Partida Rol por web

Tobías despachó aquellos huesos con rapidez, de un solo golpe. La tigresa esquivó el calaverazo que le lanzaba el esqueleto y contestó con un furioso zarpazo, desmotando a aquella criatura en un momento.

No quedaban más esqueletos a la vista.

Que ellos supieran.

La pila de huesos detrás de Eldrid comenzó a removerse.

Otra vez.

Muertos que caminan de nuevo, eso es algo con lo que estoy más familiarizado que con los gusanos gigantes. Hubo un tiempo en el que la gente me llamaba para que me asegurase de que sus difuntos estaban realmente en paz antes de darles sepultura.

No puedo dejar de pensar en que a Akisha y a su pueblo les fascinaría esto que estamos viviendo, ellos que rinden culto al dios de la muerte. O tal vez se sentirían indignados de que estos seres se resistan tan obstinadamente a entregarse al descanso eterno que concede su señor.

A juzgar por los sonidos, parece que vamos a estar aquí un buen rato, aunque mis compañeros no tienen ningún problema a la hora de despedazar cualquier cosa que se les ponga por delante. No podría estar viajando en mejor compañía que la suya.

Vika se acercó al lugar de dónde provenía el ruido con la clara intención de ayudarle un buen mandoble en cuanto alguno de aquellos seres surgiera de la pila de huesos. 

- Ésto no ha acabado. - Dijo resaltando lo obvio. - Estad preparados. Ésto podría durar más de lo que pensamos.

Mayra descendió, acercándose peligrosamente al montón de huesos. En cuanto tocó el suelo con las botas miró hacia atrás, a Tobías. El extremo de su bastón relució y de pronto era Tobías el que estaba frente a los huesos, preparado para seguir repartiendo golpes a diestro y siniestro.

Mayra, en cambio, estaba de nuevo en una posición alejada del combate.

Otro esqueleto se levantó a espaldas de Tobías. Eran combatientes torpes, molestias en comparación con los hombres bestia que se les habían opuesto hasta el momento. Pero seguían levantándose de las pilas de cadáveres, y en ellas debía haber cientos de cadáveres...

Si se siguen levantando, dijo, golpeando al no muerto con un revés de la espada, nos pondrán en apuros.

Una turba inagotable como esa podía acabar con cualquier guerrero experimentado.

Tobías desmontó los huesos de aquel esqueleto y observó los osarios en busca de los nuevos que estaban a punto de levantarse. Eldrid levantó las orejas y corrió en dirección al montón de huesos, buscando el peligro que no aparecía.

Vika escuchó como de una de las pilas de huesos, parecía vocldd a surgir un nuevo no muerto. Apretó los labios. Empezaba a cansarle la situación de ir de un lado para otro haciendo estallar aquellos no muertos en nubes de astillas. Pero no quedaba otra. 

- ¡Que no decaiga el ánimo! - Animó a sus compañeras mientras avanzaba hacia el otro lado de la sala. - ¡De uno en uno no es difícil destruirlos, pero como nos depistemos, podemos vernos rodeados!

Miro a un lado y a otro, como en un partido de Pelota Brizzi, sin saber muy bien qué es lo que está ocurriendo. Los príncipes demoníacos aparecen y desaparecen como por encantamiento, gusanos gigantes surgen de la nada y se desinfran como globos un instante despues, los huesos dispersos se juntan para volver a disgregarse bajo los golpes de mis compañeros, toco a Mayra y un instante después su cuerpo es reemplazado por el de Tobías...

Me meso mis despeinadas barbas, confundido con todo lo que está pasando y sin poder hacer nada más útil que ir de acá para allá como un pato mareado.

Veo pasar como una exhalación y trato de seguirla hacia no sé muy bien dónde. No veo ninguna amenaza, claro que tampoco es fácil ver nada con la densa humareda que se ha levantado de repente en una sección de la estancia.

—¡Pues entonces saquemos lo que haya de utilidad en ese cofre y larguémonos de aquí! —sugirió Mayra.

La maga empezó a batir las alas, flexionó las rodillas y se cobró impulso para alzarse de nuevo en el aire. Cruzó la habitación de lado a lado y se mantuvo volando en el abismo, a salvo, o eso esperaba ella, de las mareas de esqueletos y la trampa que pudiera haber en el cofre.

Nuevos esqueletos brotaron de entre los huesos amontonados. Rodearon las columnas para evitar el muro de humo y uno de ellos lanzó una mano huesuda contra Eldrid. Los demás parecían buscar nuevos objetivos por la sala. Tobías comprobó que los huesos que tenía delante se removían.

