Partida Rol por web

No sabía como empezar. Sentía que se lo debía a Aysha, pero era difícil elegir las palabras adecuadas para transmitir lo que vio, lo que sintió en esos momentos. Se consideraba listo y sin embargo en aquellos momentos, con su mano asida, se sentía poco menos que el tonto del pueblo.

—Cuando te vi... a tu yo real. No me alejé por eso. No solo por eso —se corrigió.

Sabía que sonaba confuso y él mismo lo estaba. Sus memorias no eran un lindo cajón dividido en compartimentos, sino una madeja hecha con hilos de mil colores. Y su forma de hablar lo traicionaba aún más; rápida, impaciente, molesta como poco. Pero Aysha aguardaba y de algún modo su mirada consiguió que atara las palabras.

—Mis padres no me entendían. Era campesinos, gente sencilla. Mis nervios y mis preguntas solo los alteraban. Su forma de lidiar con ello fue darme a un convento. Cinco años tenía, creo, pero recuerdo la hostilidad. Allí tampoco estaban contentos de tenerme. En especial el padre Alfred —se estremeció—. Le irritaba mi voz, mis preguntas, mi forma de caminar. Cuando él estaba cerca... era como ser cercado por un lobo. Pero no aprendí. Innumerables castigos, azotes y reprimendas, pero no lo hice. Por más que aprendía sentía un vacío. Me faltaba algo y no sabía, solo que tenía que seguir buscando, preguntando. La respuesta debía existir, creía. 

Se dio unos segundos de pausa, solo para confirmar si Aysha entendía. 

—Dejé de hablar. Solo respondía a preguntas directas. Me escondía de todos, salvo el hermano Gilberto. Hasta que llegó mi primer parens; un Flambeau. Era igual que el padre Alfred, solo que le gustaba más usar la magia.

Se llevó las manos hacia la espalda, en una suerte de instinto. El recuerdo era tal que incluso una gota de sudor resbaló por su sien.

—Sempronio me descubrió por causalidad, al hospedarse en la misma Alianza. Usó su derecho como Bonisagus para tomarme. Siempre fue bueno conmigo, no importaba lo que yo hiciera. Le costó, pero consiguió que confiara en él. Alabó mi curiosidad, me enseñó a canalizar mi esfuerzo, a concentrarme. Gracias a él descubrí que la magia era lo que me completaba. Era feliz. Perseguía mis sueños y se me recompensaba por ello. Y aún así... me las arreglé para estropearlo. 

La siguiente parte de la historia se quedó atragantada en su garganta en un reflejo de pánico. Aysha no lo apoyaría. ¿Cómo podría? Ninguna mujer se acercaría a un hombre como él tras saberlo.

Escuché sin prejuicios y con paciencia el relato de Angelus mientras paseabamos. Los humanos siempre vivian tan acelerados que rara vez prestaban atención de verdad a los demás cuando hablaban.
.
Podía empatizar con el dolor de ser rechazado, quizás no por mi propia madre, pero si por el rechazo de los fae que usaban mi sangre humana para rechazarme cuando tenían un berrinche, o del rechazo de los humanos cuando veian mi propio aspecto. Sabía bien lo que era sentir que no se pertenecía a ningún Reino.
Los castigos y las reprimendas eran otro cantar. De eso nunca supe. Madre era muy de dejarme a mi aire para crecer, al fin y al cabo había otros docenas de fae menores para tener un ojo sobre mí y una niña humana no les suponía mayor problema, pero sabía lo que eran y sabía lo crueles que podían ser. Cuando se echó las manos a la espalda no pude dejar de preguntarme que clase de cicatrices tendría, pero mi curiosidad estaba totalmente fuera de lugar.
.
Ahhh, Flambeau... eso lo explicaba... pero seguía sin explicar como cree que la fastidió, ni porqué huyó de mí así cuando vio mi aspecto... pero sabía lo que le estaba costando abrirse así.
.
Le apreté suavemente la mano para reconfortarlo y darle ánimos. Con una suave sonrisa y una mirada limpida le transmitía que no lo juzgaba en modo alguno, y que empatizaba con su dolor sin querer mitigarlo de ninguna forma, simplemente compartirlo con él y dándole las gracias por hacerlo.
-Si necesitas descansar de tu relato o deseas continuarlo en otra ocasión, iremos al ritmo que necesites. Tan solo puedo imaginar el dolor que te causa recordarlo y lo valiente que eres al compartirlo... - traté de reconfortarlo con mis palabras.

