Partida Rol por web

Van Helsing observó como Fizban le ofrecía el diario de su amigo pero no dijo nada. Se volvió de nuevo a mirar por la ventana mientras recordaba viejos tiempos al lado de Harker. Hasta que Fizban no pidió a Bárbara que se quedase, Van Helsing no se giró. Miró hacia Bárbara y con tono triste comentó:

-Señorita Shelley, por favor, espere. Un silencio invadió la sala y Van Helsing avanzó hacia el sillón que ocupase al comienzo. Dejó escapar ligeramente el aire en sus pulmones mientras se sentaba y dirigía su mirada hacia el diario que sostenía Bárbara entre las manos.

-Debería saber que todo lo que el señor Harker ha escrito en ese diario es cierto. Existe una enfermedad que lleva a la muerte, cuyos síntomas podrá descubrir en ese diario que tiene entre las manos. Sin embargo esa enfermedad no proviene de ningún virus en sí... Un silencio para tragar saliva y tomar un poco del té que había dejado a la mitad, le permitió recuperar fuerzas para continuar su relato.

-...Existe una persona en Transilvania culpable de transmitirla. Un hombre que ha vivido durante centurias, al que el paso del tiempo no afecta. El señor Harker y yo mismo estuvimos investigando sobre él, portador del vampirismo y fue lo que llevó al señor Harker a la muerte. Yo mismo debía unirme a su investigación, pues conseguimos localizarlo, sin embargo llegué tarde y no pude llegar para ayudarle. Es algo que lamento profundamente. Lamento lo que sucedió y lo que tuve que hacer.

-Esa persona es portadora del vampirismo, señorita Shelley. Desconozco el conocimiento que tiene sobre el tema, pero puedo asegurarle que es real. Es más real de lo que pueda imaginar y pensé que habíamos conseguido acabar con él. Yo mismo pude ver su final, o eso mismo creía...

Esta vez Van Helsing elevó la mirada hasta encontrar los ojos de Bárbara:

-Señorita Shelley. Sé que es una historia dificil de creer. Incluso fue difícil para mí, cuando mi familia fue atacada por ese monstruoso ser. Pero debéis de hacer un esfuerzo en creerla. Por favor, no creáis que estamos locos. Este asunto es demasiado peligroso para menospreciarlo.

Una docena de respuestas malsonantes o propasadas pasaron en un décima de segundo por su mente. Comenzaba a notar una presión en la garganta por el esfuerzo de contener dichas respuestas. No sabía qué pensar. Aquello parecía una broma, pero el tono y la gravedad de la escena dejaba bastante poco margen a suponer que esos hombres no lo creyesen. Así que solo quedaba la opción de la locura.

Aún con todo ello, se esforzó en dar la respuesta más escueta y educada posible.

- Comprenderán, señores, que lo que me cuentan resulta bastante difícil de creer.

Fizban la miró en silencio con gesto serio, no hacía falta ser un genio para presuponer lo que estaba pensando de ellos la dama. Por ello en lugar de contestar al momento aguardó a que fuese Van Helshing quien le replicase.

Van Helsing asintió a las palabras de la señorita Shelley:

-Tiene razón, señorita Shelley. No voy a negar la dificultad de comprensión de nuestras palabras para una mente lógica como la vuestra. Sin embargo debe darle cierta credibilidad. Usted me conoce perfectamente para saber que dentro de mis excentricidades no se encuentra la locura.

-Voy a contarle una historia. Quizá no le ayude a darle credibilidad a mis palabras, pero debe estar segura de que es cierta. Le tomó de la mano a Bárbara y le llevó de nuevo hasta el sillón que ocupase inicialmente.

-El señor Harker era un gran amigo con el que colaboraba frecuentemente. Ambos llegamos a descubrir la existencia del conde Drácula. He de confesarle que llevo estudiando el vampirismo toda mi vida y el señor Harker me ayudaba.

