Partida Rol por web

Atravesasteis el puente colgante con dificultad. Abajo se divisaba el río, aunque estaba todo muy oscuro y solo podíais escuchar la corriente que se expandía por toda la caverna. Finalmente, llegasteis a un pasillo de piedra tallada y paredes lisas. Las molduras tenían grabados que el paso del tiempo había borrado y las pinturas de antaño habían sufrido un fuerte desgaste, haciendo imposible distinguirlas.

Tal y como Tobías había indicado, unos metros más adelante, una persona estaba apostada haciendo guardia frente a una puerta, en una bifurcación en la que había dos nuevos pasillos de piedra que se abrían a derecha e izquierda. El guardia vestía una ornamentada coraza, grebas de metal  y brazaletes de acero e iba armado con una lanza. Portaba un yelmo con el frontal en forma de cráneo humano.

Se puso en guardia en cuanto os vio llegar.

-(Thracio) ¡Alto ahí! ¿Quién va?

A pesar de la capacidad de Mayra de devolverles a salvo a los túneles superiores, Tobías no dejaba de cuestionarse la sabiduría del descenso. Si acababan separados por cualquier motivo, cada uno tendría que buscar y luchar su propio camino de regreso a la superficie. Confiaba en sus habilidades para sobrevivir por sí mismo en las cavernas, pero no tanto en las de sus compañeros, por hábiles que fueran.

De cualquier modo, no insistió, y decidió en su lugar extremar la cautela en la exploración. Atrás dejaron a los dragones, asustados por algo de lo que había dicho Mayra, o quizás por el timbre de voz de Vika, cuando vio al guardia solitario. Deshacerse de él en silencio era una opción que nadie contempló, así que avanzaron en grupo hasta que estuvieron ante él y, supuso Tobías, les dio el alto en su extraño idioma.

Sin dejar de vigilar, cruzado de brazos, el explorador aguardó a que Mayra, la única que podía comunicarse con los nativos desde que habían dejado a Dámasor en el campamento, entablara conversación.

Aún resonaban en su mente los desaires de los hombres-dragón, su rechazo a cualquier intento de acercamiento o diplomacia. La maga de la Torre de la Espiral Negra no estaba acostumbrada a que menospreciaran sus esfuerzos, y la amargura en su paladar le recordaba la reciente afrenta. Lo único que se respetaba en Thracia era la fuerza y el poder. Bueno, su grupo de intrépidos tenía bastante de lo uno y de lo otro.

Cuando el guardia de los Calaveras les dio el alto, su ceño fruncido se acentuó. Sus labios apretados apenas dejaban escapar su disgusto. Alzó la mirada hacia el guardia, sus ojos centelleando con una mezcla de autoridad y desdén.

—(Thracio) Soy Mayra, incántatrix de la Torre de la Espiral Negra, y oficial imperial de mayor rango en esta expedición exploradora. ¿Quién diantres eres tú? Y, más importante aún, ¿por qué debería malgastar un ápice de mi tiempo hablando contigo?

Arcturus no entendió nada de lo que dijo el tipo de la calavera ni de lo que dijo Mayra. Aunque si captó el tono de la incántatrix de la Torre de la Espiral Negra, que fue cualquier cosa menos asertivo, por lo que se preparó para cualquier cosa. La situción le generaba al campeón de Manaheim sentimientos enfrentados. Él sabía su papel, que era matar a cualquier cosa que hiciera peligrar la expedición, pero le preocupaba que la espiral de violencia negra en la que estaban metidos les nublara el juicio. No era su deseo el de segar vidas inocentes.

El tono con el que Mayra se había dirigido a aquel guardia, no auguraba ninguna reacción amable por su parte. Si no lograba amedrentarle con sus palabras, lo más probable sería que diera la voz de alarma y defendiera la entrada con su vida. O puede que no, quizás comenzara a correr viendo que estaba en clara inferioridad numérica.

