Partida Rol por web

Yaril·la asiente mientras escucha a Mólor, pero hay un momento durante la disertación del mago en el que la sacerdotisa guerrera ensombrece su semblante, y echa mano de forma inconsciente a su medallón. Un gesto similar a una oración silenciosa y breve que la aleje de algún mal.

Cuando Mólor termina, le mira.

No lo... Había pensado así. La Era de los Transtornos fue un espacio de tiempo en el que los Dioses, castigados, fueron arrojados por Ao al mundo. Se mataron entre sí, y otros humanos ascendieron. La magia funcionaba erráticamente o no lo hacía, y causaron grandes... Transtornos y catástrofes allá donde dioses malvados tuvieron poder. 

Esto sucedió porque... Dos Dioses robaron las Tablas del Destino del propio Ao. Incumplieron esas reglas. Cuando las Tablas del Destino fueron devueltas, los dioses volvieron a sus planos pero tuvieron prohibido inmiscuirse de forma directa en los asuntos de los mortales.

Si alguien... ha roto esas reglas, y el Supradiós les castiga de forma similar... Se acercan de nuevo tiempos oscuros.

Suspiró y le cogió la mano a Mólor.

Puede que no tengáis dioses a los que acudir, pero la Fe no es solo en las deidades. La gente necesita creer en algo. La gente, el puñado de campesinos más inepto, puede creerse capaz de derrocar a un tirano, y lograrlo, siempre que tenga Fe en la victoria, en un 'después' mejor, o en que simplemente, puede haber un 'después'.

Tu gente no necesita desesperadamente dioses, Mól. Si no Fe. Fe en si mismos, Fe en un mañana luminoso. Puede que seas solo un hombre, pero tú puedes llevar esa Fe a sus corazones, y hacer que cada uno de esos valientes soldados valga por cien.

Le apretó la mano con cierta fuerza.

Tal vez un puñado de paladines y cruzados quisieran viajar contigo a luchar contra el Mal. Puede que una compañía entera de alguna Orden de caballeros de Kélemvor, puede que consigas un objeto mágico que deshaga la magia que mantiene en pie a los Caídos... Pero si no les traes Fe, tu viaje por Faerûn no habrá servido de nada.

¿Crees que yo no tengo dudas cuando guío a mis compañeros? He perdido a muchos en estos años... Tengo... Miedo, cuando no sé si una orden MIA nos llevará al final. Yo misma dudo de mi. Pero... No importa que tú mismo no creas en ti, pero ellos necesitan a alguien en quien creer, Fe en algo o en alguien... Si haces que ellos sí crean que eres especial, que pueden ir a mejor las cosas si siguen tu ejemplo... Tendrán el arma más poderosa de todas, una que siempre habían llevado pero de la que nunca se habían percatado.

Por lo que dices de la esa Era de los Trastornos, es similar a lo que se supone que los dioses de mi plano intentaron hacer con la sombra, desterrarlo al plano mortal… sólo que él corrompio la magia para que lo que nada ni nadie pudiese acceder o dejar el mundo al que había sido desterrado- dije, pensando en la similitud de ambas situaciones -Y si ahora alguien intenta acceder a donde en teoría no debería poder… estaría intentando hacer algo Ao, o puede que los que están por encima suya deberían poder hacer, y eso es cambiar la jerarquía de la que has hablado, lo cual es mucho peor- le dije -Dudo que el castigo fuese tan “simple” como el que ocurrió entonces… eso si es que se puede castigar a los culpables- añadí.

Claro que algo así explicaría por qué he podido salir de mi mundo…- pensé, aunque antes de decirlo en voz alta, noté como la sacerdotisa cogía mi mano.

