Partida Rol por web

A pesar del shock que te produce escuchar la extraña voz de quien hasta ese mismo instante pensabas que se trataba de una tierna infante... consigues saber lo que te está diciendo, el latín es un idioma que has escuchado en misas y no es la primera vez que lo ves escrito en las Sagradas Escrituras.

" Saludos, hijo del Amado..."

Sí, eso es exactamente lo que Emilie te ha dicho... y es más, las primeras palabras que susurró "Ad te clamamus..." significan "Ave..."
 

El conde consiguió dibujar en el aire varias piruetas que le valieron para que dos de los proyectiles le pasarán de largo, sin embargo el tercer disparo, bien por lo exultante que le resultó esquivar las otras balas, bien porque la puntería del humano era excepcional... o un poco de todo, el caso es que no pudo evitar que le impactara en el pecho.Al estar transformado en murciélago el dolor fue inmenso, lo que hizo que Drácula se precipitada hacia el suelo sin control y se estampara en el suelo al tiempo que recuperaba su apariencia humana.

El conde,quedó tumbado boca arriba sobre el suelo con la herida de bala brotando sangre, los ojos desorbitados por el shock e incapaz de moverse... de momento.

Van Helsing quedó sorprendido ante lo que aconteció a continuación. Como si de un resorte se tratase, al colocar el crucifijo sobre el cuello de la pequeña, todo cambió. ¿Acaso estaba poseída?¿Acaso le estaban hablando en latín?¿Acaso era un sueño? Van Helsing parpadeó de la sorpresa como si aquello le permitiese volver a la realidad.

Dio un paso hacia atrás sorprendido y entonces una voz en su cabeza resonó fuerte. Aquella voz sin duda no era la de la pequeña Emilie. Pero no era capaz de reconocerla. ¿Dilecti Filii? Esa pregunta resonó en su cabeza. ¿Qué siginificaba eso?¿Hablaban de su padre?

Tras la sorpresa inicial Van Helsing volvió a dar un paso al frente y apoyando sus manos en los hombros de la pequeña preguntó:

-¿Os encontráis bien, Emilie? El profesor se agachó y su rodilla derecha encontró el suelo. A la misma altura que la pequeña para poder mirarle bien a los ojos y observar sus pupilas.

Primero un roce. Luego esa cálida sensacion. Después esa quemazón, acompañada de un ligero picor. Y luego aquel dolor. Un dolo intenso, como un pinchazo palpitante que hizo que mirara mi brazo, con una mueca de contencion en el rostro.

Me habia herido. Aquel malnacido habia conseguido herirme en el brazo, provocándome una herida que, a pesar de no ser grave, me dolia horrores, como solo duele una cosa: la planta bendecida.

Mis pupilas se dilataron entonces y mi rostro se transformo. No habia rastro de la candidez, de la elegancia, de la sutilidad que me habia caracterizado hasta hacia unos minutos. Ahora no habia rastro de la condesa, solo quedaba la bestia.

Miré a mi alrededor, dejando que los extremos de mis colmillos asomaran, mientras seguia notando el pinchazo de aquella herida bajo la tela rota de mi vestido.

Y entonces lo vi. No a aquel cazador, no. Lo vi a él, a aquel maldito malnacido que ni siquiera habia tenido las agallas suficientes para empujarme a un lado. Claro que sabia la rata que era. Claro que tenia claro que nunca, jamas, habria venido a salvarme. Pero de ahi a limitarse a obsequiarme con un mal grito habia un trecho.

Sin embargo, Dracula no estaba en el mejor de sus momentos, estaba claro. Lo vi alli, en el suelo, recien transformado de nuevo en humano, con aquella  bala incrustrada en su pecho. Y, a pesar de aquel instinto asesino que me desbordaba en aquel momento, de aquellas ganas de rematarlo alli mismo despues de ver la sucia rata cobarde que era, y lo poco que le importaba, a pesar de todo su meloserio, decidi que, a diferencia de el, le ayudaria.

No, por supuesto que no lo hacia por el. Tras aquel gesto, por mi parte, podia irse al carajo... o al mas profundo de los infiernos. Por mi parte, estaba tan indignada y tan dolida con el que bien podian haberlo dejado hecho un colador. No, no era eso lo que me preocupaba.

