Partida Rol por web

Hago una ligera inclinación de cabeza ante ambos hombres, gesto de humildad ante ellos, replicando:

- No era mi intención ofenderlos. -replico con suavidad- Y retiro mis palabras si os disgustan, pues su objetivo no era tal, simplemente hacerlos reaccionar. En mi tierra las necias valoran a hombres fuertes, rudos y de aspecto insensible, pero esa característica que decís la hubiese deseado para mis hijos... -ahí se detiene mi discurso por un momento, aprieto ligeramente los dientes y tomo aire antes de proseguir- ...pero no así el derrumbarse ahora que se aproxima una crisis. Ahora es momento de ser fuerte e inmune al desaliento, y quizás más importante, de parecerlo. -replico ante las palabras de ambos, pues no había nada más lamentable cuando la gente esperaba que se les defendiese que ver a un hombre en la flor de la vida... que no solo no está espada en mano ante el inminente peligro, sino que llora como una plañidera.

Tras explicar lo visto y que Alejandro vuelva a mostrarse como si... bueno, mejor dejar las comparaciones ahora, porque sé a dónde me llevarán.

- Está bien. Los llamaré para que se reúnan en una mesa apartada y luego salgo a llamarlos a ustedes. -comento con tranquilidad- Si queréis un abrazo de apoyo, puedo dároslo, pero por hoy, por favor, intentad ser fuerte. -termino finalmente, dedicándole una sonrisa de ánimo al final.

Sí, al principio había ido duro para obligarlos a reaccionar como lo que se suponía que debían ser, pero ahora les muestro un aspecto más suave y comprensivo... Ese que tantas veces tuve que sacar con mi marido cuando se daba cuenta de ciertas cosas.

Cuando vienen a buscarnos a la puerta de la posada* se encuentran a los tres que vienen buscando, momento en el que me quedo un instante algo pensativa.

- ¿Podríamos disponer de alguna mesa apartada o algo semejante? Nuestro compañero tiene algo que contar, pero mejor si estamos todos juntos. -pregunto, echando una mirada al cielo por si veo a Magnus/cuervo, al que haría una seña para que viniese de ser así, y dirigiéndome principalmente a Giorgio que es el que más soltura tiene con el Italiano para solicitárselo al posadero. Tras eso miro a Alejandro- A menos que os sintáis más cómodo aquí. -concluyo, dejando la elección en sus manos.

Esa vez su mirada se dirige a Alejadro.

-Mía, creo que es más importante lo que habéis descubierto. ¿O tiene algo que ver con los acontecimientos que tendrán lugar en este pueblo esta noche?

Deja claro que lo que Alejandro tenga que contar no es de su interés si no no está relacionado con lo que acontece. Para ella parece más interesante descubrir la identidad y la naturaleza del atacante que los dramas personales de alguien a quien hace poco ha conocido y con el que tiene muy poca relación.

Alejandro niega a la propuesta de Mia de volver a la taberna y sentarse en una mesa. ¿Cómo podría hacerlo? ¿Cómo podría perder ese tiempo?

Asiente a las palabras de Giorgio agradeciendo la explicación.

- Giorgio, ¿cuidaréis de la señora Aura hasta nuestro regreso? No debería estar en peligro, mas es mejor ser cautos... Nosotros debemos ir a la iglesia – pidió amablemente.

No espera a que Giorgio conteste pues la idea de que se niegue a su petición simplemente no se le pasa por la cabeza. Se aleja unos pasos con el grupo para no estar a las mismas puertas de la taberna antes de comenzar su relato, mientras muestra su intención de querer avanzar hacia la iglesia que vieron antes.

- En mi visión… - comienza en latín en un tono bajo que cuesta oír incluso estando cerca – Esa mujer… o niña… me sujetaba por las manos… tiraba de mis brazos en una y otra dirección… - comienza a relatar con un escalofrío recorriendo su espalda y agradeciendo el contacto físico que Angelus le ha venido otorgando – Jugaba conmigo como un niño juega con una muñeca de trapo… incluso reía… Hasta que… hasta que mis brazos se dislocaron… - instintivamente se lleva la mano al hombro en un acto reflejo – Entonces ella me agarró del cuello hasta que no pude respirar… intentó colocar de nuevo mi brazo… y el dolor era más y más intenso… hasta que mi cuello se partió… y me desechó a una esquina como un juguete roto… - las lágrimas amenazan con volver a sus ojos conforme lo va relatando, aunque al final alza de nuevo la mirada – Pero… pero no creo que sea maldad… no… creo que es un fae… quizás de la Corte Oscura por su aspecto y su pelo largo y azabache delante de su rostro… - parece dudar un momento – aunque podría ser otro ser… pero… Creo que está sola. Creo que quiere alguien con quien jugar… que no entiende el daño que está causando a los bebes de este pueblo… solo los ve como juguetes… probablemente ni siquiera entienda el concepto de muerte… - su mirada se vuelve suplicante – Debemos hablar con ella… explicarle las consecuencias de sus actos… que entienda… debemos pararla… lo que está haciendo es… es terrible… terrible… - su voz vuelve a fallarle y las lágrimas vuelven a asomar.

