Partida Rol por web

Pantera asiente a su compañero de viaje, ahora están obligados a entenderse y no están bajo el manto protector de Engé, así que tienen que hacerse fuerte. Tiene razón, nos faltan cosas importantes, y por eso estoy tan enfadado.

-Ya lo sé joder- digo mientras sigo mirando en los montones que he mirado una y otra vez- pero me tiene la sangre alterada este puto desastre- Pantera ha tomado el papel de tipo duro, siempre en las negociaciones él hace de Poli malo, pero es su compañero el que consigue todo, son una buena pareja.

El neolibio, se pasa la tarde ordenando mapas, cuentas y demás, es lo más importante ahora mismo, todo lo demás es secundario, se nos está acabando el tiempo, en el caso que no lo encontremos iremos a ciegas, pero no reconoceremos que no tenemos el mapa. Tenemos uno falso preparado por si acaso.

Pide que le traigan la comida y que venga el capitán al camarote. Tenemos que fijar el dinero que tenemos que darle por el viaje, sin duda habrá una propina por llegar sanos y salvos y no sé si nos tendrá que esperar y hay que pagarle un alquiler para que los espera para la vuelta. Hay que calcular días y de todo. Es un dolor de cabeza financiero. Más nos vale encontrar lo que hemos venido a buscar.

   Aten estaba muerto.

   Pero en la sombra del mundo vivía, esperando a que el veneno se marchase de su cuerpo para volverlo a vestir.

   En la sombra del mundo las noches eran días y las horas diurnas se tornaban oscuras, pues Ra empezaba a pasear su barca solar en el ocaso del mundo de los hombres.
   No le faltó compañia; hoy eran  Tcheser Tep, Tem Sepu, Tenemiu, Tutu, Uamenti, Uatch Rekhit, Usekh Nemmt y Utu Nesert los que le acompañaban. Hablar con ellos le producía resquemor pues eran los 7 últimos jueces del Duat y verlos significaba que había malogrado la valiosa fruta, su sangre no podría curar a nadie, el marduk sería hiel en su lengua y le enrojecería la piel.

    Y por encima de todo, había fracasado. 

    Ajeno a él, el resto del barco se regocijaba en la visión de tierra y lo celebraban. Bailes, cantos y risas; un rítmico golpeteo de tambor emitió su vibración a través del acero hasta resonar en su habitación. La onda de la música restableció la suya propia y el cuerpo empezó a vibrar, cada vez más fuerte hasta que el latido de su corazón le despertó, con un enorme dolor, signo inequívoco de su vuelta a la vida.

   Emitió un graznido seco y se quedó jadeando y sudando contra las planchas de metal del suelo durante varios minutos. Finalmente se incorporó, desatrancó la habitación y se dirigió al comedor, dispuesto a alimentarse para recuperar fuerzas.

   Chack, cloc, chack... sus secos tendones crujían y sumaban un nuevo ritmo al barco.

ATEN

Avanzas tambaleante y a trompicones por los oscuros pasillos (iluminados por una única lámpara de aceite en cada esquina), con todas y cada una de las células de tu cuerpo exigiendo agua para el abrasador desierto que anega tu garganto. Cada paso es un auténtico infierno de cuchillas y gritos de auxilio aullando: Comida!, Comida!. Pero es en vano, donde estás? No lo sabes, totalmente desorientado sin diferenciar apenas el lugar del que provienes y hacia donde te diriges... todo es oscuro y lejano pero al mismo tiempo tan lacerante y lúcido que te preguntas si puedes continuar cuando tus rodillas se doblan y caes al suelo sin aliento.

SAKAR

El Chaga dirige el baile y toda la manada le sigue para con la unión de los cuerpos lograr la unión de las almas y entrar en el trance que os guíe ante los ancestros para dar las gracias por guiaros a tierra. Las risas, los aullidos animales y los ritmos de los tambores se mezclan en una amalgama de sonido tan potente y poderosa como el puño derecho del Simba de la que no se puede resistir ni combatir su influencia... hasta que notas firmemente clavada en ti la mirada del esclavo cuervo (Europeo) del difunto Jeque Engé.

Parece que Pantera se calma, eso está bien. Tal vez podamos pensar mejor sin nadie se lía a tiros. -Bien, esa es una buena idea... y tal vez podríamos preguntarle amigablemente al capitán sobre el secreto de su orientación prodigiosa. Porque... de habernos desviado del rumbo tardaríamos quizás uno o dos días más en alcanzar la costa. No es que sepa mucho de navegación...- comento con indolencia- pero algo me dice que el capitán puede convertirse en un buen aliado si sabemos como tratarlo.-

Observo el desorden del camarote y ordeno a Muhamadd que me ayude a recoger el camarote para poder ofrecer una apariencia de tranquilidad. Justo a tiempo. Porque quizás ni un minuto después de haber adecentado el lugar, se oyen golpes en la puerta seguida de la voz del capitán pidiendo permiso para entrar. No puedo evitar pensar en que a mí me gustaría salir para librarme de la peste de los "exquisitos" puros de Pantera pero hago de tripas corazón y vuelvo a tomar asiento.

