Partida Rol por web

Hace tiempo que no sabíais nada de Jackson Elias, vuestro buen amigo. Hasta que os ha llegado un telegrama (a cada uno) enviado desde un barco camino de América. 

"Tengo información relativa a la expedición Carlyle STOP. Necesito equipo investigadores fiable STOP. Nos vemos el 15 de enero en Nueva York. STOP".

La expedición Carlyle... Os suena que se habló mucho de ella en los periódicos hace unos años. Más que nada por su tremebundo final. En 1919 un joven millonario, Roger Carlyle, famoso por sus excesos, financió y dirigió una expedición arqueológica a Egipto. Tras excavar cerca del Cairo, la expedición decidió pasar el verano en la colonia británica de África del Este (actual Kenia), para hacer safari. Bajaron por el mar Rojo hasta Mombasa, y luego hasta Nairobi, en el interior. Allí la expedición desapareció misteriosamente.

Las autoridades coloniales encontraron sus restos mortales. Según la versión oficial fueron asesinados por nativos hostiles. Se ahorcó a varios miembros de la tribu kikiyu, acusados del crimen.

Los miembros de la expedición eran:

- Sir Aubrey Penhew: prestigioso arqueólogo británico de rancio abolengo.

- Miss Hypatia Masters: fotógrafa de la alta sociedad.

- Doctor Robert Huston: psicólogo de moda.

- Roger Carlyle: millonario y mecenas de la expedición.

- Jack Brady: factotum (hombre para todo) de Carlyle.

Dejáis en orden vuestros asuntos para desplazaros a Nueva York.

Antes de partir, Mendoza recibe una llamada por teléfono de Jackson Elias. La llamada es breve, y Elias se muestra críptico y ansioso (incluso asustado), lo cual es poco habitual en él. Os cita al hotel Chelsea, habitación 410, a las 20 horas. Parece estar llamando desde un bar o algún lugar público, y cuelga pronto disculpándose apresuradamente.

Como tenéis tiempo, quedáis para comer en un restaurante y poneros al día de vuestras vidas, luego dais una vuelta por la gran ciudad, cubierta de una hermosa capa de nieve. A las 20 horas estáis en el vestíbulo del Chelsea. A ver en qué lío se ha metido Jackson esta vez...

La llamada tomó a Isabella enfrascada en la lectura de libros de ocultismo, preparándose para su siguiente investigación y publicación. Tenía en su punto de vista una secta que estaba siendo susurrada cada vez por más personas de los suburbios de Long Island.

La llamada la sorprendió por el tono nervioso de su amigo, pero al mismo tiempo le dió ánimos, parecía que su amigo había descubierto algo bastante jugoso que hacía referencia al sonado caso de la expedición Carlyle, y no dejaría pasar la oportunidad.

Ni corta ni perezosa tomó su cuaderno de viaje, algunos bolígrafos y todo lo necesario, se puso su capa de nieve para resistir de la mejor manera el frío del primer mes del año. Reencontrarse con varios conocidos y amigos suyos le hizo pensar que Jackson había localizado algo importante y único de aquella investigación, la hubiese citado única y exclusivamente a ella si fuese algo más trivial.

Me emocionoe la llamada, los últimos casos habían sido meras coincidencias y nada de verdadero interés, apenas había hecho falta la presencia de ninguno de los asociados. 

Con la esperanza de tener tiempo para volver a ver a Izzy después de tantos meses y cartas que nos hemos intercambiado seria agradable volver a tener una mujer para hablar de losas extraordinarias. Con todo esto en mente prepara la maleta con lo necesario para el viaje, comprando los billetes tanto para ella como para el Sr. Stirling con las cuentas de la empresa ya que parece que esto puede ser un caso para añadir a la contabilidad.

Haciendo las llamadas necesarias para cancelar las citas de los próximos días y así despejar la agenda de la agencia, le envío un mensajero al Sr. Stirling con los horarios de los trenes y el billete, indicándole la hora y el vagon estimado donde realizaremos el viaje.

NEW YORK:

Siempre me fascina esta ciudad, Boston es una ciudad maravillosa para vivir pero desdeluego el nivel de actividad de la Gran Manzana, estoy emocionada  casi más por el reencuentro con Izzy y otras personas metidas en este mundo extraño. Cuentan historias y anécdotas muy curiosas que a veces envidio no haber vivido. Pero va siendo la hora de la cita con Jackson a ver que nos cuenta, enlazando mi brazo con Stirling nos dirijamos al vestíbulo del hotel. 

