Partida Rol por web

No te lo piensas dos veces. Tu decisión no tiene vuelta atrás, corres en busca de un lugar seguro para Isaac. Realmente no sabes quien es ese ratón y que hacía con Sadie, la guarda. Aunque quizá no sea el momento para planteárselo. Ahora hay que escapar de ahí...

Corres con todas las fuerzas que tus patas te permiten. Tu cola se balancea de lado a lado dando latigazos en el aire. De pronto notas como del propio movimiento, ese ratón comienza a recuperar la conciencia. Llegas finalmente al túnel cuando oyes muy de cerca a tus perseguidores. 

Dejas a Isaac con todo el cuidado que puedes. - ¿Donde estoy? Quien eres tú? - te pregunta desorientado. 

Tenéis que entrar en el túnel sin falta. Os pisan los talones y apenas disponéis de unos segundos de margen antes de que os den alcance...

Al otro lado está el cubil de las salamandras. Esas escamosas pero nobles criaturas que os habían ayudado a encontrar a los vuestros. Sin saber muy bien como van a reaccionar o si tan siquiera te van a entender, no tienes otra opción. 

El joven ratón comenzó a caminar hacia el cubil de las salamandras, poder ir a su paso en lugar de al paso ralentizado de Sally seguramente le había dado un tiempo muy valioso.

No queriendo ralentizarse ahora le dijo palabras fáciles de entender, para que asimilara la situación - Robín, zarpatierna, amigo de Sadie, siguiéndonos Geromé, corre... - alargó la alabarda esperando que se dejara guiar por él, dispuesto a llegar a sus amigas antes de que les alcanzaran aquellos brutos.

Faltaba saber como pedir ayuda a las salamandras, hablar había visto que era muy difícil, y pensó explicarlo con unos gestos sencillos [ratones / malos / siguiéndonos / juntos] y adoptar una postura defensiva... Las opciones eran variadas, huían junto a Isaac y él cubría dicha huída, mostraban su agresividad y atacaban todas juntas haciendo huir a sus perseguidores, o algo que escapara de su comprensión, aun y así era lo más sensato para salvar al tipo.

No tardó en establecer contacto con las salamandras, y comenzó una durísima danza de gestos buscando utilizar toda la sabiduría que logró recaudar de su cabeza, desde losa gestos que se hacía con sus amigos de pequeño hasta gestos de cola para intentar hacerles entender que les estaban siguiendo. Al principio creyó que no le entenderían, sus mentores no habían tenido éxito con más conocimientos, pero también pensó que la suerte del principiante a menudo es muy caprichosa. Casi rogaba por que ésta le iluminara ahora...

Dain no se daba cuenta del deshonor que suponía dejar perder su capa. ¡Pero sin duda, mejor su capa que su vida! En el castillo ya tejerían otra para ellos, ahora solo podían intentar salir con vida de allí.

Lamentó profundamente que Robin no estuviese con ellos. Como habían dicho varias veces antes, era mejor no haberse separado, y creyó que el joven ratón había entendido esa premisa. Ahora tendrían que buscarlo a él también, cuando saliesen de allí... Y eso sí era lo primero.

¡Suerte, Robin! -le deseó mentalmente.

Con un gesto, Dain impuso silencio a sus compañeros. No sabía si alguien fue alertado por la caída o el chapoteo posterior. Evaluó si había algún herido más o podían continuar huyendo, y prefirió no pararse demasiado. ¡Había que salir de allí cuanto antes!

Buscó una salida, una vez que hubieron recuperado el aliento. Quizás por alguna de esas pasarelas... -pensaba.

Atento como estaba al otro extremo del pasillo, con una mezcla de sudor y humedad corriendo por su frente, Quentin no se percató de que Robin había elegido regresar corriendo hasta el cubil de las salamandras hasta que fue demasiado tarde. Estuvo a punto de gritar su nombre, pero eso sería ponerle en serios aprietos. No, aguantó hasta que los hocicos de sus perseguidores asomaron para que vieran por dónde se habían lanzado ellos y se unió a Dain, Sadie e Isaac. Robin estaría a solas, sí, pero a salvo.