¿Mientras nos pega una horda interminable de esqueletos? gritó a Mayra.

Eran rivales débiles, pero no podía desarmar una trampa mientras esquivaba golpetazos y tajos. Desde luego, no una trampa que, de meter la pata, le ibaa dejar paralizado, rodeado de esqueletos animados.

¡Vika, al fondo de la sala, tras la columna! advirtió a la sacerdotisa, al  ver cómo dos de los esqueletos asomaban al sur de la humareda.

El montón de huesos frente a él se agitó, presto para vomitar más de los no muertos. Tobías lo rodeó lentamente, buscando una mejor posición para encararlos. Pisó algo, un hueso pulido y redondo que hizo que su pie se deslizara, y a punto estuvo de caer al suelo, entre los esqueletos.

Vika empezaba a cansarse de todos aquellos no muertos. No dejaban de salir de aquellas pilas de huesos y parecía que no había un final a aquello. Llevarse  lo que había  en aquel cofre era su objetivo. Según lo que fuera, podía servirles  mucho a la hora de  rescatar a los colonos.

- ¡Ganaré algo de tiempo, Tobías! - Le dijo al explorador de catacumbas. - ¡Pero abre ese maldito cofre! - Le pidió.

Y mientras se colocaba en una situación céntrica en aquella sala inmensa, comenzó a orar a Lucifer. Iba a expulsar a esos molestos y podridos esqueletos con su ayuda.

La densa humareda no me permite ver a los no-muertos que Tobías afirma haber visto, pero confío ciegamente en él así que avanzo en esa dirección después de constatar que Vika está demasiado ocupada rezando para acudir al encuentro de las criaturas. Nadie mejor que yo sabe de la importancia de rendir culto a nuestros señores celestiales y no hay momento malo para hacerlo.

Así pues, busco los límites de la columna de humo apoyándome pesadamente en mi cayado. Los no-muertos habitualmente no me causan más inquietud que los vivos y posiblemente pueda ayudarles a obtener el descanso que hasta ahora se les ha negado.

Ahora que estaba alejada del peligro, Mayra volvía a empezar a pensar con claridad. Algo debía estar alzando a los muertos, ¿pero qué? Aquello parecía propio de un conjuro de reanimar, pero no había nadie lanzando el conjuro. ¿Y si...?

—¡No, espera!

Mayra lanzó un sencillo conjuro que le permitía detectar auras mágicas y escaneó rápidamente la habitación.

—¡Tobias, allí, detrás de la cortina de humo! ¡Hay una trampa mágica y sospecho que debemos haberla activado por proximidad! ¡Debe ser eso lo que está levantando los muertos una y otra vez!

- ¡Lucifer, aleja a estos retornados! - Alzó la voz mientras agarraba con firmeza su símbolo sagrado y lo mostraba a aquellas criaturas no muertas. - ¡Apartáos de mi! ¡Os lo ordeno! ¡Volved a la tumba!

La tigresa enfrentó a dos esqueletos a la vez. De un zarpazo acabó con los huesos que la atacaban, sin embargo, por nervios o porque estaba desconcertada, no pudo deshacerse del segundo enemigo.

Tres nuevos esqueletos surgieron de entre la montaña de huesos, blandiendo tibias y peronés en dirección a Tobías. Sin embargo, la sacerdotisa de la Triada levantó su símbolo sagrado y su luz estalló en mitad de la estancia. Los esqueletos temblaron y se alejaron de ella en todas direcciones, algunos cayeron en la grieta sin darse cuenta y otros se deshicieron en polvo.

Durante unos segundos no sucedió nada. Pero los huesos volvieron a agitarse junto a Eldrid. La tigresa rugió, frustrada.

¿Cómo quieres que, empezó a responder a Mayra, a girtos. Se quedó callado cuando Vika clamó a Lucifer, y su dios le respondió haciendo pedazos y polvo a las criaturas que acababan de levantarse. La pila de huesos, empero, seguía temblando, y más esqueletos volverían a ponerse en pie para incordiarles.

¡Voy! gritó.

¿Dónde demonios está señalando? se preguntó, pues había una humareda entre él y el lugar al que apuntaba la Mayra voladora. Sin otra guía que la dirección, atravesó la muralla. Algo extraño había en ese humo, pues sintió como si el estómago se le pusiera del revés, y al otro lado cayó de rodillas, tapándose la boca para aguantarse las ganas de vomitar sobre el lugar donde podía encontrarse el mecanismo —suponiendo que lo fuera; probablemente era un runa de algún tipo— que estaba animando a los esqueletos. Si la sospecha de Mayra era correcta.