Partida Rol por web

—¡Hans! ¿Dónde está frau Grettel? ¡Hans! —dijo al mayor de los huérfanos al llegar, antes de darle un "tranquilizador" cachetón—. Vamos, deja de lloriquear. Eres el mayor, debes dar ejemplo. 

El niño, tras el sonoro bofetón, parece recomponerse y sorbiéndose los mocos señala a una preciosa niña de unos seis años, rubia de ojos azules y dos trenzas que, agarrada a un peluche que ha visto mejores tiempos, contiene unos hipidos mientras las lagrimas recorren sus sonrosadas mejillas.

Ingrid se despertó hace un rato por una pesadilla, y asegura que ya no estaba Frau Grettel pero, en cambio, había un enorme cuervo que con un graznido, salió del carro y se fue volando...

Hans se toma unos instantes para reorganizar sus pensamientos y, de repente, como un torrente suelta todo lo que atenezaba la joven alma del muchacho. Frau Grettel lleva rara todo el día, desde que paramos donde los carros rotos para que los bueyes descansaran. Lloró. ¡Yo la vi! Dijo que se le había metido polvo en el ojo pero yo sabía que no era verdad. Estaba llorando por lo de Fahndorf, dijo que fueron los soldados los que prendieron las piras pero era el Graf Sternhauer el culpable de todo y la sangre de su padre le manchaba sus manos. Dijo muchas cosas malas, muchas. Dijo que para qué servía le poder si no se usaba, que el pájaro le había dicho que era lo correcto. La oí decirlo y luego cambió y daba mucho susto. Como cuando el capitán Kauffman se enfadó con ese hombre bestia que mató a su sobrino y lo hizo pedacitos, igual... O peor diría yo... 

Tras ello Hans empieza a llorar otra vez y, de forma espontánea, abraza a Lenna con fuerza mientras su cuerpecito se estremece por el llanto. Pasado un rato el niño se recompone de manera parcial y deshace el abrazo, momento en que la hochlandesa aprovecha para registrar rápidamente el carromato para notar que el zurrón de la anciana no está pero sobre su jergón hay una nota que reza así:

"Para el capitán Kauffman,

De Frau Grettel,

Mi querido capitán, lamento abandonar a mis niño de esta forma pero, por favor, encuéntreles un hogar en Ravenstein. Son buenos chicos y rezo a Shallya  para que tenga misericordia de ellos después de todo el sufrimiento que han padecido. 

Voy a saldar una deuda con la familia Sternhauer, lo hago por mí y por mi familia y solo yo he de pagar el precio.

Les deseo suerte en Ravenstein y que Sigmar les proteja a usted y todos los habitantes de Unterbrok. Vuelvo a casa por última vez. Tal vez nos volvamos a ver en los reinos de Morr. 

                                                                                                     Frau Grettel"

Cuando oigo lo de la nota y se lo que dice, me doy cuenta de que va ha pasar, la mujer se retiraba para hacer magía, era una bruja y aunque no estaba en nuestra contra, si iba en contra de algún noble del tres al cuarto "Genial, lo que necesitamos, Frau va ha matar a una familia aprovechando el caos, por si los hombres bestias no fueran suficiente" con esto miro al resto, "Podríamos ir a buscarla y evitar que cometa una estupidez, pero es de noche y no creo que encuentre su rastro hasta que amanezca, pero si esperamos mucho, vamos a tener que abandonar el convoy en su búsqueda, yo me adapto a lo que digáis, me da igual lo que hiciera el graf de mierda ese, pero tengo claro que la vieja va ha usar magia o algún veneno para matarlo, y se poco del ambiente militar, pero en tiempo de crisis, matar a alguien no es bueno para mantener el orden" y tras decir lo que pensaba, "¿Me he dejado algo?"

Gherard se había mantenido cerca y en silencio. Mientras que el resto empezaba a investigar el contenido de la carta que había dejado la anciana a modo de último mensaje, Gherard se dispuso a indagar los detalles de hasta la última esquina que había en el último sitio donde se halló Gretel antes de partir a la densa oscuridad del bosque.