O eso deseaba con todas sus fuerzas.

La caída fue vertiginosa, y Quentin no pudo reprimir una maldición cuando su cuerpo rozó con algo duro y supo que eso le provocaría un feo verdugón. Pero lo peor estaba por llegar. La caída dio paso a la ausencia total de algo a qué aferrarse, a la atracción mortal de la gravedad hacia su reino definitivo. Y luego, sumergirse en ese torbellino implacable. Le faltaba el aire. ¿Quién me está asfixiando? ¿Es una trampa? Con una mano rápida, echó mano a su cuello, y entonces comprobó que era su propia capa, la amada capa que había cuidado y remendado con mimo, que le estaba estrangulando llevada por la corriente. Sólo había una posible solución. Era su capa, sí, pero nada podía sustituir a ningún miembro de una patrulla ratonil.

—Joder —jadeó, trepando hasta suelo firme. Miró a Dain, completamente empapado, y le dedicó un asentimiento. Él también había perdido su capa. Hermanos hasta el final. Hasta en las desgracias. A su alrededor había otras celdas, ¿una especie de cárcel subterránea para esclavistas? Maldita sea. Se incorporó y echó un vistazo, necesitaban esconderse.

Música

Tiras de Isaac para hacer que entre dentro del cubil de las salamandras. Tanto él como tus amigas están confundidos, no saben lo que está pasando. Poniendo todo tu empeño en hacerte entender logras dar una idea básica pero clara sobre lo que te perturba.

- ¿Que está sucediendo aquí? ¿Has venido a rescatarnos? ¿Dónde está Sadie? - pregunta Isaac sin dejarte apenas tiempo para responder.

Ves que está muy nervioso. Acaba de recobrar la conciencia y no sabe ni dónde está, quien eres y que haces con él. Notas que en cierta forma se fía de ti, pero no del todo. En este momento es cuando echas en falta tener una capa de guardián que te identifique como tal en pleno derecho.    

Mientras Isaac lanza su batería de preguntas, las salamandras comienzan a rodearos haciendo una especie de cordón de seguridad para lo que está por venir.

Los pasos cada vez están más cerca. La luz de unas antorchas comienza a iluminar el pasillo. Preparas tu alabarda y es entonces cuando comienzas a oír un ruido ensordecedor a tu alrededor que retumba en los túneles. Un grupo de 8 o 10 salamandras comienzan a proferir chillidos y silbidos agudos para alertar tanto a los suyos como advertir a los que se acercan de que van a defender su "madriguera".

Comienzas a oír voces a lo lejos acompañadas de sombras que se proyectan en las curvas paredes del túnel, haciendo que se hagan figuras deformes y alargadas. - ¡Vamos, por aquí! ¡No les perdáis de vista antes de que suban las escaleras!

Cuando quieres darte cuenta los tienes frente a frente. Son un grupo de unos 5 ratones encabezados por uno que reconoces casi de forma inmediata. La mitad de su cara está destrozada por unas feas cicatrices, pero la otra deja ver claramente su identidad.

Se trata del ratón que había retado a Tuk, el jefe de los bandidos y amigo de Baron. En su momento parecía ser el segundo al mando de la banda. Alguien con ambiciones de poder y ahora que Tuk estaba enterrado en una cuneta en el camino, este había tomado las riendas de su banda. Él era ahora el líder.

Es entonces cuando caes en la cuenta... las heridas que había sufrido Tuk. Puñaladas por la espalda... ¿Quizá...?

Un grito se saca de tus pensamientos. - ¡Alto! - gritó Jerome a sus secuaces. Las salamandras les amenazaban con atacarles si daban un sólo paso más.

- Veo que has sido muy listo Isaac. Esperaba que me traicionaras tarde o temprano pero por algo mejor. - dice refiriéndose a tí. - Este mocoso apenas sabe sostener su arma. Ríndete, dime donde está la chica y te perdonaré. 

Conseguís salir del agua gracias a unos escalones medio sumergidos que os permiten hacer pie incluso antes de emergen completamente.

