Partida Rol por web

Harper se relaja cuando la mayoría consiente la patente. Y se une a su capitán en la celebración.

Con una sonrisa en la cara, me acerco para ver el documento tan ansiado por cualquier pirata que quiera surcar los mares del sur, palmeando las espaldas de mis compañeros, y del capitán.

Celebrémoslo y volvamos para contárselo a Malic. Seguro que se muere de envidia por no haber estado aquí.

Raymond se alegra por la obtención de la patente, y al igual que el resto agradece al Rey Huracan la dación del mismo, incluso un pelín más efusivamente que Feijud. A todo Rey le gusta que le halaguen un poco.

Ya había viajado con ese tipo de documentación cuando navegaba con su padre, y sabía que su hermano también la tenía. Pero ésta sabía mucho mejor pues había contribuido a ganarla.

Ya nos preocuparemos mañana del siguiente destino. Ahora a celebrarlo. La tripulación se merece unos días de fiesta contínua.
 

Por fin reconocidos como Capitanes Libres de los Grilletes, sois libres de explorar Puerto Riesgo para disfrutar de las vistas y el ocio de la capital de los piratas. Durante unos días, aprovecháis para vender lo saqueado, reclutar nuevos marineros, reparar el Grindylow Embrujado, comprar equipo y aumentar vuestra fama. 

Una noche cualquiera visitáis la taberna conocida como la Cervecería de la Marea, un establecimiento bullicioso y ruidoso lleno de filibusteros de toda índole. Después de cenar, mientras estáis tomando la tercera o cuarta ronda de cerveza, os percatáis de que hay alguien que os resulta familiar entre la anárquica multitud. Se trata de Calafate, grumete del capitán Barnabus Harrigan en el Ajenjo, que se muestra en actitud claramente sospechosa. Observáis que la mujer va echando a escondidas algo en las bebidas de varios de los parroquianos, cosa que os recuerda bastante a la incómoda manera en la que alguno de vosotros fuisteis reclutados a la fuerza para dar inicio a vuestro periplo como piratas.

No obstante, antes de que podáis actuar, un tipo de encantadora sonrisa con un parche se sienta afablemente en vuestra mesa para ofreceros una nueva ronda:

-Los integrantes del famoso Grindylow, ¿verdad? ¡Sed bienvenidos! Permitid que me presente. Soy Pierce Jerrell, capitán del Jarra Salada. Estaba ansioso por conoceros. En serio. Sobre todo a vos, mi señora--afirma el apuesto joven sonriendo cálidamente a Sandara--Por favor, aceptad mi invitación.

Harper da las gracias con un gesto y se pone en pie. ¿Raimond me acompañas? Acabo de ver a una conocida que quiero saludar.

Raymond se lo estaba pasando francamente bien. Habían sido unos buenos días, pero ya echaba de menos la madera balanceante del barco a toda vela a sus pies. Habría que decidir pronto un destino. También por la tripulación, pues al igual que mucho tiempo sin desfogarse era malo, igualmente lo era dejarles mucho de juega.

Estaba en esas cabilaciones esa noche cuando se les acercó un extraño presentandose como capitán de un barco, invitandoles a algo. Iba  contestar, pero Harper le llamó la atención y le pidió que le acompañara mientras se levantaba. Su actitud era un poco rar, nada típica de él. Lo cual le extrañó.

Mmmm. Claro. Si nos disculpan un momento.

A pesar de no haber sufrido sus malas artes, sí que sabía lo que había hecho, pues hacía ya tiempo me lo habían contado Edwards y Nicholas, que Besmara les tenga en su seno. Asi, cuando el resto de la tripulación lo comentó, mi mirada se posó en la de la mujer, viendo cómo hacía la selección y reclutamiento forzoso.

En ese momento, mi atención fue desviada por una voz, la del capitán Jerrell por cómo se había presentado. Girando la cabeza, un tanto molesta por la interrupción, me quedé mirándole, aunque tampoco podía haber dicho mucho, pues al menos fue educado, cosa difícil de esperar en un nido de ratas como aquel.

