Partida Rol por web

¿Aquel hombre estaba prometido?¿Alguien en su sano juicio desearía su compañía? Si no estaba a su lado por el dinero seguramente no estuviese en sus cabales o sus padres habrían concertado un matrimonio que llevaría a aquella desdichada mujer a la infelicidad.

Había que reconocer que aquel hombre tenía labia y era capaz de transformar un objetivo egoista en una muestra de amabilidad y benevolencia. Van Helsing no sabía si odiarlo por ello o admirarlo. ¿Admirarlo? No. Rápidamente tomó partido ante su duda. Sólo gente tan falta de escrúpulos era capaz de esas cosas. ¿Y pensar que aquel hombre se le presuponía en lado de los buenos de la película?

-Disculpeme duque. Pero puesto que por lo que comenta, Emilie estaría al cargo de dos personas, creo que lo mejor sería que antes de que la pequeña tome una decisión, su prometida realizase una visita al orfanato. Creo que debería conocer también a Emilie. Y por supuesto, Emilie debe conocer a ambos progenitores. Estará de acuerdo conmigo en que es lo más sensato.

-¿Qué le parece si dentro de dos o tres días volvemos a visitar a Emilie en compañía de su prometida?

Retrasar dos o tres días la intención del duque seguramente consiguiera que el mismo perdiese todo el interés en la muchacha. Eso retrasaría sus planes y si no lo aceptaba, dejaría en entredicho sus intenciones. Y si lo aceptaba, el interés del duque por la adopción decrecería tanto que volvería a dejar en entredicho sus verdaderas intenciones. Entonces sería el momento en que el profesor sabría si se había confundido con aquel hombre o no. Si todo seguía adelante, quizá no fuese tan mala idea.

Claro estaba, llevaba un rato hablando con la pareja de hombres sobre el futuro de la chiquilla, cuando esta preguntó algo sobre una nueva madre. Conocía los anhelos de mi Evangeline, y estaba segura que aquella noticia le sería de lo más grata. Así que cuando la chica habló, flexioné las rodillas quedando de cuclillas nuevamente delante de la chica, a su altura más o menos.

- Sí, también tendrás una nueva mamá. Se pondrá muy contenta cuando te vea. - Le sonrió, un gesto que por angulo no podrían ver ni Goldman ni Van Helsing, pero que estaba destinado a aquella niña, para que se sintiera mejor. Emilie debía venirse conmigo, era un hecho necesario, por nosotros los allí reunidos, por ella y por Inglaterra. Emilie corría un grave peligro, y lo que era peor, de no tener una correcta educación ella podía convertirse en un grave peligro.

Quizás el inadaptado del profesor no lo hubiera escuchado o visto. O quizás no sabía que había visto o escuchado. Pero yo había visto y escuchado allí mismo. Y lo que era peor, era que parecía ser el único que lo había visto. - Todo irá bien, Emilie. Te lo prometo. - Acabé por decir, poniendome en pie y girandome hacia un Van helsing que solo parecía desear la inmediata desgracia de aquella niña. Puedo ofrecerle y le ofrezco todo aquello que desearía cualquier hijo de la Gran Bretaña, y tu repites e insistes que deseas que sea una desgraciada el resto de su vida.

- ¿Dos o tres días? No será necesario. Señor Goldman, en virtud de facilitar lo antes posible la vida de nuestra pequeña Emilie... ¿Sería tan amable de conseguir un teléfono y llamar al Palacio de Kengiston de parte del Duque Richelau, solicitando con premura la llegada de la Duquesa? - Siempre existía una alternativa, y esa era conseguir las cosas cuando y donde Richelau deseaba.

El cazador había centrado su atención en Catalina, dejándome unos segundos para recuperarme. Un error del que pensaba hacer que se arrepintiera.

Me levanté con toda la dignidad de la que un conde vampiro puede hacer gala y corrí hacía la espalda del cazador, quien en esos momentos sacaba una espada para atacar a la baronesa. El hombrecillo había intentado matarme, así que no debía esperar un comportamiento caballeroso por mi parte.

Y así fue, en cuanto llegué hasta él descargue un potente manotazo contra su cabeza, con tanta fuerza que habría sido capaz de convertirla en pulpa en caso de haberme encontrado en presencia de un gusano humano normal y corriente.