Echáis un vistazo a vuestro alrededor. ¿Cómo era posible que toda esta construcción estuviera bajo las raíces de Sprucetuck? Jamás habíais oído hablar de este lugar u otro similar. Había historias de que antes, hace muchos años había refugios y asentamientos donde ahora están los Territorios ratón y sus ciudades, pero nada como esto.

Comenzáis a preguntaros quien había construido todo este complejo subterráneo, cuando de pronto oís unos sonidos que provienen de unas celdas. No muy lejos de ahí hay una serie de arcos enrejados. Al acercaros con cuidado para investigar, veis que se trata de ratones es un estado más que lamentable.

No son muchos. Entre todas las celdas quizá unos 8 o 9. Os miran asustados escondiéndose al fondo, en un rincón. Miráis a vuestro alrededor, pero no parece haber ningún centinela vigilándoles. Es extraño, pues las antorchas que iluminan la sala parecen haberse cambiado con regularidad.

Os preguntáis que es todo esto... pero no tenéis ni la más remota idea.

Robín dio una vuelta a su alabarda sobre su cabeza - la controlo mejor de lo que tu apuñalas a traición, vete por donde has venido y te perdonaré yo - dijo con firmeza.

En realidad estaba enfadado, MUY enfadado, el enfado que venía siguiéndole un par de días, solo sus encías lo conocían. Robín que esperaba que Tuk pudiera visitar la tumba de Barón, había muerto en sus manos. Y ahora sentía como si la ira de Barón se uniera a su causa. Lograba controlarse tan solo, pensando que allí donde Barón estuviera, estaría también su amigo Tuk, pero si daba un paso más, y las salamandras atacaban, él no se quedaría atrás, sería injusto no ayudar a quienes les estaban defendiendo.

- veo que Tuk supo dejarte un considerable recuerdo, no tendrá oportunidad de visitar la tumba de su amigo y mi superior, caído ante una enorme serpiente, pero estarán riendo donde estén del regalo que te dejó por incompetente y no matarle con la primera puñalada traicionera - miró a quienes le acompañaban - Miradle bien, acabó con Tuk, y no se pensará dos veces hacer lo mismo con vosotros... Tuk quería algo mejor para todos vosotros...

¿Harían sus palabras hacer dudar a aquellos personajes? Lograría menguar el tamaño de la banda? Incluso si se iban, si su banda se hacía más pequeña ayudaría a la ciudad indirectamente.

Con un gesto adquirido por la costumbre, Quentin tomó su cola y la agitó para sacudir el agua, pero sin dejar de mirar a su alrededor. Aunque estaba sorprendido y maravillado por lo firme de la construcción, el que todo esto estuviera bajo Sprucetuck y, además, se estuviera utilizando como prisión para unos pobres desgraciados, le hacía hervir la sangre.

—Hay que sacar a toda esta gente —dijo, dirigiéndose a la primera puerta que vio e intentando abrirla. Seguramente estarían cerradas con llave, lo que implicaría un carcelero— No podemos simplemente marcharnos, Dain. Si nos vamos y regresamos con refuerzos, quizás se los lleven a otro lado. O algo mucho peor.

-Pienso lo mismo. Además, si los liberamos, serán más guerreros a nuestro favor, y entonces sí podremos hacer frente a esos carceleros. Miremos si las puertas se abren desde fuera con algún pasador, o necesitan llaves. Si pasa eso, busquemos por dónde pueden estar, o intentaremos forzarlas. Pero siendo discretos. Avisemos a los de las celdas de los que intentamos hacer, por si pueden ayudarnos. ¡Andando!

Dain se encaminó con cuidado y en silencio hacia la puerta de una de las celdas más cercanas, ocbervando atentamente cómo podría abrirse. Arañó suavemente la puerta, susurrando:

-¡Eh! ¿Hay alguien ahí? Soy un Guardián, hemos venido a sacaros de aquí. ¿Cómo podemos abrir estas puertas?

