Partida Rol por web

[LCdVM] Secuestro en Delberz

Prólogo: Los Sabuesos Hambrientos han de Cazar

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10/04/2021, 12:44
Narrador

Verano del 2523.

"La Madre de Madres". En algún lugar al norte de Reikland.

 

Como una Madre de Madres, la Catedral de Sigmar se alzaba imperiosa aquella tarde en la plaza. El sol poniente causaba un arrebol rojizo en el cielo que intentaban tocar las altas puntas de la iglesia, en vano, pues jamás lograrían alcanzar los cielos sin importar cuántas veces fuese recordada su grandiosidad. Pronto la oscuridad se haría dueña del cielo, sin importar que las agujas de las torres intenten aferrarse al cielo diurno.

Después de una jornada entera de viaje la pareja se detiene finalmente en la entrada, donde los novicios se reunían para realizar las últimas actividades del día antes de cerrar los amplios portones de madera a sus espaldas. Allí, en las entrañas gargantúas de la enorme edificación, les esperaba el hombre que daría todas las respuestas a vuestra peligrosa curiosidad.

Cada quien tenía una historia diferente con Dieter. Tal vez había algo en las habilidades de persecución de Helsmut; o la implacable voluntad de acero de Leopold que había asociado como un talento latente que necesitaba dirección para ser dominado y ejecutado a la perfección. Sea como fuese, él se aseguraba de utilizaros como escalpelos. Vosotros lo sabíais tan bien como él.

Lo sabíais cuando os ordenó, en un pueblo pequeño e insignificante, ver cómo unos sabuesos persiguieran y destrozaran los cuerpos de una pareja que ocultaba a su recién nacido hijo mutante, al que le habían crecido protuberancias con forma de cuerno en la frente. Leopold descubrió poco después que no era el primer o único vástago que tenía la familia. Así que los perros tuvieron mucho más con que jugar.

Lo sabíais al acompañarle en los alcantarillados de Nuln. Donde el aguado excremento os llegaba hasta los muslos y amenazaba con hundirlos aún más. Allí persiguieron y desmantelaron a un grupo de cazadores de ratas que habían pasado tal vez demasiado tiempo bajo la superficie. Helsmut tuvo que silenciar durante noches enteras los alaridos enloquecidos de los cazadores de ratas, que habían llenado sus celdas de garabatos hechos con porquería en sus delirios del fin del mundo por roedores gigantes. En menos de dos días, se había hecho el silencio de una vez por todas.

Lo sabíais cada vez que cerraban sus ojos antes de ir a dormir, y los recuerdos de crueldades justificadas y matanzas de traidores se arremolinaban en sus cabezas como una tormenta sangrienta.

Y aún así, aquí estabais. Porque los sabuesos siempre tienen que cazar.

Porque a los sabuesos que ya no cazan los sacrifican.

El empedrado camino a la catedral estaba bordeado por un jardín verdoso oscuro, un grupo de iniciados entraba en desordenada fila al interior para protegerse de la oscuridad de la noche que se avecinaba. Una vez todos están dentro, una figura que vestía con un hábito negro se asoma como un espectro. Al acercarse se dan cuenta de que el portón no había sido cerrado. Era vuestro contacto.

—Dieter os espera en las bóvedas. Está ocupado, así que si os dais prisa pronto lo estaréis vosotros también...

Se tomó una pausa, y se rascó una parte de la cabeza que parecía estar quedándose calva.

—Pero eso es lo que todos queremos... ¿No estoy en lo cierto, compañeros?

Percival, el asistente de Dieter, era como un cuervo al que le hubiesen despojado de todas sus plumas. Caminaba encorvado y tembloroso, mirando a cada esquina cada vez que le pasaba por un lado. Había estado con el Cazador de Brujas más tiempo del que todo hombre cuerdo debería soportar.

Al menos mantenía la cordura suficiente como para no atreverse a dimitir.

Sin volver a pronunciar la voz en el sitio santo, fue guiando al par a través de galerías y sagrarios donde los iniciados de blanco ropón se alejaban a toda prisa, no querían tener nada que ver con los asuntos de sus primos lejanos en la jerarquía religiosa sigmarita. Los llevó a la cocina, donde una puerta vieja de madera entonces abierta guíaba a unas escaleras que descendían a un pasaje subterráneo.

Percival tomó una vela de la cocina, y atravesó el portal alejando la oscuridad que lo rodeaba. No dijo una sola palabra, solo os dedicó una mirada que sugería presteza en el asunto. Sin mediar más palabras, el lúgubre hombre se adentró aún más en el vientre pétreo del edificio. Perdiéndose por completo de la vista en la negrura del pasaje subterráneo.

Notas de juego

¡Damos inicio a la partida!

Tirada de Sabiduría Popular (Imperio) +10% para recordar algún datillo interesante. Todo lo demás, a vuestro juicio. ¡Buena suerte!

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10/04/2021, 22:46
Leopold Schwarz

Ya llevaba varios años con Dieter. Llevaban, más bien. Todavía recordaba el día que le ofreció a Helmut unirse a ellos y aún le sorprendía la rápida respuesta afirmativa, era como si hubiese estado esperando esa oportunidad para dejar su pueblo natal y abrazar con ansias la vida del cazador de brujas, quizás intentando salvar su alma o, simplemente, mantener su cordura a flote con un objetivo claro y reconfortante como era erradicar el Caos del Imperio.

Muchas cacerías habían hecho ya, siempre siguiendo las órdenes y las enseñanzas de Dieter. Habían dejado cadáveres colgando de árboles, quemados en una hoguera o despedazados por perros. Y eso estaba bien. El Imperio era un lugar más seguro gracias a ellos. Pero.... Si algo aborrecía Leopold era la violencia sin sentido, el dolor por el placer de inflingirlo y le daba la impresión de que su mentor encontraba una cierta afición en prolongar el sufrimiento de sus presas o de aquellos que, por suerte o por desgracia, se encontraban alrededor.

Si había que estrellar a un recién nacido contra una pared porque mostraba mutaciones, se hacía, no había problema. Pero echarles a los perros para que lo despedazaran a él, a sus padres y a toda su familia había sido una muestra de crueldad totalmente gratuita.

Si había que quemar a un brujo que operaba al margen de las leyes imperiales, se le quemaba. No había problema y sus gritos agónicos no le perseguirían en sus sueños, no señor. Pero quemar el edificio de cuatro plantas con todos los que había dentro con la única escusa de que al vivir bajo el mismo techo algo tendrían que tener que ver era excesivo.

Que había que torturar concienzudamente a un sectario para que nos dijera donde se reunía el resto de sus dementes compañeros en las profundidades de las cloacas, se hacía. Pero una vez adquirida la información no había sentido en seguir torturándole. Dieter no pensaba así, claro. Y fueron dos horas muy largas. Para el antiguo cazador de ratas, claro.

Por ello, la convocatoria de su mentor a la catedral de Sigmar con la promesa de su primer trabajo en solitario, sin su sádica sombra encima de su cabeza, le llenó de esperanza para el futuro. Parecía que llegaba el momento en que podría trabajar para el Imperio siguiendo su propio código moral, sus propios métodos y así podría ponerlos a prueba. Estaba bien que la gente temiera a los cazadores de brujas pero, en su opinión, debía ser por lo expeditivo y contundente de su sagrada justicia de modo que el ciudadano honrado y temeroso de los dioses del Imperio no tuviera que temer, si no más bien todo lo contrario.