Dejaba que las yemas de sus dedos pasearan a través de las superficies de su campamento. Allí había algo que le ponía los pelos de punta a Ludeker. ¿Qué clase de viaje de venganza era tan importante como para, a despecho de los niños que se hallaban presentes y bajo su cuidado, una nodriza anciana se aventurase sola al bosque por tercera vez en lo que iba de viaje? Algo no le cuadraba para nada...

Cerró los ojos, e intentó ver algo más allá de lo que pudieran atisbar ellos. Si era realmente merecedora de su atención, algo captaría.

La historia del crio, que en un principio parecía no tener mayor interés, fue obteniéndolo conforme avanzaba.

¿Un cuervo...? ¡Aquel cuervo!, pensó Lenna al mentarlo Hans. 

Fahndorf. Poder. Pájaro. Nombres y palabras conocidas por la muchacha que sin embargo le costaba conectar, teniendo en cuenta además la idea que tenía de la anciana.

Lenna acompañó el gesto del niño, abrazándolo con fuerza hasta que éste terminara de echarlo todo.

—Tranquilo, chssst, chssst. Lo has hecho bien, Hans —dijo Lenna, acariciándole con ternura el pelo—. Gracias. Y a ti también, pequeña. Tranquilos, lo arreglaremos. Pero no comentéis esto con nadie mas, ¿vale?

La hochlandesa se acercó a Ingrid, juntó la mano de la niña con la de Hans y les pidió que fueran con herr Dieter. Luego, mientras rebuscaba en los enseres de la anciana al tiempo que pensaba en lo injusto y lo duro que es el mundo para esos niños, encontró la nota. 

El semblante de la muchacha se fue agriando conforme la leía. Rabia, indignación y tristeza fueron algunos sentimientos que la abordaron. La vieja les había estado dando problemas. No había sido honesta con ellos ni con sus propios vecinos. Y estaba claro que tenía claro lo que quería hacer, y como quería terminar sus días. Habia decidido sin contar con nadie mas. Estaba buscando atropelladamente dar con su destino, aunque cierto es que lo que pretendía podría tener consecuencias sobre ellos, sobre las provincias cercanas e incluso sobre el propio Imperio.

Como ya hiciera en otra ocasión, dudó sobre compartir o no lo que decía la nota. Si escondía la nota y callaba sobre lo que le había contado Hans, podrían perder la noche buscando a la curandera por los derredores del campamento. Y al no encontrar ni rastro, la caravana terminaría por seguir adelante, hacia la seguridad de Ravenstein. Si compartía lo descubierto, por otro lado, tenía claro que el apuesto caballero asur querría ponerle remedio, además del interés que suscitaría en el misterioso hechicero. Y tendrían que ir a buscarla, con las probabilidades que ello conllevaba de ser emboscados por hombres bestia, goblins, o cualquier otra abominación.

Gracias quizá al poco tiempo que tuvo para meditarlo, o tal vez a la piedad y dulzura que le transmitían los huérfanos, decidió decantarse por la segunda opción.

—Ejem... sí, sí, mire... He encontrado esto —respondió al cazador, agitando la nota en el aire, cuando éste se internó en la tienda de la anciana.

Lenna se reunió con sus compañeros, y pidió reunirse con el capitán Kauffmann. Aislados de oídos curiosos, les leyó la nota y les explicó lo que le habían dicho los niños. Luego escuchó las palabras del rudo guía, el primero en contestar.

—No, si... Habla usted claro, maese Grosskopf, demasiado tal vez. Espero que sepa guardarse esas palabras sobre la nobleza en según qué círculos o ambientes, porque puede costarle un disgusto —comentó primero la hochlandesa, emitiendo luego una leve risilla antes de endurecer el gesto una vez mas.