Jerome, el ahora jefe de la banda, al oír el nombre de Tuk, escupe en el suelo. No parece que le guarde ningún aprecio a su antiguo capataz.

-  Se ganó lo que le hice. Era demasiado blando para tomar las decisiones necesarias.  ¿Por cierto que tal está mi amiguita? ¿No la has traído contigo esta vez? – te pregunta haciendo un gesto con la mano a media altura, como si hablara de un ¿ratón infante?

Caes en la cuenta que se está refiriendo a la pequeña Talin, la que desde hace apenas unos días es tu nueva hermanastra y que estas alturas ya estará a punto de llegar a Barkstone para reunirse con tus padres, si es que no ha llegado ya.

Lo que está hablando es algo que empieza a ponerte muy furioso, tanto que no sabes si vas a poder controlarte. Salir de tu posición actual y lanzarte a por él, es casi un suicidio pero te está poniendo muy al límite.

Sadie se acerca a las celdas y comienza a mirar a través de aquellos barrotes. Le recuerda demasiado a lo que acababa de vivir hacía apenas unas horas atrás. Falta comida y agua, un ambiente húmedo e insalubre... esas no eran condiciones ni para mantener presa a la peor chusma. Y esa gente sólo parecían ser ratones secuestrados y apresados en contra de su voluntad.

Veis como el estado de salud de la mayoría es lamentable. Estos ratones, hombres mujeres y niños llevan mucho más de los 3 días que Sadie llevaba en el complejo subterráneo. Puede que incluso alguno que parecía estar bastante enfermo llevará semanas o meses allí encerrado.

Uno de ellos se acerca a la puerta de la celda - Por favor, sacadnos de aquí. Nos tienen encerrados sin apenas alimento para luego sacarnos de uno en uno y sin avisar. Los que se llevan ya no regresan... no se que hacen allá con ellos pero tenemos mucho miedo. 

Otra ratona algo más joven, pero andrajosa y con serias señas de estar enferma os dice - Si nos quejamos o pedimos piedad entran y nos muelen a palos. Ya no podremos soportarlo más. Si no nos sacáis de aquí moriremos . - afirma antes de ponerse a toser muy fuertemente, tanto que tiene que doblarse del dolor que siente. 

Esta claro que los carceleros apenas se preocupan por mantenerles con vida. Esta banda parece ser especialmente cruel, hasta limites que no podíais ninguno los 3 imaginar. No lográis saber el porpósito de por que los secuestran o que hacen luego con los que se llevan. Lo único que tenéis claro es que no pueden seguir ahí... 

Por último uno de ellos os señala hacia una caja de madera que hay puesta boca abajo. - Cuando vienen usan esa caja a modo de mesa. Tienen varias herramientas ahí encima, puede que algo os sea útil.  

Incluso ahora os planteáis la idea de esperar a que el carcelero venga y asaltándole entre los 3, quitarle las llaves. Lo que no sabéis es cuanto tiempo puede tardar ni la ruta de escape en caso de poder liberarlos.

¿Cómo saldríais de ese laberinto y con un puñado de secuestrados enfermos y famélicos?

Las encías del joven ratón ya no aguantarían mucho más, y la furia acumulada era demasiada, Robin aun era joven y su voluntad no era muy firme, cuando se trataba de contenerse, sabía que aquel monstruo se percataría fácilmente de ello, su alabarda se abalanzó contra del grandullón en un corte vertical.

La adrenalina juega malas pasadas. Esta no era excepción.

Saltas directo para acabar con ese desgraciado de Jerome cuando el te aguarda con su machete preparado para darte un corte en cuanto saltes a por él... 

Los matones sacan las porras y cuando parece que van a rodearte para molerte a palos, las salamadras salen en tu ayuda. Estas comienzan a atacar a los matones de Jerome. No sólo estaban atacando a un "ratón bueno" como ellas te consideraban, si no que invadían su territorio que era donde mantenían a sus crías y a los huevos. 

La lucha acaba con un par de matones muertos por los mordiscos y otras tantas salamadras adultas apaleadas. Tu y Jerome sois los únicos que seguís luchando con fiereza. A ti te mueve el odio y la rabia, dos sentimientos que sabes que no te permiten pensar con claridad.

