Partida Rol por web

Verano del 2523.

"Donde se marchitan los olivos". En el sur del Drakwald.

Habían seguido el camino silvano hacia el norte y bordearon una pequeña y frondosa colina dónde el nuevamente presente arrebol del cielo causaba una coloración naranja al cielo que se empezaba a apreciar menos conforme avanzaban. Las copas de los árboles cubrían el terreno de sombras entre hilos de luz color durazno. 

Furioso estaba intranquilo. Resoplaba por la nariz y abría los ojos cuando se daba cuenta de que Helmut, su jinete, se encontraba tan perdido como él al guiarlo a través del adverso terreno. El caballo tironeaba a veces de las riendas y necesitaba ayuda para poder avanzar. Allí en lo alto parecía que el sol se ocultaba en direcciones diferentes.

Leopold fue el primero en darse cuenta de aquello, casi no podían ver el cielo desde donde estaban. Una capa de hojas cubría el espacio sobre sus cabezas lo suficiente como para que apenas unos pequeños trozos de cielo fueran lo único que les hiciera saber si todavía era de día o ya había anochecido allí, donde se marchitan los olivos bajo el inclemente frío seco de Middenland.

También se dio cuenta de que los animales aullaban, graznaban y silbaban lejos, muy lejos de donde ellos estaban.

Sin embargo, lograron avanzar lo suficiente hasta encontrarse bosque adentro y aunque no habían tenido problemas en realizar un avance decente a través de él lo cierto era que no podían regresar sus pasos sin sentirse desorientados o fuera de lugar en aquel paraje arrancado de la civilización.

Tenían que hacer un plan, las raciones estaban contadas para durar cuatro días antes de que tuvieran que recurrir a otras alternativas de emergencia. Además de que no contaban con suficiente fuego artificial como para atravesar el bosque en su totalidad con luces encendidas. Iba a ser una experiencia interesante y... ¿Dónde habían dejado la última X para marcar el camino de regreso?

A medida que Helmut y Furioso se iban adentrando en la espesa foresta de Drakwald las advertencias de los granjeros acudían a la mente del jinete. Aquel no era un lugar para el hombre ya antes de la guerra las leyendas sobre los horrores de Drakwald y las numerosas tribus de hombres hombres bestias que allí moraban hacía encoger el corazón de los guerreros más valerosos. Los rumores, los absurdos males de ojo viejas brujas o las habladurías de los campesinos no eran lo que preocupaba a Helmut, lo que realmente le desconcertaba era aquel silencio sobrenatural en la foresta, aquellos enormes arboles le hacían sentirse pequeño e indefenso; y eso no le gustaba. ¿Cómo cojones se combatía contra un bosque entero? La simple respuesta de recurrir al fuego acudió rauda a su mente, quizás en otro momento con más tiempo o en un entorno más controlado, pero deprisa y corriendo sin ningún tipo de control tenía las mismas posibilidades de despejar el camino que de convertir Carroburgo en otra de las muchas ciudad en ruinas que ahora poblaban el norte.

Cuando el camino silvano dejó de ser visible el jinete sacó la hoja con la excusa de mantener la maleza alejada del corcel, sin embargo el verdadero motivo era que con el acero en la mano se sentía más seguro. En su siniestra portaba el escudo afianzado guiando al animal con esa mano, además de con talones y rodillas. Iba maldiciendo y escupiendo a medida que avanzaba dejando de cada vez menos distancia entre él y el resto de sabuesos.-Tranquilo chico, te puedes cagar todo lo que quieras en este maldito bosque. No seré yo quien te lo impida.-a medida que avanzaba Helmut marcaba los arboles por si tenían que volver sobre sus propios pasos, aunque tanto le descorazonaba la idea de seguir avanzando como la de volver atrás.-¿Alguno tiene la más remota idea de por donde coño nos hemos metido? Este lugar no me parece demasiado acogedor, así que cualquier idea para que salgamos de aquí lo antes posible será bienvenida.-la inquietud del jinete parecía totalmente sincera, aquel lugar no le gustaba en absoluto y no hacía más que ponerle los pelos de punta.

