Partida Rol por web

El último comentario sobre la reina pasa de largo en la mente de Camille, que ha quedado estupefacta ante el plan propuesto por Rosalie.

-La reina no es santa de mi devoción, no me sorprende lo que dices de ella. Tarde o temprano Maria Antonieta debía pagar por sus excesos; he oído que tiene una pequeña corte de favoritos, y no es algo que cree entusiasmo entre demasiados nobles. Sus lujos son cada vez más ostentosos según los rumores y mientras ella organiza grandes fiestas donde corren las apuestas, el pueblo sufre las más horribles penurias -Hace una pausa en la que bebe un sorbo de vino-. Entiendo tus propósitos, pero... ¿secuestrar a una niña? -dice mirandole con los ojos bien abiertos-, ¿no crees que eso rebasa mis posibilidades? Estás hablando de una familia de alto grado Rosalie, conseguir lo que pides es una locura, además de un sueño. -Camille se abstiene de preguntar la fuente de su información, es algo que prefiere no saber por el momento.

-Lo que no termino de entender es qué hace en estos momentos esa pequeña aquí. Si no me equivoco, habrá venido con su familia, y eso es algo que no me gusta... se me ocurren demasiados motivos para justificar su presencia, y ninguno de ellos es de mi agrado. Estamos hablando de una familia que suministra armas si no recuerdo mal, y París en estos momentos es un buen mercado. Rosalie, si de verdad necesitas mi ayuda, debes decirme todo lo que sepas; estamos hablando de utilizar a una niña como moneda de cambio... -su rostro parece preocupado tras pronunciar esas últimas palabras. No puede evitar mirar de soslayo a Sophie, que escucha perpleja la conversación entre las dos mujeres.

El rostro de Rosalie esboza una sonrisa casi psicópata.
-Los padres de la niña se dirijían a Jeu de Paume cuando el destino quiso que se encontraran con una turba de ciudadanos...- Tras pronunciar estas palabras te mira con esa expresión que tú conoces. No fué acto del destino. -... Su carruaje cayó víctima de la ira de los ciudadanos. Al igual que los padres de ese enjendro austríaco. Par dieu que estuve apunto de recojer a la niña cuando se me avanzaron unos jacobinos que pretendían apaciguar los ánimos...- Realiza una pequeña pausa para pegar un trago de vino antes de proseguir. -...Y cuando ya creía que mi plan había fracasado y nunca más volvería a verla, en la taberna de Dominique aparecieron esos jacobinos con la maldita niña. ¡¿Te puedes imajinar mi sorpresa?!- Exclama junto con una sonora carcajada.
Ahora retoma su compostura y reanuda su estado serio, con esa mirada penetrante. -Justo antes de salir de la taberna pude ver a una famosa dama, juguete de los nobles, entrar en ella. Y...- Dice forzando la voz hasta el punto que casi se le quebraba. -... me jugaría cualquiera de mis extremidades a que, cuando la vea y la reconozca, la llevará de camino a su casa para luego ponerse en contacto con sus padres, los cuales ya no existen, pero eso es un dato que lo más seguro desconozca...-
-Además, mon ami, si conseguimos hacernos con la niña, no solo podremos conseguir las armas que tanto necesitan los ciudadanos para derrocar la tiranía... sinó que también sacaremos dinero... mucho dinero...- Concluye recostándose de nuevo contra el respaldo de la silla.

-¡Alto!- Exclama uno de los guárdias extendiendo la mano ante el avance de Atorriet. -¿Conoces a ese hombre?- El guárdia se planta en frente de Louis Jacques.

Maximilian se ajusta la chaqueta al ver como abordan a Atorriet...

Demonios! Menuda maldición divina nos ha caído hoy!!!

-Si la niña está con los Jacobinos, dudo mucho que pueda llevarla a casa con sus padres. Bien es cierto que en ese grupo las opiniones revolucionarias extremas a veces les ciegan, pero si están con ella es por algo... y no creo que seas la única a la que se le haya ocurrido utilizar a la criatura para sus propósitos.

Camille baja la mirada pensativa y después se dirige seria a Rosalie. Conseguir armas es interesante, pero la recompensa que pagarían por la niña lo es aún más y deja a la mujer dubitativa -Si no he entendido mal, estás hablando de secuestrar a una niña que está en manos de los jacobinos -dice con una mueca de incredulidad en el rostro que se transforma poco a poco en una pícara mirada-. ¿Tienes alguna idea de cómo hacerlo?

