Partida Rol por web

Riley puede sentir a Sophie tremendamente inquieta ante la mirada de la fantasma, aunque si piensa algo, se lo ha callado con mucho éxito.

 Angela no reaccionó tan bien como se hubiese propuesto en otra situación, aquel holograma, en aquel momento, parecía una broma, una broma macabra. Pensar en que era la programación y el fin de esa herramienta le ayudó a no darle mayor importancia, se mantenía escéptica. Era consciente de las capacidades de su mundo, una especie de "fantasma" era la clase de triquiñuela de un ladrón de poca monta, sólo esperaba que nadie estuviese sacando provecho de un momento tan dramático como aquel.

 No podía preocuparse demasiado por fantasmas cuando la vida de otras personas estaba en sus manos. Apenas podía sacarse de la cabeza el problema de Yaril-la, aunque entendía que era pronto para llegar a una conclusión firme sobre lo que acababa de pasar. Si no se estaba quieta iba a ser un problema.

 A medida que discriminaba quien necesitaba más atención terminaría por llegar a Osëlle, incluso si su compañero estaba herido podría arreglarse, Winston tampoco era una persona muy normal. 

 - ¿Vemos esa herida? - le preguntó con seriedad acercándose a ella. - Si tu amigo... - no terminó el ofrecimiento, si Sùl necesitaba curación sólo tenía que decirselo.

 Por el momento permitiría que Riley y Mól siguieran con sus heridas y sus rasguños, curarles sería ir en contra de esa especie de suficiencia que aparentaba ser tan útil y necesaria para ellos como respirar. Angela prefería sentirse bien, y, en verdad, no estaba siendo su mejor día. Ella misma presentaba heridas y magulladuras, de hecho, estaba peor que algunos de lo que habían recibido su atención.

 Antes de comenzar, esperando que Osellë pudiese decidir si prefería dejarlo al azar o ponerse en sus manos, me dirigí al resto intentando que Yaril-la no se percatase.

 - Necesita descansar, y quizás algo más que eso. - una forma de expresar la necesidad de que cuidasen de ella y se asegurasen de que no se alteraba.

 Desconocía si era realmente importante para ellos, si tenían algún lazo con ella, le pareció conveniente informarles sin entrar en detalles, el juramento hipocrático regía allí como en cualquier otro lugar.

De forma instintiva, me separo del fantasma, aunque sea sólo por empatía con el desagrado que le produce a Sophie. De no haber agotado mi reserva psiónica, tal vez habría intentado interactua mentalmente con ese ser, pero en estas condiciones tampoco tengo fuerzas para hacerlo.

- Salvo que suponga algún tipo de afrenta a vuestros dioses - digo recordando por algún motivo mi conversación con Yaril·la durante el viaje en barco - lo más sensato sería quemar el cuerpo.

Me alejo tanto de Thosk como del fantasma, pues ahora son los vivos los que requieren atención, tal y como nos recuerda Ángela. Me acerco a Yaril·la, viendo cómo golpea la carreta.

- Si necesitas un hacha, será más fácil romperla que a patadas... - Nunca he destacado por mi mano izquierda. - ¿Te encuentras bien? Probablemente necesites descansar... Todos lo necesitamos, de hecho - señalo al darme cuenta del esfuerzo de la última hora. - ¿Hay algún lugar dedicado a Tempus en esta ciudad? -  Pregunto. Por lo que me ha explicado de los dioses, sean reales o no, ella piensa que le confieren ciertos poderes y, en el peor de los casos, al menos le servirán para encontrar algo de calma en la rutina. - Sería un buen sitio para que te recuperaras.

A pesar de mi carencia de tacto, me mantengo a un par de metros, esperando a que se gire hacia mí para aproximarme más.

Me alegré de ver como Yaril·la recuperaba al fin la consciencia, al menos hasta que vi las secuelas que el ataque de la mujer monstruo, las cuales atenuaron en gran medida dicha alegría… aunque esperaba que fuesen algo temporal.