No hace falta que me des las gracias por advertirte de su presencia y darte tiempo a evitar que la bala que iba directa a tu corazón acabara contigo.- Le dije a Catalina con una sonrisa propia de la caza en los labios.- Después del truco de la niebla podemos considerar que estamos en paz.

Van Helsing, Sir Alexander, Daniel y Emilie, fueron conducidos a una sala de estar del orfanato, la de visitas, la más elegante y mejor decorada detodas las estancias de aquel edificio. Dado que el duque manifestó su intención inequívoca de adoptar a Emilie y que el nombre de la prometida de Richelau era conocido entre las monjas de la congregación, no tuvieron ningún inconveniente en acceder a los deseos del noble inglés.

Sor Madeleine, la madre superiora, les indicó de manera amable que esperasen la llegada de Lady Evangeline allí, tras haberles servido una taza de te y unos pasteles elaborados por las propias monjas.

- En verdad ha sido toda una sorpresa su decisión de hacerse cargo de la pequeña Emilie. Para serle sincera estoy convencida de que lo que realmente necesita la pequeña es una familia, pero antes debo asegurarme de que la dejo en buenas manos. Varias hermanas me han hablado sobre su prometida, Lady Evangeline, dentro de unos minutos tendré el placer de conocerla

El cazador que se encontraba completamente concentrado en el ataque contra Catalina, no fue capaz de ver cuando el conde se acercó a él por la espalda y con la palma de mano completamente abierta en todo su esplendor. La acción del conde se concentró en el pescuezo del encapuchado propinándola lo que vulgarmente se conoce como una colleja... pero teniendo en cuenta la fuerza de quien la propinaba y su enfado, tras haber sido agujereado en el pecho por aquel simple mortal... el grado de fuerza se incrementó aún más, convirtiéndose en la madre de todas las collejas, haciendo que el desdichado mortal saliese despedido hacia un lado y se precipitase hacia el suelo, quedando estampado en el mismo.

Gracias a esa acción el ataque del cazador fue interrumpido, quedando la espada que hasta ese mismo momento iba dirigida hacia el corazón de Catalina, en el aire hasta caer a unos metros de su dueño.

Conducidos al interior de aquel edificio. Un edificio que había conseguido que me debatiera en un largo e intenso debate mental conmigo mismo mientras avanzaba hacia él y me había obligado a mantenerme en silencio. Y aquel debate no era otro que no saber si aquel lugar me daba más repulsión que asco, o más asco que repulsión. Un lugar viejo, mantenido posiblemente por los esfuerzos continuados de las monjas, cosa que era de admirar... visto como estaba aquel lugar, claro estaba.

Pero sin duda, lo peor no era el lugar, la estrctura o el edificio en sí. Eran las niñas que corrían son control ni orden, haciendo ruido cual manada salvaje. Una jauría destructiva de todo lo que podía llamarse buen gusto. Por suerte tal tortura no duró demasiado, y la monja acabó ofreciendonos un lugar de espera. Posiblemente, este lugar ella pensara de máximo lujo y comodidades. Un lugar apropiado para las visitas que estaba recibiendo, pero no podía estar en peor error que aquel.

Solo con un vistazo, se podía ver que las sillas no eran de roble, si no de pino. La tela era algodón y la alfombra había sido tejida en inglaterra, y no en Persia como intentaba aparentar. Por suerte, llevar unos días juntandome con gente de la calaña de Van Helsing me había ayudado a tolerar con mayor rapidez lugares como aquel, carentes del estilo y lujo que gente como yo o como Lady Evangeline necesitabamos.

Tomé asiento en la cabecera de la mesa. Esperé que Emilie se sentara a mi izquierda, y dejaran el asiento a mi derecha libre para mi prometida. El té era malo. Lo rechacé indicando que en aquel momento, no deseaba tomar nada. Aunque en realidad lo que no quería era tomar nada asqueroso, por supuesto. Lo que si hice fue tomar aquellos pasteles. Pero no para mi, se los cedí a Emilie con una pequeña sonrisa, sin decirle nada.