-El señor Dominique es bien conocido en la zona por su acogedora taverna-, dice eludiendo la pregunta con maestria.
A pesar de que por dentro los nervios empiezan a subirles, sus palabras siguen saliendo seguras, relajadas:
-Soy representante del pueblo del Leon en el Tercer estado. Y como tal, velo por cada habitante de nuestra Francia-, hace una pequeña pausa para que los guardias asimilen sus palabras, -por eso he de participar en esta conversacion, para asi llegar aun buen resultado, sin necesidad de la violencia, que ya al parecer hay por doquier en estos dias, no estan de acuerdo en ello?

Al cabo del rato, aparece en el estudio Elizabeth con André, el cual andaba algo cojo, pero sin necesidad de apoyo. La ropa del niño había sido cambiada por otra algo más lustrada, aunque un poco holgada. Incluso parecía otra pequeña persona. Elegante.

-Mademoiselle Marie Jeane, me he tomado la libertad de ofrecerle a la niña algo de ropa limpia. Ahora está arreglando su atuendo, en breve la haré bajar...- Te dice mientras el niño se sienta en uno de los asientos.

Ante el sutil gesto de la mujer, elegante y discreto, indicándole que tome asiento, Jean asiente feliz y con pomposa parsimonia, sin dejar por un instante de admirar la belleza de las numerosas obras de arte, se sienta.

A las palabras de Marie atiende sin vacilar en su mirada, confiado en todo momento y asintiendo cortesmente.

-Por supuesto señorita. Mientras aguardamos que la joven se incorpore a nosotros, aprovecharé para explicarle el devenir de los acontecimientos que me han involucrado en este insondable embrollo.- Parece querer disculparse por su situación, como si hubiese sido inevitable para él haber caido en ese estado. -Me dirigía de regreso a Paris, entrando en el Distrito Norte de la misma, de un largo viaje, cuando mi cochero Orace, consideró necesario comunicarme un suceso que acontecía en la calle contigua a la nuestra.- Su tono de voz cambia sin duda en esta parte de la narración, pues no suena tan fuerte y enérgica, y casi se podría decir que suena más sincero y menos dedicado. -Al parecer la plebe de la zona no pudo soportar los aires de realengo y suficiencia con los que la carroza les recordaba su pobreza, y decidieron atacarla, como acto de insubordinación... o eso creo. El hecho es que m e vi obligado a interferir o de lo contrario podía haber pasado cualquier cosa. Cierto es que Maximilian Durrey también coincidió allí conmigo, y entre ambos pudimos contener a la multitud. por lo menos lo suficiente para que llegará la guardia y disolviera la turba en un torbellino confuso y peligroso.- Toma una pequeña pausa, pues sin duda lo que a continuación viene es difícil de explicar. -Fue aquí cuando llegó a nuestras manos la jovencita. Uno de los exaltados, decepcionado con el resultado del asalto decidió no irse de vació y raptó de su asiento a la joven. Ya emprendía su huida cuando Maximilian se la arrebato y la puso a salvo. Comprenda que no la entregásemos de inmediato a la guardia, pues en aquellas circunstancia temimos que se nos tomase por culpable o que cualquier mal aconteciese a la niña, pues las balas y las bayonetas cruzaban el aire por doquier. Solo nos procuramos pronta huida hacia el distrito sur, mucho más tranquilo... Allí llegamos a la Taberna donde nos refugiamos... y el resto ya lo conoce usted, señorita...

Escucho con atención las palabras del hombre. Mi expresión no oculta cierta incredulidad aunque, más que ofendida, parezco divertida por la situación.

Disculpe que interrumpa nuestra charla de esta manera pero, me gustaría aclarar una cosa con el pequeño hago un gesto señalando a André antes de que haya otro mal entendido respecto a donde y con quien debe permanecer un niño perdido…

Sonrió al hombre con cierta complicidad antes de reclinarme hacia delante en mi asiento para hablar con el chico. Estudia su nueva vestimenta con gesto de aprobación.

Y bien, André. Has visto lo que hace un baño y una ropa nueva? Dicen que el hábito no hace al monje pero, en realidad eso es algo que solo piensan los que nunca han tenido que vestirse con harapos. Dale una sotana a alguien de poca fe, y espera a ver cuanto tarda en comportarse como un cura.

Hago una pausa para estudiar la expresión del niño, esperando que por lo menos esté entendiendo a grandes rasgos mis palabras.

Dime pequeño, hay alguien que te esté esperando en casa? De no ser así, puedo ofrecerte un trabajo aquí, en mi residencia. Pero no me gustaría alejarte de alguien que pueda estar echándote de menos. Además, como entenderás, si quieres quedarte, tendrás que respetar ciertas condiciones. Te he salvado una vez el pellejo y no me arrepiento, pero no soy una hermanita de la caridad. Si vives bajo mi techo, debes hacer meritos para merecerlo.

Observo al chico atentamente, la cabeza inclinada, esperando una respuesta.

