Partida Rol por web

Con mucho trabajo Bárbara consiguió no perderle la pista al profesor. Pero cuando la señorita Shelley estaba a punto de abandonar la persecución, Van Helshing pareció por fin llega a su destino. Una casa de tres plantas adosada, con aspecto dejado y donde parecía que la última planta era la que estaba en mejores condiciones.

Entonces Van Helshing pareció tomar precauciones antes de entrar, hasta que por fin se decidió y pasó con cautela. ¿ Por qué habría ido alli el profesor? ¿Quién viviría en aquella antigua casa? Quizás podría tratarse de un paciente, el profesor solía aceptar pacientes de cualquier clase social, incluso aquellos no podía pagarle la consulta.

Perseguirlo por la calle a una cierta distancia era muy diferente a entrar en una casa a la que no hubiese sido invitada. 

Está a punto de llamarlo, pero un momento después se dio cuenta de lo estúpida que estaba siendo. ¿Perseguir a un hombre en plena calle? ¿Tan importante era lo que tenía que decirle? Pero ya era demasiado tarde como para echarse atrás, de manera que sólo podía esperar que el profesor no hubiese percibido su presencia. ¡Menuda verguenza sería aquella!

Se sentía dividida... pero entonces recordó que sí tenía una escusa. - ¡Profesor! - lo llamó, sin saber muy bien si quería ser escuchada... o era mejor no hacerlo.

- ¡Profesor! - Entre el bullicio de la calle, la voz de Bárbara quedaba amortiguada. Un corto vistazo es suficiente como para darse cuenta de que la dama ha corrido más de lo que está acostumbrada, aún cuando ahora se esfuerza en recuperar algo la compostura, junto con el aliento. 

Ahora que te has parado, ella sigue andando, probablemente agradecida por tu detención, hasta que llega a una altura que le permite hablar sin alzar la voz - Profesor Helsing... Le gusta a usted ponerle difícil a sus alumnos finalizar correctamente sus trabajos, por lo que veo - Sonríe ahora, más recuperada, saludándolo con una broma que sin duda pretende aligerar el encuentro. Continúa hablando un poco atropellada antes de que Helsing pueda responder - El profesor Keane fue muy serio en sus indicaciones. El trabajo no estará correctamente elaborado sin el estudio de casos reales, y... no me ha sido posible alcanzarle hasta ahora. Ruego disculpe mi suposición... si le incomoda mi intromisión o no venía usted a visitar a algún enfermo, - duda, un poco azorada y baja la vista - no tiene más que decirlo, por supuesto, y... rogaré me disculpe por ocupar su tiempo...

Van Helshing consiguió llegar hasta el apartamento de Fizban sin caer en nada extraño, el anciano profesor gustaba de sembrar de trampas sus guaridas para evitar desagradables sobresaltos, y aquel edifico simplemente estaba lleno... En una ocasión estuvo a punto de ser golpeado por una enorme viga de madera pero Ludwing consiguió esquivarlo moviéndose hacia un lado como un gato...

Al principio, Van Helshing no entendía por qué Thaselhoff lo hacía, pero tras los acontecimientos en Transilvania, tenía que reconocer que aquello no era ninguna locura. El mal existía y lo más sensato era ser prevenido.

Cuando llegó a la puerta y golpear tres veces, el silencio fue la respuesta... seguido de un grito femenino proveniente de los pisos inferiores, concretamente de la entrada.

Bárbara había estado tan peniente de su propio discurso pensando que se iba a topar con Van Helshing, que no se dió cuenta de que unos finos hilos habían sido dispuestos en torno al suelo del edificio. De manera que sin darse cuenta rompió varios de ellos...

La joven se vio forzada a detener bruscamente su marcha y ser proyectada violentamente hacia el techo, cuando quiso darse cuenta se encontró metida en una red plateada como si fuera un vulgar jamón... pero aquello no era todo, pues de las sombras, surgieron un par de ojos dorados que la miraban con curiosidad y fiereza...la joven se encontró reflejada en los ojos de un lobo.

Bárbara se consideraba una mujer difícil de atrapar y capaz de desenvolverse en cualquier clase de situación, pero aquello sin duda no se lo esperaba. Como si de un escudo se tratase, aún sostenía el libro contra el pecho, aprisionado ahora tras el impulso instintivo de protegerse.  

Aquello... aquello no era normal, y saberlo le dio alguna clase de siniestra satisfacción. Ella no se dejaba atrapar por cualquier tontería. 

Así pues, comenzó a mirar a su alrededor a toda prisa. 

Con calma y si no se preocupase de los rasguñones de la ropa, quizás fuese capaz de soltarse, pero la mirada de amenaza de aquel enorme perro, el cual se resistía a pensar que pudiese ser realmente un lobo solo por la terrorífica connotación que traía consigo esa idea, la disuadía de hacer cualquier movimiento en tentativa. 

Quizas, si lograse hacerse una mejor idea de lo que estaba pasando... calma, solo necesitaba calma.

Tras el grito Van Helsing se asomó por la las escaleras alertado por el grito. Intentó observar desde arriba, pero al parecer la altura le impedía distinguir que pasaba abajo, por lo que decidió bajar las escaleras de nuevo para ver que es lo que pasaba.

Mientras bajaba observaba la parte inferior intentando descubrir que pasaba antes de llegar.

Al menos ya sabía dónde estaban las trampas y podía evitarlas con cierta facilidad.

Van Helshing bajó los escalones con todo el cuidado y premura que pudo, afortunadamente para él sorteó las trampas sin sufrir ningún percance más.