- Muchas gracias, Sor Madeleine. A decir verdad, si no se asegurara de que la deja en buenas manos yo mismo me preocuparía. Espero que Lady Evangeline no retrase su llegada en exceso, y tenga ella también el placer de compartir mi dicha al conocerla. - Comenté, con un tono amable y calmado. 

Emilie aceptó los dulces de la mano del duque de buen grado, agradeciéndoselo con una sonrisa dulce y un suave balanceo de pies. Rochelau fue consciente de que a pesar de la precariedad en la que había sido educada aquella niña, poseía buenos modales y sabía comportarse, puesto que la chiquilla aguantó sentada junto él sin rechistar y sin coger ningún dulce hasta que no eran el propio duque quien se lo daba. Aquello sólo podía significar varias cosas, una que la chiquilla era lo suficientemente inteligente para saber que debía dar una buena imagen si quería salir de allí. Dos, que en verdad era una niña con buena educación lo que significaba que tenía medio trabajo echo y Tres podía deberse a ambas...

Van Helsing por su lado observó la escena en silencio, él aceptó de muy buen grado el té, pero dejó los dulces para la pequeña. Richelau le irritaba lo suficiente para no tener apetito, pero además de eso estaba el tema de su prometida o una de dos o era una santa por aguantar a un tipo como aquel o era tan estirada como él... las dudas sólo serían resueltas cuando la dama apareciera y, afortunadamente para ambos caballeros, la dama no tardó en hacer acto de presencia.
 

- Buenas tardes querido- saludó la bella Evangeline, una mujer tan sofisticada y estirada como el duque- He de reconocer que e ha sorprendido sobremanera que me hayas traído hasta aquí- Evangeline esbozó un ligero guiño al referirse al aquí, al parecer aquel sitio tampoco le parecía lo suficientemente indicado para una mujer como ella, le dijo acercándose al duque con elegancia y una media sonrisa dibujada en sus labios- estoy muy atareada con los preparativos de la boda, confio en que sea algo importante- continuó cayendo en la cuenta en ese instante de que su prometido estaba acompañado por una niña, el profesor Van Helsing y su ayudante, a quienes no pudo evitar mirar extrañada- Caballeros- saludó cortés- supongo que si están aquí ya sabrán quien soy, pero me presentaré igualmente. Soy Lady Evangeline Dalton, un placer...

Y alli estaba yo, dispuesta a enfrentarme a aquel cazador, y a esquivar aquel letal estoque que se alzaba en direccion a mi. Sin embargo, algo lo interrumpio.

Aun el el suelo, me di la vuelta, con actitud amenazadora y los colmillos fuera. apoyando las palmas de las manos en el suelo, gateando rapidamente por el suelo en busca de su espada, llena de ira. Estaba decidida a coger a ese desgraciado y despedazarlo con mis propias manos, a arrancarle la piel a tiras, poco a poco, y disfrutar de su largo sufrimiento y de su inmensa agonia.

En aquella pose, parecia una pantera a punto de saltar sobre su presa, fiera y sendienta de sangre.

Sin embargo, algo me interrumpio de nuevo. Una voz. Me giré, al reconocerla de inmediato.Alli estaba mi "queridisimo" Drácula, haciendo algo de una vez por todas que no implicara mi inminente muerte. ¿Asi que habia sido el quien me habia quitado de encima a aquel imbecil?

Mal, Catalina, Mal. No esta bien deber favores.

Sin embargo, tecnicamente no debia nada, ni tenia nada de agradecer. Mas bien podria decirse que habia sido el quien habia resarcido el favor que yo acababa de hacerle a el.

Me detuve entonces, al ver a Dracula junto a mi, y relaje mi gesto. No, claro que por muy atractiva que pueda parecer la idea de encontrar a una vampiresa agazapada en busca de su victima tenia claro que aquel no era mi paradigma estético favorito. Por eso, carraspee, ocultando los colmillos, mientras, con toda la dignidad del mundo, me ponia en pie,espada en mano, alisandome aquel vestido  con un gesto digno y elegante.

-Oh, tranquilo. Tampoco hace falta que tu me las des a mi por haber evitado que ese desgraciado te rematara. -respondi, en cuanto el hizo alusion al "truco de la niebla". - Ahora bien. Eres un maldito cobarde, señor Conde. ¿Tanto te costaba empujarme a un lado? ¿Sabes lo que ha faltado para que ese.... gusano me ensarte? ¿O es que era eso precisamente lo que pretendias? - pregunté, mirando en la direccion en la que habia caido el cazador, con el ceño fruncido en actitud indignada.