No digo que necesitemos dioses, Yaril·la. Incluso sin ellos, fueron dos veces las que derrotamos a la Sombra y la obligamos a esconderse en un inmundo agujero- le dije -Pero cuando se alzó por tercera vez, nos derrotó desde dentro mediante la traición de quienes se suponía la enfrentarían. Y aun así, luchamos. Soldados y campesinos, niños y ancianos, hombres y mujeres, todos lucharon, confiaron los unos en los otros, tuvieron fe…- empecé a contarle -Pero de eso hace ya más de un siglo. Ganamos batallas, pero constantemente perdimos la guerra, paso a paso, la sombra ha ganado terreno y lo que ha logrado reclamar nunca lo hemos recuperado. En las tierras conquistadas, la gente se ve obligada a vender a sus vecinos como espías o traidores para conseguir algo de alimento para sus hijos, y en las que aún están libres, los niños mueren de hambre o enfermedad, eso si es que no lo hacen luchando en batalla- continué -Y aun así seguimos luchando, confiamos cuanto podemos en los que luchan con nosotros… pero nunca demasiado, pues la Sombra está en todos lados. Tenemos fe en nuestra Reina, cuya magia es lo único que nos ha permitido resistir a la Sombra en Erethor… pero pocos son los que creen posible una victoria, eso si es que queda alguien que lo haga- le dije -Es cierto que tener fe y confiar puede ser necesario… pero si no quedan hombre que puedan luchar, ni espadas que se puedan empuñar, solo la fe no nos salvará- le dije -Y respecto a lo de ser especial… no sé cómo será aquí, pero créeme si te digo que en mi mundo eso solo conlleva desconfianza- añadí en tono sombrio al tiempo que retiraba levemente mi mano, como si aquello último me hubiese recordado algo que prefería olvidar.

Por supuesto que la Fe os salvará. Dijo, sin ápice de duda. Hace cuatro o cinco generaciones desde que empezó la guerra, ¿No? La gente necesita respirar, ser fuerte de nuevo en su interior. En cuanto a ser especial... Me refiero a ser un ejemplo, a ser el que marque la diferencia, el que inspire a otros.

Le miró.

¿A qué creías que me refería...? 

No si fe es lo único que tenemos- le repliqué -Puede que la fe nos ayude a seguir luchando… pero necesitamos mucho más para tener posibilidades de ganar, cosas que sin ayuda ni siquiera podré llegar a pedir a quien pueda otórgamelas…- le dije, deteniéndome por un instante cuando me miró a los ojos.

A… a nada, olvídalo- le dije apartando la mirada y con una expresión que indicaba claramente a cualquiera con ojos en la frente que tras ese “nada” había “algo” de lo que no quería hablar.

Yaril·la suspiró.

Tú eres el primero que está cargado de dudas, y no parece tener la Fe necesaria... Pero en fin, tú sabrás.

Puso las manos en la nuca y se quedó mirando el vaivén de las velas.

Llámalo... intuición femenina, pero ese 'nada' ha sonado muy poco convincente. Miró a Mól de reojo unos segundos, pensando cómo abordar el tema. Finalmente sonrió un poco. Técnicamente, entre Tempurianos no hay secreto de confesión, pero sea lo que sea, conmigo seguirá siendo secreto, mmm?

Lo que tengo no son dudas, son certezas…- le dije -He visto demasiado como para engañarme pensando otra cosa. Tal vez en este mundo, incluso teniendo solamente con fe se logren las cosas… pero el mío hace tiempo que eso dejó de ser posible- añadí, sin ahondar más en ello al ver que no parecía llegar a entenderlo.

Aunque supongo que sin haberlo vivido es difícil de asimilar- me dije, completando la frase mara mis adentros.

¿Secreto de confesión? ¿Qué es eso?- le pregunté, aunque suponía  que tenía que ver con que le dijese la verdad sin preocuparme.

Yaril·la giró noventa grados sobre su improvisado colchón, quedando tumbada de cara a Mólor.

En algunas religiones, los fieles confiesan sus pecados a los sacerdotes, y ellos les aconsejan cómo expiarlos. El sacerdote está ligado por un 'voto', que le obliga a guardar el secreto de aquello que le confiese el fiel.

Si todo fuese tan fácil…- dije, sonriendo levemente ante aquella idea -Pero… ¿Cómo se expía un pecado que no has cometido? ¿Cómo se pide perdón por algo en lo que uno nunca tuvo elección alguna?- dije después, volviendo a adoptar un semblante serio -¿Cómo puede alguien guardar un secreto cuando piensa que este puede poner en peligro a su gente? ¿Cómo no temerle tras eso?- añadí, mirándola a los ojos mientras divagaba, para luego tumbarme mirando al cielo.

No se puede- me dije, respondiendo mentalmente a mis propias preguntas.

Desde luego, en este mundo las cosas son mucho más fáciles que en el mío- comenté mientras miraba el cielo.

Yaril·la negó cona cabeza.

Si no has hecho nada... nada tienes que expiar. 

¿De qué te culpas, Mól...? Pareces realmente arrepentido y confundido.