Sin mayores cosas que hacer, y sin haber podido hacer las preguntas que quería a Ángelus ni durante el viaje ni ahora, viendo los preparativos que se están formando, decido esconder mi sigil con disimulo y me escurro hacia las cocinas. No sé mucho al respecto, pero a veces mi mater me contaba que en su Alianza había alguien que se encargaba de organizar a las personas (o "grogs", término que no me hace demasiada gracia), con lo que intento mirar si hay alguien que parezca estar dando órdenes y le pregunto en qué puedo ayudar.

Feromina te giro la cabeza y volvió a clavar la mirada en ti.

- Ciertamente, la suya es una historia un poco triste... -dice acariciando la cabeza de la hurraca- pero no hablemos de cosas tristes. Me dirigía al gran salón a tomar un refrigerio. ¿Nos acompañarias y podemos seguir hablando? 

Se acerca picara y te dice medio en susurro.

- Lo cierto es que tengo curiosidad por los de tu especie -añade entre risas- y por mucho que aqui mi amigo se queje voy a asaltarte a preguntas.

En un gesto que te sorprende te agarra del brazo llevandote escaleras arriba.

Al poco de que lo pides el cantinero te trae una jarra del mismo vino que le ha servido a aquel grog. El rato paso mientras que comes. La comida no dirias que es de calidad, pero sin duda muchisimo mejor que a lo que te acostumbraste en el campo de batalla. Las acelgas y los garbanzos estaban bastante suaves, la grasa en pan sin embargo, no estaba todo lo salada que hubieras querido, aunque no estaba rancia.

El vino tenía un suave deje especiado. Dirias que lo han preparado a la manera italiana, mas dulzon que el vino castellano al que acostumbrabas y con menos cuerpo, aunque por otro lado dirias que mas fresco. Notas como limpia tu garganta al pasar preparandola para otro bocado.

Una vez has terminado notas que ya es casi la hora señalada por lo que marchas hacia el comedor de los magos desandando el camino.

Al poco encuentras a una mujer de cuerpo recio llevando una cuchara de madera en la mano y dando voces a un tropel de grogs que se movian a su alrededor como si se tratara de un enjambre. Sin duda aquella debia ser la mujer de la que hablaba tu mater. Cuando te acercas no entiendes sus palabras, pero rapidamente captas el mensaje, solo te hace falta echar un vistazo a como estan los platos y lo que son y casi sin escuchar las ordenes de la mujer te pones a finalizar los platos que faltan.

Estabas terminando de decorar un cochinillo cuando un grog soltó una maldición que aunque no sabias hablar el idioma la entendiste perfectamente. Se le habia caido un bote con pimienta en la sopa de verduras. Jamas habias visto a una persona ponerse tan roja, pero la cocinera que daba ordenes se acercó en dos zancadas y comenzó a sacudir al grog con la cuchara al tiempo que le increpaba. La olla era grande, asi que la cantidad de comida perdida iba a ser importante, sin embargo, tus conocimientos en cocina te hacen saber rapidamente el conjunto de hierbas adecuado para contrarrestar el picante de la pimienta y salvar el plato.

La cocinera prueba un sorbo de tu mejunje cuando se lo ofreces y asiente con una amplia sonrisa de aprobacion. Alza la voz hacia el resto de grogs mientras te señala obviamente alabandote.

Todo vuelve a la normalidad hasta que casi te das cuenta de que es hora de que ocupes tu sitio en el comedor.

Valiente, había dicho. Esa palabra sonaba rara para describirlo a él. Tal vez imprudente o cabezota encajarían mejor, pero no la corrigió. Sentaba bien recibir un cumplido.

-Gracias -murmuró.

Se sentía en verdad agradecido. Sonaba como si Aysha estaba de verdad interesada en su relato, no como otros magos que había conocido. En verdad ella era única. No se lo ocultaría. Pero por esta vez, solo por esta vez...

-Heoído hablarmucho dela magiafeérica. ¿Podrías... mostrarmealguno desus encantos?

