Partida Rol por web

Cholo miró la asombrosa maniobra de Ryan y dio un paso atrás. Buscó por el suelo un trozo de madera, la cual la encontró en los restos de un andamio. Cargó contra el joven, cuando estaba de espaldas, pero Ryan, gracil, se gira y lo encara, Cholo se queda paralizado un segundo y luego gira sobre sí para coger fuerza y luego suelta el golpe contra Ryan, como cual lanzador de peso.

-¡¡Te voy a clavar, Blanquiiiitoooo!!

El sonido del *crack* que se escuchó en el callejón eran mis costillas al romperse. Calculo que una o dos se han roto con el golpe del Cholo, sin embargo, y pese al dolor que sentía ( pero que no demostraba tras esa sonrisa ) Ryan gritó con todas sus fuerzas. El dolor hacía que se mueva mas lento, sin embargo, dejó de lado lo que sentía en su costado, las costillas que le atravezaban la piel ( y tal vez un pulmón ) y retrocedió unos pasos.

La cara del Cholo era un poema. Seguramente pensaba que el rubio se estaba retirando de allí, algo lógico despues de haber escupido algo de sangre cuagulada en el suelo.

Pero no, lo que Ryan estaba haciendo era tomar carrerilla.

Dos metros fue lo que el muchacho necesitó para salir corriendo a toda velocidad, apoyar una de sus piernas en un contenedor y saltar hacia el mexicano con ambos pies hacia delante.

Los dos pies de Ryan se entrelazaron tras la nuca del mexicano con fuerza, dejando su cuello entre medio de los tobillos y con un giro de su espalda, hizo que su cuerpo girara en el aire y con él, el cuerpo del mexicano dejándolo tumbado en el suelo.

Las manos de Ryan se apoyaron en el suelo antes que su cabeza, lo cual era lo normal, no se quería quedar sin dientes y girando su cuerpo, se puso nuevamente de pie, dejando un metro de distancia entre su oponente y él. Llevó su mano a las costillas y se miró los dedos.

Genial, no hay sangre.

Cholo alza de nuevo la tabla, sus ojos se inyectan en sangre, mira hacia abajo, ya que es más alto que Ryan, y entonces, hay una escena en camara lenta....

Ryan, que parecía algo dolorido del golpe, se sobrepone y hace algo, una maniobra que nadie esperaba* algo espectacular.

Cholo lo recibe y da varios pasos atrás, escupe sangre y la madera se le cae al suelo. Sus torpes pasos le hacen apoyarse en la pared, donde hay una mancha muy reciente de meado, para luego, deslizarse suavemente contra la misma hasta quedar sentado en el suelo.

Algo mareado, levanta la mirada hacia Ryan y alza las manos, balbucea algo.

-No....no tio..ya está....ya está, tio...ya no..puaff....isnn...ya no voy a volver por...por aqui tio...ya está...

Dijo, mareado.

- Eso espero, no quiero tener que volver a repetirlo. - Dijo sonriente.

Ryan volvió a escupir algo de sangre en el suelo mientras recogía su mochila. Con una mano en las costillas, se metió por la puerta que había salido y se dirigió a la oficina de Chad, algo machacado.

Cuando entró nuevamente al local y luego a la oficina de su jefe, se dejó caer sobre una de las sillas que allí había y resopló.

- Me han dado de ostias, tio. Creo que tengo algún que otro hueso roto. Necesito unas vendas para ponerme en las costillas si quieres que de un buen espéctaculo donde los pijos. -

Chad se giró, haciendo un movimiento completo con su silla. Ryan se fijó que el vaso estaba roto en el suelo, y que algunos papeles estaban revueltos. ¿Se había entusiasmado con la pelea o estaba cabreado?

-Te han dado una buena, chaval. Hiciste el gilipollas.

Dijo, serio, luego se incorporó y golpeó al aire con tecnica, usando los puños.