A pesar de sus métodos no despreciaba a su maestro, él le dio una oportunidad, un sentido a su vida, le enseñó el camino. Y habría que ver como acababa Leopold tras tantos años de servicio como Dieter, si es que llegaba, claro. Y una cosa estaba clara, como cazador de brujas Dieter era de los mejores, solo el tiempo diría si los métodos del cachorro servirían tan bien como los del sabueso veterano.

Con estos pensamientos, con Helmut a su vera, iban siguiendo a Percival por las entrañas de los sótanos de la catedral a la tililante luz que les precedía sin decir palabra, tan solo un seco asentimiento y un "hum" ante su pregunta, más retórica que otra cosa. Percival no esperaba conversación y Leopold tampoco iba a dársela. Un vistazo de reojo, fugaz, delató el bigotudo perfil de su compañero y Leopold no pudo evitar pensar si con el paso de los años la salud física y mental de Helmut se iría desgastando como era el caso de Percival. Pero tan rápido como vinieron esas fugaces ideas, se desvanecieron. Eran los afilados cuchillos del Emperador, Sigmar lo tuviera en su gloria, con la misión de sajar y extirpar los caóticos tumores de su cuerpo, las tierras del Imperio, de los hombres, de Sigmar y si para ello debían abandonar su salud, su vida o incluso su cordura así habría de ser.

Apretando los dientes, Leopold siguió su caminar, rumbo a su destino, iba a convertirse en uno de los sabuesos del Emperador y pensaba ser una de los mejores. El Caos no podía ganar y no iba a hacerlo mientras a él le quedar un hálito de vida.

- Tiradas (1)

Notas de juego

 

Bueno, ¡vamos allá!

 

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12/04/2021, 10:05
Helmut Websgert

La frontera norte ¿quien coño había plantado allí aquella inmensa catedral?. Una cosa era cabalgar por el Viejo Mundo para acabar con los mutantes, escoria y demonios allá fueran, sin embargo a los aldeanos seguro que les agradaría más una buena ración  cochinillo y un buen tazón de sopa caliente por el resto de sus vidas antes que la lúgubre compañía de aquel majestuoso edificio. El ser humano era egoísta por naturaleza y Helmut no era una excepción, quizás por eso podía entender lo que significaba la catedral para los desdichados, pues tiempo atrás él había sido uno de aquellos desdichados despojos. Una catedral con los capiteles llegando al cielo solo  pretendía evocar un único sentimiento: Miedo. Si la Orden de Sigmar había sido capaz de construir aquel edificio ¿qué no haría con una panda de aldeanos palurdos?¿con aquellos lo suficientemente estúpidos como para alzarse contra el culto?¿quien se atrevería a alzarse contra un símbolo así?. Helmut no conocía a nadie que pudiera volar por encima de las nubes para alzarse por encima de un edificio así, ni siquiera a la nobleza, aunque a estos les jodiera admitirlo. Tal era el poder de la fe, aplastando la opinión del populacho, intentar meter en cintura a la nobleza y delimitar las fronteras a base de ostentosas catedrales.

El patrullero era un jinete avezado, pero a estas alturas ya estaba hasta los cojones del vaivén del trotar del caballo. Dio gracias a Sigmar cuando desmontó. Dieter podía ser le hijo de puta más grande que había parido madre, pero era el hijo de puta favorito de los Sigmaritas, y eso lo convertía en un tío importante de cojones. Además de ser un hombre increíblemente eficaz Helmut no tenía ninguna mala palabra para con él a pesar de las veces que se habían bañado en sangre, todos los allí reunidos tenían claro que las malas hierbas debían ser arrancadas de raíz. El mutante recién nacido, su padres, hermanos ninguno le dio lastima alguna, al revés bien podían agradecer a Sigmar todo el tiempo que habían vivido de prestado, pues desde el primer momento en el que tomaron la decisión de esconderse eran conocedores de que aquel día tarde llegaría. Los cazadores de ratas había visto oído y callado esperando que la camaradería dentro del gremio les salvase, esa camaradería lo único que hizo fue que la gangrena que devoro su mente no se extendiera más allá en la ciudad; todo un gesto por su parte.

Cuando Dieter llamaba ellos aparecían no importaba el como, el cuando o el donde allí estaban Leopold y él, los dos pequeños aprendices de hijos de puta de Sigmar, porqué al fin y al cabo un cazador de brujas no es más que un hijo de puta con galones. Se limitó a asentirle a Percival con la cabeza ante sus majaderías mientras se adentraban en las catacumbas en busca de Dieter, que les recibiera allí y de aquella manera no auguraba nada bueno. De todos modos ¿desde cuando Dieter les requería para algo que no fuera jodidamente escabroso?

- Tiradas (1)

Notas de juego

A media tarde posteo. Dejo la tirada hecha por adelantar.

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13/04/2021, 14:53
Narrador

El aire en el interior de los pasajes subterráneos de la catedral estaba viciado, húmedo y rancio. Seguís a Percival por un largo pasillo mientras que la luz de la vela hace retroceder a la acobardada oscuridad a rincones más difíciles de alcanzar. Tras unos segundos de caminar, empezáis a ser flanqueados por puertas cerradas a cada lado de donde van avanzando.

Sólo el sonido de vuestras botas aplastando el polvoriento suelo de rocas es lo que podéis escuchar con claridad.

El trío desciende otras escaleras más cortas y eventualmente, las habitaciones empiezan a carecer de puertas. Y al atravesar la luz por los umbrales empieza a iluminar el interior algunas veces vacío y otras veces ocupado de los recintos.

La mayoría de las salas estaban vacías. «Al cazador de brujas no le gustaba tener prisioneros más tiempo del necesario, no era propenso a olvidarlos, pero si a sus estómagos». Eso había dicho Percival.

La luz de la vela ilumina el interior de una habitación donde un hombre cuyo rostro había sido vapuleado hasta hacerlo irreconocible reaccionaba a la luz como un animal ciego. Manoteaba el extraño fenómeno con tímida lentitud, al menos hasta donde lo permitían sus cadenas. En otra habitación un acobardado hombre había sido despojado de todos los dientes, y una mordaza convertía sus atemorizados balbuceos en algo irreconocible. A su lado, había una mujer rapada a la que le vendaron los ojos y cortaron las manos que se hallaba en increíble calma a pesar de los lloriqueos de su compañero de cuarto.

Habían algunos que tardaban más en quebrarse, siempre es así.

El resto de las habitaciones estaban cerradas, o lo que había dentro no eran más que cadenas viejas y manchas viejas de sangre esparcidas por ahí.

Finalmente, Percival se detiene en una de ellas. Y tras rascarse el calvo cráneo y reunir aire abre la puerta. Allí dentro estaría el hombre que buscabáis.

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13/04/2021, 15:14
Dieter

Dieter se hacía viejo. Demasiado viejo para su trabajo. Y sus métodos tal vez eran un reflejo de su antigüedad en el oficio. El hombre había sido en otros tiempos una enormidad de persona: sus hombros anchos, nariz rota de boxeador y manos encalladas y grandes cono jamones eran señales más que claras de la vida que había pasado el Cazador de Brujas.

Pero el hombre estaba lejos de vivir en la miseria que otros hombres mayores llamaban vejez. Algo había en su mirada que sugería que era perfectamente capaz de vivir mucho más tiempo que cualquiera de sus subordinados. Cosa que había demostrado más de una vez.

Sentado en una silla, le ordenó a un segundo hombre obeso llamado Karl que iniciase.