—No se necesita buscar ningún rastro. Además... es posible que no haya ninguno, aunque me parezca una locura pensarlo. ¿Qué le parece usted esto del cuervo, herr Ludeker? Bueno, en cualquier caso, encontramos la señal de Fahndorf en aquel... terrible cruce. ¿Lo recuerda, maese Grosskopf? Sólo habría que volver por la carretera que ha tomado la caravana hasta ahora y virar hacia ese poblado fantasma, de donde frau Grettel es originaria —dijo luego, tratando de medir las palabras para no mentar la primera persona del plural—. ¿Pero de verdad pensáis que es necesario ir a buscarla? Es una señora mayor que ha demostrado ser capaz de valerse por sí misma, sí. Y ha decidido por sí misma volver a su aldea, supongo que para reunirse con su familia. Pero no me cabe en la cabeza que esa anciana pueda hacer nada contra el graf, ni contra nadie. ¿Qué opina usted, capitán? ¿Considera necesario enviar a alguien de vuelta por el camino y arriesgarse a perder la vida en la oscuridad de la noche?

Notas un leve rastro de energía mística, del color del ámbar aunque con pequeños retazos de un color más oscuro, como si el ghur estuviera mezclado con la esencia del Dhar, alejándose en dirección contraria a la que viajáis, es decir, que vuelve sobre vuestros pasos.

Serías capaz de seguir el rastro.

Lenna os reúne con el capitán Kauffman a las afueras de las ruinas, más allá de cualquier oído indiscreto y es que la situación parecía grave, hecho que se constataba con el canoso militar frotándose la barbilla, donde una incipiente barba comenzaba a dejarse notar, mientras miraba, totalmente concentrado hacia algún punto en dirección a Fahndorf.

Tras un rato, vuelve a miraros con expresión grave. Mi señora, creo que deberían ir tras ella, igual hasta pueden alcanzarla antes de que llegue a Fahndorf y traerla de vuelta. No creo que sea capaz de valerse por si misma si se encuentra con algún problema y, efectivamente, dudo que pudiera hacer gran cosa para dañar a nadie pero los huérfanos la necesitan, por lo menos hasta llegar a Ravenstein. Y aunque estemos a apenas una jornada o dos, no puedo ignorar el hecho y dejarla marchar, así de esta manera, no, no puedo., durante años ha sido un pilar para nuestra comunidad y es bien apreciada por las gentes de Unterbrok. Es por ello por lo que les pido un esfuerzo más, por favor, vayan tras ella y traiganla de vuelta sana y salva.

El capitán os mira expectante, con un atisbo de esperanza en su mirada mientras espera vuestra respuesta.

Miro a la chica "Una de las ventajas de estar en la naturaleza, es que puedo hablar con cierta libertad si se que nadie me puede escuchar e incriminar" le respondo a la chica y luego miro la nota, no tenía ni idea de lo que ponía, pues para empezar, no sabía leer ni escribir, ni lo necesitaba "No se leer, pero supongo que dice lo me habéis de que la mujer ira a matar al noble, pero si queréis que vayamos a buscarla en el pueblo abandonado os guio, no se si sabe cuidarse, pero como se escape una tercera vez, conmigo no contéis para buscarla, ya hemos gastado demasiado tiempo y algo no me gusta de la vieja" miro al capitán, debían de tenerle mucho aprecio, yo no la conocía y lo poco que sabía no me augura nada bueno, "haremos lo que podamos, no me gusta prometer nada que no crea que puedo cumplir" y en silencio hago unos rezos a Taal, para que nos ayude en la búsqueda.

El elfo se limitó a observar y sopesar las opciones que tenían. La desaparición de la anciana, junto a la explicación de los huérfanos humanos y la carta dejada, daban pistas más que suficientes para adivinar que sus primos tenían toda la razón del mundo, y que la señora les había tomado el pelo, a ellos y a todo el pueblo. 

Estaba claro que la mujer buscaba venganza, y que ya no podía aguantar más tiempo ese sentimiento en su interior, y cuando pensaba que hacer, el capitán les dio el empujón necesario, pues parecía que el resto no estaban demasiado entusiasmados en ir a buscarla, y no dejaban de tener gran parte de razón. Pero si la vieja era lo que parecía, podía desatar un mal peor sobre inocentes, como otros miembros de la familia del noble al que tenía en su punto de mira, o siervos y demás. Aunque realmente, al Asur le importaba más la integridad física de la señora, el cuidado de los huérfanos, y que no jugara con fuerzas mágicas que seguramente no terminaba de comprender. 