A pesar de saber a lo que se atenían al entrar en un Drakwald misteriosamente "vivo" y que había borrado los caminos imperiales como si nunca hubieran existido, Leopold no pudo evitar una sensación de desazón al ir avanzando y notar como las leyes de la naturaleza parecían difuminarse bajo la bóveda arbolada. Además la magnitud y densidad del bosque parecía ahogarlos en su verdor, en su inmensidad y tras varias horas el sabueso se preguntaba si podrían salir de allí pero no se dejó vencer por el pánico, antes bien, para ahuyentar sus siniestros pensamientos se centraba en la tarea de reconocer los elementos del terreno, la posición del sol, las zonas de umbra para dirigir al grupo en la dirección correcta, hacia donde debería estar Senden con la tranquilidad de que su colega, Helmut, ya había tomado la precaución de ir marcando los árboles por si necesitaban volver sobre sus pasos. Solo esperaba que esta nueva cualidad del bosque de borrar los caminos no borrara también las marcas. Esperaba no tener que llegar nunca al punto de tener que comprobarlo.

El sabueso observaba atentamente el declinar del sol para que una hora antes de que oscureciese dar el alto e instalar el campamento e intentar forrajear e incluso instalar alguna trampa para cazar algún animal para intentar evitar agotar las provisiones de las que disponían y es que viendo el percal temía que el viaje les llevara más tiempo del previsto. Y por ello le preocupaba enormemente la sensación de que oyeran los ruidos de la fauna propia del bosque amortiguados, en la distancia, como si estuvieran metidos en una especie de burbuja dentro del Drakwald. Oraba a Sigmar porque en la noche se acercara algún animal para caer, amablemente, en las trampas que iba a desplegar y no dejaba de otear las cercanías por si se daba la ocasión de abatir a cualquier ser que se pusiera a tiro de su ballesta...

Los sabuesos se adentran cada vez más en las entrañas del bosque, dejando atrás todo posible atisbo de civilización que pudieron haber visto en el día que se cernía a sus espaldas. ¿O es que el sol se ocultaba frente a ellos? Era difícil saberlo, pues hace ya un buen rato que las copas de los árboles habían cubierto cualquier retazo apreciable de cielo.

Leopold iba a la cabeza del grupo, con un silencioso Helmut maldiciendo entre dientes detrás de él mientras que guiaba a su agitado corcel a través del terreno adverso. Hank se hallaba a su diestra, silencioso y observador como un fantasma.

El aprendiz de Dieter condujo al grupo hasta una elevación montañosa tan escarpada que les tomaría lo que quedaba del dia en subir hasta la cima. Los árboles habían crecido sobre la colina como protuberancias que la cubrían como un montón de espinas sobre el lomo de un gigante. Tras encontrar un pequeño sendero libre de vegetación a través de la colina se apresuraron en atravesarlo.

Había un desprendimiento en el cerro que se convirtió en un pequeño cañón donde el suelo había sido cubierto por una alfombra de musgo verdoso. Habían rocas recubiertas de un limo verde donde crecían hongos y marchaban insectos pequeños repartidas a los lados del estrecho pasadizo. El espacio abierto sobre sus cabezas estaba cubierto de raíces, enredaderas y hojas cuyos tallos estaban pegados al suelo o paredes. Tenían que ir de dos en dos con Helmut y furioso a la espalda del grupo si querían avanzar.

Entonces Leopold vio algo. No un movimiento, si no más bien un ligero contraste de colores y superficies en su rango de visión que puso todos sus sentidos en alerta inmediata. El aspirante a cazador de brujas desenfundó su ballesta con un ágil movimiento y tras tomarse un segundo para apuntar a su objetivo, disparó.

Se escuchó un crujido espeso al impactar el virote contra el pequeño casco de cuero que se asomaba sobre una roca. Y un golpe sordo amortiguado por el suelo cebado de vegetación indico que su blanco había caído. El grupo se acercó con cautela para descubrir a la presa de Schwarz.

Se trataba de un pequeño pielverde muerto ya hace tiempo. Un diagnóstico rápido les indicó que tal vez llevaba descomponiéndose uno o dos días. La humedad había acelerado el proceso, y sus ojos rojos ahora habían adquirido una tonalidad lechosa que los hacían parecer pulpa de alguna fruta podrida. Tenía una pierna rota y doblada en un doloroso ángulo, marcas sangrantes en el rostro y cuello y lo habían destripado. El virote de la ballesta de Leopold se hallaba clavado en su cráneo tras atravesarle el casco de cuero. Su mano sostenía en un rigor mortis una daga cubierta de sangre desde la punta hasta los delgados dedos del goblin.

