Partida Rol por web

Por primera vez en toda la conversación Kalthorin miró al bárbaro. Fue una mirada desdeñosa, de arriba abajo. Había matado montañas de bárbaros tan grande como ese o más en la guerra. Sus baladronadas parecían importarle bien poco, y se lo demostró mostrándole una dentadura de dientes impecables en una sonrisa.

-No todo lo que sucede en el cosmos tiene que ver con vos o con vuestro pueblo ¿os habéis detenido a pensarlo? -el paladín enarcó ambas cejas en un gesto inquisitivo-. Pero tenéis toda la razón del mundo. Me he dejado llevar por antiguas heridas reabiertas. He sido un grosero y estoy asustando a la cría. Mi más sinceras y sentidas disculpas. Quizá podamos hablar más tarde como personas civilizadas.

Kalthorin se llevó una mano al pecho e inclinó levemente el tronco. La hermosa capa de armiño revoloteó mientras su dueño se dirigió a la barra sin esperar respuesta.

Al pasar susurro a Kal.- Ire a acostar a la niña, dame unos minutos y sube a mi cuarto, hablaremos.- le aseguro deseando dejar el tema zanjado.

Tomo a la pequeña en brazos y subo con ella a la habitacion para acostarla. - Tu y yo tenemos que hablar, jovencita, no me gustan esos modales, te he dicho mil veces que en territorio del imperio no puedes comportarte como en casa.

Vuelvo para despedirme de Garek, solo necesito un gesto para que me entienda y vuelve a sentarse mas tranquilo.

En la barra esta la mujer que se tapa con la capucha, parece no querer ser reconocida o estar escapando de algo o alguien.

Kalthorin asintió a Hundra,frunciendo los labios, mientras miraba al suelo.

Kalthorin echó un vistazo a la encapuchada. Era obvio que no quería ser reconocida, o que huía de algo o de alguien. Él era un hombre del rey, pero demasiado escándalo había ya montado la niña. Prefería dejar las cosas como estaban y no interrogar a la mujer embozada.

¿Un sabio por aqui?.- pregunto la chica tras la barra, la cual tenia un intenso aire familiar.- No se, señora, pregunte al paladin, es posible que el sepa donde encontrar uno.

- Oh, buenas noches señor.- dice la chica al darse cuenta de tu cercania.- ¿Que desea tomar? Invita la casa, por supuesto.

Había llegado temprano al lugar. La taberna era igual a muchas otras que solía frecuentar. Venía siguiendo un rastro, buscando información. Sabía que allí se entablarían negociaciones acerca del pacto de paz en el cual ya se llevaban más de cinco años trabajando y lo que allí ocurriera podría ser decisivo.

Con aplomo e indiferencia, me senté en una de las mesas más alejadas de la puerta, una que quedaba bastante oculta a los ojos curiosos pero que a mí me permitían estudiar la situación como también a los que iban y venían al local.

Grande fue mi sorpresa, cuando uno a uno, fueron llegando viejos conocidos. Habían pasado cinco años desde que nos habíamos visto, pero fue fácil reconocerlos. Luc, Hundra con su familia, Kal. Me quedaba la duda sobre la mujer que trataba de mantenerse oculta, pero tenía que ser ella. Nat. El destino no suele dejar cabos sueltos.

Por un rato, me dediqué a observar, ver cómo se había templado el carácter de quienes otrora fueron mis amigos y a quienes aún, en mi fuero más íntimo llamaba así. Habría que ver que opinaban ellos al respecto. Por cómo había comenzado la velada, no esperaba nada bueno para esta nueva noche.

Al ver que Kaltorin se quedaba sólo, tomé mi jarra y levantándome de la mesa semioculta en la que me encontraba, me acerqué a él. Por su armadura parecía que estaba sirviendo a la guardia imperial, aunque no pude deducir bajo qué orden. No importaba. Ya se lo preguntaría después de saludarlo. Realmente me alegraba de que nuestros caminos hubiesen vuelto a cruzarse.

-Vaya vaya, que pequeño es este reino Ser Kaltorin- una sonrisa ancha y sincera enmarcaba mi rostro. Me acerqué hasta él y con la mano libre le palmeé la espalda -Dichoso estoy de volver a verte, viejo. Veo que los años no te han tratado nada mal.