No es tan fácil como no haber hecho nada, es… no, no lo entenderías- empecé a decir, aunque me detuve antes de continuar, girando la cabeza para mirarla mientras hablaba -¿Preguntas que de qué me culpo? Me culpo de no ser lo bastante fuerte, de tener este poder y no estar usándolo contra la Sombra por haber sido arrastrado a este mundo…- le dije -Dirás que eso no es culpa mía, pero eso poco importa cuando el único mago con el que contaban desaparece, especialmente si ni siquiera soy capaz de aprovechar esta oportunidad para volver con refuerzos que puedan cambiar las tornas- añadí.

Yaril·la se quedó mirándolo unos segundos. 

Está bien que tomes a esa gente como tu responsabilidad, pero sigues infravalorándote. No sé si te ha traido aquí un supradiós, un dios ladrón o un accidente cósmico, pero... deberías culparte menos y tratar de ser más positivo. Cuando lleguemos a Candelero podrás leer cientos de relatos sobre hombres y mujeres heroicos que hicieron enormes cambios y  villanos que causaron enormes desgracias por si mismos. Gente que ha matado dragones, dioses o detenido ejércitos. Aqui, Mol, nada es del todo imposible. Lleva contigo un poco de Faerun. Quiza ese aire fresco te venga bien.

Esperó un segundito, dudando.

Y eso que "no lo entenderia"... Es algo complicadamente arcano? Porque si no es asi... Tal vez pueda intentarlo. Levantó una ceja de forma desafiante, como si llevara implicita la pregunta "¿O no me crees capaz?" con la trampa que la respuesta encerraba.

No sé cómo de comunes serán esos relatos en este mundo, y no dudo que sean ciertos… pero dudo que hayan podido lograr tales cosas en solitario y sin ayuda, ya sea de dioses, artefactos o magia- le dije -En cambio, ni lo primero ni lo segundo están a mi alcance, mientras que mi magia… por lo que pude ver en la lucha contra los piratas, incluso sus magos superaban con creces lo que yo puedo hacer- continué -Dices que me infravaloro, pero simplemente soy realista.  Un siglo de guerra continua no nos ha dejado más opción que serlo- le dije, tras lo cual me quede callado durante unos momentos, meditando sobre su insistencia a que le contase lo que ocultaba.

No estoy diciendo que…- le dije, ligeramente a la defensiva por su tono -Bueno si, pero no en ese sentido…- continué intentando explicarme sin demasiado éxito -No es que sea algo complicadamente arcano… bueno, en parte si, y también divino, pero…- le dije con intención de que dejase de preguntar, pues en mi mundo, la mera referencia a algo relacionado con una divinidad era un buen motivo para no hablar de ello… al fin y al cabo, solo había una divinidad a la que uno podía referirse. Por desgracia, caí demasiado tarde en que aquel no solo era mi mundo, sino que hablaba con una sacerdotisa, alguien entregada al servicio de un dios completamente distinto a que azotaba mi mundo -¿No vas a dejar de insistir, verdad?- le pregunté con cierta resignación.

Yari rió un poquito.

No te va a resultar fácil. Dijo No es solo curiosidad... Es importante saber quién te cubre las espaldas. Luego... podrás preguntar tú. ¿Hace?

Está bien, tu ganas…- le dije, cediendo finalmente -Pero preferiría no hablar de eso aquí- dije mirando alrededor. Al fin y al cabo, estando en la cubierta del barco, cualquiera que pasase cerca podía escuchar lo que dijésemos incluso sin pretenderlo, y una cosa era contarle aquello a Yaril·la y otra arriesgarme a que cualquiera lo supiese -¿Hay algún sitio más apartado donde podamos hablar?- le pregunté -Preferiblemente uno donde al menos no puedan escucharnos cada vez que tengan que pasar por cubierta- añadí.

Yaril·la se incorporó un poco, mirando alrededor, pensando un lugar.

No es que hayan muchos sitios, pero se me ocurre uno...

Se levantó, recogió su espada y escudo, y guió a Mól al interior del barco. Dudó un par de veces hasta que lo llevó a una especie de almacén donde guardaban los virotes y repuestos de balista. Entre el crujir omnipresente de la madera y las docenas de charlas entre tripulantes y libertos, nadie debería oír una conversación a puerta cerrada, y nada se le había perdido a nadie en aquel sitio cuando no se combatía.

Parece razonablemente privado. Dijo mientras cerraba la puerta y se srntaba sobre una caja, dejando la espada y escudo a mano. Ahora sí que me tienes intrigada...