Un joven cruzó Charles Street con preocupación y se acercó a la puerta de una tienda. Era su última oportunidad. Ningún otro librero había tomado importancia al pesado volumen que llevaba bajo sus brazos, aunque el último de ellos había mencionado que Antigüedades Prague podría ser lo que buscaba. 

Miró el reloj, me quedaban solo unos pocos minutos, si no pasaba ese libro a alguien más la maldición le cogería y lo volvería cenizas. Solo con que alguien más lo recibiese de buena voluntad.

Una leve sonrisa cruzó al ver el cartel que decía "abierto" colgando en el portal, su mano tomó el picaporte, lo giró y la sonrisa se le borró.

Lo giró otra vez y otra más, golpeó la puerta con timidez y finalmente con desesperación a medida que las sombras se hacían más y más gruesas a su alrededor. Tiró de la puerta con fuerza una última vez sin que ésta se abriese un milímetro más.

Un minuto después ya no estaba ahí. 

A más de doscientas millas de allí, Caín S. Prague, dueño de antigüedades Prague paseaba por las calles de New York, preguntándose —entre otras cosas— si había dado vuelta el cartel de abierto de la puerta de su tienda.

—Bueno, no es que alguien se vaya a morir si no abro un día o dos tampoco —dijo encogiéndose de hombros y siguiendo su camino hacia el restaurante donde había quedado con los otros invitados del señor Elías.

Sin atreverse a acercarse al grupo aún se quedó a una distancia considerable mientras leía el The Sun apoyado en una pared. Ahí estaba ya la señorita Mendoza y una chica rubia que se le hizo sumamente familiar… se parecía mucho a una chica que había entrado en su tienda hace unos años. ¿No era la hija del carnicero?

Jackson había mencionado en su telegrama que tenía información acerca de la expedición Carlyle. No podía negar que el tema era interesante. Había estado en la mansión Carlyle un par de veces —solo una de ellas invitado— y la verdad es que el legado Carlyle era notoriamente cuantioso. Cualquier cosa relacionada con esa familia podría resultar ser muy provechosa para sus arcas y eso sin contar el desafío mental que podría significar. 

Cómo por ejemplo ellos, aquí y ahora. Por una expedición desaparecida, hallada y enterrada años atrás. ¿Qué podían hacer ahora? ¿Que tenían en común aparte de, obviamente, Jackson Elías?

James se sorprendió gratamente l recibir noticias de Jackson, llevaba ya un tiempo demasiado ocupado y no se veían desde hacía ya demasiado tiempo. Seguramente él si que habría mantenido contacto con su abuelo. Lady Natisha le hizo llegar en seguida los billetes para el viaje que les esperaba, siempre era un placer y un honor explorar mundo junto a ella. 

La expedición Carlyle, era algo que había salido en los periódicos, pero que en aquel momento no le había hecho saltar la alarma, parecía todo perfectamente plausible. Pero si Jackson tenía algo y lo convocaba a él, e imaginaba que a otros con tanta urgencia era algo grade, muy grande.

Hizo maleta y aprovechó hasta el último minuto oara recopilar la información que le fuera a ser útil. Detalles conocidos de la expedición. Un mapa, habiemdo marcado los puntos de ruta que siguieron. Y todo lo que pudiera encontrar sobre los miembros de la expedición, que trabajos habían realizado antes. Sobre la tribu egípcia en la que sucedieron, supuestamente los hechos. 

Como la mayoría de veces, mucha de aquella información no le sería útil y el resto, se ka darían. Pero James era hombre precavido. Y fuera llover sobre mojado, a él le gustaba estar preparado, paraguas en mano.

Nueva York

Siempre un placer pasear por aquella ciudad, aunque apenas lo había hecho en una ocasión. Estaba nervioso e ilusionado a partes iguales. Cogiendo el brazo de Natisha cogió el valor y la fuerza que estando sólo le faltaban. Pero por un momento, disfrutó del paseo hasta el lugar de reunión, olvidándose de todo. Por un momento vivió. Seguramente hubiera disfrutado aun mas de aquél momento, si hubiera sabido lo que estaba por venir. 