-Pase. Ah capitán, le esperábamos...-

El Madani recibe la petición de reunirse con los Neolibios y tras guardar en un lugar seguro sus cartas de navegación, se dirige hacia el camarote de los Neolibios, topándose con el carrito de las cocinas que lleva a los dirigentes de la expedición su almuerzo. Al llegar, golpea con los nudillos en la puerta y aguarda a que le autoricen pasar. Es sólo una muestra de educación ya que es su barco y puede entrar donde quiera y cuando quiera pero con tan ilustres pasajeros hay que usar la Diplomacia... especialmente con ese que se hace llamar Pantera Negra.

-Pase. Ah capitán, le esperábamos...- le saluda cordialmente el Neolibio comodamente sentado en una mullida butaca roja. Sentado en el escritorio, el escriba Muhammadd parecía haberse caído de cara por unas escaleras o haberse estrellado violentamente contra los nudillos de alguien con cara de pocos amigos.

-Grandes días mis ilustres invitados, me llamaban?-

Tras los festejos por avistar tierra y las palabras que se dan los guerreros para animarse tocó volver al laboratorio a seguir con los preparativos para cuándo toquemos tierra.

Terminé algunas drogas y conté cuántas llevar en base al número de personas que desembarcaríamos, ciertamente era reacio a compartir algunas cosas, pero si tocaba marchar durante todo un día, tenía lo indicado para darle a las tropas.

En mi mente pensaba como si fuese un líder, sabía mi importancia en ese grupo, pero mi lugar y el respeto que me tenían (si se lo podía llamar así) estaba atado a mi función, si en algún momento no podía curarlos o traerles seguridad en cuanto a las enfermedades o dolencias que podían atravesar, terminaría saliendo por la borda como tantos otros, por fortuna contaban con uno de los mejores reclutas que habían salido en los últimos tiempos, uno que decidió no tener una especialidad médica porque estaba ansioso de salir a ayudar en el mundo, después de todo esa era su misión.

Al escuchar los golpes en la puerta salí a hacer lo que me correspondía, llevé el molusco por las dudas y examiné con cuidado cada pez que habían capturado, indicando cuales eran aptos para el consumo y cuales debían volver al mar, mientras hacía eso escuché un golpe en cubierta y al voltear vi a un africano arrodillado, me apresuré a acercarme a él y extendí mi mano tocando su hombro a fin de ayudarlo a levantarse mientras buscaba mirar las pupilas de sus ojos.

Desde el momento en el que había hablado con el cuervo Jehammedano Abatwa había tenido poca relación con el resto de la expedición. Unas palabras de animo aquí, una pequeña charla sobre pertrechos allá, pero todo contacto había sido
superficial. Su posición como responsable espiritual del grupo requería cierta distancia con el resto de africanos.

Aún no había elegido el camino que seguiría entre los siervos de Anubis (realizaría su elección después dd este viaje), aunque era cierto que el camino del embalsamador tiraba especialmente fuerte de su espíritu y los susurros de los comentarios que le llegaban sobre ella sugerían que todos así lo esperaban.

Durante no pocas ocasiones se habían referido a ella como "elegida" o "espíritu" a lo largo de su aprendizaje con Qadim, su maestro, desde que la acogiese bajo su tutela.

En su relativo aislamiento, durante el resto del día había permanecido observando y escuchando las conversaciones. La ausencia de Engé parecía haber dejado la expedición carente de un liderazgo unido y cada grupo tenía sus propios planes y esferas de influencia. Eso sin contar con los cuervos, que sin duda tendrían su propia agenda.

Decidió que aquel que tendría una visión más global de lo que cabía esperar proximamente era Jacques, el intendente. Hablaría con él.

Faust revisa la captura del día con su habitual silencio. Los marineros no le hablan y se limitan a devolver al mar automáticamente lo que el indica con un gesto. Pero en la captura de hoy hay algo nuevo y que ni los marineros ni Faust han visto jamás. En la red, deshilachada y golpeada pero aún viva, una extraña medusa de color carmesí brillante con nervaduras azules destaca sobre el resto de la pesca. Están a punto de arrojarla junto con el resto del pescado no valido...

Poco después, libre de tus deberes con la tripulación, decides regresar a tu camarote para continuar con tu labor... pero al acercarte a las escaleras, descubres un cuerpo deshidratado y desnutrido que yace arrodillado en lo alto. Parece imposible que haya podido subirlas sin ayuda en ese ruinoso estado pero más extraordinario es que todavía vive y que sus ojos revelan que sigue aún consciente. Como en un barco bien aprovisionado puede haber alguien al borde de la muerte por inanición es algo que al médico borcano se le antoja inconcedible.