- Bien Capitán, pero si la traemos, irá atada hasta llegar a nuestro destino. No podemos permitirnos perder más tiempo. Ojalá podamos encontrarla y traerla sana y salva, por los niños. - 

Gherard se mantuvo cerca del lugar donde frau Grettel y los niños coincidían un poco más del tiempo estipulado. Como si algo mucho más importante estuviese atrapando la atención del hombre que no le hacía volver sobre sus pasos y prepararse con sus compañeros para la búsqueda.

Había algo en todo aquello que le causaba un erizar detrás de la nuca: una reacción fuerte ante el nerviosismo súbito que había sentido en las dependencias de la nodriza. Una vez identificó la fuente de su incógnita se reunió con el resto del grupo, quien aparentemente ya se había decidido a seguirla y evitar lo máximo posible su accidentada retribución.

Debía decirlo, un cosquilleo en las tripas le obligaba a hacerlo. Sin embargo, era demasiado riesgoso hacerlo en aquellas circunstancias.

Recordó la pregunta de Lenna y, aprovechándola, decidió dar un paso adelante para hablar.

—Es posible que nuestra búsqueda sea más importante de lo que parece. Lo que sea que impulse a esta mujer viene ayudado por fuerzas menos ortodoxas que podrían resultar en un infortunio para cualquier involucrado si no se le coloca un alto. Me atrevo a decir que incluso nosotros podríamos ser afectados por las consecuencias de sus actos si no descubrimos con exactitud que puede ocurrir.

Gherard Ludeker se pasó una mano por la barba como para peinarla y luego miró a la densa, oscura y aparentemente infinita profundidad del bosque nocturno.

—He atado cabos. Según todos los veredictos es bastante probable que frau Grettel la cuidadora de los niños sea una hechicera que se ha dado a la fuga para cumplir su venganza por motivos que desconozco. Es, ciertamente, más serio que buscar a una anciana por el bosque por la seguridad de su recuerdo. Si realmente trama algo contra el graf, hay que descubrirlo y ponerle un alto.

Uno a uno y con más o menos entusiasmo sus compañeros fueron aceptando ir a buscar a la curandera. Lenna quedó especialmente extrañada de las palabras del enigmático embajador del Colegio de Magia, que hablaba midiendo las palabras tanto o más que ella. ¿Qué era lo que podían ver estos místicos que no pudieran sentir el resto? ¿Cómo sentirían el mundo a su derredor?

—Muy bien... —respondió la hochlandesa con tono molesto—. Está decidido. Eso sí, herr Kaufmann, si no volvemos a media mañana creo que será mejor para ustedes que sigan adelante y lleguen a Ravenstein lo antes posible. No se preocupe por los niños. Su gente sabrá cuidarlos este último tramo del viaje. Voy por mis cosas, enseguida vuelvo. ¿Alguno podría hacerse cargo de llevar mi cuerda?  

En un par de minutos la muchacha estaba de vuelta. Iba lo más ligera que podía, con el viejo escudo amarrado a la espalda, su hachuela al cinto y su cuerda recogida que pronto trató de cederla a alguien con más fuerza para cargarla sin problemas.

Fârandar tendió la mano para recoger la cuerda tras escuchar la sucinta explicación del Sr. Ludeker. - Entiendo...entonces debemos detenerla, a las buenas, o a las malas. - el pueblo del elfo tenía suficiente experiencia con ése tipo de personas, gente que usaba indebidamente los poderes de la magia, los humanos tenían especial fama entre su pueblo de dejarse corromper por el Caos y no se podía perdonar a quien sucumbiera ante los malignos Dioses. 