-Decididos a acabar con la existencia de Drácula, el señor Harker viaja hasta el castillo del conde, arguyendo tomar el puesto de bibliotecario, pero con el secreto fin de matarlo. Una vez allí conoce a una mujer vampiro, prisionera de Drácula, que le pide ayuda. A continuación conoce al conde, que queda sorprendido con un daguerrotipo de la prometida del señor Harker, Lucy. El señor Harker queda atrapado en el castillo y es atacado por la mujer vampiro. Intenta acabar con Drácula, pero sólo consigue matar a la mujer vampiro antes de ser derrotado por aquel, quien desaparece.

- Había quedado con el señor Harker en Transilvania para continuar la investigación, pero llegué tarde, y no hay día en que me arrepienta de ello.

-De regreso a la ciudad, me acerco a casa de la señorita Lucy a dar la noticia de la muerte del señor Harker, pero encuentro a la señortita Lucy muy enferma. Con la ayuda de Mina, la esposa de Arthur, hermano de Lucy, consigo examinarla y descubrir que Drácula se está vengando de la muerte de la mujer vampiro, atacando a Lucy, y aunque hicimos todo lo que pudimos se infravaloraron mis recomendaciones y la señorita Lucy terminó por convertirse en un muerto viviente.

-Convencido de la espantosa situación de su hermana, Arthur decidió ayudarme a destruir a Drácula, una vez liberada el alma de Lucy.

Toma un poco del té y prosigue:

-Sin embargo, mientras nos dedicamos a seguirle la pista a Drácula, éste aprovecha que Mina se encuentra sola y la ataca. Descubierto, la rapta y regresa a su castillo a toda prisa. Conseguimos perseguirle y darle alcance cuando llegó a su castillo.

-El señor Westenra* puede dar fe de lo que digo es cierto.

Fizban miró alternativamente a Van Helshing y a Barbara, quizás había sido demasiado directo pero i los temores de Fizban eran ciertos lo más aconsejable para aquella señorita era estar alerta.

- Señorita Shelley, el vampirismo es una enfermedad muy rara, también se suele denominar a sus portadores como muertos vivientes por que el aspecto que adquieren es muy similar a la de un muerto. Para empezar presentan una tez muy pálida, es muy difícil constatar su pulso y posen una gran fortaleza física amén de que son inmunes al dolor... los infectados por dicha enfermedad comienzan presentando síntomas muy similares a anemia.

Imitando a Van Helshing tomó un sorbo de te y prosiguió su relato.

- Ludwing perdió a su mejor amigo y a un familiar muy querido por él, ademas de estar a punto de perder él mismo la vida en ello...como comprenderá es un tema delicado para él y por desgracia el demente portador de la enfermedad es posible que siga en pie...sí señorita, el mayor problema de todo esyo es que los que están infectados por el vampirismo suelen ser bastante agresivos...

Bárbara coge aire despacio - Profesor... sabe usted que le tengo en la más alta consideración, pero la historia que me cuenta me sigue resultando inverosímil. 

¿No me dijo acaso que no llegó a verle, que ya estaba muerto? ¿Cómo es posible que supiera usted de todos los detalles de dicha aventura, pues? ¿Incluso de las circunstancias finales de su muerte, las cuales sin duda el bueno del señor Harker  no hubiese tenido tiempo de dejar por escrito en este diario? - En su mirada había un cierto desafío que denotaba la inteligencia de la mujer con la que estaban hablando. ¿Cuantas damas percibirían un detalle tan sutil? - ¿Cuanto está comprobado? ¿Cuanto es suposición? 

Usted es un hombre de ciencia ¿Cómo se deja engatusar por una leyenda? ¿Y realmente mataron a una mujer enferma de la sangre? - Quizás aquello era lo peor. La pobre desdichada no habría tenido ni fuerzas para defenderse. Era una locura. Bárbara necesita hacer un esfuerzo por no levantarse nuevamente y salir corriendo de la sala, pero la mano del profesor Van Helsing la seguía reteniendo... y una parte de sí misma quería creerlo, aunque solo fuera porque la imagen que tenía de aquel hombre no se resquebrajara. Unos ojos sagaces serían capaces de percibir su incomodidad. - ¿Y usted, profesor Fizban? No he escuchado su nombre mencionado en el relato. ¿De qué conoce a estas supuestas criaturas?

Van Helsing asintió. Lo había intentado pero estaba claro que a una mente como la de la señorita Shelley no se le podía omitir información. Se había dado cuenta rapidamente de lo que el profesor había omitido conscientemente.