-¡Pero les zurraste de forma espectacular chico! ¡Fash Fash! jajaja

Chad se acercó a Ryan y le dio un fuerte golpe en el hombro, amistoso, pero que dolía bastante en ese estado.

-Abre el primer cajón, del archivador que está al lado de la puerta y coge cuanto quieras ¿a que es útil llevar siempre anestesia en la mochila? un viejo truco de un perro viejo, chaval.

Le guiñó el ojo y miró la hora.

Ryan cogió lo que necesitaba para lo que tenía hecho en el pecho. Sacó un par de jeringuillas del cajón y quitándose la camisa, cogió con su mano un poco de piel levantándosela y se pinchó la jeringilla de anestesia entre los dedos, de manera subcutanea. Después, se vendó con fuerza la herida y se metió esparadrapo para parar un tren.

Ya no le dolía, pero igualemente, se metió un par de analgésicos con un sorbo de una botella de ron que había allí y se quedó tumbado en el sofá durante unos segundos...

Tenía un par de horas para ir a la fiesta de los pijos, por lo que podía darse el lujo de dormitar un rato...

Puso la alarma del móvil para dentro de una hora y cerró los ojos...

No tardó mucho en quedarse dormido.

Ryan hacía solo un par de meses que había abandonado la casa y había hecho vida nueva. No por gusto, sino porque tenía que hacerlo, después de lo ocurrido.

El sonido del tranvía pasar cerca de su piso le hizo despertarse, aunque no de forma súbita. Suspiró y se pasó las manos por la cara. A veces tenía pesadillas, pero ahora no las tuvo, y parte de culpa la tenía la monada que estaba a su lado, con los ojos cerrados:

Se llamaba Aniuska Varylova, pero él la llamaba Ann. Se habían conocido en el local de Boris. Era rubia, y su cara parecía ser de porcelana. Ellos se trataban bien, y debido a su deficid de cariño, en los brazos de Ann había recuperado todo lo perdido.

¿Quién era Boris? Boris era su nuevo jefe. Le había dado trabajo de camello y a veces de matón. Pero también le pagaba y le dio ese piso en New Chinatown, donde Asiaticos y Rusos se dividían los negocios. Es más, Boris tenía más de un negocio alquilado a un chino, ya que, pagaban bien y trabajaban de sol a sol.

Ryan recordaba tener que ir a ver a Boris al anochecer. Sin embargo, la mano de Ann acarició su espalda y ella sonrió levemente, desperezandose.

-Hola...

Dijo sonriendo, con los preciosos ojos azules aun cerrados. ¿Quién podía resistirse a no quedarse un poco más?

Cuando Ryan sintió la mano de Ann y su dulce voz se restregó los ojos con el dorso de su mano para intentar abrirlos y ver la hora. Era temprano, lo sabía por el ruido de la calle, y hoy no tenía nada que hacer más que ir por la noche a ver a Boris. Era extraño que lo llamara para que vaya a verlo. Las únicas dos veces que lo ha visto fueron, una, de lejos en una tienda, y la segunda, cuando lo contrató para que golpee a unos chinos que no habían pagado.

Pero Boris no había hablado, había sido Anatoly el que en ese momento, le dió las indicaciones al rubio.

Anatoly Varylova para más datos. Sí, amigos, sí. El padre de Ann. Pero él no sabía nada de lo que hacía su dulce niña rubia cuando no servía copas en el bar de Boris. Ni mucho menos que salía con un no-ruso como yo.

Se giró hacia ella y le quitó el pelo de la cara para poder darle un beso en los labios y miró la hora por encima del cuerpo de la rubia.

Temprano, mierda.

- Hola cielo. ¿Has dormido bien? - Le dijo entredormido mientras se destapaba para sus ejercicios matutinos. - Me voy a correr en un rato, ¿quieres algo de desayunar? -

Normalmente, Ryan le traía el desayuno a su regreso.

Su gorgojeo y la manera de taparse otra vez significaba que iba a seguir durmiendo un rato más, y él la dejó. Con un café y unos dunuts iba a bastar.