Esto sirve para que bajes la guardia y te confíes. Jerome lo aprovecha para atacarte, pero sin llegar a hacerte ninguna herida grave. Tu le golpeas como puedes e intentas clavarle la alabarda pero se aparta sin demasiada dificultad. Él te impacta de una patada echándote para atrás. Es entonces cuando ordena que uno de sus secuaces le de una antorcha que lleva en la zarpa.

Jerome coge la antorcha y la lanza a la zona del cubil de las salamandras. Este pronto comienza a arder. Tienes un segundos para reaccionar antes que un muro de fuego os separe. En un lado están ellos, en el otro vosotros. Esto te permite escapar, y a ellos también. 

El problema es que las crías de salamandra y los huevos están expuestos al calor y al fuego de las llamas...  

Maldito ratón, Robín se preguntaba si no pudiera ser en realidad una comadreja, no había visto nunca ninguna, pero ese tal Jeromé se comportaba como la peor de todas ellas, era un cobarde, y le repugnaba, no solo huía si no que atacaba al ser más indefenso del lugar, aquellos pequeños reptiles no merecían morir, y sus ojos se humedecían al ver la dirección que tomaba el vuelo de la antorcha. ¿Como osaba hacer algo tan atroz?

Al desviar su rostro con un gran nudo en la garganta corrió, directo hacia las llamas, si quemar su pelaje servía para salvar alguna de que aquellas amables criaturas, no lo pensaría ni un momento. Vio de camino escenas de su pasado, y solo podía esperar que ese acto no fuera un mal presagio, lo único medio bueno era saber que ahora su banda era dos miembros más pequeña. Y solo medio bueno, pues era incapaz el joven ratón de ver alegría en la muerte de aquel par de malos ratones, no los conocía, pero quizás estaban allí por motivos que escapaban a su control. - teníais que haber huido antes - pensó, ahora no había vuelta atrás.

- Tenemos que sacarles - afirma Sadie con seriedad, dirigiéndose a la caja a ver si hay algo de utilidad. Malditos, malditos, malditos.  - Cuando me amenazó, Jerome dijo de... venderme a unos amigos suyos - un escalofrío le recorre la espina dorsal. - Me da muy mala espina lo que se cuece por aquí... Me jugaría la cola a que están traficando con ratones... Y no quiero saber quienes son sus clientes. - concluyó, acercándose a la caja para ver si había algo de utilidad. 

La verdad es que no podía en si de tanta rabia e impotencia. Esos ratones, las pobres condiciones en que los tenía, Isaac, y ella misma ... Era todo tan, pero tan mezquino.  Esto ya era más que una misión, era un asunto personal. Había que hacer justicia... ¿Cuantos habrían muerto ya? 

No quería creerlo, pero una parte de su mente le gritaba que era la auténtica y única verdad. Quería creer que esas personas eran malhechores, que habían cumplido algún delito atroz y la Guardia de la ciudad les había encerrado allí de por vida. Pero ese pensamiento tenía la misma estabilidad que el papel mojado, y cuando Sadie confirmó lo que no quería creer, los ojos de Quentin se anegaron de lágrimas de pura rabia. Lágrimas que se apresuró a enjugar con el dorso de la mano.

—Yo me encargo —dando grandes zancadas, se dirigió hacia la caja donde les habían indicado que encontrarían las herramientas, cogió un martillo y un escoplo de metal, y eligiendo la primera cerradura que tuvo a mano, alzó la mano para empezar con el proceso de liberar a toda esa gente— Dain, coge mi arco y vigilad. No puedo estar mirando por encima de mi hombro a cada martillazo.

Vigilante, cogió el arco de Quentin y esfuerza sus sentidos en comprobar cualquier sonido sospechoso que pudiera ser síntoma de un inminente ataque.

Dain no dejaba de preguntarse por el destino del joven Robin deseando que pronto volviesen a verse todos juntos, pero no se arrepentía de haberse arrojado por aquel hueco. Lo que habían encontrado en ese subsuelo era escalofriante.