El otro hombretón se puso a caminar a lo largo de la sala, donde además de la silla en la que estaba sentado el cazabrujas había una pequeña bomba donde se extraía agua y un ataúd sin cerrar. Tras coger un cubo y llenarlo, lo vació sobre el ataúd sin decir una palabra.

El agudo grito de una mujer parecía el de alguien que había vuelto del infierno, la mujer se levantó como un espanto y empezó a balbucear maldiciones apenas recordó donde estaba. Un puñetazo fuerte como un yunque la devolvió al interior del ataúd.

Dieter miraba con atención lo que ocurría a un lado de él, pero se tomó su tiempo para girar el rostro atravesado por cicatrices y poder ver a sus dos aspirantes favoritos.

—¡Leopold! Hasta que al fin has vuelto, hijo —dijo aferrándose a un bastón que lo acompañó desde que la saeta de una ballesta le arruinó toda esperanza de caminar apropiadamente—. Y veo que has traído al señor Websgert. Vosotros dos sois realmente inseparables, ¿No es cierto, Percival?

El viejo se levantó apoyado en el bastón y parecía capaz de cubrir la habitación entera si se lo proponía. No tenía nada que envidiarle a un sacerdote guerrero de Sigmar, o a sus primos más salvajes que siguen a Ulric.

Percival asintió con la cabeza una sola vez, en silencio, y se acercó al asiento donde antes había estado Dieter para observar el espectáculo. Detrás del cazador el hombre forcejeaba para colocar la tapa sobre el ataúd. Los arañazos, golpes y gritos podían oírse del otro lado mientras que la bruja hacia todo lo posible para escapar de su encierro.

—Lamento haber tenido que traeros hasta aquí para hablar acerca de los detalles de nuestra misión, la razón es simple: esta vez no podré acompañarlos. Pero este trabajo no puede ser pasado por alto, pues las maquinaciones de los adoradores de demonios siempre están funcionando, siempre cambiando, pero nunca deteniéndose.

Percival se rascó la cabeza como una mosca nerviosa.

—¿A qué si, cariño? —dijo el cazador golpeando la tapa del ataúd con el bastón.

Del interior, arañazos y patadas demostraban que la mujer estaba hecha una furia más allá de estar asustada.

—¡Vas a arder en el infierno, maldito! ¡ARDERÁS! ¡¿ME OYES...!? TE VERÉ HECHO CENIZAS MIENTRAS...-

Los blasfemos gritos empezaron a ser menos reconocibles conforme el obeso ayudante de Dieter empezaba a colocar los clavos en el ataúd con precisión artera. La mujer chillaba y golpeaba la tapa cada vez con menos posibilidades de éxito.

—Ya os he soltado la correa más de una vez. Lo habéis hecho bien. Esta vez será la primera donde ustedes serán los cazadores, mientras que dejáis a este pobre viejo morirse en las paredes polvorientas de esta vieja catedral.

El enorme cazador metió una mano en su negro abrigo. Y retiró una carta que le entregó a Leopold.

—Tus instrucciones están allí. No abras la misiva hasta que estéis bien lejos de aquí, y sin más nadie que pueda oírte además del herr Websgert. Ya sabéis cómo es esto. Pero para resumir las cosas, iréis de paseo a Middenland, allí perseguirán al famoso "Caníbal de Delberz". Váis a cortar un par de lenguas y venir con la cabeza de una serpiente, os sabéis el procedimiento. Ya habéis hecho demasiados favores para este viejo, este es solo un último trabajo y sois libres. Tan sencillo como eso. ¿Alguna pregunta?

Por la forma en la que se expresaba, parecía que Dieter era un criminal que enviaba al par a asesinar a un moroso que se negaba a pagarle. Pero la realidad era muy diferente. Desconociáis la razón por la que se negaba a tomar el trabajo en primer lugar. ¿Tal vez era demasiada vaga la información como para causarle interés? ¿O era una forma de mantenerlos ocupados y, aún así, a merced de su voluntad? Era imposible saberlo cuando se trataba de aquel hombre.

Y aún así, se hallaba con el brazo extendido y la carta en mano en dirección al par de sabuesos. Coger la carta sería aceptar las órdenes sin miramientos, el mismo lo había dicho. Ya sabíais como era esto.

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14/04/2021, 12:19
Leopold Schwarz

Siguieron descendiendo en pos de Percival hasta llegar a los dominios de Dieter. Allí no verían a ninguno de esos novicios de antes, se habrían cagado encima antes de llegar abajo del todo. La mayoría de las celdas estaban vacías pero algunas, las menos, servían de alojamiento a aquellos que habían pervertido su existencia abrazando las heréticas sendas del Caos, mostrando los diferentes estadios en el proceso de extraerles la información que ellos, los sabuesos de Sigmar, necesitaban para erradicarlos de la faz de la tierra.

Finalmente se encontraron con su mentor ocupado en medio de su jornada de trabajo. El ataúd y el agua, un clásico. Y la bruja dentro, otro. Acabaría ablandándose, llorando y suplicando misericordia mientras que Dieter, con suma frialdad y profesionalidad, iría apretando las tuercas, un pequeño giro cada vez hasta extraer todo lo que necesitaba, hasta la última migaja de conocimiento e información, nombres, direcciones, todo. Y una vez hecho esto, seguiría jugando con ella hasta que se aburriera o apareciera otra nueva fuente de información. Tirar del hilo, vamos.

El cazador de hombres asintió en reconocimiento al saludo de su mentor y manteniendo las piernas abiertas a la altura de los hombros y una mano encima de la otra a la altura del regazo escuchaba lo que tenía que decir en una postura de reposo. Nunca terminaba de dejar de sorprenderse de la increíble energía que Dieter mantenía a pesar de su edad y muchas veces se preguntaba si el apego que el cazador parecía tenerle se debiera a que le recordaba a él mismo de joven. ¿Hasta dónde llegarían las similitudes?, ¿sería posible que con el paso de los años, cuando Leopold alcanzara esa edad, si la alcanzaba, fuera pareciéndose cada vez más a él y a sus métodos? No lo sabía, solo el tiempo lo diría.

Y, por fin, llegó el momento que tanto esperaba, la carta de libertad, al alcance de la mano. Dos sabuesos sueltos, sin ataduras, en pos de la promesa de no volver a estar atados, de cazar con libertad en aras de la Humanidad. Dos zancadas y su brazo se extendió cogiendo la misiva, por supuesto no había otra opción y tampoco la esperaba. 

El caníbal de Delberz... Repitió el nombre del objetivo, con voz ronca, despacio, como paladeando las palabras. Bonito nombre, pintoresco diría yo. ¿Qué sabemos de él aparte de sus gustos alimentarios?

Como siempre, Leopold era parco en palabras, le gustaba ir directo al grano. Según hacia la pregunta, la misiva cambió de manos y pasó a ocupar uno de los bolsillos de la chaqueta del sabueso, donde quedaría a buen recaudo hasta el momento en que hubiera de ser abierta.

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14/04/2021, 19:45
Percival

Percival se apretujó en su capa mientras que observaba con cautelosa curiosidad lo que ocurría con la bruja en el interior del ataúd. El enorme y grasoso asistente del cazador de brujas trajo de otra habitación braseros grandes que colocó debajo del ataúd.

Apartó la mirada y dijo algo en un susurro ronco.

—Lo evidente, no os espera...

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14/04/2021, 20:14
Dieter

Dieter miró por encima del hombro, y su nervioso ayudante apartó la mirada a otro lado. Asintió con la cabeza sonriente al volver a ver al par. Ambas manos estaban apoyadas sobre el bastón con cabeza de águila.