No muy lejos en aquel pasadizo, Owen pudo ver entre los árboles y matorrales el cuerpo de un enorme lobo gris que sirvió en algún momento como la montura del goblin. Tenía el hocico cubierto de sangre verdosa y su ojo derecho se convirtió en una masa de sangre reseca. Parece que la lealtad que tenía con su jinete desapareció tan pronto como se dio cuenta de que estaba lisiado. Aunque pagó con su vida el precio de su traición.

Pensándolo bien, aquellos dos solitarios cadáveres eran lo primero que encontraban en aquel bosque desde que entraron en él. La idea de que los pieles verdes estuviesen compartiendo aquel laberinto con ellos era tan desconcertante como desesperanzadora.

El grupo ascendió lo suficiente como para poder avistar no muy lejos y entre las copas de los árboles un grupo de solitarios edificios no muy lejos de donde se hallaban. ¡Eureka!

El viaje había sido fastidioso, muy fastidioso y más aun lo sería cuando se hiciese de noche. Los restos del piel verde y el huargo eran la última prueba de ello. El olor era realmente desagradable, aunque seguramente la mayoría de la peste la tenía mucho antes de su patética muerte. Tras la batalla o te alejabas de los muertos o los quemabas. Siguió a sus compañeros no sin soltar la hebilla de la espada para aprovechar los segundos que serían vitales en la lucha.

-Donde hay un goblin siempre hay más- murmuró observando a su alrededor con mirada atenta.

Aquellos seres humanoides eran uno  de los viejos rivales del mercenario y aunque mucho más fáciles de matar que sus primos mayores, eran mucho más ladinos. Le golpeo con la bota de forma despreocupada y cogiendo el cuchillo observó su estado. Junto al lobo muertos se agachó, y con el pomo de la daga goblin golpeo a éste en el hocico, al ponerse de pie, guardó uno de los colmillos del animal en su petate.

Un segundo después volvía a observar con atención, aguzando el oído, con los músculos preparados. Sacando la ballesta, la cargó y sin dejar de observar a todas partes continuó con paso cauto.

Helmut ató un momento a Furioso a un árbol guardando el acero y embrazándose el escudo a la espalda antes de arrodillarse para examinar el cadáver con más detenimiento. No le costó aseverar las palabras de Leopold, era fresco, demasiado para que eso indicase nada bueno.-El nuevo tiene razón Leopold, donde hay uno hay veintiuno, incluso me apostaría algo a que se donde duermen.-el jinete hizo un gesto marcial hacia el pueblo cercano engullido por el bosque, sin duda alguna era el lugar perfecto para una pequeña tribu de pieles verdes. 

Con un gesto de la mano le pidió la roñosa daga a Owen usándola para partir una rama a media altura de un grueso árbol cercano, dejando como un recio saliente en punta. Entonces con los guantes de montón cogió al goblin por la cara y por la cintura levantándolo a peso, para dejarlo caer sobre la rama provocando que esta atravesase la base del cráneo y saliera por la cuenca ocular del cadáver.- Que puto asco, todavía tiene que nacer el piel verde que no huela a pozo, tanto vivo como muerto.-comentó mientras se limpiaba los guantes y algún salpicón con tierra. Contempló satisfecho el cadáver colgando a medio descomponer del maldito ser de piel verde.-Eso les servirá de lección, un árbol del oído se empieza con algo, incluso esas estúpidas criaturas entienden de fronteras cuando se marcan de forma adecuada. ¿Ahora qué? ¿vamos a limpiar el pueblo antes de dormir o no estamos buscando líos?.-mientras exponía sus ideas en voz alta Helmut volvió a arrodillarse esta vez junto al lobo tanteándole la piel y el lomo. Había pasado un tiempo adecuado para que la piel empezase a despegarse de la carne sin que esta todavía hubiera podido llegar a pudrirse. Con la daga roñosa hizo un corte desde la ingle hasta la yugular del animal, sin embargo muy pronto se arrepintió de haberlo hecho cuando un enjambre de moscas y pestilencia salido como una exhalación de los putrefactos restos del animal. Al parecer el jinete no había tenido en cuenta como el musgo y los hongos habían absorbido toda la humedad de las noches junto con todos los restos líquidos del animal, formando un excelente caldo de cultivo para todo bicho viviente que se arrastrase en el maldito Drakwald. Se levantó tapándose nariz y boca reprimiendo una arcaba a la par que le daba una patada a la cabeza del animal, separándola de los hediondos restos del animal.-Malditos los ruinosos, los pieles verdes y mi desatendida afición a la caza.-tosió un par de veces hasta que recogió la cabeza y la empaló en el árbol junto a la del goblin. Limpió la daga con los harapos de este y se la devolvió a Owen.-Yo no metería eso entre mis cosas a no ser que quieras pillar cualquier cosa, tú mismo. Estoy de un humor de perros, vamos de aquí antes de que me cabree de verdad y empiece a pagarlo con ese puto saco de mugre.-con sus palabras estaba claro que Helmut no tenía problema alguno no solo en irse del lugar, sino en aplastarle la cabeza a algunos seres más pequeños y blandos que él. Sobre todo si eran pocos y cobardes, como era el caso de los goblins, estaba claro que Helmut tenía más bien poco de héroe, pero mucho de mal nacido desalmado. De todos modos si descargar su rabia servía en bien del Imperio quien cojones iba a decirle nada, mejor que mejor, todos salían ganando. Bueno todos excepto los canijos pieles verdes.