Abatwa se acercó a la mesa del intendente, sus movimientos eran realizados de una manera casual y sin necesidad de pedir permiso, se sentó frente al maduro africano.
- ...Jacques...- saludo al tomar asiento-¿Qué tal van los preparativos?

El Africano no puede evitar dar un respingo antes de adoptar una actitud tensa. No le gustan los anubianos, como se demuestra a pesar de que tu tono ha sido amable. Sin embargo, conoce bien sus obligaciones y no tarda en responder rascándose la calva con energía.

-Bueno, van mejor de lo previsto pero peor de lo esperado. Las provisiones son suficientes y que los ancestros protejan a ese cuervo de la máscara de gas y a su ingenio para purificar el agua pero... estoy inquieto. He visitado un par de veces Franka y la comida no cae de los árboles precisamente. Tal vez tengamos que pescar todos los días y eso significaría mover el barco mas de lo que me gustaría.-

En la cubierta de Proa, los Azotadores formaron un círculo alrededor de los dos combatientes. Animando y provocando al joven e insultando al esclavo, azuzando entre risas y entrando en una coro de carcajadas de hiena junto con Sakar. Varios de ellos sisearon enojados ante la esquiva del esclavo gesticulando amenazadoramente y gritando insultos más graves en referencia a los ancestros del cuervo esclavo. Ambos contendientes comenzaron a trazar círculos, sopesando cada uno la fuerza del otro, esperando la más leve distracción para probar a su adversario.

Pero entonces se hizo el silencio y el Chaga Aman derribó de un tirón a Sakar para un segundo más tarde preguntar con su poderosa y grave voz. -Qué está pasando aquí?-

El Chaga Aman me empuja y me desequilibra aterrizando en el suelo. reacciono rápido y me levanto de la misma en posición relajada mientras escucho su pregunta a la que respondo:- Señor, Este Esclavo con poca cabeza, se cree con suficiente valor para retarme a un combate, Y me a provocado para conseguirlo por lo que le pensaba dar una buena lección para enseñarle su sitio.
Hago una pausa y termino diciendo:- Asi que si lo considera apropiado déjenos continuar y sino deberia decir a este esclavo como se debe de comportar ante sus superiores.

Súbitamente, como una sombra, un azotador aparece de la nada y tira al suelo a mi oponente. Estaba tan concentrado en los movimientos de mi adversario que ni siquiera soy capaz de registrar por completo lo que sucede hasta que ya ha pasado. El recién llegado quiere saber a qué obedece el alboroto que se ha formado en la cubierta, y su forma de lanzar la pregunta al aire me dice que se trata de alguien de gran autoridad. Deshago mi posición de guardia y me encorvo ligeramente, ladeando parcialmente mi cuerpo y dirigiendo mi vista a algún lugar a la derecha del hombre. En el tiempo que llevo entre africanos he aprendido la importancia que le dan al lenguaje corporal. Este es claramente uno de los viajeros de este barco a los que no me conviene importunar, así que intento no darle ningún motivo para pensar que pretendo desafiarlo, manteniendo las distancias.

Mi rival, por su parte, se levanta rápidamente del suelo y ofrece su explicación de un modo que suena a disculpa, lo que no hace más que confirmar mi impresión de que su superior es un hombre peligroso. A pesar de lo rápido que habla, puedo advertir que se refiere nuevamente a mí como esclavo. Dos veces. Muerdo con fuerza, tensando la mandíbula. No soy ningún esclavo; soy un guerrero guiado por un propósito mucho más digno y elevado que el de cualquiera de estos chacales. No obstante, debo tragarme mi orgullo una vez más. No serán mis palabras ni las de Engé las que defiendan mi valía, sino mi bravura y mi honor como guerrero.

Si es que me dan la oportunidad de demostrarlo.

Al ver la medusa, su extraño color y el hecho de que haya sido única en cuanto a su captura, lo que evidenciaba que viajaba sola me hace dudar antes de devolverla al mar.

Ordenó que la aparten, pero no la coman, la estudiaría mejor en el laboratorio.

Al volver sobre mis pasos a fin de retomar las tareas me encuentro con aquel cuerpo, comprobando sus signos vitales y notar que sigue consciente llamó a unos marineros para que agarren al africano y lo puedan llevar a un camarote dónde poder revisarlo.

-Vas a estar bien- le digo al sujeto, aún sin saber si podía entenderme o no, normalmente no era de hablar mucho con nadie, pero ahora consideraba a ese hombre mi paciente y las palabras tranquilizadoras eran la primer medicina que alguien que tuviese una dolencia debía recibir.