—Según los rumores, el caníbal de Delberz es tan viejo como la ciudad misma. Siempre han habido reportes de desapariciones y la guardia local no puede hacer nada más cuando las pistas se les acaban de repente. Cómo si llegasen a un callejón sin salida. Hasta que una noche encontraron en el río Delb el cadáver de una joven granjera de viñedos.

El cazador de brujas se paso una mano por la nariz y sorbió. Luego escupió a otro sitio, cerca del ataúd que se golpeaba desde dentro.

—Al cadáver le faltaba una pierna, un brazo y la mitad de otro. Estaba cubierto de mordidas que le habían arrancado la piel y la carne... Ese fue solo el comienzo, fue el caníbal diciéndole a la gente que había venido para quedarse. Desde entonces, las desapariciones continuaron ocurriendo, pero a pesar de los esfuerzos del alcalde por mantener la seguridad de su ciudad era imposible saber dónde ocurriría la siguiente desaparición.

Dieter miró a ambos con peligrosa curiosidad en los ojos. Se rascó la barba antes de continuar.

—Ahora la ciudad está asediada por vagabundos y refugiados de pueblos circundantes, y los portones se cierran todas las noches sin falta para evitar mezclar a los ciudadanos con el populacho de las afueras. Esto detuvo a nuestro amigo de momento, pero los blasfemos tienen la predilección a asentarse como garrapatas en los sitios que quieren contaminar con su presencia. No abandonan, se esconden y esperan. Y eso es lo que hace ahora mismo nuestro hombre.

Le hizo un gesto rápido con la mano a Percival, quién se levantó de inmediato y la capa enseñó parte de su indumentaria. No era la primera vez, pero no podíais evitar ver la doble bandolera en forma de X que rodeaba el pecho del nervioso hombre. Cuchillos serrados, puntiagudos y afilados le llenaban el pecho como los dientes afilados de jn tiburón.

Percival pronto se colocó a un lado del cazador, el cual le puso una mano en el hombro que parecía poder aplastárselo con facilidad.

—Pero nuestro buen Percival tiene razón. Tal vez el caníbal se esconda de la guardia, pero no espera que el todopoderoso Sigmar vaya a hacerle una visita para buscar su cabeza con sus dos juguetes nuevos. Él será mi contacto con vosotros en la ciudad, ya que todavía tengo mucho trabajo que cubrir por mi cuenta. Id allí, averigüen lo que puedan sobre todo lo que tenga que ver con el caníbal, atrapadlo y denle un justo castigo por las almas que mancilló a mordiscos durante años.

El hombre sonrió sin gracia. Y luego su rostro volvió a ser tan severo cómo podía serlo. Se giró y volvió a ver a su improvisada dama de hierro.

—Ahora fuera de mi vista. Y que tengáis buena caza, sabuesos —se empezó a acercar al ataúd—. Ahora tendremos nuestra privacidad para trabajar otra vez, querida...

Percival salió de la habitación tras mirar a ambos, y los gritos de asustado enojo volvieron a aparecer, ahogados, del interior del ataúd conforme las llamas de unos braseros empezaban a encenderse por el gordo asistente de Dieter.

El cazador de brujas miró por encima del hombro una última vez. Tenía la ceja mutilada arqueada y la mirada de párpados caídos estaba sobre el par de aspirantes.

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18/04/2021, 17:49
Leopold Schwarz

Sintió como la mirada de su mentor se clavaba en él, una mirada torva analizando si su pupilo estaría a su altura o era demasiado blando para el trabajo, mas éste no se dejó amilanar y con semblante grave asintió una sola vez, de manera enérgica. Ya estaba dicho todo lo que aquí tenía que decirse, así que sin más, salió en pos de Percival mientras los gritos de la mujer le perseguían por los pasillos, rebotando por las paredes dando la sensación de que hubieran varias de ellas y no solo una.

Según ascendían el viciado aire se renovaba, dando una sensación de frescura y el cazador aspiró hondo queriendo impregnarse de ese aroma a vida y libertad. Diantres, casi se sentía como un oscuro retoño naciendo de las profundidades ignotas de la tierra. 

Una vez arriba, en la planta principal de la catedral le pareció necesario aclarar un par de cosas con Percival, así que, con suavidad a la par que firmeza, le puso la mano en el hombro. Percival... Su voz surgió grave y ronca de su garganta pero suave, pues era poco más que un susurro. Leo no quería que su voz retumbara por la nave de la catedral amen de que la solemne estructura invitaba a no alzar la voz, a no querer imponerse a la majestuosidad del hogar terrenal del poderoso Sigmar, Señor y Patrón del Imperio. Esperó a que el hombre se girara y continuó. Entiendo que viajarás con nosotros hasta Delberz... Como dándolo por hecho, continuó. Para una empresa de este calibre necesitaremos algo de equipo y dinero, ¿con qué recursos contamos para atrapar a ese malnacido?

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20/04/2021, 08:55
Percival

Cómo si estuvieran acostumbrados a ir a la sombra de un maestro, el trío de cazadores caminaban en fila a través de las recamaras subterráneas de la catedral. Ninguno se adelantaba un paso más, tampoco se retrasaba un paso menos. Todos avanzaban en silencio sepulcral como autómatas hasta que Leopold decide romper el silencio en cuanto llegan a la más espaciosa nave de la misma.

Percival se frotó un pómulo con las uñas. Siempre nervioso. Odiaba ser interrogado. Odiaba no ser invisible.

—Me ocuparé de que si os matan no puedan retirar ningún tipo de información de vuestros cadáveres...

El hombre miró hacia abajo y luego volvió a ver a su compañero. La expresión de su cara decía un obvio "lo siento".

—A ver... Tenemos un hombre allí, ¿Sí? Dieter lo conoce como Alfil. Ni siquiera me preguntéis el porqué. Sólo sé que ese hombre nos espera con vuestra... ¿Base de operaciones? Llamadlo como queráis, a mi me da igual. Mi misión es encontrarlo mientras vosotros, los sabuesos, ponéis la nariz en marcha.

Podéis apreciar como un estudiante solitario que reunía los restos de una jarra de barro con las manos intentaba arreglar su accidente. Cuando se da cuenta de que está en el camino de los cazadores se llevó los pedazos al pecho del susto y agachó la cabeza. Aparentemente Dieter no es el único que inspira temor en los corazones sigmaritas de la catedral en la que se estableció como el cubil de un lobo.

Las manos le empezaron a sangrar cortadas por el apurado movimiento. Percival lo ignoró después de pasar a su lado.

—Mientras eso ocurre, el Alfil os ha pagado una habitación en una posada llamada el Grajo Ciego. Es un sitio relativamente seguro en el centro de la ciudad, mientras encontramos a nuestro hombre os quedaréis allí y se mantendrán de bajo perfil hasta que tengamos un sitio seguro donde llevar a cabo nuestra investigación.

El eternamente encorvado hombre miró a Helmut con un ojo más abierto que el otro. Tenía la sonrisa partida tan ancha como se lo permitían sus delgados labios.

—Contamos con un carruaje y los víveres suficientes para llegar a Middenland. Esperemos encontrar algún pueblo o caravana en el camino... Los pasos del sur de la región se han infestado de bandidos y otras cosas menos deseables. Espero que el señor Websgert no tenga problemas en conducir.