Casi preferiría que no lo estuvieses tanto…- le dije con un suspiro y una media sonrisa -En fin, no creo que mucha gente tenga que venir por aquí ahora, así que supongo que podremos hablar con tranquilidad…- dije, dando un par de vueltas en círculo por el almacén -Y de todas formas, dudo que haya un sitio privado al que ir con toda la gente que hay abordo…- continué diciendo, como si intentase retrasar lo máximo posible el hablar de eso -A no ser, claro, que le pidamos al capitán que nos deje su camarote, claro que no creo que se creyese que solo lo queremos para hablar…- dije con una sonrisa forzada -Que no es que me importase, claro, pero no es lo que…- dije, cortándome en seco al obligarme a callar y a deja de dar vueltas, tras lo cual cogí una de las cajas y la acerqué para sentarme frente a ello, quedándome en silencio por unos largos segundos.

Lo siento, ya no sé ni lo que digo- me disculpé -Esto es algo de lo que no suelo hablar, ni siquiera se lo he contado nunca a nadie que no lo supiese ya… más que nada porque es algo que mi gente conoce- le dije -A pesar de que no se hable de ello… a pesar de que la mayoría no me consideren parte de ellos precisamente por eso- añadí con cierto pesar -Así que solo te pido que me dejes acabar sin interrumpirme- le dije, tras lo cual cogí aire para empezar a hablar, sin ni siquiera esperarme a la contestación de Yaril·la.

Como ya te he dicho, hace más de mil años, los dioses de mi mundo decidieron expulsar de su plano a uno de ellos, un dios oscuro que amenazaba con acabar con todos los demás. Por desgracia, aquello no salió bien, pues cuando lo expulsaron al mundo mortal de forma que no pudiese escapar de allí, consiguió que no solamente él se quedase encerrado allí, sino que nada ni nadie pudiese atravesar la barrera que separaba el mundo de los otros planos, aislándolo por completo- empecé a contarle -Así que mi mundo quedo aislado de todo y con el dios oscuro, así como otros seres que se encontraban en él en el momento de su caída, atrapados en él… claro que sería mejor decir que éramos nosotros los que estábamos atrapados con la Sombra- continué -Sin entrar en detalles que no vienen al caso, la Sombra se alzó dos veces y dos veces fue derrotada, aunque no destruida… hasta que finalmente, hace algo más de un siglo, se alzó de nuevo, consiguiendo esta vez la victoria- le expliqué -Por supuesto, no es que fuese una victoria total, los elfos junto con refugiados y gente de otras razas aun defendemos Erethor, en el interior de las montañas los enanos masacran orcos por millares en sus ciudades en ruinas, y varias tribus humanas siguen libres y atacando en cada ocasión… pero está claro que solo es cuestión de tiempo que acabe con todos los que se le oponen- le dije, deteniéndome unos momentos para topar aire.

Y así llegamos a la situación actual, donde sin tener nada que temer de los que todavía se le oponen, la Sombra y los que le sirven pueden dedicar energías a otras cosas aparte de la guerra… como hacerse con un cuerpo tras ser despojado de su forma física en su destierro- le dije -Y hace poco más de dos décadas, sus sacerdotes dieron con una posible solución- le dije -Al parecer, por poderoso que fuese un cuerpo, la esencia del dios oscuro era demasiado poderosa para poder ser soportada, así que llegaron a la conclusión que en lugar de buscar un cuerpo que lo hiciese, sería más fácil crear uno preparado para ello- le fui explicando -Y dado que la naturaleza de elfos y enanos se oponía directamente a la del dios oscuro, supusieron que la mejor elección eran los humanos. Claro que evidentemente no se conformaron con no humanos normales, no. Inundaron el cuerpo de incontables recién nacidos con energía oscura de forma que fuesen capaces de manipularla, creando artificialmente lo que no había existido desde la caída, personas capaces de manipular la magia por sí mismas, magos oscuros en un mundo que no había visto ni un solo mago desde hacía un millar de años- dije -El más capacitado de ellos, serviría de recipiente a su dios, el resto lo servirían directamente… y serian remplazos en caso de que algo pasase. Claro que para ello tenían primero que preparar sus almas para recibir la esencia del dios oscuro, introduciendo en ellas una pequeña parte de esta…- dije, deteniéndome de nuevo para tomar aire antes de acabar.