-Por supuesto... mon amí...- Dice Rosalie ahora más relajada al observar tu expresión.
-Aquellos tres no parecían demasiados interesados en utilizar aquella criatura. Yo diría que no saben ni a quien llevan consigo.- Rosalie habla con fluidez, marcando todas las pausas con correctitud. Como de costumbre. -Y además está aquella mademoiselle de los nobles. Furcia de la corte. De bién seguro querrá ganarse el favor de Maria Antonieta devolviendo la prima a su recaudo.-

-Tengo un amigo que sabe donde ir a buscar a esa furcia de sabanas de seda... seguro que si la encontramos a ella, encontraremos a la niña.-

-¿Has de participar en esta conversacion?- Repite a modo de burla. -Oid! muchachos, este burgués quiere parlamentar!.- Tras sus palabras el soldado que parecía tener la mayor graduación se dirije hacia vuestra posición. A Dominique le tenían entre tres agrrado por la espalda.

-Si tanto velas por este hombre, correrás su misma suerte.- Dice el capitán con voz traquila. -¡Llevaos a este también!- Tras la orden, el guárdia que había parado la trayectória de Atorriet lo coge por el brazo con intención de reducirlo. Además uno de los que reducieron a Dominique también se dirije hacia vuestra posición.

Soldados...Camaradas...Ciudadanos...Amigos... Maximilian hace una pequeña pausa, muy compungido...
Se que vivimos una amarga situación, pero debemos unirnos en el caos... Somos todos ciudadanos cabales de Francia, estos hombres no han hecho nada malo, dejad que continuen con su pacífica existencia... Atendamos a los verdaderos problemas... Por dios... Intento convencerles de que nos dejen marchar...

Observas a Elizabeth sorprenderse tras tu ofrecimiento de trabajo al chiquillo.

-Pe..pero, mademosielle...- Logra decir. -... ¿cree conveniente que... André...?- No termina la frase y se queda mirando André pensativa. Notas que no está del todo convencida.

Por su parte el niño tiene una expresión soslayada. Mira las ropas que le han ofrecido, huele el perfume del tejido mientras levanta los brazos y observa la caida de la tela. Durante unos instantes no deja de sorprenderse con la suavidad de aquella ropa.
-Es como si no llevara nada puesto...- Comenta con inocencia.
-¿Que si me espera alguien?- Repite llevandose la mano al mentón en gesto pensativo. -Bueno, supongo que el padre Giuspese notará mi auséncia en la misa de los domingos. Últimamente la gente no suele dar mucha limosna.- Comenta con expresión alegre. -Aunque seguro que se alegrará de no verme merodear por allí.-

De nuevo los guárdias quedan parados ante la intervención de Maximilen. Quién agarró a Louis Jacques lo mira con los ojos abiertos. Supones que no esperaban que hubiera alguien dispuesto a interponerse en una detención de la guárdia.

-¿Y que hacemos con este, capitán?- Pregunta el tipejo larguirucho que agarraba a Louis.

El capitán se acerca a Maximilien. -¿Usted también conoce a este hombre?- Pregunta de nuevo señalando a Dominique, al cual en ese momento lo estaban entrando a empujones hacia el interior de una carreta.

El republicano frances amntiene su estatuto, sin protestar ni dejarse samarrear presenta sus manos, y se deja llevar, ante todo el honor antes de rebajarse a suplicar a semejante especimenes que deshonran a todo el pueblo frances... todo esto lo piensa peor no lo dice, ya llegaria el momento de hablar y seguro que no era frente a estos brutos.

-Siempre dije que tus ideas eran una locura... maravillosamente locas -puntualiza tras un breve silencio con una pequeña sonrisa-. Sabes bien lo que soy y cómo soy, colaboraré en tus planes, pero ten en cuenta que lo hago por esta nación, por esta patria que tengo la esperanza de que vuelva a ser lo que era.

Da un pequeño sorbo a su copa y de nuevo seria vuelve a hablar. -Nada malo le ocurrirá a esa niña, ¿de acuerdo? -las palabras de Camille no dejaban lugar a la duda, hablaba en serio.

Camille miró a Sophie que prestaba atención a la conversación, pero rápidamente apartó la mirada. Odiaba sentirse juzgada por unos ojos inocentes

-Por supuesto que no, Camille.- Exclama con una exagerada expresión ofendida. -¿Acaso me imajinas matando niños?- No era una pregunta que esperara respuesta.
-¡Salud!, brindemos por esta patria y que su agonía cese de una vez por todas.- Dice levantando la copa y tomando un largo trago, hasta que no quedó ni una sola gota de vino en el vaso.
-Entonces, en marcha, no hay tiempo que perder...- Se detiene de nuevo en su berborrea al observar a Sophie. -¿Ella vendrá?- Pregunta observando a la joven.