Partida Rol por web

Para cuando Amessis llegó a la sede de la compañía de la Barba Insondable, Jotnar acababa de servirles el té a Nepthis y Lurzca. Se encontraban en el jardín, tomando algo de aire fresco y disfrutando de la sombra y el cobijo que les proporcionaban las plantas.

El jardín de Jotnar estaba como Amessis lo recordaba, espléndido y sí, aquella enorme figura de un hombre gordo dorado seguía presidiéndolo. ¿Por qué no se lo llevaría el legítimo dueño cuando le vendió el edificio a Jotnar? Una buena pregunta que seguía sin respuesta.

Coctilio y Cebollito se habían sentado sobre un taburete, pues ellos también se consideraban dignos de degustar aquel brebaje, cosa que no habrían hecho si supieran que se fabricaba con plantas... Ellos eran más de agua y sales minerales. 

Los aguacates correteaban por el jardín persiguiendo a escurridozo diente de león que les llevaba rato esquivando entre siesta y siesta. Pues si ya de por si los aguacates eran frutas bastante tranquilas, juntarlas con los gatos, unos seres que podían pasar de la máxima actividad destructiva a hacer una siesta en cuestión de segundos, convertía a los aguacatos en unos seres con una actividad frenética una o dos horas diarias, el resto eran todo siestas y reposo.

- ¿No es bueno eso? - Le replicó a Jotnar. - Un poco de paz no le viene mal a la región, aunque... - Agrió el gesto. - Lo cierto es que no es algo bueno para la compañía... - Dijo aquello bajando la cabeza.

Si el pobre Jotnar ya no tenía suficiente con haberse distanciado de Nepthis y también de ella misma, ahora venía ella a recordarle que su negocio no estaba recibiendo demasiados encargos últimamente y si los recibía eran siempre cosas menores. Ciertamente la vida después de la ascensión de Nepthis se había vuelto mucho más aburrida y burocrática y Lurzca empezaba también a echar de menos los viejos tiempos, aunque estos fueran realmente peligrosos.

- La verdad es que lo pasábamos bien resolviendo misterios y combatiendo a los secuaces de Set y Sebek... - La mestiza esbozó una sonrisa melancólica y cuando alzó la vista se encontró con su vieja amiga. - ¡Amessis! - Exclamó al verla. Estaba realmente contenta por reencontrarse todos de nuevo. Entonces vio a Isidore. - ¿Dónde has encontrado a ese pequeño? - Le preguntó extrañado por la presencia del ladronzuelo en la sede de la compañía.

- ¡Lurzca! - Exclamó el chiquillo corriendo hasta la mestiza y abrazándose a sus piernas. Ella le devolvió el abrazo. - Es Aswand, él y el resto de la compañía de los Imberbes... - Miró a los ojos de Lurzca. - Se lo he contado a Amessis. Nos contrató un tipo, un comerciante. Se ve que estaba excavando un sótano en su propiedad y encontró algo, la entrada a un antiguo recinto. - Miró a Nepthis. Dudó si seguir hablando o no. - Se ve que par evitar burocracia y temas legales urbanísticos no dijo nada a las autoridades y contrató a mi compañía para que explorase el lugar. Es un sitio peligroso. Una tumba creo... Pero está llena de terribles criaturas. Salieron al exterior y ahora... - Resopló. - ¡Las calles de Gheldaneth están llenas de monstruos! - Señaló a Amessis. - ¡Ella lo ha visto!

Amessis ladeó la cabeza, no pensó que el suceso del mercado tuviese relación con lo que Isidore acababa de contar. Abrió la boca para decir algo, la cerró, levantó un dedo, abrió la boca y volvió a cerrarla. Finalmente sacudió la cabeza, agitando su lisa melena de un lado a otro como una cortina.

-A ver, sé lo mismo que vostros -dijo señalando al niño-. Él me acaba de contar que su compañía está atrapada en el sótano de la casa de un señor rico de la ciudad, lo de los monstruos me acabo de enterar. Aunque sí es cierto que, mientras estaba en el mercado, un monstruo horrible ha hecho acto de presencia y la guardia lo ha matado.