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20/04/2021, 21:36
Helmut Websgert

Los duros tacones y el repicar de las espuelas rompían el silencio de los subterráneos pasadizos de la catedral, aquel lóbrego ambiente no parecía molestarle lo más mínimo. Estaba más acostumbrado y seguro con una buena antorcha en la mano, una de metal pesado con la que poder golpear al hereje en caso de necesidad, purificándole a base de fuego y metal al rojo tal y como los había enseñado Dieter. El viejo cazador había estado ocupado, pero llevaba el trabajo al día tal y como indicaban las múltiples celdas vacías. El espectáculo de los torturados por Dieter siempre me ponía los pelos de punta, no solo por lo escabroso en si, sino porqué jamás había visto al cazador de brujas repetir ni una sola forma de tortura, aquel purificador de Sigmar debía conocer miles de maneras de hacer entrar a la gente en razón. Unos tardaban más otros menos, pero tarde o temprano todos los pajaritos acababan cantando, fueras inocente o culpable si habían acabado allí abajo tú destino ya estaba sellado. Mejor rápido e indoloro que jugar a hacerse el inocente.

Helmut llegó y a modo de saludo apoyo una bota sobre el ataúd a medio cerrar con la mujer viva dentro apoyando los brazos cruzados sobre la rodilla inclinando el peso hacia delante mientras saludaba a Dieter con un mero asentimiento con la cabeza mientras la bruja seguía insultando a pleno pulmón. Mejor me iría conservar algo de aire en los pulmones cuando se agua llegase a cubrirla por completo. Leopold y él se conocían desde la Alpinada, cuando un hombre ha sobrevivido a la guerra, ha visto romperse a tantos y ha perdido la cuenta de cuantas veces se habían salvado la vida eso creaba un vinculo. Una mucho más sólido que con la misma familia, sabía que Leopold iría a buscarle al mismo infierno y él haría lo mismo por él. Aunque su compañero era mucho más fanático y del agrado del cazador de brujas, eso no le molestaba en absoluto; al fin y al cabo su pragmatismo les había sacado en más de una vez que varios problemas. Como aquella vez que disparó a Leopold en un brazo sin decirle que no había bala, pero eso hizo que los sectarios bajasen la guardia y lo pagaron con la vida.

Cuando le entregó la carta Helmut no pudo evitar chotearse, ¿quién cojones les iba a leer eso?. Ellos eran los perros de la guerra no unos chupatintas como Percival, ver a Leopold leer la misiva iba a ser muy divertido. Él era mucho más informal en el trato, ya había chupado mucha guerra como para seguir lamiendo culos o cuadrándose ante alguien, no es que no tuviera respeto por Dieter; todo lo contrario. La confianza que tenía en aquel hombre le hacía merecedor de un sincero respeto, sin formalismos ni mierdas de lameculos, si eso se la ponía dura a Leopold mejor para él; sencillamente Helmut estaba hecho de otra pasta.- ¿Y ya está?¿Eso es todo?¿Un caníbal y se acabó? Joder y yo que pensado que algún día nos enterrarías a todos, en parte me siento decepcionado coño.- Ahora que empezaba a cogerte cariño.- en cierto modo Helmut tenia un sentido del humor muy ácido, era su manera de despedirse de aquel hombre y darle las gracias por todo lo que había hecho por él.-Si tanto ha vivido ese hijo de puta huele a nigromancia o a que la secta se va pasando el nombre para mantener la leyenda viva. ¿O quizás alguien tiene untada a la guardia para que mire para otro lado? No sería la primera ni la última vez que nos topamos con eso, la cuestión es que ahora con el tema de los refugiados le sobran las presas, con lo cual estará confiando.-miró a Leopold con gesto serio.- Mejor solo tú y yo, sin dar parte oficial, sin guardia y sin hostias de por medio, nos hacemos pasar por mercenarios y nos vamos moviendo a ver que vemos. Y de tanto en tanto Percival no puede "contratar" para trabajitos puntuales y así le pasamos la información sin llamar la atención de nadie.-levantó el pie del ataúd cuando Dieter insinuó que iba a retomar su trabajo y se dispuso a marcharse sin mirar atrás, ya se había dicho todo.

Percival era todo un personaje, pero si era bueno para Dieter era bueno para él-Nosotros haremos lo mismo con el tuyo si te pillan tranquilo, cortesía profesional. Te enterraremos boca abajo y sembraremos un manzano en tú trasero para que cualquier que pruebe sus frutos pueda decir, con razón, que saben a mierda.- le sonrió afable, era solo un chiste.-Bueno pues si el Alfilse ocupa de todo ¿a qué esperamos? siempre es mejor viajar ligero. Lo mejor sería que Percival fuera por delante él solo, démosle dos días de ventaja, así en caso de apuro será nuestro as en la manga. Él podrá encontrarnos en el Grajo Ciego sin necesidad de exponerse, conozco al posadero de algunos de mis antiguos viajes. No le extrañará verme por ahí y podremos empezar a ver que tal están los ambientes con el tema de los refugiados. Empezar por algo ligero sin llamar la atención.

En cuanto al carro son más de montar a caballo coge a un cualquiera y que conduzca. No se ¿queréis ir todos juntos o por separado? A mi tanto me da es por no llamar la atención, y llámame Helmut, mucho me falta para ser señor de algo.-se carcajeó y le dio un manotazo en el hombro al tirillas de Percival. Una vez se pusieran de acuerdo en como proceder se pondrían en marcha con premura. El cánibal ya estaba muerto, solo que aún no lo sabía.

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22/04/2021, 23:29
Leopold Schwarz

Sonrío torvamente al escuchar a Helmut sobre la plantación del manzano. Llevaban años juntos y nunca terminaba de acostumbrarse al ácido y vulgar humor de su compañero pero, sin duda, era uno de los aspectos de su personalidad que le gustaba. Diantres que sí.

Tras escuchar a Helmut se tomó unos instantes para sopesar las opciones y dar su opinión y así lo hizo. Como ya se ha dicho ese bastardo, o bastardos, no nos esperan. Hizo una pausa esperando que el iniciado con las manos sangrantes se alejara. Y la presencia de los refugiados le beneficia pero también a nosotros, nadie recabará en tres refugiados más. Como dices, mi buen amigo, ni guardia ni hostias, mezclémonos entre la muchedumbre, imbuyámonos de los hedores la ciudad hasta que encontremos el rastro de nuestra presa y... haremos que pierda el apetito.

El trio iba avanzando hacia el exterior de la catedral con paso medido y se detuvo a la sombra de la puerta. Otto miró a un lado y después al otro y se giró encarando a Percival y Helmut. De hecho estoy convencido de que haríamos bien en viajar juntos pues, efectivamente, últimamente hay bastante bandidaje por la zona y es primordial que los tres lleguemos a destino, nosotros porque vamos de caza y tú, Percival, porque has de localizar al tal Alfil. En cuanto al carro, yo que se, seguro que tienes a alguien por ahí que pueda conducirlo, ¿eh?

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25/04/2021, 02:16
Percival

Si algo era una certeza, era que cuando Helmut Websgert decidía abrir la boca todos tenían que esperar a que se callara para continuar. El hombre se guardaba lo que tenía que decir hasta que le tocaba su turno, y nadie nunca estaba preparado para cuando era su turno. Percival se encogió un centímetro cuando el jinete empezó a hablar, y una mano empezó a rascarse el cuello bajo los botones de la camisa que tenía encima del chaleco negro. Los flacos dedos le pasaban tan cerca de los cuchillos serrados que parecía estar preparándose para coger uno y cortar con él la tensión que le provocaba estar junto a ese par.

