Partida Rol por web

Van Helsing no fue capaz de observar nada en el cuello del profesor Keane como era de esperar. Sin embargo estaba completamente seguro de sus conclusiones y su intuición pocas veces le fallaba. Tenía que avisar al duque y preparar aquel encuentro.

-Si. Le agradecería si pudiese hacerme tal favor, profesor Keane.

Van Helsing estaba convencido que le profesor Keane era víctima de Catalina. Pero eso pronto tendría remedio. Acabando con el origen, los vástagos recuperaban la salud si no habían sucumbido totalmente a la muerte y el profesor Keane todavía vagaba a la luz del sol. Había una oportunidad para él. Ocurrió lo mismo cuando acabó con la vida del conde drácula. La señora Westenra ahora vivía.

-No le robaré más tiempo, profesor. No se preocupe. Esta tarde avíseme cuando llegue la susodicha dama y veremos que puede hacerse.

Tan rápido como el profesor Keane salió de su despacho, Van Helsing cogió el teléfono dispuesto a poner en conocimiento del duque la situación. Le daba bastante rabia tener que recurrir a él, pero sabía que era el único que podría ayudarle a capturar a la baronesa. Al menos era el único que podría darle una cobertura en aquel lugar.

El teléfono de la mansión Richelau sonó justo antes de que el duque decidiera bandonar su residencia. Sir Alexander no pudo evitar fruncir el ceño cuando Albert le dijo que se trataba de Van Helsing.

Podía decir con orgullo, que la inclusión a mi vida de la pequeña Melanie había sido un total y absoluto acierto, como todo lo que hacía en mi vida. Era lo que me diferenciaba del resto, que yo sabía cuándo y cómo debía hacer las cosas, por eso mismo yo era Richelau y el resto, unos pobres diablos que esperaban mi consejo y palabras para poder actuar como debían.

No podía culparles.

Si yo no hubiera sido yo, me envidiaría y admiraría a partes iguales. Habría sido una total y absoluta desgracia, pero me habría cobijado bajo la sombra del mejor (yo mismo) para ver si se me pegaba algo. Pero volviendo al tema de la pequeña Emilie, esta se había portado genial, aprendía a pasos avanzados y había descubierto no pocas cosas sobre ella. Sin duda, si todo seguía como debía, pronto se convertiría en una digna heredera.

Me dispuse a marchar de mi propia casa, cuando Albert me abordó de una repentina forma. Con la más excelente, educada y amable de las formas -esto último lo reservaba para personas gratas en entornos familiares- le pedía  Emilie que me esperara, acercándome hasta el teléfono preguntándome porque Van Helsing me llamaría en un día como aquel.

- Buenos días, Profesor Van Helsing. Me pregunto en que puedo ayudarle en un día cualquiera, como este. -

Tras las palabras de la casera de Van Helsing saqué un reloj de pulsera y lo miré.- Lo cierto es que se ha hecho bastante tarde.- Le mentí pues la noche acababa de comenzar.- Pero no dormiré tranquilo esta noche sin saber si mi viejo amigo se encuentra bien. Si fuese tan amable de dejarme pasar a resguardarme del frío y la humedad le estaría eternamente agradecido.- Aquello estaba resultando tan fácil como había esperado, los humanos tan llenos de sentimientos resultaban tan predecibles.
 

La señora Pomfrey amplió su sonrisa.

- Si usted es un amigo del profesor estaré encantada de recibirlo en mi casa ¿Señor...?- el conde aún no le había dicho como se llamaba, quizás sería convenmiente hacer una breve presentación.

Mientras el conde le contaba su coartada la mujer le franqueó la puerta invitándolo a pasar, la inocente anciana no fiue consciente del peligro al que había puesto a su estimado inquilino ni a ella mismo, de ser así jamás le abría abierto la puerta, ni conducido a la habitación del profesor.

El conde fue inundado por la fuerte presencia del olor de su enemigo, sobre una percha distinguió el abrigo y la bufanda que Van helsing llevó la noche en que fue ejecutado, el odioso maletín con sus instrumentos se encontraba en una esquina de la habitación... pero no era lo único que había allí. Al fondo de la misma distinguió una pequeña mesa con materail quirúrjico y quimico amén de un montón de libros distribuidos por diversas estanterías, todo ello perfecatemente ordenado y clasificado... Drácula no pudo evitar esbozar una ligera sonrisa, aquello era típico de un humano como él, quizás ahora tendría la oportunidad de conocerlo aún mejor...