Por una parte, he de reconocer que lo que mas me fastidiaba era que aquel humanucho al que podia oler se creyera con el derecho de acabar con la que, desde este momento, se acababa de convertir en mi presa, al menos de momento. Dracula me habia traicionado, me habia abandonado a mi suerte. Se merecia un escarmiento, si, pero no de un cazadorzucho de tres al cuarto. Se lo daria yo, desde luego. Y, para eso, tenia que quitarme de en medio antes a ese aficionado. Ademas, maldita la gracia que me hacia saber que iba a tener a aquella mosca cojonera persiguiendome por la ciudad como si fuera mi sombra.

-Ya hablaremos tu y yo. Cobarde. - dije, al pasar junto a Dracula, mirandolo con cara de pocos amigos. Y, casi sin poder evitarlo, en un gesto espontaneo, le escupi, en una muestra de desprecio para, acto seguido, usar mis poderes, convirtiendome poco a poco en una densa deblina, dejando atras mi forma humana.

Iba a por aquel cazador. A enseñarle quien era Catalina von Strauss. Y que con ella no se juega.

Emilie volvió a reaccionar cuando Van Helsing le apoyó las manos en los hombros. Ambos caballeros observaron como la niña salia del trance y parpadeaba varias veces, abriendo los ojos de par en par, confundida y asustada.

- ¿Qué...?- consiguió decir centrando la mirada en el rostro del profesor- ¿Qué ha pasado...? ¿He dicho algo malo?- la joven Portman estaba realmente asustada, mirando a Van Helsing con un ligero temblor, como si estuviera aguardando que este le regañara- No se enfade conmigo... por favor...- los ojos de la niña se inundaron en lágrimas- le juro que nunca se lo que digo cuando me duermo... se lo juro...
 

Emilie no parecía tener nada extraño, salvo las pupilas que antes de que volviera en sí, las tenía muy dilatadas dando la impresión de que la mente de la niña estaba ausente para después volver a normalidad. De lo que no cabía duda es que el temor, el miedo y la confusión de la chiquilla eran de verdad. A simple vista podría tratarse de un desdoblamiento de la personalidad y según las palabras de la propia Emilie, no era la primera vez que sufría este tipo de "ataques".

Me había preocupado más de que ninguna de aquellas niñas andrajosas se acercaran a mi que de las bonitas, hermosas, innecesarias y estupidas palabras en concepto de amabilidad que Van Helsing intentaba profesar pro aquella chica. Y estaba ignroando todo aquello, observando lo interesante del edificio, pensando que sería una compra genial para una residencia de otoño si no fuera por las molestias (Y mala prensa) que tendría echar a un montón de niñas asquerosas y sucias de allí. Podría ahorrarles sufrimiento y esperanzas explicandoles cual sería su cruel destino en cuanto tuvieran la edad suficiente como para ser expulsadas del orfanato, pero por desgracia, no contaba con el tiempo suficiente, ni la paciencia para escucharlas llorar.

Pero entonces, hubo algo que dijo Van Helsing que me sacó de mis pensamientos y divagaciones. ¿Amigo? Estará bromeando, espero. Entendería que él quisiera que yo fuera su amigo, era algo normal, algo natural. El problema residía en que lo máximo que yo podía ofrecerle era tolerarlo en mi presencia sin dejar en evidencia sus carencias.

La niña contesta, y la cosa solo hace que mejorar en un espectáculo lacrimojeno de la peor escuela de teatro. Venga, ahora solo falta que alguien diga que tiene una extraña enfermedad y que le quedan apenas tres días de vida... espero que nadie me decepcione. Pensé, mirando a mi alrededor, mientras Van Helsing le ofrecía algo a la niña. Miré de reojo, viendo que le ofrecía un crucifijo.

Yo no se lo regalaría, Van Helsing. Quien sabe cuando podrás comprar otro con tu sueldo de perfecto profesor de... No acabé la frase cuando algo me llamo la atención, obligandome a mirar a la cría con estupefacción. Ella me miró, y no pude evitar llevarme una mano a la sien, mientras que con un hábil movimiento de bastón, lo clavé en el suelo como punto de apoyo para no caer al suelo. No abrí la boca, mirando a la niña en silencio.

Tenemos un problema. Uno grande.

Evidentemente, habría sacado más información si el profesor no hubiera actuado tan rápido. Ahora solo tenía media docena de palabras que habían sido de lo más.... reveladoras. - No tienes nada de que preocuparte, Emilie. Y alegrate, pues hoy es un gran día para ti, Emilie. - Tras unos segundos, me repuse, y espere a que Van Helsing se hiciera a un lado.