Yo lo sacaría de aquí, no merece arder junto a todas estas criaturas…- empecé a decir, deteniéndome sobresaltado por el grito del guardia y llevando instintivamente la mano hacia mi libro de conjuros para enfrentarme a lo que quiera que nos estuviese amenazando ahora… y de no ser por la reacción, al parecer acostumbrada, de los soldados, sin duda hubiese intentado lanzar algún conjuro al fantasma.

¿Encantada?- pensé, recordando los comentarios de los marineros sobre fantasmas, comentarios que en principio había desestimado -Este mundo cada vez me resulta más extraño- me dije.

Como decía, por mí, llevémoslo a un lugar mejor… pero solo si no vamos a infectar media ciudad al hacerlo- dije, continuando con lo que había estado diciendo -Pero solo si no vamos a infectar media ciudad al hacerlo- añadí, mirando a Ángela para que diese su opinión, al menos hasta que el sonido de un nievo golpe de la sacerdotisa a la carreta hizo que desviase la mirada hacia donde se encontraba.

Voy a ver qué tal está- les dije, encaminándome hacia ella.

Puedo ir y pedirle un hacha a uno de los soldados- le dije a Yaril·la al acercarme -Así la carreta no tendrá nada que hacer contra ambos- añadí con una sonrisa, bromeando para que no se notase que estaba preocupado.

Y mientras Osellë conversa con aquel soldado mantiene la atención puesta en su entorno bajo un halo sombrío, es la sensación que siempre le queda guardada en su pecho tras lo sucedido. No era algo que podía manejar con tanta tranquilidad, al margen de que sus silencios parecían ser el único testigo de su sentir interior. Una batalla trae consigo demasiada sangre, algo que no estaba dispuesta a aceptar pese a ser consciente de ello. 

Lo bueno es que esa figura fantasmal en parte la devuelve a la realidad y cuando siente el terror de su lobo por esa presencia, ella apenas logra mantenerse en pie ante el arrebato del animal. - Shhh tranquilo... Nada te pasará. -  pronuncia en su lengua mientras apoya las rodillas sobre el suelo con tal de estar a la altura de Sul y mirarlo a los ojos. - Seguimos juntos, gran trabajo. - lo felicita a medida que una delicada y suave caricia recorre su hocico desde la ternura que a Osellë le nace. 

Hasta que ese dulce momento es interrumpido por la figura divina de Ángela, que de buen agrado ofrece curar la herida de la elfa. Asintiendo a su petición, deja un beso sobre la cabeza de Sul y se incorpora aferrada a la intención de ser curada por aquella joven misteriosa. Atenta a las miradas de los demás, se quita la armadura de Mitril y deja expuesto para todos aunque de espaldas, el vendaje que Varken le hizo. - Será un placer, no parece muy profunda pero duele al usar el arco. -  confiesa al detener la mirada en la chica, confiando plenamente en su tarea. - Gracias. Sul tiene una pequeña herida, no es nada muy importante solo debo cuidar que no se le infecte. - responde en un tono melodioso, propio de su naturaleza élfica. 

Yaril·la escucha a Riley, pensativa, y se queda mirando a Mólor cuando suelta el chistecito. Al principio parece que le sienta mal, pero solo es porque está rabiosa.

Pega otra fuerte patada al carro, y cuando el guardia anima a todos a salir de la plaza, se toma un segundo antes de acompañar a todo el mundo. 

Gno... buedo ab-ablar ben. Due-due-due... Gruñe frustrada al no ser capaz de pronunciar la palabra entera. Due-le caeza Dijo tocándose las sienes. Bero... n-n-n-n.... Cierra los ojos con fuerza y frustrada, al ser su lengua absolutamente incapaz de seguir el ritmo de su cabeza.