Pero en fin, ya hacía más de un año que se habían metido en tantos problemas que alejarse de casa un poco y sobretodo de aquellos hombres que les rspiaban cada tanto. ¿Sería aquello una bocanada de aire fresco, o un problema mas grande?

Tras un paseo y algunas compras, un taxi os lleva hasta el hotel Chelsea, frecuentado por artistas y bohemios. Subís directamente a la habitación 410 y llamáis a la puerta. nadie abre. Aunque oís claros ruidos de que hay alguien dentro.

Observo la reacción de los demás, intentando ocultar la preocupacion en mi rostro, y empiezo a llamar con algo mas de insistencia y fuerza sobre la puerta, espero que el ruido no sea mas que alguien recogiendo y no de lucha o robo...

-Nadie habrá visto a algún celador que pueda abrirnos la puerta, no?-  digo en tono algo nervioso

Dando unos pasos hacia atras para dejar sitio a alguien que pueda o sepa mas sobre puertas y cerrajeria, aprovechando mi propio silencio suspiro para tranquilizarme e intento saber bien que tipo de ruidos salen

Tras esperar pacientemente unos eternos instantes y ver como Lady Natisha insiste preocupada me excuso -Si me permitís- y avanzo hasta la puerta, y tras un breve instante, que aprovecho para escuchar disimuladamente, llamo con la empuñadura de éste haciendo como si fuera un picaporte portatil.

No os preocupéis, en establecimientos de este tipo es algo común - añadí intentando quitar tensión al asunto

Caín, que les había acompañado tras haberse encontrado minutos antes de mantuvo al margen. Dejando que James escuchase tras la puerta y tratando de bajar el perfil al asunto. 

—Seguro nuestro anfitrión ha salido un momento, nadie podría decir que el señor Elías no es un alma inquieta. Quizás podríamos intentar entrar por nuestra cuenta. No creo que que a él le moleste. 

Sacó de un bolsillo interior una pequeña ganzua de hierro adornada con un zorro estilizado en una de sus orillas notorio solo aora aquellos que la mirarán muy de cerca. 

—Si me permite usted Señor Stirling... —se agachó junto al picaporte y, tras mirar dentro de la cerradura, puso el oído junto a esta e introdujo la pequeña ganzua. Casi como excusándose agregó a medida que procedía—, una persona distraída como yo suele olvidar las llaves de la tienda en casa, por eso tuve que acostumbrarme a andar con esto encima, si no no podría abrir todos los días. La necesidad tiene cara de hereje, dicen por ahí. 

Le guiñó un ojo a Lizzy y siguió en lo suyo buscando aquel "clic" que indicase que la cerradura había cedido. 

Izzy no iba a esperar a nadie, quería que le abriesen, levantó su mano pero parándose a medio camino, viendo como James se acercaba a la misma intentando escuchar algo.

No pensó en otras que en Caín, y en cuanto lanzó su mano hacia el bolsillo para extraer su ganzúa le sonrió a su guiño, trayéndole recuerdos de alguna que otra ocasión de "breve pánico" al quedarse ambos encerrados fuera de la tienda del anticuario.

Será el mismo modelo de cerradura. Pensó para sí al verle manipular la cerradura con tanta facilidad.

La cerradura parece abrirse sólo con que Prague la mire.  ¿Porqué no responde Jackson? Os lo imagináis redactando furiosamente su próximo libro, sin dejar de agitarse la pipa entre sus dientes como el mástil de un barco en plena tormenta. Se le habrá pasado la hora. Sonreirá al veros...

Abrís la puerta saludando, pero vuestras sonrisas se convierten en muecas desencajadas al encontrar el escenario de un atroz crimen.

Jackson Elias yace en la cama de la modesta habitación, la cabeza cuelga fuera del colchón, y sus ojos muertos están enfocados hacia la puerta, pero ya no pueden veros. De un poste de la cama cuelga su sombrero con el pase prensa, y de su estómago abierto en canal sobresalen sus tripas expuestas. 

Un soplo de aire frío os abofetea y pestañeando conseguís enfocar la mirada en la ventana recién abierta, de donde entra el aire glacial del invierno neoyorkino. Por esa ventana intenta salir el asesino de Jackson. Entre las manos lleva la desgastada cartera de cuero de vuestro amigo.

