Partida Rol por web

Arcturus no cambió de estrategia. Golpe tras golpe los no-muertos iban cayendo así que, ¿para qué variar? El matarife lanzó dos nuevos ataques contra  uno de los esqueletos, sólo que en esta ocasión tuvo mala fortuna en ambos golpes. Quizás si merecía la pena variar la estrategia.

Furia (4/7 asaltos).
Acción de asalto completo: Ataque completo contra el esqueleto de G2 con -4 al ataque de ataque poderoso.
   - Ataque 1: 3 +7 base - 4 Ataque Poderoso +1 Bendecir + 7 Fuerza + 1 Arma: 15
   - Ataque 2: 8 +2 base - 4 Ataque Poderoso +1 Bendecir + 7 Fuerza + 1 Arma: 15

Imagino que fallan ambos.

Tras haber peleado codo con codo junto a Vika, llegó el momento de hacerlo al lado de Arcturus. En instantes, deshicieron la superioridad numérica de los no muertos. Aunque los brazos comenzaban a acusar el arduo trabajo de partir huesos, no tardarían mucho más en acabar con todos.

Tobías cambia a postura Isla de Filos como acción rápida.
Flanqueando, gracias a la postura, Tobías hace un ataque completo (AP -4) contra Esqueleto 5.
         Ataque 1. Ataque 19, daño 27.
         Ataque 2. Ataque 1 natural.
Si muere Esqueleto 5, paso de 5 pies a F-02. Si sobrevive, a E-02.

Matar esqueletos era un trabajo duro, los aventureros no habían llegado a estas ruinas para matar cosas que ya estaban muertas sino para, bueno, matar a sus residentes y quedarse con sus tesoros.

Fuesen cuáles fuesen las razones para estar allí en ese momento, los aventureros despacharon a los enemigos que quedaban, partiendo todos los huesos posibles y cerciorándose de que no volvían a levantarse. La sacerdotisa de Lucifer los pisoteó mientras rezaba una plegaria para expulsarlos, aunque eran tan solo restos mortales y permanecerían así por toda la eternidad. Sacudiéndose el polvo de huesos de encima, una gigantesca Eldrid regresó junto a Mayra y se sentó para no parecer tan alta; comenzó a dibujar círculos en el suelo con la uña de su garra, incómoda.

Tras resoplar varias veces, los aventureros guardaron las armas y Tobías examinó los nichos con más atención. En su día, habían sido tumbas para sus residentes, aunque se hacía difícil determinar su propósito real. ¿Habían sido encerrados esos esqueletos para que no saliesen? ¿Habían sido enterrados allí y reanimados por algún motivo? No había nombres grabados en la piedra, nada que pudiese revelar las identidades de lo que un día fueron hombres y mujeres. Se podía determinar que había dos clases. Los entunicados tenían escarificaciones en las calaveras, seguramente producto de los conjuros que los habían animado; la otra mitad eran soldados y el nicho que protegían contenía un pequeño baúl de acero. En el resto de nichos solo había tumbas cavadas en las paredes; no todos los esqueletos se habían levantado en aquella llamada y algunos permanecían en su lugar de reposo.

Arcturus se dedicó a lo importante, comprobar los objetos que portaban los atacantes. Las armaduras de los esqueletos estaban en mal estado, pero eran buenas; si se las pulía un poco, se limpiaban las telarañas y se ignoraban los grabados de calaveras, servirían para algo. Los escudos tenían el símbolo de un cráneo de ojos relucientes rodeado de llamas. Mientras tanto, Tobías sacaba las herramientas para abrir el baúl. En su interior encontró monedas, probablemente de oro y plata, acuñadas con efigies de calaveras. También encontró varios frascos de cristal, un fajo de pergaminos con muchas cosas escritas y un cetro de madera tallado con símbolos funerarios.

Fin del combate

Entre los esqueletos reunís, en buenas condiciones: 6 corazas dgc, 5 alabardas dgc, 8 escudos paveses de acero dgc, 5 dagas dgc de plata. En el baúl encontráis 532 monedas de plata y 215 de oro, con efigies thracias. Además, encontráis una docena de frascos, un fajo de pergaminos que parecen formar un libro sobre nigromancia y un cetro tallado.

El combate se desarrolló tal y como lo había simulado en su cabeza. Pasó junto a Eldrid, le sonrió, y le dio unas palmaditas en el hombro. Se dirigió hacia los objetos que Vika había detectado como mágicos y se puso a examinarlos.

—Tenemos una poción de caída de pluma y otra de levitar¹. Muy conveniente por si queréis explorar alguno de los abismos y grietas que hemos visto en las cavernas —informó—. En cuanto al cetro… ¡Cuqui, sal!