No son lágrimas de derrumbamiento. Son lágrimas de impotencia, de dolor, de empatía por el daño que está causando pero a la vez mezcladas con compasión por esa criatura.

Escucha el relato del la visión de Alejandro. Sin duda, es perturbador. Quizá sea un fae, pero no siente compasión por el y su falta de comprensión del mundo humano. Debería volver por donde ha venido y quedarse en su Corte para no volver. 

-Pero el ser que describió el párroco tiene el pelo plateado y no azabache. Supongo que no es de extrañar vuestra comprensión del mundo feérico es extensa, Alejandro. Deberemos haceros caso, entonces.

Comienza a caminar hacia la Iglesia.

-Pero no se puede dialogar con un ser que no comprende lo que está haciendo. Nosotros solo somos juguetes para ellos y pueden hacernos daño de muchas maneras. Directa o indirectamente. Si no podéis controlar vuestros sentimientos encontrados, quizá será mejor que os quedéis atrás.

Aunque ella no sabe muy bien como va a poder luchar contra un ser tan poderoso. Quizá su magia no sea suficiente. Y teme que la debilidad de Alejandro agrave la situación y al final haya un baño de sangre.

Giorgio se lleva una mano al pecho y vuelve a entrar con Auria en la posada. Allá en lo alto veis al cuervo que os habia descrito esta, observando y buscando.

En la puerta de la posada Magnus puede ver al resto de la compañia, estan todos reunidos, aunque puede ver que Auria al verte vuelve adentro junto con Giorgio. Desde allí Mia te hace gestos para que bajes.

El enorme cuervo descendió, pero no ante ellos, sino hacia un callejón anexo a la posada, de los que tanto abundaban en un lugar como aquel, procediendo a transformarse nuevamente en humano, o en todo lo humano que alguien de su portentoso tamaño podía ser considerado como tal.

─No he visto nada ─dijo surgiendo de las sombras del callejón─ ¿Habéis averiguado algo hablando con los lugareños?

Quizás lo más impresionante de toda aquella exhibición de Magnus no fuera tanto su transformación (que, de hecho, no habían visto) como el hecho de que dijera una frase tan larga sin resultar hiriente, violento o vulgar.

Cuando comienza el relato de Alejandro, me retuerzo las manos ligeramente y apenas puedo tragar saliva al escuchar el relato. Mis manos aprietan ligeramente mis ropas, y pienso, ¿cuántos de ellos habrán visto a un niño muerto, en vivo y en directo? Ladeo la cabeza disimulando las lágrimas, que solo comparten el sentimiento del dolor con las de Alejandro y no son tan pronunciadas. Dolor e ira es lo que habita en ellas.

Quince largos años...

Habría que calcinar a todas esas malditas criaturas, todas las que hacen daño, todas cuyos poderes directa o indirectamente hacen daño. Expulsarlas de nuestro mundo, a donde quiera que vayan me da igual. Así tanta gente no tendría que sufrir...

Las mandíbulas apretadas declaran lo bastante mi intención, y cuando hablo lo hago con voz ligeramente ronca y lenta por evitar las lágrimas. No pienso largarme a llorar delante de unos desconocidos como la anciana que más de uno me podría considerar, pues de ser distinto todo quizás ahora sería abuela.

- No... pienso... dejar que se lleve a otro niño. -comienzo casi con furia, negando con la cabeza- No si yo estoy aquí. Si quieres intentar que te escuche, adelante, pero a Dios pongo por testigo que si esa cosa se mueve un pelo de más, no pararé de lanzarle todo lo que tengo hasta que caiga inconsciente o se haya largado. -concluyo.

Con todos reunidos y ya habiendo escuchado todo lo que sabían de su oponente, Angelus empezó a cavilar como podrían enfrentarse a él, de un modo u otro. Las palabras de Mía lo hicieron temblar. Por un lado admiraba la fiereza que mostraba y su absoluta determinación de luchar, pero por otro lado no podía dejar de pensar en que consecuencias traería. 