Con premura y bajo un ambiente de malos presagios desandáis el camino hasta la fatal encrucijada donde tuvo lugar la emboscada goblin. A pesar de conocer el camino tardáis casi dos horas en llegar allí y es que no es sencillo caminar bajo la omnipresente lluvia y menos en medio de la noche, y para cuando llegáis estáis prácticamente cubiertos de lodo desde los pies hasta las rodillas.

Tras un vistazo rápido dejáis atrás el desvaído cartel que señala la ruta hacia la ahora extinta población de Fahndorf abriéndoos paso entre la vegetación que, ante la ausencia del humano invasor, reclama el terreno que una vez se le arrebató. Tras apenas medio kilómetro conseguís vislumbrar las antiguas ruinas que una vez alojaron a un incipiente grupo de personas buscando un futuro para ellos y sus familias.

Las ruinas siguen un trazado bastante común en las poblaciones imperiales de este calibre, una serie de casas de piedra alrededor de una plaza central que, en la mayoría de las veces, no es más que un terreno de tierra pisada que se convierte en un lodazal cuando llueve. Como ahora. El caso es que no conseguís ver la plaza propiamente dicha debido a la oscuridad, la lluvia y a un banco de niebla que rodea el pueblo pero sí veis un extraño resplandor, como si de una hoguera se tratara, pero debe ser una bien grande, aunque lo más raro de todo son los colores, pues aparte de los típicos rojos, naranjas y amarillos, se entremezclan en este tililante y flamígero espectáculo el verde, el azul, el violeta.... En fin, una hoguera multicolor en toda regla.

Cuando os vais acercando, con el corazón en un puño, comenzáis a escuchar la voz de la anciana entonando un extraño cántico con una potencia fuera de lo normal y, unos pasos más adelante, escucháis entremezclada con su voz otra, mucho más grave y potente que retumba en vuestros oídos produciéndoos un repentino dolor de cabeza e, inconscientemente, sabéis que no es una voz humana. Cada vez os cuesta más acercaros, cada vez es más difícil dar un paso hacia delante pero lo hacéis, debéis hacerlo. Ya, por fin, tras pasar la esquina de un edificio veis a la anciana con los brazos abiertos, bailando desnuda alrededor de una enorme hoguera multicolor mientras sigue entonando el horrible y estereofónico canto mientras notáis que una enorme y ominosa silueta negra se perfila entre las llamas. Una figura a todas luces de origen demoníaco y que es el origen de esa segunda voz que vibra al compás de la de la anciana*

La presión sobre vuestras sienes se torna insoportable. A Herr Ludeker le comienza a sangrar la nariz mientras nota el horrible influjo de la magia que aquí se está liberando mientras al resto se os eriza el vello de la nuca y de los brazos, vuestra boca os sabe a sangre y solo queréis salir corriendo de allí.

Para empeorar las cosas, recabáis en unas figuras que os salen al paso, como queriendo deteneros. No parecen más que unos lobos pero sus brillantes ojos rojos sugieren algo más. Los lobos gruñen, mostrando unas poderosas dentaduras y se lanzan directamente al ataque...

Atravesar el terreno boscoso no explorado estaba constituyendo un reto para Gherard. Tener que guiarse a través de la intemperie como animales solitarios y acorralados solo guiándose de quien sigue la diminuta estela de esencia mágica. El famoso aroma de olor a ozono que en pequeñas cantidades se vuelve indetectable. Lo peor de aquél fenómeno era que una vez percibías el curioso olor en el aire no podías simplemente evitarlo: tenías que llegar a él.

La nariz le molestaba un poco, pero decidió ignorar ese nerviosismo.

Al atravesar las ruinas, el ahora supuesto hechicero empezó a adquirir más seguridad de donde encontrar dicho residuo mágico y su camino se hizo aún más claro. Podía seguirlo sin perderlo entre los hogares destruidos y los edificios cargados de esqueletos.

Habían llegado hasta la fuente de la magia, y los terroríficos sonidos que se escapaban de los labios de la bruja se quedaban pegados a los oídos del hechicero como una pegajosa sustancia maligna. Se pasó una mano por la cara y se dio cuenta de que su nariz estaba sangrando. El movimiento le llenó el rostro de sangre hasta la barbilla.