Se levantó entredormido todavía y fue a prepararse el desayuno. Metió un par de huevos, un pomelo, algo de leche y cereales dentro de la licuadora y la encendió. Mientas se hacía el batido, Ryan se colocó las zapatillas y al terminar, se bebió el potingue directamente de la jarra.

Unos golpes en la puerta hizo que el rubio dejara la jarra sobre la encimera y fuera a abrir sin mirar por la mirilla.

Tras abrir la puerta, dos rusos grandes como un armario empotrado entraron al piso, detrás de ellos, Anatoly.

Mierda.

Anatoly pasó al piso, como si fuera suyo, casi embistiendo la puerta. Su boca, algo torcida de por sí, se torció más en una sonrisa. Pese a todo, le tenía aprecio al chico, habían ido de "campaña" alguna vez que otra, pero también prefería darle el curro a un chico ruso. Pese a todo, Ryan era un gran trabajador.

Anatoly sirvió varios años en el ejercito ruso, incluso se rumoreaba que trabajó un corto tiempo para la KGB antes de que Boris se lo llevara a estados unidos, como agente y guardaespaldas. Ann acompañó a su padre, pero de su madre no se sabía nada, siquiera hablaba de ello con Ryan.

El vozarrón de Anatoly resonó en su piso.

-Ryayian

Dijo con un acento ruso muy marcado.

-Vieo que estás diespierto. Espiero que nio se te haya olvidiado la cita con el viejo ¿ah?

El brazo de Anatoly golpeó el brazo de Ryan y luego miró su casa, vio a una chica casi desnuda envuelta en sábanas, por suerte, estaba de lado, dando la espalda.

-¿Compañía? ¿Te está guistando el "quioño" de la madre Riusia? ¿ah? jajajaja

El hombre rió entre dientes.

-Viamos. Tiengo una cosa que contarte. Dieja esa mierda que te comes y viamos a por algo de calidad...

Por supuesto, los desayunos para un hombre como ese ruso eran una hamburguesa.

- Claro, Anatoly, claro. Dónde quieras, vamos. - Dijo Ryan mientras cogió las llaves de su apartamento y se dirigía a la puerta. - Ir saliendo que cierro la puerta. -

Como siempre, no dejaba de sonreir. No dejaba de sonreir aunque ha estado a punto de que tres rusos, entre ellos el padre de la chica que estaba en la cama, lo descuarticen y después se lo den de comer a unos jabalíes.

Cuando todos salieron cerró la puerta con llave y echó un último vistazo a Ann. Seguía durmiendo con la cara vuelta hacia la pared. Eso si que había sido una suerte.

Ya le enviaré un mensaje después.

- Bueno, Anatoly, ¿cómo me voy a olvidar de la reunión? Para nada. - Respondió fuera del piso ante la pregunta del padre de su chica. - ¿Pero es esta noche, no? ¿Qué vamos a hacer ahora? -

Los rusos abandonaron la casa de Ryan con un gesto de su cabeza. Anatoly miró la última vez a la chica y luego se dio la vuelta, saliendo también.

Cuando por fin Ryan siguió a los chicos, Anatoly lo miró de reojo mientras  bajaban las escaleras. Apartaron a una vieja china que subía las escaleras con un carro, a lo que la vieja respondió con insultos en chino.

Anatoly le devolvió el insulto en ruso y siguió bajando.

-Si, si, es estia noche. Nio es de eso de lo quie quieria hablar.

Dijo. Al salir fuera, se colocó unas gafas de sol y se las ajustó bien.

-Vien.

Le hizo un gesto con la cabeza, para que le siguiera.

-Ia siabes quie el viejo estiá algo jiodido con el tema de los chinos.

Ryan recordó. Había una banda de chicos chinos que no hacían más que meterse con los negocios de Boris. La semana anterior fue una licorería, y esa misma semana, le destrozaron un coche de la "empresa" de Boris. No era nada que el ruso no supiera arreglar con un par de rusos armados, la cosa es que no sabían de donde venian.

