Partida Rol por web

Jamn

Esa pirueta es tema de leyenda. Si hoy hubiera un bardo en entro nosotros, varias generaciones cantarían tus hazañas. Hablarían de la Amazona de piel oscura que cabalga sobre los bárbaros de los confines del mundo. Alabarían a la guerrera que vuela como un cuervo negro y grazna muerte sobre sus enemigos

Pero aquí no hay bardos
Hay arqueros y flechas mortales

Has superado a los guerreros bárbaros pero...
¿Llegarás hasta los arqueros sin que te alcance ninguna flecha?

¿Qué haces?
 

Kurdran

Ese bárbaro puede darse por muerto

Pronto será un cadaver sin rostro
 

El bárbaro que queda cargando viene hacia mí imparable como un toro. Apenas consigo ponerme en pie y afianzarme para... no sé qué voy a hacer, no tengo armas de cuerpo a cuerpo en la mano y mi única opción es salir corriendo.

En ese momento aparece delante de mí Athena como un ángel salvador. Sonrío aliviada. Athena está herida pero en condiciones de seguir luchando. Eso me da un respiro. Levanto la cabeza estudiando la situación y pensando en cómo puedo ayudar.

Saco una flecha del carcaj pero, ¿dónde está el carcaj? Maldita sea, se me ha caído y ha rodado una decena de metros pendiente abajo. Corro hacia él sin ser consciente de lo mucho que me estoy exponiendo.

He acabado con uno de los bárbaros y me dispongo a ayudar a Quyen, me pareció que el ataque del aquel despojo humano no había sido más que un rasguño, pero tras avanzar y cambiar de posición, advierto que del costado mana mi sangre, la cual, como si de un reguero se tratase, cae al suelo y empapa la tierra.

- Malditos malnacidos... - atisbo a decir mientras embisto con mi lanza al nuevo bárbaro con quien me enfrentaba, con la rapidez que me caracterizaba, sin miedo, pues mi diosa estaba valorando mis acciones en combate y según actuara, tendría o no su favor.

- ¡Kurdran no veo que hagas nada útil! ¡Mata a alguno!... - y es que si debía abandonar este mundo, que fuera molestándole, qué me gustaba gastar mis energías con él -... ¡En casa del herrero cuchara de palo!.... - ¿le habría incordiado ya lo suficiente?

Sonrío antes de mirar a mi siguiente enemigo a los ojos, uno de los dos iba a morir, y no sería yo.

Las flechas silban a mi alrededor pero no detengo mi carrera.

Con la velocidad de la pantera, trepo el peñasco y llego hasta los arqueros. Puedo ver el miedo en sus ojos.

Mantengo a uno de ellos a raya con el mango de la lanza para acosar al otro pero el suelo es irregular y tropiezo. Esquivo a duras penas un mazazo pero quedo en mala posición.

Sólo es un instante pero es suficiente para...

La sangre de vuestros enemigos mancha la nieve, como también lo hace la vuestra. 
El sudor os rodea en nubes de vapor.

Todavía estáis de pie, vivos, pero esto no ha terminado aún.

¿Oís eso?

¿Que es eso que suena?

Son tambores de guerra que invocan a un Dios de Sangre y Muerte

Tambores que preceden a un gran grupo de la tribu Ourea que avanza por la ladera. Probablemente todo el clan. Aparecen también por retaguardia, tomando el mismo camino por el que habéis ascendido durante la mañana. Os han estado siguiendo. Dándoos caza como a simples alimañas. Son más de una docena y estos ya no son exploradores. Algunos incluso portan sencillos cascos de acero y jubones de cuero reforzados con clavos de bronce, y son guiados por un poderoso líder. Un enorme y fiero guerrero cuya cara está marcada por el fuego.

Durante un instante los tambores se detienen y hay silencio total en la meseta, roto apenas por el susurro del viento.

Entonces el desfigurado líder Oureo grita. ¡Y todo el clan se dispone a cargar sobre vosotros!
 

Ir por el carcaj sería demasiado peligroso. Cojo el hacha de uno de los caídos. Es pesada, pero yo no soy débil y la adrenalina me da un extra de fuerza.

Jamn está teniendo dificultades y no puedo ayudarla, tiene pinta de que vamos a morir, pero cuando miro a Athena y Kurdran tan confiados, algo me dice que estoy en el lado de los supervivientes, que viene a ser el de los ganadores, los que veremos amanecer un nuevo día. Afianzo el hacha en mis manos y me perparo para la embestida.

- Athena, ¿te ayuda tu diosa cuando te ataca una horda?