Sí, podrían ser un  problema como hayan muchos por aquí. Sin embargo no creo que sea buena idea acampar a la intemperie teniendo el pueblo tan cerca aunque llegaríamos en la noche y, a diferencia de los goblin si es que estuvieran allí, nosotros no vemos en la oscuridad. Esperemos que no sea que sea un hueso más grande del que podamos morder. 

Miró a su alrededor, al musgo que cubría la zona. Lo que está claro es que no podemos acampar cerca de este musgo, casi ha cubierto el cadáver en apenas un par de días, a saber que efectos pudiera tener. Mejor no arriesgar.

Se acercó y en cuclillas registró el cadáver del goblin, volteándolo de un lado al otro y cacheándolo, nuca se sabía y apenas mostró algo de aprensión cuando el mercenario arrancó la sucia y ensangrentada daga de los engarrotados dedos de la criatura, ni siquiera cuando le tuvo que partir los dedos para que dejara de afianzar su presa sobre la empuñadura del arma.

Tras un detenido escrutinio se levantó dejando paso a Helmut para que edificase su particular monolito, era bueno que pudiera desahogar esa violencia que llevaba dentro aunque la situación requería algún goblin vivito y coleando para que Helmut se mantuviera sereno algún tiempo y es que, con el paso de los años, había aprendido a notar cuando su compañero se frustraba y necesitaba dar escape a toda esa energía negativa descargándola sobre algún desdichado. Esa era una de las razones por la que siempre le dejaba los interrogatorios a Helmut...*

Mientras intentaba despellejar al enorme lobo, Leopold buscó una zona desde donde pudiera observar el pueblo por si veía algún movimiento o algún rastro en el suelo que le ayudara a identificar a los habitantes de los edificios, si es que los hubiera. Tras un rato nada se veía.

Cuando se acercaron sus compañeros, Leopold ya había municionado su ballesta con un nuevo virote. No he visto ningún movimiento, quizás esté deshabitado, quizás no. Vamos... Y sin más preámbulo se puso en cabeza guiando a sus compañeros, a veces señalizando una raíz prominente, a veces haciendo rodilla en tierra con un puño en alto para que se detuviesen mientras Leopold examinaba el origen de un ruido extraño y así, poco a poco pero con cierta seguridad se fueron acercando a la aldea...

Cuando Leopold se decidió a avanzar Helmut se subió a lomos de Furioso. Esta vez dispuso de su lanza junto con el escudo para poder cubrir a su compañero, si era detectado o la cosa se torcía cargaría ladera abajo para darle apoyo al cazador. Con un leve gesto de la cabeza le indicó a Owen que buscase una buena posición de tiro por si acaso. Solo él contaba con la ventaja de la montura, eso le permitía mantenerse rezagado sin necesidad de esconderse demasiado para poder espolear a Furioso en caso de necesidad.

El grupo es guiado por Leopold a través de la colina hasta ser llevados al otro lado del desfiladero cubierto de hojas. Se acercaron con las armas preparadas a una posición segura donde tuvieran más o menos una vista aceptable del lugar. Si es que aquello era posible en el mar de árboles donde se encontraban.