- Eso sería más inteligente por su parte... - Se encogió de hombros.

El Caminante escuchó las palabras de Mayra y a pesar de la máscara, su confusión fue visible. Mantenía la lanza en alto sin apuntaros directamente.

-(Thracio) ¿Expedición exploradora...? Uhm... esto es altamente irregular. Señorita, esta zona es de uso exclusivo para los sacerdotes y acólitos de Azrael, no deberían estar aquí sin permiso expreso de Tavasmok*. No me han informado de ningún grupo explorador, la entrada al templo esta cerrada para los aldeanos o visitantes, aquí se llevan a cabo rituales muy importantes para nuestra comunidad, ¿sabe usted?

Se aproximó a vosotros con la sencilla intención de echaros de allí como el que intenta mover un rebaño de ovejas que se está comiendo la cosecha. Cuando se acercó, visteis que de su cuello colgaba un silbato de bronce. Tanto Mayra como Vika sintieron la vibración de la magia en él.

-(Thracio) No, no vayan por ahí, no hay salida -os dijo cuando Eldrid enfiló por donde habíais venido. Señaló entonces unas escaleras que había al otro lado del puente-. Ese túnel conduce a una cámara de rituales y es peligroso. Vuelvan al templo, por la escalera. Hablen con Kushik, el líder espiritual.

*Tavasmok: para que no os volváis locos leyendo lo escrito hace años, cuando estuvisteis con Akisha (la sacerdotisa de Azrael con la que hablasteis cuando descubristeis la ciudad), os mencionó a Tavasmok como su Rey.

La escalera que señala el Guardia conduce a la superficie.

- ¿Eso ha dicho? - Le preguntó una incrédula Vika a Mayra, cuando ésta tradujo. - Creo que no lo ha entendido bien. - Le dijo Vika a aquel enmascarado señalando con su dedo sobre el pecho y mirando a través de las cuencas oculares de su máscara. - Somos exploradores Imperiales en misión de reconocimiento y colonización. - Le dijo sin molestarse en saber si le entendía o no, pero manteniendo la mirada firme sobre éste. - ¿Se lo puedes traducir, cariño? - Le solicitó a Mayra. - Y añade alguna puntualización de esas que sueles hacer. Ya sabes...

—Ya sé...

Mayra tradujo el mensaje de Vika al guardia y apostilló:

—(Thracio) No la hagas enfadar —le pidió al guardia, casi en un ruego. Señaló al silbato—. (Thracio) Te partiría por la mitad antes de permitir de hacer sonar ese silbato mágico que tienes. Sí, sabemos lo del silbato. Así que no desperdicies tu vida y entrégaselo. Despacio y sin hacer aspavientos.

Tobías bufó. Cómo iba a saber del Imperio en este lugar. Los anteriores exploradores y expedicionarios apenas habían trabado contacto con los Calaveras, como para comprender que procedían de un imperio que abarcaba vastos territorios y millones de individuos. Probablemente, quienes habían nacido y crecido en Thracia ni siquiera imaginaban que el mundo era de tal tamaño, o que lo habitaban tantas gentes.

¿Por qué no vamos en paz a hablar con Kushik? No era difícil imaginar que la conversación con el desgraciado guardia acabaría en violencia, y la convivencia pacífica con los Calaveras se transformaría en otra matanza.

—Si vamos a hablar con el tal Kushik corrremos el riesgos de vernos en una situación que nos supere completamente. Yo estoy dispuesto a correr ese riesgo, no quiero matar innecesariamente. ¿Vosotros? Porque si no lo estáis, lo mejor es matar a ese hombre aquí y ahora.

—Mejor él que cualquiera de nosotros —fue la escueta, sincera y pragmática respuesta de Mayra, enunciada en tono neutro, a través del conjuro que los mantenía comunicados.