Anatoly anduvo hacia un puesto de perritos calientes. Allí se detuvo. El cocinero era un chino, pero se las arreglaba bien para hacer perritos.

-Quiatro.

Levantó cuatro dedos.

El chino sirvió los perritos con todo y le ofreció todo a los rusos y a Ryan. Luego Anatoly pagó.

Sin esperar, le dio un gran bocado a su perrito, y luego se pasó una servilleta por la boca para quitarse los restos de cebolla, luego volvió a Ryan.

-Así quie, piensandolo bien, quizá dieberiamos arreglarlo por nuestra quienta ¿ah? ieso tie diaria más piuntos con el viejo ¿ah?

Ryan escuchó lo que le decía el ruso mientras le daba un par de mordizcos al perrito caliente. Al principio, el rubio pensó que los cuatro perritos eran sólo para Anatoly y se sorprendió cuando repartió uno a cada uno. Aunque él no estaba acostumbrado a desayunar tan fuerte, decirle que no al rushki que tenía en frente era casi como cavar su propia tumba.

Así, Ryan escuchó.

Le resultaba algo extraña la proposición de Anatoly, pero era el segundo al mando de la familia, por lo que no se le pasó por la cabeza en desobedecerle. Seguramente, el viejo después lo felicitará.

- Dime dónde y cuando, Anatoly. Sabes que puedes contar conmigo. - Dijo Ryan mientras terminaba su perrito y se limpiaba la boca con una servilleta del papel del carrito que decia "gracias por su visita".

Había peleado por última vez la semana pasada, por lo que tenía algo de mono de dar unas ostias. Sin embargo, aún tenía resentida la rodilla del último golpe que le dió a su oponente, aunque no era para preocuparse, a veces le dolía.

Anatoly sonrió ampliamente al oir lo que dijo el chico. Se detuvo ante una furgoneta negra, con los cristales tintados de negro.

Dos rusos entraron en la parte trasera, dentro habían dos más.

-Ahiora.

Dijo alzando las cejas, mirándolo,  luego sonrió, moviendo levemente la cabeza.

-Siegún un chiviato, los chinos vian ha atacar un riestaurante chino de Boris, viamos a evitarlo y a sieguirlos. Niada de tiros, nio vamos a diestrozar el local de Boris ¿ah?

También dijo eso a los otros.

Anatoly cerró la puerta y subió en el asiento del conductor, que casualmente, daba a la acera, donde estaba Ryan de pies.

-Siube.

Le dijo, con un nuevo movimiento de cabeza, hacia el asiento del copiloto.

- Karashov, karashov. - Dijo Ryan mientras subía a la furgoneta. - Boris no estaba enterado de esto, ¿no? - Preguntó después de cerrar la puerta.

No estaba muy seguro de lo que iba a hacer y por sobre todas las cosas, no estaba muy seguro si lo que iba a hacer era cosa sólo de Anatoly o si está enviado por Boris. Según lo que estaba diciendo y hablando el ruso, supongo que el viejo no está enterado de nada de esto.

¿Qué saldrá de todo esto?

Ahora tenía una cosa que hacer, dejando de lado lo que pensaba. Ir a apalizar a un par de chinos que le estaban tocando las narices a la familia.

Y nadie se mete con los rusos, menos unos chinos de metro y medio.

-Nio

Respondió seco, con la mirada fija en la carretera.

-Nio sabe niada. Aquiabamos de riecibir la noticia.

Respondió el ruso.

-Fue iunos de los chinos que trabajiaba vendiendo discos piratas de Ricky Martiniez, o como se iame ese maricón.

Explicó, mientras conducía.

Atravesaron la mitad de la estrecha calle principal de New Chinatown y se detuvieron delante de un restaurante chino de nombre "Gran muralla 4" si, tenía pinta de ser una peli mala de acción de Hong Kong. Pero Gran muralla, local Hong Kong o el dragón rojo, eran los nombres más usados para restaurantes chinos en el mundo.