El cazador. Pobre de el. Aun no sabia qué destino le esperaba.

-A proposito... y aunque no te lo mereces... - dije, absolutamente digna, mirandolo por el rabillo del eojo, a la espera de sus disculpas, unas que seguramente no llegarian- ¿Has cenado ya esta noche? Porque creo que estaremos de acuerdo en que nuestro amiguito se merece un buen escarmiento, ¿No crees? Podriamos... divertirnos un rato.

Y mi sonrisa se afilo entonces, maliciosa, mientras deslizaba lentamente mi lengua por mis colmillos. Aquella, sin duda, era la mejor parte.

La monja les guió hasta un lugar reservado en que pudiesen esperar a la prometida del duque. Van Helsing se encontraba lleno de curiosidad. Descubrir que alguien podía aguantar a aquel hombre era algo realmente sorprendente. Esperaba que al menos compensase la acritud de Sir Alexander.

Durante el tiempo de espera Van Helsing examinó la actitud de su compañero. Estaba cada vez más convencido que el interés era lo único que guiaba a aquel hombre. Así pues, rezó porque Lady Evangeline le impresionase lo suficiente para poder confiar en ella. Sería la única forma de que Van Helsing accediese. Sabía que oponerse al interés de dos nobles le pondría en mala situación. Pero no estaba dispuesto a que la muchacha sufriese tormento en aquella casa.

Finalmente la susodicha hizo acto de presencia y Van Helsing se levantó para recibirla como era de rigor. Con una inclinación de cabeza y besando la mano de la condesa dijo:

-Mucho gusto en conocerla, milady. Mi nombre es Van Helsing, esta chiquilla tan preciosa es Emilie y este el señor Goldman, su protector.

Esperó a que la mujer se sentase antes de hacerlo él y dejó que el duque informase a su prometida del cometido de aquel encuentro.

Quizás fuera pura intuición, quizás fuera el sonido de las botas al chocar con el suelo que portaba Evangeline, quizás fuera el perfume o quizás la hubiera escuchado aun con la puerta cerrada. Fuera como fuera, Me puse en pie solo un par de segundos antes de que la puerta se abriera y apareciera allí la Duquesa.

Mi prometida.

- Buenas Tardes, Belle. - La saludé, con una media sonrisa que iba desde lo satisfecho por la brevedad de su llegada hasta el placer de tenerla allí. No hubo contacto físico de ningún tipo, ni muestra alguna de cariño. Nada. Solo una intensa mirada que ambos compartieron durante unos instantes que, quizás, quería decir mucho más que palabras.

- Siempre es algo importante. Toma asiento, por favor. - Y como buen caballero, retiré la silla para que la mujer pudiera sentarse y después coloqué la silla correctamente. Acto seguido, haciendo gala de la más exquisita educación y buenas maneras, tomé asiento una vez más, observando a los presentes en silencio.

- Permitidme tener el placer de presentaros a Lady Evangeline Dalton, mi prometida. - La presenté ante el profesor y su ayudante. - Este es el Profesor Van Helsing. Y a su lado se encuentra el Señor Goldman, su ayudante. - Por llamarlo de alguna, todavía no tenía muy claro cual era la relación entre aquellos dos hombres. Poco me importó que Van Helsing se presentara antes.

- Y esta de aquí es Emilie, quien con un poco de suerte, pasará a formar parte de nuestra pequeña familia en breves. -

Lady Evangeline escuchó a su prometido con interés, para después mirar tanto al profesor como a su ayudante con curiosidad. La imagen en general que daba la dama, era que se trataba de una mujer de buena cuna, con modales exquisitos y con una altivez semejante a la del duque pero en su mirada se apreciaba mucha más candidez. Cuando sus ojos se cruzaron con los de la pequeña Emilie, la dama le dedicó una sonrisa tierna, estaba claro que le gustaban los niños.