El guardia no entendía vuestras palabras, solo comprendía lo que Mayra le traducía. La máscara no revelaba ninguna emoción en su rostro pero sí podíais sentir la tensión en su cuerpo y la sorpresa de vuestras amenazas. No estaba acostumbrado a que lo desautorizaran unos completos desconocidos.

Eldrid rebulló en el sitio aunque no dijo nada. El silencio se hizo eterno hasta que el guardia retrocedió unos pasos y cogió el silbato para quitárselo y dárselo a Vika.

-(Thracio) Vuestra presencia en este lugar sagrado es una bendición para Azrael.

Retrocedió para alejarse de vosotros y se internó por las puertas que había a su espalda.

Se ha ido por la flecha que señala al norte.

- Ha hecho lo que le hemos pedido. - Dijo una sonriente Vika. - Demostremos la misericordia imperial. - Decidió mientras apretaba el puño entorno al silbato que ahora reposaba en su palma. - Tenemos muchos pasillos por explorar y pronto vendrán a darnos la bienvenida. - Miró a Mayra esperando complicidad en cuanto a sus argumentos. - ¿Izquierda o derecha?

—Será mejor que nos internemos en lo más profundo de este lugar*—dijo Arcturus señalando hacia atrás—. Imagino que no tardará en venir con refuerzos. Por cierto, ¿qué es ese silbato?

* Que vayamos para abajo.

—(Thracio) No estés tú tan seguro de eso —le respondió Mayra con aspereza, para que lo escuchara antes de irse.

A la pregunta de Arcturus, Mayra pidió a Vika que le entregara el silbato para examinarlo más de cerca. Bajo el escrutinio de su hechizo para detectar auras mágicas, le resultó trivial aventurar su funcionamiento.

—Es un mecanismo de alarma, tal y como resultaba obvio. Pero al soplarlo, solo será audible para ciertas personas designadas en el momento de su creación. Deben llevar un tatuaje específico, la marca de Azrael. En resumen, podría servir para alertar a toda una legión de Calaveras si se activa. O, al menos, a todos aquellos que se encuentren dentro de unos 40 o 50 metros.

Meditó un momento, mientras consideraban las posibilidades tácticas que un objeto así podía ofrecer.

—Esto nos brinda la capacidad de generar falsas alarmas a nuestro antojo. Incluso podría evitar que descansen —dijo, y le devolvió el silbato a Vika—. Por ahora, me parece bien lo que dice Arcturus. Avancemos en dirección opuesta y sorprendámosles más adelante.

Tras guardar el silbato, os encaminasteis hacia las escaleras que, según os había indicado el Calavera al que habíais intimidado con vuestra superioridad numérica, conducía a la superficie.

Se notaba que las escaleras habían sido transitadas durante siglos, los peldaños estaban ligeramente gastados y hundidos. Los muros habían sido restaurados, las pinturas que representaban a Azrael habían recuperado su color negro y las cenefas doradas y oscuras habían recuperado su tonalidad de antaño. Ya no había desconchados en la decoración, las paredes tenían candelabros de bronce y luces mágicas que flotaban sobre la base; desde el otro lado de la escalera os llegaba el fuerte olor del incienso también, una sensación de muerte inminente que os erizaba la piel.

Dos hombres de los calaveras aparecieron en lo alto de la escalera, bajo el arco de una entrada. Portaban la misma coraza que el soldado que habíais dejado atrás, lanzas de bronce y el casco con forma de cráneo. A vuestra espalda escuchasteis pasos que provenían del puente y del cruce que habíais dejado atrás, el sonido metálico de armas y armaduras, de al menos media docena.

-(Thracio) ¡Alto! En nombre de Azrael, deteneos, intrusos.

- Menuda banda... - Dijo la sacerdotisa al ver a aquel grupo de fanfarrones. - Nosotros no obedecemos las órdenes de Azrael. 

Tras decir aquello era evidente que aquellos guardias no iban a atender a razones. Les habían dado una orden, la de capturarles y llevarles ante la autoridad de la que dependían e incumplir dicha orden les podía costar muy caro. 