Por suerte, dos cosas no salieron como habían previsto- dije -En primer lugar, solo uno de los bebés sobrevivió tras ser impregnado su cuerpo de energía oscura… y en segundo lugar, la resistencia se enteró de ello con el tiempo suficiente como para poder impedir que continuasen- le dije -Desesperados, atacaron la ciudad con tal de destruir toda la investigación, y lo lograron, así como también hacerse con el bebé superviviente antes de que pudiesen introducir en su alma parte de la esencia de la Sombra y escapar de allí con él. Solo uno sobrevivió al viaje, pero consiguió llevar al niño a los elfos, un niño cuyo cuerpo estaba inundado por la magia del dios oscuro… pero que tal vez pudiese usar esa misma magia contra él- dije -O al menos ese fue el motivo por el que no me mataron en ese momento. Desde entonces, he vivido en una fortaleza para protegerme de la Sombra… y a Erethor de mí. Rodeado de gente que si no me odia por lo que soy, como mínimo no se fía de mí, aprendiendo lo que podía de viejos maestros que se debatían entre el miedo de no enseñarme lo bastante como para ser útil y el de enseñarme demasiado y que me volviese contra ellos, así como de libros incluso más viejos que los maestros, pues apenas quedan libros sobre magia arcana en mi mundo- le expliqué -No diré que no los entiendo, ni que no haya algunos a los que incluso puedo llamar amigos… pero como dije, en mi mundo, ser especial no es precisamente bueno- añadí, observandola para ver su reacción.

Mólor empieza a hablar de forma errática, tratando de resultar gracioso, pero los nervios le traicionan, y termina bromeando con intimar en un lugar con cama. 

Yaril·la levanta las cejas, sorprendida y un poco divertida. Tratando de no poner más nervioso a Mól, continúa con la broma.

¿Bueno, invítame a algo primero no...? Jijiji

Mól se disculpa y le pide que no interrumpa durante su explicación.

Yaril·la asiente. Adelante. Pero la verdad es que si va a ser largo hubiera estado más cómoda en una cama. Terminó.

Mólor explicó entonces sus orígenes. La mirada de Yaril·la demostraba que estaba realmente interesada y pendiente de lo que contaba, y aunque probablemente querría preguntar algo, no lo interrumpió. Sus brazos iban de un lado a otro, siendo de costumbre gesticuladora. Entre poner las manos en las rodillas, cruzarlas bajo el pecho o juguetear con los dedos sobre la caja en la que estaba sentada fue escuchando la historia. Cuando Mólor terminó, se echó las manos a la cabeza y se ordenó el cabello, ordenando también los pensamientos antes de responder.

Una especie de tilflin... u otra cosa. Le miró a los ojos. ¿Tienes... malos pensamientos a veces? ¿Notas algo de esa 'herencia' en ti? ¿Algo que te preocupe? Aparte del hecho de que puedas usar magia y los demás no, quiero decir.

Sonreí, agradecido que se tomase mi comentario como una broma en lugar de ofenderse por él.

No me importaria invitarte a algo, pero no creo que haya muchos sitios donde admitan las monedas de mi mundo- le dije medio en broma mientras me sentaba -Pero si sabes un sitio donde lo hagan, te invito- añadí

Bueno, lo tendré en cuenta para la proxima vez- añadí con una media sonrisa antes de empezar a hablar.

¿Tilflin? ¿Qué es eso?- le pregunté, extrañado de que tuviesen en ese mundo un termino para lo que me me había sucedido -Y ...¿malos pensamientos? No más que otras personas, supongo- le dije -Y respecto a si noto algo... no es que tenga tiempo para preocuparme por ello, pero por lo que sé, mi magia no es como debería ser- le expliqué -Por lo que he leido, la magia que manejo es más oscura y hay cosas en las que actua diferente a com se supone que trendría que hacerlo- le dije -Claro que teniendo en cuenta su origen, supongo que es normal que así sea- añadí.

Un Tilflin es... Un descendiente de seres infernales o demoníacas. No un hijo directo, si no un bisnieto o nieto o algo así... Es decir, con sangre de esas criaturas. Normalmente les aparecen poderes oscuros, y suelen tener sentimientos malvados que... en caso de querer contenerlos, les cuesta. Aparte de su aspecto... Que normalmente incluye cuernecitos, ojos rojos o incluso cola. 

Lo miró de arriba abajo.
No, ya imaginaba. Sonrió Cola tampoco, no? Rió No, ahora en serio... No parece tan grave. No deberías preocuparte, en mi opinión, aunque no soy experta en esas cosas. Tal vez cuando lleguéis a Aguas Profundas podáis preguntar por Khelben Varanegra. Él debe saber más sobre esas cosas.