De un tajo le acabo de arrancar la cabeza del cuerpo de aquel bárbaro, la fuerza con la que impacté, ha hecho que se clavara el hacha en la dura nieve... -Argggg Se acaba la vida para tí estúpido bárbaro... Con la cara llena de sangre miro Athena y sonrío de nuevo -Así es como lo hago preciosa!! Cuando de repente suena aquello que me hace volver a mi estado de excitación pero también sabía que algo gordo se nos venía encima... y miro a mi al rededor analizando una jugada que pudiera darnos ventaja.... 

Son demasiados Kurdran

Demasiados para tu poderoso brazo
Demasiados incluso para la ágil Amazona y la vigorosa Valkiria

Luchar aquí es morir. Dálo por hecho

Lo ves claro. No está todo perdido.
Hay una salida
Una ruta de escape
Y está a la derecha del camino

Mientras ataco escucho como resuenan los tambores, no es un buen presagio. Ataco al bárbaro, pero tengo la sensación de que mi golpe es poco certero, liviano. Y de repente el silencio, oh... no, aquello era la peor de las pesadillas, el grito de guerra se dejó escuchar por toda la cordillera.

- Lo comprobaremos al finalizar el día... - respondo a Quyen por su pregunta -... pero por si acaso no lo hace, no bajes el arma... - le dice como consuelo, estaba claro dónde iban a morir a no ser de que hubiera alguna vía de escape.

- No vas a impresionarme con tus ataques de mujercita.... - le chillo a Kurdran, enfadarle quizás fuera la mejor opción para que dirigiera su furia ante los enemigos.

- ¿Cómo lo llevas Jamn?... - pregunto a la colorida mujer, era tan callada que no sabía si estaba aún viva o no...

Dentro de unos momentos estaremos rodeados por la horda pero frente al explorador que queda en pie, tenemos superioridad. Ellos no harán prisioneros, pero si quieren nuestras vidas van a tener que pagar un precio, vamos a mostrarles lo caro que nos vendemos.

Levanto el hacha y con un grito me lanzo contra el bárbaro que encara a Athena.

Ésta batalla está perdida si decidimos quedarnos a pelear, no tenía sentido perder no sólo la mercancía, si no nuestras vidas que es lo que mas en juego está... Es hora de irse son demasiados!  Levanto mi hacha y me la cuelgo de nuevo en mi ancha espalda, no había tiempo para seguir con la proeza de conquista por la mujer bella, tras observar bien las posibilidades, veo una vía de escape que parece ser la única opción y señalo directamente hacía donde parece haber un camino alternativo.

-Debemos irnos ya, por la derecha ahí tenemos una vía de escape!! Corred son demasiados, Quyen el cofre...!! 

 Me preparo para salir lo más rápido de ahí sin que si quiera se dieran cuenta del camino que cogíamos, pero dudo por un momento.... No sé si tendremos la suerte de salir todos a la misma vez... Estamos algo separados. 

Recupero el equilibrio con una flexión de piernas. Uno de los bárbaros se abalanza sobre mí maza en alto creyéndome presa fácil. 

Un grave error. 

Atravieso primero sus defensas y luego su garganta con el mismo movimiento. Aferro la ensangrentada punta de lanza que asoma por su nuca y hago pasar los dos metros de asta a través de su cuello. Cuando recupero mi arma,  el bárbaro cae de rodillas y luego rueda peñasco abajo. Uno menos. 

Me encaro al último arquero pero puedo escuchar las voces de mis compañeros (¿por qué hablan tanto en medio de una refriega?). No entiendo todas las palabras pero el tono no deja lugar a dudas: vienen más enemigos. 

El bárbaro duda cuando ve a lo lejos como la lanza de la Amazona atraviesa el cuello del arquero. 
Después mira asombrado a sus hermanos de tribu que están tendidos en el suelo, y muere por ello. El afilado acero de la Valkiria le secciona la garganta hasta la mitad. Mientras cae de rodillas, brota de su herida un chorro de brillante sangre roja, y cae de bruces sobre la fría nieve del páramo. Lo hace justo a los pies de Quyen quien, arrodillada y apenas con fuerzas, intenta cubrir un enorme tajo que cruza de lado a lado su costado.

El Dios de Sangre y Muerte de los Ourea está hoy de celebración
Podéis oír como esclavas desnudas colman su gran cuerno de hidromiel
Sentado en el gran trono de piedra bebe con júbilo, ríe y canta a toda voz

¡Cuatro son ya los muertos por los que en esta mañana hay que brindar!

 ¡Y pronto serán muchos más!