Un ruso estaba sentado en la puerta del local, pidiendo limosna. No era casualidad. Era un hombre de Anatoly.

El ruso aparcó en un hueco libre y dijo algo en ruso. Los hombres de detrás salieron del coche. Luego se volvió hacia Ryan.

-Al entrar, tiu te aliejias de mi y tie sientas por ahí, sin iamar la atención ¿ah? si ientran los chinos, lies vapuleamos, hasta que quiaguen por la boca y iablen por el culo ¿ah?

Dijo, tratando de sonar amenazante. Seguro que en ruso sonaba mejor.

- Vale, vale, tío, como quieras. - Dijo Ryan con una sonrisa. - Yo a ti no te conozco de nada y ya. Me siento en una mesa y en cuanto me des la señal, caemos sobre los chinos a golpe limpio y sin romper nada de mobiliario. ¿Está bien así? -

El plan era sencillo, sin embargo, Ryan sabía que hasta los planes más sencillos siempre pueden salir mal. Además, a los chinos les gustan llevar katanas y yo no llevo nada encima. En realidad, nunca llevo nada en cima. Las armas las carga el diablo, pero nunca le digo que no a un buen bate de baseball de madera.

- ¿Cual será la señal? Tampoco quiero llegar tarde al combate. -

El combate, cosa peligrosa.

Sólo espero que los matones de Anatoly estén a la altura. No me gustaría quedarme peleando solo contra cuatro tipos.

Anatoly bajó el auto y se colocó bien la ropa, luego se retiró las gafas de sol y las dejó colgando de la camisa.

Cuando Ryan hubo salido, anduvo hacia el restaurante.

-¿Hace fialta que te lo diga? Quiando los chinos la mionten, tiu golpieas ¿ah?

Dijo como si Ryan fuera retrasado.

El restaurante era realmente bello. Una edificación de tres plantas, imitando a un palacio chino, con una piscina en la parte de detrás que imitaba al oceano, como si estuviese levantado sobre las aguas, aunque el olor a cloro daba el cante.

Una china muy guapa recibió al grupo y se inclinó. Los rusos no se pararon.

Cada cual se repartió por cada planta. Ryan eligió la última, donde había una gran barra, con bebidas y un chef oriental que preparaba wok.

Ryan se sentó y pidió algo de beber.  Al cabo de unos instantes, la puerta del despacho se abrió y salieron varios tipos, acompañados por rusos, un grupo bajó al piso inferior, solo uno se quedó y se sentó al lado de Ryan.

-Ey, como va.

Saludó con desdén. Era un tipo rubio, aunque ya no conservaba el pelo, estaba totalmente rapado. Tenía los ojos azules y vestía informal, con una vieja chupa de cuero desgastada.

Ryan le dió un par de sorbos a su cerveza mientras que saludó con un ademán de su cabeza al hombre que se acababa de sentar a su lado. Ahora estaba algo descolocado. Él estaba esperando a un grupo de chinos y lo que vio salir de la oficina eran simples occidentales o europeos del este.

Aún así, él siguió con su cerveza esperando cuando los chinos comiencen a montarla, según Anatoly.

Sonrió de lado cuando recordó las frases de Anatoly. Era raro como hablaba y su acento era demasiado gracioso, el muchacho muchas veces debía hacer un esfuerzo sobrehumano para poder contenerse y no partirse la caja delante de el ruso.

Crieo que tiendriemos probliemas en brieve. Pensó Ryan poniendo en su mente la voz de Anatoly, lo cual hizo que se le soltara una pequeña carcajada.

El tipo tampoco dijo nada, se tomó una copa de Whisky mientras miraba a la nada, como ensimismado.

Luego Ryan se fijó en una cosa extraña. Habían dos tipos allí. Dos tipos con las capuchas de las sudaderas puestas. Paseaban por el balcón.

Pero, el se había asegurado de que no había nadie en ese piso, a parte del que estaba a su lado y el cocinero.

¿De donde habían salido?