Partida Rol por web

El chico miró con recelo a Okita, aunque decir mirar sería exagerar; más bien alzó levemente las cejas intentando averiguar que estaba pasado. Mis humildes disculpas, Soshuro-sama. Aunque el señor Bankuro es un artesano de gran talento estoy seguroque está acostumbrado a las obras de los mejores artesanos del imperio. Siento que no sea de su agrado.

¿Estáis buscando a algún samurai en particular? Dijo el joven al que interpelaste mientras los demás paraban la marcha y se posicionaban a vuestro alrededor curiosos.

-Acaso es común que varios samurais anden por aquí?- dije realmente intrigado.

Puedo comprobar que las sutilezas cortesanas no funcionan con los muchachos del barro. Está claro que son gentes sencillas y prácticas.

Deseamos hablar con Bankuro, por favor.

Digo con la máxima cordialidad.

Junto al grupo, nos dirigimos al taller del artesano. El afán con que aquellas gente se dedicaban a su labor era digno de admiración. En el orden celestial, cada uno tenía su lugar. El ver a Okita manejarse con soltura por el puesto no me gustó. Pero, ¿qué puedes esperar de un escorpión? Bastante que el heimin no se había dirigido a él por su nombre de pila.

En cualquier caso, Jin ya había dicho todo lo que hacía falta decir.

Okita miró al los Grulla, por un momento había pensado que esperaba de Jin-san lo típico de un grulla, esa insolencia cubierta con sutileza. Pero ahora no sabía a ciencia cierta si debía esperar esa falta de conrtesía de todos los Grulla. Sin embargo la actitud del otro Grulla le gustaba aún menos, demasiado silencio, su actitud, incluso para un jojimo, dejaba demasiado a entrever. 

Su desdén se podía oler a leguas. Con una sonrisa bajo su mascara Okita oltó un despiro y sin moverse trató de retirar su presencia, le dejaría actuar. Observaría y aprendería

Alguna vez, su padre le dió una valioso consejo. 

"todos los clanes se ocultan, bajo sus mascaras de sutileza, bajo sus corazas, en sus templos o en lo alto de las montañas, pero todos tienen algo oculto, lo que sea, pero todos tienen algo"

El maestro Bankuro se halla dentro, trabajando. comenzó a decir cuandouna voz más adulta y de mejor educación lo interrumpió desde denteo del taller. Ya me encargo yo de atenderles.

Acto seguido salió del mismoun hombre de buena estatura, tez morena y rasgos mezclados entre finos y expuestos a la intemperie. Su forma física delataba a un hombre que realiza actividades marciales con asiduidad, su mirada era la de unhombre con orgullo. Su brazo derecho se mantenía rígido junto al costado con lamano aparentemente engarrotada, mientras que con la izquierda se ceñía en el obi una katana. ¿Vienen a encargar cerámica cuencos, vasijas o el encargo es más particular?

No, en realidad no suele haber samurais preguntones por aquí, Bayushi-dono. Comentó con una media sonrisa y un tono que sólopodía catalogarse de jocosa. Sus acompañantes parecían ahogar risitas.
 

Un ronin... La cosa mejora...

Pienso al ver salir la imponente figura del samurai tullido. Me esfuerzo por no fijarme en su desfiguración, aunque quizás esa herida o enfermedad sea la razón por lo que se ha visto forzado a dejar de servir a su señor y no serle una carga.

No estamos aquí para juzgar a nadie.

Hago una reverencia al hombre.

Hai, Bankuro san. Se trata de un encargo particular. Quizás podríamos hablar los detalles en privado, por favor.

El Ronin lanzóuna mirada hosca, casi hostil a Jin y agregó secamente. No soy Bankuro. ¿Acaso parece que pueda crear nada? Vayamos dentro, yo llevo el negocio. El señor Bankuro sabe trabajar, no vender. Dicho eso pasó elumbral de la casa,hacia el taller dónde se mezclaba el baro y la humedad, en una mabiente caldeado por el horno.

Mis disculpas, san. Digo una vez que entro detrás de él. No conozco a Bankuro. Sólo me han hablado de ciertas referencias suyas. Ciertas referencias que no están relacionadas con la alfarería, de hecho, neh?

Dejo caer con intención.

- Por las fortunas! que esta buscando? que le maten? Pensó Okita, al oir las palabras del kakita. - Espero que no resulte en eso. 

Okita pasó a la estancia, el olor del barro de la ceramica era fuerte, dulzón, la humedad era incomoda y el calor le secó la garganta al pasar se mantuvo a la derecha de Jin-san

Apoyé uno de mis codos sobre las daisho:

-Al parecer todos son bromistas en este lugar, hasta que tienen que tragarse sus bromas en medio de lagrimas...a veces lagrimas de sangre- dije mirando fijo al muchacho- contesta la pregunta, has visto algún samurai por aquí? Y si has visto a más de uno, donde y como eran...-

Hemos visto los de la puerta. Pero no se encuentran merodeando por aquí. Es raro encontrar samurais parlanchines por aquí. Aunque los hay que son demasiado preguntones. El joven echó mano su espalda dónde de seguro que guardaba algún tipo de arma. Debían estar borrachos oalgo así pero se mostraban confiados en exceso.

Al parecer iba a tener que hacer a hablar a sus cuerpos sangrantes, mejor, ya me estaba cansando de que todo el mundo en este maldito distrito se creyera gracioso...

El ronin torció el gesto durante un instante e inexplicablemente decidió nomirar a Jin cuando volvió a hablaros. No querréis quedaros ahí. Venid adentro,pero evitemos molestar al anciano.

Después de eso entró al interior de la casa-taller dónde el barro se cocía y se iba apilando en unos rincones. Un hombre anciano trabajaba afanosamente con un ayudante que bien podría sersu hijo adolecente.

El ronin se dirigió hacia una mesa cargada de papeles y platillos, se sentó allí para a continuación poner sobre ella varias tazaws de sake. Cogió una gran taza metálica basta y de aspecto poco lustroso y de una botella sirvió en ella un líquido marrón de agrio olor. Si quieren no duden en servirse y ahora pongámonos cómodos. ¿Qué desean?

Al ver como venían las cosas los únicos que iban a seguir hablando eran nuestros aceros, estaba bien ya me estaba cansando de mantener la calma y de todo este maldito distrito, deberíamos haber dejado que arda completamente por el incendio.

Cada cosa es necesaria en la vida y cada uno tiene el lugar que se merece

Recordé las palabras de mi maestro y me calme, llevando la mano mi katana para desenvainarla y lanzar un corte rápido al estómago del joven más cercano, para luego quedarme en guardia esperando a los demás, con suerte no serían tan valerosos al ver caer al que parecía dirigirlos, con mala suerte para ellos, terminarían tosiendo y llorando sangre como les había predicho...

Al pasar dentro todo me queda claro...

¿Porqué nos mentiría Ogura? No es Bankuro quien da la información, sino el ronin tullido... Espero...

Me pongo cómodo, aunque no me sirvo nada. La taza tiene un aspecto imperfectamente bello, pero el olor del líquido me tira para atrás. El hombre va al grano, por lo que decido imitar su forma brusca de comportarse. Esta sala no es tan desagradable como la de Ogura, y el olor de la tierra húmeda me gusta pero no estamos aquí por cortesía y el tiempo apremia.

San... Necesitamos saber qué le ocurrió a cierta dama...

Dejo caer, a la espera de su reacción.