—Yo opino que si la guardia no ha dado con el caníbal es porque el sujeto en cuestión es pavorosamente cuidadoso con sus asesinatos o tiene a los cuarteles comprados. Aunque no sé si sea buena idea ir diciendo eso por la calle... Tarde o temprano tendremos que relacionarnos con la milicia local... solo aseguraos de que no les toque hacerlo tras explicar por que habéis matado a todos los que bebían con vosotros en la taberna.

Percival era un viejo sabio, lo suficientemente inteligente como para sobrevivir en entornos hostiles y con suficientes méritos como para alzarse en el escalafón de la jerarquía entre los Cazadores de Brujas. Nadie se explica exactamente el porqué ese viejo con recursos y entrenamiento prefería servir a la sombra de su amo Dieter, pero nunca faltaba la pulla de que Percival era el cascarrabias que terminaría enterrándolos a todos sin que quedase nadie para hacerle luego el favor a él.

No parecía molestarle ese pensamiento en lo absoluto. Lo que le molestaba era que la única atención que le prestasen era para recordarselo.

Cuando Helmut le dio el manotón en el hombro, el hombre se quejó y se giró a verlo con un rostro enojado. Luego se masajeó el área y siguió hablando con un suspiro.

—A mí me toca ir en el carruaje con el resto del equipaje. De igual forma debo hacer una parada en Carroburgo para enterarme de como están yendo las cosas, reponer suministros para mi viaje y enviarle un mensaje a Dieter. Vosotros podéis adelantar el paso si tanto queréis pasar tiempo de calidad juntos, pero con cabeza señores... Estoy seguro de que si atravesáis el Drakwald podréis reducir el tiempo de viaje en unos cuantos días. Para cuando estéis remojando los pies en la ciudad yo ya estaré de camino en los pueblos granjeros más al sur. Os encontraré al anochecer si tengo prisa.

El viejo de aspecto de cuervo sonrió una vez más. Ya estaban llegando a la salida de la catedral, donde el jardín se oscurecía con la despedida de los últimos rayos del sol que desaparecían del cielo.

—No sé que quiere ganar Dieter con esto realmente, yo también presiento que es un demente de pacotilla que ha decidido cometer unos cuantos asesinatos antes de que la guardia lo encuentre y lo cuelgue. Pero ya sabéis como es el jefe, "purificarlos con el colérico martillo de Sigmar hasta que sus huesos sean astillas" y toda esa mierda. El pone la diana y nosotros le arrojamos los cuchillos, así ha sido esto desde siempre.

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25/04/2021, 22:15
Helmut Websgert

-Si en eso estamos todos de acuerdo Percival, tiene que tener a la guardia untada, algunos al menos para que le hagan de soplones. De todos modos no descartemos que ya es un mito ¿una tradición de padres a hijos o algo más macabro?. Conoce su oficio y los refugiados tan solo le facilitan el trabajo, a nadie le va a importar una mierda que empiecen a desaparecer desamparados.- en estos casos Helmut prefería no dar nada por sentado y estar abierto a cualquier posibilidad, que te pillasen con los pantalones bajados era lo peor que te podía pasar. Le soltó alguna burla al viejo Percival cuando casi le desmonta con un leve golpecito.-Estás que te caes a cachos carcamal así que te vas a ir de rositas mientras nosotros empezamos el trabajo. ¿Menudos cojones que tienes!¿Carroburgo? Es un nombre muy poco original para un burdel cualquiera ja,ja,ja. Por mi no hay problema en ir a caballo cruzando Drakwald, si es que Leopold puede seguirme el ritmo.- Helmut era un jinete extraordinario y en verdad nunca había visto monta a su compañero, así que posiblemente ni siquiera supiera; pero todo era comprobarlo.- Podemos llegar, asentarnos, hacernos pasar por mercenarios a sueldo y empezar a escuchar los cotilleos que se dejen caer por el Grajo Ciego, eso si, ni una puta pregunta sobre el caníbal. No queremos ponerle sobre aviso antes de hora, cuando la cosa se ponga seria mejor que esté Percival para sacar los documentos oficiales y más si hay guardias podridos de por medio.

En cuanto a Dieter, joder, se esta haciendo mayor y nos está poniendo a todos para ver a quien deja al cargo de este marrón cuando le llegue su hora. Matar a los corruptos es fácil, decidir a quien matar primero entre tanta mierda, ya se me hace más complicado. Supongo que alguien tiene que pensar en como terminar con las cosas de raíz y menos mal que para eso tenemos a Dieter que sino estábamos jodidos.-a su modo el jinete respetaba mucho al cazador de brujas. Helmut era un soldado y sabía cumplir ordenes, pero estaba claro que lo suyo no era pensar y dirigir. Quizás porqué no quería o porqué no se veía capacitado para tal responsabilidad, dentro de su ímpetu era alguien más bien cauto.

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26/04/2021, 16:08
Leopold Schwarz

A pesar de que apreciaba las formas crudas de Helmut también era verdad que esa franqueza a veces le reportaba problemas si no enemistades allá por donde iba. La prueba estaba en Percival, ese destello de ira mientras sus manos pululaban por ese chaleco lleno de cuchillas tras el "arrumaco" de su compañero había puesto en alerta a Otto. Afortunadamente, había quedado en eso, un instante para después retornar la calma.

Dudo que pueda seguirte el ritmo, Walter, sobre todo sin caballo. Dejo que una sonrisa irónica aflore a mi rostro. Creo que lo mejor será acompañar a Percival, cuantos más seamos menos probabilidades de sufrir un mal encuentro y si aún así los hados no nos son propicios será más fácil solventar la situación. Tres dagas matan mejor que dos, como decían en Untergard. Además, no me apetece pasarme un par de días a la grupa de tu caballo abrazado a tu cintura, me caes bien pero no hasta ese punto, así que propongo que pasemos ese tiempo de calidad... Miro directamente a los ojos de Percival, haciéndole notar que la pulla fue oída pero no agradecida... los tres juntitos. 

Miro por encima de mi hombro, el sol ocultándose definitivamente dando inicio a la noche donde los enemigos del Imperio y de Sigmar proliferaban aprovechando que los hombres duermen para hacer sus iniquidades a salvo e impunes, o eso pensaban ellos. El Canibal de Delberz era uno de ellos y no se hacía idea de lo que le venía encima.

En cuanto a nuestra presa, todo lo que podamos decir de él, de ella, de ellos, no son más que suposiciones, así que dejemos de perder tiempo con eso y cuando lleguemos a Delberz vayamos estableciendo un perfil de acuerdo a la información que consigamos. Como lo llama Dieter, encontrar el cabo e ir tirando de la cuerda. Ya es tarde para salir, así que descansemos y partamos al alba

Dejaba en el tintero la idea de que Percival nos tuviera por unos matarifes sin cerebro, ¿acaso pensaba que íbamos a llegar a esa ciudad y empezar a cortar cabezas o a insultar a las autoridades? No quería sembrar un mal ambiente de trabajo entre Percival y ellos, no solo porque en cierto modo íbamos a depender de él en las próximas semanas como intermediario de Dieter o porque fuera uno de los más antiguos y eficaces colaboradores de su mentor, si no que como bien había puntualizado Helmut esto parecía una prueba, no ya para decidir quien sería su sucesor pues dudaba que Dieter pensara siquiera en la jubilación, si no para determinar si podían empezar a trabajar en solitario, sin supervisión, escindiéndose definitivamente de su vera creando una nueva célula de cazadores al servicio del todopoderoso Sigmar.