Era difícil, pero relaje el gesto de la cara para parecer más... ¿Suave? ¿Cercano? ¿Cariñoso? ¿Amable, simpático, amigable? La cuestión esta en que le dediqué una pequeña sonrisa a la niña. - ¿Te gustaría vivir en un palacio? - Le pregunté. Sí, por algún motivo, tenía intención de adoptar a aquella chiquilla. Era evidente que sería un activo de lo más interesante para nuestra campaña, un potencial objetivo para el enemigo y además tenía algo más... que no sabía exactamente que era, que me llevaba a pensar que algún día podría ser mi sucesora en la Orden.

Ademas, a mi prometida le haría ilusión tener a una cría correteando por casa.

El latín no tiene ningún secreto para ti, es el idioma base de un cazador tan experimentado como tú... y tan trillado lo tienes, que iincluso eres capaz de identificar el acento, pues no hay que tener un coeficiente intelectual demasiado elevado para caer en la cuenta de que el latín hablado por un inglés no puede ser el mismo que el de un latino parlante... y ese acento en concreto es el que has detectado en la voz de la otra Emilie. Es un latín italiano sin lugar a dudas y lo que ha dicho literalmente es "Saludos, hijo del Dragón..."

Emilie miró al duque abriendo los ojos como platos.La niña no se había planteado nada sobre su futuro, ella lo único que anhelaba era volver a tener un hogar y recuperar a sus padres... pero no era tan pequeña para no saber que sus progenitores no podían regresar con ella y si era cierto que aquel orfanato, a pesar de ser más saludable que su propio hogar, era un lugar frío para una niña que había pasado por el trauma de la pérdida de su familia.

-¿Vivir en un palacio? ¿Es usted un príncipe, señor?

- Casi, Emilie. - Hice una pausa, en la que me esforcé por parecer una persona agradable y cercana. - Soy un Duque, pero también vivo en un palacio. ¿Te gustaría venir a vivir conmigo? - A nivel real, me preocupaba más la respuesta de la niña que la de las monjas. A estas últimas si no se les convencía a la primera, siempre podía añadir un cero más al talón.

- Comeremos muchas galletas, de tus favoritas, tendrás una habitación para ti sola muy bonita e incluso algún día podríamos ir a ver a un principe de verdad. -

Catalina sobrevoló convertida en niebla la considerable altura que había entre el suelo y la semiderruida cúpula, a pesar de que el aire mantenía bien ventilado aquel edificio, el olor del humano era lo suficientemente fuerte para que que pudiese percibirlo a pesar de estar convertida en aquella forma gasesosa tan útil y practicamente invencible...

Catalina divisó al cazador sobre una balaustrada, se encontraba recargando alguno de los cachibaches que a los humanos les gustaba utilizar cuando se enfrentaban a ellos, los seres superiores... Aquel mortal acababa de conseguir avatar al conde, lo que hacía lo suficientemente peligroso para tenerlo en cuenta, pero ella era mucho más astuta y rápida o al menos eso era lo que pensaba la baronesa...

Pero de momento parecía que aquel hombre no se había dado cuenta de la presencia de la vampira en su actual estado... Catalina tenía una oportunidad.

La niña se sorprendió mucho ante la proposición del duque, ella no entendía de títulos nobiliarios ni entendió en que se podía diferenciar un duque de un príncipe si ambos vivían en un palacio... pero lo que más le llamó la atención es que un desconocido como él quisiera hacerse cargo de ella. Miró a Van Helsing buscando apoyo, pues a pesar de que el sueño de toda niña consistía en convertirse en princesa, sus padres le habían enseñado que no debía confiar en desconocidos y a falta de pared, el bueno del profesor y Daniel, eran lo más parecido a un padre que tenía y ambos gozaban de la confianza de la pequeña.

-¿De verdad quiere que yo viva con usted?- respondió la niña sin saber que más decir buscando nuevamente la respuesta de Van Helsing, esperando que él la iluminarse. Parecía que la respuesta final de Emilie dependía de lo que dijese el profesor.

Daniel se quedó totalmente atónito ante el ofrecimiento del duque, el chico estaba convencido de que a aquel hombre no le gustaban los niños y menos aún los que provenían de una familia tan humilde como los Portman, por eso le resultó tan extraño y sorprendente aquel ofrecimiento y haciendo a un lado su timidez habitual se encaró directamente con Sir Alex.

-Señor Richelau, entiendo que lo que le está ofreciendo a Emilie es mucho mejor que lo que se le puede ofrecer en este Orfanato... ¿Pero está usted seguro de lo que supone hacerse cargo de una niña como Emilie? La pequeña no es una chica problemática pero ha sufrido mucho y necesita atenciones...-"Cómo cariño, comprensión y tiempo..." pensó.