Hay t-t-tem-templ... Resopla, parece costarle esfuerzo. Val-val... Mólor deduce que se refiere a Válkur, el dios de los marineros y las batallas navales. Por lo que aprendió de Yaril·la, es uno de los 'subordinados' de Tempus.
Yaril·la asiente cuando Mólor propone ese nombre.
Esto g-g-gra-grave. Lo n-n-n... Toma aire y vuelve a intentarlo. N... n-n-no... Apreta los ojos con rabia. To.

El guardia mira a Mólor, y luego a Thosk.

No sé... Echa un vistazo a Angela, que no parece estar de acuerdo con el mago. Haremos caso del ángel, amigo.

Con el grupo más repuesto, y una vez preparado el pozo y cierta hilera de soldados, hacen apartarse a los improvisados salvadores de la ciudad, mientras empiezan a prender fuego al suelo de carne.

Otro guardia, que a juzgar por los galones tiene un rango bastante superior, les guía y acompaña

Gracias por todo. Les alojaremos en el cuartel, si no tienen aún alojamiento. No podríamos ofrecer menos. Si necesitan curación.... Que parece que no... También lo arreglaremos.

Mólor se acerca a decirle algo a Yaril·la, con la que parece que hizo buenas migas en el barco. La guerrera pega una última patada al carro y juntos acompañan al guardia.

Observo un momento a Yaril·la con preocupación, sobre todo cuando asegura que sus heridas pueden ser más graves de lo que pueden parecer. Intento recordar todo lo que me contó mi abuela sobre los poderes psiónicos por si se me ocurre alguna forma de ayudarla, aunque me parece que nunca había visto una demostración tan impresionante como la de Kerrigan.

Sophie, ¿se te ocurre qué podemos hacer por ella? - pienso.

Me giro hacia el guardia cuando nos habla de alojarnos en el cuartel.

- Si no le importa, lo primero que deberíamos hacer es llevar a esta mujer al templo de Tempus, o de Val...algo - le digo encogiéndome ligeramente de hombros para que entienda que no es desprecio por sus dioses, sino ignorancia sobre su religión lo que me lleva a no saber completar el nombre.

Miro a Varken y Hoglerruk, haciéndoles un gesto para que se acerquen a ayudar a la mujer. Después de todo, aunque haya tenido con ella más trato en los últimos días que con el resto de mis compañeros, para mí es demasiado pronto como para llamarla "amiga", sobre todo porque es un nombre que en mi mundo raras veces se aplica fuera del clan, pero ellos llevan mucho más tiempo viajando juntos, al menos hasta donde yo sé.

- Purgaremos su corrupción. - apoyó a Môl en su propuesta, Tosk! podía ser un idiota, pero no era mucho más que eso. Un ritual más acorde podría servir como recuerdo a su contribución, luchó, quizás no por los motivos adecuados, pero sí en el sentido acertado.

 - Merece un lugar mejor donde descansar. - 

 Trabajo, trabajo, trabajo...

 en otra ocasión no se diría eso a sí misma, pero su equipo necesitaba un análisis completo, reparaciones y además, necesitaba respuestas sobre aquel mundo o dimensión. Para colmo estaba Kerrigan. En cuanto a la curación, para Angela resultaba algo rutinario y en su semblante se reflejaba que lo hacía de buena gana, siempre tenía una sonrisa para sus pacientes si estos estaban dispuestos a recibirla.

 Mientras atendía a Osellë, antes de que todos se pusieran en marcha trataría de advertir al resto.

 - Prepararé unos ejercicios que puede hacer para recuperarse. Necesita observación. - negó, lo había hecho bien utilizando la palabra "corrupción" pero ahora, no la entenderían - Debe encontrar la comunión entre su espíritu y su cuerpo. - tal vez así me entiendan mejor - si no puede hacerlo sola, la ayudaremos. - dije con optimismo.

 - Le vendrá bien rezar, leer en voz alta, siempre bajo la templanza, no debe ponerse nerviosa. Es fuerte, puede encontrar el camino. - organizar las palabras, practicar pronunciándolas en voz alta...tendría que valer por el momento.