Leopold dio con un risco cubierto de arbustos donde la mortecina luz solar se filtraba a través de las copas de los altos árboles bajo sus pies, que habían crecido antinaturalmente hasta volverse pequeños gigantes. Allí pudieron apreciar con más claridad el poblado hacia el que se dirigían. Después de trazar un curso de descenso donde pudieran evitar ser vistos.

La comunidad abandonada se hallaba a unos par de cientos de metros descendiendo la colina donde los edificios se habían erigido de forma diagonal en descenso con el terreno, un camino escalonado llevaba a la pequeña plaza inferior donde los edificios donde trabajaban la madera y los silos habían sido construidos.

Podían ver los tejados de varias viviendas atiborradas de enredaderas y con árboles atravesandolas como espadas que brotaron repentinamente del suelo. El camino principal podía apreciarse aunque no podían ver nada en detalle más allá de basura acumulada en los lados y cerrando los callejones.

La advertencia de Owen Hank se hizo realidad cuando Leopold pudo apreciar un grupo de borrones verdes que se movían a toda velocidad por el pueblo. Como alertados por algo. Se habían dirigido en un gran grupo a la parte baja de la aldea maderera, donde podía escucharse el estruendoso grito de batalla de un orco junto con el de cacerolas chocando contra el suelo y espadas golpeando sobre el metal. Se había producido una batalla allá abajo, aunque era difícil deducir quien pertenecía al otro bando.

El grupo contó al menos unos ocho u nueve pielesverdes separándose a lo largo de la aldea. Algunos pocos permanecieron alertados en los edificios superiores esperando a que la batalla a pocas calles de donde se hallaban terminase o se recrudeciera para intervenir. Si querían llegar a la respuesta que buscaban, tendrían que pasar primero sobre ellos.

Helmut no puede dejar de sentir una sensación atenazante sobre él. Como si algo en el bosque se hubiera despertado en su contra, algo malvado...

El anochecer empezaba a alzarse reinante en el cielo cubierto por las hojas, y el sonido de animales nocturnos que se hallaban ausentes durante el día empezó a hacerse notar en el bosque. Contaban con el elemento sorpresa. ¿Pero como lo aprovecharían?

Desde el risco habían estudiado la bajada lo mejor posible, en la creciente sombra que el tardecer oscurecía más y más, no sería fácil, esos pieles verdes tenían buen oído y mejor vista. Owen sabía que podía aprovechar el atardecer y el amanecer para que esos seres no sacasen tanto partido a su agudos ojos, aprovecharían al máximo la ventaja antes de que los descubriesen.

El ruido de la trifulca o refriega, según contra quien luchasen, podía beneficiarles. Aunque era bien sabido que los pieles verdes pelean tanto entre ellos como contra cualquiera, siempre que el enemigo era otra raza conseguían organizarse lo suficiente para señalar al enemigo más urgente, en este caso los tres sabuesos.

Se separó prudencialmente de los otros, ni lejos para que no se viesen entre si, ni cerca para llamar demasiado la atención. 

Al iniciar la bajada su paso era más rápido, de una sombra a otra, de una roca a un tronco caído. Su paso se volvió más lento y precavido a cada movimiento. Respiraba de forma controlada, se movía o se arrastraba cuando observaba que no le miraban y se quedaba inmóvil al momento si creía notar algún movimiento o sonido. 

Estaban bastante cerca, para entonces se arrastraba con el cuerpo completamente pegado al suelo tras un matorral. Pero éste matorral estaba habitado por una pareja de cuervos que salió graznando y alborotando al notar su presencia. Si aquello llamaba la atención de los goblins tendrían problemas. Se quedó en la posición que se encontraba, tendido cual largo era, con la ballesta delante de si y los brazos extendidos, agarrando el arma, listo para soltar el primer disparo a la mínima señal. Aguantó la respiración mientras esperaba descubrir si le habían detectado o no.

Los Goblins se dan cuenta del graznido de los cuervos como una mala señal. Tras gruñirse y repartir la suerte de quien iba a ser el primero en acercarse a investigar, todos los pielesverdes se ponen de acuerdo entre una discusión llena de nerviosismo. Dos pequeños pielesverdes se pusieron en posición de tiro a unos metros de donde parecía iba a ser el epicentro de la pelea donde los curiosos Goblins se acercaban más y más a la posición de Leopold y Owen.