- Encantada caballeros- les dijo a Van Helsing y a Goldman- Alexander me habló de usted profesor- le dedicó una mirada divertida al duque para después mirar a Ludwing con amabilidad- confio en que ambos resuelvan con prontitud el asunto que tienen entre manos. Puede que a veces el caracter de mi querido Richelau le pueda resultar complicado, no todo el mundo es capaz de ver a través de su nombre y posición, pero le aseguro que es un buen hombre, el mejor de todos- aseveró la mujer frente a Van Helsing con dulzura- tenga paciencia.

Después se centró por completo en su prometido y tras mirar varias veces a Emilie y a Richelau de manera alternativa.

- Emilie,eres una niña muy guapa y además tu nombre muy bonito- le dijo a la niña acariciándole el mentón y estudiando sus facciones- Querido- se volvió hacia el duque- la niña es encantadora, pero creo que deberías exponerme con claridad por qué deseas que forme parte de nuestra familia, máxime cuando restan días para el día de nuestra boda- expuso demanera calmada pero seria a su prometido.

- Me hieres cuando piensas esas cosas sobre mí, querida. Te aseguro que no me apetece ver agujereada a una belleza tan extraordinaria como la vuestra. - comenzó a decir el conde cuando Catalina le echó en cara su actitud anterior- Yo sabía que serías capaz de esquivar esa bala, te lo advertí a tiempo sino me hubiera abalanzado sobre él, probablemente hubiera escapado. Y ahora no tendríamos oportunidad de disfrutar de su compañía- un brillo malicioso afloró a los labios del conde dando entender que estaba perfectamente deacuerdo con el plan de Catalina para con el humano- Por favor las damas primero...

Entonces el conde se frenó en seco y en esta ocasión si que agarró el brazo de Catalina para atraerla junto a él en un movimiento brusco, rápido e intuitivo.

Catalina estaba más que dispuesta a darse un banquete con el humano que se había atrebido a atacarla dos veces consecutivas en una misma noche, ya casi podía saborear su sangre, escuchar los latidos de su corazón apagándose cada vez más hasta extinguirse por completo... entonces un silbido en el aire le hizo girar la cabeza, justo en el momento en que el brazo de Drácula la sacaba del curso de un proyectil que fue nuevamente lanzado hacia ella.

La mirada iracunda de la mujer buscó por todos lados hasta que encontró una sombra en el extremo de la Iglesia, cuando quiso ir hacia allí la mano de Drácula sobre su hombro la detuvo.

- Querida, nos hemos quedado sin cena- señaló el lugar donde había quedado tendido el cuerpo del humano y en el que ahora sólo quedaba un regero de sangre.

Se volvió hacia la baronesa con el rostro contrariado.

- Parece ser que nos habían estado reservando una emboscada. De no ser porque la bala y la flecha fueron lanzadas hacia tí, pensaría que has tenido algo que ver, pero todo apunta a que alguien te quiere muerta y esta vez no he sido yo. Puede que seamos capaces de seguir su rastro. Vamos.

Ni siquiera me dio tiempo a replicar, ni a quejarme, cuando noté aquel agarrón y el tirón de Drácula en direccion a el. En un primer instante, lo interpreté como un acercamiento impropio en innecesario. Vamos, para que nos entendamos, que pensé que el conde lo que quería era disfrutar de mi cercania industrial.

Claro que, desde luego, no lo habria culpado por eso. Al fin y al cabo, era consciente de mi encanto, de mi atractivo y de lo irresistible que podia llegar a ser, tanto para mortales como para inmortarles. Por lo tanto, no habria sido de extrañar que Drácula hubiera querido tenerme mas cerca... despues de todo, tampoco era la primera vez que lo intentaba, todo sea dicho.

Sin embargo, de repente, escuche aquel silbido tan característico del proyectil acercándose, y casi rozándome. Aquella vez, al parecer, si que habia conseguido que el conde se comportara como un autentico caballero.

Apoyé mi mano en su pecho, girándome ligeramente para ver de dónde habia venido aquel proyectil. Y, al hacerlo, vi que alli estaba: una sombra, en medio de la noche, en un oscuro rincon.

Me aparté inmediatamente, con intención de perseguirlo, pero Drácula me detuvo. Y es que, en cuanto me giré para ver lo que sus ojos indicaban, me di cuenta de que no habia ni rastro de nuestro amigo el cazador.