Sin darle tiempo a responder, ya la arrastra hasta donde sea que la lleva. Es ciertamente fuerte así que se deja arrastras hasta el comedor. La mujer es demasiado diferente a ella misma y no sabe muy bien como contestar a esa interacción tan cercana. Nunca ha confiado en nadie tanto como para acercarse como lo hace Feromina de Bjornaer. ¿Serán todos tan efusivos como ella? Quizá solo lo es porque está interesada en los seres feéricos, aunque ella poca información podría tener cuando ha vivido toda la vida alejada tanto de la comunidad feérica como de la humana. Aunque no tanto de ésta última al haber estado viajado con su Maestro.

-Quizá no las pueda responder.

- jajajaja - me reí divertida por la ocurrencia, con la frescura de la risa sincera e inocente -Me temo que no me he unido a los Merenitas, ni estoy segura de si algún día lo haré - apunté amable - Aprendí la magia de mi parens, por lo que mi magia diferira poco de la tuya y no soy especialmente ducha con las ilusiones - proseguí aclarando un poco mis limitaciones -aunque... quizás... - sonreí cayendo en algo.
Nos encaminé hasta el sirviente más cercano a quien le pedí indicaciones para conseguir un jarrillo de agua.
Unos pocos minutos más tarde, lo teníamos (ya sea por visita a las cocinas, al pozo o que haya por el castillo para los invitados...).
Lo cogí entre mis manos mientras le susurraba al agua unas palabras en mi lengua natal.
Después me lo llevé a los labios, tanto para probar con satisfacción el resultado de mi hechizo, como para mostrar que no le había conjurado nada dañino al agua.
Entonces te lo tendí con una sonrisa para que lo probaras.

El tiempo pasa junto con la conversacion y pronto os dais cuenta de que casi a expirado la hora que os dijo el grog mayordomo.

Probó la bebida con curiosidad y dio un trago más largo al notar aquel sabor, tan dulce que se le pegaba al paladar. Casi podía oír la risa arrastrada de su parens, el suave tintineo de las redomas de vidrio y el olor de los pergaminos de su sancta. 

—Es... muy bueno —dijo, sorprendido.

Me pregunto si lo habrá hecho adrede... transmutando agua en vino tal como lo hiciera Jesucristo, Nuestro Salvador, hace tantos años atrás. 

Sea como fuere, el vino abrió su apetito le recordó que un banquete esperaba en otra parte de aquel castillo.

—Aprisa, será mejor no perdernos la comida. Estoy famélico.

Sonreí levemente ante el cumplido de Angelus.
- Es un sabor que me gustaba especialmente en invierno. Puedo conjurar otros sabores, aunque si no los conozco personalmente es muy dificil que acierte... - expliqué.
.

Asentí a Angelus.

- Sí, vayamos - confirmé encaminandome junto a él hacia la sala del banquete que se nos había indicado.

Al abrir la puerta puedes ver una gran sala con mesas distribuidas por ella. La sala era alta y acabada en una gran cupula con un cimborrio repleto de de vidrieras por las que entraba bastante luz. A su vez habia tres grandes candelabros que iluminaban toda la estancia.

Las mesas ya casi estaban preparadas, un tropel de al menos 20 grogs entraban y salian de una puerta aledaña con cubiertos y bandejas.

Al final de la sala vez una mesa dispuesta a lo largo con 12 asientos en la que ya habian un par de magos sentados. Tus pocos conocimientos de etiqueta te daban a entender que era la mesa presidencial. Aquellos dos magos debian ser primus de alguna casa.

Feromina te lleva a una de las laterales y comienza a hablar contigo animadamente. El vino comienza a correr y los invitados comienzan a llegar, al cabo de un rato ves llegar a Magnus y ves aparecer a Mia por una puerta por donde estaban saliendo los grogs que preparaban la comida.

Al abrir la puerta puedes ver una gran sala con mesas distribuidas por ella. La sala era alta y acabada en una gran cupula con un cimborrio repleto de de vidrieras por las que entraba bastante luz. A su vez habia tres grandes candelabros que iluminaban toda la estancia.

Las mesas ya casi estaban preparadas, un tropel de al menos 20 grogs entraban y salian de una puerta aledaña con cubiertos y bandejas.

Al final de la sala vez una mesa dispuesta a lo largo con 12 asientos en la que ya habian un par de magos sentados. Tus pocos conocimientos de etiqueta te daban a entender que era la mesa presidencial. Aquellos dos magos debian ser primus de alguna casa.