Uno sobre el tejado de un silo de madera que se pudrió hace tiempo y otro a nivel del suelo asomándose por la entrada al edificio. Ambos tenían sus arcos tensados y listos para disparar. Los demás se acercaban con paso cauteloso a los arbustos que bordeaban los edificios devorados por las vides. El camino central estaba repleto de basura cubierta de musgo. Un edificio en forma de L con un enorme pino sobresaliendo por el techo tenía en la entrada un carromato lleno de sacos que ofrecía cobertura contra los tiradores... Más allá de eso permanecer en los arbustos o luchar significaba estar expuesto a un disparo de flechas.

El sonido de las toscas armas de los Goblins raspando sus fundas al llevarlas a la mano siseó e hizo que Furioso se pusiera tenso, Helmut se hallaba todavía a una distancia prudencial del combate que se avecinaba, pero tenía perfecta ventaja a la hora de irrumpir en caso de que estalle la violencia.

A lo lejos, podían escuchar el estruendo de la batalla, los rugidos de los orcos y el sonido metálico de las espadas cubiertas de sangre chocando entre ellas. Ya casi podían olisquear el ácido aroma del sudor corporal de los pendencieros ocupantes del refugio.

Como una sombra entre sombras, Leopold bajó la pendiente que le separaba de las primeras casas del pueblo para intentar coger por sorpresa a los goblins que habían quedado de reserva. Si conseguían abatirlos antes de que la escaramuza acabase tendrían alguna oportunidad de salir con vida de este berenjenal y con esa intención iban él y Owen.

Estaba claro que el norteño no estaba en su terreno cuando se abrazó a un arbusto ahuyentando a unos cuervos. Durante unos segundos todos se congelaron en el sitio esperando alguna reacción de los pieles verdes, Owen tumbado tras el matojo, Leo tras un árbol y, más allá, Helmut, listo para azuzar a su corcel y hacer una carga en toda regla.

El cazador masculló una maldición al notar que los malditos pieles verdes se desplegaron para investigar la fuente del ruido. Owen le miró con gesto interrogativo y Leopold le hizo un gesto de espera enfrentando su palma al mercenario y alargando el brazo brevemente hacia delante dos veces, para señalar a continuación la ballesta con un  ademán de disparo y señalando a los tejados. Por último palmeó la empuñadura de la espada y señaló a los goblin que se acercaban.

Esperando que las instrucciones hubieran quedado claras para el nuevo, Leopold hizo rodilla en tierra y asomó su ballesta por un lado del tronco que le cubría apuntando al goblin en lo alto del tejado, tomándose unos segundos para apuntar conteniendo la respiración para evitar el oscilamiento del arma. Cuando lo tuvo en su punto de mira apretó el disparador y con un chasquido el virote voló con mortífera precisión hacia su objetivo. Leopold respiró y comenzó a buscar otro virote para cargar la ballesta. 

Aquellos dichosos pájaros. En otra situación eran sus aves favoritas, pero en aquel momento cuando alzaba el vuelo dejando dos plumas sobre él. El ruido había atraído la atención de los goblins, se habían colocado en posición de ataque, aunque de forma cautelosa, avanzaban.

Miró a su alrededor, trató de evaluar la situación y las opciones lo más rápido que pudo. Tras los gestos que el cazarrecompensas le hizo, esperaba haber entendido bien.

Quizás se refería a disparar ambos primero. Pensó, sonriendo, mientras se preparaba para la refriega, pero no confiaba mucho en su puntería, no tanto como en su espada al menos. Dejó la ballesta muy despacio, al menos parecían no saber la dirección exacta de la amenaza. Se colocó acuclillado, escudo en mano izquierda y la diestra en el pomo de la espada que le sobresalía sobre ese mismo hombro. Había pasado años usando ese arma y desenfundarla era cuestión de un destello. El virote salió desde la posición escondida de su compañero, había disparado a uno de los arqueros. Era el turno 

Helmut no pudo evitar torcer el bigote dibujando una mordaz sonrisa bajo él. Cuando todo aquello acabase tendría que explicarle al nuevo la diferencia entre un cuervo y una silla, molestar a los mensajeros de Morr nunca podía traer nada bueno. Había hecho saltar la alerta los goblins quizás no eran unos adversarios letales, pero si un engorro cuando el número era desmedido. En aquella ocasión tan solo parecían una pequeña molestia y una buena oportunidad para ver como se desenvolvía Owen.

