Partida Rol por web

Al atravesar la puerta vuestra percepción del espacio de la gran sala en la que os encontráis choca con lo que habíais visto fuera. Podría ser un efecto óptico, pero entre la jungla de telas y cojines no veis ningún espejo, puede que sea el dulce perfume del incienso que inunda la estancia o puede que las puertas sean mágicas y ya no os encontréis si quiera en Fenicia. Lo que es seguro es que el pequeño edificio por el que habéis entrado no podría ser tan grande por dentro. En cada esquina, de su rectangular área, se encuentran unas escaleras de escasos peldaños que parecen llevar a las habitaciones. La exótica arquitectura, marcada por juegos de arcos y columnas, rodeada de cojines para acomodarse en cualquier posición y la suave, pero rítmica, música os invitan a tumbaros y dejad los problemas para más tarde. La gente, que allí se encuentra, carece de ropa y vergüenza, es raro encontrar a alguien que no esté saciándose con otro cuerpo y sin embargo en medio de todos una mujer humana enjoyada, que viste seda blanca y un abanico negro, se acerca contoneando sus caderas al suave ritmo del ambiente...

-Buenas noches caballeros y bienvenidos a la Lujuria Picarona.- Su lengua palpita en cada palabra que pronuncia.

-Tenemos todos los placeres que puedan imaginar...y los que no también. Pónganse cómodos y dejen sus preocupaciones atrás.- Dice señalando a vuestras armaduras y armas.-Este es un lugar para hacer el amor, no la guerra. No os preocupéis por vuestras pertenencias, las tendremos a buen recaudo y todas y cada una de ellas serán devueltas a la hora de su salida.- Sonríe con una mirada cargada de astucia.-Excepto el dinero por el pago, claro está.-

Os ofrece unas cartas, como si de un restaurante se tratará, con tapas de rojo terciopelo y deja el peso de sus caderas sobre su pierna izquierda haciendo que la parte baja de su vestido la desnude levemente.

-EEeh... Gracias por tan amable invitación- Le digo mientras educadamente le devuelvo la carta. -Pero por ahora no estoy interesado en dejarme seducir por los placeres, como digo, por ahora. Digo echando nuevamente un vistazo a mi alrededor y disfrutando un poco de todas las formas y movimientos de los cuerpos que se encuentran esparcidos.

-Nuestro interés se basa ahora mismo en cierta elfa peliroja, quizás la hayáis visto- Le digo delicadamente y sonriente.-Debería de haber entrado aquí solo instantes antes que nosotros.

Me vuelvo para mirar a mi compañero por si me ayuda con la descripción de la joven a la que perseguimos.

Ya han atentado con nuestra vida en tan solo unos minutos, si nos quedamos aquí horas puede que no lo contemos, además no pienso entregarle el papel al draconiano, mucho menos a esta muñeca de porcelana que seguro que es más de lo que aparenta. No me fío de nadie, ni de mis propios poderes, como para dejar todas mis cosas a alguien que no conozco...

-Vaya, me parece que no me he explicado bien. Si queréis permanecer un solo minuto más aquí, debéis desnudaros. Normas de la casa.- Dice con una ligera molestia en su voz.-Si, además, queréis información de cualquier tipo debéis saber que nada aquí es gratis.-Os sonríe con una mirada que intenta ser amable.

-Estooo Kim, tú tienes pasta- Le susurro esperando que la chica se mantenga un poco al margen.

-No quiero entregarle el mapa como tú lo llamas a esta señora, ¿se te ocurre alguna idea? ¿Quizás deberíamos de irnos y esperarla fuera?

No me hace ningúna gracia desprenderme de mis cosas, y esta señora es una salida que se muere de ganas por vernos desnudos. La verdad, una parte de mí tiene curiosidad por ver como es el cuerpo de Kin sin ropa, pero la otra teme que nos quedemos desarmados y nos pillen con la "guardia baja".

Kin, distraído por la sensual escena de placer con gente de todas las razas, sexos y sexualidades, tarda en volver en sí y responder.

-Perdón, ejem... Disculpe señorita, ¿De cuanto dinero estamos hablando para que me dé el orco pelirro- digo que me dé la información de la elfa pelirroja?-

-Je... Tiene buen ojo. Les diré donde está si me dan 10 piezas de oro, al fin y al cabo es lo que me debe de alquiler y con suerte hasta me quitan la ocupa en la que se ha convertido.-

-¿Que orco pelirrojo?- Pregunto mientras miro en rededor en busca de lo que parece ser un puro semental.

Mientras busco empiezo a desvestirme y le entrego mis únicas 10 monedas a la Luandris.

-Espero que todo esté en su sitio cuando lo recuperemos, y que el pago merezca la pena. ¿Podría incluir en el precio algún servicio? Ya que le estoy dejando admirar mi hermoso cuerpo. Digo tratando de persuadirla a ver si puedo sacar algo más que información.

Kin, con sus escamas faciales algo rojizas, detiene tu mano y paga él.-De un modo u otro, estás en esto por mi. No puedo permitirte que encima pagues tú.-Se dirige a la anfitriona.-Aunque dejemos nuestra ropa y posesiones, necesitamos llevar unos documentos, espero que eso no sea un problema.-

-Cariño, he visto de todo y créeme cuando te digo que más que lo que se ve es lo que se hace, y como se hace, con lo que se tiene.-Te guiña un ojo.- Para un descuento, necesitaría hechos.-

Coge el dinero de Kin y le responde.-Mientras no os tapéis con ellos...- Cierra el abanico, se lo mete lenta y delicadamente en el escote y cuenta las monedas.-Está bien, seguidme.- Os lleva a una de las salas privadas, cierra la puerta y tras correr una alfombra descubre una trampilla.-Ahí abajo la encontraréis.-

Al menos lo he intentado.

Observo de reojo a Kin, interesado por el cuerpo de un draconiano, puesto que nunca he visto uno. Aun así trato de no distraerme y sigo a Luandris a la nueva sala.

Una parte de mí se alegra de poder conservar el papel aunque esté completamente desnudo. Realmente el papel me importa más que mi pudor actual.

Espero a que Luandris salga de la habitación para abrir la trampilla y tratar de ver que nos espera ahí abajo.

Al abrir la trampilla, una escalera oscura desciende. El cambio de estilo es drástico y parece que os estáis metiendo en una mazmorra. Una vez más parece que la trampilla es un portal a otra estancia de otro lugar físico.

Unas velas, pegadas por su propia cera en las barandillas, iluminan tenuemente el camino. El final de la escalera es una puerta de madera, un poco cochambrosa, que aunque está cerrada filtra luz por debajo y por sus grietas.

-Por ahí se ve luz, a travez de la puerta- Le indico a Kin mientras bajo con todo el sigilo que puedo para no alertar a lo que haya puesto la luz.

Espero a que baje Kin, él sabrá que hacer si es ella.