─Está claro que tenemos que hacer algo ─empezó, tratando de hablar lento y de forma comprensible─, más el Código es claro. "No perturbaré a las hadas, no sea que su venganza caiga sobre mis sodales". Debemos evitar el enfrentamiento a toda costa.

Por supuesto, no añadió que temía ver los cuerpos de los allí presentes quebrados, del mismo modo que lo ocurrido en la visión de Alejandro. En especial Alejandro. Debía protegerlo, costara lo que costase.

Nota en Mía la ira de alguien que ha sufrido por los actos de un hada. Entiende el dolor que hay en sus palabras y sabe que si Mía y ese ser se cruzan, el pueblo puede no quedar en alto al amanecer. Y las palabras de Angelus no es que vaya a ayudar a calmar a la mujer. Nada podría calmar en ese momento a la mujer. De todas formas, es evidente que el joven francés no ha sufrido por causa de un fae.

Sin embargo, no dice nada. Parece que se han formado como dos bandos: aquellos que no quieren dialogar con el hada y los que sí. Pues bien... que sea Dios quien decida el curso de los acontecimientos. O eso es lo que diría cualquier persona. Ella cree que la intervención divina puede quedarse donde está. Una iglesia no salvará a los niños y a las gentes de ese pueblo si esa fae busca juguetes.

Continúa caminando.

Lanzo a Ángelus una mirada firme cuando habla sobre el Código. Es joven, seguro que aunque lo entiende como algo doloroso, con todo el asunto del entrenamiento es más raro que haya visto a alguien que pierde un hijo, ya sea desnucado, perdido en el bosque, atacado por una fiera, o peor aún, que algo venga a llevarse todas las esperanzas que la criatura tiene puestas en ella.

- Genial. -replico con firmeza- Entonces habemos suerte de que está perturbando por sí mismo a los humanos, y de que en concreto esa actitud me está perturbando a mí. -por supuesto, no iba a ir a molestar a las hadas de no ser necesario, pero otra cosa es dejar que ellas lo hagan- Como dije, dejaré que Alejandro intente lo que considere oportuno, si quiere: cada cuál arriesga su vida como le apetece. Pero si se lleva a otro niño será por encima de mis manos inertes. -termino así la discusión, puesto que ya se dice que dos no discuten si uno no quiere, y si resulta que a la hora de la verdad él se acoge a su interpretación del Código para ir a refugiarse con las mujeres, es su elección, pero a mí no me sirve como excusa, sin duda.

Alejandro asintió un poco cabizbajo a las palabras de Mia. Sabía que si las palabras no bastaban tendrían que tomar otras medidas para hacer lo correcto, que era no permitir que otro bebe más fuese robado.

Luego las palabras de Angelus... Tenía razón; bien lo sabía y bien conocía ese pasaje del Juramento. 

- Mia, Angelus lleva razón y creo que todos estamos de acuerdo en que la situación debe ser atajada - saltó inmediatamente en defensa de su amigo 

Un ente feérico demasiado poderoso y ajeno a la vida humana para entender que hace daño, estupendo. Una maga suicida, estupendo también. Violación del Código... bueno, eso será si se te puede identificar como magus.

Sin dudar más de un par de segundos, Magnus introdujo un nuevo elemento en la conversación, literalmente. La cabeza de su enorme martillo de guerra apareció a la altura de sus ojos, como si fuera otro dialogante más.

─Él habla, ésta se interpone y tú utilizas tu magia ─dijo señalando por turnos a Alejandro, a su martillo y a Mía.

Tal vez Magnus no hablaba demasiado, pero sabía dejar claro su punto de vista en unas pocas palabras. Por otro lado, admiraba la actitud de esa maga, Mía, su determinación rayaba en lo obsesivo, pobre del duende...

El horror se dibujó en los ojos de Alejandro al comprender lo que pretendía Magnus, mas pronto su rostro se volvió serio de nuevo.

- Solo - remarcando cada sílaba - si hablar no funciona - remarcándolo de nuevo antes ponerse en marcha, como antes hiciera Leonor, en dirección a la iglesia.

Todos habían dejado claro su punto de vista y dudaba que ninguno fuera a cambiarlo. Mejor no seguir tensando las posturas.

─Nada más lejos de mi intención el permitirlo ─replicó a Mía con igual firmeza y después al resto del grupo─ Si hablar con esa criatura no funciona, entonces y solo entonces...

