Partida Rol por web

Mi mirada refleja comprensión ante lo de llevar mucho fuera de su tierra. Demasiado, todo este dichoso aprendizaje...

- Yo provengo de la Unión de Kalmar, tierra fría pero buena. -respondo con cierta melancolía, también.

Demasiados años hacen de todo aquello, qué no daría por volver atrás. Si no hubiese nacido con esta cosa que llaman Don... Me quedo un momento ensimismada, hasta que el grave vozarrón del tal Gorka me saca de ese estado y me hace fruncir el ceño y bajar de la carreta, encontrándose cuando vuelve a mirar al frente con una mujer mosqueada y con los brazos en jarras, pose a la que solo le faltaba una zapatilla en la mano.

- ¿*Ese* tipo de magos, larguirucho? -comienzo con notable molestia- Que, ¿que por ser un grandullón con una maza te crees que sabes lo que es la vida?¿Acaso has cosechado en tu vida un campo que tú mismo hayas sembrado?¿Sabes cuántas semanas se pasa encinta una ternera?¿Sabes al menos preparar una dichosa sopa o enhebrar una aguja?¿Eh? -le suelto sin amilanarme lo más mínimo por su tamaño- A ver si te crees que sabes una mierda -una hablar muy propio para un mago, sí- de mí por saber con qué casa he aprendido a controlar mi don, bocazas. -concluyo con el ceño fruncido, delatando todas las arrugas de una mujer que ya ha pasado de la flor de su vida, por lo que se intuye que no era precisamente una niña cuando su mater la encontró.

-Ah, la excepción que confirma la regla ─dijo con sorna Gorka, súbitamente interesado por Mía. El enorme hombretón se acercó al carro, tal vez más de lo que podía resultar cómodo para tratar con él─ Sí, sí, sí y no. Lo último lo hacía mi madre y lo primero lo hice en su campo, pero ¿sabes tú lo que es que te secuestren con 14 años para ir a la guerra de un señor que ni has visto nunca? ¿has matado? ¿cuántas veces? ¿has perdido la cuenta? ... Bah. Crees que lo sabes todo y no sabes nada.

Gorka, el actual Magnus, no había tenido una infancia sencilla. Integrado en la vida medieval convencional pero sufriendo todos, o casi todos los estigmas que hubiera sufrido un mago normal, salvo que quisieran quemarlo en una hoguera. Bromas infinitas, estigmatizado, tenido por un bestia descerebrado y sin sentimientos, capaz sólo de tener un momento de calma cuando se comportaba como se pensaban que debía hacerlo: como un monstruo come-niños. Sólo le respetaban cuando se trataba de combatir... y eso, en realidad, por muy bien que se le diera, no le gustaba.

El hecho que una mujer le dijera lo dura que había sido su vida, que se atreviera a hacerlo a pesar de su estatura, de su aspecto, hacía que Gorka le tuviese en mayor valía, a pesar de lo que parecía dar a entender. Aquella mujer tenía coraje y con semejante infancia merecía su respeto. Una maga que posiblemente utilizaría su Don en algo verdaderamente provechoso. Tal vez ayudara a hacer crecer mejor las cosechas o a ahuyentar a las bestias que tantos quebraderos de cabeza dan a los campesinos. Eso sí podía estar bien. Por desgracia todos aquellos pensamientos quedaron allí, encerrados en su cabeza, y jamás fueron vocalizaron. No podía, le habían enseñado demasiado bien.

- Mi señor – intervino Alejandro dirigiéndose a Gorka -, mi señora – dirigiéndose a Mia -, entiendo que todos hemos pasado por cosas graves en el pasado, unos más que otros – sin mirar a nadie en concreto –, y todos tendremos prejuicios hacia otros. Bien sé yo un par de cosas sobre prejuicios – comentó con una sonrisa como si se riese de un chiste propio – mas quizás podríamos trabajar por darnos una oportunidad unos a otros en este viaje. La vida es larga y tendremos tiempo de tirarnos tiestos a la cabeza. ¿Qué les parece si intentamos conocernos primero conversando amigablemente y después decidimos si nos tiramos los tiestos? – propuso tratando de mediar entre ambos pero sin soñar en atreverse a ponerse entre el gigante y la mujer, sin estar seguro de cual de los dos le daba más miedo. 