El profesor sonrió amablemente ante el susto de la niña en un intento de tranquilizarla a ella, pues él no estaba para nada tranquilo.

-No te preocupes, pequeña. No has dicho nada malo. Estáte tranquila, Emilie. Nunca me enfadaría contigo. No hay motivo para ello. ¿Dices que te pasa a menudo cuando duermes?

Entonces en ese momento algo hizo que Van Helsing se girase y mirase con extrañeza al duque, abriendo los ojos más de lo que quizá fuese capaz de hacer. ¿Aquel hombre hablaba en serio?, ¿Van Helsing había entendido bien la intención del duque?,¿Estaba el duque completamente fuera de sus cabales? 

Van Helsing no dudaba que la vida que podía proporcionar a la chiquilla fuese muy buena, siempre y cuando su intención fuese acogerla por caridad y amor. Pero estaba muy claro que esa no era ni de lejos la intención del duque. Era demasiada coincidencia que tras intentar alejarla como un animal apestado, decidiese acogerla tras lo que ambos habían visto. Había muchas otras formas de conseguir la información que pasando por encima de las personas.

-Sir Alexander...

¿Acaso no tenía escrúpulos ni moral? Los ojos de Van Helsing miraban con dureza al duque dándole a entender que no dejaría que jugase con la felicidad de la niña.

Cuando la niña le miró y Daniel dio un paso al frente, Van Helsing creyó que era el momento de intervenir. Hizo acopio de toda la amabilidad que era capaz de conseguir en aquellos momentos para que la pequeña no se sintiese en medio de una discusión:

-El señor Goldman tiene razón, señor Richelau. Ya estaba bien de llamar Sir a un hombre que sentía desprecio por todos. Van Helsing sabía que aquello no lo pasaría por alto y que se sentiría ofendido, por lo que remarco el "señor" haciendo entender al duque que tuviese cuidado. ¿Hasta dónde llegaba su egoísmo?, ¿Hasta dónde sería capaz de llegar aquel hombre?

-Pensaos mucho vuestras palabras e intenciones, pues aunque no dudo de que la vida que podáis ofrecerle a Emilie es mucho mejor que la que podríamos ofrecerle cualquiera de nosotros, si tengo dudáis de que estéis capacitado para ello. No sois hombre que guste de la compañía de otros, y creedme que eso es justamente lo contrario que necesita Emilie.

Con mirada dura calló. No penséis que nos engañáis. No permitiré que por vuestras ambiciones consigáis la desdicha de esta niña.

En esos momentos ambos hombres eran conscientes de que tenían al enemigo frente a frente.

Si mis labios hubieran sido materiales en aquel momento, se habria dibujado una sonrisa en ellos.

Quien lo diría, mi querido Conde. Vas a resultarme más útil así, hecho un pasmarote, que con todo tu potencial activo...

Aproveché que el cazador parecía distraido con su presa y que parecía no haberse percatado de mi presencia aún. Y entonces, me materialicé, agarrándolo por la frente y rodeandolo a la altura de los hombros, con una fuerza sobrehumana. Dispuesta a dejar su cuello a mi merced, y con mis colmillos fuera, y dispuestos a darle un buen mordisco.

No tenia intencion de dejar que aquel tipo siguiera causándonos problemas. Me daba igual quien fuera, y lo habil que pudiera parecer.

Desde luego, no iba a resultar una presa tan fácil para él como el conde.

El cazador sólo fue consciente de la presencia de Catalina cuando los brazos de la vampira se cernieron sobre él como si fuesen las garras de una sedienta ave de presa.

Catalina sintió entonces como el corazón del humano latía más fuerte, sobresaltado por la sorpresa de su ataque, un sonido encantador sin duda, que se acompañó por el suave abultamiento de las venas de su cuello y el aroma a vida... realmente suculento.

Los colmillos de la baronesa se acercaban cada vez más a la piel del cazador, quien se debatía enérgicamnete por liberarse de aquel abrazo mortal, y cuanto más luchaba por zafarse más placer encontraba Von Strauss en ello, iba a disfrutar mucho con aquel bocado... o no... Pues el cazador utilizando el peso de su oponente y apoyándose en la balautrada que tenía delante con ambas piernas empujó hacia atrás haciendo que tanto él como la vampira cayesen al suelo.

Catalina aflojó la presa tan sólo unos segundos, que fueron los suficientes para que el humano se zafase de ella echándose a un lado y desenvainase la espada a la par que arremetía contra ella.