No iba a contarles que le había dado el golpe de gracia porque se burlarían de ella. Bajo el brazo, sobre la cadera, tenía un bulto de forma esférica envuelto en su capa, pero no vio necesario mencionar en ese momento de qué se trataba.

-Así que, eso es lo que ha pasado. Estaba huyendo de una sacerdotisa de Horus que no deja de darme la brasa para hablar contigo -miró a Nepthis- y he visto el ataque del monstruo. Era un ojo gigante con tentáculos y ojos en los tentáculos, toda una fantasía de pesadilla. Ha sido un completo desastre, ha matado a un montón de personas, un espanto.

Nepthis desestimó por fantasiosa la historia del muchacho. Si Gheldaneth estuviera infestada de monstruos escucharían el fragor de la batalla, el entrechocar de los aceros y el rugir de los conjuros. Sobre todo el rugir de los conjuros: Mulhorand era una de las regiones de Faerûn con más magos y clérigos poderosos, con el permiso de su vecino Unther.

—No he oído hablar una criatura semejante —admitió la Madre Favorecida de Hathor—, pero mi especialidad son los muertos vivientes no las criaturas subterráneas.

Nepthis dejó la taza sobre el platillo, con un tintineo.

—Bueno, pues supongo que ahora sí debemos ponerlo en conocimiento de las autoridades. No querría ser cómplice de una irresponsabilidad y un desatino de este nivel. ¡Poner en peligro la vida de la gente por ahorrarse papeleo!

Se preparó para levantarse

—¿Hacen falta sanadores en el mercado? —le preguntó Nepthis a Amessis.

Lo bueno de su nuevo cargo es que le permitía movilizar al clero y que se arremangasen para ayudar.

Nepthis trata de identificar qué tipo de criatura describe Amessis, pero falla.

—¿Y tenía ojos en los ojos de los tentáculos?—preguntó Jotnar a Amessis con anecdótica curiosidad—. ¿Qué? ¡Es una pregunta legítima! Me he quedado con la intriga.

Que casualidad. Justo ahora acababa de hablar de problemas, justo ahora se desataba un problema. Los dioses debían estar tan aburridos como él de que llevaran seis meses sin que pasase nada relevante en aquel trozo de tierra desértica.

Carraspeó.

—De acuerdo contigo, querida Nepthis. Es más, si esas autoridades están dispuestas a pagarnos por deshacer el entuerto que ha montado el imbécil ese, estaré hasta contento.

Los cuatro miembros de la compañía de la Barba Insondable salieron del interior de la sede de la misma dispuestos a prestar toda su ayuda al pueblo de Gheldaneth, unos esperando recompensa a cambio y otros por el mero hecho de hacer lo que creían correcto. Tras ellos se encontraba el pequeño Isidore, quien pese a su corta edad y estatura, parecía dispuesto a ir con ellos hasta el final del asunto.

- Creo que es mejor que te mantengas al margen. - Le dijo la mestiza. - Guíanos hasta ese sótano y luego vete a casa. - Le pidió.

- Aswand está en peligro y me necesita. - Respondió Isidore desenvainando una espada corta y una daga, presto para enfrentar cualquier desafío que se le interpusiera en el camino. - No puedo dejarlo tirado. Él es... - Tomó aire. - ...él es mi amigo.

Y además de su amigo, era lo más parecido a una familia que el pequeño Isidore podía tener. No es que Aswand fuera como un padre para él ni mucho menos, pero era desde hacía mucho tiempo, la única persona que se preocupaba realmente por él. Al menos era así desde que Nadja embarcara en el Yacaré dirigiendo su marcha al sur y de eso hacían ya muchos meses.

Las calles de Gheldaneth estaban casi desiertas en esos momentos, pese a que a esas horas del día, solían estar abarrotadas de gente por todos lados. Al paso del grupo se cerraban algunas ventanas y puertas las pocas personas con las que se cruzaban, regresaban apresuradamente a sus casas. Sin duda alguna algo había sucedido mientras se encontraban en los jardines de Jotnar, algo que Amessis y Isidore se habían encargado de contar de forma vaga y es que al menos en el caso de la nigromante, poco sabía todavía de lo sucedido.