 Tras terminar con la preciosa de orejas puntiagudas (¡que mutación más peculiar!) ladee ligeramente la cabeza con una sonrisa amable, estaba demostrando que sabía hacer varias cosas a la vez, pero estaba empezando a temer que sus herramientas no aguantasen el tipo.

 - ¿Y bien, cómo te encuentras? - después se dirigiría a todos.

 - Nos vendría bien descansar en un lugar seguro. - aporté, pero no decidí - beber algo y comer. - ahora, quisieran o no, estaban bajo su cuidado.

Aunque me apresuré a ocultarlo rápidamente, un gesto de preocupación se mostró en mi rostro por un instante cuando Yaril·la dijo que aquello era grave, pues al fin y al cabo, era una sacerdotisa, así que debía tener cierta percepción para esas cosas.

Bah, sea lo que sea lo que te haya hecho ese ser, tu eres más fuerte que eso- le dije, intentando desdeñar su preocupación -Te recuperarás- insistí.

Al menos, eso espero- añadí para mis adentros mientras nos acercábamos a donde estaba el resto, mucho menos seguro de lo que había intentado parecer.

El Templo de Válkur- le dije al guardia, por si no había entendido a Riley -Será el mejor sitio para que nos recuperemos- añadí, mirando tanto a la sacerdotisa como a sus compañeros, pues no sabía lo efectiva que era la curación de Ángela. Además, tampoco había entendido muy bien lo que le había dicho a Yaril·la que tenía que hacer para recuperarse, pero al menos, la parte de rezar, sería mejor en el Templo.

Dolorido… pero bien- le dije a Ángela cuando preguntó cómo nos encontrábamos -No me vendrían mal unos vendajes, aunque puedo esperar a llegar al Templo- añadí mirando a Yaril·la.

Daños cerebrales... eso es muy mala cosa, eso sí lo sé. Si hubiera sido un golpe, reposo y más reposo podría servir, pero los golpes en la cabeza suelen venir acompañados de vértigos y desorientación. Ésta humana... Parece que solo tiene dolor de cabeza y tartamudeo. 

Por supuesto mis conocimientos de medicina son limitados... Para eso mejor hacerle caso a la Doctora Ángela... Aunque sospecho que su falta de comprensión de los poderes psiónicos y mágicos podría... ser un obstáculo si esto no es "solo un golpe".

En cualquier caso, con esa tartamudez dudo que sea capaz de lanzar conjuros, así que no solo hemos perdido a la montaña de músculos si no a nuestra sanadora. Sus poderes puede que sean extraños, pero desde luego eran útiles. Habrá que confiar en el bastón de Ángela, mientras Yaril·la no se recupere.

Mólor, Varken y Hoglerruk acompañan a la sacerdotiss de cerca, aunque antes de llegar al templo les hace saber que prefiere que no la atosiguen tanto. Normalmente es ella quien cuids de los demás, y no ha digerido aún el repentino cambio de roles. El templo  de Valkur es un edificio portuario fortificado, que junto a la fortaleza de Velen, da la sensación  de ser una maqueta. Dispone de su propio embarcadero, un muro grueso, dos torres y un portón reforzado, aunque el exterior está mucho más esmerado artísticamente que el de la fortaleza, destacando grabados, pendones y un viejo mástil junto a la entrada, de algún barco histórico, presumiblemente.

El grupo llama a la puerta, cuya aldaba tiene forma de sable, y no tarda demasiado en abrir un hombre cincuentón, con la piel curtida por el sol y el viento marino, que mira al pintoresco y ensangrentado (pero ya sanado) grupo de arriba abajo, ángel y lobo incluidos.

-Supongo que no venís al oficio. Me llamo Perindall, soy el sacerdote al cargo, ¿Qué se os ofrece...?