De reojo, miré a la mujer encapuchada intentando capturar alguno de sus rasgos... Tenía que sacarme la duda.

No respondi a nada, ni me quite la capucha solo mire a los dos.

Me alegro de veros...Gaunt...Kalthorin...

Miro a Gaunt con alegria pero a Kalthorin le miro tristemente.

Kalthorin...¿por que sirves al nuevo rey...?, estas traicionando a todos...el Kalthorin que yo conocia jamas intentaria condenar a muerte a Hundra y a su hija y a mi...me esperara algo peor por ser la sobrina de Su Majestad...quien me quito el trono a la fuerza y busca matarme...

Luego miro al paladin entre lagrimas piadosas.

¿De verdad me llevarias a la horca para conservar tu puesto y tu honra...?

-¡Geoff!¡Tú sin embargo, has echado tripita! -en el rostro de Kalthorin bailó la sorpresa y la alegría y echó una carcajada, como en los viejos tiempos- ¡De veras esta sí que es una sorpresa agradable! ¿Una cerveza?

La alegría duró muy poco, pues la encapuchada resultó ser Natalia. El rostro del paladín se ensombreció. Muchos fantasmas del pasado a la vez.

-¿No has aprendido nada en todo este tiempo, Natalia? -replicó con frialdad el paladín-. ¿Mi puesto, mi honra? Ya sacrifiqué ambas en el pasado por salvar a una niña de ser violada y volvería a hacerlo. ¿Puedes tú decir lo mismo? ¿Has sacrificado algo por los demás en todos estos años? ¿O no hay nada en tu cabeza más que aquello que deseas y cómo puedes arrebatárselo a quien lo tiene sin importarte el precio? ¿Ha estado alguna vez tus poderes a la altura de tu sabiduría? ¿Tengo que recordarte acaso que la última vez que nos vimos me atacaste, me robaste y me mentiste? ¡A mi, que era tú amigo, que es lo que no harás contra alguien que se interponga en tu camino! ¿Quién eres tú para juzgarme a mi, Natalia Blanche?

Kalthorin recordaba las últimas palabras que le dijo a Natalia: si me tratas como una amenaza, me convertiré en una amenaza. El paladín creía que la hechicera había tomado a la ligera todas las cosas que le había dicho, todos los consejos que había intentado trasmitirle. Ese era el orgullo y la perdición de los magos: se creían por encima del bien y el mal. Tenían poder para mover el mundo pero rara vez lo hacían por el bien común.

-No, Natalia. Sois vosotros, con vuestros errores, vuestra falta de ética y de escrúpulos los que os habéis visto avocados a esta situación. Simplemente, ha habido un cambio en la balanza del poder. Ahora los oprimidos no están dispuestos a tolerar la tiranía de la magia. Estamos devolviendo los golpes que nos habéis infligido durante tantos siglos.

Es verdad lo que dices, Kalthorin...los magos tratabamos a los magos como mascotas y...yo te ataque y robe la ultima vez solo por cumplir un capricho guiado por un falso sentimiento: el amor...pero...ahora me pregunto...¿que es el amor...?,¿un sentimiento que me hace hacer aquellas locuras y para que...?, para hacer daño a las personas que realmente me aprecian y me ama: mis amigos...desde la ultima vez que nos vimos, pense que habias muerto, y todos los dias me he estado arrepintiendo y he estado llorando y pidiendo perdon a lo que era tu tumba...y ahora que te he visto...me he llevado una decepcion. Kalthorin...yo ya he dejado de hacer magia para poder vivir en paz pero...mi tio quiere cortarme la cabeza pensando que yo soy igual e, incluso, peor que el tirano de mi padre...

Le dije tristemente y entonces levanto la cabeza.

Agradezco que me hayas dicho lo que piensas de mi y de los magos pero...defendere a Hundra y a mi sobrina con la vida, si no es con magia, sera con la fuerza...

Miro de nuevo atras, y comprobe que me seguian observando.

En fin...si no tienes nada que decirme...me voy a dormir...

Pongo una mano en el hombro de Gaunt como señal de apoyo.

