededores de la cabaña.

Y luego está el silencio, un angustioso silencio. Los pocos sonidos que puedes oír, amplificados por la niebla que os envuelve, son el sonido de vuestras propias respiraciones y el latir de vuestros corazones.

Prentis echa un vistazo a la niebla, intentando evitar que entre en contacto con él. Se va alejando de ella dentro de lo posible mientras intenta averiguar su naturaleza. Tiene claro de dónde procede. Ese objeto, era tan peligroso como podría parecer. Lo había portado mucho tiempo y siempre había evitado el contacto físico con él pues había algo que le inquietaba. Y finalmente había caído en las manos adecuadas. Después de todo parecía que Throeld había invertido bien su dinero. Una pena que ahora fuera tarde para disfrutarlo. Tarde para él. El resto, aún tendrían tiempo de descubrir sus cualidades.

La niebla parece rodearos implacablemente, cerrándoos el paso cuando intentáis retroceder, hasta que miréis donde miréis, solo alcanzáis a ver la pátina brumosa y grisácea que lo rodea todo y que solo invita a quedarse paralizado.

Lentamente, empieza a girar arremolineándose y al parecer se va retirando, como si una mano gigante estuviese apartando la mortaja sobre vosotros o se viese aspirada por unos pulmones invisibles, permitiéndoos vislumbrar poco a poco vuestro entorno.

Allí seguís, el caballero, el mago rojo y su guardaespaldas. También en el suelo, descansa el saco misterioso y a su lado el cuerpo tumbado boca abajo y acurrucado de Throeld.

Sin embargo, la cabaña ha desaparecido. Sus paredes, su carcomido suelo, los trastos apilados y polvorientos de los rincones... no queda nada. En su lugar, el omnipresente pantano parece miraros con desprecio. Incluso diríais que ya no es el mismo pantano...

Lareela no sabe qué está pasando, pero el silencio y unas extrañas sensaciones que no entiende la animan a intentar salir del saco otra vez.

Vistos desde fuera del saco, sus movimientos recuerdan a una babosa que acaba de pasar por encima de una raya de cocaína.

Aquella piedra la sangre, seguro que era algún ritual demoniaco aquel mago rojo, seguramente cegado por la avaricia ha hecho tratos con quien no debía, no importa, no ahora, lo primero es alejarse, salvar a la rehen y ponerse a salvo, ya pagara el mago mas tarde por sus crimenes o por su inconsciencia sera mejor que salgamos de aquí miro a mi alrededor todo parece cambiado sea donde sea aquí cojo el saco y se lo quito a la chica con la intención de liberarla cargarla al hombro es posible pero solo sería una molestia además tenía que intentar algo antes de huir, intentar destruir esa piedra o al menos llevarla donde se pueda destruir ¿bastaría con un golpe?