A medida que se fueron acercando al centro de la ciudad, fueron vislumbrando los efectos de la lucha que allí había tenido lugar. Quedaba claro que algo gordo había sucedido, pues algunas de las fachadas de los edificios se habían derruido parcialmente, otras presentaban quemaduras e incluso todavía quedaban algunos fuegos que eran apagados por miembros de la milicia local.

Sanadores y sacerdotes ya se habían acercado al lugar y se estaban encargando de los heridos. Las curaciones mágicas no tardaron en recobrar las heridas de los inocentes transeúntes que habían resultado heridos tras lo acontecido y algunos soldados se encargaban de velar los cuerpos de algunos guardias y también de algunos civiles que habían caído durante los enfretamientos.

Pronto se dieron cuenta de algo, algunos de los cadáveres que se encontraban tirados en medio de las calles, parecían viejos y de hecho, algunos de ellos portaban vendajes amarillentos y harapientos. Esos cadáveres no deberían de estar allí, sino en lo más profundo de una tumba y tanto Amessis como Nepthis, pronto dedujeron que hasta hace poco esos cadáveres habían sido animados como no-muertos, cosa que a Lurzca y a Jotnar tampoco les costó deducir.

En ese momento escucharon los pasos acompasados de un grupo de personas que enseguida identificaron con una marcha militar al trote. Girando procedentes de una calle paralela a la que ellos mismos transitaban y avanzando en la misma dirección que lo hacían ellos, apareció una cuadrilla de guardias de la ciudad y al reparar en los cuatro miembros de uno de los más famosos grupos mercenarios de Gheldaneth, quien iba a la cabeza detuvo la marcha y avanzó hasta ellos.

- Alabados sean los dioses por traernos a la Madre Favorecida en momentos de necesidad. - Dijo el guardia que parecía estar a la cabeza. - Nos han requerido para ir a la casa de Naguat El-Hartum, pues dicen que se encontró algo maligno en su sótano. Una tumba dicen... - Realizó con la mano un gesto de protección. - Toda clase de no muertos están asolando la ciudad desde que se rompió el sello, aunque ya lo tenemos bastante controlado...

-¿No muertos?

Amessis levantó la cabeza y habría alzado sus orejas gatunas si las tuviera, interesada en lo que el guardia acababa de contarle. Todavía portaba bajo el brazo el bulto envuelto en la capa, que empezó a removerse impaciente. La nigromante se apartó del grupo y retiró la capa para dejar el iris al descubierto.

-Chsss, espera un momento, ¿tienes hambre?

—Alabados sean —respondió Nepthis—. ¿Entiendo entonces que la autoridad competente está al tanto del origen y causa de este desastre?

Eso simplificaba las cosas. Lo último que le apetecía a Nepthis era tener que hablar con más burócratas.

—¿Cuáles son tus órdenes exactamente?

Por simplificar, Nepthis elige 10 en todas las tiradas de Saber (religión) para identificar a todos los muertos vivientes que haya visto por el camino. Total: 27 (la CD es 10+los DG de la criatura).

—Sí, alabados sean los dioses por traernos a la Madre Favorecida y los tres adornos que van con ella—refunfuñó Jotnar imitando nasalmente al guardia. Luego habló con voz normal:—. Buenos días a vosotros también.

Siempre le había importado un ardite que la gente de Mulhorand actuase como si fuera invisible porque para las personas que a él le importaban no era así. Pero tras los últimos seis meses había acabado especialmente harto de ser invisible; la insoportable pesadez de todo el mundo con el monotema había logrado que empezara a molestarle de verdad lo de no existir para nadie. Aun cuando se suponía que intentaba hacer algo por esa misma gente.

—Empiezo a sentirme realmente confuso con las señales contradictorias—confesó encogiéndose de hombros—. Mientras veníamos hacia aquí las calles estaban más desiertas que el propio desierto, pero ahora resulta que "toda clase de no muertos están asolando la ciudad". ¿En qué quedamos? No, espera. Deja que lo adivine: ¿Son muertos de esos tímidos que se esconden cuando los mercenarios pasan para que no los vean?

Suspiró con resignación y señaló a Nepthis a modo de resumen.