-Maldita sea... Verdammt... Verdammt! Ach, der verdammte Jäger... - comencé a soltar improperios en mi alemán natal, al ver como mi suculenta cena se habia esfumado.

-- Claro que vamos a por él. Ahora mismo. - dije entonces, agarrando a Drácula por la muñeca, con intencion de seguir a aquel espontaneo.

Y es que habia algo cierto en las palabras del conde. Algo que, de repente, me dio que pensar: era cierto que iban a por mi. Aquellos dos ataques habian sido claros. Y eso solo significaba una cosa: alguien sabia quien era y que estaba alli y eso, desde luego, no me hacia la más minima gracia.

El profesor escuchó en silencio y quedó sorprendido ante las palabras de la mujer. ¿Buen hombre?, querrá decir mejor hombre astuto y sin escrúpulos. Sin embargo nada dijo. ambos hombres sabían perfectamente lo que el otro pensaba y no era ni el momento ni el lugar. Respondió de la forma más educada posible:

-En verdad que es cierto. Sin embargo confío en ser capaz de ver pronto lo que me asegura, milady. Vuestro prometido parece un hombre muy versado y seguro será de gran ayuda para nuestro cometido.

entonces calló y dejó que ambos hablasen y se explicasen.

Puede que Lady Evangeline parezca, o más bien sea tan estirada como el duque, pero hay una cosa que no puede ocultar y más para un hombre como tú, que eres capaz de captar la esencia de una persona mirándola a los ojos y observando sus movimientos... Sí, en la prometida del duque ves humanidad, calor en su mirada, estás ante una buena persona y es más a juzgar por el tono que ha empleado al hablarte, dirías que le has caído bien.

No pude evitar contestar a aquella mirada que me dedicaba mi futura esposa con otra mirada semejante, justo antes de que hablara del Profesor Van Helsing. Cuando esta abrió la boca, mi astuta mirada fue parar al profesor, esperando ver su reacción. Pareció ignorar las primeras palabras de la mujer. ¿Quien sería capaz de ignorar a una mujer como Lady Evangeline? Para sorprenderse cuando esta habló de que yo era un buen hombre. 

Me sentía halagado, pues no me consideraba un buen hombre. Solo un hombre comprometido con Gran Bretaña, solo un hombre dispuesto a enfrentarse a los más horribles monstruos que las pesadillas y la oscuridad podía ofrecerme para defender al pais, a sus habitantes y a la Reina.

- Por favor, me halagan en exceso y no es necesario. - Pidió primero a su mujer, de forma sincera. Y después a Van Helsing. Muy bien, sigue así... poco a poco te pareces más a mi. Me alegra poder enseñarle algo, Profesor.  Y tras aquel pensamiento, esbocé en mi rostro una pequeña sonrisa, maquillada de la mejor intención y buena volutnad.

Y tras eso, miré a Evangeline una vez más, esperando su opinión sobre la niña. En cuanto me miró y me llamó, le dediqué una encantadora sonrisa. - ¿Si? - Le pregunté, para después escuchar sus inquietudes y preguntas. Esperaba una pregunta así, y por supuesto, ya tenía algo pensado para ello antes siquiera de que la posibilidad de que Evangeline viniera, fuera planteada.

- Muy sencillo, Querida. Emilie no solo es una niña educada, inteligente y encantadora. Además, es victima de la desgracia y la congoja. No puedo pensar en dejarla aquí, sin hacer nada al respecto cuando sé que si los presentes hubieramos cumplido nuestro cometido a tiempo, los padres de Emilie no se habrían visto afectados por tan extraña enfermedad. Es nuestra responsabilidad darle a Emilie no solo el hogar que necesita, si no el cariño de unos padres que ahora no estan. -

Drácula y Catalina siguieron el rastro de sangre dejado en el suelo, al menos sabían que el cazador estaba herido y habían captado su olor, lo que significaba que para unos depredadores tan peligrosos y vengativos como ellos, aquel aroma jamás sería olvidado hasta que dieran con su presa. Sin embargo aquella noche no podía ser, el cazador no los había acechado sólo y ese alguien fue quien lo ayudo a escapar.

Llegados a ese punto ambos vampiros acordaron que debían separarse para realizar sus propias averiguaciones, se pondrían nuevamente en contacto cuando fuese necesario.