Partida Rol por web

Estas cosas siempre están por un motivo, dijo, refiriéndose a la puerta secreta. Lo que no había forma de conocer era el motivo. El complejo subterráneo tenía cientos de años, y cada una de las cámaras podían haber tenido decenas de propósitos desde entonces. El lugar que acababan de explorar debía haber sido, antes de convertirse en refugio y letrina de murciélagos, un templo. Tal vez este acceso era simplemente un medio para que los sacerdotes entraran y salieran discretamente. Podemos seguir hacia la derecha. Con suerte, se unirá con el pasillo que hemos dejado atrás al principio. Nos dará una ventaja si tenemos que salir corriendo. También podemos seguir explorando, adentrarnos más profundamente y dejar ese pasillo para la vuelta, cuando estemos listos para regresar a la superficie.

Tobías, que no sabía leer las mentes, no tenía claro el motivo de la sonrisa que le dedicó Mayra, pero le respondió con otra sonrisa. Por qué no sonreír, la alegría aligeraba la carga del riesgo. Y además, no pudo evitarlo; la sonrisa de la maga era contagiosa. La imitó, también, cuando sacó su cuaderno. Él esbozó el recorrido desde las escaleras hasta la cámara, indicando en qué cámaras debían tener cuidado con los murciélagos, dónde se encontraban los ciempiés, el pasillo que no habían recorrido y la puerta mágica que había encontrado Vika.

¿Sigue aquí? preguntó a Eldrid, levantando un momento la mirada del cuaderno, al recordar al ente que acechaba a la mujer bestia.  Los sacerdotes habían salvado la vida del dragón herido, arrebatándole el sustento al espíritu hambriento. Pero eso no implicaba que se hubiese marchado todavía en busca de otra presa.

El sincero abrazo de gratitud de la mujer-serpiente me enternece. Para mí ese gesto sencillo y haber podido ayudarles es mucho más valioso que cualquier piedra preciosa. Solo espero que ahí fuera les vaya mejor que aquí abajo. Los peligros tampoco escasean en el exterior, como ya hemos comprobado.

Entretanto, el ingenioso Tobías se las ha arreglado para encontrar el invisible camino que trajo a los hombres-serpiente hasta aquí. No dudo en sumarme a las felicitaciones de Vika, pues el muchacho las tiene bien ganadas. ¡Ya me extrañaba a mí que no encontrasen la salida habiendo entrado por donde habíamos entrado nosotros!

Veo que Mayra y el propio Tobías echan mano a sus cuadernos para tomar notas de lo ocurrido hasta el momento. Por suerte o por desgracia, a mí nunca se me ha presentado la oportunidad de aprender a escribir y no puedo distraerme con tales asuntos, así que opto por explorar el recientemente descubierto camino de la derecha¹ para matar el rato mientras ellos se entretienen con sus escritos.

Vika agarró su mandoble cuando Eldrid comentó que no estaban solos y cogió de la túnica al hombre santo. Si había alguien en aquel pasillo podía ser hostil y eso no podía permitirlo. 

- Iré a ver. - Comentó la sacerdotisa agarrando con fuerza el mango de su inseparables arma.

Mayra puso rápidamente el papel de secado sobre la página del diario de su padre y guardó el diario y los útiles de escritura a toda velocidad. 

—¿Pero qué prisa hay? —se quejó la maga, tratando de prepararse por si había enemigos.

Tobías se encogió de hombros. Dámasor era un hombre sencillo con el favor de una deidad, no un arqueólogo ni un saqueador de tumbas. No podían exigirle que se comportara de la forma que era natural para ellos. No le cabía duda de que para el sacerdote, su forma de actuar era igualmente extraña.

Guardó el cuaderno abierto, junto con el carboncillo y la antorcha mágica, en el morral, y en un instante, la empuñadura del mandoble estaba entre sus manos. Salió al pasillo tras los demás y llegó a la altura de Vika, Eldrid y Dámasor.

Está patrullando, sugirió. Al escuchar con atención, se dio cuenta de que los ruidos iban de un lado a otro, como si el hombre bestia, porque debía ser uno —otro gnoll, a juzgar por la desagradable risita—, se desplazara sin detenerse entre dos puntos.

Se adelantó dos pasos, hizo una seña a sus compañeros para que aguardaran, y se escabulló entre las sombras hacia el fondo de pasillo. Consciente de que el hombre bestia podía ser capaz de ver en la oscuridad, se pegó a la pared tras una columna, quieto como una estatua, de modo que su cuerpo resultara prácticamente invisible para quienquiera que avanzara por el pasillo y no estuviera perfectamente atento.

Una vez más me desconcierta la inquietud que sienten mis compañeros siendo como son tan jóvenes y aguerridos. Está claro que no temen por su propia suerte sino por la mía en una actitud que les honra, pero que yo no comparto.

Cuando uno vive con miedo, se pierde las mejores cosas de la vida y cuando se es tan viejo como yo lo soy, no se le teme ni a la vida, ni a la muerte.

—E-está bien, querida. No hay de qué... preocuparse —intento tranquilizar a la preocupada tigresa—. Eso, es, bu-buena chica.