Muy amable, Capitán Jerrell. Estaremos encantados de aceptar esa invitación; No queremos ofender a nadie en nuestro primer día oficial como marineros libre comento sonriendo aunque, al oir a Harper, me cabeza se mueve para ver mejor maldición ¿pero qué se cree que está haciendo? lo cierto es que no podía quitarme a Pierce de encima sin parecer grosera y maleducada, por lo que opté por dejar hacer a esos dos, esperando que no se metieran en líos.

Y dígame ¿por qué quería conocernos con tanta ansía? me encojo de hombros no creo que seamos muy diferentes de muchos de otros capitanes, incluido usted.

A Mamá Tom estas cosas de los vivos le resultaban más bien aburridas, pero se conformaba con su suerte bebiendo cerveza pacientemente y absenta, cuando se encontraba de humor. Tenía a su nuevo sirviente cerca del barco y le gustaba deambular por el cementerio de vez en cuando para saber qué se cocía entre los muertos. De ellos se podía extraer información muy interesante. Cada cuerpo era una historia y Mamá Tom trataba de labrarse una amistad con el enterrador, cuya conversación siempre encontraba estimulante. Pensó en incorporarlo pronto a su tropa de fieles, pero se dejó la tarea para más adelante, ante el ímpetu de sus compañeros por recorrer las tabernas del populoso puerto. Ya una de ellas, no especialmente cochambrosa, observó las caras de sus compañeros, que mostraron una acidez inusual para alguien que lleva tantas cervezas al reconocer a la mujer.

-Parece que conocéis a esa muchacha -dice Mamá Tom. Cuando apareció el capitán, Mamá Tom se cuestionó seriamente el criterio de selección del cuerpo de oficiales entre la piratería. Aunque ella no era nadie para inmiscuirse en esos temas tan mundanos.

-Oh, vaya, ¡qué cráneo tan favorecido tenéis! ¿Me lo regalaréis cuando ya no os sea necesario? -Inquirió.

Harper se acerca a la mesa de los parroquianos que están a punto de sucumbir acompañado de Raimond y se sienta con ellos. ¿Me puedo sentar con vosotros?

No se si conoceis a Calafate realmente pero resulta que hace algun tiempo me pasó como os va a pasar hoy. Me echaron algo en la bebida y quedé dormido profundamente. A la mañana siguiente me desperté prisionero junto a un grupo de hombres en su barco y fui un esclavo hasta que pudimos liberarnos.

¿No es asi? Mira desafiante a la mujer.

Has oído hablar del capitán Jerrel, pero tampoco demasiado. Sabes que es un bribón con modales, encantador con las damas y de buen corazón para los estándares piratas. Se dice que nunca maltrata a los prisioneros ni los vende como esclavos. No obstante, también has escuchado que cuando se enfada, puede llegar a ser violento y despiadado.

Mirándola seductoramente como si fuera a comérsela, Jerrel iba a responder a Sandara cuando Mamá Tom intervino:

-¿Q... q... q... qué?--exclama el horrorizado bucanero al escuchar la extraña petición de la oráculo.

Cuando Harper y Raymond hacen ademán de acercarse a la mesa en la que estaba trajinando la grumete de Barnabus Harrigan, ésta trata de escabullirse.

Justo en el mismo momento en el que Harper se sienta para desvelar el pastel, una corsaria parece darse cuenta de que le han echado algo a la bebida, se levanta gritando que alguien quiere drogarla con burundanga y lanza la jarra hacia atrás con fuerza con tan mala suerte que ésta termina impactando en la cabeza de un tipo con cara de malas pulgas. El bucanero se levanta enfurecido soltando pestes por la boca y le suelta un puñetazo al primero que pilla. En menos que canta un gallo la taberna entera se contagia de agresividad desmedida y, sin poder evitarlo, os veis inmersos en un auténtico pandemonio de gritos, golpes y cosas volando por doquier. 

Mamá Tom no es amante de ese tipo fenómenos humanos. Saca su arma y mientras se prepara para la llegada la pleamar pronuncia unas palabras.

-Por Wendo, ¡haya paz!

Dicho esto, comienza a fijarse en los mejores especímenes para su colección personal.