¡Cuánto sufrimiento habrían tenido que pasar tantos y tantos ratones ahí encerrados, mientras la vida en Sprucetuck continuaba normal y corriente sobre sus cabezas!

Se sentía culpable del dolor infligido por su ignorancia, aunque no fuese causante de ello. Ahora al menos podrían ayudarles a huír gracias a la maña de Quentin con las cerraduras.

Siguió vigilando con la cuerda del arco bien tensa, y la flecha entre sus dedos.

Los ratones prisioneros se asustan un poco al ver lo que vais a hacer. Demasiado ruido dicen algunos. Otros simplemente quieren ser rescatados de esa celda mugrienta. El estado en el que se encuentran es realmente lamentable y no pueden seguir mucho más tiempo aquí abajo...

Quentin, con ayuda de esas herramientas encuentra el modo de forzar las cerraduras de las celdas. Los ratones cautivos os miran en un principio con algo de cautela y desconfianza, hasta que finalmente se animan a salir, uno a uno.

Cuando todos han salido al exterior, hay uno que parece quedarse dentro por voluntad propia. Os extrañáis, pero el resto os dicen que está loco, que quiere no hablar con nadie...

El tiempo apremia. Por un lado ese ratón parece querer quedarse bajo su propia responsabilidad, pero por otra tenéis el deber de salvarle. Por otro lado hay como una docena de ratones que deben salir de aquí cuanto antes y no os podéis retrasar por uno sólo.

Es una decisión muy difícil la que se os plantea...

Pese a que todos están en pésimas condiciones parece que este ratón lleva mucho más tiempo aquí. Quizá esa sea la explicación para está en los huesos, con los ojos saltones y una expresión de miedo incrustada en el rostro.

- ¡Alejaos, dejadme sólo! - consigue decir entre estertores.

Su pelaje ha perdido vida, como si en este tiempo cautivo hubiera envejecido décadas. Se acurruca contra una esquina para que le dejéis en paz.

https://youtu.be/3zP-WEI7Jvk

Comienzas a correr intentando salvar los huevos de las salamandras que no han estallado con las llamas. Ves como el humo y el calor crean una situación de miedo y confusión entre las criaturas. Pronto comienzan a huir por el pequeño túnel que conectaba su cubil con la entrada subterránea.

Consigues salvar a tres huevos que llevas entre tus zarpas. Te arrastras como puedes pero las lenguas de fuego te alcanzan causándote serias quemaduras. Comienzas a toser por el humo y uno de los huevos se cae al duro suelo rompiéndose. Con gran pesar debes continuar tu huida de allí. Con los dos que te quedan, te adentras en el túnel detrás de Isaac y las salamandras que escapan como pueden.

Te retuerces de la mejor manera posible para pasar sin perder tu alabarda y los las dos crías nonatas. El hueco es angustioso y en más de un tramo casi te quedas atascado. Pero finalmente consigues llegar al otro lado lleno de hollín. Dejas los dos huevos con cuidado en el suelo para que los cojan las salamandras y comienzas a toser profusamente.

Las salamandras que han sobrevivido al incendio e Isaac están esperándote al otro lado. Cuando el ratón te ve aparecer te intenta ayudar a sentarte en un lado, junto a las escaleras. Desde el túnel puede verse como sale algo de humo todavía y a lo lejos resuena el crepitar del fuego. 

- Me has salvado la vida, joven guardián. - te dice mientras comienza a examinar tus heridas. - Tengo conocimientos médicos, has de tratarte esas heridas inmediatamente antes de que se pongan peor. Aguarda aquí, iré a pedir ayuda y a tratar esas quemaduras.

Sabes que necesitas curarte pero a la vez quieres ayudar a tus amigos. Quedarte ahí esperando a que Isaac vuelva con ayuda puede suponer un tiempo precioso para ir a buscarles. A demás sigue estando ese portón de hierro que  visteis al llegar y no va a abrirse fácilmente sin ayuda.