Pero las prisas de Eldrid por detener mi inocente inspección del lugar han alarmado innecesariamente al resto e interrumpido su concentrada labor.

—No pa-pa-pasa nada, podéis se...guir con lo vuestro —les aseguro, con tono tranquilo, a pesar de que varios de ellos han echado mano a sus armas—. A Eldrid le preocupa el es... espectro, solo eso. Pero estoy bien.

Más adelante se oyen pasos, pero eso no significa que haya nadie peligroso. Podría ser otro hombre-dragón extraviado o cualquiera de los cautivos que estos han mencionado.

—¡¿Hola?! —pregunto, alzando la voz— No va-vamos a hacerte daño. No tengas mi-mi-miedo. Sal para que po-podamos conversar mejor.

Tobías avanzó por el pasillo en completo silencio, envuelto en las sombras. Efectivamente, el hombre bestia, o gnoll, estaba patrullando de forma indolente por aquel tramo, aburrido se diría. Apareció por la esquina y el explorador se escondió tras uno de los pilares que sostenían aquellos túneles. El gnoll, una bestia enorme que casi tocaba el techo con la cabeza, llegó al final, se desperezo, protestó algo en su lengua y volvió a desaparecer por el otro lado del pasillo.

Por el olfato, Tobías detectó a más gnolls, solo que no estaban en el pasillo, sino al otro lado de la puerta que había al fondo.

Observar los andares del gnoll confirmó la sospecha de Tobías. Estaba a punto de regresar cuando olfateó el característico olor de los gnolls. No sabía cuántos, pero habían de ser varios, justo tras la puerta. Más vigilantes, probablemente. Antes de proseguir, tendrían que acabar con todos ellos para evitar que avisaran a quien los había apostado allí.

Sin pensárselo mucho más, dejó que las sombras le envolvieran, dio una zancada y dio un espadazo, tan torpe como brutal, al gnoll.

Tobías avanzó en silencio con el mandoble preparado. Inició el movimiento justo en el momento en que el gnoll se detenía para alzar los brazos y quejárse, por enésima vez, de lo aburrido que era hacer guardia en un lugar como ese. Podría haber sido un golpe certero y letal, sin embargo salió desviado por causas del destino, de modo que resbaló por el peto del Hombre Bestia y penetró entre las costillas, haciéndolo aullar de dolor.

Con un gruñido, el guerrero se revolvió para intentar defenderse del inesperado ataque cuando Tobías escuchó a Dámasor gritar en voz alta que quién andaba por ahí. Presintió que, tras la puerta, los gnolls se removían. Pero definitivamente tenían un problema, porque su asaltante aulló de dolor y su alarido retumbó por el pasillo con más potencia de la esperada.

Había iniciado las hostilidades sin tener en cuenta la enorme resistencia de los hombres bestia. ¿A cuántos cortes se había sobrepuesto el gnoll con el que se había enfrentado en las ruinas antes de huir? No podía darle la vuelta al tiempo y obrar de otra forma, y además, acabar con aquel y los que estaban tras la puerta era fundamental para avanzar sin temer que les cortaran la huida. Así que siguió atacando, sin dar tregua al monstruo.

¡La puerta! llamó a los demás desde el lugar donde se batía con el gnoll, a la vuelta de la esquina, oculto de la vista de sus compañeros. ¡Gnolls! ¡Bloqueadles el paso!

Dámasor avanzó por el estrecho pasillo y preguntó en voz alta a la oscuridad reinante, por la que Tobías había desaparecido unos segundos antes. Quizá fue el grito del sacerdote o quizá otra cosa, pero el grupo escuchó el sonido del acero golpear la pared, un momento antes de que Tobías advirtiera que, tras una puerta ubicada al final, había más gnolls.

—¡Tobías!

Vika miró con severidad al hombre santo. Una cosa era ser bienintencionado y la otra ser rematadamente imbécil. ¡Había puesto en serio peligro a Tobías con su maldito manía de recurrir siempre a la amabilidades! 

- ¡Bien hecho! - Le dijo la sacerdotisa con sarcasmo al pasar por su lado.

La tigresa avanzó a una velocidad endiablada, pasando por encima del sacerdote y de Vika, arañando las paredes y el suelo de piedra con sus zarpas. En dos zancadas se plantó delante de la puerta justo cuando un gnoll abría la misma y recibía un zarpazo en toda la cara. Sin embargo, su ataque no dio en el blanco, a pesar de que los gnolls estaban desprevenidos.

Vika, armada con su mandoble avanzó por aquel estrecho pasillo. Para cuándo llegó al muro, desapareció para volver a aparecer del otro lado, rodeado de hombres hiena. 

Entonces trató de propinarle un tajo a uno de ellos. Aquellas criaturas eran malvadas y violentas por naturaleza y debían ser aniquiladas. 

Mayra extrajo un trozo de corteza de su tahalí multibolsillos y lo depositó en el cuenco de su mano. Dio unos pases mágicos mientras murmuraba las palabras de un encantamiento:

—Ast... menciptakan... ¡lemak!

Alzó una mano delante de ella y agitó los dedos en el aire, finalizando el hechizo. El suelo bajo los gnolls se cubrió de grasa, volviéndose súbitamente muy resbaladizo.