- Si quiere puede esperarlo aquí, voy a avivar el calor de la chimenea... ¿desea alguna bebida o refrigerio para entrar en calor?

Señor Thaslehoff, Fizban Thaslehoff, para servirla en lo que guste.- Respondí a la mujer justo antes de inclinarme para darle un beso en la mano.- Muchas gracias por ofrecerme cobijo a estas horas señora.

De camino a la habitación del profesor continué hablando.- El profesor y yo compartimos aficiones comunes. Me escribió una carta concertando la cita de esta noche expresándome su urgencia para vernos, lo que me dejó bastante preocupado. Como comprenderá, que esta noche no haya aparecido a cenar solo ha aumentado mi intranquilidad.- Volví a mentirle a la confiada señora de la casa.

No, no se preocupe. Se lo agradezco de corazón, pero ya ha sido usted demasiado amable como para molestarla aún más. De verdad.-Dejé que la mujer bajase nuevamente a su casa para poder rebuscar entre los objetos personales de aquel gusano que había osado hacerme frente, cuanto más supiera de él más fácil me resultaría derrotarlo.

Sabía que solo la tremenda suerte había declinado la balanza hacia su lado en nuestro primer encuentro, pero no pensaba dejar que eso volviera a suceder.

La voz del duque sonó del otro lado del teléfono. Van Helsing no era un tipo que le gustase andarse por las ramas, de forma que fue lo más directo posible.

-Buenos días, sir Richelau. Debería venir a mi despacho tan pronto como le sea posible. La condesa sangrienta estará esta tarde en la Universidad.

- Comprendo. ¿Ha preparado el terreno? - Le preguntó, sujetando el telefono mientras su tono de voz se volvía más duro, mientras fruncía el ceño ligeramente y mientras en su mente, comenzaban a sumarse las posibilidades de acción. Aquella era la mejor opción para acabar con un problema mayor como era una de las vampiras mayores.

- Me encuentro a 3 horas de la universidad. Llegaré en 2. -

-Acabo de recibir la noticia, duque. Imagino que la condesa no aparecerá hasta que el atardecer haya llegado. Aún hay tiempo. Le espero en mi despacho para darle mayores detalles y planear nuestros pasos. Traiga todo su arsenal. Imagino que no nos lo pondrá fácil.

Tras comentarle el tiempo en que el duque llegaría a la Universidad, Van Helsing asintió. Le daba tiempo de sobra para preparar su armamento antes de que el duque llegase.

-De acuerdo. Nos vemos en dos horas.

La inocente señora Por grey se fue dejando solo a Drácula para que investigará a placer sobre las pertenencias del profesor. El nombre de Fizban era lo que había terminado de abrirle las puertas y la confianza de la anciana a quien el nombre le resultó del todo familiar.

¿Todo mi arsenal? No cabría en la Universidad.

- Nunca lo ponen fácil. - Comenté con sarcasmo. La emoción de la caza. Podía sentir como todo mi cuerpo pedía aquello a gritos. Prepararía solo lo mejor de lo mejor y daría caza a aquella vampira. Solo había que hilar muy bien todo el entorno del enfrentamiento. - Hasta ahora. -

Colgué, y automaticamente todos mis planes para aquel día habían cambiado. Ahora debía cumplir con mi pais. Al servicio de su majestad, la Reina.
 

Mi inmortalidad solía concederme todo el tiempo que fuese necesario para cumplir mis deseos, pero aquella noche no disponía de ese recurso. Debía ser raudo o el humano volvería a casa a dormir interrumpiendo mis planes.

Decidí empezar a buscar en su maletín personal para luego darle un vistazo a la mesa llena de botellas con productos químicos.

Justo cuando el duque fue a salir para dirigirse a la Universidad la pequeña Emilie se interpuso con su inocente sonrisa, Sir Alex pudo comprobar el sigilo empleado por la niña, puesto que hasta que no se puso delante suyo no fue capaz de detectarla.

- ¿A donde vas? ¿Puedo acompañarte?- se ofreció sonriente y educada sosteniendo un juguete entre sus blancas manos, la niña parecía disfrutar de la presencia del duque por la forma de mirarlo y de dirigirse a él.

- Ah... una última cosa señora... Para tratar de convencer a Van Helsing de que la reciviera le dije que usted perteneve a una familia muy importante y que está interesada en ingresar en la Universidad como alumna de medicina y que para ello él debía de verificar si es usted apta para el ingreso o no. No se me ocurrió otra excusa, él es el único profesor que ha aceptado y apostado por que una mujer sea su pupila, en realidad puede ser un hombre muy inquisitivo cuando se lo propone, téngalo en cuenta. Y ahora si me disculpa y no desea nada más de mí, me retiro, estaré en mi despacho.