Desvió la mirada con pesar y soltando suavemente la mano de Bárbara se dirigió de nuevo hacia la ventana. Contar lo que estaba a punto de contar le dolía en el alma y prefería no encontrarse con los ojos de ninguno de los presentes. Se aproximó de nuevo a la venta y continuó:

-Verá, señorita Shelley... Podría decirse que vi al señor Harker antes de que muriese. Había sido infectado por el conde drácula y era víctima del vampirismo. No tuve otra opción. Una vez que mueres, el alma no encuentra reposo y busca sangre con la que mantenerse en la no vida. Tuve que liberar su alma de aquella prisión.

-La señorita Shelley murió víctima del vampirismo. Liberé su alma al igual que hice con el señor Harker. Es todo mucho más complicado como para ser juzgado tan duramente, señorita Shelley. No matamos a nadie. Aquellas palabras de Bárbara le molestaron sobremanera a Van Helsing. ¿Cómo se atrevía a juzgarle? ¿Acaso sabía de lo que hablaba? No, estaba claro que no. Ella no había visto como su mejor amigo sucumbía ante su enemigo, como Lucy caía de igual manera, ni había tenido que luchar con el conde drácula jugándose la vida.

Se giró hacia la muchacha con rostro serio, conteniendo su rabia. Soy un hombre de ciencia y como bien sabrá no me creo cualquier historia. Sólo creo en aquello con pruebas suficientes para ser demostrado como verdadero. No las crea si no quiere, pero eso no implicará que todo lo que le hemos contado deje de ser cierto.

Fizban le dedicó una mirada preocupada a Van Helshing, todo aquel asunto le afectaba mucho, él conocía todo lo que había pasado en Transilvania de boca del propio Van Helshing y no había pasado el suficiente tiempo como para que las heridas sanasen. Entendía a su antiguo alumno pero era necesario que se recuperase pues intuía que la vida le iría en ello... si sus suposiciones eran ciertas.

- Señorita Shelley, mi nombre no aparece en el relato puesto que no intervine de manera directa. Tenía otros asuntos que atender y Ludwing se ofreció a llevarlo a cabo él mismo, confié y confío en él lo suficiente para dejarlo hacer... Y con respecto a lo que le acaba de decir, poco más tengo que añadir, salvo recomendarle que lea ese diario y lleve a cabo sus propias conclusiones... Insisto nuevamente en que lo que estamos tratando es una enfermedad extremadamente rara, pero no tiene por qué convertirse en ninguna pandemia, simplemente he hecho llamar a su profesor para que me ayude a verificar si mis sospechas son ciertas y si... Dios lo quiera, están infundadas.

- Siendo así, les deseo mucha suerte, caballeros, y que sean capaces de confirmar la ausencia de esa enfermedad.

¿hay algo más que deseen compartir conmigo antes de irme? - Mantenía su mejor expresión de poker, de manera que era imposible adivinar qué sentimientos podrían haber agitado en su interior ambos profesores. Su aparente serenidad solo era traicionada por un ligero rubor en las mejillas y unos ojos inusualmente brillantes. La perspectiva de que su adorado profesor no hubiese matado solo a una mujer enferma como era esa Lucy, sino también a Harley, a quien ella apreciaba, era inmedible, y su estómago comenzaba a revelarse frente a semejantes noticias.

Necesitaba salir de aquel lugar cuanto antes.

Fizban observó atentamente cada movimiento y reacción de la joven, no le gustó lo que se adivinaba en ella, pero tampoco la conocía lo suficiente como para enfadarse con ella o tratar de convencerla de algo. 

- Lamento que nos esté juzgando de esa manera señorita Shelley, sobretodo a su profesor... Está anocheciendo y esta calle está poco transitada, si lo desea puede esperar a que termine de hablar con Van Helshing, no tardaré mucho... o marcharse ya si ese es su deseo. 

Ante las palabras de Bárbara el profesor negó. Nada más iba a aportar para intentar convencerla. Demasiado había explicado y demasiados recuerdos habían aflorado rápidamente sin siquiera darse cuenta. Y no habían sido buenos recuerdos precisamente.