El intendente africano mostraba su incomodidad con un carrusel de gestos y tics de desagrado, pero a pesar de ello trataba de ser educado y responder a sus obligaciones como intendente y a las preguntas de Abatwa de la mejor manera posible. Eso no significaba que a la Anubiana le fuese indiferente su comportamiento. No estaba segura de si era su sexo o su culto lo que soliviantaba al tipo, pero haría la vista gorda en bien del grupo siempre y cuando sus servicios fuesen satisfactorios, ya habría tiempo para recordarle su lugar más adelante si fuera necesario. Mientras, seguiría consiguiendo información y provocando una mayor incomodidad al hombre.

- ¿Cuales son los planes una vez lleguemos a puerto?- pregunta la mujer de ebano inclinándose hacia adelante y posando sus escrutadores ojos ambarinos sobre los del tipo- por otra parte, según creo, salvo que esté equivocada, gran parte de Franka es un cenagal, ¿vamos a tener que atravesar un pantano desde el principio o podemos esperar un territorio razonable de tierra firme? si las cosas no fueran del todo bien, sería deseable tener algún lugar dónde retirarnos.-volviendo a dejar descansar su espalda en el respaldo de la silla antes de levantarse añade para terminar- si hay algo que le preocupe o necesita alivio espiritual será un placer escucharle, la ansiedad y los nervios podrían pasarle factura.

Tras una lenta caída de parpados, se levanta con deliberada pero elegante lentitud, y con una nueva inclinación de cabeza se despide dándole la espalda al hombre mientras se aleja.

Una sonrisa divertida asomó en el rostro normalmente inexpresivo del Chaga. La manada entera contenía el aliento, temerosa de su reacción, pues Aman era conocido por ser totalmente impredecible y ese rasgo era precisamente la razón principal por la que la manada le tenía un enorme respeto. La sorda risita que profirió no relajó lo más minimo a los presentes... simplemente esperaban a que estallase la tempestad o la amenaza pasase.

Finalmente, el Chaga se apartó un par de pasos (Y con él toda la multitud) antes de dar su veredicto.

-Que así sea, doy mi permiso en nombre de los ancestros para que este combate sea aceptado por la manada como prueba de valía. Que el ganador sea cubierto y arropado en la gloria y el vencido persevere hasta poder destruir su debilidad!.- los Azotadores aúllan mostrando su acuerdo y el Chaga se apróxima a Sakar y le susurra al oído:

-Si pierdes, dormirás de nuevo con los cachorros. Ahora destruye tu debilidad y aplasta a tu adversario. Te estoy observando.- antes de abandonar el círculo y desaparecer de la vista.
 

En cuanto sus ojos conectan con los tuyos, el intendente da un respingo y aparta la mirada. Hace un amago de levantarse e irse pero antes de abrir la puerta contesta con voz inexpresiva:

- Pregunta a los Neolibios. Yo sólo me encargo de las provisiones y del estado general de los Recursos. Y nunca he estado en Franka por lo que no sé decirte como es el terreno de esas tierras malditas.- tras ésto, abandona su estancia.

Asiento a Aman y observo hasta que se aleja y desaparece de mi vista, momento en el que me giro y encaro a mi oponente y le digo:- Ya has oído, a ver que sabes hacer. Me pongo en posición de combate y me preparo para un enfrentamiento duro, pues el tipo no parece débil y debe tener valor o no osaría ni hablar a un azotador, en fin el Chaga lo ha confirmado, no queda mas que enfrentarse, puto esclavo!

La tensión se respira en el aire durante unos interminables segundos en los que nadie se atreve a hablar, y soy plenamente consciente de que he hecho bien en callar mientras aguardo la decisión del azotador veterano. Permanezco atento a los movimientos del hombre sin mirarlo directamente, no sea que le dé por arrojarse sobre mí y cortarme el gaznate en el momento menos esperado. Finalmente, el africano se distancia de nosotros con ceremonia antes de dar su respuesta. Me pierdo algunos detalles de su discurso, pero lo que sí capto es que ha dado su beneplácito, y que este combate será una especie de prueba para ambos contendientes.

Mi adversario me incita de nuevo, esta vez con más templanza, para acto seguido ponerse en guardia. Mientras atraso el pie derecho y me ladeo para exponer menos superficie sobre la que impactar, dedico unos instantes a reflexionar acerca de mi curso de acción. El hombre que tengo delante puede ser en algún momento mi compañero de batalla; no me interesa instigar rencor en alguien de quien mi vida podría llegar a depender. Lo que pretendía que fuese una práctica distendida ha terminado por convertirse en un verdadero paseo por la cuerda floja. Inspirando profundamente, miro al africano a los ojos y asiento en un gesto de reconocimiento a mi rival.

Estoy listo.