Siento que hayas tenido que oir esto, Gaunt. Hablaremos mas tarde...

-¿Cortarte la cabeza? -bufó Lord Kalthorin-. ¿Crees que los templarios sólo somos una banda de lunáticos que van cortando las cabezas a los magos? ¡Por el amor del Creador, Natalia, piensa por ti misma! Hay otras opciones. No tienes por qué ser una apóstata si no lo deseas. Hay magos que eligen someterse a la Capilla. Allí, en la Torre de Nácar los enseñamos. Sus muros protegen a los magos del mismo modo en que protegen a los demás de vosotros.

Hizo una pausa, y rostro se hizo aún más grave.

-Y por favor, Natalia. Si alguna vez te he importado, si alguna vez has estado arrepentida de tus actos, piensa bien lo que vas a hacer y de qué lado estás. Estuviste aquel día en la Taberna de Breon. Escuchaste como escuché yo las palabras de Lusiam. ¿Las recuerdas? A mi se me quedaron grabadas a fuego.

No fracasamos en eso paladin, la hechicera ya ha pasado su prueba, a jurado a la oscuridad y esta la a aceptado esta noche como su hija. Natalia solo a sido un peon, un señuelo que te a despistado de nuestro autentico proposito. Hundra estaba a un paso del abismo, solo habia que darle un pequeño empujón.

El paladín acabó de recitar las palabras que había dicho el demonio.

-¿Cuántos años tiene su sobrina, Natalia? ¿Cinco? -levantó ambas cejas en un gesto inquisitivo. El "nacimiento" de esa terrible bruja destinada a sacudir los cimientos del mundo no era metafórico. Era literal-. ¿De qué lado estás, Nat? ¿Del bien común o de tus propios intereses? Piénsalo, te lo ruego, por lo más sagrado.

Kalthorin palmeó la espalda de Geoff.

-Tengo que ir a ver a Hundra. He dicho que iría a visitarla en su habitación, ahora bajo -Kalthorin no sabía si se despedía de su amigo o le estaba dando la información para que alguien supiera dónde estaba si le pasaba algo malo allí arriba.

Se despidió de ambos con un cabeceo y se marchó escaleras arriba.

Miro a Gaunt un tanto desconcertada.

Lo se...debes de pensar que soy una estupida...pero...dije lo que tenia que decir, Gaunt...ahora...debo de pensar lo que me ha propuesto Kalthorin...

Mire de nuevo atras y me asuste al ver que esos tipos encapuchados se acercaban hacia nosotros.

Gaunt...corre..

Le digo al ladron mientras me levantaba poco a poco.

El barbaro se acerca a la barra, impidiendo que te marches y se sienta entre el ladron y la maga, interrumpiendo la conversacion sin miramientos.- Si el herrero es Luc y el paladin de Kal... Tu debes ser la maga... ¿Nat?.- pregunta señalandote.- Un placer conocerte Nat ¿Quieres ir arriba conmigo?.- te pregunta como si fuera lo mas natural que mundo y en su tierra lo es sin duda.

El barbaro te mira porque te conoce y te hace un gesto, solo esta tonteando como hace siempre que esta nervioso o se aburre. Te das cuenta de que mira arriba de refilon, espectante por si pasa algo y tiene que subir espada en ristre.

De...de acuerdo, pero, por favor, no diga mi nombre en alto...

Le pedí que no lo hiciera ya que, podría delatarme ante esas personas que me seguían ahora mismo.

Vamonos...

Lo siento, Gaunt. Voy arriba, si necesitas algo de mí, estoy arriba, amigo...

Tomo a la chica en brazos, cargandola como un saco sobre mi hombro y subo los escalones.- ¿Cual dices que es tu habitacion? No importa, te llebare a mia.- dice con una enorme sonrisa.

Tras un rato bajaron de nuevo Hundra y Kalthorin por las escaleras, parecian mas relajados pero se notaba que lo hablado les habia dejado huellas a ambos.

Nat no estaba, ni Garek, solo Geoff en la barra.

Luc entra de nuevo en la taberna, esta vez atabiado con una armadura y portando dos espadas.

Junto a la barra Hundra Geoff y Kal. Estan callados, como si acabara de pasar algo malo y guardaran respetuoso silencio.