Su mochila se estremeció, y una suerte de libro mecánico salió propulsado al exterior. La cosa dio varias vueltas en el aire y aterrizó sobre sus patas mecánicas. Camino hasta la maga agitando un marcapáginas como agitaría la cola un perrito faldero al ver a su ama.

—Ábrete por la página de Identificar, por favor —le pidió a Cuqui, que hizo lo que le pedían, solícito.

La maga pasó la yema de los dedos por la apretada caligrafía del grimorio.

—Sí, aquí está. Puedo identificarlo ahora mismo, si queréis, pero el lanzamiento del hechizo me llevará una hora —propuso Mayra—. En cuanto a los pergaminos, parece que conforman un libro, pero es inútil para mí. Abandoné el estudio de la nigromancia desde muy joven para concentrarme en la conjuración.

1: Mayra ha elegido 10 en la tirada de Conocimiento de conjuros para un total de 43 contra CD 25. Tarda 1 minuto por poción.

- Supongo que podemos esperar. - Dijo la sacerdotisa sin demasiado ánimo. - Dedicaría unas plegarias a Lucifer. -  Anunció. - Aunque si no va a resultar de demasiado a ayuda... - Se encogió de hombros. - Más nos valdría seguir avanzando. 

Aquel era un sitio como cualquier otro para ponerse a identificar aquellos pergaminos, sin embargo, poco le importaban ahora a Vika. Tenían muchos pasadizos por investigar y no deseaba perder el tiempo en nimiedades.

Arcturus sintió como poco a poco su corazón desbocado como un caballo se iba a acompasando y la adrenalina dejaba de fluir por sus venas. El hombretón dejó a los demás inspeccionar las cosas y se sentó en un rincón a vigilar con rostro ceñudo.

—Por mí podemos esperar—dijo a la sugerencia de Mayra—. Si no hay magia para todos para explorar esas grietas, será mejor dejarlo para otro momento. Separarse en un sitio como éste nunca es una buena idea.

Como queráis, dijo. Ya no nos apremia encontrar a los prisioneros, ni nos molestarán los súbditos del rey bestia. Podemos tomarnos todo el tiempo que sea necesario.

Los músculos de Tobías agradecieron un respiro. Los brazos le dolían como si hubiera pasado una tarde partiendo troncos con un hacha mal afilada. El mandoble era su arma predilecta, pero en el futuro se lo pensaría dos veces antes de enfrentarse a esqueletos andantes con ella.

Aquí no hay más salidas, dijo. Excepto hacia abajo, aunque como apuntaba Arcturus, las pociones solo permitirían explorarlo a uno de ellos. Caminó hasta el borde del abismo y se agachó para mirar hacia la oscuridad. En la capilla hay dos puertas que no hemos abierto. Una, a la vista. La otra, que había encontrado Mayra, oculta.

- Veamos que oculta la puerta secreta... - Sugirió la sacerdotisa. - ¿Podrías hacer eso que tú haces? - Le preguntó al bueno de Tobías en referencia a las posibles trampas ocultas en dicha puerta. - Si está tan bien escondida, quizás hayan tomado otras precauciones también...

Apartaron los esqueletos y los fragmentos de hueso a un lado y se sentaron a esperar en aquel lugar, mecidos por la brisa sobrenatural que agitaba el plisado de la estatua de color negro que dominaba el lugar de reposo. Mientras tanto, Mayra descifraba los textos y realizaba un conjuro que le permitiría identificar el bastón.

Los esqueletos animados habían sido duros de abatir. En la superficie de los huesos, se fijaron después de estar un rato mirando a la nada, hallaron símbolos grabados, seguramente fruto del hechizo que los había animado. En las paredes de los nichos, bien construidas, había frescos en los que aparecía representada esa figura de capa negra y fieles devotos a sus pies, escenas de adoración a la deidad de los muertos, Azrael. Para Tobías, con más experiencia que los demás en túneles, cuevas y lugares subterráneos secretos, aquella sección le resultaba artificiosa. La decoración no se parecía a los relieves y pinturas del exterior del templo thracio, gastados por el paso del tiempo, con pinturas y frescos que ocultaban las figuras originales; esta sección parecía un anexo más nuevo.

El silencio fue interrumpido por la maga cuando terminó su estudio y le presentó el cetro a Vika. El conjunto de pergaminos le llevaría más tiempo, de modo que lo guardó en la mochila para estudiarlo más adelante. O no.

Terminada la inspección en aquella parte del complejo, regresaron a la capilla de Azrael. Se encontraron delante de la puerta sobre la cual había una calavera de oro y ébano con los ojos brillantes, que decía frases espeluznantes en cuanto alguien entraba en su radio de acción. Pero como no tenían ánimo para morir repentinamente, decidieron usar la puerta secreta que había justo en un lado. Tobías estudió el muro hasta encontrar la rendija que le abriría y presionó una placa que provocó un ligero temblor en los muros de la capilla, haciendo llover algo de polvo de la parte superior. El muro se desplazó hacia un lado y reveló un pasillo oscuro.