¡Y no es el único asesino! Hay otro, que también intenta huir, en una mano tiene una maleta mal cerrada, y en otra un machete ensangrentado que blande ferozmente. Otro sicario, también manchado de la sangre de vuestro amigo, también blande una hoja carmesí.

Intentando ahogar un grito de horror tapo por unos segundos mis ojos para ko ver al Sr Elías muerto pero las figuras que aún se mueven por la habitación rápidamente llaman mi atención, la sangre goteando por esos cuchillos me trae algunos recuerdos que prefiero dejar enterrados por ahora. 

Conozco la habilidad de Stirling con su baston pero tres quizás fueran demasiado para él y no quisiera que se pusieran en peligro el resto de personas, así que hecho mano del bolso y saco mi propio cuchillo que en tantas ocasiones me ha sido fiel.

Lo último que hubiese pensado del día de hoy era la visión de la grotesca muerte de su amigo. Ella había visto rituales donde los pobres sacrificios eran forzados a realizar actos y tomar posiciones totalmente inhumanas donde al final encontrarían el final de su vida de la manera más dantesca posible.

Gritó como pudo de pura rabia, intentando llamar la atención de algún huésped del Hotel Chelsea. Con la mirada nerviosa llena de ira, buscaba en la habitación algo que le pueda servir como un arma, una barra de metal, un atizador de chimenea... Isabella había salido solamente con un cuaderno y un par de bolígrafos, ante este peligro, le servirían de poco o nada.

Y ahí estaba ese dulce clic. La puerta se abrió con un suave sonido y Caín se incorporó, estaba sonriendo ante su logro mientras abría la puerta cuando la mirada de los demás le hizo voltear. Una escena dantesca le devolvió la mirada y retrocedió medio paso. 

Sus ojos no sabían dónde mirar, pero tendían por decantar por las hojas del machete y del cuchillo que aquellos rufianes blandían, más que dignos contrincantes para el periódico que Caín llevaba en su mano. Periódico que rápidamente voló por los aires hacía los asaltantes: burdo intento de crear una distracción de la que poder aprovecharse. 

Miró alrededor en busca de algo con lo que defenderse, un atizador o cualquier cosa, mientras trataba de no perder de vista a aquellos matones del tres al cuatro. 

Paralizado unos instantes por aquella macabra escena, James salió de su estupor con quizás, algo de miedo, pero no a sus rivales, sino a la siempre radiante Natisha empuñando un cuchillo. Aquello le hizo venir una imagen del padre de la joven, aquella tarde de verano, blandiendo el cuchillo de carnicero y gritando al coche en el que marchaban "¡¡Como le ocurra algo a mi niña te encontraré y te haré Kötbullar!!

Casi sin darse cuenta, agarró su bastón con fuerza, y sorteando a Caín se situó intentando estar delante de natisha, con una mano en la espalda y la otra blandiendo su bastón en dirección a los asesinos. 

Caballeros, son cuatro pisos y nuestros socios esperan abajo, marchense dejando todo y todo irá bien.- Se inventó sin pensar demasiado, ¿¡porque cada puñetera ve que hablaba sin pensar decía sandeces!?

Sin armas, sin herramientas, sin suerte, sin nada. Solo un rollo de periódico volando en el aire como el fogonazo —El grito de Izzy era el cañonazo— de una pistola de partida. El tiempo, que se había detenido un segundo por la sorpresa y el espanto había vuelto a seguir su inclemente marcha hacía delante, siempre hacia delante. 

Hacia adelante también se movió Caín, no le tenía especial cariño a Jackson, pero había sido un amigo fiel al que le debía cierta curiosa lealtad y el desastre que habían dejado aquellos hombres le ofendía personalmente. Se lanzó había el sujeto de la ventana, para evitar su huida. Solo tenían que demorarlos hasta que llegarán los guardias del hotel ¿Verdad? Y evitar morir en el intento. Claro. 

El valiente Sr Prague se lanza adelante de su posición de cluquillas, cruzando la habitación como un rayo, atrapa al sicario de la ventana. Agarrandolo por la ropa, tira de él cuando tiene medio cuerpo fuera, ya en la escalerilla de incendios. El criminal se desequilibra por el súbito agarre y cae al suelo, con los brazos de Prague sujetándole. 

Lamentablemente al perder pie, suelta el paquete, que cae por la escalera de incendios...