Van Helsing decidió sentarse en el ventanal del despacho. Con la moral algo baja debido a la impresión que la señorita Shelley se había llevado, su estuidiante más prometedora. Sin embargo poco podía hacer. Había explicado todo lo acontecido. Quizá hubiese sido mala idea, pero pensó que Bárbara podía ayudar a ambos hombres a asegurarse y localizar el origen del vampirismo. Le costaba creer que hubiese vuelto a resurgir. Pero las indicaciones venían del profesor Thaselhoff, y era lo que le impulsaba en el fondo a creerlo.

Tras las palabras de Thaselhof, Van Helsing esperó la respuesta de Bárbara y posteriormente a los indicios del profesor para comenzar a averiguar cuan ciertas eran esas sospechas.

- No deseo incomodarlos - ni seguir sintiéndome incómoda - De modo que me retiraré. Ya deben estarme esperando.

Y mirando al profesor Thaselhoff - Solo puedo prometerle... que leeré este diario que me ha prestado. 

Le dolía mirar a los ojos a su profesor. No sabía si sería capaz de enfrentarse ahora a la decepción en su mirada, ni a la imagen de verlo como un asesino. Nada de aquello tenía sentido. Necesitaba pensar... aclarar sus ideas, y nada de lo que escuchaba ni la rodeaba le ayudaba a hacerlo. Pasaría más tarde por la biblioteca, por si hubiese algo más allá de toda aquella aparente locura en algún volúmen a su alcance.

- Con su permiso...

Ni Fizban ni el profesor hicieron amago alguno por detenerla. Van Helshing le dedicó una escueta mirada, la misma que Barbara le habría dedicado de haberlo mirado, mitad decepción mitad tristeza por la opinión que el brillante profesor había apreciado en su alumna más destacada sobre él. 

Tan sólo unas palabras de recomendación escaparon de Ludwing.

- Tenga cuidado a su regreso, prácticamente ha anochecido.

Fizban aguardó a que Bárbara se marchase para emitir un silbido, a los pocos segundos Cancerbero hizo acto de presencia. Van Helsing se sobresaltó al percatarse de la presencia del lobo de Fizban. Conocía los extraños métodos de Fizban y a su misteriosa mascota... pero nunca dejaba de sorprenderse ya gradecer al Todopoderoso que aquel hombre estuviera del bando del bien.

- Cerbero, síguela y protégela.

El animal, lo miró con ojos más parecidos a un humano que una bestia. Y sin más abandonó la estancia por una trampilla hecha especialmente para él. 

- Mi querido cachorro- le dijo a Van Helshing- me temo que hemos puesto a su alumna en un aprieto. Pero de momento no tiene por qué preocuparse por ella, Cerbero la seguirá hasta que llege a su casa. Bien- apuró lo que le quedaba de te- ¿Por donde ibamos?- lo miró rascándose la cabeza

Bárbara bajó las escaleras más rápido de lo que una muchacha de su condición habría echo, su deseo de salir de allí la animó a bajar de dos o incluso de tres los escalones hasta llegar a la puerta. Antes de que quisiera darse cuenta ya había llegado al recibidor y salido a la calle. 

Una mirada al cielo le rebeló que efectivamente la luz había desaparecido, una brisa fresca provocó que se le erizara la piel y se arrebujara en su abrigo.

Van Helsing observó con seriedad en el rostro como Bárbara se iba de la estancia. Conocía la mirada de la chica, notaba su decepción y su rechazo. Si bien, Van Helsing no estaba contento con la situación, para él nada había cambiado. Le decepcionaba que su alumna más brillante pensase así de él, pero no se arrepentía de nada. Hace unos años pasó lo que acababa de relatar y sabía que tanto Harker como Lucy se hallaban libres y seguros. Lamentó tener que hacer lo que hizo, pero sabía que era lo correcto.

Van Helsing quedó mirando la puerta por la que había salido Bárbara y cuando Fizban llamó a su fiel lobo, el profesor centró su mirada en aquel animal y con una sonrisa agradeció a Fizban el gesto:

-Es toda una fortuna contar con usted, profesor. Se lo agradezco.