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26/04/2021, 22:32
Helmut Websgert

El patrullero se encogió de hombros en un gesto totalmente neutral.- Desde Carroburgo a Delberz hay un buen trecho, sería una locura separarnos, por tanto Percival ves haciendo sitio en el carro para Leopold yo os seguiré a caballo. El animal irá más fresco incluso que yendo al trote. Dejémonos de abrazos y pongámonos en marcha cuanto antes, el tiempo nunca es muy bueno en el norte y prefiero cabalgar sin lluvia.-no valía la pena conjeturar más, en eso Leopold tenía razón, ellos eran hombres de acción no de palabras.-Te apuesto una corona a que a ese degenerado le entra más hambre durante Morrslieb, esa maldita luna saca lo peor de este pútrido mundo. ¿Qué va a ser entonces Percival? ¿Hay qué pertrecharse?¿pasamos la noche aquí o quieres salir ya? A mi tanto me da, pero decidíos de una vez. Menos cháchara y más movimiento que me va a entrar el sueño.-en realidad a Helmut le daba igual una cosa que otra, lo único que le molestaba es que le mareasen la perdiz.

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28/04/2021, 21:24
Narrador

Verano del 2523.

"El Canal Rojo". En Carroburgo.

 

Aquella mañana había actividad adicional en los muelles fluviales de Carroburgo. Las primeras docenas de barcazas empezaban a atracar en los muelles donde los estibadores y escoltas empezaban a transportar las mercancías que transportaban y los equipajes de los que viajaban en ellos, el sonido de las campanas se había vuelto omnipresente, y se reproducía con tanta frecuencia como el graznido de las aves que se arremolinaban sobre él.

Tu naturaleza de mercenario te había hecho recorrer una grandiosa cantidad de lugares en el Viejo Mundo. Desde las llanuras gélidas de Kislev, hasta los eternamente oscurecidos bosques de Middenland, los rápidos ríos de Reikland y los tenebrosos interiores de las montañas grises. Si algo podía decirse con certeza, es que habías tenido la suerte suficiente como para haber visitado todos aquellos sitios y decidiste asentarte en Carroburgo.

Claro, si es que esa hubiese sido tu decisión en primer lugar. Pues ahora estabas bajo propiedad de Dieter Heidrich, el Cazador de Brujas. Todavía recuerdas aquél día en el que descubriste que uno de tus empleadores había resultado ser un amante de los poderes oscuros, y en la búsqueda de baratijas antiguas en la que te había contratado a ti y a tu compañía demostró su verdadero rostro volviéndose contra ti y tus compañeros. Quienes en su momento habían sido hábiles luchadores y astutos soldados fueron sacrificados como si fueran perros de la calle. Incluso para ti se te hacía difícil recolectar, entre las traumáticas vivencias, como fue que te volviste el único sobreviviente.

Lo que sabías con exactitud era que desde que Dieter desmanteló aquella charada hereje, decidió protegerte bajo su ala a partir de entonces. Como quien guarda una herramienta en un enorme baúl. Más temprano que tarde descubrirías que trabajar para el Cazador de Brujas se volvería una rutina que no te permitiría seguir con tu vida normal, se acabaron los días de trabajo en equipo, de compañías, de gloria y festejo en la taberna después de un trabajo bien hecho. Desde que trabajabas para la Iglesia de Sigmar, estabas solo. No era tu trabajo el más difícil de todos: eras un rastreador. Te dedicabas a encontrar células de adoradores de los poderes ruinosos, tu nuevo jefe te costeaba un grupo de reemplazables compañeros y dedicabas tus noches a romper testas, volar dientes y mutilar cuerpos. La regla de "sin prisioneros" no existía ahora, pues los trofeos siempre terminaban en manos del Cazador de Brujas, quien aparecía de último momento para terminar lo que tú habías empezado.

Recordabas a Dieter como un hombre alto y ancho como lo era un oso, pero viejo. Se había vuelto anciano durante sus muchos años de carrera y sus contactos llegaban hasta donde menos te lo esperabas. Tú, por ejemplo, eras uno de ellos. Un pequeño cabo entre la enorme telaraña de inteligencia que conformaban los allegados del Cazador de Brujas. Y tenías trabajo. ¿Por qué otra razón estarías visitando estos muelles?

La actividad iba en ebullición conforme avanzabas a paso firme por el puerto. El Muelle Rojo tenía ese nombre porque todas las pescas de la ciudad iban a parar allí, donde los pescaderos trabajaban junto a los estibadores. Tanta era la exigencia de comida de aquella ciudad que las jornadas donde troceaban a los pescados no terminaban si no hasta altas horas de la noche y un poco más. El suelo se había teñido de rojo por la sangre de incontables pescados desde hace ya más tiempo del que tu puedas recordar.

Un par de hombres fornidos y sin camisa arrastraban a un tercero por el suelo embarrado de sangre y tierra que tus botas aplastaban al pasar por un lado. En algún lado se hallaba tu informante. Sigues avanzando y evitas a un grupo de golfillos que correteaban entre el lodo con pertenencias recién adquiridas, aquellos ladronzuelos ya te conocían... Tal vez esa era la razón por la que tu bolsa se vio a salvo de sus travesuras. Tras avanzar un poco más, finalmente puedes ver al hombre que buscabas.

En una balsa solitaria, sin pescados y con un solo par de remos puedes ver a un hombre encapuchado con el aspecto siniestro de una rata. Era pequeño y flaco, y sus brazos castigados por las ronchas estaban cubiertos de vendas. El hombre no se movía de su pequeña barcaza ni hablaba con nadie, eso lo hizo más reconocible a tu ojo avizor. Era la razón por la que estabas aquí, significaba una sola cosa.

Llegaba el momento de cazar.

Notas de juego

¡Empezamos! Puedes realizar una tirada de Sabiduría Popular (imperio) +10% si quieres rescatar algún datillo adicional. A partir de ahora, es tu turno :)

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28/04/2021, 22:08
Percival

El viejo Percival se pasó una mano por la puntiaguda barba y asintió con la cabeza cuando se dio cuenta de que, irremediablemente, tendría que lidiar con el par favorito de Dieter. No era la primera vez que trabajaba con ellos, pero eso nunca hacía las cosas más cómodas cuando se trataba de este trabajo. Empezó a avanzar hasta el carruaje a paso rápido hasta que finalmente llegaron a él. El caballo de Helmut estaba esperando impaciente, y tiraba de las riendas de un débil novicio que parecía estar cansándose de estar allí.

—Si tomamos la ruta más rápida hasta Carroburgo solo tendremos que cabalgar durante un día hasta el reik, ya contraté los servicios de un capitán fluvial de confianza que nos espera en un pueblo de mierda llamado... Hals... Ehm... Halst...

Mientras Percival chasqueaba los dedos mientras intentaba recordar el nombre del lugar, el conductor del carruaje con cabeza canosa pegó la espalda al asiento y encendió una pipa con una cerilla ardiente.

—Halstheim ... fue lo único que dijo, y de su boca salió un chorro de humo.

El anciano de aspecto de cuervo asintió con la cabeza y señaló con un índice al conductor. Era la primera vez que lo hacían sonreír de manera genuina.

—Eso, Halstheim. Nada importante la verdad, solo unas cuantas cabañas y un muelle. No creo que pasemos allí más de una hora. En cuanto nos montemos a la barcaza nos encontraremos con nuestro hombre en Carroburgo y mientras me ocupo yo de mis asuntos vosotros vais de camino a Delberz y os ponéis al día con los divertidos asuntos que se deben cocer por allí.