El cetro es un Cetro de Huesos Redimidos, permite al portador que sus pruebas de expulsión tenga un +3 al nivel de clérigo.

Los documentos son un tratado desordenado de nigromancia que necesita ser estudiado durante al menos ocho horas y permitirá al que lo estudie tener un bonificador +5 a tiradas de Saber (nigromancia)

Las pociones: caída de pluma y levitar.

Cuando el pasillo se descubrió ante el grupo, Eldrid lanzó un bufido y se le erizó todo el pelaje del cuerpo. Mostró los colmillos y las zarpas, a pesar de que en apariencia el pasillo estaba completamente vacío y oscuro. Al fondo se podía distinguir una estancia en cuyo centro se alzaba una figura. La tigresa se alejó de la entrada y se cobijó detrás de uno de los bancos de la capilla.

-Mayra... no entres -advirtió a su amiga-. No entréis. ¿Recordáis? Ese espíritu de muerte que llega... cuando uno esta malherido... que te llama para que le abraces. Lo vimos aquí mismo -señaló la capilla donde unos días atrás os enfrentasteis a una criatura no muerta. Luego señaló el pasillo-. Lo siento ahí dentro. Ese espíritu de muerte esta ahí dentro... no vayas, Mayra.

—Entonces con no escuchar su llamada será suficiente—respondió Arcturus a los temores de Eldrid—. Hemos venido a desentrañar los secretos de Thracia y está claro que ese espíritu es uno de ellos.

El hombretón se giró a Tobías.

—Entremos nosotros dos a examinar la zona—le dijo al buscador de reliquias—. Busca trampas y si todo está en orden yo avanzaré.

Los Caminantes fueron amables con nosotros cuando entramos a su territorio, dijo Tobías. Pero uno de ellos estaba con Ruzlagad. Y todo esto debe de ser obra suya; fijaos bien en los frescos, en los ornamentos... No soy un experto en arte, pero esto es diferente al resto del complejo, y más reciente. ¿Creéis que son los mismos Caminantes, o que hay distintos grupos entre ellos, como los Rayas Rojas y los Rayas Negras?

Hablaba mientras trabajaba. Recordaba la localización de la puerta oculta, y hallar el mecanismo que la abría fue sencillo para sus manos y ojos, entrenadas y experimentadas en tales labores. El panel recién abierto daba paso a un pasillo oscuro como las fauces de una bestia hambrienta.

Se retiró un par de pasos cuando Eldrid habló. Levantó una mano hacia Arcturus: aguarda.

Tal vez podamos matarlo, dijo. No puede ser peor que las otras criaturas a las que hemos abatido desde que llegamos.

- Es posible que si las armas normales no afecten al ser incorporal que habita este lugar, si lo haga un arma mágica. - Dijo no del todo segura. Miró entonces a Mayra para que confirmara sus sospechas. - ¿Es así? - Le preguntó. - Podría pedirle a Lucifer para que encante nuestras armas y las dotes de capacidad para acabar con esas criaturas. - Posó una de sus fuertes manos sobre el hombro de Tobías. - Estoy contigo. Podemos matar a ese ser.

—No estoy segura de que podamos matarlo, Tobías. Ni con armas mágicas ni por los otros medios con los que se suele combatir a los incorpóreos —admitió Mayra. Se mordió un labio e hizo una pausa—. Lo vi fugazmente, cuando murió el nigromante de los Tigres, pero por lo que nos contó Eldrid, no parece comportarse como lo haría un muerto viviente convencional. La nigromancia no es mi fuerte, pero yo diría que esa criatura parece más la manifestación del poder primordial que hay aquí, en la Isla de Thracia, que un ser que pueda ser combatido, matado, expulsado o destruido con hechizos. Pero sabemos que no es capaz de ejercer influencia alguna sobre los seres vivos y sanos. Y Eldrid ya nos ha demostrado que podemos negarnos a su oferta. 

»Siento no poder ser de más utilidad. Quizá los textos que encontramos en la alcoba mencionen algo al respecto, pero necesitaré tiempo para revisarlos.

Arcturus empeaba a impacientarse.

—Sólo hay una manera de saber más cosas sobre esa cosa—el hombretón miró a la mujer tigre—. Esto es algo que tendremos que afrontar antes o después. Ten más confianza en ti y confía en nosotros.

Tobías se dispuso a buscar trampas por el túnel, no obstante, la despistada Vika lo frenó antes de que pisara algo mágico que había sentido en el suelo con su hechizo en constante pulsación. La sacerdotisa señaló una losa a dos metros del arco que conducía a la habitación del final del pasillo, pero allí no había absolutamente nada visible. Una runa invisible estaba ahí.