—No estoy seguro, pero es probable que la frau Gretel esté invocando una entidad demoniaca —dijo con cierto atisbo de ironía en su voz.

Allí había algo, no solo la mujer desnuda y su maléfica invocación. Gherard podía sentirlo punzandole los nervios con un alfiler. Debía advertirles a los demás.

—Hay que hacerla callar, lo que sea que está trayendo del velo del reino del caos es mil veces peor que un grupo de lobos poseídos. ¡Daos prisa!

Tras dicha advertencia, Gherard se giró a ver a frau Gretel una última vez. Un pequeño reflejo movió su ojo un poco más a la izquierda, donde hizo contacto visual con el demonio. Pudo ver lo primero que se forma del mismo: sus brillantes y voraces ojos como soles. Corrían rumores acerca de los ojos de los demonios. Una de ellas era que verlos directamente les permite alimentarse de tu alma. Gherard no sabía si era real.

Pero sabía que esos ojos brillantes se le quedarían clavados en su memoria durante un tiempo.

La pesadez del viaje y el tiempo hacen mella en el ánimo de la hochlandesa cuando llegan a la encrucijada.

¡Maldita lluvia! Estoy toda pegajosa. Menos mal que no llevo la muda limpia, pensaba la hastiada Lenna mientras despejaba su frente de cabellos empapados. Y todo por esa dichosa vieja rencorosa...

Al llegar a Fahndorf todo cambió. Conforme iban andando el aire se viciaba y una sensación extraña crecía en Lenna. Una similar a la sentida en aquel páramo del que huyó. Esa sensación de peligro que más de una vez había salvado su vida. Pero en esta ocasión no estaba sola, y aunque quisiera no era seguro escapar y separarse del grupo. Mientras andaba e intuyendo lo que podía pasar, Lenna agarró el abollado escudo y se lo ajustó a su brazo izquierdo. La diestra iría a partir de ahora sujetando el mango de la hachuela.

Y por fin la encontraron. No lo había querido creer, pero las sospechas de sus compañeros se confirmaban. La adorable frau Grettel, la sabia curandera de Unterbrok, la salvadora de los huérfanos, jugando peligrosamente con los poderes oscuros. La escena le heló la sangre. Lenna aferró su arma justo cuando vio aparecer a los lobos rabiosos. Plantó sus piernas lo mas firmemente posible en el barro y se preparó para actuar.

La lluvia no ayuda mucho, si la situación en si no era fácil, pero aun así conseguimos llegar al abandonado poblado, no era una visión nueva para mi, había muchos por todo el imperio en esta situación, pero lo que si era extraño era el ritual de la vieja de mierda, "Ya sabía yo que no era de fiar, Fârandar, tus primos tienen razón con la vieja" digo al ver lo que sucedía gracias a la magía que usaba la bruja, "Creo que lo mejor es no combatir y esperar a que se largue la criatura de la hoguera y poder matar cuando este sola" digo mientras pongo una flecha en mi arco, no quería enfrentarme a la criatura, pero había también unos refuerzos para la vieja, lobos "Genial, la bruja tiene refuerzos, Gherard, siento decirtelo, pero prefiero enfrentarme a algo de carne y hueso, pero tengo una idea, primero matamos a uno o dos lobos, luego Lenna y tu vais a por la bruja y Fârandar y yo, a los que queden"

El camino de vuelta a la encrucijada fue dificultándose conforme iban acercándose, volviéndose en última instancia un verdadero lodazal del cual ni siquiera el mismo elfo pudo escapar. La humedad le calaba hasta los huesos, pero lo mejor era ignorarlo todo y tener todos los sentidos pendientes de su alrededor, no sabían cuando podían recibir algún ataque. 

Al llegar al pueblo, y con tanto escondite por todos lados para una posible emboscada, Fârandar sacó su escudo en forma de lágrima y su espada larga, preparado para el combate en cualquier momento, aunque la sensación que le embargaba era de una urgencia cada vez mayor. Unas luces les indicaron donde había una hoguera, y también que allí estaba sucediendo algo sobrenatural debido a los diabólicos tonos de los colores de la misma. - Tiene razón Maese Ludeker. Debe de ser eso, algo atenaza mi garganta y el aire sabe raro. - dijo el Asur, al que cada vez le costaba más avanzar hacia allí. 