El jinete empezó a maniobrar a medida que veía a Leopold posicionarse, conocía a su compañero como si le hubiera parido, ambos hubieran escogido al arquero en  el tejado como objetivo prioritario. Cuando el certero virote eliminó la amenaza Furioso se encabrito relinchando con fuerza llamando la atención sobre si a medida que se lanzaba colina abajo. El jinete se desvió hacia un flanco buscando pasar por detrás de uno de los edificios en ruinas, el goblin se puso nervioso y la flecha que tenía embrazada se clavo contra la cobertura dejándole indefenso para cuando Furioso le arrolló sin detener la marcha. El tremendo topetazo del caballo hizo girar al goblin como un peonza haciendo que se golpease con fuerza contra la pared en ruinas, a penas había trastabillado unos pasos cuando la lanza de Helmut le desgarró todo el vientre sin que tuviera a penas oportunidad de reaccionar.

Con la fuerza de la embestida esperaba dejar al arquero fuera de combate, así junto con Helmut se habrían desecho de los más peligrosos de inmediato. La pasada de Helmut se hizo más larga no detuvo al animal sino que le dejó avanzar no solo para poder girar con soltura sino para que que demonios estaba sucediendo al fondo, tratando de averiguar si los enemigos del orco eran sus aliados o sencillamente más enemigos que abatir.

Sus compañeros habían comenzado su parte del "plan". Disparar a los tiradores antes de que lo hicieran por parte del cazarrecompensas, una carga envolvente del jinete y... 

Mi turno

Owen estaba acuclillado, con la mano izquierda en el suelo, apoyó el peso para lanzarse hacia delante. En el mismo movimiento que realizó para salir y cargar contra los enemigos, sacó la espada por el hombro derecho y el escudo por la cadera izquierda. Antes de que los goblins parpadeasen ya estaba sobre el más cercano, lanzó un golpe rápido de prueba, el goblin apenas pudo reaccionar. Pero para el mercenario aquello no era más que una finta, rápidamente giró la dirección del golpe y cortó profundamente el brazo izquierdo del piel verde con su espada. El mercenario había elegido aquel arma por un motivo, compartía la habilidad proporcionada por una espada, y sumaba el efecto de corte letal de un hacha, aquel bracamarte era sin duda un arma extraordinaria. Algo que quedó claro cuando el brazo del humanoide calló al suelo. Dejó a la vista parte del hueso y las tiras de músculo desgarradas.

Se preparó para los posibles contraataques.

A Leopold solo le tomó un parpadeo iniciar la carnicería. Pudo ver como el virote de su ballesta volaba hasta encajarse en la caja torácica del goblin que amenazaba con clavarle una flecha en el ojo. La criatura verde emitió un chillido seco de dolor mientras se desplomaba.

Owen, casi al instante, se arrojó a la batalla antes de que los pielesverdes se acercaran lo suficiente a su escondrijo como para verlos. El mercenario luchaba con un frenesí contenido y sin importarle su propia seguridad de lanzó a la carga con su bracamarte en mano. Un tajo de revés cercenó la extremidad izquierda de un goblin que se arrojó al suelo pataleando y chillando mientras se desangraba. Sus vengativos compañeros no huyeron, si no que intentaron empalarlo con sus lanzas de hierro negro aprovechando su limitada superioridad numérica sobre él.

Helmut inició su carga al salir del sotobosque pregonado por el relinchar de Furioso. El caballo liberaba nubes de vapor por los orificios nasales mientras que su galopar reventaba el suelo y lo hacía volar detrás de él. El jinete se acercó tan sediento de sangre como su corcel en dirección al solitario goblin que se había acercado a su compañero caído unos metros más adelante de la batalla que libraban Hank y Schwarz. Golpeó con su lanza el pecho del pielverde y lo arrojó al suelo en una explosión de sangre y restos de armadura. Furioso hizo el resto del trabajo al pasarle por encima, aplastando su cuerpo bajo la poderosa fuerza de sus pezuñas. No quedo nada tras él más que una masa de sangrante pulpa verde.