Levantó la palma lentamente y dejó que la magia corriera por ella, sin tratar de domarla con su voz o sus gestos*. De forma súbita esta se prendido en llamas, que iluminaron su rostro con claridad en la oscura noche. Todos los presentes pudieron ver que de sus ojos también brotaban pequeños fuegos. 

─... aprenderá que los humanos podemos también ser peligrosos.

Bajó la mano y casi de inmediato los fuegos se disiparon. Sin más que añadir y esperando haber dejado claras sus intenciones, caminó al lado de Alejandro, guiñándole un ojo.

─No sé cuales sean tus poderes, pero permanece cerca de mí. Tengo un par de hechizos que quizás podrían ayudar.

Por supuesto, si los demás estaban de acuerdo, extendería esos hechizos para ellos. La Parma no iba a ayudarlos contra los ataques físicos, algo que él estaba dispuesto a remediar.

En el preciso instante en el que os dirigiais a la Iglesia, el reloj de esta comenzó a dar las 12. Los animos dentro del grupo estaban revueltos, cada uno quería afrontar el problema de la criatura a su manera y por sus motivos, pronto todas esas dudas sobre el que, el quien y el porque, serían satisfechas.

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De pronto en todo el pueblo comenzó a resonar el lamento de una mujer que iba creciendo en intensidad conforme se acercaba. A lo lejos en la plaza comenzó a haber movimiento y muy acelerado, los pocos guardias que estaban descansando fueron puestos en alerta de inmediato.

Segundos despues desde la empalizada que estaba a vuestras espaldas empezó a sonar un golpeteo de metal constante, rapido y firme, que señalaba de manera inquivoca que la criatura se aproximaba por alli. Del mismo modo que las aguas de un rio se agitaban un torrente de gente se generó desde distintos puntos del pueblo dirigiendose al punto donde estaba sonando la llamada de alarma.

Vosotros no podiais verlo, pero si vierais toda la escena desde el cielo, os parecería que Confido se habia transformado en un caldero burbujeante de actividad en plena noche. Se escuchaban gritos por todas partes acercandose en vuestra dirección.

"¡Vamos! ¡Rapido! ¡Por ahí se acerca la bestia!"

Y allí os encontrabais vosotros, justo en medio del camino de la gente y la dirección de la criatura.
 

Le lanzo un asentimiento firme a Ángelus junto a un atisbo de sonrisa, algo sorprendida por el hecho de emplear un hechizo tan a la ligera, pero suponiendo que sabe lo que se hace.

No obstante, no parezco objetar de ninguna forma lo dicho por Alejandro ni por Magnus, pues si tan veterano era combatiendo, seguro que su maza era más confiable que los hechizos de muchos magi de combate.

Cuando el ruido de la criatura se aproxima, mi mente comienza a repasar las fórmulas que utilizaré contra ella en caso de que lo de Alejandro no sirva de nada, y mi mandíbula se aprieta un poco más. No me gusta el combate, pero es probable que el camino que tengo marcado atraviese varios hasta poder... Niego sutilmente con la cabeza para no vagar por mis recuerdos, aferrando con más fuerza la vara con la que camino.

El peor lugar en el que se podía estar era entre una multitud y el objeto de su ira, ya fuera esta justa o no. Con una turba detrás sería imposible hablar con la criatura. Lo más seguro es que saliera corriendo cuando viera a la turba de humanos. Aún así, tenían que intentarlo.

Aceleré el paso para dirigirme casi corriendo en dirección a los sonidos que le indicaban por donde venía la criatura. Veríamos si tenía una oportunidad de evitar más pérdidas de vidas.

─Ahí vamos ─sentenció el grandullón.

Magnus hizo un par de molinos con los hombros, hizo crujir el cuello y se dirigió directo tras Alejandro, a un trotecillo que le posibilitara alcanzarle y que hacía producía menos ruido de lo que se esperaría en un combatiente como él. Si uno se fijaba, aunque esperaría encontrarse, sin duda, una buena cota de mallas, el guerrero iba provisto de una Armadura de cuero reforzado con metal completa. ¿Tal vez era demasiado cara para un mercenario como él y prefería vestir aquella armadura no nobiliaria para resultar más discreto? ¿Podía acaso alguien de su tamaño pasar discreto vistiera lo que vistiera? Tal vez fuera que el sangre de gigante prefería no cargarse demasiado y conservar cierta agilidad y rapidez en sus maniobras, aún a costa de portar una armadura inferior. O puede que llevara algún hechizo que hiciera que su armadura sí estuviera a la altura de las circunstancias. Fuera como fuera, siguió de cerca al "alfeñique" de Alejandro, tan presto como estaba en meterse en problemas.