Se acomoda en la carreta, ahora teniendo más espacio para ella misma. Sin duda, no entiende muy bien a las personas que le rodean. ¿Es así como debe alguien comportarse? Entiende que Magnus ha insultado tanto a Mía como a Angelus y, en cierta forma, a todos los que, según él, no han tenido una infancia difícil... y solo por el hecho de ser de una Casa u otra. Bueno, en verdad, le importa poco. Cada uno hablará por sus acciones y no por el nombre de su Casa.

Se gira hacia Giorgio.

-¿Queda mucho para nuestro destino? Temo que todo vaya a saltar por los aires si continuamos el viaje. Y necesito resguardarme en un lugar tranquilo y silencioso para recuperarme de tanta emoción.

─Bah ─contesta simplemente el semi-gigante.

Nunca ha sido bueno conversando. Da igual lo que intente, seguro que saldrá mal. No valía la pena continuar, o tratar de arreglarlo. Una lástima, aquella mujer ahora sí le parecía interesante. No como la pánfila de su mujer, siempre callada, incapaz de enfrentarse a su marido, haciéndolo todo a espaldas de él.

Gorka dedicó un último vistazo a asegurarse que Auria no abriese su boca para acabar de rematar la faena y volvió a su posición, algo por delante y a un lado de la carreta, vigilando los posibles obstáculos que pudieran surgir.

Atónito ante la reprimenda de Mía, su boca se abrió de par en par. Sin duda Magnus se había sobrepasado y merecía un escarmiento, más no esperaba que la mujer fuera a dárselo de una forma tan... poco femenina. Jamás había visto a una mujer ignorar la sumisión debida a un hombre para enfrentarlo con una lengua más afilada que una aguja. ¿Habría más magi como ella? No. Ella era... aún no lo sabía con certeza, pero le fascinaba.

La pelea había acabado antes de que pudiera intervenir. Le habría gustado decir algo y sin embargo se alegraba de no haberlo hecho. Solo habría conseguido quedar como un idiota. Otra vez. Suspiró y siguió andando mientras pensaba en lo que había oído. Ninguno de los presentes parecía tener un pasado fácil, en especial Magnus. Angelus había visto los estragos de una guerra de primera mano y cada día agradecía a Dios no haber tenido que luchar como tantos otros franceses. No podía ni imaginar lo que debía ser pisar un campo de batalla.

"Amen a sus enemigos, hagan bien a quienes los odian, bendigan a quienes los maldicen, oren por quienes los insultan. Si alguien te pega en una mejilla, ofrécele también la otra".

La frase acudió a su mente de improviso. Sacudió la cabeza. No quería hacerse enemigos, sino todo lo contrario. La punzada de rencor que sentía por las palabras hirientes del semi-gigante se convirtió en una leve molestia. Por esta vez perdonaría a Magnus. Era lo más correcto.

—Si buscáisuna conversacióntranquila, aquímetenéis —le dijo a Alejandro. Necesitaba pensar en otra cosa para alejar la confusión que sentía por los actos de Mía.

Las palabras "la excepción que confirma la regla", dado el tipo de adiestramiento que he recibido, me hacen poner los ojos en blanco. Esa frase que algunos habían cogido por costumbre decir y que no tenía sentido: si una regla tiene demasiadas excepciones es que está mal planteada. Su siguiente "argumento", si se le puede llamar así, me hace fruncir aún más el ceño si cabe, pero cuando voy a replicar Alejandro se mete por medio, figuradamente.

Su intervención es... bastante correcta en cuanto al contenido, pero bastante inoportuna también dado que le da la excusa perfecta al hombretón para dejarme con la palabra en la boca después de, por regla de tres, decir que para saber lo que es vida tenían que haberte forzado a ir a la guerra a matar gente.