- Por supuesto. - Contesté a la niña con una media sonrisa, mientras permanecía de cuclillas junto a ella, a su altura. Podía parecer mucho más serio, podía imponer más, podía ser muchas más cosas, ninguna agradable. Pero a diferencia de todos aquellos presentes cuya mayor preocupación era como conseguir dinero para su próxima comida, yo tenía las cosas claras. Demasiado claras.

- Discúlpame, Emilie, pero debo hablar con nuestros amigos en común. - Y dicho esto, apoyé el bastón en el suelo, poniéndome en pie lentamente, apoyando la mano en el pomo del bastón mientras que con la otra mano, me arreglaba las solapas de la americana. Centré mi mirada en Daniel.

Daniel. Tímido, temeroso, estúpido. Solo un proyecto de...¿Qué era lo que el Autodenominado profesor Van Helsing daba? No lo recordaba, algo referente a la medicina, pero estaba claro que por su conversación en la Universidad los conocimientos de la extraña pareja eran realmente limitados.

No era su problema.

Pero toda aquella información le daba verdadera ventaja al tratar con Goldman, sobre todo teniendo en cuenta como había hablado de Emilie anteriormente, y como había saltado ahora.

Como un conejito el día de pascua. Encantador.

- Con esas palabras solo apoya mi oferta, Señor Goldman. Me alegra escuchar que está de acuerdo conmigo. No solo estoy seguro de que Emilie estará mucho mejor conmigo, si no que tendrá todas las atenciones necesarias por mi parte y por parte de mi prometida, Lady Evangeline. Puedo asegurarle y darle mi palabra de caballero que no faltara de atenciones, ni de cariño. Además, podrá visitarla las veces que desee, Señor Goldman. -  Parecía que había meditado todo su discurso, calculado, correcto, incluso pasional. Cada palabra salió de otra con determinación y seguridad, convencido de que no podría ser de otra manera.

En cuanto a Van Helsing me llamó "Señor" y no "Sir" como merecía, Van Helsing se acababa de ganar un enemigo potencial y peligroso. Ahora no repararía en gastos hasta destruirle. No era nada personal, él me había atacado y no podía pasarlo por alto.

Mañana daré la orden de que expropien su casa.

Pensé, sin demasiadas preocupaciones. Van Helsing deberá aprender que no se debe morder la mano que te da de comer. Pero ahora, en una actuación propia de los mejores actores en una obra de Shakespeare, miré a Van Helsing con calma y sin inmutarme de sus insultos o palabras.

- No podéis estar más equivocado, me temo, Profesor. - Dije, con una diminuta sonrisa, con un tono suave, incluso cercano. Nada que ver con el clásico Richelau. Yo siempre conseguía mis objetivos, a cualquier precio. - Disfruto de la compañía de amigos y vecinos, así de como sus hijos. Emilie no solo tendrá un buen hogar, una gran educación y todo lo que pueda necesitar. También tendrá dos padres que la atenderán, educarán y apreciarán. - Desde aquel punto de vista, ahora, yo parecía el hombre bueno, apreciativo, cercano y cariñoso mientras las miradas de Van Helsing lo habían convertido en Richelau, alguien frío, que buscaba el ataque, con miradas duras o que se distanciaba de los demás, mostrándose reticente y frío.

- Deseo darle no una casa a esta niña. Si no un hogar. Espero que lo entendáis, respetéis y apoyéis. -

Además, debían entender que aquello era pura cortesía. Que podían hacer feliz a la niña, apoyándola a que viniera de buena gana y tuviera una actitud positiva desde un principio, o por lo contrario predisponer a la niña contra mi, y el día siguiente, cuando volviera a por ella, pasara un mal rato.

Por las buenas, podía ser muy bueno. Pero por las malas....

....bueno, mañana Van Helsing cuando le expropiaran la casa entendería que pasaba cuando se iba a malas.

Emilie escuchó a los mayores hablando entre ellos, hubo partes de la conversación que no entendió pero lo que si entendió a la perfección fue la palabra prometida y que Daniel y el profesor Van Helsing podrían ir a visitarla. Aquello significaba que aquel caballero tan alto y tan estirado en el fondo era majo y que estaba dispuesto a proporcionarla una nueva familia, con una nueva mamá incluida, y eso era precisamente lo que más anhelaba la niña.

- ¿Voy a tener una nueva mamá?- dijo con los ojos abiertos como platos mirando con desesperado anhelo al duque- echo mucho de menos a la mía- Emilie no pudo evitar que los ojos se le volviesen a inundar de lágrimas.