Intento cabalgar más adelante para descubrir el significado de aquella refriega, pero del edificio a su lado un lobo apareció reventando la ventana en una explosión de cristales rotos. Era tan enorme como el que había intentado despellejar hace una hora, y tenía una pequeña silla de montar en su lomo. Furioso levantó las piernas delanteras por el sobresalto, y retrocedió un poco tras ser amenazado por los espumarajos gruñentes que salían de las fauces de la bestia.

Detrás del animal, pudo darse cuenta como un orco aparecía, aparentemente retrocediendo y con un corte en la frente que le cubría los ojos con su propia sangre. Vio al solitario jinete y levantó una enorme y serrada cuchilla en señal de amenaza. Parece que la pelea estaba lejos de terminar.

No había tenido tiempo de celebrarlo cuando sus dos compañeros le encararon. Armados con primitivas lanzas asestaron golpes a Owen con maliciosas miradas de odio.

Uno de aquellos golpes le fue directo al pecho, superando la defensa de su escudo, pasó rozando el borde de éste y se deslizó por su costado. La cota de malla hizo su trabajo y la lanza se deslizó por la armadura con un ligero sonido metálico. Había estado cerca.

Entre movimientos de ataque y defensa pudo ver a sus compañeros hacer bajas en las filas enemigas. Aunque la aparición del orco armado con cuchilla y del gigantesco lobo cambiaban las cosas.

Las cosas vuelven a ponerse interesantes. Dio un grito de guerra y no se detuvo, continuó lanzando ataques. Aunque sin el impulso de la carga y en inferioridad numérica le estaba costando superar las defensas del enemigo. Su espada rozó dos veces la ropa y la piel verdosa, pero sus escurridizos enemigos se estaban salvando una y otra vez retorciéndose y moviéndose sin parar. 

A pesar de los intentos de Owen de aniquilar a los Goblins con la misma gracia que al primero, no parecía tener tanto éxito como en su anterior resultado. Las criaturillas verdes y diabólicas eludían el acero del mercenario solitario en sus intentos de mantener la vida. Aunque sus rostros empezaban a palidecer, no se veían dispuestos a ceder.

Uno de ellos gruñó algo en su porcino idioma y el otro soltó un rugido mientras que se arrojaba con su lanza en un precipitado movimiento para golpearle el brazo izquierdo a Owen.

Mientras tanto, el enorme lobo gruñía de forma amenazante mientras que poco a poco recortaba distancias con el caballo. Aparentemente los Goblins tenían toda su atención centrada en el adorador de Ulric, ¿Acaso Leopold lo abandonaría a su suerte por ayudar a Helmut o le dejaría la peliaguda situación a las manos de Helmut?

Helmut no era una novato, ni era la primera vez que se enfrentada a situaciones difíciles. Con un picar de talones y unas indicaciones con las riendas Furioso giró hacia la derecha mientras su jinete bajaba el escudo para arrojar la lanza con todas sus fuerzas contra el lobo, el animal no tenía mucho espacio para maniobrar y por tanto Helmut buscó su costado mientras se alejaba por donde había venido. Guio a su montura en retirada tras una de las ruinas sabiendo que el lobo y el caballo estarían a la par en cuanto a velocidad, aunque lo que estaba claro era que el orco no les podría mantener el ritmo. Una vez a cubierto el jinete supo que a pesar de la fiereza del lobo ni siquiera un animal como aquel podría avanzarse sobre ellos haciendo quiebros.

Con un fuerte silbido le hizo señas a Leopold para que estuviera ojo avizor a la llegada del tremendo animal, al fin y al cabo él era un tirador excepcional. En cambio jinete y montura podrían dar buena cuenta de los goblin sin mucho esfuerzo una vez hubieran abatido al lobo.

Aquello se estaba alargando más de lo que pensaba al principio. Esos bichejos pinchaban y retrocedían, se acercaba y se alejaban, aprovechando la superioridad numérica y sus armas más largas. 

Una de esas criaturas lanzó su arma con fuerza y velocidad superando la defensa de Owen, pero el mercenario no había recorrido la mitad del viejo mundo por no saber cuidarse. Se apartó a un lado con elegancia cuando el arma se acercaba peligrosamente al hombro del escudo. Gruñendo, se encolerizaba cada vez más. 

-¡¡Venid aquí malditos!!- les gritó entre estocadas -¡Vuestra sangre regará la tierra!