Así pues, miro primero a Alejandro, luego a la espalda de Magnus suelto un resoplido molesto y echo a andar por el lado contrario de la carreta por el que va Magnus, aunque por la falta de palabras no queda claro si mi mosqueo es hacia el gigante, hacia el "mediador", o hacia ambos.

Alejandro suspiró cuando ambos contendientes se marcharon a lados distintos de la carreta. La tal Leonor por su parte se había retirado a la carreta y ya decía que había tenido suficientes emociones. Si para empezar parecía poco comunicativa, ahora podía olvidarse de que fuera a querer conversar lo más mínimo.

Por suerte, aún quedaba Angelus que parecía funcionar a un ritmo más acelerado que el resto de los presentes.

Le sonrió tímidamente con la gratitud reflejada en sus ojos.

- Gracias. Me vendría bien. – aseguró sincero - ¿De dónde decíais que eráis, señor?

- ¿Vichy? – preguntó Alejandro curioso – Me temo que no sé dónde está. – reconoció un poco azorado - ¿Está muy lejos de aquí? – recuperando pronto su curiosidad natural
>> Yo la verdad es que viajé principalmente por Iberia con mi Parens, aunque tampoco viajamos en exceso. Era muy estricto con mis estudios… - rememora con melancolía, nostalgia y quizás un poco de tristeza por no haber recorrido más mundo – Hace poco que abandoné Iberia y de momento sólo recorrí la costa del Mare Nostrum hasta donde subí a la carreta… - reconoce de nuevo azorado
 

Angelus está aliviado porque Alejandro se lo tome tan bien. Recuerda sus modales y elogia de forma suave a Alejandro, al tiempo que le pregunta por Iberia. Pero eso tan solo después de responder dónde está Vichy de forma aproximada y decir que ya ha viajado más que él, diciendo que solo ha estado en Francia. Indica que el va a su primer Tribunal, esperando hacer contactos y quizás encontrar una Alianza.

Para su sorpresa, Alejandro no parece nada molesto y sigue la conversación. No está seguro de cuanto tiempo ha transcurrido, pero está seguro de que debe de ser un récord personal. Tranquilo, no lo estropees ahora. Mantén la compostura, como te enseñó Aefentid. Con una sonrisa más amplia respondió a Alejandro, pronunciando cada palabra con calma.

—Ojalá tuviera un mapa para mostraros... Vichy está a unos once días a pie partiendo desde Marseille, yendo hacia el Noroeste. Sí, bastante lejos de nosotros —dijo mientras agitaba las manos para representar un mapa imaginario. satisfecho con el resultado, su sonrisa se torció un poco el lamento de Alejandro—. Oh, vaya... es decir, es una pena que vuestro pater fuera tan restrictivo... ¡pero eso no significa que nunca podréis visitar vuestra tierra! Yo tampoco he visto mucho de la mía y...

Una rápida imagen cruzó por su mente. Sangre derramada y huesos rotos asomando por la piel. Los alaridos de los recién llegados y los estertores de los moribundos. Olor a hierro, suciedad y heces. Un escalofrío le recorrió entero mientras su mente volvía a tener ocho años.

—...y esto es lo más lejos que he estado nunca —hizo una pausa mientras jugueteaba con sus dedos—. Este es mi primer Tribunal. Esperaba poder conocer allí a otros sodales. Quizás incluso unirme a una Alianza. Si alguna me aceptara, claro —concluyó con un deje triste.

Alejandro se muestra amable y alegre durante la mayor parte de la conversación, salpimentado con ciertos matices que pueden dar incluso la impresión de candidez, quizás idealismo, o quizás ingenuidad. En cualquier caso se nota que es alguien a quien le gusta conversar y está acostumbrado a ello por su trato fácil, sencillo y humilde.

Cuando menciona Marseille su cara se ilumina con el reconocimiento y una sonrisa feliz. En seguida se muestra dispuesto a alabar la belleza del pueblo y de su puerto.