El enjuto asesino aferró uno de los agarres del carruaje antes de saltar a su interior, y se acomodó en un asiento tras dejar el precario equipaje de su mochila en el suelo de madera del mismo. Las ruedas tenían borde metálico y las ventanas eran de cristales opacos como la obsidiana. Unas velas encendidas en cada esquina del techo del vehículo permitían que se viese en la oscuridad de la noche, y los dos caballos que tiraban del mismo parecían igual de ansiosos por irse que los demás.

Era el momento de marchar. Y parecía que Percival estaba esperando a que le dieran la luz verde para iniciar su viaje.

Notas de juego

A vuestra señal. Si queréis hacer algo más, avisadlo.

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29/04/2021, 12:49
Leopold Schwarz

Pues no se hable más, a Halstheim pues.

Emulando al anciano ayudante de Dieter enganchó el agarre y puso el pie en el estribo, haciendo que el carruaje basculase debido a su peso pero con un pequeño impulso consiguió entrar agachando la cabeza para no golpearla con el quicio de la portezuela y se acomodó en el interior, frente a Percival aunque a un lado, para poder estirar las piernas.

Dejó también la mochila en el suelo del carruaje y, a su lado, la vaina con la espada y la ballesta, cargada pero apuntando hacia fuera por si se disparaba que ya se sabe con estas cosas. Seguridad ante todo.

El sabueso miró hacia fuera, a la oscura noche, con acritud, le esperaba un día de traqueteante viaje hasta ese pueblucho del cual se olvidaría del nombre en apenas unas horas pero le quedaría el recuerdo en las posaderas mucho después. Se encogió de hombros, gajes del oficio, viajar, mucho. Es lo que había.

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29/04/2021, 17:02
Narrador

Finalmente tras convencer a Percival y a Helmut, el aprendiz Schwarz finalmente reunió otra vez a los sabuesos para que hicieran lo que mejor saben hacer. Cacería de herejes. Tras acordar por última vez el destino Percival pegó la espalda a la pared del carruaje y colocó los pies sobre el asiento que tenía frente a él. Leopold se acomodó como pudo, siempre alerta y con un músculo tenso por si hacía falta saltar al ataque. Helmut subió a su corcel, el cual pareció arrojarle un último mordisco de advertencia al cansado novicio que se retiró con una ahogada imprecación una vez ya no se necesitaba más de él. El jinete dejó que el caballo desperezara las piernas antes de ponerse a un lado del carruaje.

Una vez todo estaba listo, el conductor de aspecto anciano agitó las riendas y puso en marcha a los caballos que empezaron a tirar de su carruaje. El hombre silencioso miró a Helmut con ojos demasiado viejos para su oficio y luego regresó la mirada al camino.

El grupo viajó durante toda la noche a través del extenso camino a veces bordeado por la sombra de los arboles. El camino fue silencioso hasta rozar lo irritante, pero a nadie pareció molestarle. No había hombres peligrosos en aquél camino. No si el camino tenía que ver con los asuntos de Dieter. El cazador de brujas, poseedor de una magnitud ignota de recursos y contactos, ya se habría ocupado de que los limpiasen de la escoria que los pudiera habitar. Helmut pudo ver la silueta grupo de lobos que se alimentaban de un gran cadáver en lo lejano, los animales aullaron y se alejaron en la distancia apenas la luz de las velas y linternas les alumbrara el pelaje.

A pocas horas faltantes para el amanecer, los cazadores llegaron a Halstheim, cuando empezaron a atravesar el camino entre las casas derruidas y viejas, y los miserables habitantes que empezaban a arrastrar los pies hacia afuera mientras que los primeros rayos del sol empezaban a teñir el cielo del débil azul claro de la mañana. Los miraban con ojos perdidos, a Helmut y al conductor del carruaje que avanzaban de forma impasible hacia el pequeño muelle. Podían ver la oscurecida barcaza de tamaño suficiente como para llevarlos a todos cómodamente por el reik.

Al llegar al muelle, el conductor del carruaje golpeó dos veces la ventanilla a su espalda para avisar que habían llegado a su destino. Luego se bajó de un salto y empezó a recoger el equipaje de Percival. Un hombre regordete para los estándares de desnutrición de aquella población esperaba con los brazos cruzados y una expresión de furibunda molestia en el rostro. Percival se bajó del carruaje y sostuvo sus cosas mientras que su compañero se acercaba a charlar con el nuevo rostro.

Con la voz amortajada por el trasnocho, el fofo hombre empezó a hablar.

—¡Joder si ya era hora, pensé que no vendríais jamás! ¡Así no se hacen los negocios, hombre! ¡Se supone que yo iba a llevar el control de MI condenado barco! ¡Decidle a vuestro jefe que no hay trato!

El viejo hombre estaba retirando las colleras mientras hablaba con la voz áspera como el pedernal, como un susurro de hielo seco.

—¿No hay nadie más a bordo? —dijo con tono escueto.

El madrugador hombre, enojado porque aparentemente aquel viejo no le estaba haciendo caso alguno, alzó un poco más la voz y se acercó a él mientras murmuraba maldiciones. Una vez el sujeto rompió los límites del espacio personal del anciano cochero, este se giró para apuntarle con una ballesta de mano. El movimiento fue tan sutil como rápido, y de un momento a otro todos se pusieron tensos.

—¿No hay nadie más a bordo? —repitió con el mismo tono gélido, tan cerca del fofo barquero que podía acariciarle el vientre con la punta del virote. 

El hombre se quedó en silencio de inmediato y negó una sola vez con la cabeza. Percival le pasó por un lado con su equipaje sobre un hombro mientras se encaminaba a la barcaza, ni siquiera miró al hombre. Le arrojó una bolsa de monedas al suelo fangoso antes de subirse a la embarcación. El conductor del carruaje guardó la ballesta y tiró de las riendas de los caballos hasta llevarlos al centro de la embarcación donde fueron atados. Más temprano que tarde, Helmut y Leopold los siguieron a bordo. Percival llamó al hombre que conocieron como Edgar, el conductor, quien elevó el ancla y se hizo con el timón con tanta soltura como si lo hubiese estado haciendo todo el día en lugar de conducir carruajes. Tan pronto como los primeros rayos del sol empezaron a teñir el cielo de un pálido celeste, los sabuesos ya estaban rumbo a Carroburgo.

—Poneos cómodas, señoritas, estaremos en Middenland para el anochecer —dijo Percival mientras se acomodaba un sitio en el navío.

La primera hora pasó con normalidad en el navío, el cual se mecía y su velocidad aumentaba o mermaba conforme Edgar elegía que corriente de aire tomar para hinchar la solitaria vela. A veces podían escuchar el raspón de una roca especialmente larga en la quilla. El pequeño barco tenía una escotilla que descendían a una bodega interior bajo el agua. El equipaje también estaba depositado allí, además del cubo donde se echaban los excrementos. También había un pequeño camarote vacío que también servía para descansar. Percival había decidido meterse en ese pequeño agujero que servía de habitáculo. Leía el amarillento papel de una misiva a la luz de una vela. Edgar atravesaba la oscuridad restante con ojos cansados mientras que guiaba en silencio la embarcación. Todo apuntaba a que sería un viaje tedioso.

Notas de juego

Tenéis acción libre en el trayecto hasta llegar. Todavía estáis a altas horas de la madrugada, y el sol no se ha alzado. Helmut y Leopold necesitan superar una tirada de Resistencia +10 para evitar echar lo que tienen en el estómago. Los efectos son mareo, vómitos e incapacidad para el combate en, al menos, 3 asaltos. Aquellos que no se hagan al bamboleo del barco deberán tirar cuando yo lo diga a lo largo del viaje. Una vez superado no es necesario volver a tirar.