Partida Rol por web

En un intento por salvar su cuello, Lupo salta hacia la furgoneta apoyándose en el marco de la puerta. Sus cálculos desesperados se revelan correctos cuando, entre el humo, ve aparecer la puerta abierta de la furgoneta. Cae en el interior con menos gracia de la que un ninja debería, pero teniendo en cuenta sus heridas no ha estado mal.

El humo se va despejando, permitiendo ver el panorama alrededor de la furgoneta. En este momento, la rueda trasera izquierda se encuentra pinchada, Lupo está herido en el interior de la furgoneta, mientras Seiji espera ansioso por arrancar. Keboi yace en el suelo frente a la puerta trasera de la furgoneta, con uno de los bucaneros justo sobre él.

Los bucaneros restantes se encuentran uno en la salida del Pizza Pirata, sorprendido por la rápida huida de Lupo, y el otro en uno de los flancos de la furgoneta.

Calle abajo podéis ver cómo se hacercan dos coches patrulla con las luces puestas.

Seiji ve a su compañero en problemas, y a pesar del dolor en su mano toma el volante de nuevo. Lupo-san! hala con cuerda ninja a Keboi-san porque vienen los samurais de azul!

Apenas aten a Keboi, arrancaré el auto, oprimiendo el botón de reemplazo de llanta (si lo hay)

Lupo, haciendo un esfuerzo sobrehumano (su cabeza está ocupada en intentar guardar sus últimas fuerzas para cocinar las Pizzas) comprende que el plan de Seiji es el único que puede funcionar. Recordando las bebidas energéticas que le fueron entregadas al comienzo de la misión, el ninja abre una y la bebe de un trago, esperando que eso le proporcione la reserva de energía necesaria para poder ayudar a Keboi.

Sin más, toma la fuerte cuerda, hace un nudo corredizo en su extremo y se la lanza a Keboi, esperando que sea capaz de agarrarse a ella a pesar de estar trabado en combate con un pirata. Si el plan no funciona, la alternativa es lanzar uno de sus cuchillos contra el enemigo. Pero está débil y no podría permitirse errar el blanco...

Tras beberse de un trago una de las latas de bebida energética ninja, Lupo siente cómo un hormigueo recorre su cuerpo, comenzando en el estómago y expandiéndose. Las heridas no le duelen tanto y se siente mucho más fuerte.

Sin embargo, el ligero entumecimiento de las articulaciones le molesta al lanzar la cuerda a Keboi, dejándola a un metro de su compañero.

Refrescado por la bebida, Lupo no cede al desaliento, y trata a toda prisa de recoger la cuerda para volverla a lanzar nuevamente. Esta vez concentra toda su recién recuperada energía en recordar las enseñanzas del Maestro Tulaligas, y su legendaria técnica del Pasemisi de manejo de cuerdas Ninja. Sin mayor condescendencia al fracaso, Lupo alza la cuerda sobre su cabeza como si fuera una serpiente veteada a punto de atacar y, visualizando el punto exacto en el que se encuentra Keboi, dibuja en su mente un nuevo esquema de la situación.

Ahora él es el barquero.

Y Keboi es una ninja bonita.

Y las ninjas bonitas no... pagan... ¡¡DINERO!!

Sólo entonces suelta la cuerda.

Concentrando su chi mediante las técnicas ancestrales aprendidas en la academia, Lupo intenta alcanzar a su compañero abatido con la cuerda. Describe un arco en el aire, desciende hacia su objetivo, pero tropieza con uno de los abanicos del pirata que bailotea alrededor de la furgoneta, cayendo a un lado, a varios metros de Keboi.

Varios coches de policía se detienen a unos diez metros de vuestra posición. Los agentes se escudan en las puertas y apuntan hacia la pintoresca escena, sin saber muy bien a quién tienen que detener.

- SALGAN CON LAS MANOS EN ALTO. ARRODÍLLENSE CON LAS MANOS EN LA ESPALDA. SUELTEN LAS ARMAS. SALGAN DEL VEHÍCULO. SUELTEN LOS ABANICOS. TÚMBENSE EN EL SUELO. - ordena una voz a través de un megáfono.

Los bucaneros, mientras, se reúnen en la puerta de la pizzería, colocándose en la posición del 3x2, preparándose para atacar.

Keboi está herido. No solo en sus carnes prietas y ninjas, sino tarumbién en su orgullo, menos prieto, pero igual de ninja o incluso más. Frunce el ceño bajo su máscara cuando la cuerda de su compañero Lupo pasa dos veces de largo a su lado, quedando a varios metros de distancia de su mano. Frunce el ceño más todavía cuando los piratas se preparan para una nueva acometida. Y prácticamente cierra los ojos de rabia y frustración al escuchar las órdenes de la policía.