-Es una muchacha inteligente, mucho más que estos dos viejos que nos encontramos aquí ahora mismo. Estoy convencido que investigará por su cuenta. No se dejará influenciar ni por nosotros ni por lo teóricamente correcto y real. Llegará a sus propias conclusiones, profesor.

En ese momento, como si nada de lo acontecido anteriormente hubiese tenido lugar, Van Helsing se giró y tras la pregunta de Fizban contestó:

-Me comentaba la existencia de pruebas indudables de la vuelta del conde drácula, o alguno de sus esbirros. Dígame, ¿qué es lo que ha encontrado?

Bárbara se sentía desconcertada, fuera de lugar. Varios de sus pilares se estaban tambaleando, y no era fácil elegir entre si dudar de los principios que habían construido su vida o dudar de su admirado profesor. El corazón le bombeaba en el pecho, sufrido por tamaña decisión que se le presentaba. 

¿Estaría la biblioteca abierta a aquellas horas? Siguiendo a Van Helsing se había alejado de la universidad más de lo que esperaba. Conocía al vigilante y estaba segura de que con un poco de persuación sería capaz de convencerlo para que le permitiese acceder a la biblioteca, pero sus padres cada vez dependían más de ella, y no podía dejarlos solos a aquellas horas.

Con resignación bordeada en hastío, Bárbara se encamina para tratar de coger un carruaje. Si se lo proponía podía pasar desapercibida, y tenía las piernas lo bastante fuertes como para resultar escurridiza ante casi cualquier asaltante, pero dentro de poco sería una hora demasiado avanzada para una dama. Así pues, y con la luz menguante, decide regresar por donde ha venido, aun teniendo que caminar un poco.

Mientras andaba, seguía pensando en lo sucedido y se dio cuenta de algo. Era el orgullo lo que la había traicionado. El orgullo de sentir, por primera vez en mucho tiempo, que la situación se le escapaba de las manos, que no la dominaba. Incluso aprender algo nuevo en clase eran situaciones que podía manejar, aún enfrentándose a lo Desconocido, porque era un vacío fructífero donde cada nuevo paso ganado a la ignorancia era más delicioso que el anterior. Y sin embargo... 

Bloquea sus propios pensamientos para evitar derramar unas lágrimas poco propias de la mujer en la que quería llegar a convertirse y aprieta las mandíbulas, obligándose a mirar al frente mientras sigue andando.

Tenía que lograrlo.

Tenía que conseguir desentrañar aquello. Encontrar alguna otra fuente, arrojar luz en aquella oscuridad. Necesitaba controlar la situación.

Fizban tras escuchar a su alumno se levantó y se dirigió hacia uno bureau lleno de libros, papeles y... un juego de te antiguo. Sacó una pequeña llave de su chaleco y abrió un cajón sacando un paquete de cartas atadas con un lazo rojo.

Se aproximó de nuevo hacia su asiento, desenrolló el lazo y tras dejar varias cartas que estaban al principio del montón sobre la mesita, eligió una y la desplegó.

- Lo que tengo es una gran inquietud y sospecha de que algo va a ocurrir. Estoy convencido de que acabaste con Drácula, y me inclino más porque sea otra la fuente del peligro que nos aguarda... Desgraciadamente el conde no era el único vampiro que habita en Europa. Pero si uno de los más poderosos y peligrosos... de manera que aún quedan algunos de los más poderosos y peligrosos... Esta carta es de uno de mis colegas de alemanes, el profesor Ambrosius, viene detectando desde hace unos meses movimientos extraños en la zona de la Selva Negra. Ha estado investigando por su cuenta y lo último que hemos recibido de él ha sido esta carta- le tendió la misiva, escrita en un perfecto inglés, Van Helsing pudo comprobar que estaba dirigida expresamente a Fizban.

- Léela mi cachorro antes de que continue- lo apremió mientras se serbia una nueva taza de té y mordisqueaba una pasta.

Bárbara había acelerado más de la cuenta sus pasos de manera inconsciente. Deseaba llegar a casa lo antes posible, quizás si leía aquel diario podría empezar a desentrañar parte de todo aquel misterio. 

Entonces un sonido hizo que parara en seco y volviera a la realidad, mirando a su alrededor atemorizada.