Tomando la palabra, Varken explica quienes son, sin entrar en detalles. A su grupo lo define como 'una Guardiana con sus allegados, enrolados en un barco de guerra', y a vosotros como aventureros, incorporados como auxiliares al mismo barco. Al mirar a Angela, y prever que va a ser sobre ella la siguiente pregunta, se adelanta. 

 Es un ángel, sí... pero sus poderes curativos no han sido suficientes. A Yaril•la parece amargarla muchísimo que hasta tengan que pedir ayuda por ella, pero más vergüenza le daría intentar comunicarse a base de gemidos y medias palabras. Hemos luchado y perdido un compañero en la plaza, aparecieron...

-Sí, algo he oído. Interrumpió. Hace un rato vino un ciudadano a pedir ayuda... Unos demonios horrendos o algo así. Supuse que no tardaría en venir algún herido. Pero siento deciros que lo de vuestro compañero está por encima de mis posibilidades, no soy capaz de devolver la vida. Tal vez los Túnica dorada... Por un precio, como siempre.

 En realidad... Ya lo suponíamos, no venimos tanto por el caído, Padre de las Olas. Yaril•la hizo un gesto de desagrado, casi como un "Encima eso!" cuando oyó mencionar a esos túnica dorada que presuntamente eran capaces de devolver gente a la vida. Nuestra Guardiana ha sido alcanzada por algún hechizo y... No se ha recuperado completamente, tiene... Mira a Yari un momento, por si prefiere hablar ella, pero niega. Dificultades para hablar, y dolor de cabeza.

El sacerdote parece algo sorprendido, pero hace pasar al grupo mientras habla. Dentro, tapices y mosaicos expuestos con un orden discutible muestran escenas de batallas navales y la vida s bordo de un barco. Las hileras de bancos miran a un altar con un viejo timón, sobre una plataforma montada delante de una abertura al mismo mar. 

-No será la primera vez que un Guardián de Batalla cura a un marino. Es lo menos que puedo hacer. Mira a Ángela, sin tener demasiado claro si dirigirse a ella con algún título en concreto. Le resulta extrañísima su armadura y sus alas metálicas... ¿Pero qué otra cosa puede ser si no algún tipo extraño de ángel? Lady Celestial... Opta por nombrarla ¿Qué sortilegios ha probado ya?

 Angela frunció ligeramente el ceño aunque predominaba el gesto de sospresa. Nada había en su mundo nada más fastidioso que le ofreciesen sus agradecimientos a un ente por encima de los mortales cuando no había intervenido. No se cuestionaba abiertamente ninguna cuestión filosófica o teológica, pero ser tratada como un ser de procedencia divina era ir en contra de sus propias convicciones. Tanteó unos instantes la posibilidad de seguir ese camino, pero no decir la Verdad podía acarrear muchos más problemas. No le importaba dar explicaciones. Por otro lado, seguramente no podrían entenderlas, no inmediatamente.

 - Soy Angela. - se presentó, con voz tranquila, dulce. - no merezco título, ni nombramiento alguno más allá que el que necesitan mis compañeros o las valientes personas que han dado su vida por mantener la paz de este lugar.

 No tengo capacidad para hechizos ni encantamientos, el único bálsamo que puedo ofrecer es el que la medicina me confiere.

 He tratado sus heridas físicas, pero los riesgos eran altos y las posibles secuelas necesitan reposo y ejercicio. Con tan poco tiempo, es necesario que seamos prudentes y no quiera ir demasiado deprisa. Sus heridas eran muy graves.

 He podido sanar las que tienen que ver con su cabeza, pero tal vez haya algo en su mente que necesite ese reposo para volver a su lugar. Necesito tiempo si quiero saber que la aflige realmente, pero creo que no disponemos de mucho.

 Si ella desea ser tratada de otra forma, me temo que no puedo recomendarle más que esto. Puedo ofrecerle una "revisión" dentro de unos días. El seguimiento, es importante, pero creo que si permanece tranquila recuperará sus funciones pronto.