Van Helsing consultó su reloj, se estaba acercando la hora y Richelau aún no había llegado. El profesor solía tener en aquel despacho parte de su equipo como cazador de vampiros, después de todo lo que había visto se sentía mucho más seguro con un poco de agua bendita, ajo, crucificos y balas de plata a su alrededor. Tenía un pequeño arsenal en un maletín dentro de un armario, y para sentirse más cómodo tuvo la precaución de colocar sobre la mesa un ejemplar de la biblia boca abajo para evitar que desde el asiento de las visitas se pudiese ver que se trataba de un ejemplar de las sagradas escrituras, además se guardó en uno de los bolsillos un crucifijo de plata y la pistola cargada con las balas de plata y rociada de agua bendita. Para pasar el tiempo se había dedicado a corregir trabajos...

Entonces el sonido de unos nudillos golpeando la gruesa puerta de madera de su despacho resonó con toda claridad. El profesor no pudo evitar dar un respingo, pero se obligó a serenarse. Sólo podía tratarse de dos personas, o Richelau... o su invitada. Fuere como fuere, debía darle paso.

- Emilie. - Me sorprendió, no lo negaré. La seguí con la mirada hasta que se puso delante, creyendo que estaría con Albert. - Menudo susto me has dado, pensaba que estarías con Albert. Voy a ver al profesor, me ha pedido ayuda con uno de sus trabajos. Cosas aburridas de mayores. Le pedí a Albert que te lleve con Evangeline, hoy tenía que estar con ella, pero... ¿Me harás el favor de ir por mi y portarte bien con ella, por favor? -

Se acercaba la hora de la cita y el profesor había decidido terminar de corregir algunos trabajos para ir adelantando. Quizá le diese tiempo a entregarlos corregidos en un par de días. El profesor levantó la cabeza para observar el reloj que adornaba la pared cuando en ese momento unos golpes en la puerta solicitaban su atención. 

Dándose cuenta que era la hora, el profesor se quitó la gafas y  solicitó a su visita la entrada al despacho:

-Adelante. 

El conde sacó un paquete de cartas del maletín del profesor. Se encontraban atadas por un lazo rojo y al parecer no eran recientes. Drácula deshizo el nudo y trató de leerlas, algunas de ellas estaban escritas en holandés mientras que el resto si estaban en inglés. En conjunto parecía tratarse de correspondencia familiar, aún así decidió leer por encima. Al cabo de unos minutos descubrió algo que no se había esperado. La familia Van Helsing conocía desde hacía tiempo el mundo de los no muertos, en la correspondencia pudo distinguir como varios nombres se repetían y como en algunos casos determinadas cartas estaban cifradas para que a simple vista no se supiera de que iban. Pero lo que sin duda más le llamó la atención fue la abuela de Van Helsing, se hacía referencia a ella en diversas ocasiones y en las últimas cartas se mencionaba algo sobre un ataque y como se le pedía a Van Helsing se alejara de todo aquello y que olvidara lo sucedido.

El conde llegó a la conclusión de que Van Helsing podía haber asistido al asesinato de un ser querido y que ese fue el motivo de que su interés por el mundo oculto aumentase y quisiera erradicarlo... Venganza... esa era la palabra, eso era lo que el profesor buscaba por encima de todo, a tenor de lo leido en aquellos escritos.

La niña volvió a sonreirle.

- Seré buena. Siento haberte sobresaltado...- añadió con cierto remordimiento.

Entonces el cuerpo de la niña se puso rígido y la mirada de Emilie se quedó fija en los ojos de Richelau mientras sus facciones infantiles adquirían una expresión mucho más adulta, similar a la que le sorprendió cuando conoció a la niña por primera vez en aquel orfanato.
 

- Alea Iacta est... Dijo el Cesar... Videte, quod Idibus Martiis, le dijeron al Cesar. Y yo te digo Quid futurum sit, quod ad scribendum.

Quien fuera que hablara por la boca de la niña se tomó cinco segundos para añadir.

- La sangre que corre por tus venas es poderosa... la sangrieta ambicionará también tu poder. la pregunta es ¿Realmente deseas darte a conocer? ¿Serás capaz de imponerte a tu oculto? Cave Idus

Entonces la rigidez de la niña fue desapareciendo hasta que Emilie volvió a ser ella, el duque se reenocntró con la inocencia de la mirada de la pequeña. Quien al recobrar la consciencia pareció estar asustada y desorientada