Sin conocer exactamente el motivo, Keboi estaba realmente cansado. Sabía que era capaz de correr y combatir durante largos períodos de tiempo, pero algo en el olor de los malditos piratas le había descompuesto el estómago. Y eso, unido al lacrimeo que le producía el humo de la bomba de Kurosawa y las heridas que le habían hecho los pizzabanicos de los bucaneros, lo habían dejado en una situación deplorable.

Por eso, en lugar de recurrir a la fuerza bruta, recurrió al uso del ingenio y la velocidad propias de un ninja preparado para la vida moderna. Sin llegar a levantarse del todo, concentra su chi, forma el sello con sus manos y exclama con una explosión de aire - ¡KAI! - esperando que el entrenamiento y su fuerza interior le dieran la oportunidad de escapar de su rival antes de que este tuviera tiempo de reacionar.

Tumbado en el suelo, Keboi nota como las energías espirituales y ancestrales se acumulan en su cuerpo escapándose un chorrito por la herida del pecho. Sus ojos captan mejor la luz, pero los colores pierden algo de intensidad. La adrenalina comienza a fluir impulsada por los latidos del corazón desbocado.

Keboi se concentra en las enseñanzas del maestro que le vió crecer y al que vió morir, en busca del conocimiento necesario para vencer en semejante combate. Las circunstancias eran del todo adversas. Apenas tenía espacio para la maniobra y la pelea le había producido una sensación de fatiga que se acumulaba en cada una de sus articulaciones.

Como imágenes reproducias en una televisión de mala calidad, las escenas se suceden la una a la otra en un vertiginoso carrusel de recuerdos.
Su primera patada ninja, diferente a todas las que antes había dado porque... Bueno, realmente era exactamente a las demás, pero molaba decir que era ninja.
El día en que tuvo que acompañar a su maestro al juzgado porque había sido denunciado por la productora de Karate Kid. Según el juez, lavar coches con el fin de perfeccionar y afinar las técnicas de combate de un arte marcial era considerado plagio. Desde ese día se pasaron a las ventanas.
También recordaba su primera fiesta de cumpleaños, con todos aquellos globos y los payasos...

"Si alguna vez te cruzas en tu camino con un pizzero abaniquero, lo que debes hacer es..."

Keboi se levanta raudo como un rayo, adelantando la mano derecha hacia la cara de su rival y estirando los dedos como si su vida dependiera de ello. Parecía que iba a sacarle los ojos o algo igual de siniestro, cuando lo que en realidad pretendía era... Bajarle la gorra. Si, los pizzeros abaniqueros tenían taaaaaal cantidad de escoria en el pelo que, una vez que movías la gorra, les costaba una eternidad volver a ponerla en su sitio. Y eso podría darle al empleado del Ninja Burguer el tiempo necesario para subir a la furgoneta y poder finalizar el reparto.

O al menos eso creía Keboi que le había dicho su maestro. Que lo mismo lo había soñado. Todo podía ser en la vida de un ninja.

Seiji escucha algo que suena como "Hai!" y la voz de su compañero Keboi, el engranaje de la transmisión conecta la primera marcha y el clutch sale suavemente, empezando así la frenética carrera por la pizza...

Utilizando sus rápidos reflejos, Keboi intenta alcanzar la gorra del bucanero para encasquetársela. Los sorprendidos abaniqueros no consiguen reaccionar a tiempo y el vigilante ninja alcanza su objetivo. Sorprendentemente, la gorra se queda clavada en su sitio, y Keboi no consigue moverla ni un centímetro, quedándose plantado delante de los tres piratas que le miran vizqueando.

Por su parte, Seiji arranca la furgoneta, que comienza a moverse inclinada hacia la derecha, donde la rueda trasera gira sin aire.

- DETENGAN EL VEHÍCULO. SALGAN CON LAS MANOS EN ALTO. SUELTEN LOS ABANICOS. TUMBENSE EN EL SUELO - repite el megáfono.

Los policías parecen inquietos detrás de sus vehículos. Apuntan hacia la furgoneta que se mueve con una rueda en el suelo, hacia el hombre de negro que acaba de palmearle la visera a uno de los tres piratas con abanicos pintados como porciones de pizzas... y una cuerda serpenteando en el suelo desde la puerta trasera de la furgoneta.

Lupo-san! mueve todo el peso que puedas a mi lado del coche! es la única manera en que saldremos de esta!