- ¡Lucifer, haz que el suelo que pisan se torne en hielo! - Imploró como respuesta a su extraña forma de darles la bienvenida. 

Lanzo Capa de hielo sobre el grupo más numeroso. 

Mayra tradujo la orden de los centinelas al grupo, y la respuesta de Vika, que le pareció apropiada, de vuelta a los centinelas.

—(Thracio) Somos exploradores imperiales de allende los mares y solo respondemos ante el emperador, no ante un dios extranjero —apostilló la maga, aunque para ella misma el emperador era una figura muy lejana cuya influencia en su vida y sus acciones era nula. Claro que imaginaba que Azrael también lo sería para los Calaveras—. (Thracio) Quedamos en buenos términos con Akisha la última vez que nos entrevistamos con ella. De modo que apartaos, no interfiráis en nuestra exploración. De lo contrario no solo estaréis desperdiciando vuestras vidas, sino que os arriesgáis a que termine en un conflicto que, creedme, no queréis.

Mayra se envaró.

—(Thracio) Hemos borrado del mapa a los Rayas Rojas y a sus líderes Hazumah y Ruzlagad por tener la osadía de atacar nuestro campamento para raptar a nuestra gente, cosa que vosotros no habéis podido evitar. Y hemos obligado al Rey Strongohen a firmar una tregua tras una serie de decisivas victorias contra sus gnolls en los túneles precisamente por intentar evitar cumplir nuestra misión de exploración. Hemos demostrado sobradamente nuestra fuerza en la isla de Thracia. Apartaos —repitió— (Thracio) , y ni vosotros ni vuestros amigos que van por ese pasillo recibiréis ningún daño.

Allí llegaban los ciudadanos del Imperio, pisoteando baldosas talladas quién podía discernir cuántos siglos atrás, adentrándose en los dominios de los últimos descendientes de los thracios, como si poseyeran un derecho, incluso un privilegio, que les otorgase el permiso de acceder allá donde deseasen, tan solo porque eran lo bastante fuertes como para reclamarlo. A Tobías, aquello le recordaba aquellos años en los que era poco más que un adolescente con más oro en la bolsa que sesos detrás de las cejas.

Como era de esperar, otros guardias no tardaron mucho en interponerse en el camino de los exploradores. Y algunos más a sus espaldas. Vika reaccionó de inmediato, conjurando bajo los pies de los que les habían hablado. ¿Podía acaso comprender su lengua?

¿Qué ha dicho? preguntó. ¿Nos ha amenazado?

Los calaveras podía adorar a una deidad siniestra —como si Lucifer fuera un dios de prístina pureza—, y uno de ellos había combatido junto a los Rayas Rojas, pero cuando habían llegado a su asentamiento, no les habían recibido con violencia. ¿Era realmente necesario matarlos también?

Los guardias, aunque escucharon la declaración de Mayra, no se movieron y continuaron inamovibles en su posición, con las lanzas aprestadas apuntando hacia vosotros, pero sin avanzar. Esperaban los refuerzos que venían por el otro lado del pasillo.

-(Thracio) No tenéis permiso para caminar por estos salones, nadie que no sea un elegido por Azrael puede entrar su templo -declaró uno de ellos, firme en su posición-. (Thracio) Esta es una zona restringida, solo los acólitos y sacerdotes tienen libertad para transitarlos.

En ese momento, uno de los soldados que llegaban por el puente de cuerdas, alcanzó la zona helada convocada por Vika, patinó por ella y se estrelló con gran estrépito contra el muro, para después caer estrepitosamente sobre el hielo. Los soldados dieron el alto para evitar entrar en la capa helada mientras el incauto calavera intentaba recuperar la dignidad después del golpetazo, sin demasiado éxito ya que el hielo era muy escurridizo.

-(Thracio) Cesad las hostilidades. Os llevaremos ante Tamasvok y Azrael juzgará vuestra trangresión -insistió el soldado.