Con unos últimos pasos, vieron a la vieja totalmente desnuda, realizando un cántico que sonaba sucio y algo...algo le contestaba desde el fuego, algo que aún no se podía ver con una voz retumbante y profunda que se te clavaba en las costillas, pero que sin duda, era un demonio. Una criatura traída del reino del Caos, que acabaría con todos ellos sin dudarlo. - ¡VIEJA LOCA, DETENTE, NOS ESTÁS CONDENANDO A TODOS, NO SÓLO AL GRAF! - gritó sin poder contenerse y asintiendo al plan de sus compañeros. 

Se puso al lado de Lenna y adoptó una postura con el escudo por delante y la espada alzada en paralelo al suelo, con el codo atrás y relajado, listo para detener una embestida y golpear. 

Los lobos son conocidos por ser unos excelentes cazadores, trabajan en equipo, aíslan a su objetivo del resto y entre todos acaban con él. Pero estos lobos trabajan de manera distinta, se os enfrentan, uno a uno, como queriendo impedir que os acerquéis más a la anciana, a Frau Grettel. ¿Será que son manejados conforme a la voluntad de un líder o ese brillo rojizo de su mirada denota una inteligencia superior a la de un simple animal? Los héroes de Unterbrok no lo sabían pero de lo que sí estaban seguros es que estos lobos morirían luchando, no retrocederían ni huirían, su sino era matar o morir en la plaza en ruinas de una aldea abandonada en medio del Gran Bosque.

El elfo apartó el escudo y vio venir a los lobos, pero en lugar de atacar en manada, atacaron a cada uno de ellos, como si quisieran mantenerlos alejados de la vieja bruja. - Ven aquí, bestia. Te voy a dar recibimiento Asur. - 

El lobo se acercó a él, con esos ojos brillantes observándolo con una mirada malévola e inteligente, pero el elfo era muy rápido, y amagó un golpe a la derecha para luego golpear en diagonal a la izquierda, el golpe impactó, y una raya rojiza salió en el lomo de la bestia, por donde comenzó a sangrar, pero el golpe de revés, intentando volver a su posición inicial con el escudo por delante falló, eso desequilibró al guerrero, que esperó que el Lobo no tuviera los suficientes reflejos como para aprovechar su descuido. - ¡Aguantad y aprovechad su ataque para esquivar y golpear! - aconsejó, viendo lo rápidos que eran.

El golpe del asur enfurece al animal que se revuelve sobre si mismo, desequilibrando al guerrero y con un impulso salvaje consigue lanzar una dentellada sobre su garganta pero las protecciones de su yelmo de cuero consiguen hacer resbalar sus afilados colmillos de modo que no los consigue atenazar sobre su cuello dejando, eso sí, una fea herida ensangrentada.

El resto de cánidos se lanzan sobre sus presas elegidas pero bien por azar, bien por la destreza propia de los héroes, éstos consiguen esquivar las crueles acometidas disponiéndose a un rápido contraataque como les ha indicado el enviado de Ulthuan.

—¡No hace falta matar a la vieja! —bramó Lenna en respuesta de algunas propuestas—. Por muy terrible que parezca, sólo es una anciana desquiciada y deseosa de justicia. Simplemente... intentad reducirla.

Después de las jornadas que les había dado, tanto la curandera como sus huérfanos, a la muchacha le parecería mentira que pudiera decir eso. Pero de alguna forma empatizaba con frau Grettel, comprendía su dolor.

Lenna se había preparado bien mientras los lupinos se coordinaban. En el momento preciso, la concentrada hochlandesa acompasó el movimiento de la fallida dentellada con el de su hachuela, que se hendió en el pecho de la bestia y le hizo un buen tajo hasta el inicio de su cuarto izquierdo delantero.