- ¡Pifia! - Exclama el ninja mientras la escena se desarrolla a su alrededor. La roña del pelo del pirata ha sido mas fuerte que sus músculos entrenados para matar y había sujetado con fuerza la gorra a la cabeza del indeseable. Mientras, la policía seguía insistiendo en una rendición que no se iba a producir. Y Kurosawa había puesto en marcha el vehículo.

Genial, el reparto estaba saliendo a pedir de boca.

A la mierda. Si no se podía hacer bien, por lo menos se podría hacer de alguna manera. ¿Deshonor? Buffff... Con todo el que tenía a cuestas ya era mas que suficiente, no iba a pasar nada porque emulara a uno de sus ídolos de la infancia... Oliver Aton. Por eso, atrasó la pierna derecha, manteniendo un equilibrio perfecto sobre la izquierda y abriendo los brazos como si de un águila se tratara. Poco a poco iba inclinando el cuerpo hacia alante, forzando cada músculo de su cuerpo a acumular una gran tensión...

- ¡¡Tiro del águila!! - ¿Qué pensaría el bueno de Oli de la patada que se acercaba a gran velocidad hacia los testículos del bucanero?

Lupo ve su segundo intento al lanzar la cuerda fracasar con escaso aplomo. Imágenes mentales de él mismo cometiendo Seppuku ante la atenta mirada de varios metros de cuerda le asaltan inmediatamente. Sólo la llegada de la policía logra devolverle la atención, y ante el requerimiento de Seiji, Lupo obedece, desplazando todo su peso hacia un lado de la furgoneta. Por si fuera necesario, también carga con él las cazuelas, las sartenes, tres espumaderas, el kilo de patatas y de cebollas, doce cucharillas de postre y el reloj alarma de cocina con forma de huevo...

Realizando la patada deshonrosa más conocida del mundo, Keboi le atiza al bucanero justo cuando se disponía a contraatacar. Cara a cara, apenas a unos centímetros de distancia, pudo ver exactamente el instante en el que el cerebro del pirata enviaba las señales nerviosas correspondientes a los músculos faciales.

Desplomándose al suelo, intentando llevar aire a sus pulmones mientras sueña con un mundo más feliz donde no existan los genitales, el pirata deja de ser un problema. Uno de sus compañeros se agacha para tratar de ayudarle, mientras el otro se queda pensando unos segundos (se sabe que pensar no es algo frecuente para un pirata), antes de decidir que la acción merece una respuesta. Levanta sus abanicos mirando con furia a Keboi.

La furgoneta mantiene el equilibrio a duras penas, levantando la rueda lo justo para que la llanta no rasque con el asfalto, y se aleja calle abajo. Los policías se preparan desde su posición, bloqueada la calle con los coches.

- POR ÚLTIMA VEZ, PAREN EL VEHÍCULO O ABRIREMOS FUEGO

Bueno, la pizza no va a prepararse sola, Lupo-san!

Dice mientras arroja por la ventana sus últimas dos bombas de humo ninja antes de llegar a la intersección.

Lupo escucha las palabras de Seiji, ve a lo lejos a Keboi deshonrarse con una patada escrotal (¿pero quién no lo habría hecho en ese caso?) y recuerda que su cometido principal es hacer Pizzas. Pero van directos hacia una barricada de la policía, y están dejando atrás a uno de sus hermanos Ninja.

-Seiji-San, si no salimos de ésta dará igual que tengamos la pizza hecha o no. ¡Tenemos que volver a por Keboi-san y conseguir que los policías se enfrenten a los bucaneros! ¡No podemos dejarle atrás! ¡Su madre nos mataría!

En su mano, una cebolla a medio pelar acentúa dramáticamente su intervención.

Keboi no se subió? Antes de lanzar las bombas de humo ninja ve por el espejo retrovisor al bucanero retorcerse de dolor, se concentra en la localización de su compañero, abre las manos soltando las bombas mientras aún parece ir hacia la intersección, mientras el humo se levanta, sostiene el volante con las rodillas y junta sus manos, dejando el dedo medio extendido. Llama al poder de la tierra y pide ayuda al cuervo fértil.

RIN!

El humo se extiende por la calle, ocultando la furgoneta a los policías. Se oyen exclamaciones malsonantes desde el otro lado.

Más allá, junto a la salida de servicio del Pizza Pirata, el bucanero rabioso se lanza a por Keboi, danzando frenéticamente a su alrededor. Los abanicos metálicos laceran la piel del ninja, hiriéndole una y otra vez. Cuando termina, quedándose acuclillado con los brazos cruzados y los abanicos cerrados, el vigilante se mantiene en pie por simple inercia.