A parte de un nutrido grupo de magus ya reunidos puedes ver a Leonor sentada junto a una magi que tiene una hurraca al hombro. Ella es bastante hermosa y la hurraca solo le da un toque distinguido, dirias. Al cabo de unos segundos ves aparecer a Mia por la puerta por donde entraban y salian los grogs, las cocinas probablemente.

Cuando vuelves a entrar al comedor ves que las mesas estan bastante mas llenas que antes. En una de los laterlas encuentras a Leonor sentada una con una magi de pelo castaño y que lleva una hurraca al hombro.

En la entrada ves aparecer a Magnus con total claridad.

Antes de salir de la cocina, dedico una sonrisa a los grog y rebusco mi sigil, colocándomelo antes de salir de allí para entrar al comedor y despidiéndome con un movimiento de la mano.

Una vez accedo al comedor, al vislumbrar la diminuta figura de Magnus entrando en el comedor, me acerco al hombretón.

- Hola, Magnus, ¿te importa si te acompaño? -le pregunto, aunque al parecer ligeramente acongojada al mirarlo desde cerca, a pesar de todo el viaje.

Quizás él pudiese explicarme algunas cosas que yo no terminaba de entender, y no parecía el tipo de Magus que tenía mucha compañía en estos sitios.

Si ya le ha parecido que el recibidor del castillo es impresionante, el comedor no parece quedarse atrás. Sus ojos se pierden durante un instante en los detalles del techo, las vidrieras y los candelabros... todo. Su mirada se desvía por un momento hacia la que parece la mesa más importante del comedor, o al menos eso parece, pero poco puede ver. En seguida se vuelve a ver arrastrada por Feromina hacia una de las mesas laterales.

Nada más sentarse, Magnus entra en el comedor y no mucho después lo hace Mía. Mira a Feromina, esperando sus preguntas. Aunque no sabe si va a poder responderlas.

Tras un momento distendido entre los que se realizan las presentaciones pertinentes, la magi de la hurraca se hace llamar Feromina de Bjornaer, magi de la alianza. Entablais una conversación relajada, que pronto se ve interrumpida por la llegada de Aysha y Angelus que atraviesan el portal.

Estos encuentran una sala abarrotada de magos veis una gran sala con mesas distribuidas por ella. La sala era alta y acabada en una gran cupula con un cimborrio repleto de de vidrieras por las que entraba bastante luz. A su vez habia tres grandes candelabros que iluminaban toda la estancia. Casi podriais jurar que toda la Orden se ha reunido. Las mesas estaban ya preparadas con todo para recibir las viandas, al fondo hay una mesa presidencial donde 12 rostros hablan y cuchichean entre ellos. Deben ser los Primi y Primae de las casas.

A medio camino encuentran al resto de compañeros de viaje con una magi morena, joven que porta una hurraca al hombro. Esta se presenta como Feromina.

Magnus había entrado en aquella gran sala con aspecto de saber exactamente donde estaba e ir a buscar a un magus importante. Alguien de su tamaño seguro que era el custos de un archimago, por lo menos. Pero no, su aparente seguridad era una fachada tras la que se escondía un enorme mago absolutamente falto de experiencia en Tribunales. No estaba acostumbrado a tratar con magi ajenos a su Alianza y aquello era un mundo donde amenazaba hundirse sin remedio. Necesitaba un punto de apoyo, alguien en quien escudarse, alguien de quien ser escudo. Sólo no servía de nada...

─¿¡Qué!? Eeeeh, no. No, acompáñame. Pero estoy casado. Umf. ─acertó a contestar el confundido gigante, incapaz de expresarse ante una persona que le había impresionado de una un otra manera durante todo el viaje y que no pensaba que fuera a ir a buscarle para... ¿acompañarle? La sola idea ya hacía que sus engranajes mentales chirriaran como un viejo molino.

Y sin embargo Mía era su inesperado punto de apoyo, su cuerda de salvación que le ataría a un mundo exterior que sí comprendía. Magnus cerró su bocaza y se pegó a la pequeña maga para convertirse en una suerte de larga sombra.

─Gracias ─dijo mirando a un lugar indefinido de la sala mientras trataba que sus encarnadas mejillas dejaran de estar en ebullición.