De modo que la saltaron*.

La sala era rectangular y estaba limpia, salvo por unas pocas telarañas que habían tupido intrincadas redes en algunas esquinas, finas y brillantes. Las paredes lisas eran de pulido mármol negro, decorada con patrones tallados y rematado con pintura dorada. En cada esquina había un esqueleto recostado contra la pared, ataviados con túnicas ceremoniales y sosteniendo escudos en los que había pintado un cráneo dorado. Algunas vasijas, cofres y recipientes salpicaban la estancia, en cuyo interior brillaban monedas de oro y joyas. En total, había ocho esqueletos, que probablemente se alzarían si alguien daba cualquier paso en falso. 

Pero lo que llamaba la atención en realidad era lo que había en el centro. Sobre una plataforma de   alabastro se alzaba una enorme estatua dorada y negra. Representaba a un hombre joven con una majestuosa armadura, en su mano derecha sostenía una lanza que apuntaba al techo y en la otra mano sujetaba una calavera. Irradiaba magia de los pies a la cabeza. Dos enormes alas negras le sobresalían de la espalda, aunque en realidad eran telas que colgaban de lo alto, simulando ser las alas, moviéndose bajo el mismo efecto que la túnica negra de la sala que habíais dejado atrás.

En principio, nada se movió cuando entrasteis.

Al otro lado había una salida, otro pasillo exactamente igual por el que habían venido y que se perdía en la oscuridad.

*a vuestra discreción, siempre podéis dejarla ahí xD

—Dadme un momento —pidió Mayra, antes de avanzar a la siguiente estancia.

La maga de la Torre de la Espiral Negra lanzó un par de conjuros en rápida sucesión. El primero hizo que le brotaran unas alas de la espalda, y que sus pies se trasformar en garras semejantes a las de un ave rapaz. Con el segundo se movía de aquí para allá muy deprisa. Cuando estuvieron activos, se concentró en ellos. Empezó a hacer nuevos e intricados pases en el aire para modificarlos y hacerlos más duraderos, tal y como solía hacer con los conjuros de Vika.

Cuando estuvo satisfecha, asintió en dirección a sus compañeros.

—Son esqueletos, más poderosos de lo normal, como los que nos encontramos en la habitación anterior —bisbiseó Mayra a través del conjuro de Cuchichear Mensaje. Señaló en dirección a la falsa estatua—. Eso de ahí no es una estatua, es un hombre. En algún tipo de animación temporal suspendida por un hechizo. Tiene aspecto de llevar mucho tiempo así. ¿Algún tipo de guardián?

Antes de entrar en la habitación, Mayra lanza Alterar el propio aspecto y Retirada expeditiva rápida. Cuando están activos, utiliza su aptitud de clase Efecto metamágico para Persistirlos. Las CD de Conocimiento de Conjuros son 39 y 42 respectivamente. Mayra supera sendas tiradas eligiendo 10 para un total de 46.

Mayra la elegido 10 en los saberes pertinentes para daros la información previamente dicha.

Tobías se encogió de hombros y dijo: Desde luego, si es la pose que esperaría si hubiera sido víctima de una trampa.

Se quedó de brazos cruzados en el umbral. Si pasaban, era de esperar que los esqueletos se reanimaran. Si sus habilidades eran similares a las de los que ya habían enfrentado, no deberían suponer más que un ejercicio de entrenamiento para luchadores experimentados como ellos. La estatua que en realidad era un hombre era, empero, una incógnita.

¿Crees que está consciente? preguntó. En alguna ocasión, Tobías había sido presa de conjuros y maldiciones que paralizaban el cuerpo, pero permitían las funciones de la mente y el cuerpo, de tal modo que uno no solo era vulnerable a cualquiera que quisiera hacerle daño, sino que se sumía en el terror de la más absoluta indefensión. No parece uno de los Caminantes... ¿Podía ese hombre ser uno de los ancestros de las gentes que habían sobrevivido para convertirse en los Caminantes? De ser así, ese mucho tiempo del que hablaba Mayra podían ser, literalmente, siglos.

- No me preocupan los esqueletos. -   Comentó la sacerdotisa. - Podemos destruirlos como a los anteriores y el hombre, estatua o lo que sea, tampoco me preocupa demasiado, pero si me preocupa poder quedar atrapada como lo está él. - Miró a Mayra y a Tobías. - ¿Creéis que es seguro avanzar por aquí? - Les consultó. - Puede que si hubo una trampa esté inactiva. No creo que por aquí no haya pasado nadie en siglos. Es más, puede que no podamos devolver a ese hombre a su estado normal. Si nadie lo ha conseguido hasta ahora... - Vika se interrumpió a si misma. Se sorprendió hablando más de la cuenta. No solía hacerlo y hasta ella misma le extrañó su verborrea.