 En todo caso... - añadió, como si hablase con otro médico. - estudiaré el motivo con más detenimiento, dentro de mis limitaciones. - se encogió de hombros - no puedo usar "sortilegios" - aclaró, o no, no estaba segura de que entenderían en sus palabras.

 Casi tenía curiosidad por ver a que se refería. ¿Alguna clase de homeopatía...?

 Angela aún no se sentía en plena forma, tendría magulladuras y manchas de sangre, quizás algo más, sobretodo en los labios y la cara, los lugares al descubierto en su armadura. El dolor era importante para recordar que estaba viva en un lugar así, que no era alguna clase de ilusión, pero el interés por nuevas formas de tratar heridas a las que ella apenas podía darle solución copaba su interés y también animaba a su cuerpo a que la serotonina y la adrenalina hiciesen el resto.

Perindall abrió un poco los ojos con sorpresa al decirle Angela que no tiene poder mágico alguno. 

Para sorpresa de la médico, el sacerdote había entendido bastante bien a lo que se refería, tras algunos segundos de reflexión.

Entonces... ¿Cree que tan solo con reposo...? Bueno, supongo que lo intentaremos con algunos hechizos entonces... Parece acordarse de algo. Si la Guardiana no puede lanzar hechizos y Angela tampoco... Pregunta gesticulando a los que parecen haber recibido heridas y estar curados ahora. ...quien más es sacerdote?

 Hoglerruk y Varken se miran, y se encogen de hombros. Luego el bárbaro decide responder. Bueno... Estaba hecho polvo en el suelo, y me ha curado con su bastón tan rápido como cualquier conjuro... pero ella no lo llama magia.

Perindall se rasca la nuca, sin entender muy bien, pero decide no insistir más.
Bueno, probaremos algunos hechizos entonces... Hizo un gesto a Yaril·la para que le acompañase al altar, y allí, en un lugar consagrado, los tres hechizos que lanzó sobre la guerrera serían más potentes.

Distintas luces y efectos aparecieron respondiendo a los ensalmos del sacerdote. Algunas simplemente llegaron a Yaril·la, otra la cubrió entera unos segundos antes e desaparecer.

¿Y bien...?

 Yaril·la negó. Gno f-f-f... resopló y negó con el dedo índice.

El sacerdote chasqueó la lengua. 
Lo siento, compañera... Eso es lo único que puedo ofrecer... Quizá tendrías que hacer caso a Angela... o recurrir a los túnica Dorada, están en el Fuer-

 Yaril·la volvió a negar con energía. Tún-t... Tun... Hizo un corte de mangas.

Eh... Bueno, ellos tienen más recursos para estas cosas, y... Tanto como mejorar, podría empeorar...

 Yari niega de nuevo, con una expresión de frustración y bastante de desesperación en su rostro. Luego hace una reverencia con la mano en el pecho a modo de agradecimiento al sacerdote e intenta decirle algo, pero enseguida se gira, pretendiendo marcharse del templo.

El sacerdote no parece entender nada, y mira al grupo buscando una explicación.

 Si no pagas o no te aseguras con ellos, no te curan... Y no ve bien que dejen morir a soldados de esa manera. No los traga.

Antes de salir por la puerta, oyendo a Varken de lejos, Yaril·la lanza algún impropierio que no se entiende, pero sin duda alguna lindeza hacia esos "Túnica Dorada"

Varken se dirige al grupo.

Será mejor que descansemos en el cuartel por hoy, y a ver si mañana puedo hacer que lo vea de otra manera... Mira a todos y cada uno antes de hablar.

Muchas gracias a todos. De verdad.

Observo un momento al hombre que habla de probar algunos conjuros con Yaril·la e intento aportar la poca información de la que dispongo, por si puede ser útil en en su tratamiento.