Cuando llegó a la entrada se encontró con una escena inesperada para él. Cancerbero se encontraba vigilando una red plateada colgada del techo, como si fuera un jamón, con una mujer en su interior. Cuando la miró bien, se dio cuenta de que era Bárbara, que a su vez trataba de salir de allí analizando la situación.

Bárbara, mientras trataba de conseguir encontrar el punto débil de aquella red escuchó unos pasos acelerados que provenían de arriba. Con el corazón en un puño miró hacia las escaleras...

 Se trataba de Van Helshing, que por su expresión estaba claro que no la esperaba allí. El perro lobo miró alternativamente a uno y otro y sin moverse de su sitio olisqueó a Bárbara para hacerse a un lado y continuar observándola con atención.

Van Helsing quedó sorprendido al encontrar a Bárbara envuelta por la trampa del profesor Tasselhof:

-Señorita Shelley, ¿qué está haciendo usted aquí?

Dijo acercándose con cuidado para evitar las trampas del lugar y llegar a la altura de la red.

-Creía que estaba realizando el trabajo que le encomendé.

El profesor intentó cortar la red para intentar liberar a Bárbara de aquel lugar.

La expresión de Bárbara era todo un poema. Ver allí a Van Helsing fue mucho más que un alivio y apenas se atrevía a sonreír, mucho más con aquel Lobo... perro o lo que fuera, mirándola aún con esos ojos ambar. 

Entonces recuerda quien es y trata de contener la emoción aún a pesar de lo aparatoso de su postura.

- Pre... precisamente, profesor. El... el profesor Keane fue... fue muy específico en cuanto a sus indicaciones sobre los ejemplos prácticos que debía citar... He tratado de alcanzarle, pensando que acudía a... alguna visita a domicilio, pero algo me dice que la situación es algo más compleja que eso ¿estoy en lo cierto?

Y déjeme decirle que su paso es verdaderamente ágil cuando se lo propone - Sonríe. En mitad de aquella situación, parecía un gesto mas cómico que elegante.

-Señorita Shelley, no comprendo que tienen que var las indicaciones del doctor Keane con el hecho de que me haya seguido hasta aquí. Este es un lugar algo peligroso para quién no lo conozca. Fuese lo que fuese lo que necesitase seguramente habría podido esperar a mañana.

Dijo mientras cortaba un lateral de la red para ayudar a liberar a Bárbara. Corta la parte superior era más sencillo pero también implicaría que Bárbara cayese a plomo al suelo y se lastimase, cosa que Van Helsing no deseaba que pasase. Una vez lo consiguió, tendió la mano a Bárbara para ayudarle a salir de la red.

Ella guarda silencio ¿Qué podía decir?

Aguarda mientras es liberada, quizás más lentamente de lo que hubiese deseado, y finalmente acepta la ayuda de él. 

Trata de mantenerse serena, pero lo cierto es que empezaba a sentirse estúpida e inapropiada. Con más bien pocos resultados, trata de recomponer un poco su imagen, evitando mirarlo directamente.

- Disculpe... entiendo que mi llegada no ha sido acertada. 

Espero que nos veamos mañana, profesor...

Tras ayudar a Bárbara a salir y ver que se sentía apurada, el profesor respondió para quitarle hierro a la situación:

-¿Se encuentra bien?

-Ya que ha venido hasta aquí, comenteme que es lo que quería. Sería una lástima haber hecho el paseo en balde.

Tratando de mantener la serenidad, Bárbara comienza a relatar desde el principio lo que ya había explicado.

- Discúlpeme. El Profesor Keane me instruyó para que lo buscase inmediatamente. Para finalizar correctamente mi trabajo necesitaré varios estudios de caso. Esperaba poder hablar con usted sobre ello al finalizar la clase, pero al verlo salir con esa prisa supuse que acudía a visitar a un paciente y quizás yo podría ayudarle.

No me fue posible interceptarlo en la calle, me temo, y pido disculpas por mi presunción y mi atrevimiento.  - Se detiene un segundo antes de coger aire una vez más. La última parrafada la ha dicho casi sin respirar.- Este sitio me pone la piel de gallina... - Hace una leve inclinación a modo de despedida educada mientras sigue tratando de controlarse - Y perdón también por la interrupción. No abusaré más de su tiempo.

Barbara no es capaz de dar siquiera un par de pasos cuando se topa con un hombre alto, delgado, vestido de negro, con levita, chistera, unas gafas moradas y una extravagante barba en forma de pulpo.

- Mi querido cachorro se me ha adelantado usted...pensé que vendría más tarde, no me has dado tiempo ni de preparar un buen pastel de limón con setas dulces... Y... vaya- se ajustó los anteojos mirando a Bárbara con interés-¿Quien es esta encantadora dama?

Cuando apareció el profesor Tasselhoff de la nada como siempre Van Helsing se giró hacia el hombre y comentó cuando Fizban hizo referencia al hecho de haber llegado pronto:

-Buenas noches, profesor. Hacía mucho que no sabía de usted y me alegró que contactase conmigo. Esta es la señorita Shelley. Una prometedora doctora. Tengo la suerte de que me asista, al igual que hacía yo con usted, profesor.

Tras lo cual saludó efusivamente a Fizban, como dos buenos amigos.

-Recibí su carta y me pareció de urgencia venir a verle.

Tras lo cual se giró y presentó al profesor a Bárbara:

-Señorita Shelley. Le presento al doctor Tasselhof. Todo lo que sé se lo debo a él.