- Oh, no, no – se apresura a aclarar sobre su pater – no es restrictivo… más estricto… no, no, esa palabra tampoco es la adecuada… eh… uhm… se preocupaba mucho de que aprendiera… - parece azorarse otra vez – bueno… sí, quizás estricto sí que se ajusta un poco… solía estar muy pendiente de mí y de mis progresos… - mirando a Angelus con una mirada que buscaba la comprensión y la pregunta muda de “¿El tuyo también?”

Al mencionar regresar a Iberia un escalofrío le recorre y su cara se transmuta brevemente en una de ¿tristeza? ¿miedo? ¿morriña? ¿todo mezclado?

- No… no… no creo que regresar a Iberia sea buena idea… hay… mucho conflicto entre cristianos y árabes… - suspira muy muy triste al acordarse de ello - espero… espero encontrar más paz y tolerancia en estas tierras… - prosigue con más esperanza – Encontrar otros sodales para formar pertenecer a una Alianza donde sean tolerantes y que no busquen el conflicto permanente sería… sería… maravilloso – concluye retornando la alegría de la esperanza a su rostro radiante pensando en la posibilidad

Giorgio se giró hacia Leonor que le habia preguuntado.

- Como he dicho, mi señora, hasta Zurich aun quedan poco mas de dos semanas -dice un poco socarron- sin embargo, si a lo que referis es a nuestra proxima parada, Confido Fieri se encuentra a poco mas de una hora.

Giorgio seguia tan tranquilo como al principio de la mañana, parecia que la discusion entre los magi no le afectaba en demasia.

Asintiendo a las últimas palabras de Alejandro, giró la cabeza para impedir que viera la duda que había empezado a formarse en su rostro. Aquella declaración, aquellas palabras... ¿era Alejandro un musulmán? ¿Llevaba días viajando con un infiel y no había podido reconocerlo? Es decir, estaba claro que no era de origen moro, más su maestro le había hablado de conversos que abandonaban la única y verdadera Fe para unirse a los seguidores de Allah. 

Una punzada de ira le recorrió por dentro. Esperaba que ese no fuera el caso. Cada vez se sentía más indignado. Si era uno de ellos, ¿por qué iba disimulando tanto? Al menos podría tener el detalle de avisar a sus compañeros de viaje. ¿O sería siquiera real lo que le había contado? Abandonar Iberia por presión religiosa se le hacía extraño si fuera cristiano, pero si era un infiel la cosa cobraba mucha más lógica.

Apretando el puño izquierdo se giró hacia él, dispuesto a exigirle que fuera claro respecto a sus palabras e intenciones, solo para darse de bruces con su sonrisa. Aquella sonrisa tan preciosa, que genuina, la única que había visto en una cara que no fuera la de su maestro. Antes de darse cuenta el también estaba sonriendo.

—Encontraréis esa Alianza. Estoy seguro.

Y de verdad deseaba que fuera cierto. La ira fue reemplazada rápidamente con vergüenza. Aefentid se habría sentido decepcionado de su poca tolerancia. Rayos, incluso Jesús lo había dicho; "amaos los unos a los otros". Nunca se sentiría cómodo con las creencias de los musulmanes, pero no debía... no podía alejarlos con asco. Seguían siendo hijos de Dios. Merecían más que eso. Alejandro merecía más que eso. Era un magus, igual que él. Y la única persona con la que contaba en ese momento. De repente supo que tenía que decir algo y las palabras salieron directamente desde su corazón.

—Y de no haber tal Alianza... no me importaría crearla con vos.

La carreta siguió avanzando su camino mientras las tensiones se destensaban y las relaciones entre los magos comenzaban a formarse lentamente ¿Surgiria de alli una Alianza? ¿Sus caminos se divirian al llegar a Zurich? ¿Podrian llegar a surgir rivalidades manifiestas?

Solo el tiempo lo diria y lo aseveraria. Y asi paso como unos 20 minutos antes de que algo nuevo sucediera y eso nuevo se manifesto como una de las criaturas mas inocentes que pueblan la tierra, un niño.

El niño no tendria mas de 8 o 9 años, sentado en lo alto de una piedra y ataviado solamente con una camisola blanca, con las piernas recogidas contra el pecho os miraba pasar por el camino, con la burra arrastrando lentamente el carromato.