- Su estado se debe a un ataque psiónico que generó una tormenta eléctrica localizada - explico. Frunzo el ceño al ver su gesto. - ¿Un conjuro psíquico...? - Pruebo utilizando otra terminología más relacionada con la magia. - Es posible que, además de los efectos de la electricidad... de los rayos... pueda verse aquejada de algún tipo de ataque mental.

Me despido de la paladín con una inclinación de cabeza. - Espero que mañana estés mejor - le digo antes de volverme hacia Varken. - Y ese cuartel me parece bien - coincido. La verdad es que no me apetece mucho mezclarme con la gente de la ciudad ahora mismo y al menos los militares tendrán cosas de las que preocuparse y podrán plantear opciones para perseguir a esa Kerrigan.

A pesar de que no terminaba de entender del todo lo que decía Ángela, estaba de acuerdo en que la sacerdotisa necesitaba descanso y tranquilizarse… lo cual, viendo su estado de ánimo, no parecía tener intención de hacer.

Bueno, tal vez tranquilizarse si… pero solo a base de romper cosas- pensé mientras la veía alejarse.

Si hay comida y camas, a mí también me parece bien el cuartel- dije encogiéndome de hombros, pues al fin y al cabo, había dormido en sitios bastante peores -Y diría que a todos nos hacen vendrían bien ambas cosas- añadí -En fin, voy a ver si consigo que no destroce nada- les dije, tras lo cual salí siguiendo a la sacerdotisa.

Agradecida por la ayuda que Ángela me ha brindado le dedico una mirada bastante dulce para lo que suelo mostrar y lentamente mientras el resto conversa voy colocándome la armadura de Mitril sin que toque demasiado la herida para no estar haciendo muecas de dolor todo el tiempo. - Gracias, no suelo rezar pero si recordaré a mis Dioses por la noche. - me limité a decir ya preparándome para salir. 

- Creo que será mejor ir al cuartel, además necesito flechas porque mi carcaj está bastante vacío ya. -  enuncio al darle otra caricia a Sul mientras guardo en mi mente tomarme un rato con mi lobo para curarlo, era vital que ambos estemos bien pese a todo. 

El sacerdote asintió a Ryley
 Preguntaré por ahí a ver si alguien sabe algo sobre... psiónica, y cómo resolver ese tipo de lesiones.

 Gracias, de veras. Nos encontraremos en el cuartel si averigua algo.

El sacerdote se despidió del grupo cuando fue saliendo afuera. Mól y Yaril·la estaban bastante adelantados en dirección al cuartel, hablando. Varken guió al grupo también, y cuando llegaron, el soldado dio algunas explicaciones, y rápidamente les permitieron el paso y un lugar donde dormir y algo que echarse a la boca.

La fortaleza tenia una única entrada por tierra, muy bien defendida y lo bastante grande como para que cupiese un enorme carro si hacía falta. Altas torres vigilaban el horizonte, y diversos edificios tenían distintos usos. Hoglerruk y Varken le dieron algunas indicaciones, dónde dormían unos y otros ejércitos, dónde estaban los comedores, la armería, y las tres capillas (Tempus, Válkur y Helm). 
Desde los pisos superiores podía verse el incendio que habían provocado para evitar males mayores.

Alojaron a Angela, Yaril·la y a Oselle en una habitación libre, haciendo una excepción con Sûl en deferencia a la ayuda que habían prestado en la plaza, le permitirían quedarse dentro del recinto con las mujeres, si así lo deseaban. Los demás dormirían en otra habitación, contigua, y les dieron un vale de comida excepcional que duraba toda la semana. Las habitaciones tienen ocho literas cada una, con pequeños armarios a los lados donde dejar las cosas. Las camas, para los estándares medievales, no están mal, y es relativamente calentita, aunque están algo polvorientas, parece que hace una temporada que no se utilizan.

Antes de que durmieran, sin embargo, un oficial Tezhiriano les preguntó sobre 'la diablesa' y sus criaturas.*

Una vez terminada la charla, les enviaron a descansar tranquilamente hasta la mañana siguiente.