—Lo que ella ha preguntado.

Porque sabía que si lo hacía él importaría tanto como su presencia allí.

- Zi... - Respondió aquel bulto levitante que se ocultaba bajo una manta con una voz profunda, pero a la vez infantil. - ...tengo muxa hambre... 

Si por aquel entonces Jotnar, Lurzca y Nepthis no se habían preguntado que ocultaba Amessis bajo aquella manta, ya no se lo preguntarían nunca o puede que sí, los mulhoradianos eran gente impredecible en la mayoría de las ocasiones.

- Sabemos que alguien ha hurgado donde no debía y que ha despertado un viejo mal enterrado bajo la ciudad. - Afirmó el guardia. - Las autoridades están al tanto de lo sucedido, aunque no saben exactamente como ha pasado. Saben lo mismo que nosotros o eso creo. - Hizo una breve pausa. - Alguien rompió un sello de una vieja tumba a la cual se accedió a través del mencionado sótano y eso ha provocado el levantamiento de no-muertos. - Miró entonces a Jotnar. - Por suerte los hemos contenido en el casco antiguo de la ciudad. Es por ello que aquí no hemos visto de esas criaturas, no es que sean tímidos como dice... - Le respondió con preocupación al enano. - Nuestras órdenes son las de acordonar la zona del casco antiguo para que nadie acceda a éste y en caso de ser necesario, actuar contra esas criaturas ni muertas ni vivas, impidiendo que hagan daño a los ciudadanos.

—Imagino que sus órdenes no incluirán a la Encarnación de Hathor y sus... —Nepthis se giró hacia Amessis—. ¿Pero se puede saber con quién estás hablando?

-Con nadie, con nadie -disimuló Amessis ocultado otra vez a la criatura, a pesar de que todo el mundo lo había escuchado perfectamente. La esfera gigante en vuelta en la capa se podía disimular bien poco-. Nepthis, ¿sabes lo que comen las criaturas de las profundidades con forma de ojo gigante?

Las preguntas aleatorias eran las especialidad de la nigromante.

-Bueno, yo creo que tenemos que bajar a esas catatumbas a ver qué ha pasado. El novio de Lurzca está en peligro.

En el camino que Nepthis había recorrido se topó con algunas de las criaturas de las que los guaridas estaban hablando. Efectivamente se trataba de no-muertos. Seres con una apariencia de cadáveres resecos, cuyos rasgos permanecían ocultos bajo antiquísimos vendajes funerarios. Efectivamente se trataba de momias, por lo que se decía sobre que el complejo encontrado bajo la casa del señor Naguat El-Hartum, se trataba de una tumba, iba bien encaminado.

—No tan deprisa—dijo Jotnar—. Me parece bien bajar, pero no voy a arriesgar nuestros cuellos gratuitamente y menos por arreglar la pifia monumental de un idiota que "quería ahorrarse el papeleo". Y las facturas no se pagan ni solas ni con buena voluntad.

Y llevaban como seis meses sin tener un encargo en condiciones, como para que lo primero remotamente importante que aparecía lo hicieran gratis. Miró al guardia.

—Podemos echar una mano bajando a cerrar el grifo pero quiero saber quién nos va a compensar por esto. ¿Las "autoridades" esas? ¿El tío cuya cagada tenemos que limpiar?

- ¿Mi novio? - Preguntó asombrada la mestiza a la vez que su rostro verdoso enrojecía. - Yo no tengo novio. - Afirmó con rotundidad. - Además, ahora estoy centrada únicamente en una cosa,  proteger a Nepthis y servir a Hathor. - Se mantuvo pensativa. - Bueno... Eso son dos cosas.

Tras decir aquello, supo que quizá aquella afirmación molestaría a Jotnar, pues hasta Lurzca se había percatado de que todo aquel asunto de la ascensión de Nepthis, no acababa de gustar al enano.

Ciertamente sus vidas habían cambiado mucho y hasta ella añoraba su antigua vida. Desde luego, lo pasaban bastante mejor antes y vivir el día a día con la que todavía consideraba su familia, era algo que echaba de menos. Pero las cosas habían cambiado les gustase o no y tenían que aceptarlo. ¿O no?